UNA PALABRA JOVEN (Feb 09) Secretariado de Pastoral Juvenil-Vocacional de Huelva Domingo VI del Tiempo Ordinario (Ciclo B) «La lepra se le quitó, y quedó limpio » En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: ―Si quieres, puedes limpiarme. Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: ―Quiero: queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: ―No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a pre-sentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún Pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes. Marcos 1, 40-45 En tiempos de Jesús, se consideraba lepra cualquier tipo de enfermedad relacionada con la piel. El Levítico ordenaba que fuera declarado impuro, lo que implicaba ser expulsado de la ciudad, vestir con harapos, llevar la barba rapada, ir despeinado y gritar ¡impuro! por los caminos para que nadie se le acercase. La situación era tan dolorosa y humillante que, según la mentalidad de la época, sólo era explicable si la causa de tal enfermedad era un gravísimo pecado. El relato evangélico nos dice que el leproso, contraviniendo las normas y la costumbre, se acerca a Jesús y se postra ante él para que le cure. La expresión del hombre es muy significativa: Si quieres, puedes limpiarme. No duda de su poder. Todo depende de su voluntad. Y no le pide que lo cure, sino que lo limpie, que lo vuelva puro, es decir, que le libere de aquello que le convertía en un excluido. La respuesta de Jesús viene a decir: ¿Cómo no voy a querer? Por supuesto: queda limpio. Luego le envía para que el sacerdote le readmitiera en la comunidad reconociendo que estaba limpio. Lo que sigue está cargado de sentido: se queda fuera, en descampado. Es decir se autoexcluye y, de ese modo, obliga a quienes le buscan a salir de la ciudad. La exclusión de determinadas personas por los motivos más diversos ha sido una práctica habitual en todo los tiempos. Es como si al ser humano le encantara sentirse único, especial, marcando diferencias con los que son diferentes. Semejante costumbre en manos de los poderosos es fácil que degenere en una crueldad extrema y la historia está llena de ejemplos. Recordemos las ejecuciones en nombre de Dios (inquisición), los genocidios perpetrados en el siglo XX en nombre de la raza (Hitler) o del interés político (Stalin) o las exclusiones actuales en nombre del pensamiento único o políticamente correcto (aborto, eutanasia...). Jesús se posiciona en este pasaje abiertamente junto al excluido, junto al marginado, porque la suya es una clara opción por lo humano. Pero no confundamos. No se trata de mera filantropía, sino que su postura que brota de un profundo aprecio del ser humano por su condición de hijo de Dios. El problema de fondo es la miopía. Y no es broma: ¡no sabemos ver! No miramos lo profundo del ser, sino que nos quedamos en la superficie. Cuando miramos el corazón, nos damos cuenta de que todos somos iguales; sólo nos vemos diferentes cuando miramos la apariencia. Dijo un filósofo: Nada humano me es ajeno. Y la razón es bien simple: porque yo también lo soy. www.pjvhuelva.org/servicios_una_palabra_joven.html 1 UNA PALABRA JOVEN (Feb 09) Secretariado de Pastoral Juvenil-Vocacional de Huelva Por todo esto podemos afirmar que el cristiano es un ser humano radical. Desde Jesús de Nazaret, nada hay tan humano como lo cristiano ni tan cristiano como lo humano porque en él lo uno y lo otro están unidos. www.pjvhuelva.org/servicios_una_palabra_joven.html 2