LA INEFICACIA DEL FUNCIONAMIENTO DE LA JUSTICIA: UN GRAVE INCUMPLIMIENTO CONSTITUCIONAL Y UN INCOMPRENSIBLE OLVIDO DEL ASOCIACIONISMO JUDICIAL. Si hay algo claro en nuestro texto constitucional de 1978 es su decidido propósito de no ser una pieza retórica y de asumir inquívocamente el papel de instrumento normativo. Y este propósito se proclama hasta de forma enérgica. Las prescripciones de los artículos 9.2 y 24 son bastante elocuentes. En el primero de estos preceptos hay, dirigido genéricamente a todos los poderes públicos, un mandato de acción real y efectiva a favor de los valores superiores de la libertad y la igualdad. Y en el art. 24 se enfatiza al máximo la garantía judicial de la exigibilidad de los derechos: esta garantía, en sí misma, es elevada al rango de derecho fundamental, y, además, se le añade un significado plus de efectividad. No es difícil advertir, pues, que el normal o bue n funcionamiento del servicio estatal de la Justicia fue una de las prioridades del constituyente. Sin embargo, la realidad sigue distando bastante de las proclamas constitucionales. El funcionamiento de la justicia es hoy, en muchas de sus actuaciones, un verdadero desastre. Y lo es porque su equipamiento organizativo y de medios no está a la altura de los tiempos ni de las demandas sociales que se le dirigen. Si algo queda pendiente en nuestra joven democracia es el abordar, de una vez por todas, el diseño y la creación de una nueva burocracia judicial. Ha habido actuaciones legislativas dirigidas a desarrollar el papel constitucional de los tribunales y a regular el estatuto jurídico de jueces y magistrados (en eso consistió la L.O.P.J. de 1985). Pero no se ha emprendido la acción pública necesaria para crear el soporte organizativo y material que hoy resulta preciso para que el servicio estatal de la Justicia desarrolle el nivel de eficacia querido por el Constituyente; ni tampoco las reformas procesales que conviertan el ejercicio del derecho a la tutuela judicial en un cauce claro ágil, sencillo y económico. Y lo malo no es tanto la situación actual sino las pesimistas expectativas que se presentan en cuanto a su cambio. No es difícil imaginar que va a ser en los presupuestos de la Justicia donde los criterios de Maastricht antes van a dejar la impronta de la austeridad. Sobre todo si se tiene en cuenta que el usuario de la justicia es un ser anónimo y aislado, y por ello incapaz de provocar protestas colectivas que puedan inquietar al político gobernante. Pero no todo tienen que ser críticas desde el ámbito judicial a los otros Poderes Públicos. También el asociacionismo judicial tiene que asumir su buena parte de culpa. Es bien sabido que la delimitación del campo de actuación de las Asociaciones Judiciales ha sido uno de los temas centrales desde que estas surgieron. La polémica ha oscilado sobre sí debían tales asociaciones limitarse a temas de política judicial o si, por el contrario, podía n intervenir en problemas de política general y convertirse así en el instrumento de acción política de los jueces. Y esta polémica, en la que no hay precisamente unanimidad ni en el espectro de los partidos políticos ni en el ámbito judicial, una de las consecuencias que ha tenido ha sido la de polarizar sobre ella en muchas ocasiones el debate asociativo y abandonar los temas organizativos o de funcionamiento de la Administración de Justicia. Pues bien, esta omisión tiene una especial gravedad, porque supone la indiferencia del asociacionismo judicial hacia uno de los incumplimientos constitucionales que más directamente le atañen. Algo más puede añadirse al respecto. El abstencionismo de las Asociaciones Judiciales en debates de política general podrá discutirse si resulta o no conveniente, pero en todo caso no es trascendente ni grave. No es trascendente porque, en una sociedad en la que está implantada la democracia en su total plenitud (no creo que en España existan dudas sobre esto), el ilimitado pluralismo social y político ofrece datos más que suficientes para que cualquier discusión política cubra con la máxima amplitud el abanico de alternativas posibles. No es grave porque el cuerpo judicial, y dejando a un lado su reducidísima dimensión dentro de la población española, difícilmente representará alternativas y opciones ideológicas o políticas que no estén ya recogidas y defendidas por partidos políticos o grupos sociales de opinión. Sin embargo, y hay que volver a insistir en ello, si que es grave, preocupantemente grave, el olvido o la despreocupación del asociacionismo judicial hacia los específicos temas de política judicial. Y lo es porque en estas materias la opinión y el testimonio de los jueces sí que resultan decisivos o imprescindibles para hacer un diagnóstico exacto de la situación, y para la búsqueda de las soluciones que puedan resultar convenientes. Y quisiera salir al paso de la relativización que se suele hacer de esta clase de problemas. No se trata de simples bagatelas o cuestiones de intendencia, como con estúpida altanería suelen ser tratadas. Estos problemas, y así he intentado aclararlo al principio, están directamente relacionados con básicos mandatos constitucionales. De ellos depende, ni más ni menos, tanto que se haga realidad el modelo de Estado de Derecho, como, especialmente, que no sean una estrategia esos objetivos de política social y económica en los que se concreta el modelo de "Estado Social" que también asumió el constituyente. Todo eso sin contar con que debajo de cada disfunción judicial suele haber un lacerante drama humano. Urge, por consiguiente, que JpD saque del abandono y atribuya la prioridad que les corresponde a las cuestiones de política judicial. Lo cual no significa el olvido de las otras cuestiones, sino sencillamente poner como mínimo ambas al mismo nivel de preocupación y dedicación. Y conviene también extender la autocrítica algo más. La desorganización y penuria son causa frecuente de disfunciones judiciales, pero también socorrido pretexto para casos de inhibición profesional. Igual sucede con la independencia judicial: es una pieza fundamental del Estado de Derecho, pero también, en muchos casos, una caricatura grotesca en la que se suele atrincherar con éxito la incompetencia o la dejación de obligaciones. Desde las consideraciones anteriores, creo necesario que el actual XI Congreso JpD tome el acuerdo de crear un órgano asociativo permanente dedicado al estudio de las carencias y disfunciones que presenta la actual burocracia judicial, y a la elaboración de un Proyecto de Reforma propio para hacerlo llegar a los Poderes Públicos. También juzgo necesario el acuerdo de dirigirse al Ministerio de Justicia y al Consejo General del Poder Judicial participándoles el sentir y la convicción de JpD sobre los siguientes puntos: 1.-El poder judicial carece actualmente del soporte organizativo y material que resulta necesario para cumplir sus funciones con el nivel de eficacia que la Constitución exige. La mayoría de las instalaciones judiciales, además, presentan un grado de obsolescencia y penuria muy superior al de cualquier otra oficina pública. 2.-La planta judicial es numerosos casos resulta insuficiente para soportar la carga competencial, y ha provocado que el colapso y el escandaloso incumplimiento de los tiempos procesales se hayan convertido en elemento permanente y estructural de muchos órganos judiciales. En la jurisdicción contencioso-administrativa la situación es altamente preocupante. 3.-La solución al actual estado de cosas no permite parcheos, sino el planteamiento de UNA ACCION DE GOBIERNO URGENTE, EXTRAORDINARIA Y ENERGICA. Y esta solución pasa, necesariamente: - por una revisión profundamente innovadora de la burocracia judicial en sus aspectos funcionarial y material. - por la creación de órganos imparciales de apoyo técnico de carácter permanente para las materias que requieren un conocimiento especializado (especialmente las económicas y contables). - por la generalización de los medios informáticos. - por la debida dotación y actualizacion permanente de las bibliotecas judiciales, y - por facilitar a todo juez y magistrado, sin excepciones, la conexión a bases de datos legislativos y jurisprudenciales, y la renovación constante de los textos legales de uso básico y frecuente. 4.-La gravedad de la situación es extrema. Y su magnitud deriva, no sólo del hecho de que se esté privando a los ciudadanos, de manera generalizada y masiva, de la garantía constitucional de sus derechos con el grado de eficacia que la Constitución establece, sino del paradójico dato de que el nivel de funcionamiento de la Administración de Justicia sea mucho más insatisfactorio que el de cualquier otro servicio público. 5.Esa gravedad no tolera ya aplazamientos en las soluciones que resultan necesarias, y la austeridad presupuestaria tampoco puede ya justificarlos. Las necesidades de la Justicia reclaman la prioridad que constitucionalmente les corresponde, y cualquier ajuste presupuestario, antes que con ellas, debe realizarse con otras atenciones públicas menos esenciales en la vida de los ciudadanos. NICOLAS MAURANDI GUILLEN NOTA: Documento aprobado con 107 votos a favor, 0 en contra y 2 abstenciones.