“Bienaventurados los pobres de espíritu: Bienaventurados los que tienen hambre y sed Bienaventurados los mansos Bienaventurados los que lloran Bienaventurados los limpios de corazón Bienaventurados los que sufren persecución... porque de ellos es el reino de los cielos.” ¿En donde está el reino de los cielos? ¿Que tan lejos se encuentra de la tierra? El espectáculo narra las vivencias de cinco bienaventurados: cinco historias de pobreza, injusticia y desequilibrio social. ¿Quienes son los ricos? Los que tienen dinero? Los que tienen inteligencia? Los que son libres? Los que encuentran el amor? Los que son físicamente íntegros y socialmente aceptados? A cada uno de nuestros bienaventurados les falta algo. Todos añoran obtener lo que no poseen, todos son pobres, en el más amplio significado posible de la palabra. El primero busca comida, va pidiendo pero recibe buenos consejos y migajas. Su hambre es tanta que llegar a saciarla es su único objetivo, su primer pensamiento, su razón de existir. Logra inesperadamente satisfacer su necesidad. El segundo es un ser al cual le han quitado el cerebro. Esta evidentemente con el cráneo cortado y vacío. Debe recuperarlo sin tener la conciencia de haberlo perdido. Por lo tanto intuir su falta es el primer paso para lograr volver a ser el antagonista de su misma estupidez. El tercero, desde una jaula, sufre su encierro y hace lo posible para escaparse y huir: para ser libre. Pero al salir de la prisión descubre que los verdaderos limites de su libertad no son los barrotes. Es él mismo a derrotar sin esperanza su sueño de libertad y a clausurarse para siempre. El cuarto ama un ser que no tiene corazón, trata de conquistarlo pero es rechazado. Lo ama al punto de poder sacrificarlo todo para el otro. Cuando logra ser correspondido ya no está para gozarlo y las lagrimas del amado corren sobre su cuerpo descorazonado. El quinto es un hombre herido, manco y sin un ojo. Un ser desechado, inservible. Entre la basura se percata de su estado y trata de buscar lo que perdió. Tanta es su necesidad que olvida su naturaleza y pasa los limites concedidos a un títere de madera. Al final el titiritero, manipulador de esos seres incompletos, se encontrará obligado a darse cuenta que la justicia divina está muy lejos de la justicia humana y que aunque en el reino de los cielos seremos consolados, en la tierra estamos “ajusticiados” El espectáculo es sin palabras, acompañado por piezas de J.S. Bach Se dirige a niños a partir de los 8 años, jóvenes y adultos. Dura aproximadamente de una hora. Se puede presentar tanto en teatros como al aire libre. Requiere la posibilidad de manejar el equipo de música (CD-player) desde el escenario.