Eterna compañera - El Siglo Durango

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25/04/2004
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| EL SIGLO DE DURANGO | LUNES 26 DE ABRIL DE 2004
“Todo el conocimiento,
la totalidad
de preguntas
y respuestas,
se encuentran
en el perro”.
Franz Kafka
LUNES DE CULTURA
EUTERPE
Y SUS AMANTES
El proceso de Kafka
POR
MARCO ANTONIO
ALVARADO
La escena italiana
Indudablemente que cuando pensamos en rock
de vanguardia, nos viene a la mente la isla británica. Sin embargo, es digna de mención la aportación de distintas propuestas de otros países en
la música. Revisaremos la escena italiana, que es
una de las más sobresalientes.
Junto al pop de los sesenta, se forman en Italia grupos clave que darían fruto en los setentas
con la presencia de Premiata Forneria Marconi,
Le Orme y Banco del Mutuo Soccorso, los máximos exponentes del rock progresivo italiano.
Con un estilo barroco y clásico, con influencias de la herencia cultural de la bota itálica, con
temas impregnados de motivos románticos, poéticos y hasta políticos, se desató una oleada de
magníficos grupos que hoy en día siguen siendo
objeto de culto por los coleccionistas del género.
Bandas como Ossana, Área, Celeste, RDM
y New Trolls dejaron en claro la calidad del
“Spagetti rock” que vivió su época de oro en la
etapa de 1970 a 1977. Pero Balleto di Bronzo,
Locanda delle Fate, Reale Academia, Museo Rosenbach, J.E.T. y Semiramis sólo fueron capaces
de dejar un álbum y desaparecieron. Solamente
PFM y Le Orme sobrevivieron al declive de esta escena. Hasta nuestros días, son los únicos exponentes
que continúan editando material.
PFM tiene los excelentes “Storia di un minuto”, “Per un amico”, y en los noventa el
magnífico “Ulisse”. En esta década sorprenden con “Live in Japan”, con la alineación clásica en envidiable forma.
Le Orme deja de herencia “Uomo di piezza” y
el estupendo “Felona e Sorona”, cuyo tema es la
lucha de dos planetas imaginarios, uno oscuro y
maligno y el otro lleno de bondad y luz. En los noventa, regresan con el bellísimo “Il Fiume” y el
nuevo siglo se engalana con “Elementi”. En el
2004 se anuncia “La voce del silencio”.
En los últimos años no son estos grupos clásicos los que representan la ya mítica corriente. Es
la presencia de Fabio Zuffanti la que dignifica el
género en este país hacia el mundo. Con propuestas como “Finisterre”, “Hostsonaten” y “La maschera di cera”, Zuffanti ofrece verdaderos compendios del más fino y elegante rock progresivo y sinfónico. Con “La zona” se orienta al avant garde y
con “Quadraphonic” incursiona en terrenos del
ambient music. Con “Merlín”, lleva la ópera rock
a alcances remarcables.
Quizá la huella sea profunda, como la dejada
por Banco, Orme y PFM. Probablemente se
pierda en el olvido, como otros tantos.
Pero la escena progresiva en Italia, sigue viva.
Vagón de poemas
Ilustración: Laura Beltrán
HOY NO ESTOY
No me digas absolutamente nada,
“hoy no estoy”, no me encuentro
ni para tus gritos, ni para tus encantos.
“Hoy no estoy”, no me encuentro
para la vida y sus desplantes.
“Hoy no estoy”, no me encuentro
para el olvido y sus tristezas.
“Hoy no estoy”, no me encuentro
ni en la sombra ni en el espejo…
Jessica Rodríguez
¡SÓLO UNA MARIPOSA!
¿Qué podría compararse
con tu frágil figurita,
mi Fernanda?
¡Sólo una mariposa!
De mágicos colores,
de vuelo perfecto,
de belleza sin par…
¡Así es mi linda Fernanda!
María del Carmen Limas Hdz.
Redacción no lugar
Ilustración: Abiu Santaella |
EL SIGLO DE DURANGO
“Precisamos libros que obren sobre nosotros
como una
desgracia, que nos duelan
como la muerte de alguien
a quien queríamos más que
a nosotros mismos...”
Franz Kafka
I
El 26 de abril de 1925, un año después de la
muerte de su autor, ve la luz “El proceso”, uno
de aquellos libros que duelen, donde se mezclan
lo grotesco y lo fantástico, la esperanza y el
absurdo; es el tronco tradicional al que
pertenece la creación de Franz Kafka.
Nació en Praga el día 3 de julio de 1883.
De niño fue uno de los estudiantes más brillantes. A los 16 años leía ávidamente a
Nietzsche, sentía verdadero entusiasmo por
Darwin, por el socialismo y el ateísmo. Se
doctora en Derecho a los 23 años.
Su vida sentimental fue accidentada y
poco feliz: se compromete en 1914 y rompe su
compromiso tres años después, cuando se
declara su tisis y ha de emprender su penosa
peregrinación por distintos sanatorios; dos
años escasos duran, de 1920 a 1922, las relaciones con Milena, seguidas también de fracaso. Sólo el último año de su vida encuentra la
mujer que parecía ofrecer más estable equilibrio a su vida: la judía Dora Dymant.
Muere en el sanatorio Kierling, cerca de
Viena, el 3 de junio de 1924; tiene 41 años. El
médico y amigo que le asiste escribe: “Su rostro es tan severo, rígido, inaccesible, como era
severo y limpio su espíritu (...) un rostro de rey,
del más noble y viejo linaje”.
II
“El proceso” trata de un inocente empleado de
banco que es detenido la mañana de su
cumpleaños, acusado de algo desconocido. Para
sus interrogatorios es citado en domingo, a fin de
que no interrumpa su trabajo. Cuando trata de
convencer de su inocencia al funcionario judicial,
no hace más que provocar grandes
risas de los que le escuchan.
Jamás logra ver una acusación
escrita de su delito, pero el proceso sigue inexorablemente.
En el último capítulo, dos
caballeros de levita y sombrero
de copa se presentan al
anochecer en su casa y lo conducen a las afueras de la ciudad, lo
desnudan, hacen que se siente en
el suelo, lo cambian muchas y fatigadas veces de postura, le apoyan la cabeza en una piedra y se
cambian extrañas cortesías
con un cuchillo... K. ve asomarse un hombre a una
ventana y levanta sus
brazos y pide justicia;
mientras el cuchillo se
hunde en su espalda,
dice: “¡como un perro!”
III
Albert
Camus, Nobel de Literatura en
1957, caracterizado por un estilo
vigoroso y conciso, que refleja la sensación de alienación y desencanto, habla
de “El proceso”:
“José K. es acusado, pero no sabe de qué.
Quiere, sin duda, defenderse, pero ignora por
qué. Los abogados encuentran difícil su causa.
Entre tanto, no deja de amar, de alimentarse
o de leer su diario. Luego le juzgan, pero la
sala del tribunal está muy oscura y no comprende gran cosa. Supone únicamente que lo
condenan, pero apenas se pregunta a qué. A
veces duda de ello y también sigue viviendo.
Mucho tiempo después, dos señores bien
vestidos y corteses van a buscarle y le invitan
a que les siga. Con la mayor cortesía le llevan
a un arrabal desesperado, le ponen la cabeza
sobre una piedra
y lo degüellan. Antes de morir, el condenado dice solamente: ‘como un perro’”.
Eterna compañera
Angélica Martínez Mena
Ilustración: Fabiola Zaldívar |
EL SIGLO DE DURANGO
Siempre me pregunté de dónde venía, me acompañaba a
cualquier sitio adonde podía dirigir mis pasos. Le hablaba sistemáticamente, le preguntaba
si sería mejor tomar tal o cual
camino, o si le apetecía caminar bajo el sol; cuando le preguntaba eso casi siempre me
decía que sí, que encantada.
Desde que recuerdo me hablaba con una voz queda para
que sólo yo pudiera escucharla.
A ella le debo encontrarme con
mis grandes amigos y haber escapado de quienes me buscaban para hacerme daño. Pero
nunca le agradecí y las cosas
empezaron a cambiar.
El primer signo de su
abandono fue la nula respuesta a mis preguntas más básicas. “¿Vamos a comer?”,
“¿tienes frío?”, antes de su silencio un discreto pero alegre
sí hubiera sido su contestación; pero nada, sólo me seguía sin hablar.
Yo debí percibir las señales, pero, con franqueza, su silencio me liberaba de cierta
pesadumbre de cargar siempre con ella. Me olvidé un poco
de su silueta, como ella no me
hablaba yo tampoco le preguntaba, era la competencia amorosa de ver quien resistía más
tiempo sin dirigirse la palabra.
Las pesadillas comenzaron, su voz me susurraba palabras inquietantes, que se
convirtieron en gritos espantosos y lograba despertarme,
imágenes sangrientas y descabelladas se aparecían en mi
cabeza durante la noche. Casi
no dormía, ella con su sueño
profundo parecía disfrutarlo
todo, -maldita, pensaba, ella
duerme mientras se cuela en
mi mente para fastidiarme.
Cada noche durante dos
meses ella me perseguía en
sueños, los alaridos taladraban cada milésima de mi piel,
imágenes espantosas venían
a mi mente: sangre por todas
partes, rostros que se deshacían en trozos sanguinolentos, manos gigantes tomaban
mi cuello y me destrozaban
una y otra vez. Siempre despertaba cubierto de sudor y
con las marcas de unas grandes manos en mi cuerpo.
Pronto una idea apareció
en mi cabeza: si me liberaba
de ella, también las pesadillas terminarían.
Necesitaba un plan, debía
inventar una historia convincente para cuando ya no la vieran a mi lado. El abandono, ése
era mi plan, decir que un día
desperté y ya no estaba, que se
había cansado de la vida aburrida que le daba y se había
marchado, sin decir adónde iba
o si regresaría alguna vez.
Escogí una noche clara para
matarla. La luna iluminaba el
asfalto que corría delante de la
casa. Preparé un ritual completo para darle la despedida que
merecía, una cena con velas y
vino del más costoso. Ella por
fin me sonrió, no pronunció ninguna palabra, pero su
confianza en
m í
regresaba.
–Perfecto,
pensé,
no sabe
lo que le
espera.
Con ternura la conduje la habitación
que
preparé para el
acontecimiento,
cerré las ventanas y la puerta.
Apagué la luz. No
volví a saber de
ella. Por fin era libre.
EPÍLOGO
Tardaron dos meses en encontrarlo, las plantas del jardín crecieron demasiado para
un hombre solitario que era
muy ordenado, los vecinos reportaron su desaparición, la
policía entró a la casa después
de llamar con insistencia.
Tardaron más de media hora en romper la pared que él
había construido en la entrada
de la habitación. La luz invadió
el espacio, en el suelo, yacía el
cuerpo de un hombre, su rostro desfigurado en una mueca
de terror causó contrariedad
en el curso de la investigación,
las ventanas y la puerta habían
sido selladas desde dentro, no
había huellas de violencia. Las
autoridades cerraron el caso,
parecía que se trataba de un
lento suicidio de un hombre
atormentado, por quién sabe
qué circunstancia.
La casa quedó en silencio,
ahora a cualquier hora del
día, puede verse la sombra
del hombre que quiso escapar
de su sombra… Sin lograrlo.
TRANSEÚNTE DE AMOR
CON ALETEOS
René Rodríguez Soriano
Ilustración: Axel Vélez
Para Isabel
No puedo precisar si fue en abril o julio.
Recuerdo que era una tarde arcaica.
Llena de autos y peatones. Una tarde
fuerteazul sin muchas luces.
Iba por la avenida sin ver que iba, mirando a las muchachas con uniforme de
viernes ajado en la oficina. De pronto, nos
miramos, percibiéndonos al punto de que
estábamos solos. Solos en soledad, buscando un ala. Volvimos a mirarnos y no hizo falta palabra ni acuerdo alguno. Nos
seguimos sin rumbo. Sin excusas.
La abordé sin premura, hablando de lloviznas y aludes. Me sonrió con un guiño de
casta alevosía. Tomándonos del ala, entramos a un zaguán de una calle sin nombre.
Después, ya no hay después. La primavera
se excedió en colores, en fragancia.
Ella iza una bandera hecha jirones de
ternura. Yo, a toda hora, soplo una corneta zurda. Me tira de los sueños como si tal
cosa. La arrastro, desnudos sobre la espuma de la tarde. No quepo en mí con este
loco amor de mariposa.
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