VISOR SOCIAL AMBROCIO MOJARDÍN HERÁLDEZ Decisiones complejas, con carga moral, mejor tomarlas basado en evidencias En el año 2010, poco después de que se legalizaran los matrimonios homosexuales en el Distrito Federal, la Suprema Corte de Justicia de la Nación tomó acuerdos que reconocen a los matrimonios homosexuales el derecho de adopción. Esta resolución, a mi juicio sustentada científicamente, enfrentó una gran controversia que se revive a partir del acuerdo de enero pasado, en donde se reconoce el derecho a los afiliados al IMSS para dar de alta a su pareja, aunque ésta sea del mismo sexo. Ambas decisiones jurídicas van en consonancia con la figura de las familias homoparentales; una condición que se discute ampliamente en el mundo. Determinaciones como estas son controversiales casi de manera natural. Con ellas se contradicen muchos conceptos y principios de la vida social y cultural, que hemos sostenido por siglos. ¿Qué representa reconocer los matrimonios homosexuales? ¿Qué implicaciones tiene que estas parejas puedan adoptar niños y niñas sin hogar? ¿Pueden estas parejas ofrecer una familia que promueva el sano desarrollo de los hijos e hijas adoptivos? ¿Qué necesitamos hacer para que medidas legales como las referidas sean en beneficio social y de las personas involucradas? Permitir los matrimonios homosexuales resulta más difícil para las sociedades y las personas conservadoras y con principios religiosos rígidos. Actualmente, por lo menos 30 países los permiten. Entre ellos están Estados Unidos, Holanda, Suecia, Sudáfrica, España, Brasil y Argentina. Otros 35 lo están analizando, entre ellos Alemania, Cuba, Suiza y China; 16 países que los aprueban también les permiten la adopción de niñas y niños sin hogar. Entre ellos Francia, España, Estados Unidos, Canadá, Sudáfrica, Argentina y Brasil. La aprobación de la adopción para estas parejas resulta un tema más complejo, por los prejuicios morales y las dudas razonables acerca del efecto de la medida en el desarrollo moral, social, sexual e intelectual de las y los niños adoptados. Múltiples asociaciones científicas han abordado la temática estableciendo líneas sólidas de investigación, financiadas por gobiernos e iniciativa privada. Los resultados generales perfilan una conclusión que respalda las decisiones de la Suprema Corte de la Nación. No hay evidencia consistente para afirmar que las familias homoparentales representen un riesgo mayor para el desarrollo normal de los niños y niñas, comparado con las familias de padres heterosexuales. Los resultados específicos más sobresalientes son que: a) No hay evidencia que descalifique la aptitud de las lesbianas y los homosexuales varones para ejercer la paternidad/maternidad. b) Los ambientes en el hogar de matrimonios homoparentales son tan propensos, como los hogares típicos, a apoyar con éxito el desarrollo estable de sus hijos e hijas. c) Una buena crianza de los hijos no está condicionada por la orientación sexual de los padres, sino por la capacidad de estos para ofrecer un entorno afectivo, con protección y guía. d) Los hijos de padres homosexuales y lesbianas no son menos inteligentes, no sufren de más problemas, no son menos populares, ni tienen más baja autoestima que los hijos de padres heterosexuales. e) Los hijos de padres gay y lesbianas crecen tan felices, saludables y bien adaptados como los hijos de padres heterosexuales. Recientes reportes de la Federación Española de Asociaciones de Sexología y la Asociación Americana de Psicología indican que: a) La orientación sexual de los padres no condiciona la de los hijos. Lo confirman varios estudios que dieron seguimiento por catorce años al desarrollo sexual de grupos de niños criados por parejas homosexuales en Norteamérica y Europa. b) Los padres homosexuales y lesbianas no necesariamente son más promiscuos que los heterosexuales. c) Los hijos de matrimonios homosexuales tienden a ser más responsables en su sexualidad, presentan menos embarazos no planeados y menos contagios de enfermedades de transmisión sexual, que los hijos de matrimonios heterosexuales, o de familias monoparentales. Teóricamente, las decisiones de la Corte llevan una dirección positiva. El efecto de ellas dependerá de la rapidez con que la sociedad las comprenda y adopte. El estado, con todos sus recursos y através de sus instituciones debe intensificar las políticas educativas correspondientes y promover el seguimiento puntual de sus efectos. Más inversión para la educación, más respaldo al desarrollo de la familia, mayor tolerancia para la diversidad sexual y más recursos para la investigación del comportamiento social, seguramente redundarán en una sociedad más sana y más positiva.