EL SÍNDROME DE LA RIQUEZA REPENTINA A fines del siglo pasado se comenzó a utilizar la expresión “síndrome de la riqueza repentina” (sudden wealth syndrome) para referirse a la situación en que se encontraban ciertos «nuevos ricos». ¿Cuándo era aplicable la expresión? Una especialista, J. DiFuria, señaló que lo era en aquellas situaciones en las que estas personas “se despertaban de repente una mañana y se daban cuenta que no necesitaban ir más a trabajar. Luego, pasada la excitación inicial provocada por sus nuevas posibilidades, caían en una crisis de identidad, sentido y propósito. No sabían qué hacer con sus vidas”. Situaciones de esta naturaleza se hicieron evidentes como consecuencia del éxito de las empresas de Silicon Valley. La tradición local señalaba que allí surgían, en sus mejores épocas, más de 60 millonarios por día. Se decía que nunca en ningún otro lugar habían surgido tantos ricos en tan poco tiempo. El éxito tecnológico-financiero logrado ofrecía a psicólogos y asesores financieros la oportunidad de colaborar con quienes sufrían del síndrome de la riqueza repentina. La mayoría de estas personas atravesaban su tercera o cuarta década de vida y con frecuencia permanecían 100 horas por semana en sus oficinas, descuidando a familia y amigos. De repente el trabajo rendía sus frutos. Vendían sus empresas o «se disparaban» sus opciones de compra de acciones y se encontraban con un montón de plata en el banco. No necesitaban trabajar más o preocuparse por ganar dinero. ¿Entonces qué? Como en general la gente pensaba en su retiro y en lo que haría después al acercarse a los 65 y no a los 30, no debía sorprender que a muchos se les presentase una crisis temprana. Algunos no conseguían relacionarse con sus cónyuges o amigos y se dedicaba a trabajar con más intensidad que antes; otros se aislaban. También se presentaba el caso de aquellos que se dedicaban a comprar descontroladamente y terminaban endeudados. Otros sufrían de depresión, ataques de pánico o insomnio o, si todavía no habían convertido sus ganancias en dinero en efectivo, tenían miedo que la caída de los mercados los arrastrase. (D. Calleja, Canadian Business, agosto de 2000) La riqueza instantánea abrumaba a veces a los nuevos ricos ―en ocasiones hasta con sentimiento de culpa o vergüenza. Se compraban dos o tres casas, uno o dos autos y algunas cosas más y al final del día se hallaban deprimidos, vacíos y rodeados de incertidumbre. Les costaba reubicarse en la comunidad y darse cuenta de dónde encajaban. Carecían de role models y se mostraban ansiosos e indecisos. Se preguntaban “¿ahora que soy mucho más rico que muchas personas que han sido importantes para mí, qué tipo de relaciones debo mantener con ellas?” ¿Qué límites debo ponerles a mis hijos y cómo debo criarlos? La experiencia acumulada hasta ese momento no servía de mucho. Más aún, se sentían bombardeados con pedidos de dinero por parte de amigos, parientes y, a veces, hasta extraños. Les costaba identificaba quiénes eran realmente sus amigos. Los asesores les recomendaban mantener el equilibrio entre sí mismos, el trabajo, las relaciones y la comunidad. 2 Los especialistas y asesores, claro está, también intervenían en la situación inversa, cuando se presentaba a causa de alguna fluctuación económica el, por decir así, “síndrome de la pérdida repentina de riqueza”. ... el gerente no podía dormir, luego de perder en apenas cuatro meses la mitad de su patrimonio y la mayoría de sus clientes. Después comenzó con ataques de pánico y tuvo que dejar de conducir en la autopista. Lo que lo ayudó fue una disminución en su estilo de vida y una discusión acerca de sus sentimientos de inferioridad en la infancia (un antidepresivo también ayudó). La ansiedad se palpa. [...] S. Goldbart recordó a un paciente, un ejecutivo de 30 años de una .com cuyo patrimonio pasó de 20 millones de dólares a prácticamente cero en el transcurso de cuatro meses. “Tenía tendencias suicidas” señaló Goldbart, quien trató de hacerle comprender que la caída era impredecible y no su culpa. . Agregó que los peores casos fueron los de técnicos jóvenes y solteros que, atrapados por la subcultura empresarial, invirtieron en sus empresas todo lo que tenían y trataron a sus integrantes como una gran familia.”Perdían no sólo su cuenta bancaria sino también su identidad social y su imagen. Todo lo que importaba en sus vidas estaba ahí. Ahora estaban perplejos”. ”Silicon Valley es un lugar donde se valora mucho la inteligencia. Mucha gente se sintió humillada cuando tuvo que admitir que no percibió la baja que se venía”. (L. Gallagher, Having it All ―but Needing a Grip. Forbes. Nueva York: octubre de 2001) El problema dependía de una persona y su relación con el dinero. Como señaló un autor, “la riqueza no garantizaba la solidez de un matrimonio, una familia feliz, hijos responsables o una buena salud”. A estas personas no les era fácil hablar de sus problemas y tardaban en atribuirlos a la riqueza instantánea puesto que ése había sido su objetivo. No contaban con oídos receptivos (decir que se iba al psicoanalista por tener mucho dinero podía parecer ser cosa de «locos») porque, en la comunidad, donde la riqueza formaba parte de la autoestima ¿quién no quería tener este tipo de problemas? Muchos lectores tal vez recuerden la película “El Ciudadano” (1941) de Orson Welles, seleccionada una y otra vez en los Estados Unidos como la mejor película allí filmada, donde se narraba la historia de un hombre de origen humilde que llegó a poseer una fortuna inmensa para luego perder poder. Sólo en su lecho de muerte, recuerda un trineo de su infancia, símbolo de la única época de su vida en que había sido pobre pero feliz y querido por ser quien era y no por su riqueza. Guillermo S. Edelberg DBA Profesor Emérito, INCAE Business School www.guillermoedelberg.com.ar