LOS CAMBIOS EN LA PROFESIÓN DEL TRADUCTOR O

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LOS CAMBIOS EN LA PROFESIÓN DEL TRADUCTOR O INTÉRPRETE
JURADO EN ESPAÑA
Mesa Redonda, Alcalá febrero 2002
Roberto Mayoral Asensio
rasensio@ugr.es
Para empezar, habría que hacer una distinción: la que se da entre traducción
oficial (o traducción fehaciente en palabras de Manuel Feria) y
traducción
jurada. Traductor jurado es que tiene el correspondiente nombramiento del
Ministerio de Asuntos Exteriores y tiene que ajustarse en su actuación a lo que
regula la normativa legal para la traducción jurada. Pero el traductor jurado no
es el único que realiza traducciones oficiales en nuestro país, el rango de
personas que la hacen va desde los no profesionales que la hacen de forma
accidental hasta el RACE.
Cuando me refiera a traducción en esta intervención, incluiré normalmente
tanto la traducción escrita como la interpretación oral.
Tradicionalmente, la función que ha cumplido el traductor jurado español ha
sido la de fedatario público entre lenguas distintas. Su número ha sido muy
reducido, sus tarifas muy altas y sus clientes ciudadanos españoles con una
posición social y cultural media-alta. Los traductores jurados accedían a la
profesión a través del examen del Ministerio de Asuntos Exteriores. La
situación ha cambiado prácticamente en todos los aspectos:
‰
los clientes del traductor jurado han cambiado sustancialmente y esos
nuevos clientes plantean nuevas necesidades
‰
esas nuevas necesidades necesitan nuevos profesionales
‰
los traductores jurados reúnen las cualidades necesarias para poder
convertirse en esos nuevos profesionales
‰
hoy por hoy, los traductores jurados presentan deficiencias en su
formación para atender estas nuevas necesidades
‰
un gran número de licenciados universitarios en traducción e
interpretación está accediendo a la profesión a través de un
procedimiento de homologación a cargo del Ministerio de Asuntos
Exteriores
‰
el número de traductores jurados ha crecido espectacularmente y va a
seguir haciéndolo en el futuro
‰
las tarifas reales de la traducción jurada han caído también
espectacularmente
‰
no se cubre la demanda de nuevas lenguas exóticas, como el lituano o
el urdu
Una buena parte de los clientes que acuden en estos momentos al traductor
jurado son inmigrantes y exiliados. Estos inmigrantes y exiliados en gran
medida son de una posición social baja, sin medios económicos, con un
bajo nivel de alfabetización, con desconocimiento de la lengua española y
también de las lenguas en las que sus documentos vienen redactados
(inglés o francés). Su procedencia y sus lenguas de origen son de una
enorme diversidad. Los destinatarios de sus necesidades de traducción son
la
Administración
española
(policía,
registro
civil,
jueces,
oficinas
ministeriales) pero también el sistema de atención sanitaria, los servicios de
asistencia social y las ONG. Sus necesidades de mediación desbordan lo
que tradicionalmente se ha considerado como traducción e interpretación y
desbordan también el ámbito de lo lingüístico: exigen redacción en español,
búsqueda de información y realización de gestiones. Es decir, requieren un
mediador global del cliente ante la Administración y los servicios sociales.
Exigen al mismo tiempo traducción escrita y traducción oral, esta última al
menos en sus formas más suaves, es decir, enlace, consecutiva y susurro.
Las necesidades de mediación de estos inmigrantes y refugiados exigiría la
actuación de varios profesionales de acuerdo con la situación actual:
traductores jurados, intérpretes jurados, traductores no jurados, intérpretes
no jurados, asistentes y trabajadores sociales, etc. Razones de eficacia
llevan a plantear la creación de un nuevo perfil profesional que cubra todas
estas necesidades: la profesión del traductor para los servicios públicos.
Este profesional puede surgir de la especialización de dos profesiones
actuales: la del trabajador o asistente social y la del traductor. El primero, el
trabajador social requeriría la adquisición de conocimientos lingüísticos; el
segundo el traductor, necesitaría:
ƒ
conocimientos de nuevas lenguas (especialmente las lenguas de los
nuevos grupos de inmigrantes: árabe, lenguas del Este de Europa,
urdu, kurdo, etc.) y culturas (especialmente la cultura y el derecho
musulmán)
ƒ
conocimiento de la administración
ƒ
conocimientos sanitarios
ƒ
habilidades y conocimientos propios de trabajo social
ƒ
interpretación a sus niveles más sencillos en el caso de estar
capacitado tan sólo como traductor
ƒ
habilidades de redacción, en especial de escritos dirigidos a la
Administración.
Creo que no se puede ni debe excluir ninguna de las dos vías para la formación
del futuro profesional al igual que la formación del traductor especializado
puede partir tanto del traductor como del especialista.
Este planteamiento exigiría diversas vías de actuación, poniendo en marcha:
ƒ
vías de especialización tanto para los actuales estudiantes universitarios
de traducción como para los actuales estudiantes de trabajo social, bien
a través de la optatividad, bien a través de títulos propios y cursos de
postgrado,
bien creando las necesarias pasarelas que facilitasen la
doble titulación de licenciado en traducción e interpretación/trabajador
social
ƒ
un plan ambicioso de prácticas de los futuros traductores en aquellos
lugares donde se precisa de la traducción para los servicios públicos:
policía, juzgados, hospitales, ONG, etc.
ƒ
un plan a corto y medio plazo de formación de mediadores lingüísticos
para las lenguas exóticas
ƒ
formas de financiación de las labores de traducción y mediación para los
servicios sociales; en la actualidad, inmigrantes y refugiados en su
mayoría no pueden pagar los servicios de traducción e interpretación y
toda la carga de la beneficencia recae sobre los propios traductores e
intérpretes, que se ven obligados a seguir prácticas más bien dudosas
desde una óptica gremial; la Administración o las ONG tienen que
hacerse cargo de esta necesidad; la creación de ONG de traductores y
las asociaciones profesionales de traductores podrían remediar de forma
transitoria y parcial esta situación
ƒ
una modificación sustancial del sistema de aranceles y presupuesto de
los
traductores
jurados
para
recoger
las
nuevas
situaciones
profesionales y responder a ellas con flexibilidad
El desarrollo de los servicios de mediación lingüística y social a los más
necesitados, inmigrantes y refugiados, también habría de repercutir en un
mejor servicio a todos los demás ciudadanos que, aun sin penuria
económica, se vieran necesitados de estos servicios durante su estancia en
nuestro país (turistas, residentes, hombres y mujeres de negocios, etc.).
Todo lo anterior se ve gravemente dificultado por la hegemonía del
Ministerio de Asuntos Exteriores Español sobre la traducción jurada en
especial y sobre la traducción en general
Se están produciendo al mismo tiempo otro tipo de cambios que también
afectan al tema que nos ocupa. El principal de estos cambios ha sido la
introducción en nuestro país de los estudios universitarios de traducción e
interpretación y la inundación del mercado con cientos de nuevos
traductores. Muchos de estos traductores se han convertido en traductores
jurados a través de la homologación por parte del Ministerio de Asuntos
Exteriores. Como resultado de estos cambios, cada vez van coincidiendo en
mayor medida el colectivo de traductores jurados y el colectivo de
licenciados en traducción e interpretación. Tan sólo es cuestión de tiempo el
que, para las lenguas mayoritarias, se confundan ambos colectivos. Se ha
producido también una caída de las tarifas y el precio de una traducción
jurada cada vez se parece más al de una traducción no jurada. Es decir, se
están diluyendo los límites que servían para definir al traductor jurado frente
a otros traductores y a la traducción jurada frente a otras formas de
traducción. Nos guste o no, mi previsión personal es que a medio plazo
habrá dejado de tener sentido la profesión de traductor jurado y que sus
funciones actuales serán realizadas para las lenguas mayoritarias por los
licenciados universitarios en traducción e interpretación y para las lenguas
minoritarias por algún tipo de habilitado, no necesariamente a través del
Ministerio de Asuntos Exteriores. Respecto a este Ministerio, en la situación
que prevemos resultará todavía más absurdo que ahora que sea el máximo
órgano a cargo de la traducción en nuestro país. En buena ley, sus
funciones actuales, si sobreviven, deberían haberse traspasado al Ministerio
de Educación y Ciencia y/o a los Colegios Profesionales de traductores en
el caso, poco probable de que éstos se creen. Habrá desaparecido una
honorable profesión pero el servicio que se prestará será más amplio, más
asequible, más diverso y más eficaz.
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