fragmento el principado.

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Ricardo visto por Tony Sam en 1990.
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Ricardo Montero Santibáñez
ACIÓ en Campuzano el 2 de abril de 1924; fue el quinto retoño de los
cinco hijos del matrimonio formado por Zacarías Montero y Dolores Santibáñez. Zacarías había venido a Cantabria procedente de Palencia, a trabajar de
cochero en el palacio de Benamejí, en Santillana del Mar. Más tarde formó parte de la plantilla de Solvay, en Barreda, con este mismo cometido: un coche de
caballos. Él llevaba las riendas… Progresó del mismo modo que la técnica industrial: pasó al coche de caballos, pero en esta ocasión de vapor, medida de potencia, eso que se conoce por las siglas
CV o también HP. El bueno de Zacarías se puso más tarde por su cuenta, y
Ricardo “Cardín” se recuerda montado en el pescante del coche de caballos de su padre, cuando éste debía hacer algún transporte fúnebre, con
chistera y guantes blancos…
En los pocos ratos de asueto
que Ricardo tenía entre la escuela y
ayudar a su padre, Cardín se llegaba al
centro, a los cines, pero los de Campuzano tenían que hacerlo en grupo
porque había, en la posguerra, cierta
animadversión hacia los vecinos de este pueblo-barrio torrelaveguense, que
tenían que sufrir el despectivo sambenito de “los de la pequeña Rusia”. En
fin, cuestiones entonces primordiales
Cardín con obreros de la Ferretera
y que, afortunadamente, han desapaMontañesa en 1957.
recido, no sólo por el tiempo transcu-
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Cardín, a bordo de su carruaje, llevando a una chulapa en las Fiestas de La Patrona en 1950.
rrido, sino porque, geográfica y topográficamente, Campuzano está totalmente
imbricado y subsumido en el tejido urbano de Torrelavega.
Pero volviendo a los primeros quehaceres de Cardín junto a su padre, también realizaban transportes entre las estaciones de FEVE y RENFE, parada de
Sierrapando-Los Ochos, para distribuir paquetería por los comercios de la ciudad y alrededores. Hizo la mili (el servicio militar obligatorio) en el arma de
Aviación, especialista de Transmisiones con los galones de cabo. Allí aprendió a
distinguir un cirro de un estrato, un cúmulo de un nimbus o la combinación entre estos tipos de nubes.
Del coche de caballos al motocarro. Cuando las cosas iban mejorando, Ricardo pasó a un camión Dodge.Ya había conectado con diversas empresas de
transporte, principalmente con Postigo, pero con autonomía suficiente como para concertar sus propias cargas. Así empezó a formar parte del elenco de transportistas de mercancías de Solvay, y allí le veía el autor de este libro, yendo y viniendo por los pasillos del Servicio de Expediciones de la empresa belga, a la
búsqueda del ticket de carga correspondiente.
Tenemos que destacar algunos puntos que dicen a las claras el bien ganado prestigio de Cardín como hombre generoso en cuanto a su dedicación y probidad hacia los demás:
El día 14 de octubre de 1953, al río Besaya se le “hincharon las narices” a
su paso por nuestros alrededores, desbordando el Malecón y llegando el nivel de
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Gabino Meana, Ricardo, Marañón, Pio de Diego y Ernesto Perales, frente al Bar Herreros, en
la estación del Norte. Década de 1950.
las aguas a los aledaños de Quebrantada. Una fotografía publicada entonces y
que hoy aparece colgada de una columna de la bodega de Ricardo, explicita el
hecho por el cual esta inundación le dio a nuestro hombre la oportunidad de
colaborar en las labores de salvamento. La noticia publicada y nosotros la vivimos en tiempos de culminar nuestro Bachillerato, decía que el Besaya había roto el malecón defensivo y se esparcieron las aguas, primero por la mies de Vega
e inmediatamente por todo el paseo de Torres hasta el bar Gimnástica. Cardín,
con aquel camión Dodge, colaboró activamente salvando a las gentes que se encontraban en dicho paseo sin poder salir o llegar a casa. Pasados los años, un niño que aparece en la foto subiendo al camión salvador se convirtió en el gerente de la cafetería Sabores, en la plazuela del Sol:Vicente Gutiérrez.Vicente, que
desde entonces debiera habérsele rebautizado como Moisés –salvado de las
aguas–, está permanentemenete agradecido a Ricardo por aquella acción salvadora y lo repite cuantas veces acudimos a su cafetería de Sabores. Otro de los salvados de la familia Pelayo no sabía cómo agradecer a Ricardo su benemérita actitud y, en cuanto tuvo ocasión, le regaló –como muestra de gratitud– ¡un bote
de Nescafé!, que en aquellos tiempos era artículo de lujo. Tal hecho dio origen
a que el Ayuntamiento expidiera el certificado que sigue
Don Julio Pelayo Marraco, abogado, Secretario del Ayuntamiento de
Torrelavega.
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Emiliano, dos mozos de FEVE, Ricardo, Oreña, Chiripa, El Rojo de Campuzano y Sasián, en
la estación de FEVE en 1945.
Cicero, El Gallego, Ricardo, un engrasador de RENFE, Soriano y Perujo (arriba) con la
camioneta Chevrolet en la estación del Norte (“Los Ochos”) en 1950.
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Los últimos carreteros: Tivo “El Niño”, Toño Eguren, Genaro Balbás, Ricardo y Barreda
Caprivi.
CERTIFICO: que según información que me facilitan los agentes
municipales, resulta ser cierto que el vecino de esta ciudad don Ricardo Montero Santibáñez, de 29 años de edad, casado, natural de
Campuzano, domiciliado en esta ciudad, calle General Mola, nº 19,
poseía carnet de conductor de vehículos automóviles, expedido por
la Jefatura de Obras Públicas de Santander el año 1951 y de cuyo documento ha sufrido extravío en ocasión de los actos de salvamento
que heroica y abnegadamente ha prestado con motivo de la inundación sufrida por este término en fecha catorce del corriente mes.
Y para que conste y surta sus efectos ante las Autoridades correspondientes, expido la presente en Torrelavega a quince de octubre de 1953.
El certificado expedido por Pelayo no deja lugar a dudas: Cardín perdió el
carnet de conducir en la refriega de la batalla contra el agua.Y ese certificado lo
exhibe su titular como timbre de gloria, especialmente eso de “heroica y abnegadamente…”.
El miércoles 27 de diciembre de 1950, unos años antes de aquella inundación, Cardín, “el salvador”, participaría en el desescombro del edificio de “La
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Cardín con su vehículo, en labores de salvamento por el Paseo de Torres en las
inundaciones de 1953.
Antonio Ceballos, Alfonso Pérez, Ricardo Montero, y el hostelero Urbano,
benefactores del Asilo.
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Amuebladora”, colaborando
activamente en las labores de
rescate de los obreros que
quedaron atrapados bajo los
escombros, hecho que le valió a nuestro amigo una
mención especial por parte
del Ayuntamiento de la ciudad, junto a otros ciudadanos
que fueron los primeros en
acudir al auxilio de los damnificados.
Durante las fiestas de
Ricardo conduciendo su “serré” como extra de la
nuestra Patrona había muerpelícula “La Niña de Luzmela”, en 1949.
to el tío de Tinuco y Armando Lorenzo, Ugarte Molleda.
En aquella época, el único cementerio era el de Geloria.Y la comitiva tenía que
discurrir entre los cachivaches de feria que jalonaban las calles inmediatas a La
Llama. Con gran asombro, recuerda Armando, a medida que se acercaba el cortejo fúnebre a las diferentes casetas feriales, éstas enmudecían. Preguntaron por
la causa de tanta unanimidad en el silencio respetuoso y alguien les comunicó
que era Ricardo Montero quien se adelantaba al paso del féretro y les conminaba a guardar silencio durante esos momentos.
Con ocasión de una mudanza, de nuevo nos apuntan esta anécdota: trataban
de subir por las escaleras de un edificio un piano que ocupaba bastante volumen
y se sentían incapaces de realizar esta faena. Acordaron pedirle a Cardín unas cuerdas para amarrar dicho piano y poder manejarlo con más comodidad. Ricardo
Montero decidió hacerse cargo de la operación y se dispuso, junto con un operario propio, a subir tan pesado, incómodo y musical mueble. Reconoce Armando
que, de no haber sido por Cardín, no se hubieran sentido capaces de realizar tal
maniobra.
Colaborador asiduo del Asilo Hospital de Torrelavega, Cardín había realizado
una exhaustiva campaña en pro de esta entidad benefactora, convenciendo a todos
los transportistas que paraban en el bar Gimnástica para que hicieran un alto en tal
lugar y depositaran su limosna en aquellas huchas que se colocaban en una esquina de la barra. Con tal motivo, la Junta del Asilo le hizo un homenaje a Ricardo y
le fue entregado un diploma como “Benefactor Distinguido” de esa casa.
Francisco Robles García, director del Colegio Público Pintor Escudero
Espronceda, escribió en su día en la sección de “Cartas al Director” un “Gracias,
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Ricardo” por todo lo que éste había colaborado en su etapa de concejal: “Ricardo, hiciste propias nuestras necesidades y así las defendiste, consiguiendo solucionar gran parte de ellas. En otras ocasiones, tu deseo de ayudarnos te llevó a
realizar numerosas gestiones ante entidades públicas y privadas, con extraordinarios resultados para el Centro”.
Ricardo Montero Santibáñez, actor. De reparto, como “extra”, pero actor.
Participó en “Boda en la aldea”, película en la que interpretó el papel de alcalde, con unos mostachos dieciochescos. Una idea de Manolo Egusquiza con
guión de Juanjo Crespo y protagonizada por los componentes de la Agrupación
de Danzas Virgen de las Nieves de Tanos, donde no podían faltar la Coral y sus
coralistas en papeles de aldeanos, dicho sin el menor ánimo peyorativo. Ricardo
paseó su palmito ante las cámaras echándole dignidad a la personalidad de la
“primera autoridad” del pueblo.
En 1949, a las órdenes de Ricardo Gascón, su tocayo, que bien podría haber sido componente de los “Ricardos”, dirigió una cinta de título “La niña de
Luzmela”, basada en el homónimo título de nuestra insigne Concha Espina. Cardín, con su serré, su caballo y su señorío natural, participó en el rodaje, contando con compañeros como Fernando Sancho, José Suárez, Irene Caba Alba o María Rosa Salgado.
Cuenta Ricardo que el productor de la película “La niña de Luzmela” le
había visto por las calles de Torrelavega a bordo de su carromato tirado por “ágil
corcel”. Le propuso si quería participar en aquel filme que iban a grabar en Santillana del Mar, entre otros escenarios naturales. Le ofreció unas 4.000 pesetas ¡de
1949! La participación de Ricardo consistía en subir y bajar maleterío de su carruaje a las puertas del (cree recordar) Gil Blas de Santillana.
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