ameno escrito

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Acerca de las Cajas de música
por Nacho Vegas
Cuando preparaba el repertorio del que sería mi primer álbum, Actos inexplicables, me encontré con
que no eran pocas las canciones que deseaba grabar, y que además eran largas (la mayoría
superaban los cinco minutos). Fue entonces cuando consideré por primera vez la posibilidad de un
álbum doble. Sin embargo, acabamos desechando la idea: una grabación más larga o intensa de lo
normal siendo virgen en solitario y sin tener aún una banda fija era algo para lo que no me veía
preparado. También para Limbo Starr se iba a tratar de la primera referencia y era natural que no les
pareciera prudente.
Un año y pico después comenzamos a pensar en un nuevo álbum. Había muchas nuevas canciones,
y seguía queriendo grabar algunas de las que ya habían formado parte del posible repertorio de
Actos inexplicables y que al final no fueron incluidas por una u otra razón. En total tenía un posible
repertorio de treinta y dos temas. Tras una criba en la que quedaron fuera canciones que no me
parecían bien acabadas o que se alejaban un poco del tono general del resto, en agosto entramos al
estudio de Paco Loco a grabar un total de veintiséis temas, de los cuales veinte conforman Cajas de
música difíciles de parar. De los restantes, tres fueron incluidos en el epé Miedo al zumbido de los
mosquitos, publicado el pasado octubre. Los otros tres permanecen en la recámara.
Con este álbum espero, pues, dar cuenta de la mayor parte de las canciones que he escrito en los
últimos años. Algunas realmente antiguas en su génesis, como Por culpa de la humedad; otras muy
recientes, como Gang-bang o N. V. por la paz mundial. Sin embargo, creo que lo que dota al álbum
de unidad, lo que actualiza cada una de las canciones es el momento en que han sido grabadas.
Entiendo que ellas poseen vida propia, de modo que con el tiempo van mutando; las letras varían,
las interpretaciones reinventan la música. Sé que escuchar a un solista decir "ahora somos una
banda" suena a tópico, pero en algunos casos los tópicos contienen gran parte de verdad y yo no me
resisto a suscribir este.
Jairo Moreno, Iker González, Manu Molina, Diego Yturriaga y yo registramos este álbum como un
grupo de rock mucho más que como un cantautor con una banda "de apoyo", grabando en directo y
dejando que las canciones se hicieran con nosotros en lugar de nosotros con ellas, y sacrificando —
algo para mí muy necesario- la perfección en beneficio de la urgencia. De la banda, sólo Manu, a la
batería, había estado presente en Actos inexplicables. Es el más joven del grupo, pero el más
experimentado. Forma parte de diferentes bandas asturianas —de percusión, de funk, de jazz- y
además suele acompañar al nunca bien ponderado Luis Navarro. A Diego lo conocí bien tocando
con Migala y enseguida le propuse formar parte del grupo. Él es de las pocas personas con las que
me resulta fácil hablar de las canciones. Iker lideró grupos gijoneses de breve vida (El Visitante
Inesperado y Jardín Mecánico) y próximamente formará parte de Mus en su gira norteamericana. Su
sensibilidad al piano y sus maneras poco ortodoxas de tocar la guitarra eléctrica no dejan de
maravillarme. Para Jairo esta fue su primera experiencia musical (después también ha colaborado
con Aroah) y, sin embargo, su concienzudo punto de vista sobre las canciones y el sustento que
proporcionan sus líneas de bajo le hacen indispensable en el grupo.
Poco tiempo antes de la grabación del álbum coincidí una noche con J, tras un concierto de Los
Planetas, y le invité a colaborar (o tal vez se invitara él mismo). Sabía que quería una segunda voz
para el tema Noches árticas, pero no estaba seguro de la melodía ni de la letra. Pensar en J haciendo
esa voz fue lo que me acabó dando la melodía. Luego encontré la letra leyendo en cierta novela una
referencia a un sonido que semejaba al de unas "cajas de música difíciles de parar". Fue el último
verso que escribí de todo el álbum, así que tomé la frase literal de la que había surgido y se me
antojó como posible título, que a la sazón fue el definitivo. La voz de J, entre tímida y perturbadora,
me dio la clave para construir la breve coda que cierra el álbum.
Beatriz, de Nosoträsh, cantó en La plaza de La Soledá, una de mis canciones favoritas del disco y
sin duda, gracias a su voz, el estribillo que más me gusta volver a oír.
Thalia Zedek, después de su actuación en Benicàssim, fue invitada por Paco Loco y su mujer Muni
a pasar unos días en su casa del Puerto de Santa María, así que se encontraba por allí cuando
comenzamos a grabar el disco. Suyo es el clarinete en Gang-bang, y viene a demostrar que no sólo
es una de las mejores singer-songwriters actuales, sino que en general posee una gran sensibilidad
musical.
Paco Loco presidió la grabación poniendo en ella todo su talento, su paciencia y su sentido del
humor (y tiene mucho de las tres cosas).
En septiembre realizamos una serie de grabaciones adicionales en Gijón; fundamentalmente partes
de cuerda y viento. Para ello me reuní con Carlos José Martínez, con quien ya había trabajado en
Actos inexplicables (y que además es responsable de arreglos en discos como La pena máxima, de
Sr. Chinarro; Los diarios de petróleo, de Chucho; o Esperanza, de Manta Ray). Con él hablé y
escuché detenidamente las canciones, y aun así sabía que cuando me mostrara los arreglos que
había escrito iba a tener cabida lo inesperado. Es lo que me gusta de Carlos; a veces consigue
enseñarte lados de las canciones que tú aún no habías descubierto. Y creo sinceramente que en este
disco los arreglos (más puntuales e integrados de forma más sutil que en Actos inexplicables), lejos
de hacer las canciones más "bonitas" o más "dramáticas", pasan a formar parte integrante de ellas,
poniéndose a su servicio, del mismo modo que lo hacen los personajes de una obra.
Finalmente volví a Cádiz para mezclar el disco. Diego me acompañó, porque quería tener el punto
de vista de alguien del grupo y porque aún tenía que grabar alguna de sus partes. Asimismo, en esos
días grabé la última de las veintiséis canciones, La canción de la duermevela, que es precisamente
la última del álbum. La dejé para el final porque constaba solamente de voz y guitarra, aunque en un
principio tenía la ilusión de que pusiera su voz la cantante de tonada asturiana Mari Luz Cauñedo.
Por una u otra razón nunca llegué a proponérselo, y esa es una de las espinas que me han quedado
clavadas con este disco (colecciono espinas de cada disco que grabo).
No puedo dejar de mencionar que en esta grabación estuvieron bien presentes Juan y Harry, los
perros que vivían allí con Paco y Muni*
Y hasta aquí puedo contar. Sobre el diseño y fotografías del álbum les puede hablar un señor que
responde al nombre de C. S. Ulla, si es que lo localizan (nadie sabe dónde vive). Cualquier otro
punto oscuro deberá ser aclarado personalmente con David López en las oficinas de Limbo Starr. Él
sabe cómo actuar.
En una ocasión le preguntaron a Lou Reed por lo que significaban para él sus discos. Él respondió
algo así como que lo que le gustaba era que capturaban un momento en el tiempo. Que de alguna
manera lograban detener el tiempo, pero que luego la vida seguía, y había que pasar página, hacer
más discos, etc. Y bueno, aunque no se trate del Transformer, yo creo honestamente que Cajas de
música difíciles de parar ha conseguido capturar un momento particular de mi vida. Ahora pasaré
página.
Nacho Vegas, enero de 2003
*Poco después de acabar el disco, Juan y Harry desaparecieron. Se fueron de casa y no volvieron
nunca. Al cabo de unas semanas, estaba yo caminando por la calle en Gijón y vi a una chica que
llevaba atado a una correa a un perro que era idéntico a Harry: la misma raza, el mismo moteado en
la piel, el mismo tamaño. Incluso sus ojos me parecieron iguales. Me quedé mirándolo un rato, y el
perro se dirigió a mí al trote, tirando de la dueña. Y estaba el chucho allí, olfateándome los pies,
cuando oigo que la chica le grita: "¡No, Harry! ¡Ven aquí, Harry!" Era obvio que tenía que tratarse
de otro Harry, pero de alguna manera también era el mismo. O al menos para mí lo fue por un
segundo. Como auténtico fan de las casualidades, si alguien que lea esto también lo es le
recomiendo al primer Paul Auster, en particular un librito suyo llamado El cuaderno rojo. Contaré
otra que también tiene que ver con los perros, esta vez durante la grabación del disco: durante los
primeros días Juan y Harry se enzarzaban con frecuencia en peleas terribles entre ellos. En una de
ellas Juan le arrancó a Harry un trozo de oreja. Muni lo llevó entonces al veterinario, y este le dijo
que probablemente se tratara de una cuestión de rivalidad sexual o algo así, y que si quería que
dejasen de pelearse lo único que podía hacer era castrar al animal dominado, en este caso Harry.
Recuerdo que yo salía del estudio cuando Muni acababa de volver del veterinario. Hablaba con
Paco, y lo primero que le oí decir es "no hay más que una solución: la castración". Esos días
estábamos grabando las voces, y yo justo salía de repetir uno de los versos de Gang-bang, que dice
"no hay más que una solución: ¡castración!" No es el tipo de frase que uno oye varias veces al día,
creo. Me gustaría añadir, para acabar, que por suerte Muni no quiso hacerle caso al veterinario y los
perros al cabo de unos días dejaron de enzarzarse sin necesidad de recurrir a soluciones dramáticas.
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