UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE MÉXICO JORNADAS DE HISTORIA INGLESIA, INDEPENDENCIA Y REVOLUCIÓN Durante estos tres días hemos asistido a un rico intercambio de interpretaciones sobre múltiples aspectos de la historia de la Iglesia de México, particularmente aquellos procesos y hechos que se produjeron durante la Revolución de Independencia y la Revolución Mexicana. En la organización de estas jornadas académicas se consideró necesario un diálogo entre las diversas propuestas interpretativas, las corrientes historiográficas y la incorporación de las perspectivas sociales y humanísticas, además de la Historia. La primera parte se dedicó al proceso de Independencia y la segunda a la Revolución iniciada en 1910. Remontando cualquier posición maniquea, se procuró la pluralidad de ópticas para mostrar el amplio espectro que ha sido nuestro pasado. Si bien las conmemoraciones brindan oportunidades para releer la historia, la profundidad de las ponencias demostró que el ejercicio de escudriñar con denuedo la memoria de la nación es una actividad permanente que con mucha responsabilidad desarrollamos las instituciones universitarias, de cualquier inspiración, más allá de ciclos y coyunturas. Organizadas estas Jornadas de ocho mesas y con la participación de 24 ponentes todos ellos especialistas en la materia, procedentes de 13 instituciones de investigación, se discutió sobre un período de tiempo que excede los 200 años, pues además de los antecedentes del proceso de Independencia y de la Revolución, el análisis de la presencia de principios jurídicos, políticos y teológicos, que fueron sustento de los discursos esgrimidos por los actores históricos, extienden sus raíces hacia las formas sociales y religiosas desarrolladas en Occidente a lo largo de dos milenios. El primer aspecto que podemos distinguir es que con el desarrollo de la investigación histórica científica, remontando apologías o denotaciones, se logran miradas más profundas sobre la complejísima realidad que representa la Iglesia católica para el historiador, identificando su presencia en todos los niveles de la historia mexicana y a su vez el impacto de las múltiples realidades históricas en la naturaleza del catolicismo mexicano. Un segundo elemento a destacar es que las investigaciones manifiestan con mayor claridad la obligación de mirar a los contextos universales. Diversos panelistas refirieron las “relaciones trasatlánticas” reflejadas de ideas que nutrieron los postulados de insurgentes, realistas, liberales y monárquicos o los principios de la doctrina social de la Iglesia, así como las bases políticas del Estado, sea absolutista, liberal o revolucionario, para construir nuevas relaciones con la Iglesia. Las directrices intelectuales pueden ser comprendidas cuando se entienden las relaciones con teorías y principios que además de adoptados fueron reformulados y adaptados a la realidad local para construir nuevas propuestas de organización social, política y prácticas religiosas cuya originalidad aún está por calibrarse con mayor precisión. Esta ampliación de la escala óptica del pasado nos revela no sólo la influencia externa sino la presencia real, activa e influyente de novohispanos o mexicanos en los debates europeos o latinoamericanos, cada vez hay más luz sobre procesos que podríamos denominar de “ida y vuelta”. El tercer rasgo a subrayar es que la investigación histórica contemporánea debe echar mano de los análisis interdisciplinarios pues sólo de este modo la complejidad del catolicismo puede ser estudiado. En diversas ponencias constatamos que además de la economía, por muchos años única explicación de las acciones de la Iglesia, ahora la moderna ciencia política, el derecho, la sociología y la historia del Arte, son necesarios para estudiar la historia de la Iglesia en su vida propia que significa también su relación con la sociedad. En este orden de ideas, muchas de las preguntas planteadas por los ponentes y el auditorio remitieron a la necesidad de impulsar la historia de la filosofía, el derecho canónico y de la teología en México, pues constituyeron los pedestales que soportaron el utillaje intelectual con el cual la Iglesia desarrolló su actividad, y al mismo tiempo proporcionó las bases para ideas e instituciones liberales y revolucionarias, como la Constitución de 1824 o ciertos principios sociales de la Constitución de 1917. Una amplia gama de las hipótesis planteadas en estas mesas han referido la necesidad de clarificar los presupuestos elaborados desde estas disciplinas. Otra dimensión que este foro nos ha permitido considerar, es la necesidad de impulsar la investigación sobre estas materias en las diversas regiones del país. A lo largo de los 24 trabajos aquí presentados hubo menciones o particularidades sobre México, Puebla, Celaya, Nayarit, Michoacán, Guerrero y algún otro sitio, sin embargo, sabemos que el resto de la geografía novohispana y nacional fue escenario de importantes acontecimientos que impactaron en la realidad general. Desde luego, toda reunión de historiadores exhibe la feliz identificación de nuevas fuentes y simultáneamente remite a la necesidad de considerar otros fondos y tipos documentales, eclesiásticos y civiles, además de volver hacia los ya investigados, pero ahora con nuevas lupas que permitan lecturas más profundas y analíticas. También hemos escuchado las sorpresas que podemos obtener en documentos hasta ahora poco atendidos. Una de las mayores riquezas de estas jornadas es el haber contado con una amplia perspectiva de los actores en la historia de la Iglesia dentro de la Independencia y la Revolución. Asociaciones de fieles, sea a través de cofradías o de organizaciones secretas; las Órdenes Religiosas; el Tribunal del Santo Oficio; los artistas; el Cabildo catedral; los profesionistas católicos; los obispos; en fin, la heterogeneidad que constituye la Iglesia es la misma que demanda ser investigada. Los retos son muchos, el renovado interés por la historia de la Iglesia, que desde hace unas décadas se ha visto en México, nos coloca en una posición muy distinta a la que hace 50 años se tenía; buenos o malos; vencidos o vencedores. Los 24 trabajos y las discusiones que suscitaron revelan algo ya intuido e históricamente evidente: que la Iglesia católica formó parte sustancial del proceso de Independencia de México y de la construcción del estado nacional, con todas sus contradicciones y resultados. La multiplicidad de instituciones involucradas en la organización y reflejada en la procedencia de los ponentes, no sólo remite a una convicción de la necesidad de mantener un diálogo serio, científico y equilibrado, sino de que es indispensable este intercambio en aras de resultados más ricos, más proposititos y que permitan comprender mejor nuestra realidad y enfrentar los retos que tenemos como nación. Con esta convicción contamos con el apoyo del Centro de Estudios de Historia de México CARSO, el Centro de Investigación y Docencias Económicas, la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Fundación Conmemoraciones 2010, el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, la Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica, la Universidad Iberoamericana, la Universidad Intercontinental y ésta, su casa, la Universidad Pontificia de México