Tema 10. La Segunda República

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Tema 10. La Segunda República (1931-1939)
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El sistema de partidos y la Constitución de 1931.
1.1 El sistema de partidos políticos. - La pluralidad de partidos políticos durante la
Segunda república se resume en el siguiente cuadro:
IZQUIERDA
Partidos republicanos: Acción Republicana, después Izquierda Republicana (Manuel Azaña). Partido Republicano
Radical-Socialista (Marcelino Domingo). Unión Republicana (Diego Martínez Barrios), escindida del P. Republicano
Radical.
Partidos autonomistas o nacionalistas: Esquerra Republicana de Catalunya (Francesc Maciá y Lluís Companys).
Organización Republicana Gallega Autónoma (Santiago Casares Quiroga).
Partidos obreros: Partido Socialista Obrero Español (lndalecio Prieto, Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro).
Partido Comunista de España (José Díaz y Dolores Ibárruri). Partido Obrero de Unificación Marxista (Andreu Nin y
Joaquim Maurín), no estalinista. Partido Sindicalista (Angel Pestaña).
CENTRO
Partidos republicanos: Partido Republicano Radical (Alejandro Lerroux). Derecha Liberal Republicana (Niceto Alcalá
Zamora y Miguel Maura), antiguos monárquicos.
Partidos autonomistas: Lliga Catalana (Francesc Cambó). Partido Nacionalista Vasco (José Antonio de Aguirre).
DERECHA
Partidos republicanos: Partido Agrario. Acción Nacional (después Acción Popular, finalmente integrada a la CEDA).
Confederación Española de Derechas Autónomas –CEDA- (José María Gil-Robles).
Partidos monárquicos: Renovación Española, después Bloque Nacional (José Calvo Sotelo). Comunión
Tradicionalista, antiguos carlistas (Manuel Fal Conde). Acción Española (Ramiro de Maeztu).
Partidos autoritarios y fascistas: Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) (Ramiro Ledesma y Onésimo
Redondo). Falange Española (José Antonio Primo de Rivera), después FE y de las JONS, tras la fusión de ambos
partidos.
Durante el bienio republicano-socialista, Acción Republicana (Manuel Azaña), con
implantación entre los intelectuales y amplias capas de las clases medias urbanas, fue el
núcleo de los gobiernos republicanos de izquierdas, en estrecha colaboración con el PSOE y
singularmente con la facción moderada de Indalecio Prieto. Tras la derrota de noviembre de
1933, Azaña logró crear una nueva formación política, Izquierda Republicana, atrayendo a ella
a la antigua ORGA de Casares Quiroga y al Partido Radical-Socialista de Marcelino Domingo.
El PSOE y la UGT eran las organizaciones más amplias y mejor organizadas de España.
Pero la fuerza propia del PSOE se vio muy debilitada por la pugna que se mantuvo, desde los
albores de la República hasta el final de la Guerra Civil, entre sus tres máximos dirigentes.
Francisco Largo Caballero representó la postura extremista y belicosa del socialismo (el Lenin
español). Julián Besteiro era el líder más intelectualizado del PSOE y de la UGT. Indalecio
Prieto desempeñó siempre el papel de líder moderado y realista, partidario de coaligarse con
los partidos de la izquierda republicana.
Por su parte, en el bienio de centro-derecha, las principales fuerzas políticas fueron el
Partido Republicano Radical, de Alejandro Lerroux, y la CEDA, liderada por José Mª Gil
Robles. El Partido Republicano Radical, de antigua implantación (1908), durante la Segunda
república abandonó su antigua ideología anticlerical y demagógica y derivó hacia posiciones
cada vez más conservadoras. La Confederación Española de Derechas Autónomas –
CEDA- (José María Gil-Robles) mantuvo una postura ambigua ante la República, e hizo gala a
menudo de posturas autocráticas y antirrepublicanas. Por otro lado, eran claras las tendencias
parafascistas de las Juventudes de Acción Popular (JAP)
En Cataluña, Esquerra Republicana de Catalunya (Francesc Maciá y Lluís Companys)
se convirtió en la principal fuerza política.
1.2 La Constitución de 1931. - Las Cortes surgidas de las elecciones del 28 de junio se
encargaron de redactar una nueva Constitución, que fue aprobada el 9 de diciembre de
1931. La nueva Constitución reflejó los valores laicos e izquierdistas de la mayoría
parlamentaria:
 La soberanía se declara como radicalmente popular y democrática: “los poderes de
todos sus órganos emanan del pueblo”.
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 La forma de gobierno se define como “una República democrática de trabajadores de
toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y justicia”.
 Los derechos y libertades se reconocen con amplitud: Igualdad absoluta de los
ciudadanos ante la ley; libertad de conciencia y de cultos; libertad personal; libertad de
circulación y residencia; inviolabilidad de la correspondencia; libertad de expresión y de
imprenta; derecho universal al voto; derechos de reunión y de manifestación; derecho de
asociación; derecho al divorcio; derecho a la educación y libertad de cátedra.
 La organización de los poderes se plantea con una clara división de los mismos:
poder legislativo: “La potestad legislativa reside en el pueblo, que la ejerce por
medio de las Cortes o Congreso de los Diputados “elegidos por sufragio universal.
poder ejecutivo; Presidencia de la República electa y Gobierno.
poder judicial: jueces y tribunales independientes. Jurado popular.
 Las relaciones Iglesia-Estado se rigen por el laicismo del estado y la libertad religiosa: “El
Estado español no tiene religión oficial”; extinción del presupuesto del clero; disolución de la
Compañía de Jesús; prohibición de ejercer la enseñanza; libertad de conciencia y de cultos
y secularización de los cementerios.
 La organización del territorio reconocía cierta autonomía a los municipios, cuyos
ayuntamientos habían de ser elegidos por sufragio universal; los alcaldes serían designados
por elección directa del pueblo o por el ayuntamiento. A su vez, se reconocía el derecho a que
una o varias provincias limítrofes, con características históricas, culturales y económicas
comunes, acordaran organizarse en región autónoma, presentando un estatuto para su
discusión en las Cortes.
 La Educación y la cultura se conciben como un servicio público y con un carácter laico y
libre.
 La economía se plantea con una subordinación de la riqueza a los intereses generales y
la posibilidad de expropiación, nacionalización e intervención en la economía nacional.
En resumen, la Constitución de 1931 resultó ser una constitución intensamente
democrática e idealista, aunque faltó un amplio consenso en los temas más conflictivos, como
el de las nacionalidades y la cuestión religiosa. Este anticlericalismo constitucional se explica
porque el pensamiento republicano izquierdista atribuía el retraso de la sociedad española a
la Iglesia, que prácticamente tenía el monopolio en la enseñanza.
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Las reformas del bienio republicano-socialista.
Entre el 14 de abril de 1931 y el 19 de noviembre de 1933, se plantearon numerosas
reformas, primero por el gobierno provisional y después por el gobierno presidido por Azaña,
en el que ya no estaban ni Maura ni los radicales de Lerroux.
2.1 Las reformas sociales.
• La legislación del gobierno provisional (Largo Caballero).- Con el objetivo de paliar las
secuelas de la crisis del 29 (estancamiento económico y paro) y de mejorar de forma inmediata
las condiciones laborales del campesinado, Largo Caballero desarrolló una importante
legislación laboral, de seguridad social y legislación agraria: Contratos de Trabajo, Jurados
Mixtos, Colocación Obrera, seguros de retiro, maternidad y accidentes de trabajo, la jornada
de ocho horas; prioridad a los jornaleros de un municipio para trabajar en las fincas de su
término, obligación de los propietarios de mantener todas las tierras cultivadas; prohibición
de desahuciar a los campesinos arrendatarios, etc.
• La reforma agraria.- La Ley de Bases de la Reforma Agraria (aprobada el 9 de
septiembre de 1932) establecía la expropiación con indemnización de los señoríos
jurisdicionales, las tierras incultas o deficientemente cultivadas, las arrendadas durante doce
años, o las situadas en las cercanías de pequeñas poblaciones, etc. Para llevar a cabo la
redistribución de las tierras se creó el Instituto de Reforma Agraria, al que se otorgó un
presupuesto anual de 50 millones de pesetas para proveer de material y otorgar créditos a los
campesinos asentados, y se proyectó asentar anualmente de 60 a 75 mil campesinos.
Con esta ley se pretendía remediar el paro obrero y convertir en propietarios a cientos de
miles de campesinos sin tierra, aumentando de paso la capacidad de consumo de las masas
rurales que estimularía la producción industrial y el comercio.
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Sin embargo, los efectos de la ley fueron muy limitados: en 1934 solo se habían
asentado 12.260 campesinos en 529 fincas. Entre los motivos de este fracaso destacan los
siguientes: el corto periodo de vigencia; los insuficientes recursos asignados; las resistencias
de la Banca privada a colaborar en la financiación; y la compleja burocracia del I.R.A.
Este fracaso de la reforma constituyó uno de los motivos de decepción de los
campesinos que explicaría los enfrentamientos sangrientos de las bases socialistas con la
Guardia Civi (Corral de Almaguer-Toledo, Palacios Rubios-Salamanca, Castilblanco- Badajoz o
Arnedo- Logroño) y, sobre todo, los sucesos de Casas Viejas (Cádiz) que contribuyeron a
deteriorar gravemente la imagen de Azaña y de su gobierno ante la opinión pública.
La reforma del ejército.- Manuel Azaña, como ministro de la Guerra, aplicó medidas
importantes con el objetivo de modernizar y democratizar las Fuerzas Armadas. Se ofreció a
los generales, jefes y oficiales la posibilidad de jubilarse con el sueldo íntegro. Con esta
medida se consiguió reducir el número excesivo de comandantes y se ofreció una salida a
aquellos militares cuyas convicciones no les permitían continuar en el Ejército bajo bandera
republicana. La reorganización del ejército, por su parte, supuso la reducción a la mitad de
las 16 divisiones existentes y la reducción del ejército de África en unos siete mil individuos.
Manuel Azaña clausuró también la Academia Militar de Zaragoza, dirigida por el general
Francisco Franco y anuló todos los ascensos por elección o méritos de guerra obtenidos
durante la Dictadura. También se abolió la Ley de Jurisdiciones de 1906 y se suprimió el
Tribunal Supremo del Ejército, traspasando sus funciones al Tribunal Supremo.
En conjunto, la reforma militar y fue duramente combatida por la derecha y por un sector
de la oficialidad que veía en ella un propósito político de trituración del Ejército. El intento de
golpe de Estado del general Sanjurjo, en agosto de 1932, fue exponente del malestar de una
parte del Ejército. Fracasado el intento de golpe, el general Sanjurjo fue condenado a muerte
por un consejo de guerra, e indultado por el presidente de la República.
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2.3 La reforma religiosa y educativa.
• La aprobación de los polémicos artículos 26 y 27 de la Constitución abrió el camino a
una serie de leyes y decretos con los que la izquierda gobernante buscaba lograr la
secularización legal del Estado: la disolución de la Compañía de Jesús y nacionalización de
parte de sus bienes; la secularización de los cementerios; ley de Divorcio y de matrimonio civil;
y la ley de Confesiones y Congregaciones religiosas que establecía la reglamentación del culto
público, la supresión de subsidios oficiales y la nacionalización de parte del patrimonio
eclesiástico, el veto de los nombramientos de jerarquías religiosas y el cierre de los centros de
enseñanza de la Iglesia, salvo los seminarios. Estas medidas condujeron a un enfrentamiento
frontal de la Iglesia con el Gobierno.
Las medidas adoptadas en el terreno de la Instrucción Pública pretendían reforzar la
presencia y el control del Estado en el sector educativo, dominado hasta entonces por la Iglesia
católica y sacar al país del atraso que padece. Los decretos establecían un plan quinquenal
para crear 5000 plazas escolares al año y que, en su primer año, ampliaba en siete mil la
plantilla de maestros estatales; aumentaban el sueldo a los maestros; disponían la coeducación
en la Enseñanza Secundaria; suprimían la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las
escuelas, y creaban las Misiones Pedagógicas para extender el ámbito educativo a sectores de
la población hasta entonces marginados. Las misiones se integraban por maestros y
estudiantes, que llevaban consigo equipos cinematográficos, gramófonos, reproducciones de
cuadros famosos, libros, etc. Representaban además obras teatrales, como las protagonizadas
por el célebre grupo de teatro ambulante "La Barraca", con la participación de Alejandro
Casona y Federico García Lorca.
La Ley de Confesiones y Congregaciones contemplaba la creación en pocos meses de
7.000 escuelas públicas y 20 institutos nacionales de Bachillerato, que paliasen los efectos del
cierren inmediato de los centros religiosos. Pero, tras la derrota electoral de la izquierda, los
nuevos gobernantes suspendieron la aplicación de la Ley y permitieron a la Iglesia mantener
abiertos sus establecimientos docentes.
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2.4 Los estatutos de autonomía.- Uno de los problemas que intentó resolver la Segunda
República fue la descentralización administrativa del Estado a través de una nueva
organización territorial.
En Cataluña, tras el reconocimiento de una Generalitat preautonómica, se elaboró un
proyecto de Estatuto (Estatuto de Nuria) que declaraba a Cataluña Estado autónomo dentro de
la República española, dotado de un amplio autogobierno. Sometido a plebiscito, el Estatuto de
Nuria obtuvo una aprobación clamorosa (1931). Sin embargo, el Estatuto finalmente aprobado
por las Cortes (9 de septiembre de 1932) proclamaba a Cataluña región autónoma dentro del
Estado español. La autonomía catalana contaba con gobierno y un parlamento propios con
competencias en materia económica, social, educativa y cultural y se reconocía la cooficialidad
del catalán. Tras las elecciones al Parlamento de Cataluña, ganadas claramente por la
coalición encabezada por ERC, Francesc Maciá fue elegido presidente de la Generalitat.
En cuanto al País Vasco y Navarra, el proceso fue muy complejo. El 15 de junio de
1931, en una asamblea de ayuntamientos vascos en Estella (Navarra), se aprobó un
proyecto de Estatuto, que fue rechazado por el gobierno central. En 1932 se refrendó el
llamado “Estatuto de las Gestoras” que quedó en suspenso por el rechazo de los
representantes navarros. En 1933, el nuevo proyecto de Estatuto limitado a los territorios de
Álava, Bizkaia y Guipúzcoa fue de nuevo refrendado mayoritariamente. Pero la victoria
electoral de la derecha paralizó el proyecto de autonomía vasco que no será aprobado
definitivamente por las Cortes hasta el 10 de octubre de 1936, con José Antonio de Aguirre a
su cabeza como primer lehendakari (presidente), cuando ya gran parte de la nueva región
autónoma estaba controlada por los rebeldes.
En Galicia la redacción del Estatuto de Autonomía comenzó ya en 1932 con un
anteproyecto impulsado por la ORGA de Casares Quiroga, pero el proceso no avanzó
apenas hasta que, en 1936, el estatuto fue aprobado por abrumadora mayoría de electores.
En Aragón, Castilla, Asturias, Baleares y Andalucía iniciaron el proceso en 1936.
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El bienio de centro-derecha.
La contrarreforma.- Tras el triunfo de las candidaturas de derecha y de centro en las
elecciones de 1933, el Gobierno centrista de Alejandro Lerroux, que gobierna con el apoyo
parlamentario de la CEDA, imprime un giro más conservador a la República y revisa gran
parte de las reformas de los gobiernos de Azaña. Los niveles de conflictividad se
multiplicaron, destacando la huelga general campesina del verano de 1934 y el
enfrentamiento del gobierno central con las nacionalidades catalana y vasca. En Cataluña, la
anulación por el Tribunal de Garantías de la Ley de Contratos de Cultivo votada por el
parlamento autonómico y los problemas con las transferencias provocaron la retirada de las
Cortes de los diputados de Ezquerra Republicana. En el País Vasco, el descontento tuvo su
origen en el freno a la aprobación del estatuto vasco por las Cortes y en medidas del gobierno
que afectaban a los conciertos económicos y que acarreaban pérdidas millonarias a los
ayuntamientos vizcaínos. Todos estos conflictos fueron utilizados por la CEDA, triunfadora en
las elecciones de 1933, para presionar a favor de su entrada en el gobierno, lo que finalmente
ocurrió el 4 de octubre de 1934.
3.1
3.2
La revolución de octubre de 1934 y sus repercusiones.- Pocos meses después del
triunfo de la derecha, sectores del PSOE y de la UGT prepararon una insurrección armada
que debía ir acompañada de una huelga general. El ascenso de Adolf Hitler al poder en
Alemania, en enero de 1933, y la persecución a la que fueron sometidos los socialistas en
Austria (febrero de 1934) desataron el temor en la izquierda española a que sucediera algo
semejante si Gil-Robles accedía al poder. Así, el 5 de octubre, tras la entrada de ministros
de la CEDA en el gobierno presidido por Lerroux, la UGT hizo un llamamiento a la huelga
general, al que la CNT no se sumó (la CNT sólo se alió con la UGT en Asturias).
El llamamiento a la huelga encontró eco en ciudades como Sevilla, Córdoba, Valencia o
Zaragoza y en numerosos pueblos de todo el país, pero fueron iniciativas aisladas. La falta de
planificación y la inhibición de la CNT facilitaron el control por el ejército de los focos rebeldes.
En Madrid, el País Vasco y Cataluña, los acontecimientos tuvieron mayor importancia, al incluir
conatos formales de insurrección armada, fundamentalmente a cargo de las milicias socialistas.
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Por lo que respecta a Cataluña, la insurrección obrera estuvo acompañada por una
maniobra secesionista. El día 6, Lluis Companys, nuevo Presidente de la Generalitat, rompe
con el Gobierno Central y proclama el Estado Catalán dentro de la República federal
española. La insurrección catalana, que no cuenta con el respaldo de los anarquistas, es
aplastada por el ejército, después de 10 horas de lucha. Se producen 46 muertos. El
Gobierno republicano suspende temporalmente el Estatuto, y encarcela a su presidente.
El único movimiento armado de gran entidad lo protagonizaron los mineros asturianos y
del norte de León, donde la grave crisis laboral de la minería hullera había facilitado la entrada
de los anarcosindicalistas en la Alianza Revolucionaria. Los 20.000 trabajadores en armas
asaltan los cuarteles de la Guardia Civil, del Ejército y de las fábricas de armas. Después de
hacerse con la cuenca minera, toman Oviedo. El Comité regional de la Alianza asumió el
control de la situación y estableció un eficaz poder obrero durante dos semanas. Finalmente,
las tropas de la legión y del ejército regular que Franco trajo de África sofocaron la insurrección.
El movimiento había adoptado en algunos sitios auténtico aire de guerra civil. Sólo en
Asturias, las víctimas se acercaban a las cuatro mil (casi un millar de ellas eran muertos) y las
destrucciones fueron enormes. Los asesinatos de 34 sacerdotes y de varios guardias civiles y
paisanos de ideología conservadora conmovieron a la opinión derechista, que exigió
represalias. Vencida la insurrección, la represión alcanzó gran dureza, especialmente en
Asturias. Se realizaron miles de detenciones (30.000) y abundaron las torturas y ejecuciones.
Numerosos dirigentes políticos de izquierdas fueron apresados, entre ellos Largo Caballero y
Azaña.
En cuanto a Cataluña, se acordaba la suspensión definitiva del Estatuto de Autonomía y
la recuperación por la Administración central de las competencias transferidas en los dos años
anteriores a la Generalidad (Ley de 2 de enero de 1935).
El hundimiento del Partido Radical. - A raíz de la profunda crisis de octubre de 1934,
los gobiernos de centro-derecha quedaron relativamente erosionados desde el punto de
vista político. La represión, los juicios, las prohibiciones de la prensa socialista y comunista,
etc., despertaron las simpatías de la población hacia los presos y los perseguidos políticos.
Además, las actuaciones del Gobierno durante 1935 fueron muy impopulares: la
contrarreforma agraria; el bloqueo en las Cortes del Estatuto de Autonomía vasco; los
nombramientos en el Ejército de militares poco o nada partidarios de la democracia, como el
general Franco, que fue nombrado jefe del Estado Mayor, etc.
En septiembre de 1935, el gobierno de Lerroux se vio obligado a dimitir como
consecuencia del escándalo de corrupción del estraperlo. Los gobiernos que le sucedieron
fueron breves a causa de la falta de consenso entre las fuerzas parlamentarias. Ante esta
situación política, el presidente de la República disolvió las Cortes y convocó elecciones
para el 16 de febrero de 1936.
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Las elecciones de 1936 y el triunfo del Frente Popular.
Las elecciones de 1936 dividieron en dos a la opinión pública española. La izquierda
se presentó unida en una coalición (Frente Popular) que reunía desde los republicanos de
Azaña hasta los comunistas. La derecha, en cambio, no se pudo presentar unida. El Frente
Popular consiguió el 34,3% de los votos, y la derecha, en coalición con el centro, el 33,2%.
En virtud de la ley electoral, que otorgaba el 75% de los escaños a la lista ganadora, el
Frente Popular obtuvo la mayoría en el Congreso.
4.1 Los gobiernos del frente popular.- Después de las elecciones, el presidente de la
República, Niceto Alcalá Zamora, encargó la formación de gobierno a Manuel Azaña, quien
empezó a aplicar el programa del Frente Popular, basado en cuatro ejes principales: la
continuación de la reforma agraria, la intensificación del desarrollo de la política educativa, la
amnistía de los presos políticos, y el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña y el
impulso definitivo para aprobar los estatutos de autonomía del País Vasco y de Galicia.
El 7 de abril, Alcalá Zamora fue destituido de la presidencia de la República y en su
lugar fue elegido Manuel Azaña. En esta elección no quisieron participar los diputados de la
derecha. La presidencia del Gobierno fue asumida por Santiago Casares Quiroga.
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4.2 La radicalización social y política y el desorden público.
• En la derecha política se constató un incremento de las actividades violentas de la
FE y de las JONS que planteaba sin tapujos implantar en España un régimen fascista. Tanto
la Falange como los carlistas, especialmente fuertes en Navarra, estaban entrenando por
aquellos días unidades paramilitares. Esta violencia de La Falange comportó la persecución
legal del partido y el encarcelamiento de su líder, José Antonio Primo de Rivera.
También en la izquierda se observaba, en los meses anteriores a la guerra, una fuerte
radicalización. Los sectores del PSOE liderados por Francisco Largo Caballero, eran
partidarios de la revolución social. Por su parte, los anarcosindicalistas de la CNT
confirmaron su posición revolucionaria y antirrepublicana (congreso de Zaragoza de mayo
de 1936) con un programa en el que se proponía la supresión del culto religioso público, la
confiscación de todos los bienes productivos, la organización colectiva de la propiedad y la
creación de comunas libres y autogestionarias en sustitución del Estado.
El Ejército, por su parte, estaba dividido en asociaciones clandestinas: Unión Militar
Española (UME) y Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA).
• El desorden público se manifestó básicamente de tres maneras. En primer lugar, la
violencia en el campo, con huelgas y ocupación de tierras, especialmente en Extremadura y
en Andalucía, y otros conflictos laborales. En segundo lugar, los ataques a edificios
eclesiásticos y la quema de algunos conventos realizados por grupos espontáneos que
actuaban a partir de rumores absurdos. Por último, los atentados políticos protagonizados
por falangistas y monárquicos, por un lado, y por comunistas y anarquistas, por otro.
El más significativo de estos atentados fue el que costó la vida, el 13 de julio de 1936,
a José Calvo Sotelo, diputado y dirigente monárquico del partido Renovación Española. El
atentado fue perpetrado por miembros de la Guardia de Asalto como represalia por el
asesinato del teniente de este cuerpo armado, José del Castillo, cometido por falangistas.
4.3 La conspiración militar.- Desde el momento en que se proclamó la República, una
parte del Ejército mostró abiertamente su hostilidad al nuevo régimen y no dejó de conspirar
contra él. El fracasado golpe de Estado del general José Sanjurjo, en 1932, fue un ejemplo
de ello. Por otro lado, en la misma noche de las elecciones de febrero de 1936, conocido el
triunfo electoral del Frente Popular, el general Franco, jefe del Estado Mayor, propuso la
declaración del estado de guerra, a lo que se opusieron el ministro de la Guerra, el general
Nicolás Molero, y el director general de la Guardia Civil, el general Sebastián Pozas.
El gobierno, consciente de este peligro, situó como jefes de las capitanías generales a
militares de probada fidelidad republicana y, por el contrario, envió a los generales menos
adictos al régimen a capitanías poco importantes o a las insulares: Franco a Canarias;
Manuel Goded, a Mallorca. Nadie sospechó que el general Emilio Mola, de escasa fe
monárquica y destinado a Pamplona, se entendería con los carlistas navarros. Los mandos
del ejército de África, el más profesional y efectivo, también eran fieles a la República.
Los primeros días de marzo de 1936 empezaron a tramarse varias conspiraciones, de
manera paralela y confusa, por grupos de generales y de políticos de la Comunión
Tradicionalista (carlistas), de Falange Española y de Renovación Española. Pero, a partir del
mes de abril, fue el general Mola quien prepararía una red golpista más consistente, que
obtendría la confianza de todos los movimientos antirrepublicanos. Todos los intentos civiles
quedaron diluidos en el proyecto militar.
A principios de julio, la planificación técnica del golpe estaba casi terminada. El plan de
Mola preveía un levantamiento coordinado de todas las guarniciones comprometidas, que
implantarían el estado de guerra en sus demarcaciones. Las tropas africanas iniciarían el
pronunciamiento, que sería seguido por las guarniciones insulares y peninsulares. Luego, Mola,
al mando de las fuerzas del Norte, se dirigiría hacia Madrid, donde se habrían sublevado los
cuarteles. Si algo fallaba, Franco cruzaría el Estrecho con el ejército de Marruecos y avanzaría
desde el sur y el este sobre la capital, que caería en una operación de tenaza. La Constitución
de 1931 sería suspendida, se disolverían las Cortes y se produciría una breve etapa de
represión contra los elementos izquierdistas y los militares no comprometidos en el alzamiento.
Después, Sanjurjo, vuelto del exilio, encabezaría un Directorio militar de cinco miembros, a la
espera de una salida a la crisis de la República.
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