ENFOQUE Economía social y solidaria Tres corrientes en la ESS / 4

Anuncio
j u l i o - s e p t . 2 01 3
75
ENFOQUE
Economía social y solidaria
Tres corrientes en la ESS / 4
José Luis Coraggio
La economía solidaria en Brasil / 12
Paul Singer
Economía social en Quebec.
Entrevista al ministro Sylvain Gaudreault / 18
Nancy Neamtan
Otra economía para otra civilización / 21
Alberto Acosta
Cooperativas en el capitalismo:
desarrollo y contradicciones / 28
Jesús Cruz Reyes
¿Convertir empresas privadas en cooperativas?
Una experiencia / 36
Martin Van Den Borre
Legislaciones sobre ESS
en América Latina y el Caribe / 45
Pablo Guerra
Leyes marcos en ESS.
Poderes públicos y desarrollo humano/ 53
Maude Brossard-Sabourin
Para un crecimiento inclusivo:
empresas no estatales responsables en Cuba / 58
Rafael Betancourt y Julia Sagebien
CONTROVERSIA
67 / ¿Valores en crisis?
Carlos Manuel de Céspedes, Laura Domínguez,
Wilfredo Mederos, Israel Rojas, Raúl Garcés
ENTRETEMAS
82 / ¿Una revolución dentro de la Revolución?
Nuevo modelo de empresa estatal socialista
Adolfo Castillo Vitllotch
90 / Dressing Black: la cultura metalera en Cuba
Anay Remón García
97 / Medioambiente y geopolítica
José M. Mateo Rodríguez
104 / Transición socialista / planificación comunitaria.
Dialéctica (y utopía)
Oscar L. Bellido Aguilera
LECTURA SUCESIVA
113 / Felisberto Hernández: el nacimiento
de una estética
Gustavo Lespada
121 / El rol del director
Rubén Sicilia Cruz
128 / Back to Antilles:
algunas reflexiones desde la historia
Leida Fernández Prieto
132 / Izquierda, gobierno y hegemonía:
los desafíos de siempre
Juan Valdés Paz
136 / De exposiciones internacionales e imaginarios:
la historia cultural al ruedo
Yoel Cordoví Núñez
CORRESPONDIENDO
139 / Cor. Luis Ángel Macareño Véliz, Claudio Tomassi
CONSEJO EDITORIAL
Director
Rafael Hernández
Subdirector
Raúl Garcés
Asesor artístico
Frémez ()
Temas es una publicación trimestral, dedicada a la teoría y
el análisis de los problemas de la cultura, la ideología y la
sociedad contemporáneas. Está abierta a la colaboración
de autores cubanos, caribeños, latinoamericanos y de otros
países. Los artículos expresan la opinión de sus autores.
No se devuelven originales no solicitados. Prohibida la
reproducción sin autorización de los artículos publicados
en Temas por primera vez.
Este número de Temas fue posible gracias a la contribución
del Fondo para el Desarrollo de la Cultura y la Educación
(FONCE).
Natalia Bolívar
Ana Cairo
Mario Coyula
Mayra Espina
François Houtart
Jorge Ibarra
Pedro Martínez Pírez
Margarita Mateo
Ernesto Rodríguez Chávez
Joaquín Santana Castillo
Nelson P. Valdés
Oscar Zanetti
Coordinadora de redacción,
emplane y web
Vani Pedraza García
Diseño
Irelio Alonso
Edición
Laura Marrero
Juana Mª Martínez
Tania Chappi Docurro
Reseñas
Carlos Alzugaray
Promoción
Gladys García Durán
Administración
Aníbal Cersa
Secretaria
Claudia Díaz
Jorge Luis Acanda, UH
Antonio Aja Díaz, CEDEM, UH
Félix Julio Alfonso
Aurelio Alonso
Casa de las Américas
María del Carmen Barcia,
Casa de Altos Estudios F. Ortiz
Julio Díaz Vázquez, CIEI, UH
Alain Basail, CESMECA
Mayerín Bello, UH
Gabriel Caparó,
www.temas.cult.cu
Universidad de Harvard.
Marlen Domínguez, UH.
Armando Fernández,
Fundación de la Naturaleza y el Hombre.
Raúl Fernández,
Universidad de California, Irvine.
Tania García Lorenzo,
Instituto Juan Marinello.
Humberto García Muñiz,
Universidad de Puerto Rico.
Carlos García Pleyán, COSUDE.
Denia García Ronda.
Jesús Guanche,
Fundación Fernando Ortiz.
Julio César Guanche,
Casa del Festival.
Antoni Kapcia,
Universidad de Nottingham.
Hal Klepak,
Royal Military College, Canadá.
María Teresa Linares.
Sheryl Lutjens,
Consuelo Martín, UH
Luz Merino,
Museo Nacional de Bellas Artes.
Alberto Montero,
Universidad de Málaga.
Armando Nova, CEEC, UH.
Marta Núñez, UH.
Esther Pérez,
Centro Memorial Martin L. King, Jr.
Lisandro Pérez,
City University of New York.
Manuel Pérez, ICAIC.
Marta Pérez-Rolo, GESTA.
José Luis Rodríguez, CIEM.
Thomas Reese,
Universidad de Tulane.
Colegio de San Gerónimo
Revista Temas
Calle 23 #1155, 5o piso
e/ 10 y 12, El Vedado,
Ciudad de La Habana, Cuba.
CP 10400.
Tel/Fax: (53-7) 838 3010
Email: temas@icaic.cu
Sociedad Cubana de Ciencias Penales.
Carlos Delgado, UH.
María del Pilar Díaz-Castañón, UH.
Jorge I. Domínguez,
Pedro Pablo Rodríguez,
CONSEJO ASESOR
Los manuscritos y la correspondencia deben enviarse a:
Universidad de Puerto Rico.
Ramón de la Cruz,
Universidad de California.
Fotomecánica e impresión: Imprimerié L’Artographe,
Mont-Laurier (Quebec), Canadá.
ISSN 0864-134X.
Precio por ejemplar en Cuba: $10.00 (MN).
Javier Colón,
Casa de las Américas.
Zaida Capote, ILL.
Julio Carranza,
UNESCO. Oficina regional, Montevideo.
Nils Castro.
Centro de Estudios Martianos.
Rogelio Rodríguez Coronel, UH.
Francisco Rojas Aravena,
FLACSO, Secretaría General.
Cira Romero, ILL.
Helen Safa,
Universidad de la Florida.
Joel Suárez,
Centro Memorial Martin L. King, Jr.
Miguel Tinker Salas,
Pomona College.
Gilberto Valdés,
Instituto de Filosofía.
Juan Valdés Paz.
Omar Valiño, UNEAC.
John Womack,
Universidad de Harvard.
Yolanda Wood,
Casa de las Américas.
Mirta Yáñez.
Economía social y solidaria
En contraste con los modelos de desarrollo que,
con variado signo ideológico, y un peso determinante
del aparato estatal y el capital, se cifran
en elevadas tasas de acumulación y crecimiento macro,
la Economía Social y Solidaria (ESS) ha abierto
una nueva franja de alternativas
de articulación económica, ancladas en el nivel local,
con resultados medibles y controles efectivos desde abajo.
Examinando experiencias y contextos disímiles,
desde las fábricas del Río de la Plata
hasta las cooperativas de Quebec,
pasando por los proyectos de economía
popular y mixta en Los Andes o Brasil,
el campo de ideas y prácticas de la ESS
muestra cómo las estrategias de desarrollo
pueden pensarse con otra cabeza,
que rebase la lógica lineal del mercado
y el orden estadocentrista, y fomente
políticas e instrumentos jurídicos eficaces,
bien plantados en la tierra.
Temas agradece la colaboración
de diversos estudiosos y protagonistas de la ESS,
y en especial el aporte de Eric Leeson y Rafael Betancourt,
en la construcción de este número,
dirigido a incentivar el debate
sobre un desarrollo socialmente deseable.
Tres corrientes
en la ESS
José Luis Coraggio
Investigador y docente. Instituto del Conurbano,
Universidad Nacional de General Sarmiento.
J
unto con los procesos masivos de empobrecimiento
y exclusión de las masas, en las dos últimas décadas
emergieron prácticas y formas económicas,
en buena medida ya institucionalizadas, que
se ubican bajo el paraguas de la Economía social
y solidaria (ESS) o de la Economía solidaria (ES):
microemprendimientos asociativos, trabajadores o
usuarios autogestionados, empresas recuperadas,
comercio justo, microcrédito, redes de abastecimiento
o comercialización, etcétera.
Todas se dirigen al segmento de los pobres o
excluidos, e intentan diferenciarse de las prácticas
asistencialistas (que no es equivalente a asistenciales,
pues siempre es necesaria una dosis de asistencia),
afrontando la cuestión social desde la (re)inserción en la
misma economía que operó los efectos excluyentes.
Otras prácticas tradicionales y de larga data
reclaman para sí el adjetivo de «economía social»,
«solidaria» o de «ESS». Por ejemplo: las cooperativas
tradicionales, las asociaciones (con o sin objetivos
pecuniarios) y las mutuales de diverso tipo, todas
ellas formalizadas, incluso siguiendo estatutos legales
que han sido uniformados a través de los continentes.
También existen modalidades de agregación económica
que no suelen ser consideradas parte de la ESS, como las
organizaciones sindicales o las comunidades indígenas,
o las asambleas del presupuesto participativo. De igual
modo, esgrimen esa denominación —sobre todo
en Europa— entidades organizadas como empresas
de capital, pero con objetivos sociales. Asimismo,
podemos preguntarnos si la llamada «responsabilidad
social de las empresas» tiene algo que ver con la ESS.
En todo caso, se hace evidente que el recurso usual de
4
n. 75: 4-11, julio-septiembre de 2013
Jose Luis Coraggio
definir una categoría por enumeración de casos no es
fácil de aplicar.
Por ejemplo, el Centro Canadiense de la Economía
Social (CCES) la define así:
La Economía social se distingue del sector privado y del
sector público e incluye las cooperativas, las fundaciones,
las cooperativas de ahorro y crédito, mutualidades,
organizaciones no gubernamentales, el sector voluntario,
las organizaciones benéficas y las empresas sociales.1
Tal concepción incurre en contradicciones. Se
incluyen las ONG y las fundaciones, que pueden estar
financiadas por emporios privados, y a la vez se excluye
al «sector privado», entendido como las empresas con
fines de lucro. Se deja fuera el sector público y, por
tanto, sus empresas y sus programas de asistencia
social —algo en que casi todas las definiciones van
a coincidir—, pero incorporan las empresas con
fines «sociales» y las organizaciones benéficas. Cabe
formular la pregunta: ¿qué tienen en común las formas
que entran en esta enumeración y qué las diferencia de
las no incluidas? Si se adopta esta clasificación, habrá un debate sobre
qué relación (externa) hay que tener con el Estado
dejado fuera de la ESS.
Llama la atención que el concepto esgrimido por el
Centro Canadiense incluya a ONG y fundaciones, en
gran parte financiadas por fundaciones empresariales
privadas, pero desechan al Estado cuyo fin no es lucrar;
y a las cooperativas, que hasta por estatutos, tienen que
cumplir funciones sociales.
Por otro lado, tenemos la propuesta «del Tercer
sector», definido por la negativa: está integrado por
«organizaciones sin fines de lucro».
Respecto a esta corriente, predominante en el
mundo anglófono, Jean-Louis Laville, un exponente
de la ESS en Europa, pugna por diferenciarlas de la
ESS.2
El espacio de acción de las prácticas que
ejemplificarían la ESS es, entonces, muy heterogéneo y
de entornos poco claros o, al menos, no consensuados.
Las propuestas más complejas (y políticas), como
es usual, dan lugar a diferencias ideológicas a veces
muy marcadas. A mi juicio y el de Laville, la ESS es
un subcampo dentro de las prácticas económicas que
se cruza con el campo de la política. Mientras para
autores como Alain Caillé la política es una esfera
independiente, para nosotros está ya en el interior
mismo de la definición sustantiva de economía.3
Si los sistemas económicos son construcciones
sociopolíticas y no resultado de evoluciones naturales,
como propugnaría la visión de una secuencia de modos
de producción del marxismo vulgar, o la de la evolución
necesaria hacia una sociedad de mercado (el «fin de la
historia» de Francis Fukuyama), es preciso pensar en
la posibilidad de otra economía desde la lucha política
contrahegemónica, y tratar de desestructurar la cultura
económica capitalista, mediante lo que consideramos
ineludible: criticar su modo de definir y ejercer la
autoridad social. Dicho modo no es democrático
(donde el pueblo es el soberano) ni cuando apela a
la dominación vertical, ni, en el mejor de los casos, si
el poder se implementa como hegemonía, la cual se
basa en convencer a los subordinados, quienes incluso
pueden aportar voluntariamente para hacer más férrea
la asimetría entre el arriba y el abajo.
Superando entonces la pugna por imponer una u otra
definición, nos interesa plantear, desde una perspectiva
más política, y a partir del alcance de las prácticas que
se autodefinen como de ESS, que es posible discernir
entre tres corrientes de pensamiento y acción. Tales
corrientes son encarnadas en los promotores políticos
o sociales, pero pueden ser asumidas por los mismos
actores de base de la ESS.
Primera corriente
Procura la (re) inserción por el trabajo y actúa a
nivel microeconómico. Se caracteriza por un conjunto
de prácticas focalizadas en lograr la integración social
y en aliviar la pobreza por la vía de la inserción (o
la reinserción) de grupos de personas excluidas del
mercado laboral. Así, el hecho de promover y apoyar
el surgimiento de emprendimientos asociativos locales,
gestionados por sus trabajadores-propietarios se dirige
al autoempleo. En las estadísticas dejarán de aparecer
como desocupados, aunque puedan ser subocupados
o «improductivos», según las categorías neoclásicas
del análisis de este cuasi-mercado. Esa práctica va
acompañada de otras más específicas, en buena
medida ya institucionalizadas, que intentan crear las
condiciones que esos emprendimientos requieren para
prosperar:
a) Formación: inyección de espíritu de empresa,
contabilidad, conocimientos sobre los trámites,
las relaciones con el Estado, identificación de
mercados potenciales, métodos de propaganda
y comercialización, selección de técnicas de
producción, gestión elemental del negocio y, notable
para muchos promotores, una nueva cultura de
separación del emprendimiento y la familia.
b) Donación (del Estado, una fundación u organización,
etc.) de medios de producción iniciales o de crédito
para adquirirlos («igualdad de oportunidades»).
c) Acceso recurrente a crédito para acompañar el proceso
de consolidación o para atender necesidades de
consumo de los emprendedores.
Esta corriente, preocupada por lograr la sustentabilidad
de los emprendimientos mercantiles, tiene como
Tres corrientes en la ESS
5
paradigma (explícita o implícitamente) la empresa de
capital: su modo de calcular los costos y resultados,
la noción de «ganancia» y de «capital»; pero, sobre
todo, su concepto de eficiencia y por tanto de
racionalidad.4 Ello da lugar a prácticas que ya están
institucionalizadas: el microcrédito, las incubadoras
de emprendimientos mercantiles, las cartillas de
formación que enseñan cómo promover u organizar
microemprendimientos, entre otras; y a la búsqueda
de regulaciones que reconozcan a estas formas en su
especificidad y faciliten su funcionamiento, de modo
que puedan facturar sus compras y ventas, pagar o ser
exentas de impuestos, recibir apoyo del Estado, tener
acceso a crédito, etcétera.
También se caracteriza por propugnar la separación
entre el microemprendimiento (visto como semilla
de una microempresa) y la economía doméstica/
familiar o comunitaria (que no pertenece al ámbito del
mercado). Asimismo, pretende evitar la proliferación
de emprendimientos unipersonales, y afirmar la
necesidad de lograr escalas mínimas requeridas para
alcanzar la eficiencia, es decir, la competitividad. Esto
último, para formas de producción intensivas en fuerza
de trabajo, implica que dichos emprendimientos deben
estar formados por un grupo de trabajadores asociados
que cooperan entre sí, y crean una capacidad mayor que
la sumatoria de las individuales, que procuran asumir
el productivismo por trabajador como criterio interno
de organización. Es inherente a esta corriente el
asociacionismo «utilitario» y la absolutización del
interés material de los trabajadores.
Tales prácticas de promoción son de nivel
microeconómico en el sentido crematístico, y no
dejan de serlo porque quienes las defienden piensen
en cadenas de valor, mecanismos de abastecimiento
o comercialización conjunta, etc.; pues las relaciones
consideradas de esa manera son exclusivamente de
intercambio sobre la base de contratos según las
leyes del mercado o sus variaciones (acuerdos de
conveniencia que se rompen cuando el cálculo indica
que hay opciones mejores). Los promotores pueden ser
ONG, pero también programas de gobierno financiados
e impulsados desde organismos internacionales. 5
Aunque no sean empresas se adscriben a la racionalidad
instrumental, no plantean una crítica al mercado como
institución, se concentran en lograr una producción
y circulación de mercancías competitiva y procuran
el mayor valor neto posible para los trabajadores/
propietarios.
Cuando es reduccionista, esta opción podría
igualmente denominarse «integracionista», pues
afirma que el papel de las nuevas (y de las reactivadas
o renovadas) formas económicas es llenar el vacío que
deja el mercado capitalista global, que estas deberían
integrar a los trabajadores excedentes, sostenerse
6
Jose Luis Coraggio
sobre la base de sus propios resultados y producir con
eficiencia, así como competir entre sí y con las empresas
capitalistas en los mismos mercados.
Además, estas prácticas suelen estar dirigidas a los
sectores más pobres, lo que establece un punto de partida
que marca todo el proceso de promoción.
Segunda corriente
Promueve la creación de un sector orgánico
(subsistema) de ESS. Estaría conformada por las
prácticas que, iniciadas como las anteriores o saltando
«etapas», van más allá, al advertir que la sostenibilidad
de las formas económicas promovidas no se logra
solo con una mayor eficiencia definida como la de las
empresas (rentabilidad monetaria) ni con la eventual
articulación de los microemprendimientos asociativos
a través de relaciones oportunistas de mercado. Alerta que hacen falta redes no meramente
económicas, sino de reciprocidades, de solidaridades
sociales y políticas, de las cuales se espera que se
concreten en la formación de sujetos colectivos,
como asociaciones prodesarrollo local, o diversas
organizaciones sectoriales y transversales de
trabajadores autogestionados.
Pretende evitar la f ragmentación de los
emprendimientos y promover la conformación de un
sector articulado orgánico, entendido como algo más
que una sumatoria mecánica, por ejemplo, cuando se
asocian productores para reclamar mejores precios.
El término apela a la idea de un subsistema de partes
que cumplen funciones en un todo interdependiente y
que, cuando se trata de un organismo social, conlleva
la emergencia de un sujeto colectivo con capacidad de
responder a las problemáticas del contexto.
Esta corriente procura incluir en la ESS el proceso
económico en su conjunto: producción, distribución,
circulación y consumo; y generar asociaciones de
productores, de comerciantes, de financiadores, de
consumidores; además, articulaciones conscientes entre todos ellos como actores o sujetos. Asimismo,
propugna acciones para lograr mejores relaciones
de reciprocidad y redistribución a través del Estado:
asignaciones monetarias, ingreso ciudadano, tasas e
impuestos, acceso a bienes públicos (salud, educación,
servicios subsidiados: transporte, energía, agua).
Sin ellas faltaría un piso básico que protege a los
productores contra la alta vulnerabilidad de sus
emprendimientos.
Implica partir de la economía popular y su cultura
colonizada, subordinada e individualista, e incorporar
componentes solidarios sin los cuales no se lograría
la sobrevivencia, incluidos los programas destinados
a emprendimientos familiares y a trabajadores
Para que el Estado aporte a la expansión y profundización del subsistema
de economía solidaria se requiere que las fuerzas políticas en el gobierno
tengan un proyecto en tal sentido, y superar las tendencias cortoplacistas y
clientelistas.
individuales para facilitar su asociación en algún nivel
(por ejemplo, artesanos que comercializan juntos, o
campesinos que no quieren compartir la tierra, pero
sí un tractor o un crédito).
Se asume y promueve, como actividad económica
del subsistema, la producción comunitaria o para el
autoconsumo familiar (huertos, infraestructuras, entre
otros componentes). La escuela pública y los centros de
salud no son vistos como elementos externos a la ESS,
sino que todas sus partes se integran dentro del sector.
Resulta evidente la diferencia en los enfoques
conceptuales de las dos corrientes explicadas, pero lo
principal es que existen claras consecuencias sobre las
prácticas. Para la segunda, no se trata solamente de:
a)partir de un grupo de individuos, ver qué pueden
producir, cuáles son las condiciones necesarias para
ello, y cómo se sostienen en el mercado,
b)dados los problemas que se van dando de
comercialización, abastecimiento, o pérdida del
valor agregado a manos de los intermediarios, armar
«cadenas de valor» articulando emprendedores en
distintos eslabones.
Lo anterior son relaciones de mercado que ocurren
en el primer nivel, el microeconómico. Tales relaciones
pueden estar centralizadas por empresas de capital,
entre ellas los supermercados como subcontratantes
que dominan las cadenas de abastecimiento e imponen
productos, tecnologías, costos.
La segunda corriente no excluye construir lo
microeconómico, pero propone comenzar por una
anticipación de las cadenas posibles y desde allí
lograr que actores o sujetos vayan generando, más o
menos paralelamente, los emprendimientos que van a
articularse. Por ejemplo, no empezar con productores
textiles que hayan adquirido materias primas por las
vías usuales, sino incluir de entrada los participantes potenciales para cubrir cada eslabón de la cadena:
productores de lana, de hilo, de tejidos, transportistas,
confeccionadores, comercializadores, entidades o
mecanismos de financiamiento, agencias de asesoría
tecnológica, etc. Ese procedimiento sería el horizonte
ideal; mientras tanto se va avanzando con algunos
grupos de productores que comparten esa visión. Lo
obtenido de esta manera no es resultado del mecanismo
de mercado, sino una construcción consciente que
puede, además, tener otros objetivos (como la seguridad
alimentaria, aunque no sea «eficiente»).
En esta perspectiva no alcanza con el crédito
personal y pequeño, sino que se requiere un sistema
de ahorro y crédito de otra escala, con fondos públicos
de garantía que permitan préstamos para actividades
productivas de mayor envergadura o con un período
más largo de recuperación (como las inversiones en
infraestructura), y con modalidades que admiten tomar
créditos colectivos. Todavía está por construir y formar
parte de la ESS ese sistema de finanzas «solidarias»,
autogestionado democráticamente. Su sostenibilidad
no será solo financiera, sino social, por la existencia
de relaciones solidarias con la comunidad, entre los
participantes.
El concepto de economía mixta
Toda economía está compuesta por tres sectores
o formas de organizar sus procesos: el empresarial
privado, el del Estado o público, el de la economía
popular.
El primero se organiza como un subsistema más o
menos articulado de empresas de capital. Su sentido,
trasmitido a la subjetividad de los empresarios, consiste
en acumular capital, competir y ganar sin límite;
para lograrlo, se aplica la racionalidad instrumental.
Según la ideología hegemónica, para sobrevivir en
el sistema de mercado toda forma económica tiene
que asumir esos criterios, sea el Estado, una ONG, o
un emprendimiento familiar (esto no garantiza que
sobrevivan, como ocurre con las decenas de miles de
empresas de capital, que quiebran cada año). En la
sociedad capitalista, el tipo ideal de empresa de capital
—el que Max Weber planteó como la forma superior
de la organización económica— se ha convertido en
el paradigma de la organización racional (teoría de la
acción racional). Las categorías fundamentales de este
sector son: capital invertido, costos, ingresos, ganancia
media, crédito, riesgo. Su articulación está dada por el
mercado, donde se forman y actúan grupos económicos
concentrados, sistemas de clusters y subcontratación,
empresas formadoras de precios, etc., que operan
lejos de la utopía del mercado competitivo de libre
concurrencia.
El sector de la economía estatal o pública abarca
las unidades administrativas de organización de los
Estados: instancias del gobierno central, presidencia,
ministerios, provincias, municipios, empresas públicas,
organizaciones que proveen servicios públicos (como
Tres corrientes en la ESS
7
las escuelas y los hospitales), y para funcionar requieren
recursos económicos que provienen del sistema fiscal
de redistribución, de lo que producen sus empresas o
del crédito. Su sentido no siempre es el mismo para
cada partido en el gobierno o para cada segmento
del subsistema. No obstante, en general sus objetivos
pueden ser: incentivar y orientar la inversión y el proceso
de crecimiento nacional, asegurar la gobernabilidad del
sistema, acumular poder y, finalmente: lograr el bien
común. Uno de ellos puede subordinar a los demás,
o darse una combinación más pareja de todos. Sus
categorías centrales son: presupuesto, gasto, ingresos
fiscales, deuda pública, déficit o superávit, tasas de
interés («riesgo país»). Su articulación está dada por
la rígida estructura burocrática y verticalista que une
sus elementos.
El sector de la economía popular tiene como base
las unidades domésticas: los hogares, sus extensiones
(organizaciones económicas de diverso tipo) y las
comunidades. Lejos de estar articulado, es magmático,
fluye, cambia de formas. Puede pasar de un peso
importante de la inserción en el mercado de trabajo
en relación de dependencia a la multiplicación
de emprendimientos, cooperativas, asociaciones,
mutuales; de comunidades bien consolidadas a
comunidades en proceso de desintegración debido a la
migración, la dependencia del mercado, etc. Si acumula
ganancias lo hace a niveles elementales, como inversión
inmediata para los emprendimientos, o en la vivienda
y sus instalaciones (esa acumulación no es de capital).
Su sentido es la reproducción biológica y social de la
vida de sus miembros en las mejores condiciones posibles.
Sus categorías principales son: ingresos, consumo,
hibridación de recursos, oportunidades de trabajo,
emprendimientos, programas asistenciales, ayuda
mutua, condiciones y calidad de vida. Su articulación
está dada por relaciones de mercado (por lo general
altamente competitivas), así como por relaciones de
redistribución y reciprocidad vinculadas con diversos
tipos de afinidades.
En las intersecciones entre la economía pública,
la empresarial privada y la popular surgen formas
mixtas como las empresas cogestionadas, o las de
propiedad privada-estatal, o las de servicios públicos
con participación de los usuarios.
El movimiento de conjunto de una economía
mixta puede apreciarse por la dinámica cuantitativa y
cualitativa que resulta de la aplicación de los recursos
organizados o utilizados por la combinación de los
diversos tipos de organización, de acuerdo con el
sentido que tiene cada sector. Ello puede ponderarse
cuantitativamente, por ejemplo, sobre la base de los
pesos relativos de los sectores en distintas variables
(población ocupada, valor de la producción, demanda
efectiva, contribuciones a los balances exteriores, etc.);
8
Jose Luis Coraggio
o cualitativamente según las negociaciones y conflictos
en proceso entre agentes-sujetos de los distintos
sectores, sobre todo a partir de las relaciones entre la
base material (la economía) y la hegemonía o dominios
políticos vigentes en la sociedad.
Entre los tres sectores hay intercambios mercantiles;
y también transferencias unilaterales, monetarias o no
(subsidios, impuestos, donaciones, bienes públicos,
remesas, etc.), cuya evolución, estructura y tendencias
es necesario estudiar en cada caso concreto.
La ubicación de la economía solidaria
en la economía mixta
Los países latinoamericanos dependen de una
economía mixta periférica con dominación capitalista.
Es decir que, si bien existen contradicciones, la lógica
del capital subordina los otros sentidos presentes en el
sistema económico.
Para establecer el lugar que ocupa la economía
solidaria en la mixta es preciso señalar que hay
componentes solidarios en la economía popular, pero
esta no es siempre ni predominantemente solidaria. Los
hay, muy importantes, en la economía pública (sobre
todo las relaciones de redistribución progresiva). Y
también, en el sector empresarial privado (aunque sea
una solidaridad filantrópica y unilateral).
Entre los tres sectores se produce una tensión
debido a la lucha contra la dominación hegemónica de
la lógica capitalista. Se avanza ampliando la economía
solidaria al articularla como un subsistema orgánico,
construido desde el piso fértil en recursos y relaciones
de reciprocidad y redistribución de la economía pública
y la popular, y extendiendo el sentido de esta última
(la reproducción de la vida de los miembros de cada
unidad doméstica) al de la reproducción ampliada de
la vida de todos (solidaridad).
Como resultado, la economía mixta seguiría
teniendo los tres sectores, en particular el capitalista
privado, pero con otro peso, formas de organización
y papel; asimismo, institucionalizaría otros límites
morales a las acciones de los agentes del capital (pasos
en este sentido se emprenden en Bolivia, Ecuador y
Venezuela).
Los trabajadores necesitan no solo sindicalizarse
para defender el salario nominal y las condiciones
laborales, o asociarse como productores autónomos
para lograr mejores términos de intercambio en el
mercado; además deben ejercer fuerza sobre el conjunto
de relaciones de la economía mixta (por ejemplo:
las movilizaciones de protesta o los movimientos
organizados de usuarios que pugnan por el acceso
a bienes y servicios públicos esenciales para la
subsistencia o por evitar aumentos en sus precios). Para
que el Estado aporte a la expansión y profundización
del subsistema de economía solidaria se requiere que
las fuerzas políticas en el gobierno tengan un proyecto
en tal sentido, y superar las tendencias cortoplacistas
y clientelistas.
La economía popular no es un mundo cerrado,
tampoco una sumatoria de unidades o emprendimientos
«microsocioeconómicos»; en ella hay redes que operan
a nivel «mesosocioeconómico», como las de ayuda: las
asociaciones de productores que compran insumos,
comercializan, o generan ahorros y se otorgan créditos
unos a otros. Esos intercambios pueden ser regulados
mediante relaciones mercantiles, pero también de
colaboración mutua. Avanzar en esa dirección implica
ampliar el alcance de los vínculos de solidaridad.
El mercado no es exclusivo de la economía
empresarial privada, asimismo atraviesa la economía
popular y puede generar compor tamientos
extremadamente competitivos, como los que rigen
en el «sector informal urbano». En la situación de
exclusión masiva y de dificultad para la reproducción
de la riqueza que se ha agravado durante estos años,
han resurgido formas organizativas de mercado; por
ejemplo, las ferias, una manera de institucionalizar
el intercambio y como centro de encuentro directo y
solidario entre productores y consumidores.
En general la economía popular no vende bienes y
servicios a la pública, porque esta última recibe créditos
del Banco Mundial que establecen que las compras del
Estado tienen que ser licitaciones internacionales para
que haya «competitividad». Por eso una reivindicación
de los propulsores de la economía popular mercantil
es la modificación de las reglas de compra del Estado,
de manera que se facilite la inclusión de pequeñas y
medianas organizaciones, en especial cooperativas. Al
mismo tiempo, la sociedad y el Estado deben reconocer
el papel de esta economía y contribuir a desarrollar
otras capacidades y calidades.
Hay transferencias de valor o monetarias entre
la economía pública y la popular. Los subsidios a los
servicios o el otorgamiento de ingresos mínimos a
desocupados o pobres, que han estado difundiéndose
como nueva política social, van en esa dirección; sin
embargo, existe una transferencia en sentido inverso: el
pago de impuestos, muchas veces con gran inequidad
fiscal.
Debería hacerse un análisis más abarcador de
los términos de intercambio que se dan en cada
país entre los tres sectores mencionados, y, además,
con la economía internacional, pero la falta de
reconocimiento de la economía popular hace difícil
rastrear sus resultados y movimientos económicos
agregados. Un ejemplo claro es el trabajo doméstico
de reproducción (cocina, lavado, limpieza, cuidado
de las personas, confección y arreglo de la vestimenta,
autoconstrucción de la vivienda, etc.), usualmente
realizado por la mujer, que no es reconocido como
actividad económica ni se contabiliza en el PIB porque
no se intercambia por dinero ni está mercantilizado (no
obstante, el sistema de registro contable nacional de
Francia ha estimado que puede alcanzar ¡40% del PIB!).
En Ecuador se está avanzando en este reconocimiento,
tanto por el registro en el Banco Central que mide el
producto nacional, como por las políticas de asignación
de ingresos y pensiones a las mujeres que se dedican a
la economía doméstica.
En suma, el enfoque mesosocioeconómico
permite superar la práctica de reducir la ESS al
microemprendimiento, al asumir lo micro desde
una articulación económica posible sobre la base de
relaciones de solidaridad. Asimismo, conlleva una
visión del sistema económico (economía mixta) que
posibilita conceptualizar la ubicación de la economía
popular y su potencial como parte de un sector/
subsistema de economía solidaria. Además, advierte
la necesidad de la lucha contrahegemónica dentro del
sistema con predominio capitalista, para modificar
las estructuras, ampliar la economía solidaria y poner
límites a los otros dos sectores/subsistemas.
Tercera corriente
Piensa y actúa también a nivel sistémico, pero va
más allá de la propuesta de construir un subsistema
de ESS dentro de una economía mixta. Procura erigir
Otra Economía (otro sistema económico).6
Aquí se buscan formas de «superación» del sistema
cultural capitalista, se impulsa no solo la crítica teórica
y práctica de las relaciones de explotación capitalista
del trabajo, sino también las propias del patriarcado,
entre otras; y se pretende establecer una relación de
contradicción y conflicto continuo con la economía del
capital y la estatal. Esto implica diferenciarse, separarse
y proponerse disputar el sentido de criterios, prácticas,
propuestas a nivel micro y mesosocioeconómico, en
una lucha donde economía, política y cultura se ven
fuertemente imbricadas. Para edificar el nuevo sistema económico es necesario
sobreconformar las relaciones de competencia entre
intereses particulares con relaciones de redistribución,
solidaridad y reciprocidad, así como el predominio
de un bien común legítimamente establecido. En la
transición, se puede hablar de una «economía plural».
La definición de esa economía tendría que saldar
debates importantes respecto al papel del Estado,
el grado admitido de automatismo del mercado,
las formas de propiedad y apropiación, la función y
el control del dinero, el grado de mercantilización
del trabajo y la naturaleza, y los valores morales
Tres corrientes en la ESS
9
propugnados como constitutivos de la nueva
economía.
No está claro ni es fácil decidir si esta propuesta
se presenta como un principio de utopía o como
una economía realizable. Sus instituciones no están
predeterminadas ni han sido deducidas de la crítica
al capital ni se saldan con la discusión sobre el
socialismo como transición ya conocida. En todo caso,
resulta imprescindible un largo proceso de acción
experimental, recuperación histórica, producción
teórica y aprendizaje, donde las ideologías cristalizadas
y autorreproductivas no ayudarían mucho.
Un ejemplo «duro» de esta postura sería el de la
economía socialista centralmente planificada que se
instauró en la URSS y luego se modeló e implantó (con
algunas diferencias) en Cuba. Una variante menos
«dura» es la del estado de bienestar desarrollado en
la posguerra en los Estados Unidos y Europa, luego
importado en versión lavada en América Latina
como Estado desarrollista. Otra, menos explícita
como sistema complejo, fue la propuesta de Marcel
Mauss —y ahora la de Paul Singer— de construir un
«mundo de cooperativas», que algunos vinculan con la
experiencia del socialismo yugoslavo.7 Posteriormente,
Mauss revisó su posición, e indicó que no es posible
imponer a la realidad un paradigma de cambio, sino
que a lo sumo la ley (digamos el Estado) solo puede
sancionar a partir de realidades, de prácticas existentes,
y que la sociedad real tiene una diversidad que es
imposible reducir al imponer un modelo uniforme.
Esto cualifica el postulado de que es factible construir
otra economía, pero no será diseñando prototipos y
sobreimponiéndolos a la realidad, en una suerte de
ingeniería social. Y eso también tiene que ver con la
política.
Ya no se pretende «solo» proponer la construcción
y desarrollo de un subsistema, restructurar una
economía mixta teniendo en cuenta los vínculos de
la economía solidaria con el sector empresarial, con
el Estado, con la economía popular —como propugna
la segunda corriente—, sino la relación de conjunto
entre los campos de la sociedad, la economía, la cultura
y la política, y de su posicionamiento en el sistema
interestatal global.
La tercera corriente pugna por revertir la
autonomización del mercado, profundizada por el
neoliberalismo, y avanzar en la regulación de este desde
la sociedad y la política, sin caer en la absolutización
del principio de planificación; es decir, ir hacia una
sociedad con mercado, no de mercado.
Supone redefinir los mecanismos y alcances del
principio de redistribución de dinero y bienes públicos
—la tierra, el agua, el conocimiento—, de manera que
ya no sean vistos como mercancía. No se trataría solo
de distribuir de otra manera lo existente (algo que
10
Jose Luis Coraggio
hoy caracteriza a los gobiernos de sentido popular, no
necesariamente autodenominados revolucionarios,
en América Latina), sino de revisar las reglas de
apropiación y disposición de los medios productivos.
Conlleva transformar la estructura productiva interna
(qué y cómo se produce), los modos de legitimación
de las necesidades y los de consumo, y las relaciones
externas (grado de soberanía alimentaria, energética,
financiera, etc.).8
Como es evidente, incluye redefinir las relaciones
entre sociedad y naturaleza. Restructurar el sistema de
generación de conocimiento científico y tecnológico,
hoy orientado a obtener resultados patentables a título
privado para hacer negocios, y el sistema educativo en
su conjunto.
Una última característica de esta corriente virtual
es que alerta acerca de que mientras exista creciente
concentración de la riqueza, distibuir el excedente
generado por el crecimiento económico acelerado
solo aliviaría la pobreza. No se limita a lograr un
gobierno que negocie mejores condiciones en los
intercambios con el sector empresarial, sino que ataca
las consecuencias de la primacía de las corporaciones
por encima de la política democrática.
Articulación y mutuo reconocimiento de las
tres corrientes de la ESS
A manera de ejemplo: ubicado en la primera
corriente esperaría que la universidad desarrolle
incubadoras o asesorías puntuales gratuitas para los
emprendimientos que van surgiendo; en la segunda
corriente pugnaría para que el subsistema local de ESS
sostenga otra relación con la universidad regional
(pueden establecer algunos convenios más abarcadores,
procesos de formación específicos para los actores de
la ESS). En la tercera corriente plantearía revolucionar la
universidad como institución y sus relaciones con
la sociedad como un todo; por tanto, su relación con
el conocimiento (a su vez sometido a cuestionamiento
en tanto absolutización de la ciencia), la formación
y los servicios. Esto conlleva recuperar su papel de
institución del intelecto, es decir, que sea no solo
instrumental, útil, sino lugar de reflexión crítica de la
realidad.
Cada una de estas tres corrientes tiene un alcance
distinto y proyecta de manera diferente su actuar. Sin
embargo, las tres son significativas, en cierto sentido se
necesitan mutuamente. Sobre la base del aprendizaje,
al enfrentar los desafíos del primer nivel es que surgen
los problemas conceptuales y prácticos, los cuales
llevan al segundo y así sucesivamente. Como hoy
los tres niveles coexisten, parte de la tarea política es
dialogar y lograr alianzas, vincular la atención de la
urgencia inmediata con la mirada estratégica, analizar
en cada situación concreta el papel que cada tipo de
intervención o proyecto puede tener en el movimiento
de conjunto.
El nivel de prácticas integradoras al mercado laboral,
si no tiene intereses espurios, conduce necesariamente
a advertir la necesidad del segundo nivel, y este, al
avanzar, encuentra límites que solo pueden franquearse
si se pasa al tercero. De igual modo vale la lectura
inversa: no es posible transformar toda la economía
mediante la ley, aunque sea una Constitución, si no
hay actores microsociales dispuestos a resignificar
sus acciones, o subsistemas que, además de movilizar
recursos, personas y comunidades, den una base firme
a la formación de sujetos colectivos que sustenten
el proyecto de construcción de otra economía. (De
nuevo menciono los ejemplos de Bolivia, Ecuador,
Venezuela.)
Por otro lado, la falta de diálogo y la competencia
pueden dar lugar a antagonismos cuando los actores
de una u otra corriente se posicionan ideológicamente,
defienden su práctica a rajatabla y ven las otras como
«poca cosa», o no «funcionales al sistema»; o, a la
inversa, como utópicas o «políticas».
En resumen, se les llama «corrientes» en tanto entre
los actores de la ESS predomina una u otra práctica y
visión del alcance de dicha economía. Sin embargo,
visto desde la tercera de ellas, se trata de tres niveles
de intervención que se necesitan mutuamente para
poder concretarse. Se puede querer actuar según el
tercer nivel, pero sin la base de las prácticas del dos y
del uno el proyecto no podría pasar de ser estatizante.
Es posible aplicar los preceptos del primer nivel, pero
sin el siguiente se pierde eficacia y sostenibilidad. Si
no se llega al nivel superior, las realizaciones del uno y
hasta del dos pueden quedar aisladas o subordinadas
dentro de una economía donde predomina el principio
de mercado.
5. Organismos como el Banco Mundial han mostrado una
gran capacidad para tomar y resignificar los términos que va
proponiendo la ESS: microcrédito, participación, etcétera.
6. Véase David Cattani, José Luis Coraggio, Jean-Louis Laville, orgs.,
Diccionario de la otra economía, UNGS/ALTAMIRA/CLACSO,
Buenos Aires, 2009.
7. Véase Paul Singer, «Economía solidaria. Un modo de producción
y distribución», en José Luis Coraggio, org., La economía social desde
la periferia. Contribuciones latinoamericanas, UNGS/ALTAMIRA,
Buenos Aires, 2007.
8. Véase Franz Hinkelammert y Henry Mora, Economía, sociedad y
vida humana. Preludio a una segunda crítica de la economía política,
UNGS/ALTAMIRA, Buenos Aires, 2009.
, 2013
Notas
1. Véase «Llamada a presentación de ponencias e información
para presentadores», Primer Congreso Mundial de Investigación
en Economía social, CIRIEC, Columbia Británica, 22-24
de octubre de 2007, p. 3, disponible en www.ciriec.ula.ve/
callforpapersSEspanishformat.pdf.
2. Véase Jean-Louis Laville, comp., Economía social y solidaria. Una
visión europea, UNGS/ALTAMIRA, Buenos Aires, 2004.
3. Véase Alain Caillé et al., orgs., ¿Qué es lo económico? Materiales
para un debate necesario contra el fatalismo, CICCUS, Buenos
Aires, 2009.
4. Véase José Luis Coraggio, «Economía y política. Sobre la
sostenibilidad de los emprendimientos mercantiles de la economía
social», Economía social, acción pública y política, CICCUS, Buenos
Aires, 2007.
Tres corrientes en la ESS
11
La economía solidaria
en Brasil
Paul Singer
Economista y sociólogo. Secretaría Nacional de Economía
Solidaria del Ministerio del Trabajo y Empleo, Brasil.
E
n 1981 Brasil fue afectado por la grave
crisis financiera que se irradió desde los
Estados Unidos al Tercer mundo y con
mayor intensidad a América Latina, cuyos
países estaban fuertemente endeudados. Con el
desplome del comercio internacional, esas naciones
quedaron imposibilitadas de atender las exigencias
del servicio de sus deudas públicas externas, lo
cual las convirtió en potenciales incumplidores. Los
acreedores condicionaron el perdón de las deudas a
vigorosas medidas de «austeridad» con radicales cortes
de los gastos públicos, lo que sumergió la economía
brasileña (así como otras de Latinoamérica) en una
profunda recesión que se prolongó, en el caso brasileño,
durante las dos décadas finales del siglo xx. Por
primera vez desde los años 30 de la pasada centuria,
Brasil enfrentó una situación de desempleo masivo y el
empobrecimiento de millones de familias, muchas de
las cuales perdieron sus viviendas y se vieron obligadas
a cobijarse en favelas o se resignaron a vivir en las calles,
pues en aquella época el país estaba sometido a una
dictadura militar que no auxilió a las personas privadas
de cualquier medio de subsistencia.
Fueron las iglesias las primeras en movilizarse para
socorrer a las víctimas de la crisis, en particular Caritas,
el brazo de asistencia social de la Iglesia católica.
Contó con la ayuda internacional de sus homólogos
en países menos afectados. Con ese dinero, la Caritas
brasileña financió millares de pequeños Proyectos
Alternativos Comunitarios (PAC). Estos ofrecieron a
los beneficiarios oportunidades para organizarse en
grupos de producción colectiva, que se convirtieron
en la simiente de lo que después sería la economía
solidaria.
12
n. 75: 12-17, julio-septiembre de 2013
Paul Singer
El ejemplo de la católica inspiró a otras Iglesias y a
sectores sociales: los sindicatos comenzaron a organizar
a los asociados que estaban en peligro de perder sus
empleos. A inicios de los años 90 las cooperativas
de empleados que pudieron arrendar los bienes
declarados en quiebra de sus antiguos patrones y así
recuperar las empresas en forma de cooperativas de
trabajo comenzaron a multiplicarse, dando inicio a la
formación de lo que en pocos años sería la economía
solidaria brasileña. El Movimiento de Trabajadores
Rurales sin Tierra (MST), que agrupó a millares de
familias desposeídas para la ocupación de tierras no
cultivadas, ya había surgido en 1983. De acuerdo con
la Ley de Tierras en vigor, los terrenos baldíos podían
ser expropiados para entregárselos a los labriegos sin
propiedades, lo que —luego del fin de la dictadura
militar en 1985— abrió la oportunidad para el inicio
de la reforma agraria. En pocos años sumaron
decenas de millares de familias organizadas de ese
modo y que dieron origen a un notable movimiento
de cooperativas de agricultura familiar que sigue
desarrollándose en distintas regiones del país.
La movilización en favor de las víctimas de la
crisis llegó hasta las universidades, en las cuales los
profesores y los alumnos se unieron en las Incubadoras
de Cooperativas Populares, que pasaron a organizar y
asesorar a cientos y luego a millares de grupos que se
unieron en cooperativas de trabajo para enfrentar la
indigencia. Muchas de estas cooperativas, formadas
por mujeres, producen ropas, adornos, alimentos,
plantas medicinales y otros artículos. Las integradas
en su mayoría por hombres se dedican a la producción
agrícola en los asentamientos resultantes de la reforma
agraria y a la industrial, sobre todo en las ciudades en
las que se localizan las empresas recuperadas.
Otro grupo social que se organizó en cooperativas
fue el de los rebuscadores de basura, personas por lo
general muy pobres, que viven en las calles o en los
basureros. Los residuos sólidos que encuentran sirven
de materia prima para que un gran número de artesanos
produzcan una prodigiosa cantidad de objetos, en
general bonitos y atractivos. El Movimiento Nacional
de Rebuscadores de Material Reciclable calcula que
actualmente viven de esa labor entre ochocientos mil
y un millón de personas, 10% de las cuales pertenece
a cooperativas, varias de ellas contratadas por las
prefecturas para que separen los residuos sólidos
aprovechables, los limpien y los vendan a las industrias
de reciclaje. Los ingresos obtenidos por ese concepto
constituyen el pago que reciben por los servicios
prestados a la higiene ambiental de la ciudad.
Durante los años 80 e inicios de los 90, la opinión
pública brasileña solía ignorar la naciente economía
solidaria. La movilización creciente de iglesias,
sindicatos y universidades quedaba restringida a sus
respectivos radios de acción. La crisis económica
hacía estragos, a partir de 1981, en forma de una
enorme inflación cuya contención concentraba todos
los esfuerzos gubernamentales, y frustraba cualquier
perspectiva de impulsar el desarrollo. La estabilidad
de los precios se recuperó con la apertura del mercado
interno a la importación de productos industriales
baratos provenientes de Asia, lo cual debilitó todavía
más la industria nacional, con la pérdida adicional de
millones de puestos de trabajo.
El colapso del socialismo existente en la URSS y
otros países de Europa oriental indujo al Partido de los
Trabajadores a repensar los caminos del sistema, como
hicieron también otras organizaciones de izquierda en
América Latina. Los debates condujeron a considerar
los avances del movimiento obrero y de la sociedad civil
en la lucha contra los efectos de la tragedia social que
había detonado la crisis mundial en Brasil. Se empezó
a reconocer el potencial socialista de la economía
solidaria, hasta el punto de incluirla en el programa de
gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva como candidato a
la presidencia de la República en las elecciones de 2002,
en las cuales salió vencedor. La reanudación de pasos
hacia el desarrollo se produjo a partir de 2004.
La economía solidaria y sus principios
Este tipo de economía es la herencia actualizada del
cooperativismo obrero que surgió como la reacción
del proletariado a las inhumanas condiciones de trabajo
y de vida instauradas por la Revolución industrial
en Gran Bretaña a partir del siglo xviii, después en
otros países de Europa y América del Norte, y más
recientemente en los demás continentes. Los principios
de la economía solidaria se inspiran en los de la Sociedad
Equitativa de los Pioneros de Rochdale, fundada en 1844,
que se adoptaron en 1895, con pocas alteraciones, por
la conferencia fundacional de la Alianza Cooperativa
Internacional (ACI), entidad que hasta el día de hoy
representa al cooperativismo mundial. Desde entonces,
la Alianza perfeccionó estos principios en diversas
reuniones internacionales sin alterar su esencia.
El más importante de ellos estipula que el capital
de la cooperativa de trabajo tiene que ser propiedad
exclusiva de los trabajadores asociados a esta. Así se
elimina la posibilidad de que pueda haber «socios
capitalistas», es decir, que aporten capital a la
cooperativa pero que no trabajen en ella porque tienen
otras fuentes de renta. El principio de que los medios de
producción sean propiedad absoluta de los trabajadores
garantiza la autonomía de la asociación.
De él se desprende que la administración debe ser
ejercida democráticamente por los afiliados; cada uno
de ellos dispone de un voto en la asamblea de socios
La economía solidaria en Brasil
13
que constituye el órgano supremo de decisión sobre
los asuntos de los cuales dependen los rumbos de la
cooperativa. Es la autogestión obrera la que preserva
la autenticidad de esta comunidad de trabajo y, por
extensión, de la economía solidaria.
Otro fundamento importante es el de la puerta
abierta. Este afirma que nadie debe ser coaccionado
para formar parte de la cooperativa. Puesto que allí el
ambiente de trabajo es completamente distinto al de
las empresas capitalistas, los que en ella ingresan pasan
por un estadio de prueba de algunos años para verificar
si se amoldan a dicho ambiente y si sus colegas están
seguros de que se integrarán al colectivo.
En períodos de crisis es posible que una parte
de los socios quede sin trabajo, pero esto nunca
será motivo para cesantearlos. Es normal que los
trabajadores sean solidarios unos con otros, de modo
que nadie resultará individualmente perjudicado por
una evolución adversa del mercado. Las cooperativas
imposibilitadas de manera transitoria de vender toda su
producción resisten bien las crisis porque los que tienen
posibilidades de ganar dinero fuera de ellas aceptan
separarse hasta que se normalicen las condiciones
del mercado. Cada vez se reconoce más la capacidad
de resistencia de la economía solidaria. Como no
contempla lucros, sino algo denominado buen vivir,
dicha economía es merecedora de su nombre en la
medida en que permanece fiel a sus principios.
Un precepto indispensable a la autogestión es el de
la transparencia. Al contrario de la empresa capitalista,
que cultiva el secreto de negocios, la cooperativa debe
practicarla con respecto a todo lo importante que
ocurre en su seno. Si cada trabajador forma parte de
un colectivo responsable por las decisiones que definen
rumbos, es imprescindible que esté informado de
cuanto afecta a esa colectividad; de ese modo entiende
el por qué de las decisiones adoptadas. Esto queda
claro si imaginamos cómo sería una cooperativa en la
que los miembros del Consejo de administración se
reservasen las informaciones que los llevan a adoptar
determinadas decisiones. Esa actitud obligaría a los
demás trabajadores a aceptarlas, incluso si su conciencia
les hiciera desear lo contrario. La autogestión se
convertiría en una farsa.
La economía solidaria también posibilita a cada
asociado el acceso al conocimiento científico necesario
para que las iniciativas generen un pago digno y
justo por los esfuerzos desplegados en el trabajo. Los
Pioneros de Rochdale ya habían adoptado la norma
de que una parte de las ganancias de la cooperativa
debería usarse para pulir la educación de los afiliados.
En la actualidad, los conocimientos proporcionados
por la ciencia avanzan cada vez con mayor rapidez, y
este principio adquiere creciente importancia.
14
Paul Singer
Otro precepto es el de la rotación de los cargos de
dirección. Los trabajadores que los ejercen tienen la
posibilidad de aprender en función de los problemas
que afrontan, situaciones que no experimentan los
demás asociados. Al mantener contacto con clientes,
abastecedores, gerentes de bancos, representantes de
otras cooperativas —incluidas las de segundo grado y las
redes de cooperativas—, etc., gozan de oportunidades
exclusivas de aprendizaje. Esta diferencia de acceso
al conocimiento termina por destruir la igualdad de
derechos que resulta esencial para la práctica de la
democracia. Por eso la rotación en los cargos es tan
importante. En muchas cooperativas, tal principio
está explicitado en los estatutos, y se limita el número
de veces que alguien puede ser relecto para el mismo
puesto.
Resulta paradójico comprobar que no pocas veces el
principio de rotación no se tome en cuenta. En cargos
de mucha responsabilidad o autoridad a menudo la
misma persona es relecta una y otra vez, en muchas
ocasiones contra su voluntad. Como desempeñó bien
su labor, la mayoría no quiere que otra de menos
experiencia la sustituya. Además, los trabajadores que
jamás han participado en el Consejo de administración
tienden a no aceptar sustituir a los que llevan años en
él, pues no se creen capacitados para desempeñarse
en esos cargos. Esta práctica lastima gravemente el
principio de igualdad de derechos y deberes de todos
los asociados.
Las políticas públicas de economía solidaria
en el Brasil
Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia
de la República el 1 de enero de 2003 y poco tiempo
después envió al Congreso un Proyecto de Ley para la
reorganización del gobierno federal, como acostumbran
hacer los mandatarios cuando son juramentados. Uno
de los dispositivos de ese proyecto determinaba la
creación, en el Ministerio de Trabajo y Empleo (MTE),
de la Secretaría Nacional de Economía Solidaria. La
propuesta, tramitada por la Cámara de Diputados y el
Senado, fue aprobada. La nueva secretaría, conocida
hoy como SENAES, fue oficialmente inaugurada el 26
de junio del mencionado año.
El MTE existía desde 1932 y tenía por misión
defender los derechos de los empleados y, por tanto,
cuidar que se observara la consolidación de las leyes de
trabajo. En 2003, cerca de la mitad de los trabajadores
brasileños eran asalariados formales, o sea, tenían un
cuaderno de trabajo firmado por el empleador y en
el cual constaban fechas y cantidades que resumían
derechos y deberes que constituían su contrato laboral.
La otra parte de la población económicamente activa
Puesto que uno de los desafíos fundamentales que se le presentan a la economía
solidaria es la falta de acceso a capital, una de las políticas públicas que ha
logrado mejores resultados hasta el momento ha sido la de promoción de las
finanzas solidarias, las cuales están constituidas por tres tipos de entidades:
bancos comunitarios de desarrollo, fondos rotativos solidarios y cooperativas
de crédito.
estaba integrada por trabajadores por cuenta propia,
empresarios, desempleados y un alto número de
trabajadores informales, o sea, que producían para
alguien que les pagaba un salario, pero sin estar
registrados en el cuaderno de trabajo y a menudo
tampoco en la documentación de la firma del
empleador.
Puesto que en aquel momento el desempleo era muy
grande, muchas personas se sometían a la informalidad.
Esta facilitaba a los dueños incumplir con sus deberes,
ya que el empleado informal tendría gran dificultad
para demostrar sus derechos en caso que recurriera
al Tribunal del Trabajo. El MTE cuenta, entre otras
secretarías, con la de Inspección del Trabajo (SIT), cuya
misión es fiscalizar las empresas para hacerlas cumplir
sus obligaciones. Una de sus tareas consiste en multar
a las que contratan trabajadores no registrados.
Para evitar las multas, las empresas obligaban a los
trabajadores contratados a declararse como miembros
de falsas cooperativas, creadas por los empleadores para
dejar de cumplir la legislación. En aquella época la ley
consideraba socios de cooperativas de trabajo a quienes
laboraban por cuenta propia. Ellos tenían derecho a un
cobro mensual, que les entregaban mediante la falsa
cooperativa, y nada más. El pago de vacaciones, horas
extras, salario mínimo, el Fondo de garantía de tiempo
de servicio (equivalente a 8% del salario) y demás
beneficios jamás se concretaban. Esto significaba que
el trabajador era expoliado por valor de 50% del salario
que se le debía legalmente.
SENAES fue recibida con total desconfianza por los
colegas del Ministerio y sobre todo por los auditores
fiscales del trabajo: ¿qué venían a hacer en el MTE
esos sujetos encargados de fomentar, proteger y apoyar
las cooperativas cuando se sabía que todas eran falsas y
solo servían para expoliar a los pobres? Solo nosotros
sabíamos que gran número de ellas eran auténticas,
incluso muchas que prestaban servicios a empresas
capitalistas se hacían pagar, siempre que fuese posible,
montos que correspondían a todos sus derechos
legales. La total ignorancia sobre la economía solidaria
nos dejaba espantados, hasta que nuestra colega, la
secretaria de Inspección del Trabajo, nos alertó de que
la única posibilidad que ella y sus fiscales tenían para
lidiar con las cooperativas era que estas fuesen objeto de
denuncias. En esas condiciones, no era para asombrarse
el hecho de que ellos creyesen que cualquier asociación
de ese tipo solo podía ser falsa.
Felizmente, existía un nutrido movimiento de
economía solidaria que se movilizó para festejar la
creación de SENAES. Con motivo de su instalación
se realizó, en junio de 2003, en Brasilia, la III Plenaria
de Economía Solidaria, 1 con la participación de
ochocientos delegados de todo el país. Nos propusimos
apoyar todos los esfuerzos para erradicar las falsas
cooperativas, y para que las verdaderas fuesen dejadas en
paz. Organizamos cursos especiales para funcionarios
de los demás ministerios del gobierno federal acerca de
esta vertiente económica, sus principios y realidades.
La curiosidad de los convocados era muy grande, y
de modo gradual conquistamos el apoyo de la gran
mayoría de los colegas de todos los ministerios.
Una de nuestras primeras políticas fue brindar
pleno apoyo al Foro Brasileño de Economía Solidaria
—fundado en la III Plenaria— que reúne la totalidad
de las cooperativas y entidades que fomentan esa
economía en Brasil. Después de esto, ya no tuvimos
descanso, debido a la avalancha de solicitudes de
ayuda por parte de las cooperativas y de las numerosas
entidades no gubernamentales que prestaban y todavía
prestan asistencia a los emprendimientos de ese tipo
que se han estado llevando a efecto por todo Brasil.
Desde su inicio, SENAES priorizó el combate contra
la pobreza. Este era también el principal compromiso
del gobierno de Lula, que comenzó instaurando el
Programa Hambre Cero. Su realización estaba a cargo
de un ministerio especialmente creado con ese fin.
El MTE se comprometió en esa lucha junto a otros
ministerios con responsabilidades en la esfera social. El
objetivo era reducir el desempleo. En esa dirección se
involucraron dos secretarías: la de Políticas Públicas de
Empleo fomentó la creación de más plazas formales por
parte de las empresas capitalistas y públicas, mientras
que SENAES trató de incentivar el autoempleo colectivo
mediante la asociación a cooperativas. A partir de
2004, SENAES dispuso de recursos presupuestarios
del gobierno federal, y con ellos apoyó a cooperativas
y agrupaciones, constituidas por gente muy pobre,
desprovista de acceso a las fuentes convencionales
de créditos. También a entidades de la sociedad civil,
sin fines de lucro, dedicadas al fomento y soporte de
iniciativas de economía solidaria.
La economía solidaria en Brasil
15
Para hacer más efectiva su política, era necesario que
el equipo de SENAES conociese mejor las condiciones
y posibilidades reales de esas iniciativas. Con tal
motivo, convocó en 2004 al I Encuentro Nacional
de Emprendimientos de Economía Solidaria, que
tuvo lugar entre el 13 y el 15 de agosto. La respuesta
superó con creces lo esperado: no menos de 1 400
emprendedores, provenientes de todos los rincones
del país, acudieron a Brasilia. Por primera vez vimos
reunidos en la misma sala a campesinos, obreros,
artesanos, pescadores, indígenas, quilombolas,
costureras, representantes de grupos incubados por
universitarios, criadores de abejas y una gran variedad
de personas pertenecientes a movimientos sociales en
lucha contra la opresión.2
Ese encuentro resultó fundamental para impulsar la
creciente inserción de SENAES en la realidad económica,
social, cultural y política de la nación. Poco después,
esta Secretaría decidió que la economía solidaria
podría convertirse en un instrumento válido para
promover el desarrollo local de comunidades pobres.
En consecuencia, se inició un primer experimento con
quilombos, asentamientos rurales de descendientes
de esclavos que permanecieron aislados durante
generaciones, pero fueron reconocidos a partir de la
Constitución de 1988, como titulares del derecho a la
posesión colectiva del suelo, igual al que se les reconoce
a las comunidades indígenas.
SENAES optó por la estrategia de desarrollo local del
endodesarrollo, o sea, el obtenido mediante el esfuerzo
coordinado de los miembros de la propia comunidad,
sin depender de inversiones externas procedentes de
fuentes públicas o privadas. Agentes locales, escogidos
por sus vecinos e instruidos por SENAES al respecto,
eran los encargados de movilizar la comunidad y de
organizar con ella planes de progreso económico sobre
la base de la formación de cooperativas. Los agentes
estaban en contacto permanente con coordinadores del
estado respectivo y podían contar con el apoyo de las
agencias del gobierno federal, además de SENAES. Con
posterioridad, el programa se desdobló en diferentes
sectores: etnodesarrollo, cuyo punto de mira eran
las comunidades tradicionales indígenas y de los
quilombos; feminista, con el objetivo de fomentar
cooperativas formadas por mujeres; y el desarrollo de
comunidades integradas por jóvenes.
Puesto que uno de los desafíos fundamentales que
se le presentan a la economía solidaria es la falta de
acceso a capital, una de las políticas públicas que ha
logrado mejores resultados hasta el momento ha sido
la de promoción de las finanzas solidarias, constituidas
por tres tipos de entidades: bancos comunitarios de
desarrollo, fondos rotativos solidarios y cooperativas
de crédito. Cada una de estas modalidades es
autogestionaria. El banco comunitario responde a la
16
Paul Singer
población de un barrio o de una vecindad, formada por
centenares o millares de familias, pobres por lo general.
El banco financia iniciativas de economía solidaria
cuyos autores son miembros de la comunidad a la que él
pertenece. Para disponer de medios con los que realizar
los financiamientos, emite una moneda social. Esta se
emplea en el comercio de la barriada; su circulación
resulta estimulada por la concesión de descuentos en
los precios que pagarán los clientes cuando la utilicen.
Este procedimiento conlleva que los moradores del
sitio y también los de los alrededores prefieran hacer
sus compras en el lugar. Esta preferencia incentiva el
desarrollo de cooperativas de producción y de servicios
en el radio de acción del banco.
Los fondos rotativos solidarios son creados por
familias unidas por vínculos de amistad y/o parentesco.
Cada una deposita mensualmente cierto monto.
Cuando el Fondo alcanza determinada cifra de valor,
definido por los asociados, el dinero acumulado se
sortea entre las familias; la beneficiada pasa a tener
cierto capital con el cual puede construir una cisterna
si viviese en una región semiárida de Brasil, o comprar
semillas para sembrar o animales para comenzar una
cría. En los siguientes períodos de acumulación de
ahorros, los ya favorecidos siguen contribuyendo al
fondo solidario, pero no participan en los sorteos
hasta que todas las familias hayan sido contempladas.
Esta es una modalidad de financiamiento comunitario
tradicional que los pobres practican en todos los
continentes y que resulta muy efectiva. Al colectivizar
pequeños ahorros y distribuirlos al azar a una familia
tras otra, cada una tiene su oportunidad de dejar de
ser pobre, lo que constituye un proceso de desarrollo
solidario que preserva los lazos entre los participantes.
Entre todos los beneficios adquiridos, este es quizás el
más importante.
Las cooperativas de crédito son intermediarios
financieros legalmente formalizados y supervisados
por el Banco Central. Muchas veces abarcan un área
mayor y sus socios son por lo general familias en
mejores condiciones económicas que las mencionadas
con anterioridad. En Brasil, una gran parte de las
cooperativas de crédito solidario están formadas por
familias agricultoras, casi siempre propietarias de las
tierras donde producen. Forman redes en las que ofrecen
a los clientes asociados los mismos servicios financieros
que brindan los bancos comerciales privados. Su
importancia para los agricultores más pobres es vital
porque les suministran créditos públicos subsidiados
por el Programa Nacional de Fortalecimiento de la
Agricultura Familiar (PRONAF).
La descripción de las políticas públicas de economía
solidaria presentada aquí se limita a las desarrolladas por
SENAES. Políticas de similar corte son desarrolladas
por otros veintidós ministerios con los cuales esta
Secretaría mantiene acuerdos de cooperación. De igual
modo, en Brasil, centenares de gobiernos municipales
y más de la mitad de los estaduales están desarrollando
políticas públicas de economía solidaria.
Traducción: David González
Notas
1. Al respecto, véase Marcos Arruda, «Plenarias Estaduales de
Economía Solidaria en Brasil», ALOE Alianza por una economía
responsable, plural y solidaria, 5 de junio de 2003, disponible en
http://aloe.socioeco.org/article157_es.html.
2. Para obtener más información véanse Paul Singer, «Relaciones
entre sociedad y Estado en la economía solidaria», Íconos, n. 33,
Flacso-Ecuador, enero de 2009, pp. 51-65, disponible en www.flacso.
org.ec/docs/i33singer.pdf; y ANSA, «Reunión sobre economía
solidaria», La Prensa, Panamá, 16 de agosto de 2004, disponible
en http://mensual.prensa.com/mensual/contenido/2004/08/16/
hoy/negocios/9935.html.
, 2013
Temas está presente en las redes sociales. Invitamos a nuestros lectores a seguirnos también por estos caminos
virtuales.
Temas:
www.facebook.com/revistatemascuba
Temas:
www.twitter.com/temascuba
Último Jueves:
www.facebook.com/ultimojuevesdetemas
Temas:
www.youtube.com/temascubatv
La economía solidaria en Brasil
17
Economía social
en Quebec.
Entrevista al ministro
Sylvain Gaudreault
Nancy Neamtan
Presidenta ejecutiva.
Chantier de l’economie sociale, Quebec, Canadá.
Q
uebec es reconocido internacionalmente por
el importante papel que desempeñan las
empresas colectivas en el desarrollo económico
y social tanto en las zonas urbanas como
rurales. Su desarrollo es el resultado de la movilización
ciudadana al corazón de la economía y un movimiento
social que pretende imponer otra lógica económica a la
del neoliberalismo. En respuesta a la voluntad popular,
el gobierno quebequense ha adoptado una serie de
políticas públicas para apoyar el desarrollo de nuevas
cooperativas y otras formas de empresas colectivas, en
especial, en forma de asociaciones u organizaciones sin
fines de lucro.
En junio de 2013, Sylvain Gaudreault, titular del
Ministerio de Asuntos Municipales, de las Regiones
y de la Ocupación del Territorio (MAMROT) del
gobierno de Quebec, accedió a responder para Temas
este cuestionario elaborado por cortesía del Taller de
la Economía Social, organización representativa de la
economía social y solidaria en esa provincia.
Nancy Neamtan (N. N.): ¿Cómo se define la economía
social y solidaria desde el punto de vista de los intereses
canadienses?
Sylvain Gaudreault (S. G.): En Quebec, la economía
social y solidaria (ESS) es el conjunto de las actividades
económicas realizadas con fines sociales por parte de las
empresas colectivas que, para llevar a cabo su misión,
venden o intercambian bienes y servicios en un mercado.
En este sentido, utilizan medios económicos concretos a
fin de responder a las necesidades de las comunidades,
la inserción social y profesional, el bienestar común, la
creación de empleos, etcétera.
18
n. 75: 18-20, julio-septiembre de 2013
Nancy Neamtan
A diferencia de las otras, las empresas colectivas
ante todo tienen como objetivo dar respuesta a las
necesidades de sus miembros. Reinvierten la mayor
parte de sus ganancias en beneficio de su misión y
prevén una gestión transparente y un proceso de toma
de decisión democrática. Están fuertemente ancladas
en su medio, local y regional, y son importantes
herramientas de desarrollo económico y social. En
Quebec hallamos una gran diversidad de empresas
de economía social, que responden a necesidades o a
situaciones económicas muy disímiles. Ya se trate de
una cooperativa de doscientos o trescientos trabajadores
en el sector forestal o la pequeña cooperativa de
solidaridad que asume el único comercio de suministro
de la localidad, las dos contribuyen, a su manera, a la
vitalidad del territorio.
veintidós medidas presentadas por los ministerios y
organismos públicos en una infinidad de esferas para
sostener a los actores de ese tipo de economía.
Por ejemplo, el Programa de infraestructuras para
el empresariado colectivo, que depende del MAMROT,
reserva una suma ascendente a diez millones de dólares
en tres años, para apoyar las empresas de economía
social en sus proyectos de renovación o de construcción
inmobiliaria. Asimismo, las iniciativas para beneficiar
la compra pública a las empresas colectivas tienden a
instaurar un movimiento en pro del aprovisionamiento
público y municipal ante las empresas de economía
social. Por ende se realizan acciones de promoción
y de capacitación para facilitar la firma de contratos
entre las instituciones públicas y las empresas de este
sector de la economía.
N. N.: En relación con otros países ¿qué distingue la
economía social en Quebec?
N. N.: ¿Cómo se financia la economía social a partir de
los fondos privados y públicos?
S. G.: La definición quebequense de economía social
es similar en varios aspectos a la de los países europeos
—por ejemplo, España y Portugal— que han legislado
en esta esfera. Las principales diferencias conciernen a
los estatutos jurídicos de las empresas reconocidas, los
principios que las guían, e incluso, ciertas disposiciones,
como la creación de un registro o un organismo público
dedicado exclusivamente a la ESS. Una vez más, en la
gran diversidad de las empresas de economía social es
donde reside la fuerza de este sector en la provincia.
Están presentes en numerosos sectores económicos de
importancia. Casi todos sus ciudadanos hacen negocios
con una cooperativa, una mutual o una organización
sin ánimo de lucro (OBNL); por ejemplo, al efectuar
transacciones financieras, al comprar leche o al estar
protegidos mediante un contrato de seguros.
S. G.: En Quebec existe una importante red de la
«finanza solidaria». Las instituciones privadas (cajas
populares, fondos fiduciarios, OBNL que administran
fondos de reserva, fondos de trabajadores) apoyan
la capitalización de las empresas de ESS según las
condiciones adaptadas que mejor convengan a este
sector, por ejemplo, préstamo —con o sin garantía—
y capital paciente. A escala gubernamental, el
financiamiento pasa por programas y medidas más
específicas. Primero, las OBNL, cooperativas y
mutuales, son admisibles en los programas de puesta
en marcha y consolidación de las empresas en equidad
con las tradicionales. El financiamiento público de la
economía social pasa también indirectamente a través
de programas y medidas sectoriales, en particular: para
alentar la investigación y la innovación en el sector,
favorecer su desarrollo ante ciertas clientelas (nativos,
jóvenes, etc.), apoyar el establecimiento de redes
regionales de las empresas de economía social.
N. N.: ¿Cuáles son las principales políticas públicas para
estimular y desarrollar la economía social? ¿Existe una
que favorezca esta economía?
S. G.: En Quebec, el MAMROT es el encargado
de coordinar la intervención gubernamental en la
economía social. Además, fue quien propuso el proyecto
de ley marco, un paso importante para el desarrollo
del sector. Tal proyecto establece la obligación para
todos los ministerios y los organismos públicos de
reconocer la economía social como parte integrante de
la estructura socioeconómica quebequense, de tomar
dicho sector en consideración en sus programas y
medidas y de realzar las iniciativas emprendidas.
El plan de acción gubernamental para el empresariado
colectivo, desplegado entre 2008 y 2013, es igualmente
una palanca importante para el desarrollo de la
economía social. Representando inversiones públicas
de casi diecisiete millones de dólares, el plan agrupa
N. N.: ¿En qué medida el sector público puede fortalecer
su papel?
S. G.: El gobierno trata de fortalecer su papel en el
desarrollo de la economía social ante todo al establecer
una coherencia a nivel gubernamental, es decir,
garantizando que las acciones de los ministerios y
los organismos, cualquiera sea el sector de actividad,
sean pertinentes y complementarias y respondan a las
necesidades del medio. Es relevante para el gobierno
de Quebec que las empresas accedan, en la medida de
lo posible, a iguales recursos que las privadas cuando
llegue el momento de recibir ayuda por parte del
Estado. Esas empresas contribuyen de la misma manera
al desarrollo económico de la región.
Economía social en Quebec. Entrevista al ministro Sylvain Gaudreault
19
N. N.: ¿Cuáles son los centros locales de desarrollo y qué
resultados han alcanzado?
S. G.: Los ciento veinte centros locales de desarrollo
(CLD) constituyen la puerta de acceso local de los
empresarios. Situados en las municipalidades regionales
de condado de todas las regiones de Quebec, tienen
por mandato afianzar el desarrollo local, económico y
social de su territorio, lo que pasa, en especial, por el
apoyo al empresariado. Por ello, ofrecen la totalidad
de los servicios de primera línea que un empresario
pueda necesitar para echar a andar una empresa, un
proyecto, para emprender una fase de crecimiento
o para garantizar su relevo. Los CLD atienden cada
año, como promedio, más de treinta mil solicitudes
de los empresarios. Entre sus servicios, poseen fondos
destinados al desarrollo de la economía social, en
particular el Fondo de Desarrollo de las Empresas
de Economía Social (FDESS). Desde 1998 a 2010,
los CLD han creado y sostenido más de cincuenta y
seis mil empleos y han creado y consolidado más de
seis mil quinientas empresas de ESS por medio de ese
único fondo.
N. N.: ¿Qué lecciones podrían sacar Cuba y otros países
de las prácticas canadienses en materia de economía
social y solidaria en lo que se refiere a factores como la
relación costo-beneficio, el potencial, los riesgos. ¿Qué
debemos evitar y priorizar?
S. G.: Son numerosos los factores que pueden sostener
el desarrollo de la economía social a escala nacional
para que ocupe su justo lugar. El modelo quebequense
se distingue por la importancia que ha dispensado a la
innovación dentro de la esfera del financiamiento, por
su enfoque territorial y su apoyo a las redes de desarrollo
local y regional. El reconocimiento y la promoción de este
sector a nivel nacional parecen igualmente ineludibles,
no solo al establecer un marco jurídico apropiado, sino
al valorar las buenas ideas, los éxitos de las empresas
de ESS en sectores claves. El Estado y sus socios deben
apoyar las capacidades de los actores de esa economía
de manera estructural y además simultánea a diferentes
niveles: la puesta en marcha y la consolidación de las
empresas, la capitalización, la formación de la mano de
obra, la investigación, la innovación, etc. Por último, estas
acciones en favor del desarrollo se deben reflexionar con
los actores del medio, quienes conocen mejor que nadie
las realidades de esas empresas en el terreno.
N. N.: ¿El gobierno de Quebec estaría en disposición
de apoyar el nuevo cooperativismo no agrícola y la
emergencia de la economía social en Cuba?
S. G.: El Ministerio prevé de manera favorable la
colaboración internacional en cuestión de desarrollo
20
Nancy Neamtan
de la economía social, en coherencia con los valores
de solidaridad que la sostienen. Se trata de un sector
económico distinto que necesita de un reconocimiento
y un apoyo por parte del Estado para poder alcanzar
su pleno desarrollo. En este sentido, creemos que
compartir la experiencia, la información útil y las
herramientas es una clave para el éxito.
Traducción: Silvia Santa María.
, 2013
Otra economía
para otra civilización
Alberto Acosta
Economista. Profesor e investigador. FLACSO-Ecuador.
Cualquier cosa que sea contraria a la Naturaleza
lo es también a la razón, y cualquier cosa que sea
contraria a la razón es absurda.
Baruch de Spinoza (1632-1677)
D
ejemos sentado desde el inicio que no hay
alternativa alguna dentro del capitalismo.
Son inviables opciones dignas en una
civilización en esencia depredadora y
explotadora que «vive de sofocar a la vida y al mundo
de la vida».1 La Humanidad, entonces, tiene que superar
tal civilización, que además está en crisis. Y no se
puede esperar que esta abra la puerta a los cambios;
ellos deben ser construidos e impulsados como parte
de una acción política preconcebida que se aproveche
de la crisis del capitalismo.
En ese sentido, es muy importante estar atentos
a aquellos elementos que configuran la esencia
civilizatoria de ese sistema, para no insistir en ellos
y dar paso, dentro de él, a la construcción de una
alternativa. La salida del capitalismo se cristalizará
incluso arrastrando, inicialmente, algunas de sus
taras propias.
Pero eso no es suficiente. Hay que transitar del
actual antropocentrismo al sociobiocentrismo. Lo
anterior exige un proceso de mutación sostenido
y plural, como requisito fundamental para llevar a
cabo una gran transformación civilizatoria. La tarea
es organizar la sociedad y la economía asegurando
la integridad de los procesos de la naturaleza,
garantizando los diversos flujos de energía y de otros
materiales en la biosfera, sin dejar de preservar la
biodiversidad del planeta.
economía
para otra civilización
n. Otra
75: 21-27,
julio-septiembre
de 2013
21
Por lo tanto, no se trata de continuar por la senda
del tradicional progreso en su deriva productivista y
del desarrollo como dirección única, sobre todo en su
visión mecanicista de crecimiento económico, en sus
múltiples sinónimos.2 Es necesario plantear caminos
diferentes, mucho más ricos en contenidos y, por cierto,
más complejos y concretos.
En la actualidad existen muchos proyectos que se
sustentan en principios distintos a los que norman
el capitalismo. Hay prácticas, vivencias, experiencias
reales sobre las que se puede edificar otra economía.
Es indispensable, desde esta perspectiva, buscar
y diseñar salidas específicas que se multipliquen
hasta tener la fuerza y el contenido de un torrente
de cambios civilizatorios. Y allí surgirán gran parte
de los sujetos políticos colectivos que impulsarán
esas transformaciones.3 Pero, para ello hay que tener
claro qué se quiere construir. En el mundo andinoamazónico se sintetiza la visión utópica del futuro al
hablar del Buen Vivir o sumak kawsay, como alternativa
al desarrollo (no alternativa de desarrollo).4
Elementos de una economía solidaria
y sustentable
Cuando se acepta que una economía debe sustentarse
en la solidaridad y en la sustentabilidad, se busca la
construcción de otro tipo de relaciones de producción,
intercambio, cooperación y también de acumulación
del capital y de distribución del ingreso y la riqueza.
En el ámbito económico se requiere incorporar
criterios de suficiencia antes que sostener la lógica
de la eficiencia entendida como la acumulación
material cada vez más acelerada. De ello se desprende
una indispensable crítica al fetiche del crecimiento
económico, que es apenas un medio, no un fin. Esto
plantea también, como meta utópica, la construcción
de relaciones armoniosas de la colectividad, y del
individuo con la naturaleza.
El objetivo final es establecer un sistema económico
sobre bases comunitarias y orientadas hacia la
reciprocidad, que debe ser sustentable; es decir, debe
asegurar procesos que respeten los ciclos ecológicos
y que puedan mantenerse en el tiempo, sin ayuda
externa y sin que se produzca una escasez crítica de
los recursos.
Para lograr este objetivo múltiple será preciso
dejar atrás paulatinamente las lógicas de devastación
social y ambiental dominantes. El mayor desafío de las
transiciones5 se encuentra en superar aquellos patrones
culturales asumidos por la mayoría de la población que
apuntan hacia una permanente y mayor acumulación
de bienes materiales; una situación que no asegura
22
Alberto Acosta
necesariamente un creciente bienestar de todos los
individuos y las colectividades.
No solo hay que consumir mejor y en algunos casos
menos, sino que se debe obtener mejores resultados con
menos, en términos de mejorar la calidad de vida. Es
imprescindible construir otra lógica económica, que
no radique en la ampliación constante del consumo en
función de la acumulación de capital. En consecuencia,
esta nueva propuesta tiene que consolidarse superando
el consumismo, e inclusive el productivismo, sobre
bases de creciente autodependencia comunitaria
en todos los ámbitos. No se trata de minimizar la
importancia que tiene el Estado, pero sí de ubicarlo
en su verdadera dimensión, es decir, asumir sus
limitaciones y repensarlo desde lo comunitario.6
Subordinar el Estado al mercado implica supeditar la
sociedad a las relaciones mercantiles y al individualismo
ególatra. Si bien el mercado total no es la solución,
tampoco lo es el Estado por sí solo. Debe tenerse
presente, como un aspecto medular, que no todos los
actores de la economía actúan movidos por el lucro. Y
que tampoco la burocracia estatal puede suplantar las
expresiones de las comunidades, en la medida en que
ella no garantiza la participación popular en la toma
de decisiones, ni el control democrático.
Eso lleva a comprender que en una economía
solidaria, como parte de una sociedad plenamente
democrática, no puede haber formas de propiedad
capitalista monopólica u oligopólica, y tampoco puede
la empresa pública o estatal totalizar la economía,
al ser considerada la forma de propiedad principal
y dominante. Existen modos distintos de propiedad
y organización: cooperativas de ahorro y crédito, de
producción, de consumo, de vivienda y de servicios,
así como mutuales de diverso tipo, asociaciones de
productores y comercializadores, organizaciones
comunitarias, unidades económicas populares y
empresas autogestionarias. En este universo habrá que
incorporar una gran multiplicidad de organizaciones
de la sociedad civil, que pueden acompañar una
transformación que no se improvisa, e incluso ser su
base.
Tal economía parte de una marcada heterogeneidad
de formas de propiedad y de producción. Desde
donde se deberán ir construyendo otras relaciones de
producción y de control de la economía. El Estado y
el mercado tendrán un importante papel; este último
podría ser repensado desde la visión de una economía
socialista de mercado.
El objetivo, ya desde la fase de transición, será
impulsar la satisfacción de las necesidades actuales
sin comprometer las posibilidades de las generaciones
futuras. No se trata solamente de defender la fuerza de
trabajo y de oponerse a su explotación. Está en juego la
defensa de la vida misma. Así, los objetivos económicos,
subordinados a las leyes de funcionamiento de los
sistemas naturales, deben conciliarse con el respeto a la
dignidad humana y la mejoría de la calidad de vida de
las personas, las familias y las comunidades. No puede
sacrificarse la naturaleza y su diversidad; el ser humano
forma parte de ella y no tiene derecho a dominarla,
mercantilizarla, privatizarla, destruirla.7
El autocentramiento en la base
de las transiciones
Las transiciones, entendidas como rutas hacia
una nueva civilización, deben ser pensadas sobre
todo desde las nociones de autocentramiento. En esta
aproximación las dimensiones locales quedan muy bien
situadas, lo que supone una estrategia de organización
de la política y de la economía construida desde abajo y
desde dentro, desde lo comunitario y solidario; donde,
por ejemplo, cobran fuerza las propuestas productivas
resultantes de los barrios y las comunidades.
Adoptar esas nociones implica tomar decisiones
políticas colectivas, para lo cual debe seguirse un
camino gradual que vaya desde lo regional a lo
nacional, y luego al mercado mundial. Este empeño
será mucho más fácil si se cuenta con el respaldo del
gobierno central y si hay una estrategia de integración
regional autónoma, es decir, que no esté normada por
las demandas del capital transnacional.8
El fundamento básico de la vía autocentrada es el
desarrollo de las fuerzas productivas endógenas, que
incluye capacidades humanas y recursos productivos
locales y el correspondiente control de la acumulación
y centramiento de los patrones de consumo. Todo esto
debe venir acompañado por un proceso político de
participación plena, de manera tal que (sobre todo en
los países donde el gobierno no está sintonizado con
esta visión) se construyan «contrapoderes» (económico
y político) que puedan impulsar paulatinamente las
transformaciones a nivel nacional.
Esto implica ir gestando, desde las localidades,
espacios de poder real en lo político, lo económico y lo
cultural. A partir de ellos se podrán forjar los embriones
de una nueva institucionalidad estatal, así como diseñar
y construir una renovada lógica de mercado, en el
marco de una nueva convivencia social. Estos núcleos
de acción servirán de base para la estrategia colectiva
que dé lugar a un proyecto de vida en común, el cual no
podrá ser una visión abstracta que descuide los sujetos
y las relaciones presentes al reconocerlos tal como son
y no como se quiere que sean.
Una propuesta de transición desde el autocentramiento
—en lo económico— prioriza el mercado interno.
Esto no significa volver al modelo de «sustitución de
importaciones» que procuró beneficiar, y de hecho
favoreció, a los capitalistas locales, con la expectativa
de fomentar o fortalecer una inexistente «burguesía
nacional». En este nuevo contexto, mercado interno
quiere decir mercados heterogéneos y diversos, así
como de masas. En el último predominará el «vivir con
lo nuestro y para los nuestros», al vincular el campo
con la ciudad, lo rural y lo urbano, para desde allí
evaluar las posibilidades de reinsertarse en la economía
mundial.
No es posible desarrollar proyectos económicos
sin involucrar activamente a la población en su
diseño y gestión. Es necesario fomentar a la vez
la creación y el fortalecimiento de unidades de
producción autogestionarias, asociativas, cooperativas
o comunitarias (desde las familias, pasando por
las «microempresas» a nivel local, hasta llegar a los
proyectos regionales). Tal propuesta exige de modo
imperioso el fortalecimiento de dichos espacios
comunitarios. Así, por ejemplo, los productores
agrícolas deberían formar asociaciones que les
permitan manejar temas claves de manera conjunta,
como el acceso a mercados, créditos, tecnologías,
capacitación, etcétera.
Hay que crear, por igual, las condiciones para
propiciar la producción de (nuevos) bienes y servicios,
sobre la base de tecnologías adaptadas y autóctonas.
Esta política debe favorecer a empresas colectivas,
familiares o incluso individuales, pero sin dar paso al
surgimiento y consolidación de estructuras oligopólicas
y menos aún monopólicas. Tales bienes y servicios
deben estar acordes con las necesidades axiológicas
y existenciales9 de los propios actores del cambio, a
fin de estimular el aprendizaje directo, la difusión y
el uso pleno de las habilidades, la motivación para
la comprensión de los fenómenos y para la creación
autónoma.
En lo social la transición propone la revalorización
de las identidades culturales y el criterio autónomo de
las poblaciones locales, la interacción e integración entre
movimientos populares y la incorporación económica
y social de los ciudadanos en general. Estos deben
dejar su papel pasivo en el uso de bienes y servicios
colectivos y convertirse en propulsores autónomos
de los servicios de salud, educación, transporte, entre
otros, impulsados coordinada y consensuadamente
desde la escala local-regional.
Por último, en lo político, tales procesos
contribuirían a la conformación y fortalecimiento de
instituciones representativas y al desarrollo de una
cultura democrática y de participación, para lo cual
habrá que fortalecer los de tipo asambleario, propios
de los espacios comunitarios.
Estos procesos demandan el cambio de los patrones
tecnológicos para recuperar e incentivar alternativas
locales, sin negar los valiosos aportes que pueden
provenir del exterior, sobre todo de las llamadas
Otra economía para otra civilización
23
tecnologías intermedias y «limpias». Hay que entender
que gran parte de las capacidades y conocimientos
locales están en manos de comunidades y pueblos
que por decisión, tradición o marginación, se han
mantenido fuera del patrón occidental. En dichos
segmentos del aparato productivo se utilizan e inventan
opciones para facilitar el trabajo y el consumo de
productos locales, artesanales y orgánicos.
Numerosas prácticas tradicionales tienen tal
grado de solidez que el paso del tiempo parecería
solo afectarlas en lo accesorio y no en lo profundo.
Además, si se observa con detenimiento hay respuestas
productivas, como las de la agricultura orgánica, con
mejores rendimientos económicos en términos amplios
que las promocionadas actividades convencionales. La
construcción de un nuevo patrón tecnológico implica
rescatar, desarrollar, o adaptar viejas y novedosas
tecnologías, que, para ser liberadoras, no deberán
generar nuevos modelos de dependencia (a través de
los transgénicos, por ejemplo), tendrían que ser de
libre circulación y de bajo consumo energético, así
como emitir CO2 en reducidas cantidades, muy poco
contaminantes, al tiempo que aseguran la creación de
abundantes puestos de trabajo de calidad.
Ahora bien, hay que tener presente que un proyecto
de organización social y productiva, sustentado en la
dignidad y la armonía, como propuesta emancipadora,
requiere una revisión del estilo de vida vigente, sobre
todo a nivel de las élites, que sirve de marco orientador
(inalcanzable) para la mayoría de la población en
el planeta. Igualmente habrá que procesar, sobre
cimientos de equidades reales, la reducción del tiempo
de trabajo y su redistribución, así como la redefinición
colectiva de las necesidades axiológicas y existenciales
del ser humano en función de satisfactores singulares
y sinérgicos, ajustados a las disponibilidades de la
economía y la naturaleza.10
L as limitaci ones d el extr ac tiv ismo
desbocado
Esta transición económica debería hacerse extensiva
a aquellas formas de producción, como la extractivista,
que sostienen las bases materiales del capitalismo
y que ponen en riesgo la vida misma. Los países
productores y exportadores de materias primas, es
decir, de naturaleza, son funcionales al sistema de
acumulación capitalista global y son también, indirecta
o directamente, causantes de los problemas ambientales
mundiales.
Aunque pueda resultar contradictorio, la actual
crisis múltiple y mutante del capitalismo y el manejo
que se le ha dado, fundamentado en multimillonarias
inyecciones de recursos financieros para salvar la
24
Alberto Acosta
banca, mantienen elevados —vía especulación— los
precios de muchas materias primas, como el petróleo y
los minerales, e incluso de muchos alimentos; situación
que ya estuvo presente en los años anteriores a la crisis
como parte de la lógica especulativa del capital ficticio.11
Así estos recursos ya no solo están destinados a atender
la demanda energética o productiva o alimenticia,
sino que se han transformado en activos financieros
en medio de una economía mundial dominada por
fuerzas y tendencias especulativas.
Por lo tanto, caminar hacia el socialismo, como reza
el discurso oficial de algunos gobiernos «progresistas»,
alimentando las necesidades —incluyendo las
demandas especulativas— del capitalismo global,
a través de la expansión del extractivismo,12 es una
incoherencia. El extractivismo no es compatible con
una economía solidaria y sustentable porque depreda
la naturaleza y devasta comunidades, al mantener
estructuras laborales explotadoras de la mano de obra,
que no aseguran un empleo adecuado.
En países en los que aquel prima, la dinámica
económica se caracteriza por prácticas «rentistas».
Su estructura y vivencia social está dominada por las
lógicas clientelares. Mientras que la voracidad y el
autoritarismo caracterizan la vida política. Esto explica
la contradicción de países ricos en materias primas
donde, en la práctica, la masa de la población está
empobrecida. Parece que somos pobres porque somos
ricos en recursos naturales.13
El ser humano en el centro de la otra
economía
Aquí él debe ser el centro de la atención y su factor
fundamental, siempre como parte de la naturaleza. Si
este es el eje de dicha economía, el trabajo es su sostén.
Lo anterior plantea el reconocimiento en igualdad de
condiciones de todas las formas de trabajo, productivo
y reproductivo. La economía solidaria es entendida
también como «la economía del trabajo».14 Así este es
un derecho y un deber social. Por lo tanto, ninguna
forma de desempleo o subempleo puede ser tolerada.
No solo se trata de producir más, sino de hacerlo para
vivir bien, que el trabajo contribuya a la dignificación
de la persona. Habrá que asumirlo como espacio de
libertad y de goce. Y en este contexto habrá incluso que
pensar en distribuirlo de otra manera, pues cada vez es
más escaso, proceso que vendrá atado con una nueva
forma de organizar la economía y la sociedad.
A su vez, tendrían que fortalecerse los esquemas
de auto y cogestión en todo tipo de empresas, para
que los trabajadores y las trabajadoras decidan en la
conducción de sus unidades productivas.
El objetivo final es establecer un sistema económico sobre bases comunitarias
y orientadas hacia la reciprocidad, que debe ser sustentable; es decir, debe
asegurar procesos que respeten los ciclos ecológicos y que puedan mantenerse
en el tiempo, sin ayuda externa y sin que se produzca una escasez crítica de
los recursos.
Al rescate de algunas lógicas económicas
Para empezar una acción transformadora hay que
reconocer que en el capitalismo lo popular y solidario
convive y compite con la economía capitalista y con
la pública.
El sector de la economía social y solidaria está
compuesto por el conjunto de formas de organización
económica-social en las que sus integrantes, colectiva o
individualmente, desarrollan procesos de producción,
intercambio, comercialización, financiamiento
y consumo de bienes y servicios. Tales formas
de organización solidaria incluyen en el sector
productivo y comercial cooperativas, asociaciones y
organizaciones comunitarias, así como diversos tipos
de unidades económicas populares. A estas se suman
las organizaciones del sector financiero popular y
solidario, que tienen en las cooperativas de ahorro
y crédito, en las cajas solidarias y de ahorro y en los
bancos comunales sus pilares. Inclusive habría que
rescatar valiosas experiencias con dinero alternativo,
controlado por las comunidades, que han servido no
solo para resolver problemas en épocas de crisis agudas,
sino que han sido de enorme utilidad para descubrir y
potenciar las capacidades locales existentes.
Organizaciones como estas casi siempre sustentan
sus actividades en relaciones de solidaridad, cooperación
y reciprocidad y ubican al ser humano como sujeto y
fin de toda actividad económica, por encima del lucro,
la competencia y la acumulación de capital. Desde
esa lógica es necesario romper con las expresiones de
paternalismo, asistencialismo o clientelismo, por un
lado; y por otro, con toda forma de concentración y
acaparamiento; prácticas que han dominado la historia
de la región. El Estado tiene mucho que hacer en este campo.
Por ejemplo, invertir en infraestructura y generar las
condiciones que dinamicen a los pequeños y medianos
productores, los cuales, con una pequeña inversión,
sacan mucho más rédito a la unidad monetaria
invertida que a la que invierten los grandes grupos de
capital. Su problema es que no poseen capacidad de
acumular. Ganan muy poco y viven en condiciones de
inmediatez económica, subordinados muchas veces al
gran capital. Tampoco tienen, mayoritariamente, una
adecuada preparación profesional y técnica, dado que
el Estado no se ha preocupado en ofrecer capacitación
para la apropiada gestión de este sector productivo.
Igualmente, hay que favorecer la cooperación
entre estas empresas de propiedad social, en lo que
se denominan «distritos industriales populares». Al
respecto, existen numerosas experiencias. Lo que
toca es profundizar y ampliar este tipo de prácticas,
para que sean más las empresas que compartan costos
fijos (maquinaria, edificios, tecnologías, entre otros)
y aprovechen así economías de escala, lo que les
aseguraría una mayor productividad.
Por ello se vuelve impostergable una reconversión
de la matriz productiva. Esta decisión exige el ejercicio
soberano sobre la economía, la desprimarización de su
estructura, fomentar —e invertir en ella— la innovación
científico-tecnológica estrechamente vinculada con el
nuevo aparato productivo (y no en guetos de sabios);
también demanda la inclusión social, la capacitación
laboral y la generación de empleo abundante y bien
remunerado. Este último punto es crucial para evitar
el subempleo, la desigual distribución del ingreso, el
desangre demográfico que representa la migración,
entre otras patologías inherentes al actual modelo
primario-exportador de acumulación.
Las estrategias de transición tendrán que ser
necesariamente plurales. Teniendo como horizonte la
vocación utópica de futuro hay que desplegar acciones
concretas para resolver problemas concretos. Y en ese
empeño, rescatar y potenciar las prácticas y los saberes
ancestrales, así como todas aquellas visiones y vivencias
sintonizadas con la praxis de la vida armónica y en
plenitud, que apunten en dicha dirección.
Otro aspecto fundamental es reconocer que esta
nueva economía no puede circunscribirse al mundo
rural o a los sectores populares urbanos marginados.
Uno de los mayores desafíos radica en repensar las
ciudades, rediseñarlas y reorganizarlas, al tiempo que
se construyen otras relaciones con el mundo rural,
pensar formas diferentes de organizar la vida para y
desde las ciudades.
Construcción paciente vs. improvisación
irresponsable
La civilización capitalista ha favorecido el
individualismo, el consumismo y la acumulación
Otra economía para otra civilización
25
agresiva de bienes materiales, lo que ha exacerbado
la competitividad entre iguales. Científicamente se
ha demostrado la tendencia natural dominante de
los humanos a la cooperación y la asistencia mutua.
Es necesario recuperar y fortalecer esos valores y
aquellas instituciones sustentadas en la reciprocidad
y la solidaridad.
Hay que valorizar los postulados feministas de una
economía orientada al cuidado de la vida, basada en las
virtudes antes mencionadas. La soberanía debe aflorar
con fuerza en varios ámbitos, como el monetario, el
financiero, el energético o el alimentario. Por ejemplo,
en este último, será un pilar fundamental de otra
economía, que se sustentará en el derecho que tienen
los agricultores a controlar la tierra y los consumidores
su alimentación. Esta debe entenderse como un derecho
humano. Y ello empieza por erradicar el hambre a
través de una verdadera revolución agraria.
Es imprescindible el acceso democrático a la tierra,
que constituye un bien público. Dicha estrategia
demanda respuestas participativas, descentralización
efectiva, reconocimiento de tecnologías propias y
ancestrales. Los campesinos y sus familias serán los
protagonistas de este proceso, sobre todo a través
de asociaciones de productores, comercializadores y
procesadores de alimentos.
El Estado —tanto el gobierno central como los
descentralizados— debe establecer las políticas
adecuadas para fomentar el cultivo ético de la tierra,
desprivatizar el agua y asegurar la gestión social del
riego, implementar adecuados mecanismos de crédito,
impulsar tecnologías apropiadas para el entorno,
fomentar los sistemas de transporte y los mercados
justos, promover la refores­tación y cuidar las cuencas
hidrográficas, apoyar los procesos de capacitación de
los campesinos, alentar el establecimiento de indus­trias
locales para procesar los productos agrícolas.
Lo anterior requiere una política de aprovechamiento
de los recursos naturales orientada a «transformar antes
que transportar», tanto para artículos tradicionales
de exporta­ción como para la producción de consumo
interno.
Es fundamental proteger el patrimonio genético e
impedir el ingreso de semillas y cultivos transgénicos.
Ello evitará la pérdida de diversidad genética en
la agricultura, la contaminación de variedades
tradicionales y la aparición de superplagas y malezas.
Y por supuesto resulta intolerable la producción de bio
o agrocombustibles.
Las finanzas deben apoyar el aparato productivo
y dejar de ser simples instrumentos de acumulación
y concentración de la riqueza, realidad que alienta
la especulación financiera. De ahí que sea preciso
construir una nueva arquitectura en este campo, en la
que los servicios financieros sean de orden público. En
26
Alberto Acosta
ella, las finanzas populares, por ejemplo las cooperativas
de ahorro y crédito, deberán asumir un papel cada vez
más preponderante como promotoras del desarrollo,
en paralelo con una banca pública de fomento, que
aglutine el ahorro interno e impulse las economías
productivas de características más solidarias. Las
instituciones financieras privadas deberán dejar su
espacio de predominio a favor de ese otro tipo de
estructura.
Esta nueva economía consolida el principio del
monopolio público sobre los recursos estratégicos,
pero, a la vez, establece una dinámica de uso y
aprovechamiento de ellos desde una óptica sustentable.
Asimismo, son necesarios mecanismos de regulación
y control en la prestación de los servicios públicos.
La propiedad privada, comunitaria, pública o estatal
deberá cumplir su función social y ambiental.
Los planteamientos expuestos marcan un derrotero
para una nueva forma de organización y de economía.
Quizás convenga rescatar el postulado de Carlos Marx
en su Crítica al Programa de Gotha, en 1875: «de cada
cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus
necesidades». Y todo esto aceptando que los seres
humanos formamos parte de la naturaleza.
Estas palabras pueden parecer una utopía. De eso se
trata; hay que escribir todos los borradores posibles de
una utopía por construir, una que implique la crítica de
la realidad desde los principios plasmados en la filosofía
de la vida plena. Una utopía que, al ser un proyecto
de vida solidario y sustentable, constituya una opción
alternativa colectivamente imaginada, políticamente
conquistada y construida, para ser ejecutada por
acciones democráticas.
Notas
1. Bolívar Echeverría, Modernidad y blanquitud, Editorial ERA,
México, DF, 2010.
2. Debemos aceptar que ningún proceso económico puede ser
sustentable al margen de los límites que tienen los ecosistemas y
que la economía es parte de un sistema mayor y finito que es la
biosfera. De ahí que el crecimiento económico permanente sea
imposible. Véase, al respecto, Enrique Leff, «Decrecimiento o
deconstrucción de la economía», Peripecias, n. 117, 8 de octubre de
2008; Imaginarios sociales y sustentabilidad, (mimeo), 2010.
3. Véase José Luis Coraggio, «Economía social y solidaria. El trabajo
antes que el capital», en Alberto Acosta y Esperanza Martínez, eds.,
La Naturaleza con derechos. De la filosofía a la política, Serie Debate
Constituyente, Abya-Yala, Quito, 2011.
4. Véanse Confederación de Nacionalidades Indígenas del
Ecuador (CONAIE), Propuesta de la CONAIE frente a la Asamblea
Constituyente. Principios y lineamientos para la nueva Constitución
del Ecuador, por un Estado Plurinacional, Unitario, Soberano,
Incluyente, Equitativo y Laico, Quito, 2007; Fernando Huanacuni
Mamani, Vivir Bien / Buen Vivir, Convenio A. Bello, Instituto
Internacional de Investigación y CAOI, La Paz, 2010; Eduardo
Gudynas, «El mandato ecológico. Derechos de la naturaleza y
políticas ambientales en la nueva Constitución», en Alberto Acosta
y Esperanza Martínez, Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora,
Serie Debate Constituyente, Abya Yala, Quito, 2009; Boaventura
de Souza Santos, «Refundación del Estado en América Latina.
Perspectivas desde una epistemología del Sur», en Alberto Acosta
y Esperanza Martínez, eds., Soberanías, Abya Yala, Quito, 2010;
David Cortez, «Genealogía del “buen vivir” en la nueva constitución
ecuatoriana», en Raúl Fornet-Betancourt, ed., Gutes Leben als
humanisiertes Leben. Vorstellungen vom guten Leben in den Kulturen
und ihre Bedeutung für Politik und Gesellschaft heute. Dokumentation
des VIII. Internationalen Kongresses für Interkulturelle Philosophie,
Wissenschaftsverlag Main, Aachen, 2010; Arturo Escobar, Una
minga para el postdesarrollo. Lugar, medio ambiente y movimientos
sociales en las transformaciones globales, Fondo Editorial de la
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, Lima, 2010; René Ramírez, «Socialismo del sumak kawsay o
bio-socialismo republicano», en Los nuevos retos de América Latina.
Socialismo y sumak kawsay, SENPLADES, Quito, 2010; Aníbal
Quijano, «¿Bien vivir?: entre el “desarrollo” y la descolonialidad
del poder», Ecuador Debate, n. 84, Quito, 2011; Atawallpa Oviedo
Freire, Qué es el suma kawsay. Más allá del socialismo y capitalismo,
s/e, Quito, 2011; CODENPE, Sumak Kawsay - Buen Vivir, Serie
Diálogo de Saberes, Quito, 2011; José María Tortosa, «Mal desarrollo
y mal vivir. Pobreza y violencia a escala mundial», en Alberto
Acosta y Esperanza Martínez, La Naturaleza con derechos. De la
filosofía a la política, Serie Debate Constituyente, Abya Yala, Quito,
2011; François Houtart y Birgit Daiber, comps., Un paradigma
postcapitalista: El bien común de la Humanidad, Ruth Casa Editorial,
Panamá, 2012; Koldo Unceta, «Crecimiento, decrecimiento y
Buen Vivir», en Construyendo el Buen Vivir, PYDLOS, Cuenca,
2012; Raúl Prada Alcoreza, «Horizontes del vivir bien», ponencia
presentada en Congreso de LASA 2012 (mimeo), 2012; Alberto
Acosta, Buen Vivir-Sumak Kawsay. Una oportunidad para imaginar
otro mundo, Icaria, Barcelona, 2012.
creación, recreo, identidad y libertad; y, cuatro columnas con las
necesidades existenciales: ser, tener, hacer y estar.
10. Véase Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martin
Hopenhayn, ob. cit.
11. «Todo lo que facilita el negocio, facilita la especulación, los dos
en muchos casos están tan interrelacionados, que es difícil decir,
dónde termina el negocio y empieza la especulación». James W.
Gilbart (The History and Principles of Banking, 1834), en Carlos
Marx, El Capital, cap. 25, t. III, Editorial Cartago, Buenos Aires.
12. «Se utiliza el rótulo de extractivismo en sentido amplio para las
actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales,
que no son procesados (o que lo son limitadamente), y pasan a ser
exportados». Eduardo Gudynas, ob. cit.
13. Jürgen Schuldt, ¿Somos pobres porque somos ricos? Recursos
naturales, tecnología y globalización, Fondo Editorial del Congreso
del Perú, Lima, 2005.
14. José Luis Coraggio, ob. cit.
, 2013
5. En la actualidad hay muchos proyectos empeñados en impulsar
estas transiciones. Destaco la tarea emprendida por el Grupo
Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo de la
Fundación Rosa Luxemburgo, que ya ha publicado dos libros: Más
allá del desarrollo (2011) y Alternativas al capitalismo y colonialismo
del siglo xxi (2013). Véase también Alejandra Alayza y Eduardo
Gudynas, eds., Transiciones, postextractivismo y alternativas al
extractivismo en el Perú, Fundación Rosa Luxemburgo, Quito,
2011.
6. En el mundo andino-amazónico se plantea la construcción de
un Estado plurinacional e intercultural, que tendrá que ser, ante
todo, comunitario.
7. En la Constitución ecuatoriana de 2008 se concedió, por primera
vez en la historia de la humanidad, derechos a la naturaleza,
paso de gran transcendencia para la transformación civilizatoria.
Disponible en www.asambleanacional.gov.ec/documentos/
constitucion_de_bolsillo.pdf.
8. Como sucede con los ejes multimodales previstos por la Iniciativa
para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana
(IIRSA), que constituye un proyecto para vincular aún más la región
a las demandas de acumulación del capitalismo global.
9. Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn
(«Desarrollo a escala humana. Una opción para el futuro»,
Development Dialogue, número especial, CEPAUR y Fundación
Dag Hammarskjold, 1986) nos recuerdan que las necesidades no
son infinitas y relativas, sino finitas y universales. Proponen una
matriz que abarca nueve necesidades humanas básicas axiológicas:
subsistencia, protección, afecto, comprensión, participación,
Otra economía para otra civilización
27
Cooperativas
en el capitalismo:
desarrollo y contradicciones
Jesús Cruz Reyes
Profesor. Universidad de La Habana.
U
na cooperativa es una asociación de
personas copropietarias de una organización
económica creada con la unión de recursos
de sus miembros, conducida conjuntamente
por estos, y basada en la cooperación consciente
y voluntaria. Puede ser resultado de la unión de
diferentes recursos monetarios, materiales, equipos,
materias primas, mano de obra.
La cooperación
El término cooperación tiene una triple connotación
de relaciones económicas. Por una parte están las
relaciones de cooperación establecidas en la producción
a escala nacional que abarcan, en cualquier nivel, los
vínculos mutuos y dependencias ramales, intrarramales,
de las regiones, así como los tipos socioeconómicos de
productores. Estos vínculos se desarrollan en un espacio
sociogeográfico concreto, por lo cual la cooperación
puede ser un elemento importante del desarrollo local.
La fijación y el perfeccionamiento conscientes de esos
lazos pueden contribuir a su consolidación y armonía
y a la estabilidad de toda la actividad económica a
nivel nacional.
Por otra, dichas relaciones de cooperación se
refieren, además, a los vínculos inmediatos entre los
participantes en el proceso de trabajo y de producción
de los bienes materiales. Este tipo de cooperación es
cambiante, circunstancial y se corresponde con las
particularidades y nivel de desarrollo tecnológico
de cada rama productiva; es, a la vez, una forma de
organización del trabajo.
28
75: 28-35, julio-septiembre de 2013
Jesús Cruzn.Reyes
Por último, las relaciones de cooperación
comprenden también la coordinación voluntaria y
consciente de acciones de quienes, con el aporte de
sus recursos propios, forman una organización de
propiedad colectiva, cooperativa; tales individuos se
agrupan con un interés común para alcanzar ciertos
objetivos mediante el progreso económico. Aquí la
cooperación es un tipo de organización autónoma,
independiente, en cuyo seno caben distintas formas
organizativas del proceso de trabajo.
A estos dos últimos tipos de relaciones de
cooperación dedicaré algunos comentarios con el
objetivo de conceptualizarlos, establecer los vínculos
entre ambos y las condiciones histórico-concretas que
dieron lugar al nacimiento de la propiedad cooperativa
de obreros y de otras clases sociales.
Una definición de cooperación, en el trabajo, en su
forma más simple, fue formulada por Carlos Marx en
El Capital:
La forma del trabajo de muchos obreros coordinados y
reunidos con arreglo a un plan en el mismo proceso de
producción o en procesos de producción distintos, pero
enlazados se llama cooperación.1
En comparación con la pequeña industria artesanal
o pequeña finca, privada e individual, la cooperación
supone concentrar una gran masa de medios de
producción y de fuerza de trabajo en un mismo
sitio y, consecuentemente, la oferta de un volumen
mayor de productos de calidad homogénea, con más
productividad en el trabajo del hombre y con evidente
economía de recursos.
Esta masa de trabajadores se transforma en una
fuerza colectiva superior, con un nivel más alto en la
productividad. La labor en conjunto permite extender
el radio de acción del trabajo, acortar el tiempo de
ejecución de algunas actividades, genera economía en el
empleo de los medios de producción y, por tanto, costos
más bajos por mercancía elaborada, o sea, permite
realizar obras gigantescas que un hombre solo no podría
crear jamás. Por ejemplo, la construcción de un edificio
de 60 m2 requiere menos gastos materiales, laborales y
monetarios que quince de 4 m2 cada uno.
La capacidad productiva de aquellos que laboran
juntos se potencia, se convierte en una nueva fuerza
social productiva, más eficiente que la suma de los
trabajos individuales de cada uno. Las organizaciones
económicas basadas en la cooperación y concentración
de la producción, hasta cierta escala, tienen ventajas
económicas colaterales en la competencia con las de
menor tamaño.
Al propio tiempo, la cooperación es una
imprescindible relación social —aunque no es
dominante—, un tipo de vínculo entre personas,
inherente a diferentes modos de producción. Adquiere
su naturaleza socioeconómica de las relaciones de
producción que prevalecen en la sociedad en un
momento dado, a las cuales sirve y se subordina. Su
empleo ha sido una condición económica y social
básica para el desarrollo del capitalismo desde sus fases
más tempranas.
Factores socioeconómicos de la aparición
de las cooperativas
El régimen capitalista bajo la revolución industrial
de 1750 a 1850 tendría varias repercusiones inmediatas
para el obrero en cuanto a: la duración del día de trabajo,
condiciones de seguridad e higiene, régimen y disciplina
laborales, explotación al obrero como consumidor en
los comercios, hacinamiento, insalubridad, estrechez
y pésimo entorno higiénico de sus viviendas.
Las jornadas de trabajo en la primera mitad del
siglo xix eran tan largas y extenuantes que Federico
Engels relata el inusual hecho de que una asamblea
pública en la localidad de Nottingham, reclamaba
en 1850 una jornada laboral de dieciocho horas para
los hombres.2 La explotación del trabajo infantil, por
su parte, era tan desmedida que el Parlamento inglés
aprobó en 1833 que el día de labor para niños de 13 y
14 años fuese de doce horas.
El ilegal e infame sistema de pago en especie
que aplicaban los patronos constituía un medio de
expoliar a los obreros, contra el cual estos se rebelaban
continuamente. Además, la carencia de ropa de
trabajo adecuada, la inseguridad laboral y la falta
de higiene, ventilación e iluminación en las fábricas
generaban numerosas enfermedades y un elevado
índice de accidentes, pues no existían medios de
protección para utilizar los equipos y maquinarias de
alta peligrosidad.
Las primeras respuestas aisladas e instintivas de
los obreros estuvieron encaminadas, al menos en
Inglaterra, a destruir las máquinas o al asesinato de los
inventores de tales aparatos y de los empresarios que
les imponían duras condiciones de trabajo. El boicot
a las fábricas y las huelgas empezaron a convertirse
en herramientas de lucha. Las protestas tenían que
sacudir fuertemente a varios países europeos. Entre sus
demandas estaban la reducción de la jornada laboral,
la supresión del pago en especie y el derecho a crear
sus propias organizaciones.
En este escenario convergieron el movimiento
sindical y el socialista. Dentro de este último se
distinguieron hombres de diversos estratos sociales
que criticaban severamente la degradación en que se
encontraban las masas trabajadoras y buscaban medios
para transformar la sociedad.
Los socialistas utópicos compartían la crítica
contra la explotación y opresión de los trabajadores,
Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones
29
la degradación y miseria de las masas populares y los
antagonismos de clases y veían en la cooperativa un
medio de transformación social y de mejoramiento
humano. Bajo la inspiración y recursos de Robert
Owen y Charles Fourier, dos de sus exponentes
más representativos, funcionaban centenares de
organizaciones cooperativas en Europa y América del
Norte en la década de 1840-1949.
La expoliación a que estaban sometidos los
trabajadores en el comercio impulsó a veintiocho
tejedores de una hilandería de algodón en la zona
de Rochdale, cerca de Manchester, a abrir, en 1844,
con el dinero que tenían ahorrado, un almacén, una
cooperativa de consumo donde ellos y sus familias
pudieran adquirir bienes de primera necesidad con
buena calidad y a precios accesibles.
Esta cooperativa sentó las bases de un modelo
organizacional para los cientos de cooperativas obreras
que ya funcionaban en la industria y en los servicios
en las principales naciones capitalistas de aquella
época y para la ulterior constitución de cualquier otro
tipo —anteriormente, muchas de estas asociaciones
fracasaron porque predominó en ellas un espíritu de
beneficencia y/o porque carecían de una adecuada
conducción económica. Se trataba de un modelo de
asociación comprensible, admisible y conciliador de los
intereses personales con los colectivos para disímiles
grupos de personas. Los fundadores establecieron
principios de funcionamiento, relaborados más
adelante por el cooperativismo internacional, que
serían de aceptación universal: libre ingreso y libre
retiro; control democrático; neutralidad política,
racial y religiosa; ventas al contado; devolución
de excedentes; interés limitado sobre el capital y
educación continua.3
La cooperativa satisfizo plenamente en su
funcionamiento los objetivos y necesidades de sus
creadores. Rochdale marcó el inicio del cooperativismo
moderno, porque sentó valores, estableció normas y
estímulos (estos serían tomados por muchas tiendas de
todo tipo en el mundo en años posteriores) para el socio
que más comprara con el propósito de contrarrestar
el hecho de que en otras cooperativas sus asociados
preferían las tiendas de los comerciantes. Además,
desplegó una intensa labor social: edificó viviendas y
escuelas para sus socios.
Expansión de las cooperativas
En 1863, las cooperativas de consumo existentes
en Inglaterra, decidieron agruparse —conservando
su autonomía y personalidad jurídica propia— en
una Unión, para comprar al por mayor y más barato
las mercancías que vendían en sus establecimientos
30
Jesús Cruz Reyes
asociados, recibir asesorías e intercambiar experiencias
entre ellas. A principios del siglo xx, se habían
diseminado por diversos lugares del mundo. En 1900,
un total de 1 700 000 ingleses eran miembros de esas
organizaciones,4 mientras en Rusia la cifra ascendía a
seis millones de personas en 1910.5
En Alemania, en contraposición a las cooperativas
de consumo, se alzaban los grandes comerciantes,
quienes reclamaban que los funcionarios estatales no
participaran en este tipo de asociaciones de trabajadores
y se levantaban contra los partners de aquellas, con
el pretexto de que eran impulsadas por hombres
de izquierda. Sin embargo, se expandieron allí las
cooperativas de ahorro y crédito, que favorecieron
a los pequeños agricultores individuales entre 1850
y 1900. Una paciente y prolongada labor persuasiva
desarrollada entre la población rural por Friedrich
Wilhelm Raifeissen (1818-1888), alcalde de una
ciudad germana, propició la fundación, en 1864, de
la Asociación de Cajas de Préstamos de Heddesdorf,
sobre la base de los recursos propios.
Ya en 1890 existían 3 467 cajas de ahorro, cifra que
aumentaría a 11 477 en 1900.6 El hecho de que Raifeissen,
hombre cristiano, se apoyase en personas de fe religiosa
pesó, probablemente, para que esas cooperativas no
enfrentaran la hostilidad de las clases acomodadas y los
mismos obstáculos políticos que las de consumo.
Al movilizar pequeños depósitos de los campesinos,
la cooperativa de ahorro y crédito creó las bases para
conceder apoyo crediticio a estos a fin de desarrollar la
producción agrícola. En la concesión de un préstamo
se satisface inmediatamente a un individuo, que recibe
cierta magnitud del ahorro de otros, es decir, ingresos
monetarios no consumidos, para ser invertido en la
producción. Así, la organización se somete a un riesgo
en cuya reducción y disipación va la existencia de la
cooperativa. Esta tiene que influir en la elección del
destinatario y en el uso del financiamiento en mutuo
acuerdo con el campesino, asesorarlo y ayudarlo en la
adquisición de simientes, aperos de labranza y otros
útiles.
En sus fases iniciales las cooperativas de ahorro y
crédito intermediaron en el abastecimiento de insumos
a los campesinos. Sin precedentes resulta el ejemplo de
las de Dinamarca dedicadas a la venta y procesamiento
de leche. Su éxito consistió en enseñar a los productores
a manejar y alimentar el ganado y dotarlos de nuevos
procedimientos para conservar la calidad de la leche
procesada en un centro perteneciente a la cooperativa.
Los ingresos netos se distribuían entre los ganaderos en
función de la leche aportada, de lo que se descontaba un
porcentaje para el desarrollo de la organización colectiva.
En apenas un cuarto de siglo estas cooperativas lácteas
eran 1 100 con unos ciento sesenta mil miembros y
aportaban al mercado 80% de la mantequilla.
Casi dos siglos de práctica cooperativa corroboran que estas asociaciones
alcanzan sus objetivos institucionales si la transparencia, coherencia y
concordancia entre sus tradiciones más democráticas, sus objetivos sociales y
su sistema de valores y principios y su conducción administrativo-económica
tienen sólidos nudos orgánicos.
Otro tipo de cooperativa son las campesinas de
comercialización que se desarrollaron con éxito en los
sectores cárnicos, lácteos y hortifrutícolas en países
como Holanda, Francia y Alemania y en la actualidad
ocupan posiciones dominantes en el mercado en Europa
occidental. El hecho de que un pequeño productor
individual pudiese pertenecer simultáneamente a
cooperativas de actividades diferentes (por ejemplo,
a la de comercialización de productos agropecuarios
y a la de ahorro y crédito) le otorgaba ciertas ventajas de
la gran producción y la posibilidad de competir, no sin
éxito, en el mercado capitalista.
Las primeras cooperativas productivas surgen
en Europa con menor rapidez y profusión que las
de consumo y de ahorro y crédito en la esfera de la
circulación. En 1831 ya había en París una Asociación
de Tipógrafos y una de carpinteros, y, según diversas
estimaciones, varios cientos de cooperativas productivas
operaban en el país galo hacia 1860.
Algunas lograron mostrar temporalmente resultados
productivos apreciables para la época, sobre todo
cuando dependían de la pericia y de la labor manual
de los obreros y producían bienes de alta demanda. En
ellas cada trabajador era, a la vez, patrón de sí mismo
y obrero, y se prescindía del trabajo asalariado y de los
capitalistas. Los ingresos netos se destinaban a: formar
un fondo de capital indivisible de la organización, otro de
ayuda mutua, y la cantidad restante se distribuía a cada
obrero conforme al trabajo aportado. Marx las llamó una
«brecha en la sociedad capitalista»: una organización sin
explotadores ni explotados.
Tales cooperativas eran pequeñas empresas. Los
obstáculos en su desarrollo estaban asociados, en aquel
entonces, a la capacidad de los obreros para conducirlas,
y al insuficiente financiamiento para adquirir equipos. En
ellas no podía cumplirse el principio de la libre admisión:
el número de miembros tenía que corresponder con el
equipamiento técnico de la fábrica. En Inglaterra la cifra
de cooperativas productivas industriales creció de 13
a 105 en el período 1881-1905, mientras en Francia se
crearon 2 250 entre 1884 y 1960, pero apenas la cuarta
parte de estas sobrevivió en la segunda mitad del siglo
pasado.7
En el último tercio del siglo xix surgieron nuevas
cooperativas obreras como las de vivienda, sobre todo
entre los sectores proletarios mejor pagados. En las de
trabajo se asociaban obreros con un conocimiento u
oficio concreto, capaces de emprender, mediante un
contrato o encargo, por una suma de dinero, la ejecución
de una obra: construcción de un edificio o ciertas labores
en una fábrica. En este caso, la cooperativa laboral por lo
general no es propietaria del equipamiento que emplea
ni del producto creado por ella.
Los sindicatos italianos desempeñaron relevante
papel en la formación de cooperativas productivas
agrícolas como medio para asegurar trabajo a una gran
masa de obreros desempleados en las zonas rurales de
Regia-Emilia, durante el último tercio del siglo xix y
principios del xx. Aquí el largo proceso de discusión y
persuasión entre los trabajadores en torno a las ventajas
de la asociación colectiva fue un importante factor
subjetivo. En estas cooperativas italianas se produce la
dualidad de membresía —en la organización sindical y
en la cooperativa. Luego de aportar una cuota monetaria
que daba derecho a cierta cantidad de acciones, condición
para adherirse a la cooperativa, esos obreros agrícolas
laboraban en conjunto, con insumos aportados por la
dirección de ella, en tierras tomadas en arriendo por
la organización colectiva y recibían un ingreso por la
faena realizada. Una parte de las utilidades netas se
utilizaba para la creación de un fondo de desarrollo del
capital y la otra se distribuía a cada socio en relación
con las acciones que poseyera, lo que evidenciaba dos
criterios diferentes de distribución: teniendo en cuenta el
trabajo y el fondo monetario aportado por cada cual.
Las cooperativas (de gran inspiración proletaria
desde sus inicios) y los sindicatos surgieron como
organizaciones de los obreros a lo largo del siglo xix,
aunque con funciones diferentes.
Los sindicatos obreros y los socialistas figuraron
entonces entre los principales promotores del
cooperativismo. En el sur de Francia las cooperativas
se han desarrollado bajo la influencia directa de las
organizaciones sindicales obreras. En Bélgica los
sindicatos y el partido socialista han influido de
manera considerable en el fomento de las cooperativas
de consumo. Constituye un hecho interesante que la
primera ley cooperativa de Canadá se denominó Ley de
Sindicatos Cooperativos. Un ejemplo de la solidaridad
entre los trabajadores es el préstamo de mil cuatrocientos
millones de pesos otorgado en 1985 por el sindicato de
maestros de la Universidad Nacional Autónoma de
México a la cooperativa de refrescos y jugos Pascual, de
ese país, sin el cual esta no habría sobrevivido.
Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones
31
La expansión del cooperativismo por Europa,
América del Sur y del Norte, desde finales del siglo
xix, posibilitó que diversas federaciones nacionales
de cooperativas, procedentes de Alemania, Argentina,
Australia, Bélgica, Dinamarca, Francia, Hungría, India,
Inglaterra, Italia, los Estados Unidos, Países Bajos y
Serbia realizaran, en 1895, un congreso para fundar
la Alianza Cooperativa Internacional. Tendría que
bregar muy duro el movimiento cooperativo para que
los parlamentos de distintos países reconocieran sus
asociaciones como de fines sociales, las legalizaran y
les ofrecieran facilidades fiscales. El prejuicio político
y hostilidad económica contra las cooperativas rebasó
el siglo xix y se acentuó con posterioridad en Europa
y en otras regiones del mundo con el surgimiento de
dictaduras militares y gobiernos de corte fascista.
Actuales éxitos y contradicciones
de las cooperativas
Un nuevo despliegue del cooperativismo en el
siglo xx requería esperar cinco décadas para contar
con un ambiente político más favorable nacional e
internacionalmente como el que se produjo en el mundo
tras la derrota del fascismo.
Fuentes de la Alianza Cooperativa Internacional,
ACI, destacan que en la actualidad, más de ochocientos
millones de personas en el mundo, de altos y bajos
ingresos monetarios, están organizadas bajo la figura
cooperativa —casi dos tercios de ellos son asalariados—
en actividades como agricultura, construcción de
viviendas, servicios públicos, consumo, crédito, etc.
De estas actividades, según estimaciones, se benefician
directa o indirectamente unos tres mil millones
de personas en el mundo, considerando que cada
cooperativista representa a una familia de cuatro
miembros.
La importancia y el papel de las cooperativas en
una nación puede medirse teniendo en cuenta varios
criterios: el número de su membresía en relación con el
total de la población, su parte en el empleo para un sector
dado, o vinculado con la población económicamente
activa total, con respecto a la cuota de mercado que
corresponda a cada tipo de cooperativa. A un mayor
desarrollo económico y social más extendido está el
cooperativismo; esto es aplicable, en primer lugar, a
Europa.
Según datos del sitio web ACI Américas, una de
cada tres personas en Canadá es miembro de una
cooperativa; en Argentina, más de nueve millones de
habitantes, lo que representa una cifra superior a un
cuarto de la población total, forman parte de dieciocho
mil cooperativas de todo tipo; en Colombia y Costa
Rica, uno de cada diez ciudadanos es cooperativista.
32
Jesús Cruz Reyes
Más elocuentes son los datos referidos a que en Japón
una de cada tres familias es cooperativista y en la India
más de doscientos cuarenta millones de individuos están
vinculados a estas organizaciones. Si tal cantidad de
personas constituyese un movimiento articulado con un
proyecto de sociedad, no hay dudas de que su influencia
política en el país correspondiente sería notoria.8
Conforme a la fuente anterior, en términos
económicos, las cooperativas en Brasil venden 72%
del trigo, 43% de la soya, 39% de la leche; en Finlandia
esa participación es de 96% en los lácteos y 50% en los
huevos. Más de 70% de la comercialización pesquera
en Japón está en manos de cooperativas; en Dinamarca,
estas organizaciones conservan en la actualidad el
liderazgo que ganaron a finales del siglo xix: son
responsables de más de 90% de la producción de leche,
de carne porcina y de más de 45% de la bovina. Del
mismo modo, es significativo que la marca COOP
de productos alimentarios en Italia disponga de 18%
de todas las ventas nacionales. Las cooperativas de
consumo y las de ahorro y crédito figuran entre las más
extendidas en el mundo. A las primeras corresponde
25% del mercado en Noruega, 17% en Suecia, 80% del
comercio minorista en Kuwait.
En Europa occidental la inmensa mayoría de los
campesinos está organizada en cooperativas —con una
notable presencia en la comercialización de productos
agrícolas, más de 60% de la cuota de mercado en el
conjunto de la Unión Europea.9
Las cooperativas son un símbolo de nacionalidad en
Puerto Rico —pertenecen a los boricuas— y de identidad
regional en Quebec. Una cifra elevada de la población de
la región canadiense es miembro de alguna cooperativa.
Dos de las más grandes organizaciones de este tipo
en el mundo son quebequenses: Agropur (lácteos) y
Cajas Populares Desjardins (ahorro y crédito). Allí las
cooperativas más extendidas son las dedicadas al ahorro
y crédito, asentadas en lo fundamental en los medios
urbanos, y las dedicadas a unir campesinos.10
En cambio, en América Latina, apenas 10% de
la población económicamente activa en el sector
agropecuario es miembro de cooperativas. Sin la
cooperativa los pequeños productores rurales no podrían
sobrevivir.11 No obstante, la región latinoamericana
tiene en las cooperativas lecheras SANCOR, de
Argentina —unión de productores de las provincias
Santa Fe y Corrientes— y Dos Pinos, de Costa Rica,
ejemplos de desarrollo de fuertes cadenas productivas.
La segunda, fundada en 1947, comenzó siendo una
sencilla organización que ofrecía algunos insumos a sus
asociados y apenas procesaba y vendía cuatrocientas
botellas de leche al día. En la actualidad es una sólida
cadena productiva con modernas plantas de alta
tecnología; procesa un millón de litros de leche por día
y su volumen de ventas anuales supera los trescientos
millones de dólares. 61% de sus mil trescientos afiliados
son pequeños productores lecheros, y su aporte es de
hasta quinientos litros diarios; mientras los grandes
productores representan 5%, y su aporte per cápita
asciende a dos mil litros de leche. Vende en el mercado
nacional e internacional y suministra a todos sus
productores alimentos, equipamiento, productos
financieros, asistencia técnica, capacitación, servicios
financieros y de información, a través de una red propia
de establecimientos.13 Por lo general, las organizaciones
cooperativas son más diversas y prolíferas en los medios
urbanos. Su composición social es heterogénea; a ellas
se afilian obreros, diversos propietarios (pequeños,
medianos, grandes), funcionarios públicos, maestros,
policías, campesinos, amas de casa, etc. Tal diversidad
social se expresa en las disímiles posiciones políticoideológicas existentes, tácitas u omitidas, en el seno de
la organización colectiva y ante la sociedad.
En su conjunto, el cooperativismo ha ejercido
positiva influencia sobre sus asociados: millones de
personas tienen acceso, en condiciones sumamente
ventajosas, a los servicios de ahorro y crédito —dicho
acceso no habría sido posible con los bancos privados
por sus altas tasas de interés y los rígidos requisitos
establecidos— para las diversas necesidades personales o
familiares y el fomento de microempresas. Estos servicios
financieros, ciertamente, no se destinan al gran negocio y
sus magnitudes están asociadas al monto de los ahorros
colocados por cada individuo en la cooperativa.
No menos importante es el intenso trabajo social que
esas asociaciones realizan entre sus miembros y en la
población mediante la implementación de programas de
salud relacionados con la prevención de enfermedades
trasmisibles, apoyo a mujeres embarazadas, a ancianos
desvalidos, a escuelas, etc.
Como institución económica, las cooperativas se han
enfrentado a rivales financieramente muy respaldados,
al ofrecer productos y servicios de calidad con precios
competitivos, sobre la base de una gerencia de primer
nivel apoyada en innovaciones organizacionales y
tecnológicas. Esa capacidad, resultante de la propiedad
colectiva, de promover la participación y organizar
con eficiencia diversas actividades económicas,
asimilar el progreso técnico y movilizar bajo principios
democráticos de funcionamiento a millones de personas
en el mundo crea las premisas para elevar su papel en la
sociedad. En virtud de lo anterior, con el advenimiento
de gobiernos populares y progresistas en Latinoamérica,
las organizaciones de tipo asociativo reciben estímulos
para su constitución y despliegue y son reconocidas
como factor de progreso social.
El ejemplo de la recuperación por trabajadores
argentinos de empresas quebradas, el reducido número
de cooperativas industriales de obreros en Francia e
Inglaterra y algunos otros casos en otros países, nos
permiten concluir que el cooperativismo está casi
ausente en un sector tan importante como el productivo.
La insuficiencia de capital de los trabajadores es una
de sus limitaciones para la constitución de poderosas
cooperativas industriales con gran concentración de
capital; por ello, todas estas organizaciones no logran
conformar un sector cooperativo articulador de la
producción y la circulación y mucho menos de las
finanzas.
El principio de membresía abierta no opera igual en
los diferentes tipos de cooperativas. En las de consumo
y las de ahorro y crédito cada nuevo miembro hace
posible ampliar el mercado de operaciones. En cambio,
en la cooperativa industrial la relación equipamiento/
hombres no permite incorporar cualquier cantidad de
asociados sin dañar la productividad del trabajo y los
costos de producción.
En otros términos, la libertad de adhesión sienta las
bases para que a la organización ingresen personas de
todas las clases sociales, obreros, campesinos, empleados,
patronos, grupos étnicos o para que la abandonen si
cada adherente lo considera oportuno. Pero este
principio no equivale a admisión indiscriminada. Suele
ocurrir en la actualidad que cierto tipo de cooperativa
acepte solo a quienes ejercen determinada profesión
u oficio, o trabajen en una institución gubernamental
o empresarial específica. Ello pudiera estar justificado
por la búsqueda de la afinidad laboral y las relaciones
de confianza que deben distinguir a los integrantes de
la organización cooperativa.
Los diferentes estratos sociales que pueden
converger en este tipo de asociaciones no se igualan
en ella. Ser cooperativista es una condición transitoria,
que no está por encima de la clase social de la cual
proviene el individuo.
El crecimiento económico de las cooperativas
ha determinado que a ellas se incorporen personas
con desigual posición dentro de la organización. En
sus inicios los trabajadores asociados elegidos para
cargos directivos ejercían esas labores administrativas
de modo gratuito y voluntario, pero eso se volvió
insostenible en las etapas posteriores debido al aumento
del volumen de operaciones de la organización
colectiva. Ello dio lugar a la entrada de ingenieros,
contadores, economistas, técnicos, entre otros, en
calidad de trabajadores asalariados, para ocuparse de
la gestión económico-administrativa de la asociación
en nombre de sus miembros. Lo anterior refleja la
dualidad socioeconómica de las cooperativas: son esto
último para sus asociados y actúan como patrón con
respecto a los trabajadores asalariados que contratan,
quienes crean sus propios sindicatos y en muchas
ocasiones han apelado a la huelga para hacer valer sus
derechos laborales.
Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones
33
Distorsiones en el uso de las cooperativas
Las cooperativas han sido jurídicamente reconocidas
en la mayoría de las naciones como organizaciones de
fines sociales. Gracias a esto tienen menores exigencias
en materia de contribuciones fiscales en comparación
con sociedades expresamente mercantiles. La ley sienta
la posibilidad de que cualquier grupo de personas
se una para aprovechar las ventajas que ofrece la
cooperación.
En cada país dichas organizaciones suelen
agruparse de modo sectorial, por el tipo de producto
o servicio que brindan, en uniones o federaciones
a través de las cuales promueven el intercambio de
experiencias, la coordinación de acciones, programas
de capacitación y diversos proyectos de su interés. Por
lo general, cada cooperativa actúa de modo aislado;
algunas se relacionan entre sí como si fueran puras
organizaciones mercantiles. Ellas controlan su mundo
interior, pero en su enfrentamiento con el exterior
la institucionalidad social puede trastrocarse y ser
vulnerados sus principios.
Bajo las presiones del mercado, no pocas cooperativas
ventajosas, optan por la vorágine de las relaciones
capitalistas en la búsqueda de mayor rentabilidad
y capacidad de solvencia financiera: en lugar de
integrarse y fortalecer el intercambio entre ellas, se alían
a empresas transnacionales de las cuales supuestamente
debían distanciarse, crean joint ventures o participan en
el mercado internacional, al absorber a organizaciones
cooperativas en otros países.13
La cooperativa de procesamiento y comercialización
de productos lácteos Milkaut, argentina, que durante
muchos años tuvo un exitoso desempeño, se transformó
en una sociedad por acciones con socios fuera del
mundo cooperativo para enfrentar mejor el competitivo
mercado nacional e internacional, pero terminó siendo
absorbida por el gran capital.
En la praxis la figura cooperativa ha sido empleada
no solo con arreglo a los fines, principios y tradiciones
históricas que le dieron origen, sino también para
encubrir cualquier otro tipo de relaciones sociales y
políticas. Aquí vale aclarar que en su funcionamiento
técnico-organizativo una cooperativa no se distingue
de una empresa capitalista sea en la esfera del ahorro
y crédito sea en la comercialización.
Diversos ejemplos ilustran la utilización perversa de
las cooperativas de trabajo para favorecer a empresarios
bajo una nueva perspectiva neoliberal de la política
laboral. Por ejemplo, en Colombia las Cooperativas
de Trabajo Asociado (CTA) han crecido de manera
considerable en los últimos años, fuera de toda
reglamentación. En ese país dichas asociaciones no
están obligadas a entregar contribuciones al fisco por
34
Jesús Cruz Reyes
concepto de seguridad social y prestaciones por salud,
u otro tipo, para sus asociados.
En la ponencia «Las cooperativas de trabajo asociado
en Colombia», presentada al evento Globalizacion y
Problemas del Desarrollo en 2009, Eduardo Benavides
Legarda expone:
Fue entre el año 2002 y 2004 cuando se registró un
crecimiento desbordado de las CTA: de 2000 a 2005
las CTA pasaron de ser 21% del total de cooperativas
nacionales, a 46,1%. De 732 que existían en 2000 pasaron
a 2 980 en 2005, un crecimiento inusitado de 407%.
Durante estos años el promedio de afiliación pasó de
75 a 160 socios promedio. De 55 496 socios registrados
por las CTA en 2000 se pasó a 378 933 en 2005. Un
incremento de 682,8%.14
Benavides destaca que este crecimiento de las
cooperativas de trabajo se aprecia en aquellos
departamentos colombianos que más empleo industrial
generan; apunta, además, que en ellas «el aporte del
afiliado a la cooperativa es su trabajo y no rige la
legislación laboral sino un acuerdo cooperativo».15 El
autor del trabajo subraya que menos de 30% de todos
los miembros de las cooperativas de trabajo tiene un
ingreso monetario entre uno y dos salarios mínimos,
mientras en otros sectores 41% de los remunerados
alcanza ese ingreso o más.
En el ambiente de política laboral neoliberal de
los últimos veinticinco años, el uso perverso de las
cooperativas de trabajo consiste en que los empresarios,
con la amenaza de paralizar sus fábricas o reducir
empleos, han compulsado a los obreros a unirse en
Cooperativas de Trabajo —la mayoría ilegales— como
única manera de asegurarles un puesto laboral. Así,
los empleadores elevan sus ganancias al reducir los
costos, pues no tienen erogaciones por concepto de
vacaciones, seguridad social ni por la salud de sus
asalariados. En la CTA se paga al cooperativista por
la calidad y cantidad de su trabajo, pero no existe la
figura salario, porque al ser miembro de la asociación,
no es obligatorio que reciba el salario mínimo como
pago por su labor.
Otro ejemplo del uso politizado de las cooperativas
tuvo lugar en los años 60 del pasado siglo. Esto se
constata en América Latina donde incluso el programa
reformista y contrainsurgente llamado Alianza para el
Progreso, impulsado por los Estados Unidos, fomentó
las cooperativas para combatir las revoluciones.
Conclusiones
La cooperación es un eficaz método de organización
del trabajo y la producción. El sistema capitalista no
habría podido desarrollarse, si en su punto de partida
no hubiera apelado a este método.
A la lucha de los obreros, y sus sindicatos, contra
las precarias condiciones laborales en que les sumía
el capital en la primera mitad del siglo xix se sumaba
la fuerza crítica del movimiento socialista contra el
capitalismo al que pretendía transformar mediante la
constitución de cooperativas.
Centenares de estas asociaciones fueron constituidas
en Inglaterra y el resto de Europa entre 1800 y 1840;
sin embargo, muchas tenían vida efímera porque
prevalecía en ellas el espíritu caritativo, o porque
fueron creadas sin movilizar el interés y el esfuerzo de
los trabajadores, o por falta de organización y gestión
económica adecuadas.
El mérito de la cooperativa fundada en Rochdale en
1844 está en haber establecido las bases organizativas,
gerenciales, económicas y democráticas sobre las que
debían funcionar esas organizaciones y en convertirse
en paradigma para todas las existentes en ese momento
y para las creadas con posterioridad.
Actualmente, el cooperativismo se encuentra
implementado de modo desigual y asimétrico en
el mundo. Su presencia es mayor en la esfera del
comercio y los servicios que en la productiva. Estas
organizaciones están más extendidas y ramificadas
en las naciones desarrolladas: en general, en Europa,
América del Norte y Japón. Por su parte, en América
Latina hay más presencia de cooperativas en los medios
urbanos que en los rurales.
Algunas de estas asociaciones han logrado
sostenerse en el mercado con productos y servicios
de elevada calidad y sobre la base de una gestión
empresarial eficiente. En gran parte de Europa, a las
de comercialización de productos agropecuarios les
corresponde 60% de la cuota de mercado. Sin embargo,
este ejemplo no es frecuente en todas las esferas de
actividad que cubren las cooperativas.
Dichas asociaciones han logrado integrar una
cantidad de miembros en el mundo por sus principios
de funcionamiento, que las han distinguido de otro
tipo de organizaciones o empresas. Además, han
probado ser un medio para la organización eficiente
de la producción y los servicios en beneficio de las
personas. En sus límites internos forjan relaciones de
igualdad, ayuda mutua, democracia y funcionamiento
bajo principios de solidaridad. No obstante, las que
incluyen trabajadores asalariados tienen una cierta
dualidad: son cooperativas para sus copropietarios y
organización patronal para los otros empleados. Lo
anterior determina la existencia en ellas de dos grupos
sociales diferentes con desiguales intereses económicos
y no pocas veces en conflicto. Las relaciones de
mercado pueden ejercer poderosa influencia sobre
las cooperativas, deformarlas, absorberlas. Los límites
entre una cooperativa y una empresa puramente
mercantil pueden romperse, dadas las dualidades y
contradicciones propias de la primera. Al intentar
prosperar según las reglas del mercado algunas
sucumben, hacen cesación de sus principios.
La forma cooperativa también suele ser utilizada
como pantalla, se constituye solo por alguna ventaja
impositiva o para evadir obligaciones de la previsión
social. Esta forma contribuye a redoblar la explotación
sobre los obreros por parte de la patronal.
Dos siglos de práctica cooperativa corroboran que
estas asociaciones alcanzan sus objetivos institucionales
si la transparencia, coherencia y concordancia entre sus
tradiciones más democráticas, sus objetivos sociales
y su sistema de valores y principios, así como su
conducción administrativo-económica tienen sólidos
nudos orgánicos.
Notas
1. Carlos Marx, El Capital, t. 1, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1973, p. 281.
2. Federico Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, pp. 109-10.
3. En la actualidad, los principios cooperativos, adoptados por
la ACI en su congreso de Manchester en 1995 son los siguientes:
membresía abierta y voluntaria; control democrático de los
miembros; participación económica de los socios; autonomía
e independencia; educación, entrenamiento e información;
cooperación entre cooperativas; compromiso con la comunidad.
4. Federico Engels, ob. cit.
5. Mijaíl Tugan Varanovski, La cooperación, Editorial Pensamiento,
Minsk, 1988, p. 87.
6. Serguei Seraev, El socialismo y las cooperativas, Editorial Progreso,
Moscú, 1976.
7. Mijaíl Tugan Varanovski, ob. cit.
8. «El cooperativismo en el mundo», ACI Américas, disponible en:
www.aciamericas.coop.
9. Ibídem.
10. Asociación Canadiense de Cooperativas, «El poder de la
cooperación», Asociación Canadiense de Cooperativas, Ottawa,
2012.
11. FAO, Anuario de producción, FAO, 2008.
12. Seminario Financiamiento de las Cadenas Agrícolas de Valor,
San José, 16-18 de mayo de 2006 (CD-ROM).
13. Agropur, la gran cooperativa láctea de Canadá, compró en 2011
una del mismo sector en Argentina.
14. Eduardo Benavides Legarda, «Las cooperativas de trabajo
asociado en Colombia», ponencia presentada al evento Globalización
y Problemas del Desarrollo, La Habana, 2009.
15. Ídem.
, 2013
Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones
35
¿Convertir empresas
privadas en cooperativas?
Una experiencia
Martin Van Den Borre
Asesor de desarrollo cooperativo, Quebec, Canadá.
L
a cooperación, implantada en Quebec desde
hace más de ciento setenta años, forma
parte de la cultura y la historia del país.
Diversificado y dinámico, el movimiento
cooperativo quebequense cuenta con más de tres mil
trescientas cooperativas en más de cincuenta sectores
de actividad económica. Está estructurado en trece
federaciones y confederaciones sectoriales que forman
—conjuntamente con los grandes grupos cooperativos
y mutualistas, así como con ciertas cooperativas no
federadas— el Consejo Quebequense de Cooperación
y Mutualidad (CQCM). Los montos de negocios y de
activos consolidados de esas asociaciones ascienden a
más de veinticinco mil millones y ciento setenta y tres
mil millones de dólares respectivamente.1
La red de Cooperativas de Desarrollo
Regional
Desde hace más de veinte años, una red de once
cooperativas de desarrollo regional (CDR) constituye
el recurso principal de desarrollo cooperativo
en Quebec. Dicha red acompaña más de 80%
de las nuevas cooperativas en la provincia, y las
federaciones sectoriales, por su parte, garantizan el
desenvolvimiento del 20% restante.2 Desde que el
gobierno les extendiera su reconocimiento formal,
la red de las CDR ha permitido lanzar más de mil
* El autor agradece la colaboración especial de Patrick Duguay,
Director General, CDR de Outaouais-Laurentides, en la confección
de este texto.
36
Martin Vann.Den
75: Borre
36-44, julio-septiembre de 2013
doscientas y crear o conservar una cifra superior a
dieciséis mil empleos.3
La aparición de las primeras CDR coincide con el
surgimiento y la formalización de nuevas formas de
estructuras cooperativas, sobre todo las de trabajo,
y con la necesidad de brindarles un seguimiento
profesional especializado. Pero tal red, cuyo criterio
de agrupación es regional, tiene como primera misión
favorecer las operaciones recíprocas entre las diferentes
formas de cooperativas de su territorio y promover la
educación en este sector. Con más de cien empleados
y mil cien asociaciones miembros, las CDR supervisan
anualmente la creación y el desarrollo de más de
un centenar de cooperativas sobre el conjunto del
territorio quebequense. Una parte importante de esos
proyectos se realiza a través de la transformación o la
recuperación de empresas privadas.
La primera CDR de la región, la de OutaouaisLaurentides, fue fundada en 1974 como cooperativa
de segundo nivel con el cometido de favorecer las
operaciones recíprocas en su territorio. Cada año se
encarga de entre diez y veinte nuevos proyectos de
cooperativas en diversos sectores. Brinda servicios
a más de ciento cuarenta cooperativas circunscritas
en una extensión territorial de 50 000 km2, y cuya
población supera los novecientos mil habitantes.
En el transcurso de estos cuarenta años de labor,
ha supervisado a más de cincuenta cooperativas en
proyectos de compra y transformación de empresas
de capital privado.
Las adquisiciones de empresas en el desarrollo
cooperativo
Aun cuando la mayoría de las nuevas empresas
cooperativas nacen con la puesta en marcha de nuevas
empresas, una parte importante de ese desarrollo se
realiza mediante la transformación o la compra (total
o parcial) de empresas de capital privado.
La compra de empresas privadas por parte de
las cooperativas desempeña diversos papeles en el
desarrollo cooperativo quebequense pues permite:
acelerar el proceso de creación de nuevas cooperativas,
que las cooperativas existentes adquieran parte del
mercado, la creación de modelos híbridos que faciliten
la recaudación de nuevos capitales, manejar los riesgos
asociados a la diversificación, bajar la barrera a la
entrada en nuevos sectores de actividad, y constituir
una forma de reanimación parcial o gradual de las
empresas privadas por parte de los trabajadores, los
consumidores o de ambos.
Son varias las motivaciones para proceder mediante
adquisiciones. Pueden ser de índole puramente
económica, social, o incluso política (como la
democratización del trabajo o la resistencia al
acaparamiento de ciertos sectores económicos por
parte de las multinacionales). Pero en todos los casos,
esas transformaciones comparten una democratización
de la economía en el plano de la propiedad, de la toma
de decisiones y del reparto de la riqueza.
Las CDR de Quebec están muy familiarizadas con
esa realidad, elemento fundamental de su trabajo de
acompañamiento. Sin embargo, aunque la adquisición
de empresas de capital privado se ha utilizado como
modo de desarrollo desde hace más de setenta años, no
existen estudios que hayan analizado en profundidad
los impactos cualitativos o cuantitativos de esas
prácticas sobre el desarrollo de la cooperación o,
más importante aun, su repercusión en la cultura del
movimiento cooperativo en Quebec. Del mismo modo,
las herramientas disponibles para la conversión de
empresas privadas en cooperativas no son abundantes.
Las que existen se concentran a menudo en los aspectos
técnico-legales o de financiamiento. No obstante, los
verdaderos desafíos asociados a estas transformaciones
a menudo resultan evidentes después de que ha
terminado la toma de posesión. Están relacionados
con los retos de la gobernanza, la gestión y la vida
asociativa, así como el de la modificación de la cultura
capitalista en dirección a los valores de la cooperación.
Con frecuencia, las expectativas de los cooperativistas
crecen (y con razón) en lo que respecta a la oportunidad
de poder influir en la vida democrática de su empresa.
Pero ese cambio de cultura requiere —también él
mismo— un asesoramiento sostenido de la educación y
de la formación. Es un proceso intensivo, al que hay que
dedicar tiempo y recursos y que hay que comprender
y contextualizar bien. La experiencia demuestra que,
si fracasa, puede poner en peligro el éxito de estos
proyectos.
La reanimación de empresas: un desafío
de envergadura
En la actualidad, la situación en materia de
reanimación de empresas resulta crítica en Quebec:
en los próximos diez años, más de veinticinco mil
empresarios privados pasarán a la jubilación.4 Por
consiguiente, otras tantas pequeñas y medianas
empresas estarán buscando reanimación. Varios actores
políticos, económicos y sociales de la provincia se
preparan con vistas a afrontar el problema.
El desafío es grande, pero representa una
oportunidad de crecimiento y de desarrollo importante
para el movimiento. Asimismo, volver a echar a andar
las empresas privadas en forma de cooperativas puede
presentar innegables ventajas para la región de Quebec:
las cooperativas están enraizadas en su medio, sus
¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia
37
excedentes se distribuyen localmente, son menos
vulnerables a las adquisiciones extranjeras y tienen
una tasa de supervivencia dos veces mayor que la de
las empresas privadas.5
En este contexto, varias iniciativas han sido
sugeridas o puestas en práctica para ayudar al
movimiento cooperativo a enfrentar este reto, sobre
todo la muy reciente creación, por parte del CQCM,
del Grupo Reanimación Cooperativa, cuyo objetivo
es apoyar los procesos de reanimación de empresas
privadas en cooperativas en el territorio.
¿Frente a esos desafíos y oportunidades cuál
es la experiencia de las CDR y de las federaciones
sectoriales en materia de reanimación y de adquisición
de empresas privadas por cooperastivas? En cuarenta
años de historia las cooperativas miembros de la CDR
Outoauais-Laurentides han acumulado una amplia
experiencia en relación con estas transformaciones,
que evidencian las particularidades, así como las
contradicciones que estas formas de desarrollo
conllevan.
La industria funeraria: un modelo de resistencia
a las multinacionales
Si existe un sector de actividad económica que
pone de relieve lo absurdo de la economía mercantil
capitalista, es sin duda el de los servicios funerarios.
Las cooperativas de consumidores están presentes en
el mercado funerario quebequense desde 1942 y su
misión es ofrecer a sus miembros servicios funerarios
de calidad al menor costo posible. La provincia cuenta
actualmente con más de veintitrés cooperativas
funerarias, que agrupan a más de doscientos setenta
mil miembros. Ese movimiento fue y sigue siendo
un formidable instrumento de resistencia frente a la
mercantilización abusiva del sistema funerario por
parte de las multinacionales.
En el decenio de los 90, varias multinacionales
norteamericanas emprendieron una ofensiva para
adquirir empresas funerarias quebequenses, un
mercado hasta entonces ocupado principalmente
por una multitud de pequeñas y medianas empresas
familiares. Para ellas, representaba un mercado
significativo pues Quebec enfrenta un fenómeno de
marcado envejecimiento poblacional (el más alto del
mundo después de Japón). En busca de crecimiento y de
abarcar nuevas porciones del mercado, multinacionales
como Service Corporation International (SCI) y
Société Stewart compraban al año hasta quince de
estas empresas. En menos de quince años acapararon
cerca de 40% del mercado de la provincia y en ciertas
regiones constituían casi monopolios e imponían precios
injustos para los consumidores.
38
Martin Van Den Borre
Frente a esa situación, la Federación de Cooperativas
Funerarias de Quebec lanzó en 1997 su propia ofensiva.
La estrategia consistía en bajar los precios; ello provocó
una caída del costo de los funerales equivalente a entre
20% y 40% según los mercados. Las multinacionales,
que, al cotizarse en la bolsa, tienen que generar
altos rendimientos financieros para satisfacer a sus
inversionistas, se vieron debilitadas por el repentino
descenso de los márgenes de beneficios y comenzaron
poco a poco a vender sus instalaciones. Entonces el
sector cooperativo, apoyado por la Federación, estaba
listo para comprar, y, en poco tiempo empezó a adquirir
más de cinco empresas por año.
Lo anterior le permitió a la Cooperativa Funeraria
de Outaouais, una de las que más activamente ha
participado de tal estrategia, asumir el control de 75%
del mercado regional y convertirse en la primera
cooperativa en poseer su propio cementerio. Esto
posibilitó que las cooperativas funerarias actúen
como reguladoras del mercado, pues crean valor no
solamente para sus miembros sino también para los
consumidores. Su desarrollo persiste hasta ahora y
su éxito es uno de los más emblemáticos del modelo
cooperativo quebequense.
No obstante, la experiencia de las funerarias —al
igual que otras cooperativas organizadas en torno al
consumo— plantea la cuestión del reparto equitativo
de la riqueza entre los consumidores y los trabajadores,
asunto que, en un modelo centrado exclusivamente en
el consumo y cuya principal preocupación es garantizar
bajos precios, solo puede resolverse mediante una
lógica sindical. Aunque la fórmula de la cooperativa
de solidaridad 6 pudiera permitir un arreglo de
copropiedad y de cogestión entre los trabajadores y los
consumidores, las del sector funerario han evitado hasta
el momento esa vía. El desarrollo de estas, al igual que lo
logrado en los sectores federados, tiende a hacerse por
«clonación», es decir, mediante la reproducción exacta
del mismo modelo de organización, funcionamiento y
estrategia comercial. Aunque hoy en día las cooperativas
de solidaridad constituyen más de 60% de las nuevas
que se crean, el renglón del consumo vacila en lo que
respecta a integrar a los trabajadores en la propiedad
y en el gobierno de sus cooperativas.
El sector alimentario y los servicios
de proximidades
Las primeras cooperativas de alimentación
quebequenses nacieron hace más de ciento veinticinco
años y tuvieron grados variables de éxito. Pero en el
último decenio se sentaron las bases para una nueva
oleada de compra y transformación de pequeños
comercios de alimentos y estaciones de gasolina en
Las experiencias de «colectivización» de empresas privadas demuestran la
pericia existente en materia de reanimación de empresas en la red cooperativa
del territorio, así como el papel primordial que en ello desempeñan las
federaciones sectoriales, el movimiento sindical y las Cooperativas de
Desarrollo Regional.
cooperativas, sobre todo en pequeñas comunidades
rurales de quinientos a dos mil habitantes.
El sector agroalimentario, cada vez más copado
por las multinacionales y las grandes cadenas
nacionales, ha sido siempre uno de los más sensibles
al proceso de creación/destrucción propio del
capitalismo. Su acrecentada financiarización en el
transcurso de las últimas décadas aceleró más ese
fenómeno. En los países desarrollados, la historia de la
distribución alimentaria se resume en la fusión, compra
y consolidación de grandes empresas cada vez más
integradas y que se hacen la guerra sin misericordia.
Algunos economistas ven en ello una «oportunidad»
para los consumidores. La competencia alrededor de
los precios a veces les resulta ventajosa a estos últimos,
pero crea condiciones desastrosas para los productores
agrícolas y para los pequeños comercios de pueblo, y
alienta la deslocalización de las industrias hacia países
de bajos salarios.
Durante las últimas décadas, el arribo de gigantes
como Walmart y Target provocó el cierre no solo
de varias tiendas de áreas pequeña y mediana, sino
también el de importantes cadenas nacionales. Estas
multinacionales, al dar prioridad a modelos de
negocios basados en bajos precios y grandes volúmenes,
favorecen la deslocalización de la producción, a la
vez que dificultan la rentabilidad de los pequeños
comercios. Los perdedores en esta nueva realidad de
la industria han sido las pequeñas comunidades y los
barrios urbanos más desfavorecidos, cuyos residentes,
al ver cerrar sus tiendas, caen en la condición de
rehenes obligados a recorrer decenas de kilómetros
para procurarse mercancías básicas. Lo anterior
da lugar a la pérdida de empleos locales y al éxodo
poblacional, en particular el de los jóvenes.
Por ejemplo, las comunidades rurales Boileau y
Laurel-Station, pertenecientes a Outaouais-Laurentides,
sufrieron el cierre de sus bodegas, sus restaurantes y,
en uno de los casos, de la estación de gasolina. Allí los
comercios resultaban rentables, pero no lo suficiente
para remunerar de manera adecuada el capital de los
propietarios. Dicha pérdida tuvo un efecto desastroso
sobre la calidad de vida de los habitantes, pero también
sobre la industria del turismo y de las residencias
campestres de ambas comunidades.
Ante la falta de inversionistas para reabrir los
comercios, los alcaldes de estos poblados contactaron
a la CDR y a su centro local de desarrollo para valorar
las opciones. Así, se crearon comités provisionales
de cooperativas con el fin de guiar los análisis de
factibilidad y de sentar las bases de un retorno a la
actividad en forma de asociación, lo que tuvo lugar en
ambos poblados con un año de diferencia.
Los mercados en los que evolucionan esas
cooperativas siguen siendo igualmente competitivos,
pero los comercios —al estar apoyados por el capital
social y la creatividad de la comunidad— son
administrados ahora con una lógica de servicio y no
de lucro. En ellos resulta esencial la rentabilidad para
garantizar la perdurabilidad de los proyectos, pero
pueden funcionar con un margen mínimo pues no
hay que remunerar al capital social. Allí los miembros
sacan su beneficio en una lógica de aprovechamiento.
Los dos proyectos están organizados en cooperativas
de solidaridad en las que los consumidores y los
trabajadores son socios, y juntos garantizan la cogestión
de los comercios.
Ahora bien, dichas experiencias, en el plano humano,
crean un espacio de socialización que es importante para
la comunidad y sirven de base para dar respuesta a sus
necesidades. En el caso de Laurel Station, la cooperativa
trabaja en la actualidad en un proyecto de expendio de
gasolina, mientras que la de Boileau reflexiona sobre
el papel que puede desempeñar en la organización
de eventos culturales y sociales en el poblado. Estas
iniciativas tienen también un impacto en la soberanía
alimentaria de las regiones, pues ofrece a los agricultores
de las cercanías la posibilidad de hallar salidas para
sus productos, lo cual resulta a menudo imposible en
las grandes cadenas. Ese tipo de proyecto cooperativo
se realiza por decenas en todo Quebec y está en vías
de convertirse en el nuevo modelo para garantizar
la supervivencia de los servicios de las cercanías en
los medios rural y semirural y en los barrios urbanos
desfavorecidos y que han perdido su vitalidad.
El sector paramédico
Hacia fines de los 80 la industria quebequense
de servicios de ambulancias atravesó un período
de profunda incertidumbre. Aunque ese servicio
esencial está en gran medida pagado por el Estado,
se contrata a empresas privadas que ocupan las tres
cuartas partes del mercado. Debido a la desigualdad
¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia
39
de las condiciones de trabajo entre una empresa y
otra, la sindicalización de los trabajadores se organizó
un poco por todas partes. Algunos, apoyados por sus
sindicatos, emprendieron un movimiento para adquirir
sus empresas. Como resultado nació una red de ocho
cooperativas de ambulancias que hoy cuenta con más
de mil doscientos trabajadores, y que fueron creadas
mediante la transformación de las empresas privadas
en este tipo de asociación. Hasta la fecha, este es el
único sector cooperativo que ha surgido enteramente
de semejante proceso de recuperación de empresas
privadas.
Fue en el seno de ese movimiento que, en 1989,
45 trabajadores de ambulancias de la ciudad de Hull,
auxiliados por la CDR Outaouais-Laurentides, 7
adquirieron colectivamente la empresa que los
empleaba, Les Ambulances du Québec. Aparte de
la perspectiva de convertirse en propietarios de sus
medios de producción, sus motivaciones eran variadas:
los más viejos veían la posibilidad de asegurarse una
mejor jubilación a través del capital social, mientras que
los más jóvenes deseaban comprar mejores equipos e
invertir en la formación profesional de los miembros.
Se logró un financiamiento de un millón quinientos
mil dólares gracias a la contribución de un fondo inicial
de cinco mil dólares por cada miembro. Pero uno de los
prestamistas puso como condición la contratación del
antiguo propietario en la función de director general.
Inmediatamente después de la compra comenzaron las
tensiones en el seno del grupo. Varios trabajadores que
veían en la cooperación la oportunidad de dotarse de
un modelo de gestión no jerárquico y de autogestión se
sintieron defraudados por volver a encontrarse en una
estructura de empresa clásica y jerarquizada. El cambio
de cultura demoraría cinco años en materializarse.
Entre 1995 y 2005 la cooperativa prosiguió su
crecimiento al efectuar tres compras más. El desarrollo
de estas no estaría exento de dificultades de integración.
La asociación estaba bien organizada, pero los procesos
eran más uniformizados allí que en una pequeña
empresa y no había cabida para el favoritismo, por
lo que ciertos trabajadores rehusaron convertirse en
miembros de la cooperativa. Sin embargo, con el paso
del tiempo la situación se solucionó y actualmente
todos los trabajadores son parte de su membresía.
Tras veinticuatro años de existencia, la Cooperativa de
paramédicos de Outaouais agrupa cerca de doscientos
treinta miembros, produce un monto de negocios
por valor de veintitrés millones de dólares, y cubre
la totalidad del mercado regional de servicios de
ambulancias en la región.
Tales asociaciones demostraron que las empresas
en manos de sus trabajadores y administradas por
ellos podían ser responsables socialmente y estar
preocupadas por el bien común. Mejoraron la calidad
40
Martin Van Den Borre
de los servicios y fueron las primeras empresas en
Quebec que equiparon sus vehículos con material
médico de punta, con lo que sobrepasaron de manera
voluntaria los estándares y las normas impuestas por
el gobierno de la provincia.
Aunque la Coopérative des Paramédics de
l’Outaouais es un modelo de integración de los
trabajadores, otras han adoptado prácticas menos
conformes a los valores y a los principios cooperativos.
En efecto, algunas de las adquisiciones de empresas
por parte de cooperativas de trabajo (en el sector
prehospitalario, forestal y otros) se realizaron sin
que sus trabajadores se integraran en el seno de
la cooperativa ni tuvieran el derecho a hacerse
miembros de su sociedad. Por ende, los nuevos bienes
son administrados como filiales de la cooperativa
madre. Aunque la ley de Quebec sobre cooperativas
pone ciertos límites a ese tipo de práctica, es una
desviación importante de los principios cooperativos,
es decir, una forma de explotación del trabajador por
el trabajador.
Las cooperativas de la salud
En menos de quince años, se desarrollaron en Quebec
más de cincuenta clínicas cooperativas (cooperativas
de salud). Esta práctica, en el contexto de un régimen
de salud pública, puede parecer extraña o hasta
contradictoria. Pero para comprender bien esta nueva
dependencia en la red sociosanitaria local, primero hay
que explicar el sitio que ocupan los gabinetes médicos
privados en los servicios de atención primaria.
En el momento en que se nacionalizó el sistema de
salud quebequense y se implantó un régimen público
del seguro de salud, el grupo de presión de los médicos
se organizó para proteger su derecho a continuar la
práctica privada. Su resultado fue un sistema mixto
donde los servicios ofrecidos en los llamados gabinetes
privados son pagados por el Estado. Además del
pago de la factura por dichos servicios, los médicos
reciben un monto suplementario para sufragar gastos
vinculados a sus clínicas.
Ese modelo funcionó relativamente bien durante
unas tres décadas. Pero en el transcurso de los años 90
ocurrieron cambios en el perfil de práctica de los
médicos jóvenes que, unidos a un aumento acelerado
de los gastos de gestión de las clínicas con respecto a la
remuneración de sus galenos, dieron como resultado que
el relevo de los gabinetes privados ya no estuviese en el
orden del día. Paralelamente, el Estado intentaba atraer
más médicos a los hospitales y a los establecimientos
públicos, y para lograrlo, implantó una serie de medidas
obligatorias y primas salariales que volvieron las
clínicas conveniadas aún menos atractivas para los
médicos recién graduados. Centenares de ellas, que por
ese entonces garantizaban más de 80% de los servicios
de salud de atención primaria, cerraron, y dejaron a
comunidades y barrios enteros sin servicios médicos
cercanos. Fue en ese contexto que se desarrollaron las
cooperativas de la salud, cuyas primeras experiencias
nacieron en medios rurales y periurbanos, y se
organizaron como cooperativas de consumidores.
Adoptaron la forma de los modelos inmobiliarios, con
los que se trataba de atraer a los médicos ofreciéndoles
instalaciones modernas y bien equipadas y servicios
administrativos.
En 2001, en la antigua ciudad de Aylmer, una clínica
con más de cuarenta años de existencia, que agrupaba
a más de una docena de médicos y brindaba servicios
a más de veinte mil pacientes, se halló sin perspectiva
de relanzamiento médico empresarial. Uno de sus
fundadores, el Dr. Bernard Gélinas, apeló a la CDR
con el fin de estudiar la posibilidad de formar una
cooperativa que garantizara la supervivencia de la
institución. Como no hubo ningún médico interesado
en comprarla, se lanzó la idea de desarrollar un modelo
cooperativo que permitiese a los facultativos compartir
la propiedad con los pacientes y los trabajadores.
El proyecto movilizó a más de un centenar de
ciudadanos durante más de cinco años. Tras numerosos
estudios y un acucioso proceso de verificación, la
cooperativa adquirió la clínica. Un hecho interesante
fue que 80% de la compra fue financiado por los
médicos en forma de hipoteca. La cooperativa de la
salud Aylmer, que en menos de dos años reclutaría a
más de nueve mil miembros, sería la primera del sector
en un medio urbano y en constituirse como cooperativa
de solidaridad.
Pero sus asociados quisieron llevar la aventura más
allá e implementaron, en conjunto con los médicos
y el personal de la clínica, programas de prevención
y promoción de salud. Además, establecieron un
modelo de cogestión que integraba a los pacientes,
a los médicos y al personal en la gobernanza de la
clínica. En la actualidad, la cooperativa se dispone a
construir nuevos locales y emprende, con ayuda de
la CDR, del movimiento Desjardins y de Inversiones
Quebec, un proyecto de acuerdo estratégico-social
con otras tres cooperativas de la salud en su territorio.
Esta experiencia cooperativa, en menos de diez años,
ha inspirado otros quince proyectos similares en el
territorio de Outaouais-Laurentides.
El sector agrícola: de Deux-Montagnes
El sector cooperativo agrícola ha sido, desde los
años 30, uno de los que con mayor grado de facilidad y
naturalidad se ha servido de la compra y la fusión. Las
motivaciones han sido varias: acelerar su desarrollo,
reducir las barreras al ingreso en nuevos sectores,
penetrar nuevos mercados o crear muros rompefuegos
con el fin de manejar los riesgos asociados a la retirada
de productos o a las contaminaciones.
La Coop Fédérée (Cooperativa Federada), por
ejemplo, la mayor del sector agrícola del país, asumió
participaciones totales, mayoritarias y minoritarias en
numerosas empresas agrícolas, pero también en el sector
de los abonos, del petróleo y del propano. Emplea a más de
diez mil trabajadores y obtiene rendimientos de más
de cinco mil millones de dólares. A pesar de su tamaño,
su cifra de negocios sigue siendo modesta en contraste
con los grandes grupos privados de Norteamérica. Un
estudio realizado por Picew­aterhouse Coopers reveló
que el número consolidado de negocios de las empresas
agrícolas privadas (650 000 millones de dólares) era
diez veces superior al de las veinticuatro mayores
cooperativas norteamericanas (65 000 millones de
dólares). En ese contexto de financiarización de la
agricultura, el crecimiento a través de adquisiciones
es un arma absolutamente necesaria para asegurar la
competitividad de las cooperativas agrícolas.8
Así, un grupo de veintidós productores de manzanas
en el sur de Laurentides emprendió en 2009 un
proyecto para comprar y modernizar una fábrica de
embalaje y almacenaje de la fruta cuyo capital ascendía
a cinco millones de dólares. Estuvo inspirado por
otras cooperativas semejantes en Canadá, Italia y los
Países Bajos. En ese caso preciso eran múltiples las
ventajas de proceder mediante la compra: acceso a
infraestructuras locales existentes, presencia de mano
de obra calificada y un más corto registro de efectos
que cobrar por orden de fechas de vencimiento en la
realización del proyecto. La cooperativa efectuó por
tanto la compra de una empresa privada (Naturpac),
pero la modernizó para mejorar la preclasificación
y el almacenaje de las manzanas. Cuando abrió sus
puertas en 2012, esta nueva fábrica cooperativa era la
más moderna de América del Norte y preveía, desde
su primer año de operaciones, una cifra de negocios de
seis millones de dólares. A su vez, adquirió un vergel
colectivo que le permite asegurar opciones y diversificar
su abastecimiento.
Al aumentar la calidad del proceso de preclasificación
de las manzanas, los productores pudieron incrementar
significativamente la cantidad destinada a los mercados
más lucrativos. De ahí que tuviera un impacto
inmediato en los cultivadores de frutales, lo que les
posibilitó competir con los mayores productores del
país. En la actualidad, la cooperativa toma posiciones
en nuevos mercados y contempla otras adquisiciones
que le permitirán diversificarse en el plano geográfico
(sobre todo con el propósito de reducir los riesgos
vinculados a los eventos climáticos). Este ejemplo
representa un avance de envergadura para esos
pequeños y medianos productores. Las ganancias en
¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia
41
cuanto a productividad y calidad logradas a través
de estos proyectos no solo serían imposibles a escala
de un solo productor, sino que brindan a este grupo
de cooperantes una poderosa palanca de desarrollo
para el futuro.
Las cooperativas de trabajadores accionistas:
L’Artographe
Desde 1986, la ley sobre cooperativas de Quebec
admite la creación de un tipo de cooperativas que
permite a los trabajadores de una sociedad privada
formar parte de su accionariado a través de una
cooperativa de trabajadores accionistas (CTA). La ley
prevé, entre otras obligaciones, que la cooperativa
detente al menos un puesto en el Consejo de
administración de la empresa. El modelo se ha
desarrollado poco desde entonces. En la actualidad
solo existen 56 de estas asociaciones, es decir, menos
de 2% del total. Las CTA —que en 2009 agrupaban
a más de tres mil trabajadores9— son utilizadas a
menudo como instrumento de reanimación para
empresas de tipo familiar o como uno de los medios
para recuperar empresas en dificultades o amenazadas
por la deslocalización. En cierta medida, ese modelo
constituye una forma de democratización del trabajo
y una apertura de la gestión participativa, pero en la
práctica se le presenta más bien como medio para
que los empresarios mejoren la retención de la mano
de obra y recauden capitales para el desarrollo de su
negocio.
En 2004, L’Artographe, una imprenta de MontLaurier, en funcionamiento desde 1976, fue objeto de
un intento de toma de control por parte de un gran
grupo de impresión, cuyo propósito era repatriar
las operaciones a otra ciudad y transformarla en
una sucursal de servicios. Se perderían más de diez
empleos. Fue entonces que una organización política,
la Sociedad Nacional de los Quebequenses, propuso
comprar la empresa en asociación con los trabajadores.
Se constituyó así una CTA que adquirió casi 15% de
las acciones. En pocos años este número ascendería a
49%, se crearían doce nuevos puestos de trabajo y se
duplicaría la cifra de negocios de la empresa. Con el
paso del tiempo, mediante la retención de una porción
de sus salarios, los trabajadores invirtieron más de
cuatrocientos mil dólares y a través de los dividendos
pagados a la cooperativa, y, además, crearon un fondo
de ahorro considerable en el seno de la asociación.
No obstante, una participación minoritaria
conlleva limitaciones en términos de democratización
del trabajo. En caso de ofrecimiento de compra por
parte de un tercero, la cooperativa está protegida
por un derecho de primer rechazo, pero a menudo
42
Martin Van Den Borre
posee poca influencia sobre ciertas decisiones que
tendrían un impacto considerable sobre sus miembros
o sobre el futuro de su compañía. En este ejemplo,
como en el de varias CTA, no siempre los valores
cooperativos llegan a echar raíces, ni siquiera a influir
de manera significativa sobre la cultura de gestión de
las empresas. El reparto del poder depende más que
de la buena voluntad de los demás accionistas, de la
capacidad de crear una cultura de participación en el
seno de la empresa.
Este modelo está todavía en pañales. La mayoría
de las guías y de las herramientas desarrolladas sobre
las CTA tienen que ver más bien con los aspectos
financieros y técnico-legales, y muy poco con las
cuestiones de cogestión o de gestión participativa,
que son, sin embargo, cruciales para los trabajadores.
Además, en los procesos de reanimación se dedican
a menudo más esfuerzos a convertir a estos en
«buenos empresarios», y se invierte menos en recursos
educativos que se propongan iniciar a los demás
accionistas y a los dirigentes en la cultura y en los
valores de la cooperación. De ello resulta, en mi
opinión, una subutilización de este modelo y de su
potencial para crear una cultura de gobernanza que
saque realmente provecho de la participación de los
trabajadores en la gestión de las empresas.
Las cooperativas de trabajo: Jabo
En 2010, la multinacional francesa Alstom anunció
el cierre de su fábrica de maquinaria y equipos para
centrales eléctricas (principalmente escalfadores), en
Gatineau, que daba empleo a cincuenta trabajadores,
argumentando la caída de la demanda de ese tipo
de equipos en Norteamérica. Bajo la dirección
del presidente del sindicato, un grupo de quince
trabajadores despedidos decidieron entonces crear la
cooperativa de trabajo Jabo para comprar una parte de
los equipos. Pero la compañía se negó a vendérselos.
Optó, en lugar de ello, por desmantelar la fábrica en
el marco de una consolidación de sus operaciones.
Enfrentados a ese rechazo, el grupo continuó
buscando otras empresas que pudieran comprar con
el fin de brindarles trabajo a sus miembros. Tras dos
tentativas infructuosas, encontraron una empresa
de venta y reparación de alternadores y aparatos
de arranque que, luego de un acucioso proceso de
evaluación y verificación, fue adquirida por la
cooperativa, la cual consiguió crear tres empleos.
Aunque durante ese tiempo varios trabajadores habían
podido reubicarse en otras empresas, todos son aún
miembros de la cooperativa y continúan apoyando el
proyecto. Esta, en menos de un año de operaciones,
procedió a una diversificación de sus actividades a
través de la compra de un puesto de soldadura móvil
que permitió la creación de un nuevo empleo y la
perspectiva de varios más a largo plazo.
Al igual que en otras regiones del mundo, en
Quebec el peso del sector manufacturero en el PIB
de la zona baja constantemente. Allí, entre 2001
y 2011, este indicador pasó de 23,6% a 16,3%. 10
Dicho sector, a menudo dominado por grandes
empresas multinacionales, resulta vulnerable a las
consolidaciones y deslocalizaciones. Además, la
pérdida de puestos laborales afecta con frecuencia a
trabajadores muy especializados y a los de mayor edad,
que experimentan dificultades para reclasificarse.
Enfrentado a esa tendencia, el movimiento cooperativo
quebequense fue muy pocas veces capaz de realizar
recuperaciones de empresas de gran envergadura,
contrariamente a lo que ocurre en ciertos países
europeos o sudamericanos.
La experiencia de la cooperativa Jabo, al igual que
las de los paramédicos, demuestra que el relanzamiento
de empresas, incluso las de envergadura, por parte de
los trabajadores puede contribuir de manera eficaz
a una reanimación empresarial en la región. Pero
en ausencia de políticas públicas o de leyes que
obliguen a las empresas a vender a sus trabajadores o a
inversionistas del medio, existen pocas oportunidades
para que en suelo quebequense se puedan recuperar
grandes fábricas. En junio pasado, cuando la comisión
parlamentaria discutía la ley marco sobre economía
social, el Taller de Economía Social de Quebec
propuso oportunamente que ese proyecto de ley fuese
mejorado de modo que brindase a los trabajadores y
al medio un derecho de primer rechazo en caso de
venta, deslocalización o cierre de empresas privadas
establecidas en ese territorio.
Conclusión
Las experiencias de « colectivización » de empresas
privadas presentadas en este artículo son diferentes
y variadas, tanto en el modo en que se realizan las
reanudaciones como en los objetivos contemplados.
Que estas ocurran mediante compra de las empresas
o de los activos, la continuación o la absorción; que
las empresas sean recuperadas antes o después de
su cierre, son meramente cuestiones técnicas. Lo
importante de este conjunto de movimientos es que
cuestionan la cultura organizativa que se construye en
el seno de esas empresas, así como la manera en que
se reflejan allí los valores cooperativos y las apuestas
de gestión y de gobernanza, puestos de relieve por
las aspiraciones sociales y políticas de los factores
implicados.
Estas experiencias demuestran claramente que
la transformación de empresas privadas es parte del
ADN cooperativo quebequense. En ellas descubrimos
también la pericia existente en materia de reanimación
de empresas en la red cooperativa del territorio, así
como el papel primordial que en ello desempeñan las
federaciones sectoriales, el movimiento sindical y las
Cooperativas de Desarrollo Regional.
Ante este desafío, las CDR ofrecen, con sus socios
en desarrollo local, que son los Centros Locales de
Desarrollo, las Sociedades de Ayuda a los Desarrollos
de las Colectividades y los gobiernos locales, un
posicionamiento privilegiado para agrupar y sacar
provecho de esta práctica para el conjunto del
movimiento. Su puesta en marcha en el plano regional,
nacional e incluso internacional constituye una de
las grandes apuestas de la cooperación quebequense
para los próximos años. Ese esfuerzo, aunque está
articulado en una lógica de intercooperación, con
vistas a contribuir con los actores del movimiento,
incluidos los de las finanzas solidarias, del movimiento
sindical y las organizaciones dedicadas al desarrollo
local, podría imprimir a la cooperación un segundo
aire en las décadas futuras.
El sindicalista y cooperante quebequense Michel
Chartrand apuntaba que «la cooperativa es la forma
normal de transigir entre personas que no quieren
explotarse». Esta afirmación sustenta varios de
los ejemplos citados. Pero para que ello ocurra se
requieren grupos de hombres y mujeres capaces
de poner en práctica, colectiva y rigurosamente,
los valores y los principios cooperativos en un
contexto empresarial. Es justamente a esa dimensión
asociativa y de la gobernanza colectiva (es decir, en
ciertos casos, la gestión participativa) a la que con
demasiada frecuencia no le dedicamos suficientes
empeños y medios, pues nos contentamos con
reproducir en las cooperativas los modos de gestión
clásicos del sector privado o incluso del capitalismo
financiero. El desafío no es solo el de la reanimación
empresarial; es sobre todo construir una alternativa
fuerte y creíble a esa explotación mediante la creación
de espacios económicos democráticos, solidarios y
resistentes, que sea portadora de futuro para nuestras
comunidades.
Traducción : David González.
Notas
1. Consejo Quebequense de Cooperación y Mutualidad,
«Statistiques 2012», disponible en www.coopquebeq.coop.
2. Statistiques globales 1995-2009, Dirección de Cooperativas,
Ministerio de Finanzas y Economía de Quebec, Quebec, 2012.
¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia
43
3. «Estadísticas internas», Federación de Cooperativas y Desarrollo
Regional de Quebec, www.fcdrq.coop.
4. Francis Nadeau, «Ces immigrants dont on ne peut plus se passer»,
Centro de Transferencia de Empresas de la Capital Nacional,
Quebec, 20 de mayo de 2013, disponible en http://ctecn.qc.ca.
5. Michel Clément et al., Taux de survie des coopératives au Québec,
Ministerio del Desarrollo económico, de la Innovación y de la
Exportación, Quebec, 2008, disponible en www.economie.gouv.qc.ca.
6. Una cooperativa de solidaridad es una cooperativa de múltiples
socios, que puede agrupar a miembros utilizadores (consumidores
o productores), miembros trabajadores y personas físicas o morales
que tienen un interés en que la cooperativa alcance sus objetivos.
7. Una de las pocas que no despegó impulsada por un sindicato.
8. Véase Eric Desrosiers, «Entrevista a Claude Lafleur, jefe de
la Dirección de Coop Fédérée», Forces, Montreal, primavera de
2013.
9. Statistiques globales 1995-2009, ob. cit.
10. Louis. J. Duhamel y Charles-Étienne Daoust, Le point sur le
Québec manufacturier, Samson Bélair / Deloitte & Touche, 2012,
p. 51, disponible en www.deloitte.com
11. Frances Denis, «Michel Chartrand, syndicaliste, humaniste et
coopérateur», Rencontres, Fédération des coopératives funéraires
du Québec, Lévis, 2005.
, 2013
44
Martin Van Den Borre
Legislaciones sobre ESS
en América Latina
y el Caribe
Pablo Guerra
Profesor e investigador.
Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.
H
asta comienzos del siglo xxi, la situación legal
respecto a la economía social y solidaria en
el continente era prácticamente desconocida
por parte de los Estados. Entonces, las
legislaciones nacionales daban cuenta de modo parcial
de las cooperativas y, en menor medida, de las mutuales,
mientras las otras organizaciones del sector se regían
por el derecho cooperativo o el mercantil. La única
excepción fue Honduras, que contó con una pionera
Ley de Economía Social, promulgada en 1985. La oleada
de legislaciones específicas para el sector comienza en
Colombia con la Ley 454 de 1998 y continúa en otros
países latinoamericanos y europeos.
Economía solidaria en América Latina
En la región, los conceptos de economía social y
economía solidaria por lo general han sido utilizados
con propósitos diferentes. Algunos autores han
preferido emplear el término «social», a la usanza
europea, en tanto otros optan por la denominación
«economía solidaria», de cuño más latinoamericano,
para hacer referencia a una diversidad de prácticas que
van desde las organizaciones económicas populares
hasta los emprendimientos autogestionarios.1 Entre
los principales usos de ambos conceptos es posible
distinguir los siguientes:
• Economía social en su orientación clásica: Académicos
y actores sociales influidos por la literatura francófona,
adoptan esta vertiente tal como fue concebida por
los europeos a partir de los 70. Toma fuerza en los
años 90; hasta entonces, las mutuales y asociaciones
Legislaciones sobre
en América
Latina y elde
Caribe
n. 75:ESS
45-52,
julio-septiembre
2013
45
rara vez fueron integradas conceptualmente a un
mismo sector junto a las cooperativas, estas sí
reconocidas de manera legal desde temprano por
parte de todos los países latinoamericanos. Tal
tendencia se expresa, por ejemplo, en la Constitución
Bolivariana de Venezuela; su Artículo 184 se refiere
a la promoción de la economía social y menciona
las «cooperativas, cajas de ahorro, mutuales y otras
formas asociativas».2
• Economía social paternalista: Hacia finales de los 90
aflora, fundamentalmente en el campo de las políticas
públicas, una visión minimalista y paternalista de
dicha economía, entendida como un conjunto de
políticas dirigidas a los sectores más vulnerables
de la población. Se crean subsidios para los pobres
y transferencias monetarias condicionadas a cierto
emprendurismo individual o colectivo atado con
gran fuerza a las iniciativas del Estado benefactor.
El surgimiento de la Dirección de Economía Social
en los ministerios de Desarrollo Social de Argentina
y Uruguay es un ejemplo de esta orientación. Según
José Coraggio, en la primera de esas naciones,
de emprendimientos económicos asociativos en
los que el trabajo, los resultados económicos, la
propiedad de los medios, el poder de decisión y los
conocimientos acerca de su funcionamiento son
compartidos solidariamente por todos los que de
ellos participan.5 En Brasil, por ejemplo, dentro de la
economía solidaria no son incluidas las cooperativas
o emprendimientos asociativos que contratan
mano de obra para cumplir con sus propósitos
(cooperativas de usuarios).
• Economía solidaria orientada a nuevos dinamismos
populares: Constituye expresión popular de actores
(nuevos y ancestrales) que recurren a los lazos de
solidaridad económica como estrategia comunitaria
de sobrevivencia o desarrollo. La referencia a los
«nuevos actores de la economía solidaria» pretende
distinguirlos de los fundacionales de la economía
social. En muchos países latinoamericanos también
se incluye el conjunto de prácticas solidarias de las
culturas autóctonas todavía presentes en algunas
regiones. La recurrencia a los actores ancestrales es
común en los países andinos:
se va institucionalizando la «política social de
economía social» focalizada en los sectores pobres y/o
con problemas de empleo y dirigida a su inclusión en
el mercado […] En todo caso, se evidencia que estos
programas ven la Economía Social no como una
alternativa a las empresas de capital o públicas, sino
como una opción para suplir, al menos parcialmente, la
insuficiencia de las políticas de inversión y generación
de empleos por esos actores.3
Para el Movimiento de Economía Solidaria del
Ecuador, la economía social y solidaria es una forma
de convivencia entre las personas y la naturaleza
que satisface las necesidades humanas y garantiza el
sostenimiento de la vida, con una mirada integral,
mediante la fuerza de la organización, aplicando los
saberes y las prácticas ancestrales para transformar la
sociedad y construir una cultura de paz.6
• Economía solidaria de orientación sectorial: Es asumida
como el tercer sector de la economía, diferente al
capitalista y al estatal, de carácter asociacionista y
regido por valores como la cooperación y la ayuda
mutua. Se trata de un equivalente a la economía
social en su primera orientación, aunque con mayor
precisión conceptual, en tanto el comportamiento
solidario es más distintivo que la mera recurrencia
a lo «social». Las medidas adoptadas en Colombia
a comienzos de los años 90 son representativas de
esta línea. Según el Departamento Administrativo
Nacional en Economía Solidaria (Dansocial), el
sector solidario está integrado por cooperativas
y mutuales, otras organizaciones comunitarias y
organizaciones sociales que realizan actividades
solidarias de desarrollo:
Si bien la economía solidaria es una construcción
normativa colombiana, mantiene referentes
organizacionales de origen cooperativo y, en su
extensión, abre espacios para prácticas solidarias
afines, en alguna medida, a las desarrolladas en el
ámbito europeo con la economía social».4
• Economía solidaria autogestionaria: Se limita a
experiencias colectivas donde no se reproduce la
división entre empleado y empleador, o a conjuntos
46
Pablo Guerra
• Economía solidaria alternativa: Reúne prácticas
alternativas a las hegemónicas, donde lo que más se
destaca no es la forma jurídica o el modelo de gestión,
sino la finalidad sustantiva del emprendimiento
económico. En esta vertiente se integran a la
economía solidaria el software libre, la producción
orgánica, empresas de tecnologías alternativas, etc.
El texto A outra economía, organizado por Antonio
Cattani incorpora cerca de cuarenta conceptos y
prácticas.
Denominadas economía solidaria, socioeconomía, nuevo
cooperativismo, empresas autogestionarias, entre otros
términos, estas formas representan logros innovadores
asociados a los nuevos valores y los principios que se
oponen a las prácticas de exclusión social y depredadoras
del medioambiente.7
Esta orientación no cuenta aún con legislaciones o
políticas públicas en el continente.
• Economía solidaria como sistema económico: Incluye
diferentes prácticas y sectores. En ese sentido la
presenta la Reforma Constitucional de Ecuador,
cuando en el Artículo 283 define su sistema como
«social y solidario».8
• Economía social y Economía solidaria de orientación
híbrida: La ESS es aquí entendida como las prácticas
de carácter solidario realizadas por organizaciones
y actores de distinta naturaleza. Desde esta óptica
el Estado (por ejemplo, mediante impuestos) y las
empresas capitalistas (mediante la responsabilidad
social empresarial) pueden hacer economía solidaria.9
Tal visión difiere de la que propugna la necesidad de
distinguir entre las prácticas del sector solidario de la
economía y las solidarias de los otros sectores; o, lo
que es lo mismo, la diferencia entre la «economía de
la solidaridad» y la «solidaridad en la economía».10
En los últimos años se observa la confluencia
—con una perspectiva integradora— de las dos
miradas iniciales, lo cual ha dado lugar a la expresión
«economía social y solidaria», como recoge la Red
Intercontinental de Promoción de la Economía Social
Solidaria (RIPESS), creada en 2004.
Legislaciones latinoamericanas
sobre economía social y solidaria
A los efectos de la presente investigación, se
considera como legislación sobre economía social
y solidaria toda normativa legal que cumpla con las
siguientes condiciones: origen parlamentario, alcance
nacional, que trate de manera central sobre los asuntos
referidos; y que recurra explícitamente a los términos
economía social y/o solidaria. El análisis se enfocó
en cuatro casos: Honduras, Colombia, Ecuador y
México.
Honduras
La Ley del Sector Social de la Economía está
contenida en el Decreto 193-85, del Congreso Nacional
de Honduras, con fecha 30 de octubre de 1985 y
publicado en La Gaceta, n. 24.820, del 11 de enero
de 1986. Fue luego desarrollada por un Reglamento
comprendido en el Acuerdo Ejecutivo n. 254-97, del
12 de diciembre de 1997 y publicado en La Gaceta,
n. 28, 514 del 14 de marzo de 1998.
Esta Ley obedece al mandato constitucional
(Artículo 330 de la Constitución de la República)
que restituye la coexistencia de distintas formas de
propiedad y empresa. Su Artículo 2 define el sector
social de la economía como
el conjunto de empresas y organizaciones formadas por
trabajadores que sostienen la primacía del trabajo, optan
por la propiedad social de los medios de producción y
establecen que el excedente generado es un medio para
elevar el nivel de vida de sus miembros. El sector social de
la economía se fundamenta en los principios de libertad,
democracia económica, justicia, solidaridad, autogestión,
participación y pluralismo.11
El Artículo 3 determina que ese sector estará
integrado por las asociaciones cooperativas, empresas
asociativas de campesinos, empresas cooperativas
agroindustriales y en general, por todas aquellas
empresas constituidas exclusivamente por trabajadores
que, de acuerdo con las leyes se dediquen a la producción,
industrialización, comercialización, prestación de
servicios y otras actividades económicas, que sean de
beneficio común de sus asociados y contribuyan al
desarrollo económico y social del país.12
Como se puede observar, es una ley orientada
en lo fundamental por el concepto de la autogestión, en
la medida que los socios deben ser trabajadores que
reúnan a la vez la condición de empresarios (Artículo 7).
Se evita la figura de asalariados, aunque se prevé su
contratación de manera excepcional (Artículo 8).
Colombia
El 4 de agosto de 1998 se aprueba una de las leyes
más modernas del sector solidario en el continente: la
Ley 454 de Colombia. El Artículo 2 define la economía
solidaria como un
sistema socioeconómico, cultural y ambiental conformado
por el conjunto de fuerzas sociales organizadas en formas
asociativas identificadas por prácticas autogestionarias
solidarias, democráticas y humanistas, sin ánimo de lucro
para el desarrollo integral del ser humano como sujeto,
actor y fin de la economía.13
Incorpora, además, elementos que superan la clásica
definición de la Alianza Cooperativa Internacional
(ACI). Según el Artículo 4 de la mencionada legislación,
son principios de la economía solidaria:
• El hecho de ser bueno, el trabajo y los mecanismos
de cooperación tienen primacía sobre los medios de
producción.
• Espíritu de solidaridad, cooperación, participación
y ayuda mutua.
• Administración democrática, participativa,
autogestionaria y emprendedora.
• Adhesión voluntaria, responsable y abierta.
• Propiedad asociativa y solidaria sobre los medios
de producción.
• Participación económica de los asociados, en justicia
y equidad.
• Formación e información para sus miembros, de
manera permanente, oportuna y progresiva.
• Autonomía, autodeterminación y autogobierno.
• Servicio a la comunidad.
• Integración con otras organizaciones del mismo sector.
• Promoción de la cultura ecológica.14
El Artículo 6 del citado texto expresa:
Son sujetos de la presente ley las personas jurídicas
organizadas para realizar actividades sin ánimo de lucro,
Legislaciones sobre ESS en América Latina y el Caribe
47
en las cuales los trabajadores o los usuarios según el caso,
son simultáneamente sus aportantes y gestores, creadas
con el objeto de producir, distribuir y consumir conjunta
y eficientemente, bienes y servicios para satisfacer las
necesidades de sus miembros y el desarrollo de obras de
servicio a la comunidad en general.15
En ese sentido, el Artículo incluye las siguientes
organizaciones:
cooperativas, los organismos de segundo y tercer
grado que agrupen cooperativas u otras formas
asociativas y solidarias de propiedad, las instituciones
auxiliares de la Economía solidaria, las empresas
comunitarias, las empresas solidarias de salud,
las precooperativas, los fondos de empleados, las
asociaciones mutualistas, las empresas de servicios en
las formas de administraciones públicas cooperativas,
las empresas asociativas de trabajo y todas aquellas
formas asociativas solidarias que cumplan con
las características mencionadas en el presente
capítulo.16
Se trata de un modelo de orientación sectorial. Quizá
sea la primera legislación nacional, en el mundo, que
adopta el término «economía solidaria» y que incluye la
Ley sobre la cooperativa bajo ese paraguas conceptual.
Entre sus logros menciono como relevante el Artículo 2
y su referencia a un «sistema socioeconómico, cultural y
ambiental», definición que supera aquellas ancladas en
términos meramente económicos y empresariales.
Ecuador
La citada Constitución de Ecuador de 2008 señala
en su Artículo 283 que
El sistema económico se integrará por las formas de
organización económica pública, privada, mixta, popular
y solidaria, y las demás que la Constitución determine. La
economía popular y solidaria se regulará de acuerdo con
la ley e incluirá a los sectores cooperativistas, asociativos
y comunitarios.17
Con esa base, el Ministerio de la Inclusión Económica
y Social (MIES) inició un proceso de discusión con los
actores sociales a los efectos de generar criterios para
un proyecto de ley que finalmente fue aprobado por la
Asamblea Nacional. Se publicó en el Registro Oficial,
n. 444, el 10 de mayo de 2011, como Ley Orgánica de la
Economía Popular y Solidaria y del Sector Financiero
Popular y Solidario.
Su Artículo 1 declara:
Para efectos de la presente Ley, se entiende por economía
popular y solidaria la forma de organización económica,
donde sus integrantes, individual o colectivamente,
organizan y desarrollan procesos de producción,
intercambio, comercialización, financiamiento y consumo
de bienes y servicios, para satisfacer necesidades y generar
ingresos, basadas en relaciones de solidaridad, cooperación
y reciprocidad, privilegiando el trabajo y el ser humano
como sujeto y fin de su actividad, orientada al buen vivir,
48
Pablo Guerra
en armonía con la naturaleza, por sobre la apropiación, el
lucro y la acumulación de capital.18
Me detengo en este artículo pues presenta ciertas
debilidades teóricas. Quizás influido por la orientación
híbrida, escoge el concepto «popular y solidario»,
lo que podría interpretarse como la suma de ambos
sectores de la economía. Nótese que la Ley podría haber
hecho referencia a la «economía popular solidaria», en
el sentido de entrecruzamiento, pero prefirió incluir
el nexo «y» con lo cual genera algunas aparentes
contradicciones. Esta legislación reconoce la forma
económica individual («trabajador por cuenta propia»
o «trabajador autónomo» como suele denominarse en
la literatura especializada) como parte de su objeto de
tratamiento, con lo que se aleja del espíritu más colectivo
con el que fueron elaboradas otras normas de la economía
social y solidaria. Sin embargo, la redacción parece luego
querer adoptar una lógica más asociativa al poner como
condición las «relaciones de solidaridad, cooperación
y reciprocidad». No obstante, desde el punto de vista
teórico conceptual es imposible que un emprendimiento
individual se base en relaciones de solidaridad (para
que eso ocurra se necesitan al menos dos agentes). Tal
vez el legislador haya pensado en unidades económicas
individuales actuando en red. De hecho, en el Artículo
73 se establece que tales unidades serán promovidas
«fomentando la asociación y solidaridad».
Probablemente la intención, al incluir al trabajador
por cuenta propia, haya sido visibilizar una conducta
económica de enorme importancia en los países de la
región y favorecer su desarrollo hacia una economía
solidaria, por la vía de la asociatividad.
La Ley dictamina cuatro formas de organización:
sector comunitario, asociativo, cooperativista y
unidades económicas populares. Las tres primeras
son colectivas y la última puede dar lugar a soluciones
familiares o individuales. Más allá de las debilidades
teóricas, esta normativa tiene algunos puntos relevantes:
incluir al sector de las finanzas solidarias, promover
la asociatividad del trabajador autónomo, introducir
referencias ancestrales como el Sumak Kawsay, y
establecer una serie de principios con referencias a
movimientos alternativos, entre ellos el comercio justo
y el consumo responsable.
México
El Artículo 25 de la Constitución de México establece
que
Al desarrollo económico nacional concurrirán, con
responsabilidad social, el sector público, el sector social y el
sector privado, sin menoscabo de otras formas de actividad
económica que contribuyan al desarrollo de la Nación
[…] Bajo criterios de equidad social y productividad se
apoyará e impulsará a las empresas en los sectores social
y privado de la economía, sujetándolos a las modalidades
Es de destacar el relevante papel de las leyes sobre economía social y solidaria.
Sobre todo porque al gestarse instrumentos específicos de promoción y apoyo,
generan reconocimiento por parte de las políticas públicas, visibilidad a nivel
social y mayores posibilidades de desarrollo.
que dicte el interés público y al uso, en beneficio general,
de los recursos productivos, cuidando su conservación y
el medio ambiente.19
Bajo ese marco constitucional, el 23 de noviembre
de 2011 se aprobó la legislación más novel de este tipo de
la región: la Ley General sobre Economía Social y
Solidaria.20 Se refiere al «sector social de la economía»
y no al «de la economía social». La diferencia con
respecto al orden de los términos podría tener algunos
ribetes teóricos, aunque la norma no da pistas al respecto.
De hecho, no ofrece una definición precisa del sector,21 y
el Artículo 4 solo enumera las diferentes organizaciones
que lo integran:
I. Ejidos; II. Comunidades; III. Organizaciones de
trabajadores; IV. Sociedades Cooperativas; V. Empresas
que pertenezcan mayoritaria o exclusivamente a los
trabajadores; y VI. En general, de todas las formas de
organización social para la producción, distribución y
consumo de bienes y servicios socialmente necesarios.22
Nótese cómo se evita utilizar el concepto de
«economía» en el último acápite, aunque en ese caso
las «formas de organización social» también lo son de
organización económica. A diferencia de las legislaciones
mencionadas con anterioridad, el marco de valores
(Artículo 10) y principios (Artículo 9) no muestra
riqueza doctrinal. Los puntos más positivos de la
norma son la integración de las diversas organizaciones
que conforman el sector en un mismo marco legal
(hasta entonces cada una de ellas tenía su propio
espacio jurídico); la creación de un Instituto Nacional
de Economía Social, dependiente de la Secretaría de
Economía, lo que asegura políticas públicas dirigidas al
sector; de un Fondo de Fomento a la Economía Social,
que garantiza un sistema propio de financiamiento; y la
de un ámbito particular de las organizaciones (Congreso
Nacional), lo que permitirá avanzar en la identidad del
sector.
Otras experiencias latinoamericanas
Argentina
La nación cuenta con numerosas políticas impulsadas
desde el Instituto Nacional de Economía Social
(INAES), bajo un enfoque que oscila entre el clásico y el
paternalista. Algunas organizaciones sociales nucleadas
en la Asamblea Abierta por la Construcción de una
Ley Nacional de Economía Social y Solidaria, están
impulsando un debate acerca de cómo legislar en estos
asuntos y privilegiar la vertiente autogestionaria. El
INAES impulsó en 2011 la discusión sobre un proyecto
de Ley General Básica de Economía Solidaria, perfilado
por la orientación sectorial.23 Existen antecedentes de
legislaciones de alcance provincial, es el caso de la Ley
sobre Mercados Productivos Asociativos (Río Negro) o
la que versa sobre Ferias Francas (Misiones), e incluso de
una Ley de Promoción de la Economía Social en Entre
Ríos y otra de Economía Social y Solidaria en Mendoza.
Recientemente, y como muestra del creciente interés
generado por estas temáticas en la agenda pública, el
Senado de la República aprobó un proyecto de resolución
que incorpora la «economía social» entre las atribuciones
de la Comisión de Economías Regionales, Economía
Social, Micro, Pequeña y Mediana Empresa.24
Bolivia
Los cambios políticos operados desde la asunción de
Evo Morales como presidente han llevado a la búsqueda
de nuevos paradigmas de desarrollo económico. La
Constitución de la República de 2007 establece algunos
códigos de ética económica muy novedosos. Su Artículo
8 expresa:
El Estado asume y promueve como principios ético
morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama
suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón),
suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa),
teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj
ñan (camino o vida noble).25
Por su parte, el Artículo 311 introduce la idea de
una «economía plural» en la que se destaca el papel
de las cooperativas, de la propiedad comunitaria y de
las formas comunitarias de producción. A pesar de
ciertos esfuerzos para posicionar la temática en las
políticas públicas, este país aún no cuenta con una ley de
economía social y/o solidaria. No obstante, en octubre
de 2012 se aprobó la Ley Marco de la Madre Tierra y
Desarrollo Integral para Bien Vivir, que incluyó aspectos
de corte socioeconómico y se refiere a la «economía
social comunitaria». El Artículo 15 puntualiza:
El Estado Plurinacional de Bolivia reconoce la economía
plural como el modelo económico boliviano, considerando
las diferentes formas de organización económica, sobre
los principios de la complementariedad, reciprocidad,
solidaridad, redistribución, igualdad, sustentabilidad,
Legislaciones sobre ESS en América Latina y el Caribe
49
equilibrio y armonía, donde la economía social
comunitaria complementará el interés individual con el
Vivir Bien colectivo.26
Brasil
Desde la Secretaría Nacional de Economía Solidaria,
con apoyo del Foro Brasilero de Economía Solidaria
(FBES), se ha desarrollado una de las experiencias de
mayor impacto en políticas públicas de promoción a
esta modalidad económica. Sin embargo, aunque la
Conferencia Nacional de 2006 y la de 2010 reclamaron
un avance en términos legislativos, no existe aún una ley
de alcance federal. En 2011, el FBES lanzó una campaña
de recolección de firmas en apoyo a un proyecto de
ley elaborado por el Consejo Nacional de Economía
Solidaria (CNES) y elevado a la Cámara de Diputados
en mayo de 2010. Este proyecto propone la creación
de un Sistema Nacional y un Fondo Nacional de
Economía Solidaria, la cual es definida en el Artículo 2
como cualquier forma de producción, distribución,
consumo o crédito
que tenga como base los principios de la autogestión,
la cooperación y la solidaridad, destinadas a la gestión
democrática, la distribución equitativa de la riqueza
producida en conjunto, el desarrollo local integrado y
sustentable, el respeto por el equilibrio de los ecosistemas,
la valorización del ser humano y del trabajo, y el
establecimiento de relaciones igualitarias entre hombres
y mujeres.27
El Artículo 3 limita la expresión a la tendencia
autogestionaria, ya que entiende los «emprendimientos
de economía solidaria» como organizaciones colectivas
«cuyos participantes o socios/as son trabajadores/as…».
El texto, además de permitir que estos emprendimientos
asuman cualquier forma societaria prevista en la
legislación brasileña, acepta también aquellos de
carácter informal que cumplan con las características
antes señaladas.
A la par, sobre todo después de 2004, se han
elaborado numerosas leyes de alcance municipal
y estadual sobre economía solidaria, todas bajo la
mencionada autogestionaria.
República Dominicana
En 2010 un grupo de organizaciones sociales
y cooperativas elaboraron un «proyecto de ley del
sector de la economía solidaria» que fue elevado a la
Cámara de Diputados el año siguiente y presenta una
orientación hacia la autogestión. En él se propugna
un sistema socioeconómico, cultural y ambiental,
desarrollado de forma asociativa por trabajadores,
a través de prácticas solidarias y participativas, para
el bienvivir, el desarrollo integral del ser humano
50
Pablo Guerra
como fin de la economía, por lo tanto, no tiene fines
lucrativos. La economía solidaria está integrada
por prácticas de la autogestión de los trabajadores
como forma de dirección democrática colectiva, el
asociativismo como forma de propiedad común,
la cooperación entre las entidades y personas
participantes, la equidad social y de género, el
comercio justo, la economía ecológica, la soberanía
económica y la ética económica que se fundamenta
en la no explotación del trabajo ajeno y el medio
ambiente.
Por otra parte, el Artículo 222 de la Constitución del
país «reconoce el aporte de las iniciativas económicas
populares», entre ellas «las cooperativas […] y otras
formas de asociación comunitaria para el trabajo, la
producción, el ahorro y el consumo».28
Uruguay
Incorpora por primera vez el término economía
solidaria a nivel legislativo de forma marginal, en la
Ley General de Cooperativas (Ley 18407), que creó el
Instituto Nacional de Cooperativas (INACOOP). Entre
los cometidos de este se halla
impulsar el estudio y la investigación de otras formas
de la economía social y solidaria y realizar propuestas
sobre su alcance y regulación, de modo de favorecer la
formación de un marco jurídico que facilite su desarrollo
y promoción.29
En 2011 comenzaron algunas actividades en tal
sentido, promovidas sobre todo por la Coordinadora
Nacional de Economía Solidaria, aunque se está aún
lejos de un proyecto. En septiembre de ese año se creó
el Fondo para el Desarrollo, un instrumento de apoyo
financiero dirigido a «emprendimientos económicos
con participación de sus trabajadores en la dirección y
en el capital de las empresas, en particular en los casos
de autogestión».30
Venezuela
En este país no existe una ley de economía social
y/o solidaria. Sin embargo, la Constitución de 1999
indica que el Estado debe promover la economía social.
En 2001 se aprobó la Ley Especial de Asociaciones
Cooperativas que, según su Artículo 1,
tiene como finalidad disponer los mecanismos de
relación, participación e integración de dichos entes en
los procesos comunitarios, con los Sectores Públicos,
Privado y con la Economía Social y Participativa,
constituida por las empresas de carácter asociativo que
se gestionan en forma democrática.31
Cuando define las cooperativas, alude de nuevo a
la economía social: «Las cooperativas son asociaciones
abiertas y flexibles, de hecho y derecho cooperativo, de
la Economía Social y Participativa».32
De forma complementaria, en 2008 se promulgó la
Ley de Fomento y Desarrollo de la Economía Popular,
con el propósito de regular el sistema socioproductivo
comunitario. Su Artículo 8 califica las organizaciones
socioproductivas comunitarias como
unidades comunitarias con autonomía e independencia
en su gestión, orientadas a la satisfacción de necesidades
de sus miembros y de la comunidad en general, mediante
una economía basada en la producción, transformación,
distribución e intercambio de saberes, bienes y servicios,
en las cuales el trabajo tiene significado propio y
auténtico; y en las que no existe discriminación social ni
de ningún tipo de labor, ni tampoco privilegios asociados
a la posición jerárquica.33
Según el Artículo 9, entre esas unidades se destacan
las empresas autogestionarias, las de propiedad social, las
productivas de carácter familiar, e incluso grupos de
trueque e intercambio solidario. Se trata de la iniciativa
legal en la región que más desarrolla las diferentes
expresiones de economía popular y solidaria, aunque
no emplee esos términos.
Conclusiones
La primera ley sobre economía social y/o solidaria
que, de acuerdo con el presente estudio, se aplicó en
América Latina —la de Honduras—, muestra una
orientación autogestionaria en la medida que su
definición implica la presencia de trabajadores como
propietarios de los medios de producción. La segunda
—Colombia— incluye de manera explícita las prácticas
autogestionarias, aunque se orienta en términos
sectoriales e incorpora una amplia variedad de
formatos asociativos. Esta norma colombiana instala,
además, un sistema de políticas públicas dirigido
al sector. El modelo ecuatoriano se caracteriza por
contener la economía popular y el trabajo autónomo,
y se enfoca hacia nuevos actores. La ley mexicana no
define la economía social y solidaria; al enumerar las
organizaciones que participan del «sector social de la
economía» parece escoger la variante sectorial, aunque
con especificidades propias.
El proyecto de ley en Brasil incorpora una definición
de orientación autogestionaria, resultado de varias
leyes previas, municipales y estaduales. El de República
Dominicana, aunque comienza su enunciado al estilo
de la Ley 454 colombiana, también se orienta hacia la
autogestión.
Si bien no forman parte de la presente investigación,
resulta útil mencionar otros textos legales, elaborados
fuera de Latinoamérica. La legislación española (cuya
exposición de motivos revela una orientación clásica)
define de manera algo desafortunada la economía
social, ya que se centra en la naturaleza de su actividad
antes que en sus fines, 34 lo cual no ocurre en la
formulada por la región de Valonia (Suiza), también
de orientación clásica. La definición otorgada por la
Ley de la Otra Economía (Lazio, Italia) es representativa
de la vertiente alternativa, pues incluye un fuerte
componente ecológico y de transparencia económica;
sin embargo, al concentrarse en perseguir objetivos
colectivos elevados parece no contemplar todos los
formatos de la economía social.
Conceptualizaciones sobre economía social y
solidaria en leyes europeas:
• Ley 5, 2011 (España):
Conjunto de las actividades económicas y empresariales,
que en el ámbito privado llevan a cabo aquellas entidades
que, de conformidad con los principios recogidos en
el artículo 4, persiguen bien el interés colectivo de sus
integrantes, bien el interés general económico o social,
o ambos.
• Decreto sobre Economía Social, 2008 (Región de
Valonia, Suiza):
Por economía social, en el sentido del presente decreto,
se entiende las actividades económicas productoras
de bienes o de servicios, ejercidas por sociedades,
principalmente cooperativas y/o con fines sociales,
asociaciones, asociaciones mutuales o fundaciones, cuya
ética se traduce en el conjunto de principios siguientes:
finalidad de servicio a la colectividad o a los miembros
más que lucro; autonomía de gestión; proceso de decisión
democrática; primacía de las personas y del trabajo sobre
el capital en la repartición de las ganancias.35
• Ley de la Otra Economía, 2009, (Lazio, Italia):
Modo de llevar a cabo la actividad económica de manera
que permita el logro de objetivos de interés colectivo
superiores, en relación con los límites fijados por la
ley y, en particular, más transparentes, participativos
y solidarios. Este método es aplicable tanto a la oferta
como a la demanda; más que en el capital, se basa en
mejorar las relaciones entre las partes, en la distribución
equitativa de los recursos, en el respeto y la protección
del medioambiente, así como en la búsqueda de objetivos
sociales, y se lleva a cabo de conformidad con los
principios establecidos en el artículo 3.36
Las legislaciones sobre la economía social y
la solidaria aún no han generado consensos en
cuanto a la delimitación y caracterización de ambas.
No obstante, es de destacar el relevante papel
de estas leyes. Sobre todo porque —más allá de
distinguir entre los componentes empresariales del
sector y las formas jurídicas mercantiles (empresas
capitalistas), o de cumplir una función regulatoria—,
al gestarse instrumentos específicos de promoción
y apoyo, generan reconocimiento por parte de las
Legislaciones sobre ESS en América Latina y el Caribe
51
políticas públicas, visibilidad a nivel social y mayores
posibilidades de desarrollo.
Notas
1. Sobre el debate conceptual en América Latina, véase Pablo Guerra,
«¿Cómo denominar a las experiencias económicas solidarias
basadas en el trabajo? Diálogo entre académicos latinoamericanos
acerca de la polémica conceptual», Otra Economía. Revista
Latinoamericana de Economía Social y Solidaria, v. 1, n. 1, Buenos
Aires, 2007, pp. 21-7.
2. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Gaceta
Oficial Extraordinaria, n. 5.453, Caracas, 24 de marzo de 2000.
3. José Coraggio, «La presencia de la economía social y solidaria (ESS)
y su institucionalización en América Latina», disponible en www.
coraggioeconomia.org/jlc/archivos%2520para%2520descargar/
Ponencia_ES_estados_generales_junio_2011.doc (consultado el
13/12/2011), pp. 3-6.
4. Juan F. Álvarez Rodríguez, «El tercer sector y la economía
solidaria», Cooperativismo y Desarrollo, n. 90, Bogotá, enero-mayo
de 2007, p. 104.
5. Antonio Cruz, «La acumulación solidaria», Revista de Estudios
Cooperativos, v. 16, n. 1, Montevideo, 2011, p. 14.
6. Movimiento Ecuatoriano de Economía Social y Solidaria
(MESSE), «La economía social y solidaria en Ecuador», disponible
en www.messe.ec/ecosol/7-la-economia-social-y-solidaria-en-elecuador (consultado el 16/12/2011).
7. Antonio Cattani, A outra economía, Veraz, Porto Alegre, 2003,
p. 9. [Trad. del Ed.]
8. Constitución de la República del Ecuador, Quito, 2008,
disponible en www.asambleanacional.gov.ec/documentos/
constitucion_de_bolsillo.pdf (consultado el 3/10/2012).
9. José Coraggio, M. Arancibia y M. Deux, Guía para el mapeo y
relevamiento de la economía popular y solidaria en América Latina
y el Caribe, Gresp-Rippes, Lima, 2010, p. 88.
10. Pablo Guerra, Economía de la solidaridad y solidaridad en
la economía. Contextos conceptuales y antecedentes históricos,
Colección Cátedras y Curso, U-virtual.net, Santiago de Chile,
2009, p. 145.
11. Decreto Número 193-85, Art. 2, La Gaceta, Tegucigalpa, 30 de
octubre de 1985, p. 1.
21. En las consideraciones de la norma se señala que este sector
«responde a las necesidades de los grupos sociales de organizarse
para satisfacer sus necesidades materiales comunes». Véase Ley
General sobre Economía Social y Solidaria, Gaceta Parlamentaria,
a. XIV, n. 3371-II, México, DF, 2011, p. 2.
22. Ibídem, p. 14.
23. Al momento de redactar este texto, sin embargo, algunos
informantes calificados de Argentina, entrevistados para esta
investigación, desconocían el contenido del proyecto que
está elaborando el INAES.
24. Véase «Dictamen en el proyecto de resolución de la señora
senadora Fellner y otros, modificando el Reglamento del Honorable
Senado, incluyendo la Economía Social en la competencia de la
Comisión de Economías Regionales, Micro, Pequeña y Mediana
Empresa y cambiando su denominación», S-1971/12, Buenos Aires,
Cámara de Senadores, 2012, p. 2.
25. Constitución Política del Estado, Art. 8, 2007, p. 8, disponible
en http://bolivia.infoleyes.com/shownorm.php?id=469 (consultado
el 19/08/2013).
26. Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para
el Bien Vivir, 2012, Art. 15, disponible en www.la-razon.com/
sociedad/MARCO-TIERRA-DESARROLLO-INTEGRALVIVIR_0_1706229409.html#bd (consultado el 18/10/2012).
27. Emanuelle Maffioletti, «Comentarios ao Projeto Lei Sobre a
Política Nacional de Economía Solidaria no Brasil», en Fundación
Divina Pastora, Reformas Legislativas en el Derecho Social y
Solidario, Divina Pastora, Valencia, 2011, p. 94. [Trad. del Ed.]
28. Constitución de la República Dominicana, Art. 222, 2010,
p. 64, disponible en www.suprema.gov.do/PDF_2/constitucion/
Constitucion.pdf (consultado el 3/10/2012).
29. Ley 18407, Diario Oficial, n. 27612, Montevideo, 14 de
noviembre de 2008, disponible en www.parlamento.gub.uy/leyes/
accesotextoley.asp?ley=18407&anchor.
30. Decreto 341/011 Reglamentario del FONDES, Ministerio de
Economía y Finanzas, Montevideo, 2011, p. 2, disponible en http://
archivo.presidencia.gub.uy/sci/decretos/2011/09/mef_555.pdf.
31. Ley Especial de Asociaciones Cooperativas, Art. 1, Gaceta
Oficial, n. 37285, Caracas, 18 de septiembre de 2001, p. 1.
32. Ibídem, Art. 2.
12. Ibídem, Art. 3.
33. Decreto 6130 «Con rango, valor y fuerza de ley para el fomento y
desarrollo de la economía popular», Art. 8, Caracas, junio de 2008, p.
4, disponible en www.pgr.gob.ve/dmdocuments/2008/5890.pdf.
13. Ley 454, Art. 2, Diario Oficial, n. 43.357, Bogotá, 6 de agosto
de 1998, p. 1.
34. Gemma Fajardo, «La Ley española de economía social», en
Fundación Divina Pastora, ob. cit., p. 45.
14. Ibídem, Art. 4, p. 1.
35. Parlamento Valón, Décret relatif á l’ economie sociale, 2008,
disponible en www.concertes.be/joomla/images/documents/
decretes_20081120_moniteur20081231.pdf (consultado el
12/12/2011) [Trad. del Ed.]
15. Ibídem, Art. 6.
16. Ídem.
17. Constitución de la República del Ecuador, ob. cit., p. 134.
18. Ley Orgánica de la Economía Popular y Solidaria y del Sector
Financiero Popular y Solidario, Registro Oficial, n. 444, Quito, 10
de mayo de 2011, p. 2.
19. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Art. 25,
disponible en www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1.pdf, 2011
(consultado el 20/12/2011).
52
20. Cuando se culminó este artículo la Ley carecía aún de
reglamentación.
Pablo Guerra
36. Consejo de la región del Lazio, Ley de la Otra Economía,
n. 20, 4 de agosto de 2009, disponible en www.consiglio.
r e g i o n e . l a z i o. i t / c o n s i g l i o w e b / d e t t a g l i o _ w o r d p r e s s .
php?id=focuson_3&vmf=&vms= (consultado el 1/3/2012) [Trad.
del Ed.]
, 2013
Leyes marcos en ESS.
Poderes públicos
y desarrollo humano
Maude Brossard-Sabourin
Coordinadora.
Chantier de l’economie sociale, Quebec, Canadá.
D
esde hace más de una década, la economía
social y solidaria (ESS) está emergiendo,
y constituye una tendencia cada vez más
valorada en todos los continentes. Debido
a su finalidad tanto social como económica y los
principios con los que opera, se destaca por su
contribución a las políticas de desarrollo.
El objetivo de este artículo es, por una parte, poner
de relieve las características que distinguen la ESS
de la economía tradicional; y por otra, analizar las
posibilidades de colaboración entre la sociedad civil
y el poder público para favorecer el desarrollo de esa
economía. Además, se analiza específicamente las leyes
marcos que ciertas naciones han implementado para
reconocerla y desarrollarla.
Reconocimiento internacional de la ESS
Con el término Economía social y solidaria se
designa la categoría general de entidades como
cooperativas, sociedades mutuales, asociaciones,
fundaciones, empresas sociales u organizaciones
basadas en la comunidad, que se construyen en torno
al principio de priorizar las necesidades humanas,
el hábitat o el medioambiente a los dividendos
obtenidos. Se caracterizan por ser autónomas, tener
una participación voluntaria y abierta, aplicar la
toma de decisiones de manera democrática y regular
la distribución de los excedentes y su reinversión en
las actividades de la ESS. Se podrían añadir otras
Leyes marcos en ESS. n.
Poderes
públicos
y desarrollo de
humano
75: 53-57,
julio-septiembre
2013
53
características en dependencia de las particularidades
socioeconómicas locales.
En la actualidad, una visión como la anterior ha sido
impulsada por un número creciente de organizaciones
internacionales que han incluido la ESS en la agenda de
conferencias internacionales e iniciativas de desarrollo.
Desde 2009, la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) puso en marcha su Plan de acción para la
promoción de empresas y organizaciones de la economía
social 1 y realiza una reunión anual de la Academia
de la ESS.2 El Año Internacional de las Cooperativas,
declarado por Naciones Unidas en 2012, tenía la
intención de «poner de relieve la contribución de las
cooperativas al desarrollo económico y su impacto
en la lucha contra la pobreza, la creación de empleo
y la inclusión social».3 El Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha incorporado
la economía social en su programa de formación.
En mayo de 2013, el Instituto de Investigación de las
Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD)
celebró una importante reunión en Ginebra, sobre el
potencial y los límites de la ESS.4 Por su parte, la Unión
Europea (UE) desde hace muchos años realiza acciones
a favor de dicha economía.
Tal resurgimiento de ese modelo económico en el
ámbito internacional es resultado de la convergencia
de varios fenómenos. Por un lado, las diferentes crisis
que han sacudido el mundo —económica, financiera,
alimentaria, medioambiental— han impuesto a las
empresas la necesidad de revisar su hacer tradicional.
Por otro, frente a los enormes desafíos que constituyen
la falta de puestos de trabajo, los altos precios de los
alimentos, la incapacidad de los estados nacionales
para atender las necesidades básicas de su población, la
creciente brecha entre ricos y pobres y los impactos —a
menudo devastadores— de los modos de producción y
consumo sobre el medioambiente, varios movimientos
ciudadanos han promovido la creación de enfoques de
desarrollo alternativo. Bajo diversas designaciones ha
crecido esa economía al servicio de las comunidades, y
se formó en las redes locales, nacionales, continentales
e internacionales.
La ESS brinda a los jóvenes la oportunidad para
crear sus propias empresas y generar autoempleo, lo
que es una vía hacia un trabajo decoroso. También
ha demostrado ser eficaz en la organización de
los trabajadores informales en su transición a la
economía formal, pues sus empresas potencian el
empoderamiento, la protección tanto de los obreros de
la economía informal, como de las empresas.5 Aporta
experiencias para trabajar con personas vulnerables,
genera economías de escala y mejora la productividad y
la rentabilidad. Además, fomenta el espíritu de empresa,
la movilización de capital y aumenta la representación y
poder de negociación de la sociedad civil. Basta pensar
54
Maude Brossard-Sabourin
en las asociaciones mutuales de seguro de salud, grupos
de microfinanzas o empresas sociales formadas para
rehabilitar a las poblaciones desfavorecidas.
En tiempos de crisis, la ESS se revela como una
economía que resiste más que otras a los fracasos del
mercado. Por ejemplo, en España, donde la tasa de
desempleo llegó al nivel récord de 21% en 2011, el
Ministerio de Trabajo confirma que las cooperativas
de ese país han creado ocho mil nuevos puestos de
trabajo en el primer semestre de 2012.6 El sector ha
mostrado una fuerte resistencia sobre todo porque
esas organizaciones, incrustadas en la economía local
y la comunidad, se caracterizan por la participación de
actores y ofrecen soluciones innovadoras a necesidades
sociales urgentes no cubiertas.
La co-construcción de políticas públicas
Para permitir el pleno desarrollo de la economía
social y solidaria, se necesita políticas públicas
adecuadas e innovadoras en todos los niveles del
gobierno (local, regional, nacional), en distintos
sectores económicos y en grupos específicos (mujeres,
juventud, comunidades culturales, etcétera).
Un proceso de colaboración entre la sociedad civil
y el gobierno para diseñar, desarrollar, implementar,
evaluar y ajustar las políticas públicas permite a la ESS
constatar su potencial, asegurar una mejor eficacia
de las políticas; reducir la desalineación política, la
incoherencia, los inflexibles enfoques programáticos
«arriba-abajo» y los costos intermediarios.
La insuficiente colaboración entre el gobierno y
la sociedad civil se convierte en una barrera para el
desarrollo de dicha economía. Ello aflora cada vez
más en los debates entre profesionales, investigadores
y encargados de formular políticas en numerosos países
del Norte y del Sur.
Desde hace varios años, en Quebec, nos hemos
referido a la co-construcción de políticas públicas para
describir un proceso de múltiples actores involucrados
en la formulación de políticas que permitan el desarrollo
de la ESS. En ese sentido, el diálogo y la negociación
han sido esenciales para su crecimiento.
Una experiencia bien conocida en la región es
muestra del notable impacto de exitosas innovaciones
colaborativas. La propuesta de una red de guarderías
controladas por los padres, hace casi quince años, para
lograr un mayor acceso al cuidado infantil, se tradujo
en la creación de una red de empresas de economía
social, hoy responsable de la mayoría de los servicios
de guarderías educativas en la provincia (doscientos mil
niños en mil centros sin fines de lucro). Con cuarenta
mil trabajadores, esta red es el tercer empleador no
público en la provincia. Aunque su gobierno invierte
El plan de acción que sigue a la adopción de una ley marco es, de hecho, un
elemento clave para la repercusión de las políticas públicas. Permite establecer
mecanismos de rendición de cuentas a fin de que la ley pueda evolucionar con
el tiempo y hacer evaluaciones del progreso.
en estos centros para la primera infancia más de mil
setecientos millones de dólares canadienses (CAD)
al año (aproximadamente 85% de los gastos), varios
estudios han demostrado que ello representa una
medida de ahorro a mediano y largo plazos, debido a los
beneficios económicos y sociales de estas instituciones
para las familias.7
Leyes marcos
Teniendo en cuenta su contribución al desarrollo
social y económico sostenible, la ESS impone una
amplia reflexión sobre las políticas públicas. Algunos
países han adoptado serias transformaciones en
la legislación de dicha economía a través de leyes
marcos, para favorecer la co-construcción de políticas
públicas.
La ley marco define los principios generales
de una materia, cuya aplicación le corresponde al
sector ejecutivo mediante la utilización de su poder
reglamentario.
En economía social, una ley marco puede
permitir el reconocimiento de la contribución de las
empresas colectivas, asegurar su admisión en todas las
instituciones y políticas gubernamentales y establecer
un espacio permanente de diálogo con los gobiernos
para lograr el desarrollo de nuevas políticas públicas.
Entre 2011 y 2013, España, Grecia, Portugal,
Ecuador y México han aprobado una ley marco en
economía social y solidaria, mientras otros países,
como Francia, Luxemburgo, Brasil, Argentina y la
provincia de Quebec en Canadá, están preparando
la suya.8
Reconocimiento legal e institucional
Un gran desafío para las autoridades ha sido la
necesidad de alcanzar un consenso sobre el concepto
de economía social y solidaria. Debido a las diversas
formas jurídicas de sus empresas (cooperativas,
sociedades mutuales, asociaciones, fundaciones,
empresas sociales u organizaciones basadas en la
comunidad), las leyes marcos tienen la intención de
establecer una legislación general. En esta perspectiva,
pretenden mejorar el reconocimiento institucional
y legal del sector siendo inclusivas; presentan la ESS
como un conjunto, pero reconocen la diversidad de
las organizaciones y formas legales que la conforman.
Algunas también incluyen la obligación de mantener
un registro nacional de empresas de ESS para evaluar
su evolución.
Tales leyes establecen, además, los principios que
deben guiar las organizaciones de ESS: poner de relieve
su carácter distintivo dentro del amplio panorama
económico; anteponer las necesidades humanas, de
la comunidad o del medioambiente a fines lucrativos;
ser autónomas de los gobiernos u otras organizaciones;
tener una participación voluntaria y abierta; aplicar
procesos democráticos de toma de decisiones y de
propiedad; y regular la distribución de los excedentes
y su reinversión en actividades de ESS.
En el caso ecuatoriano, el Artículo 4, que resume
los principios rectores de las organizaciones que están
bajo la ley ES, se establece como primer elemento
el objetivo de contribuir al Sumak Kawsay (o «buen
vivir») y al bien común. En segundo lugar, se afirma
que el trabajo debe tener prioridad sobre el capital, y lo
colectivo sobre lo individual. Además, las actividades
deben ser guiadas por un comercio justo y un consumo
ético y responsable, así como por la equidad de género,
respeto a la identidad cultural, responsabilidad social
y ambiental, y solidaridad.9
En la ley marco mexicana se especifica que las
empresas de ESS deben trabajar para el beneficio
mutuo y para la comunidad, incluida aquella en la
que operan.10
En cuanto a la distribución de los excedentes, la ley
portuguesa menciona que estos deben ser utilizados
para alcanzar los objetivos de la organización de la
ESS, de acuerdo con el interés general, y respetando
la particularidad de cada una de las organizaciones.11
En el caso griego, esta se restringe: solo una parte
de los excedentes puede repartirse entre sus miembros
o empleados y el resto tiene que ser reinvertido en la
organización.12
La adaptación de leyes marcos subraya también
la contribución de la ESS para la sociedad. La ley
portuguesa, por ejemplo, destaca su diversidad y
constituye un potencial de respuestas innovadoras a
los desafíos en los distintos niveles políticos.
Diálogo permanente con los gobiernos
Las diversas leyes marcos formalizan las bases para
un permanente diálogo entre los gobiernos y los actores
Leyes marcos en ESS. Poderes públicos y desarrollo humano
55
de la economía social y solidaria. Primero aclaran la
relación entre ellos, y a menudo la función del gobierno
es de liderazgo. Por ejemplo, la ley portuguesa pone de
relieve el papel del Estado para facilitar el diálogo entre
los organismos públicos y los representantes de la ESS a
nivel nacional y europeo, al promover el entendimiento
mutuo y la difusión de buenas prácticas.
Así, las leyes marcos permiten un reconocimiento
de los actores de la ESS. La portuguesa y la española
establecen que sus entidades pueden organizarse
libremente en asociaciones, sindicatos, federaciones
o confederaciones, que representen y defiendan sus
intereses.
A su vez, también mediante estas leyes cada
gobierno puede establecer comités consultativos.
Por ejemplo, el ecuatoriano está compuesto por
representantes de municipios, provincias, parroquias y
organizaciones de ESS —federaciones de las unidades
económicas populares y comunitarias, el sector
asociativo y cooperativo, y el financiero popular y
solidario. El Artículo 142 especifica el papel del Comité
Interinstitucional:
Será responsable de dictar y coordinar las políticas de
fomento, promoción e incentivos, funcionamiento y
control de las actividades económicas de las personas
y organizaciones regidas por la presente Ley, con
el propósito de mejorarlas y fortalecerlas. Asimismo, el
Comité Interinstitucional evaluará los resultados de
la aplicación de las políticas de fomento, promoción
e incentivo.13
Estas formalidades aseguran a los actores ser
reconocidos por el gobierno y les da la posibilidad de
reivindicar políticas públicas adecuadas.
Mecanismos de aseguramiento
Algunos mecanismos pueden ser establecidos en
las leyes marcos para garantizar que la ESS tenga el
apoyo de políticas públicas para desarrollarse. La ley
portuguesa dictamina que las organizaciones de ESS
deben beneficiarse de un régimen fiscal favorable.
En la española se menciona que en el plazo de dos
años después de su entrada en vigor, el gobierno
presentará una evaluación al Congreso, donde se
analizarán y evaluarán los efectos y las consecuencias
de la aplicación de esa ley. En Francia, donde una ley
marco se está elaborando, el ministro de Economía
Social propone incluir incentivos financieros para
ayudar a los trabajadores a transformar las empresas
en cooperativas.14
El plan de acción que sigue a la adopción de una
ley marco es, de hecho, un elemento clave para la
repercusión de las políticas públicas. Permite establecer
mecanismos de rendición de cuentas a fin de que la ley
56
Maude Brossard-Sabourin
pueda evolucionar con el tiempo y hacer evaluaciones
del progreso.
En Quebec, donde se espera la adopción de una
ley marco para finales de 2013, los actores de la ESS
han propuesto acciones para desarrollar políticas
públicas a su favor; por ejemplo, facilitar el traspaso
de empresas a los trabajadores y la accesibilidad a
los mercados públicos de aquellas pertenecientes a la
economía social.
Conclusión
En mayo de 2013, el director general de la OIT, Guy
Ryder, afirmaba que la economía solidaria, orientada
hacia la persona y su desarrollo, es una alternativa
frente a la crisis económica internacional. Según Ryder,
una muestra de la utilidad de este enfoque es que en los
dos últimos años, Grecia, Ecuador, México, Portugal y
España, sumidos en una intensa crisis, han adoptado
mejoras en el marco legal de este tipo de economía a
través de leyes marcos.15
El potencial de la ESS para el desarrollo
socioeconómico de los pueblos ya no es cuestionado
en diversas instancias internacionales; se conmina
ahora a los actores de la sociedad civil a trabajar en
favor de políticas públicas que favorezcan el impulso
de esa economía democrática, sostenible y centrada
en el ser humano.
Notas
1. Organización Internacional del Trabajo (OIT), Plan de acción para
la promoción de empresas y organizaciones de la economía social,
disponible en www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_emp/--emp_ent/---coop/documents/publication/wcms_185354.pdf.
2. OIT, «Academia de la economía social y solidaria», disponible
en www.ilo.org/empent/Eventsandmeetings/WCMS_205980/
lang--fr/index.htm.
3. Organización de Naciones Unidas (ONU), Resolución 64/136
«Cooperativas en el desarrollo social», 18 de diciembre de 2009,
disponible en www.un.org/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/
RES/64/136&referer=http://www.un.org/fr/ga/64/resolutions.
shtml&Lang=S.
4. Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el
Desarrollo Social, «Potencial y límites de la economía social y
solidaria», disponible en www.unrisd.org/80256B3C005BD6AB/
(httpEvents)/513E84D6BA2D56EEC1257AFA00469157?OpenD
ocument.
5. OIT, «Economía social y solidaria: nuestro camino común hacia
el trabajo decente», disponible en www.ilo.org/empent/units/
cooperatives/WCMS_166369/lang--es/index.htm.
6. «Las cooperativas crean 8 000 nuevos empleos en España»,
Recma, 23 de mayo de 2013, disponible en http://recma.org/
node/3451.
7. «Rendement des investissements publics dans le réseau des
CPE», Association des Centres de la Petite Enfance, Quebec, 2007,
disponible en www.aqcpe.com.
8. Para acceder al contenido de las leyes marcos en todos los
continentes y seguir las que están en proceso de adopción, véase el
sitio web de RELIESS (http://reliess.org/ley-marco/?lang=es), cuyo
objetivo es ofrecer información sobre las políticas públicas en ESS,
con énfasis en las colaboraciones entre la sociedad civil y el sector
público que permiten el desarrollo de experiencias innovadoras a
nivel internacional.
9. Véase «Ecuador: Ley orgánica de la economía popular y solidaria
y del sector financiero popular y solidario», 13 de mayo de 2011,
disponible en www.centrocultural.coop/blogs/cooperativismo/
wp-content/uploads/2011/05/ley-ecuador.pdf.
10. Véase «Ley de economía social y solidaria», 6 de junio de 2010,
disponible en www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LESS.pdf.
11. Véase «Ley de Bases de la economía social», 13 de mayo de
2013, disponible en www.reliess.org/centredoc/upload/Projeto_
de_Lei__13_03_2013Portugal.pdf.
12. Véase «The Social Economy in the European Union», 18
de noviembre de 2011, disponible en www.keko.gr/aimages/
FEK_216_2011_(N.4019_Nomos_Koinonikis_Oikonomias).pdf.
13. Véase «Ecuador: Ley orgánica…», ob. cit.
14. Véase «France : le texte d’avant-projet de loi», 10 de abril de
2013, disponible en www.reliess.org/centredoc/upload/avantprojet_de_loi_ess_9_avril_2013France.pdf.
15. Guy Ryder, «La OIT presenta a la economía solidaria
como una opción frente a la crisis», El Mercurio Online, 5 de
mayo de 2013, disponible en www.emol.com/noticias/
economia/2013/05/06/597077/la-oit-presenta-a-la-economiasolidaria-como-una-opcion-frente-a-la-crisis.html.
, 2013
Leyes marcos en ESS. Poderes públicos y desarrollo humano
57
Para un crecimiento
inclusivo:
empresas no estatales
responsables en Cuba
Rafael Betancourt
Profesor. Colegio Universitario San Gerónimo,
Universidad de La Habana.
Julia Sagebien
Profesora. Universidad de Dalhousie, Canadá.
L
a búsqueda de lecciones prácticas y teóricas
que pudieran contribuir a revaluar el modelo
de desarrollo cubano ha llevado a académicos
y decisores a examinar diversas experiencias
foráneas. Cualesquiera sean sus aportes, el modelo que
se adopte deberá enfrentar la siguiente interrogante:
¿Cómo aprovechar las fuerzas del mercado de manera
que: 1) generen crecimiento económico, 2) se controlen
las disparidades que acompañan los procesos de
transición, 3) se mantenga suficiente cohesión política
para su rápida implementación, 4) se establezca un nuevo
socialismo con mercado, basado en unidades económicas
autogestionadas y diferentes formas de propiedad, que
interactúen dentro de una economía planificada?
Este artículo propone analizar dos conjuntos de
prácticas: el de las economías sociales y solidarias (ESS),
compuesto por empresas socialmente responsables
(ESR), y el de los modelos de desarrollo de mercados
inclusivos (DMI). Un examen cuidadoso de su
aplicación de forma integrada es de máxima relevancia
para Cuba, pues parte de ambos enfoques ya se están
aplicando en la Isla en condiciones ad hoc.
Puesto que el sector no estatal está llamado a jugar
un papel importante en el nuevo modelo cubano de
desarrollo es válido preguntarse si las empresas no
estatales podrán convertirse en empresas socialmente
responsables e impulsoras de la economía social y
solidaria en Cuba.1
Definiciones, orígenes, aplicaciones
Las ESS son, en esencia, sistemas macroeconómicos
compuestos por organizaciones solidarias que
58
Rafael Betancourt
y Julia
Sagebien
n. 75: 58-65,
julio-septiembre
de 2013
desempeñan actividades empresariales para lograr
sus objetivos sociales y ambientales. Pueden abarcar,
además de sociedades mutualistas y cooperativas
no lucrativas, independientes del gobierno, otras
formas de empresa, incluidas las estatales y privadas
lucrativas, siempre que mantengan objetivos sociales
y/o ambientales.2 En América Latina, este término y
el de economía popular y solidaria (EPS) se utilizan
indistintamente aunque en esa última el sector informal
suele tener un peso mayor, a diferencia de las ESS en
países desarrollados.3
Las ESR —empresas individuales que aspiran a metas
sociales y ambientales, con o sin objetivos de gestión
o propiedad solidaria— emplean como herramienta
de gestión el «triple balance empresarial»: financiero,
social y ambiental. Con frecuencia se las califica como
«emprendedores sociales» o «empresa social».4
En países capitalistas, la economía social y solidaria
y sus ESR son creadas principalmente por individuos y
organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo,
dependen de relaciones estratégicas con el Estado y
los sectores privados.
El desarrollo de mercados inclusivos (DMI) abarca
políticas y estrategias que extienden a los pobres,
y otras personas excluidas, las oportunidades que
ofrecen los mercados a los productores, consumidores
y trabajadores. Las políticas asociadas al DMI encaran
las barreras de carácter institucional y financiero, la de
carencia de infraestructura o acceso a cadenas de valor, y
de conocimiento y capacidades. Dichas políticas surgen
mayormente de agencias de desarrollo internacional en
conjunto con gobiernos nacionales, aunque, dado su
impacto sobre barreras económicas sistémicas, su éxito
depende del apoyo y participación del sector privado y
el protagonismo de la sociedad civil.
Las ESS y el DMI aparecen en las naciones
capitalistas como respuesta al fracaso del mercado por
lograr crecimiento inclusivo y desarrollo sostenible,
y a las «brechas de gobernabilidad» abiertas por las
capacidades disminuidas de un Estado menguado.
El enfrentamiento a impactos sociales y ambientales
negativos surge principalmente desde las comunidades
y los gobiernos progresistas, con el apoyo de
universidades y centros de investigación donde se
desarrollaron teorías de innovación social.
En Cuba, la responsabilidad social y la solidaridad
constituyen la razón de ser de la actividad económica
con predominio del sector estatal y son promovidas
desde el gobierno central «de arriba hacia abajo». El
acercamiento a las experiencias de ESS en el sector no
estatal es un fenómeno reciente,5 a partir de los cambios
en el modelo económico que, según Rafael Hernández,
director de la revista Temas, tienden a la
descentralización y participación; la concepción de
la propiedad social como algo distinto de la estatal;
la ampliación del sector no estatal […] no solo en la
pequeña empresa privada, sino sobre todo en las formas
de producción y distribución cooperativas; la superación
del paternalismo estatal y de lo que se ha dado en llamar
el «igualitarismo»; el reforzamiento del orden jurídico
y el papel fundamental de la ley en el funcionamiento
de las instituciones del sistema; el reconocimiento a la
legitimidad de todos los ingresos surgidos del trabajo.6
ESS y ESR en el ámbito político cubano
La Actualización no es un abandono del socialismo.
Por tanto, los discursos de ESS y ESR son muy relevantes
para el contexto cubano. Las empresas no estatales no
son controladas directamente por el Estado. Incluyen
negocios privados, cooperativas agropecuarias y de
producción y servicios no agrícolas, y «trabajadores por
cuenta propia» (TCP). Según el discurso oficial, dentro
de esta última categoría se encuentran trabajadores
autónomos o autoempleados (que no contratan mano
de obra), la microempresa (unidades económicas
privadas que contratan mano de obra asalariada), y
las PyME (pequeñas y medianas empresas privadas,
de acuerdo con el nivel de facturación, número de
personas contratadas y volumen de activos fijos).7
En Cuba se exploran vías alternativas para desarrollar
a través de organizaciones sociales autogestionarias el
sector no estatal y una ESS de orientación socialista. El
nuevo modelo pretende conservar en manos públicas
el grueso de la propiedad de los medios de producción,
y transferir a manos privadas —principalmente por
medio de la cooperativa— la gestión de las producciones
y servicios no estratégicos. Según algunos economistas,
la cooperativa es la forma ideal de organización social
autogestionaria para el modelo cubano actualizado,
porque: es consistente con el marco teórico y valores del
socialismo (propiedad común solidaria, preocupación
por el bienestar colectivo más allá del beneficio
individual y dinámicas perniciosas entre empleados
y empleadores, etc.); puede acatar las directivas de
una economía centralmente planificada y responder
a las exigencias de iniciativas de desarrollo local; es
socialmente responsable, y consagra los atributos de
solidaridad y gestión democrática, con mecanismos
internos para contrarrestar la corrupción, no obstante
la necesidad de una supervisión estrecha del Estado.8
Sin embargo, está por comprobarse si en la práctica
una economía de tradición verticalista y planificación
centralizada como la cubana puede desarrollar estilos
de dirección consultivos e inclusivos que fomenten
economías solidarias.
El cambio en la cultura política y administrativa
deberá propiciar la transformación del papel del Estado
de «implementador» a «facilitador». Como las ESS y
sus ESR surgen con más facilidad de abajo hacia arriba,
Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba
59
este tendrá que aprender a crear mayor espacio para la
gestión independiente y autónoma de las empresas no
estatales. Ese ámbito operativo deberá ser respetado
(para promover la eficiencia) y propiciado a través
de políticas de incentivos (para compensar por las
complejidades adicionales de operar una empresa de
triple balance). Afortunadamente, la nueva dimensión
que la esfera local y comunitaria ha ganado como
componente del desarrollo económico territorial
contribuye a la descentralización estatal, mayor
participación comunitaria, visibilidad e intercambio
intersectorial de conocimientos.
Quizás el encuentro mayor entre el enfoque de ESS
y DMI y la Actualización cubana es la preocupación
de ambos por el bienestar socioeconómico de los
ciudadanos. Los dos privilegian la mejora de las
condiciones de vida de la población, y buscan soluciones
de mercado novedosas. Dichos enfoques nacen del
agotamiento de sistemas económicos convencionales
para generar, al mismo tiempo, suficiente crecimiento
e inclusión. Asimismo, consideran que formalizar la
economía informal resulta clave a fin de conseguir
estos objetivos. Sin embargo, el entorno regulatorio,
las condiciones de la demanda interna, y el balance
comercial externo que enfrentan son muy diferentes.
Las dificultades asociadas a la escasez de insumos
se pueden resolver con más facilidad que las derivadas
de una mentalidad y una práctica de cincuenta años, y de
la incertidumbre sobre el impacto que los cambios
pudieran acarrear sobre las relaciones entre el aparato
estatal y los grupos sociales emergentes de ciudadanos/
empresarios y sus financistas. La falta de espacios
para actuar independientemente del Estado, unida
a la desconfianza hacia la concentración de ingresos
en manos privadas, y el fortalecimiento de esos
grupos, pueden obstaculizar de manera continuada el
surgimiento de una economía empresarial pujante, así
como de la ESS.
En este contexto, ¿cómo pueden las empresas no
estatales convertirse en socialmente responsables e
impulsar la economía social y solidaria?
2. Crear vínculos con sectores que operan en CUC
y CUP.
Ante todo, Cuba tendrá que contar con un sector
empresarial no estatal viable y rentable. Ello pudiera
lograrse del siguiente modo:
Cadenas de valor y vínculos de mercado entre las
empresas no estatales y sectores con capacidad de
compra deben ser fomentados con rapidez. Ello incluye
establecer cadenas de suministro con las entidades
estatales, el sector interno y el externo que operan en
pesos convertibles (CUC), e incluso con grandes
sectores urbanos que realizan sus operaciones en pesos
no convertibles (CUP). Se necesitan sistemas de apoyo
especialmente diseñados, e intermediarios (por ejemplo,
grupos comerciales y sistemas de control de calidad),
para facilitar la creación y aglomeración de empresas y
aumentar su peso relativo en el mercado.
Ya ha comenzado el suministro directo al turismo
(a hoteles, restaurantes) por parte de cooperativas
agropecuarias, y la posibilidad de que las empresas
estatales y las entidades públicas contraten los servicios
de trabajadores privados.
El Estado pudiera impulsar a los socios extranjeros
de expresas mixtas, en particular en la minería, la
energía y el turismo, a convertirse en promotores y
adoptar en Cuba las estrategias de «responsabilidad
empresarial» a favor de los más necesitados que algunos
de ellos practican en otras partes del mundo.
1. Impulsar una planificación y una gestión económica
territorial que tomen en cuenta el sector no estatal.
3. Modernizar y abrir el sector de las finanzas
empresariales.
Según los Lineamientos,9 primará la planificación,
teniendo en cuenta el mercado, mediante nuevos
La estructura cubana de servicios financieros al sector
empresarial necesita de ampliación y modernización.10
Paso 1 (adelante): Políticas públicas en pro
de las empresas no estatales
60
métodos, que cambiarán las formas de control sobre
la economía y la gestión de las entidades: se reducirá
el peso de los mecanismos administrativos, se
aplicarán otros de carácter económico-financieros, y
se establecerá una jerarquía de planes territoriales que
potencien el desarrollo local. Las políticas y estrategias
multisectorales asociadas con el DMI están diseñadas
para desbloquear las trabas al funcionamiento eficiente
de los mercados de base, tanto como para formalizar los
intercambios económicos del mercado informal.
Durante mucho tiempo se han utilizado en Cuba
métodos de planificación estratégica para el desarrollo
local y comunitario, aunque sin tomar en cuenta
el sector no estatal. Considerar el sector no estatal
implica diagnosticar sus necesidades y potencialidades,
sus impactos sociales y ambientales; valorar su real y
posible contribución al ingreso y empleo; fomentar
cadenas de suministro y valor que incluyan todo tipo
de empresas. Este enfoque integral para aprovechar
al máximo los recursos endógenos permitiría desatar
fuerzas de producción y desarrollo locales notables que,
entre otros beneficios, pudieran reducir los plazos y
montos para ejecutar inversiones públicas.
Rafael Betancourt y Julia Sagebien
La Iniciativa Municipal de Desarrollo Local (IMDL),
del Ministerio de Economía y Planificación (MEP),
es un programa de microcréditos para empresas
estatales locales interesadas en acometer proyectos que
contribuyan a las estrategias de desarrollo elaboradas
por los gobiernos municipales, sustituir importaciones,
aumentar la capacidad de gerencia y fortalecer las
cadenas de valor y producción locales. No obstante, en
la actualidad ese mecanismo excluye las empresas no
estatales, pues los préstamos son en moneda convertible
y ellas solo pueden tener cuentas bancarias en CUP.
Tampoco existe la posibilidad de que las iniciativas
que sustituyen importaciones reciban CUC por ello y
devuelvan los préstamos en esa moneda.
Como Cuba no es miembro del Fondo Monetario
Internacional (FMI), el Banco Mundial o el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), tiene poco acceso a
capitales para el desarrollo.11 Además, apenas cuenta con
crédito comercial y soberano. Por tanto, se requerirán
otros tipos y fuentes de capital de inversión y desarrollo.
Para ello debe explorarse la factibilidad de crear
empresas mixtas con organizaciones internacionales de
microfinanzas e inversiones de impacto.
En 2011, se incrementó y diversificó la oferta de
crédito a personas naturales: trabajadores privados,
agricultores pequeños y a quienes desean construir o
reparar sus viviendas y adquirir bienes personales. Sin
embargo, dichos créditos solo se otorgan en CUP y no
se puede poner en garantía la vivienda, por lo que los
trabajadores privados apenas han aprovechado esta
posibilidad de obtener capital de inversión, y se han
apoyado más en ahorros y en remesas procedentes
del exterior.
Hasta ahora el Estado cubano ha asumido con
reserva las remesas, entre otras razones por la falta
de control sobre la inversión y fuentes de crédito que
estas representan. Debe ser una prioridad incrementar,
manejar y apalancar dichas remesas para el desarrollo
y crecimiento empresarial de manera aceptable,
tanto para el país como para los emisores. Asegurar
la transparencia de los flujos financieros facilitaría la
estimación y recaudación de impuestos.
4. Establecer nuevos marcos legales.
En las naciones capitalistas existen marcos legales
para empresas y microempresas sociales (empresas
de beneficio), mecanismos establecidos por el Estado
como parte de su política económica (beneficios
fiscales, acceso preferencial a créditos, etc.), y programas
privados de certificación (corporación B) que, de
integrarse, pueden estimular el desarrollo de empresas
no estatales rentables y sostenibles que incorporan la
responsabilidad social desde sus inicios.
Cuba pudiera convertirse en una singular incubadora
de estos modelos de innovación empresarial. Constituye
un antecedente el hecho de que algunas cooperativas
ya incluyen en sus estatutos y reglamento interno la
obligatoriedad de cumplir con la responsabilidad social
y han establecido como norma la realización del balance
social, así como la presentación del informe anual de la
gestión social a los asociados y a la comunidad.
Paso 2 (adelante): Promover la responsabilidad
social de las empresas no estatales
Si el Estado cubano permite que se arraiguen las
medidas esbozadas en el Paso 1, algunas empresas
no estatales pudieran establecerse como ESR o ser
alentadas a transformarse en empresas sociales. Para
ello sería útil:
1. Propiciar redes de conocimiento y foros sobre ESS
y ESR.
Incipientes investigaciones académicas e
indagaciones sobre los trabajadores autónomos
cubanos indican que estos carecen de conocimiento
acerca de la ESR y cuando practican algunos de sus
preceptos es de forma espontánea, motivados en
muchos casos por los valores socialistas que han
adquirido en la familia y la comunidad.12 Se impone
que la academia y las organizaciones profesionales y
de cooperativistas investiguen al respecto, como paso
previo para caracterizar, orientar, facilitar y promover
la ESR.
Pudieran fomentarse redes de empresas no estatales
socialmente responsables que promuevan las buenas
prácticas, en espacios donde confluyan sus pares, como
la asociación de campesinos (ANAP), las de técnicos
y productores agropecuarios (ACPA, ACTAF, ATAC),
las de economistas, arquitectos, ingenieros, escritores
y artistas (ANEC, UNAICC, UNEAC), la recién creada
Red de Ciudades Patrimoniales,13 entre otros.
2. Agilizar la creación de nuevas cooperativas en
sectores no agrícolas y adoptar modelos de la ESS.
La forma de empresa no estatal más favorecida, en
cuanto a marco legal e impositivo, y la predominante,
según la política oficial deberá ser la cooperativa —de
primer, segundo y tercer grados. Podrá negociar con
otras, con individuos y entidades estatales, y fijar
precios libremente, excepto en aquellos casos que «el
Estado determine».14 El gobierno cubano arrendará
establecimientos gastronómicos y de servicios para
que sus empleados los gestionen bajo el régimen de
cooperativa. Estrategias explícitas de ESS pudieran
fomentar en esas entidades, desde su formación,
conciencia y estímulos hacia el ejercicio de la
responsabilidad social.
Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba
61
Las empresas no estatales pueden convertirse en socialmente responsables,
impulsoras de la economía social y solidaria en Cuba, lo cual equivale a
construir el socialismo; pero solo si al sector no estatal se le permite crecer
mucho más rápido que ahora, y si la responsabilidad social se convierte en
política transversal, pública y privada.
La experiencia de las franquicias en países capitalistas
ofrece ejemplos útiles y formatos prelaborados para la
transformación de servicios estatales en cooperativas.15
Esa modalidad aumenta la tasa de éxito empresarial al
reducir los costos de los insumos y brindar sistemas
sencillos y paso-a-paso de administración. En esencia,
cualquier mercado que se presta a franquicias puede
servirse de cooperativas de primer, segundo y tercer
grados, y modificar el régimen de propiedad de
franquicia privada a colectiva.
3. Resolver cuellos de botella mediante la cooperativa.
Las mayores dificultades en el desarrollo de
empresas sociales y cooperativas serán similares a las
del sector no estatal en general: limitado acceso a
financiamiento, al mercado mayorista y a redes de
transporte y distribución. Las cooperativas que agrupan
a consumidores y las de productores que se unen para
comprar al por mayor pudieran aliviar cuellos de
botella generados por la escasez de productos.
Algunos expertos sugieren la introducción en Cuba
de cooperativas concesionarias, donde gran número
de comerciantes minoristas son también dueños de la
empresa mayorista en varios sectores de la economía.16
Este modelo de cooperativa puede resultar decisivo
en la conversión de comercios estatales en empresas
gestionadas por sus trabajadores.
4. Promover activamente proyectos de ESR.
Se puede contribuir a la agenda estatal de seguridad
alimentaria y sustitución de importaciones a través de
estrategias de ESR a favor de los productores locales
no estatales. El poder adquisitivo del sector turístico
es clave en estos esfuerzos. La actual política de
impulsar las ventas directas por parte de cooperativas
agropecuarias a los hoteles y restaurantes vinculados
al turismo es un paso en esa dirección.
Además de desarrollar proyectos internacionales
con los socios comerciales e inversionistas existentes,
se pudiera atraer nuevos socios con interés de practicar
estrategias de ESR. Por ejemplo, la empresa Nestlé,
presente en Cuba, apoya el sector cafetalero en varios
países, y pudiera ser invitada a establecer un programa
piloto en la Isla. Cadbur y Cocoa Partnership, una
iniciativa multisectorial diseñada para asegurar un
medio de vida sostenible a millones de productores
62
Rafael Betancourt y Julia Sagebien
de cacao en el mundo, pudiera incorporar productores
cubanos.
5. Aprovechar la infraestructura educacional cubana
para masificar la educación empresarial.
La formación técnica y empresarial es un componente
clave de numerosas redes internacionales de ESS y ESR.
En Cuba se puede hacer mucho más para brindarla,
de manera práctica, a trabajadores autónomos que se
convierten en empresarios, enseñarles las herramientas
básicas para el éxito empresarial y promover la ESR.
Una de las necesidades apremiantes es desarrollar
programas para insertar a la juventud en el nuevo
modelo económico. La educación tecnológica es parte
integral del sistema educacional cubano y muchos la
ven hoy como una vía rápida para acceder al trabajo
por cuenta propia. Pero el alcance del Estado para este
sector, como otros, es reducido, pues no es capaz de
satisfacer todas sus necesidades.
La Asociación Nacional de Economistas y Contadores
de Cuba (ANEC) imparte, desde 2012, cursos sobre
contabilidad, finanzas y control de los recursos a
representantes del sector no estatal de la economía.
Comenzó capacitando a cobradores-pagadores y
tenedores de libros (contadores) que brindan servicios
a trabajadores y pequeños empresarios privados.
Además de explicar los aspectos generales del modelo
de gestión económica, los profesores intentan fortalecer
los valores humanos y de comportamiento social del
nuevo empresario, en aras de que asuma una adecuada
conducta ética.17
Se pudieran crear pequeñas escuelas de oficios con
adiestramiento y trabajo pagado, bajo el modelo de
cooperativa, financiadas por el Estado o los gobiernos
locales (directamente o a través de incentivos fiscales)
en alianza con empresas no estatales.
6. Aprovechar los aprendizajes de las ESR piloto
cubanas.
En el movimiento cooperativista de la Isla existen
múltiples ejemplos de responsabilidad social que
esperan por un estudio sistemático y profundo. El
ambiente propicio creado por los programas de
desarrollo local, así como los esfuerzos de la Oficina del
Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), han
generado emprendedores, inspirados por sentimientos
espontáneos de solidaridad hacia sus vecinos y
compañeros de trabajo, y un sentido de pertenencia
comunitaria, aunque desconozcan el concepto y los
principios de la economía solidaria o el movimiento
que la promueve.
Entre las nuevas ESR privadas asentadas en La
Habana Vieja están el restaurante La Moneda Cubana,
que patrocina un proyecto comunitario para capacitar
en oficios gastronómicos a jóvenes desvinculados y
ayuda a los graduados a encontrar empleo; y el salón
Artecorte, sede del museo dedicado a la historia de la
barbería en Cuba, y auspiciador de varios proyectos
sociales, entre ellos una escuela de peluquería donde
jóvenes del barrio aprenden las destrezas del oficio y
los valores de la solidaridad. El Billar de Pancho, en
el rudo barrio habanero de El Canal, en el municipio
Cerro, promueve el deporte sano, y a la vez imparte
clases gratuitas a niños y a personas desempleadas,
incluidos exreclusos.
De igual modo, el documental Razones, de Lizette
Vila, muestra a emprendedores privados socialmente
responsables.18 Otras experiencias también aguardan
y merecen ser promovidas y replicadas, como las
patrocinadas por el Centro Memorial Martin Luther
King Jr., el Centro de Intercambio y Referencia
Iniciativa Comunitaria (CIERIC), y la Unión Nacional
de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba
(UNAICC).19
7. Aprovechar el capital social de las comunidades.
En el surgimiento de las empresas que forman
las economías sociales solidarias frecuentemente
intervienen factores asociativos naturales como familia,
raza, género, edad. Así ocurre con las del Barrio Chino
de La Habana, que muestra un sector empresarial
informal afianzado, exitoso, muy emprendedor, y
beneficiado con recursos de la comunidad china de
ultramar.20
E xisten ot ras re des infor ma les, a lgunas
transnacionales, que merecen ser reconocidas y
respaldadas. Por ejemplo, el proyecto cultural Cabildo
Quisicuaba, que por su buen trabajo comunitario
cuenta con el respaldo del gobierno municipal de
Centro Habana, integra una red internacional de
cabildos de afrodescendientes.
8. Desarrollar empresas socialmente responsables en
el sector de servicios sociales.
En otros países las ESR son bastante comunes en el
sector encargado del cuidado de ancianos y enfermos,
instrucción y adiestramiento, servicios del hogar, etc.
El Estado cubano solo está comenzando a permitir
el trabajo por cuenta propia en esa esfera, y con
muchas limitaciones, para no alentar la privatización
de servicios públicos insignes como la salud y la
educación. Sin embargo, la empresa no estatal puede
ser un complemento. Ahora que la salud pública cubana
se preocupa por reducir el costo de sus servicios, sin
disminuir la calidad, sería oportuno analizar cuáles
de ellos pudieran encargarse o subcontratarse a dichas
empresas.
Pequeñas cooperativas podrían asumir el cuidado
de ancianos, incluidos aquellos que emigraron y
luego, ante la crisis económica y las reducciones en las
compensaciones para adultos mayores en sus países de
residencia, deciden regresar a Cuba a vivir el resto de
sus años. Esto constituye una oportunidad de percibir
ingresos, enmarcados en el concepto de «turismo de
salud». Algunas de estas cooperativas pudieran armarse
como corporaciones B, y establecer en sus estatutos que
una parte de las utilidades se dediquen a la capacitación
de trabajadores del sector y /o al cuidado de ancianos
sin ahorros o ingresos suplementarios.
9. Fomentar la solidaridad a través de formas de
propiedad no colectivas.
No todas las empresas pueden prosperar como
cooperativas. Por tanto, deben promoverse otras formas
de «socializarlas» y crear mecanismos solidarios.
Esquemas de peer lending comunes fuera de Cuba
en el microcrédito brindan servicios financieros sobre
la base de la solidaridad de grupo. Estos esquemas
permiten a dueños de pequeños negocios asociarse
para hacer frente a una deuda común; vecinos y
comunidades juntan recursos y solicitan crédito a
sus compañeros para apoyar la creación de pequeñas
empresas privadas y cooperativas.
En Europa y Norteamérica son comunes los arreglos
para compartir vehículos: las personas se asocian a una
organización que administra una flota de autos y pagan
por usarlos. También existen empresas que alquilan
equipos y herramientas(para reparar automóviles, o
de construcción), o brindan servicios industriales
o empresariales que requieren de equipamiento
específico (ej. copiadoras, limpiadoras, etc.), aportado
por los socios.
Algunas de las nuevas cooperativas cubanas se han
creado partiendo de empresas estatales que arriendan
los medios a sus trabajadores, ahora organizados en
cooperativas, como es el caso de microbuses para el
transporte urbano, conocidos como «ómnibus ruteros».
10. Propiciar mayor apoyo de ONG internacionales
hacia las ESR y ESS.
Agencias multilaterales y bilaterales de ayuda al
desarrollo como el Programa de Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), la Agencia Suiza para el
Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), la Agencia
Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba
63
Española de Cooperación Internacional para el
Desarrollo (AECID) y la Agencia Canadiense de
Desarrollo Internacional (ACDI); así como otras ONG
extranjeras, entre ellas CARE, Oxfam y la fundación
Mondukide, han apoyado numerosas iniciativas de
ESS propuestas por organizaciones de la sociedad
civil, cooperativas agropecuarias y gobiernos locales en
Cuba. Para que la cooperación internacional beneficie
a otras empresas no estatales, por ejemplo las nuevas
cooperativas no agrícolas, se requiere una apertura
adicional del gobierno cubano a este tipo de ayuda y a
la cooperación con ONG locales.21
Antes de que esto pueda suceder a gran escala, la
legislación y la política hacia las asociaciones tendrán
que ser «actualizadas». Desde 1996 rige una moratoria
en la aprobación de nuevas asociaciones en Cuba.
La legislación actual es fragmentada, incompleta y
anacrónica, favorece la estabilidad de «élites asociativas»
y otorga demasiados poderes discrecionales a los
órganos de relación gubernamentales.22
Paso 3 (hacia atrás): Devolver el protagonismo
a otros actores
Las experiencias de ESR y ESS en el mundo
demuestran que la sociedad civil debe ser el principal
actor en la formación de empresas, y el Estado
esencialmente un facilitador. Los dirigentes y
planificadores cubanos deben resistir la tentación de
controlar e intervenir directamente en el sector no
estatal, los empresarios deben gozar de autonomía.
En lugar de ser de «arriba hacia abajo», el paradigma
de gestión debería ser de «abajo hacia arriba». Por
ejemplo, existe gran cantidad de conocimiento
empresarial acumulado en el sector informal y en
las cooperativas agropecuarias. Ayudaría al éxito de las
nuevas empresas no estatales si esas entidades pudieran
contribuir a trazar e implementar políticas estatales
favorecedoras del desarrollo empresarial.
Descentralizar el poder político y económico hacia
los gobiernos locales, municipios y comunidades,
permitirá aprovechar mejor los recursos endógenos,
en beneficio del desarrollo territorial y responder a
las necesidades sociales a partir de los ingresos fiscales
generados. «Esa es la raíz y esa es la sal de la libertad: el
municipio», aseveró José Martí.23 Las experiencias que
se llevan a cabo en las nuevas provincias de Artemisa
y Mayabeque pueden alumbrar el camino.
Toca a los trabajadores privados y a las empresas
no estatales, en primer lugar, cumplir con sus
compromisos legales y fiscales —deber cívico que
no están acostumbrados a acatar—, así como con las
políticas y planes integrales trazados por el Estado en
función de una estrategia nacional de desarrollo.
64
Rafael Betancourt y Julia Sagebien
Conclusiones
La adopción de un modelo hecho a la medida de la
economía social y solidaria fundamentada en un sector
de las empresas no estatales nutrido por políticas de
desarrollo de mercados inclusivos brindaría a Cuba
diversos beneficios:
• Políticas diseñadas para abordar las externalidades
socioambientales del crecimiento económico a través
de la responsabilidad social empresarial de todas las
formas de propiedad.
• Vinculación de todos los sectores económicos y
formas de propiedad a redes empresariales que
pueden generar resultados de triple saldo positivo
(económico, social y ambiental).
• Valioso apoyo internacional materializado en recursos
financieros, know-how y acceso a mercados.
• Las empresas sociales pueden ser rentables a través
de sus ingresos y de ese modo aliviar las finanzas
públicas en áreas como la provisión de servicios
sociales y ambientales.
• Desde la perspectiva de la eficiencia empresarial,
la variedad de ejemplos de empresas y sistemas de
responsabilidad social sugiere que no es necesario
depender exclusivamente de estructuras de propiedad
cooperativa para mantener los valores de socialismo
y solidaridad.
Las empresas no estatales pueden convertirse en
socialmente responsables, impulsoras de la economía
social y solidaria en Cuba, lo cual equivale a construir
el socialismo; pero solo si al sector no estatal se le
permite crecer mucho más rápido que ahora, y si
la responsabilidad social se convierte en política
transversal, pública y privada.
El gobierno cubano está dando forma a su modelo
económico «actualizado». Cuando este sea revelado,
veremos cuán profundamente los principios de ESS,
la ESR y el DMI han sido incorporados, y si la opinión
pública aboga por una mayor presencia de ellos. La
actual apertura del mercado interno cubano, dentro
del marco socialista, representa una excepcional
oportunidad para promover la creación de una
economía social y solidaria viable a nivel nacional,
proceso que, a pesar de enormes retos y dificultades,
ya ha empezado a ocurrir.
Notas
1. Una versión más extensa y detallada de este artículo, con una
bibliografía amplia y referencias a portales especializados, será
publicada en inglés bajo el título «Socially Responsible Non-State
Enterprises: A Key to Inclusive Growth», en Claes Brundenius y
Ricardo Torres Pérez, comp., No More Free Lunch: Reflections on the
Cuban Economic Reform Process and Challenges for Transformation,
Springer Verlag, Nueva York (en proceso de edición).
2. Véase Academia de Economía Social y Solidaria de la
Organización Internacional del Trabajo, «Social and Solidarity
Economy : Our Common Road Towards Decent Work»,
Reader for the ILO Academy on Social and Solidarity Academy,
Organización Internacional del Trabajo, 2011, y los sitios web
del Centro Internacional de Referencia y Redes de Políticas
Públicas para la Economía Social y Solidaria, RELIESS (http://
reliess.org/about/?lang=en), y de Chantier de l’economie sociale
(www.chantier.qc.ca).
3. El término EPS (acuñado en Ecuador) se aplica al sistema
económico que integra formas organizativas públicas, privadas,
mixtas, populares y solidarias; e incluye asociativos, cooperativas,
unidades económicas populares (UEP) y el sector comunitario.
4. Véanse los siguientes sitios web: The Social Venture Network
(www. svn.org), The Global Impact Investment Network (www.
thegiin.org), Microcredit Summit (www.microcreditsummit.org),
Fair Trade International (www.fairtrade.net), B Corps (www.
bcorporation.net), Instituto ETHOS (www.ethos.org.br), The Skoll
Foundation (www.skollfoundation.org), Ashoka (www.ashoka.org)
y Fundación AVINA (www.avina.net).
5. Desde finales de 2010, organizaciones cubanas e internacionales
han trabajado de manera conjunta en el proyecto denominado
«Responsabilidad social empresarial, desarrollo local en Cuba»
(ESRDLC), para fomentar el diálogo sobre este tema mencionado
anteriormente.
6. Rafael Hernández et al., «¿Hacia dónde va el modelo cubano?»,
Espacio Laical, a. VII, n. 25, La Habana, enero-marzo de 2011,
p. 4, disponible en http://espaciolaical.org/contens/25/2447.pdf.
7. Luis del Castillo Sánchez, «Las EPS y los emprendimientos
dentro del sector no estatal», Facultad de Economía, Universidad
de La Habana, 2013.
8. Camila Piñeiro Harnecker, Cooperativas y socialismo: Una mirada
desde Cuba, Editorial Caminos, La Habana, 2011.
9 . Véase Partido Comunista de Cuba, Lineamientos de la política económica
y social del Partido y la Revolución (Resolución del VI Congreso del PCC),
junio de 2011, disponible en www.congresopcc.cip.cu.
10. Pável Vidal, «Microfinance in Cuba», en Colloquium Economic
Transformation in Cuba, The Cuba Project/Bildner Center for
Western Hemisphere Studies, 2012.
11. Richard E. Feinberg, «Reaching Out: Cuba’s New Economy
and the International Response», Latin America Initiative
at Brookings, 2011, disponible en http://thecubaneconomy.
com/wp-content/uploads/2011/11/Richard-E.-Feinberg-Cu
bas-New-Economy-and-the-International-Response-BrookingsNovember-2011.pdf.
12. Véase Razones, Proyecto Palomas/ICAIC, 2013 (dir. Lizette Vila),
en el cual se entrevista a un grupo de empresarios privados.
13. Véase Ministerio de Justicia, «Acuerdo del Consejo de
Estado», Gaceta Oficial, v. CXI, n. 10, La Habana, febrero de 2013,
pp. 417-9.
14. A partir del 1º de julio de 2013, comenzaron a funcionar en el
país, de manera experimental, 124 cooperativas en diversos sectores
de la economía, como los mercados agropecuarios, la construcción,
el transporte, los servicios técnicos y la recogida de desechos. De
ellas, 112 surgen del sector estatal y 12 del no estatal. Se espera que
muchas más sean aprobadas en los próximos meses.
15. La franquicia es la práctica de utilizar la concesión de derechos
de explotación de un producto, actividad o nombre comercial,
otorgada por una empresa a otra en una zona determinada. A
cambio de la cesión, el franquiciador recibe una regalía o royalty.
16. En la red de ferreterías canadienses Home Hardware, los dueños
de los comercios son, a su vez, socios de una gran cooperativa que
logra economías de escala en compras mayoristas, publicidad, gestión
de inventario y distribución, y sistemas de administración de tiendas.
Véase Archibald Ritter, «The “Home Hardware” Cooperative Model
and its Relevance for Cuba», 19 de octubre de 2011, disponible
en www.thecubaneconomy.com/articles/2011/10/the-“homehardware”-cooperative-model-and-its-relevance-for-cuba.
17. En instituciones de la Iglesia católica en Cuba también se
imparten cursos, entre ellas el Centro Pastoral La Salle, ubicado
en la parroquia de Jesús del Monte, en La Habana, y el Centro
Cultural Félix Varela, de la Arquidiócesis habanera, donde
profesores de la Universidad Católica de Murcia y algunos cubanos
ofrecen una maestría que «se propone formar profesionales
con habilidades y conocimientos avanzados en el liderazgo
empresarial, fundamentalmente en la gestión de pequeñas y
medianas empresas». Véase IPS-Cuba, «Centro católico ofrece
maestría en dirección empresarial», La Habana, 30 de junio de
2012, disponible en www.ipscuba.net/index.php?option=com_
k2&view=item&id=4661:centro-católico-ofrece-maestría-endirección-empresarial&Itemid=5.
18. El Grupo Prisma, de La Habana, forma en el arte del mosaico
a jóvenes de la comunidad; la finca integral La Yoandra, ubicada
en el municipio habanero de Arroyo Naranjo y premiada por
el Programa Nacional de Agricultura Urbana, dedica parte de
su producción a hogares de ancianos y a un jardín infantil que
construyó con recursos propios; criadores de caballos brindan,
en La Habana del Este, equinoterapia a niños discapacitados;
productores de hortalizas de Villa Clara suministran vegetales a un
hogar materno; artistas del barrio de Santo Ángel, en La Habana
Vieja, hacen trabajo comunitario y ambientan la zona con su arte.
Véase Razones, ob. cit.
19. Estas organizaciones han implementado proyectos piloto e
iniciativas de ESS y ESR. Por ejemplo, el CIERIC apoya artistas y
otros trabajadores de la cultura local para realizar actividades cuyos
ingresos incidan en el desarrollo de sus comunidades. La UNAICC
promueve la producción local de materiales de construcción,
la edificación de viviendas de bajo costo, y la transformación
de talleres y brigadas —creados al amparo de proyectos de
colaboración internacional— en cooperativas autosuficientes.
20. Adrian H. Hearn, Cuba: Religion, Social Capital and
Development, Duke University Press, Rawlings, 2008.
21. «La cifra total de ayuda económica [disponible para Cuba]
es demasiado pequeña para tener un impacto macro sobre el
crecimiento económico, pero a nivel micro, hay evidencia de
que la ayuda internacional puede hacer la diferencia». Richard E.
Feinberg, ob. cit., p. 7.
22. Rafael Betancourt, Civil Society in Cuba and Canadian
Linkages, informe encomendado por la Embajada de Canadá,
2012 (inédito).
23. José Martí, «Un libro del Norte sobre las instituciones españolas
en los estados que fueron de México» [El Partido Liberal, México,
25 de noviembre de 1891], Obras completas, t. VII, Editorial
Nacional de Cuba, La Habana, 1975, p. 60.
, 2013
Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba
65
CONTRO
S.O.S. valores
¿Existe realmente una crisis de valores?
¿Qué encubre esta formulación?
¿Tiene lugar solo en Cuba o se manifiesta globalmente?
¿Qué valores emergen y cuáles languidecen en la sociedad cubana actual?
¿Cómo esto se expresa en las generaciones jóvenes?
¿Qué hacer para rescatar valores esenciales?
¿Puede lograrse sin que cambien los modos
de participación, las jerarquías establecidas?
Una psicóloga, un maestro, un cantautor,
un sacerdote y casi doscientas personas interesadas
y «afectadas» discutieron el tema.
¿Valores en crisis?
Monseñor Carlos Manuel de Céspedes
Laura Domínguez
Wilfredo Mederos
Israel Rojas
Raúl Garcés (Moderador)
Raúl Garcés:
Como indica el título de este panel de Último Jueves, vamos a estar conversando de valores. ¿Eso de la crisis de valores es nuevo?, ¿es un tema cubano o se manifiesta globalmente?,
¿es común que hablemos de crisis de valores cuando se producen momentos de cambio y
de transición en las sociedades?, ¿cómo podemos encuadrar conceptualmente este tema?
Laura Domínguez:
Desde el punto de vida teórico, se concibe que es en la juventud, etapa en la que aparece
una formación psicológica que denominamos «concepción del mundo», cuando se fijan los que pueden considerarse componentes complejos de la subjetividad humana. No
quiere decir que se formen de golpe, siempre hay una historia precedente.
Para mí, los valores son objeto de estudio de muchas disciplinas científicas. En el caso
de la Psicología, los consideramos formaciones complejas de la subjetividad humana, con
un fuerte contenido moral, y que determinan la actitud de una persona frente a su realidad, en sus relaciones con los otros, y que le van a servir también de patrón para valorarse
a sí misma. Conocer el contenido de un valor, saber qué cosa es ser justo, honesto, solidario, patriota, no significa que seamos portadores de esas virtudes; hay que tener un sentido psicológico acerca del valor; debe operar como convicción para que realmente regule
nuestra conducta, porque muchas personas son honestas por presión externa; piensan,
por ejemplo: «no me voy a llevar esta taza porque me están mirando». En ese sentido,
sería una honestidad provocada desde afuera y no una verdadera convicción.
En Psicología la categoría crisis tiene dos acepciones: una negativa, referida a un momento de desestructuración; y, otra, como fuerza motriz del desarrollo. Las personas crecemos por nuestras contradicciones con el medio y con nosotras mismas, porque todos
tenemos un ideal del yo, de lo que queremos ser, y no siempre nos comportamos de acuerdo con esa idea.
Los valores tienen un condicionamiento sociohistórico, por tanto, habría que decir que
no es un problema nuevo y sí es una cuestión global. Dado que hay una crisis económica
mundial eso se está expresando en el plano de la subjetividad, de la conciencia social,
porque la superestructura, de la que forman parte los valores, tiene una dependencia de la
base. El hombre piensa como vive, no al revés, y para mí una de las tesis más importantes
que postuló Carlos Marx fue que para hacer política, filosofía, arte, etc., el hombre primero debía comer, vestirse y tener un techo donde guarecerse. Esto puede explicar muy bien
todas las contradicciones que tenemos hoy, por ejemplo, en la educación de los jóvenes.
* Panel realizado en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 27 de septiembre de 2012.
¿Valores en
n. 75: 67-80, julio-septiembre
decrisis?
2013
67
68
Wilfredo Mederos:
Soy graduado de la carrera de Psicología y en el año 2001 me incorporé al plan de formación emergente de maestros primarios. Yo no voy a hacer un abordaje teórico sobre el
tema; más bien voy a hablar desde mi experiencia, la de un joven que nació en los años 80,
que vivió un proceso de profunda crisis, y que continúa aquí, intentando luchar por esos
valores, y potenciarlos en mis alumnos, y en quienes me rodean.
Yo considero que sí estamos frente a una crisis de valores, pero no es solo en Cuba,
es global; solo que quizás en el contexto cubano, por su carácter sui generis, se ve de una
manera muy particular. He intercambiado criterios con mis estudiantes para ver cómo
ellos se representaban la crisis, si creían que existía, y cómo la vivían. Algunos me hacían
referencia a que quizás no era tanta como la diferencia entre la visión que ellos tenían del
mundo y la de otras generaciones, que quizás hoy no tengamos la comunicación deseada,
las estructuras —aunque aparentemente están creadas— que funcionen de manera que
nos permitan esa comunicación, o poder entender que a lo mejor hay una resignificación
de esos valores y que quizás no es una crisis propiamente dicha, sino una nueva estructura, determinación o definición de los valores, que tiene la juventud. No digo que comparta
esto, pero es la visión que mis estudiantes tienen de esta realidad.
Viví toda mi adolescencia en medio del Período especial. Sus años más duros los viví
dentro de una familia que supo educarme, trasmitirme un conjunto de valores que hoy
estoy tratando de reproducir y compartir con las personas que me rodean, en los espacios
sociales en los que me encuentro.
Cuba no está aislada del mundo; hay un impacto global de manera directa, eso es evidente, y quizás tengamos que resignificar a qué llamamos crisis, y a qué valores. En todas
las etapas por las que ha pasado la humanidad han existido crisis de valores, y la juventud
ha estado al frente de todas. Quizás en el año 58, para los gobernantes del país, la juventud
cubana también tenía una crisis de valores, y sin embargo hizo la Revolución.
Monseñor Carlos Manuel
de Céspedes:
Lo primero que me gusta decir cuando hablo de estos temas es que no me parece objetivo
ni justo que se hable de crisis de valores en Cuba, y mucho menos en la juventud, como si
fuera un fenómeno extraño, exótico, que está ocurriendo aquí y ahora.
Aunque la palabra valor, en el sentido que le damos hoy día, es relativamente nueva,
tuve la curiosidad de buscarla en los diccionarios más viejos que tengo, de los siglos xix
y xx, y no aparece nunca con esa acepción; casi siempre está relacionada con el precio, o
con el de coraje en la guerra, y cosas por el estilo. Y creo que es en ese sentido positivo,
constructivo, como dijo la profesora, de lo que podríamos hablar; y evidentemente cuando hay una crisis de este tipo hay cosas que se derrumban y otras que se levantan, y no
es tarea de dos días. Podríamos hablar de un mundo que se acaba, pero no de que se está
acabando el mundo, porque hay una serie de valores nuevos y otros que ya no se cultivan
tanto.
Los valores, en el sentido que les damos en este panel, no se pueden considerar aislados
de la realidad personal y global en la que vivimos. Todo está conectado e interpenetrado.
Yo tuve una formación católica y casi beata, porque así era mi familia, así fue el colegio en
el que estudié, la Universidad en Roma, etc.; pero en varias cosas coincido con la profesora. Por ejemplo, esa frase de Marx: no se vive como se piensa, se piensa como se vive, me
recordaba una del Papa León XIII, en el siglo xix, que decía: «No se le puede hablar a la
gente del Evangelio y de Jesucristo cuando tienen el estómago vacío, llénale el estómago y
después háblale de Jesucristo y de todo lo demás». Es más o menos la misma idea.
Por otra parte, creo que los ancianos, o sea, los que venimos del Pleistoceno, como yo,
nos podemos sorprender, quizás, con actitudes nuevas de las generaciones nuevas. Gracias
a Dios que nos podemos sorprender y que los jóvenes de hoy, en Cuba y en cualquier otra
parte del mundo, no son puros repetidores de lo que hicieron sus padres y mucho menos
sus abuelos. Eso no solo es natural que suceda —lo constatamos sociológicamente si se
quiere—, sino que es bueno que sea así. Y por supuesto, en esas situaciones de cambios,
cuando se acaba un mundo para que surja otro, tiene que haber despistes, exageraciones,
carencias. Es imposible que no haya todas estas cosas que acompañan un fenómeno de un
mundo en cambio, no de destrucción del mundo.
C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés
Creo que eso es lo que vivimos en Cuba y lo que se percibe en los jóvenes sobre todo, lo
cual es normal. Aunque, como dije, soy del Pleistoceno, yo fui joven también, y me acuerdo de cuando estábamos en la Universidad, precisamente en la época en que se estaba
gestando la Revolución, y muchos ancianos, padres y abuelos decían: «Pero ustedes están
locos, mira en lo que están pensando, ¿qué cosa es eso?»; y ya sabemos todo lo que eso ha
significado de positivo, de ambiguo y hasta de negativo también para nuestro mundo. Era
un mundo en construcción, y era normal que los jóvenes nos entusiasmáramos. Quizás
nos entusiasmamos y esperamos demasiado; pero es mejor apuntar lejos para poder llegar
por lo menos hasta un punto.
Entre los jóvenes, evidentemente, hay de todo, como es natural, por ejemplo en los
gustos y en las estimaciones. Yo iba a citar algo del duo Buena Fe, sin saber que iba a estar
aquí Israel Rojas. En medio de este mundo en que hay tantas «músicas» —por no decir
ruidos— que producen algunas bandas en conciertos, está Buena Fe, que es un grupo de
jóvenes muy gustado por los jóvenes, y es muy contemporáneo, pero en la mejor tradición cubana, tanto en el orden de las letras de sus canciones como en el de la música que
interpreta.
Por supuesto, es inevitable que introduzca la visión cristiana del asunto, el juicio de la
fe sobre todo esto. Hay un hecho, que fue el Encuentro Nacional Eclesial, hace ya veintiséis
años. La Iglesia se planteó en los años 80: «El mundo está cambiando y ya ha cambiado
mucho en Cuba». ¿Cómo tiene que ser y actuar la Iglesia en ese mundo que ha cambiado,
donde ha habido una Revolución socialista, cuando no estamos en el siglo de Félix Varela,
ni en el momento de la independencia, sino en otro momento? ¿Una Iglesia que no se
confunde con el mundo, pero que vive en él? ¿Los católicos cubanos quiénes son?: gente
que vive en Cuba, que ha recibido su educación en Cuba, que tiene las mismas presiones
y estímulos que los demás, y por lo tanto había que plantear una visión de la tarea de la
Iglesia, una planificación de las actividades pastorales, etc., a la luz del Evangelio y de todos los valores cristianos permanentes; pero también de la situación cubana actual.
Fue lo que hizo la Iglesia, en general, en el Concilio Vaticano II, que convocó Juan
XXIII en el año 59, y se celebró del 62 al 65. En una ocasión, cuando se preparaba el
Concilio, que se reunían las comisiones en Roma —yo vivía en Roma en aquella época
y estudiaba allí—, hubo un obispo, no de Italia ni de Europa, sino de América, que conversó con el Papa y le preguntó: «Santidad, ¿usted qué pretende con el Concilio, para qué
ha convocado a un Concilio a estas alturas?», y el Papa, a quien le gustaban mucho los
gestos gráficos, se levantó del escritorio de su biblioteca, que es donde habitualmente recibía, abrió la ventana y dijo: «Para que entre aire fresco en la Iglesia, y con el aire fresco,
que entre todo lo demás». Yo creo que ese aire fresco es a lo que llamamos algunas veces
crisis, pero constructiva, y en ese sentido acepto el nombre, pero no en otro, no una crisis
destructiva; es aire fresco, y con el aire a veces pueden entrar basuritas, pero no por eso
debemos renunciar a él.
Israel Rojas:
Yo también, como Monseñor, busqué en el diccionario, y en alguna otra documentación,
y me pasó algo parecido; el concepto de valor ha ido cambiando de significado de una
época a otra. Yo nací en 1973, y desde que tengo algún tipo de conciencia pueblerina
vengo escuchando hablar de crisis de valores; he crecido escuchando también eso de que
la juventud está perdida.
Estamos en un mundo absolutamente cambiante, donde las nuevas tecnologías están
trayendo una revolución e impactando en la vida de la gente, un mundo al que la sociedad
cubana ha abierto puertas. Hay quien dice que no es suficiente, pero sí está entrando aire;
una sociedad que está más fragmentada que antes, o al menos son más visibles sus fragmentos, crea esa ilusión. Cuando converso con algunos compañeros músicos de los temas
que están sonando, del reguetón y toda esta embromadera, siempre digo que los ritmos no
tienen la culpa; son sombras de bestias más grandes. El reguetón no es más que la sombra
de un fenómeno que está latiendo en algunos de nuestros sectores sociales, casi siempre
los más periféricos, donde temas como la familia, la escuela, las cosmovisiones, incluso la
concepción de sí mismo, están más difusos.
¿Valores en crisis?
69
Hoy esas cosas están planteadas y todas están jugando el mismo dominó en la misma
mesa; es un dominó de muchas fichas, de más del doble nueve, y está todo el mundo
jugando y tratando de poner su ficha. Ante esto, algunos se asustan, otros se sienten felices, algunos nos preocupamos; los que ya tenemos hijos empezamos a pensar en cómo
trasmitirles lo mejor de los valores de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nosotros
mismos, para que ellos vivan su vida tal y como les va a tocar; porque valores como la honestidad, el sentido de justicia, la responsabilidad, el amor al prójimo, el sentir el golpe al
otro como propio, son imperecederos. Y me da lo mismo si el que los porta es un rastafari,
un católico, un marxista o un emo, si son auténticos.
En nuestros recorridos por algunos países somos testigos, a veces excepcionales, de lo
que pasa en el mundo; la crisis de valores no es un fenómeno exclusivo de Cuba; es como
una croquetica comparada con el escenario de América Latina, e incluso Europa y los
Estados Unidos. Allí ha impactado con mucha crudeza no solamente la crisis de valores
sino, a veces, hasta el reino de los anti-valores.
Cuando veo estas cosas, yo, que soy tan difícil para comerme los discursos oficiales
—aunque no estoy enfermo de rechazo irreflexivo—, cuando viajo y me enfrento con
otras realidades y con cubanos que viven en otras realidades lamento, por ejemplo, que la
reforma migratoria no llegue más rápido, porque cuán útil sería para muchos jóvenes cubanos poder confrontar qué es realmente crisis de valores, qué es llegar a un lugar donde
la vida no vale un medio, no ya la mentira, o la deshonestidad, o que te guste el reguetón;
un lugar donde ponerte la camiseta de tu equipo deportivo favorito y sentarte en la grada
equivocada es un riesgo de muerte. Cuando uno presencia ese tipo de cosas, reevalúa
también nuestra realidad.
Aún hay mucho aquí por construir, muchos instrumentos de trasmisión de valores
que mejorar, porque hay algunos que se nos han quedado oxidados; hay que reevaluar
muchas instituciones y muchas funciones para que los jóvenes beban de esos valores, y
como decía la profesora, no solo los conozcan, sino se vuelvan algo volitivo, algo propio
de ellos. Yo podría decir que estamos en crisis, pero no en guerra; creo que todavía las
cosas son salvables.
70
Raúl Garcés:
Se ha hablado de los jóvenes, y eso no es casual; la juventud es una marca generacional
que tiene mucho que ver con una etapa donde se forman y se consolidan valores, que
están sometidos también al impacto de determinados escenarios económicos, sociales,
de ciertas coyunturas. Lo queramos o no, esos valores son cambiantes en la medida en
que los factores con los que interactúan cambian. Yo quisiera que pensemos entre todos
qué valores emergen en la sociedad cubana contemporánea que nos preocupan o que nos
agradan; cuáles languidecen, y cómo esas transformaciones se expresan en las generaciones más jóvenes.
Israel decía algo interesante, la explosión del reguetón no es un fenómeno aislado en
la sociedad, es expresión de algo más, sombras de otras cosas mayores. ¿Acaso expresa
determinados valores emergentes que han alcanzado más fuerza que la que quisiéramos?
Eso lo podemos ir analizando en esta segunda ronda, en la que prefiero incorporar las
preguntas y los comentarios del público.
Teresa Díaz Canals:
Soy profesora de Ética y Sociología de la Universidad de La Habana. Hay un filósofo alemán que decía: «Lo más importante de lo que he escrito es lo que todavía no he escrito».
El mensaje es que en la ética —y el de los valores morales es un tema ético, por supuesto— hay mucho de inefable, hay cosas que no se dicen con palabras. Y la educación de
valores es muchas veces difusa, porque debe estar en todas partes, no solo en la escuela,
en la universidad, en la familia; sino en toda la sociedad.
Por otra parte, hay un sociólogo, Elías Entralgo, que planteaba, en su Apología de las
siete de la mañana, que no era posible hablar de transformación en una sociedad y en una
revolución si solo se tocaba el aspecto económico, político y social; que para que la sociedad se transformara se necesitaba un cambio espiritual, y esa era la aspiración martiana,
que no se logró cuando Cuba se hizo República, ni se está logrando ahora.
C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés
Por último, una pregunta para el panel: ¿qué piensan ustedes con respecto al tema
de la corrupción?, porque creo que la corrupción larvaria y la de cuello blanco está teniendo lugar en la actualidad, y es también un problema ético.
Carlos Delgado:
Creo que, efectivamente, hay que resignificar la concepción de crisis, no pensarla en los
términos occidentales, donde esa palabra evoca inmediatamente llanto y sentimientos
de pérdida; pero sí deberíamos delimitar muy bien qué valores se destruyen. Y de la
misma manera hay que resignificar el término valor, pues estamos hablando de valores,
no solo de los morales, porque algo hemos perdido después del siglo xix en cuanto a
la universalidad de la normatividad ética, en el fundamento y en la construcción de las
sociedades.
En sentido positivo, esa pérdida se llama diversidad; hay diversidad de formas de
ver y construir la vida, la moralidad, y de apreciar el mundo. Entonces, mi pregunta al
panel es hasta dónde podríamos entender la problemática de la crisis de valores como
una puja de la diversidad por abrirse paso. Uso puja en el sentido de apostar por una
cosa o por la otra, no en el de polemizar estrictamente, a partir de la heterogeneidad de
la sociedad.
Yoss:
Laura dijo que una de las cosas más importantes del panel: que crisis no tiene, necesariamente, una implicación negativa. La crisis de valores es tan vieja como el ser humano. La frase «la juventud está perdida» probablemente la dijo el primer hombre de
Neanderthal cuando vio a los hijos comiéndose la carne cocinada al fuego, y no cruda,
como era usual.
La crisis de valores es imprescindible, es eterna, es inevitable, y debemos saludarla,
porque si nosotros seguimos pensando como piensan nuestros padres y nuestros abuelos, y nuestros hijos como nosotros, no habrá evolución. Existe algo que es estabilidad,
que es maravillosa, y todo el mundo la quiere; pero también la evolución, y si el precio
de algunas pequeñas incomodidades es no evolucionar, creo que es demasiado alto para
pagarlo.
Enrique Ubieta:
Hay una frase que es prácticamente un estereotipo, ya se tiene como un cliché: «los jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus padres». Yo quiero agregar que en todas las
épocas hay diferentes tipos de jóvenes, y esto es una pequeña aclaración importante. De
hecho, hay jóvenes que se conforman, que se adaptan, y son por lo general la mayoría;
jóvenes que se van diferenciando del resto no por una actitud de vanguardia —no estoy
hablando con respecto a sus padres, sino a las demandas probables de su tiempo—, y en
ese sentido hay jóvenes también que se parecen mucho a los jóvenes de otros momentos, y es así que todas las épocas se van enlazando unas a otras con los jóvenes que están
en la vanguardia.
De alguna manera, Julio Antonio Mella o Rubén Martínez Villena se parecen más a
los jóvenes de vanguardia de hoy, que estos a otros coetáneos. Hay que recordar también que los que atacaron al cuartel Moncada se llamaron a sí mismos la Generación del
Centenario, pero el resto de los santiagueros estaba bailando en el carnaval, incluyendo
a los jóvenes de su momento. Claro, ellos arrastraron consigo una serie de inquietudes,
un espíritu que estaba latente, y lo hicieron realidad, pero en aquellos momentos eran
la vanguardia de esa generación.
Hoy estamos ante una disyuntiva real. La Revolución ha creado una sociedad diversa, los cubanos de hoy somos mucho más instruidos —para no usar la palabra cultos—,
más preparados, y por tanto también mucho más diferentes.
Indiscutiblemente hemos desarrollado la individualidad, y eso es un logro de la Revolución, pero si no encontramos la forma de desarrollarla socialistamente, de manera
permanente, si no hacemos que sea una necesidad para la sociedad el desarrollo de la
plena individualidad, que, en mi opinión, es el fundamento del socialismo, corremos el
riesgo de caer en el individualismo burgués, que es muy tentador, porque es olvidar al
resto y tratar de vivir una vida cómoda desde el punto de vista material.
¿Valores en crisis?
71
72
Desiderio Navarro:
Me parece que en torno al concepto de crisis, hay dos actitudes y he visto predominar
una de ellas, por reacción: el concepto catastrófico, pesimista, ligado a esa connotación
disfórica; y otra que he oído como vía constructiva, que me parece una resurrección de
un concepto teleológico: que la crisis conduce a una mejoría, a una salvación, como si hubiera una lógica en ella que lleva a eso. Creo que las dos concepciones tratan de proyectar
en la historia algo como quisieran que terminara. Lo que en realidad ocurre en muchos
casos, en mi opinión, es que con el concepto de crisis se enmascara un conflicto, una lucha
de valores, y ¿cuál ganará? Eso es un resultado histórico, no una lógica interna de si es
constructivo o destructivo.
Lo que ha estado sobrevolando todo el tiempo es la diversidad de opiniones, que no es
en sí misma un valor; lo es solamente respecto al monologismo, a la única opinión. Ahora
bien, esas diversas opiniones están dadas por el contenido de cada una de ellas, pueden ser
una gran pluralidad de basuras, y eso es algo que hay que tener presente porque nos está
comiendo el relativismo entre tu verdad y mi verdad; tu opinión y mi opinión, etcétera.
Todo el tiempo se habla de valores en sentido positivo, y esto me parece un error, porque el individualismo en otras culturas es un valor, y de los más positivos; sobre eso se
ha construido la cultura norteamericana, por ejemplo. Yo creo que, en realidad, estamos
ante esa lucha de valores de la que hablaba, y lo que es peor, algo que me parece central
en la génesis de los problemas a los que estamos abocados: la contradicción entre valores
declarados y practicados: «me dices que me apriete el cinturón, mientras tú te compras
un cinturón de marca».
En un Consejo Nacional de la UNEAC, me pronuncié sobre el reguetón, y dije que en
realidad no es un problema, es un conjunto de problemas, desde los estrechamente musicales hasta los que tienen que ver con esto que discutimos hoy, la crisis de valores; pero
incluso viéndolo desde este punto de vista, ni el reguetón es homogéneo ni los valores
que están en juego son todos de la misma naturaleza. Si vamos a tratar el problema del
machismo es evidente que lo juzgamos negativamente. La rivalidad y la violencia o, como
dicen los reguetoneros, la «tiradera», han dado lugar a montones de problemas, incluso
armados, en otras partes. En cuanto al sexo hay un cambio; se debe separar lo que es costumbre de lo que es moral. Y muchas veces se mezclan las dos cosas.
También hay otra utopía, eso de que una generación es nueva y trae nuevos valores.
Es un hecho histórico que hay generaciones peores que las anteriores, y basta con ver la
historia de los Estados Unidos: la generación de los 60, de izquierda, o la de la década roja
de los 30, y la generación que vino después de los 70, donde incluso muchos hippies se
convirtieron en empresarios y sus hijos ya tenían la tabla de valores de los 80. Esto hay que
verlo históricamente en cada contexto, donde se gana y se pierde, lo demás es teleología,
la misma que criticamos en el marxismo tradicional en el que todo avanza como una locomotora hacia el futuro luminoso.
Ernesto Abel López: Se habla de crisis de valores en dos sentidos; para bien de todos, hay una parte constructiva, reestructuradora, y otra que nos lleva al pesimismo, que es más preocupante; sin
embargo, al final nos contentamos diciendo que en definitiva no todo está perdido, que
no tenemos por qué alarmarnos, y yo creo que sí, que hace falta una dosis de hiperestesia, porque sí hay una dimensión preocupante, porque el conflicto está, como también la
crisis, no se debe ignorar optimistamente. Se nos ha marcado muchísimo con el consignismo, con que todo está bien, con que en definitiva los tiempos pondrán las aguas en su
nivel. Esa es una cuestión.
¿De qué valores estamos hablando? Los hay políticos, jurídicos, morales, estéticos,
todos funcionan de una manera muy entreverada; unos se derivan de otros. Veamos, a
modo de ejemplo: solidaridad, honestidad, ¿en qué medida se están reestructurando?,
¿cuál reestructuración es lógica y está históricamente definida y explicada?, ¿cuáles de
esos valores dan cuenta de una posible crisis de fe, de credibilidad, y cuáles no?
Hay otro sesgo: enseguida pensamos en los jóvenes. Yo me sumo a la proposición de
superar el criterio generacional, porque esa crisis de fe, que tal vez nos está asistiendo, no
tiene que ver necesariamente con los límites generacionales.
C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés
Mario Coyula:
Una de las cosas que me cuestiono es qué valor tienen los valores, no en el sentido de precio, sino qué significa vivir de acuerdo con un determinado juego de valores. Eso me lleva
a otra pregunta: ¿qué valores perduran, cuáles son eternos y cuáles son circunstanciales?
Con el triunfo de la Revolución, hubo falsos valores o valores de la burguesía que
fueron eliminados muy violentamente. Fue como una gran defoliación, y cuando se defolia un terreno, durante un tiempo no nace nada y luego empieza a crecer hierba mala.
Entonces, por ejemplo, junto con la base económica de la burguesía, desaparecieron la hipocresía y el decoro pequeñoburgueses de guardar la forma, pero que se traducía en una
imagen urbana ordenada, en buenos modales, en determinadas normas de convivencia.
Muchas de las cosas que estamos viendo son resultado de esa defoliación.
Ahora bien, ¿cómo darle valor a lo que no tiene valor? Si tú dejas pasar a alguien en la
cola de una guagua lo que te viene encima es una avalancha. ¿Cómo convencer a la gente
de que vivir de acuerdo con valores es una cosa que tiene no un valor monetario, pero sí
un reconocimiento social? Recuerdo a mi abuelo, que era político y se hizo famoso porque no robó, y entonces a mucha gente les oía decir: «Qué tonto, podría ser millonario»,
pero esa honestidad valía en consideraciones. En aquella sociedad corrupta se reconocía
al honesto, al honrado. No valía dinero pero sí otras cosas que daban satisfacción. Considero que tenemos que buscar la forma de que estos valores permanentes, no los circunstanciales, vuelvan a tener un valor.
Raúl Garcés:
Les propongo que cerremos este primer ciclo de intervenciones. Afortunadamente, hay
un cierto consenso en entender que estamos hablando de un tema que tiene que ver con
cualquier generación y con cualquier grupo social. Volvemos entonces al panel.
Laura Domínguez:
Ubieta hablaba de que hay jóvenes activos, pero que la gran masa es como inerte, y yo
creo que nosotros mismos a veces los hacemos así, porque se lo damos todo, no tienen
que hacer ningún esfuerzo. Me alegra que Israel esté aquí, porque yo siempre pongo de
ejemplo el estribillo de la canción de Buena Fe, «Gracias por el fuego», que dice: «no me
regales más nada, déjame ganármelo yo».
También Joan Manuel Serrat dice que no es lo mismo valor y precio, pero yo creo que
la propia sociedad actual, a nivel mundial —y Cuba no está en una campana de cristal—
hace que florezcan lo que yo llamo filosofías posmodernas, donde lo que vale es el aquí y
el ahora, para que la gente no pueda ser capaz de proyectar el futuro. Una personalidad
madura es la que se proyecta al futuro; lo que la diferencia de una neurótica es que esta
última siempre está mirando al pasado: «soy así porque mi mamá me pegaba, porque la
maestra era malísima», mientras el hombre maduro se traza planes, metas, etcétera.
Yo decía antes que la juventud es la edad en que se forma la concepción del mundo y
se puede hablar de los valores como convicciones, pero quizás en la primera intervención
del panel —me voy a tomar la atribución de hablar por todos— edulcoramos un poco el
problema. De todas maneras, yo traigo para esta segunda parte algunas ideas que matizan
ese optimismo.
Se habló de que desde los 80 hay indicadores de dificultades en el desarrollo moral.
La doctora María Isabel Domínguez, en estudios realizados en el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), evaluó el impacto que tuvieron los años 90 en la
juventud cubana, y habló, por ejemplo, de fenómenos como la pasividad juvenil hacia el
desempeño de labores sociales, un éxodo migratorio tan elevado que fue similar al de los
años 60, el aumento del alcoholismo y la violencia, desarrollo de la prostitución, etc.; es
decir, que no podemos conformarnos ni decir que no hay que ocuparse. Hay que preocuparse y hay que ocuparse, y mucho.
Yo, que adoro la juventud como edad y me relaciono tanto con los jóvenes de la Universidad, sí tengo preocupación sobre cuáles pueden ser los derroteros de esas mentes,
porque, aunque no es lo mismo valor que precio, pienso que a veces todos esos fenómenos que se llamaron Período especial nos llevaron a una conciencia individualista. Ahora
bien, he estudiado a los emos de la calle G, y los hay que son simplemente adolescentes en
crisis que necesitan vestirse a la moda, usar un lenguaje particular, reunirse, pero de los
doce que analicé hay dos que se automutilan, porque su idea es que si se cortan, les duele
¿Valores en crisis?
73
esa herida, y les deja de doler, por ejemplo, la muerte de la madre; o sea, que el dolor físico
mitiga el mental.
Quiero terminar diciendo que en la investigación que acabo de cerrar pude constatar
lo que decía Desiderio de que una cosa es el valor declarado, y otra el practicado. Los
estudiantes que encuesté para la muestra «declaran» como valores importantes para el
desempeño de su profesión, en primer lugar, la profesionalidad; en segundo, la responsabilidad; en tercero, la honestidad; en cuarto, la solidaridad, y en quinto y último lugar, el
compromiso social; pero dado el carácter del tipo de investigación que realicé, no puedo
asegurar que sean ya valores «asumidos».
A todas esas cosas tendríamos que prestarles atención porque se produce una orientación, donde el valor se asocia al tener y no al ser: tanto tienes, tanto vales. Yo no siento que
este sea un proceso natural. Mi hijo no vive en Cuba, ¿y saben qué me enseñó eso?, que
el ejemplo no se trasmite por ósmosis. Para mí, que estudiaba a los jóvenes y los valores,
que mi propio hijo me dijera que no iba a vivir en Cuba, fue un duro golpe, pero me ha
hecho reflexionar mucho en ese sentido. Creo que todos, a partir del Período especial y
sus consecuencias para los valores, hemos aprendido, no sin dolor.
74
Raúl Garcés:
Wilfredo, tú asumiste el desafío de ser maestro emergente a principio de los años 2000,
y sabemos que se generaron muchos criterios en torno a esos maestros; se dudaba, y se
duda, de su capacidad para ser trasmisores de valores hacia las generaciones que tienen
delante en sus aulas. ¿Desde tu experiencia personal, cómo crees que se pueda enfrentar
ese prejuicio a la hora de formar valores en los estudiantes?
Wilfredo Mederos:
Primero fue muy difícil para mí; yo tenía solo diecisiete años cuando empecé, y lograr un
reconocimiento por parte de los alumnos y de los padres, con esa edad, era bien complicado. Aunque todos conocemos que la Alfabetización se llevó a cabo por jóvenes incluso
de menos edad, en ese momento fue muy difícil. Reconozco ahora que en los cuatro años
que estuve como maestro en la primaria no lo hice del todo bien, porque la experiencia
y los conocimientos que tenía eran insuficientes, aunque sí lo hice con mucho amor. Sin
embargo, hay algo importante, que señalaban varias de las personas que han intervenido,
que es el ejemplo que se brinda y el entusiasmo con el que se hagan las cosas. Y sin lugar a
dudas, siempre traté de hacerlas con mucho entusiasmo, quizás con algunos errores, con
algunas deficiencias, pero siempre con mucha entrega. Y mis alumnos lo vivían, sobre
todo en su propia participación en el aula. No era un proceso autocrático, sino participativo, donde incluso, y lo puedo comentar aquí, a ellos les causaba mucha gracia que yo, que
estudiaba Psicología, cuando tenía exámenes aprovechara y les explicara a ellos lo que iba
a la prueba. Era muy interesante porque ellos, alumnos de quinto grado, aunque no entendían nada, me decían: «Profe, qué bonito lo que usted está presentando», y se interesaban
en lo que les decía.
Si habláramos hoy de patriotismo, ¿cómo la juventud de hoy puede ser patriota?, ¿qué
alternativas tenemos para serlo?, ¿asumir lo que se orienta? Si hablamos de solidaridad,
quizás no pasa siempre, pero entre los jóvenes se habla de solidarizarse con el que comete
un error o un delito; digamos, hay un robo por medio y se justifica desde una representación social: «no es un delicuente: está luchando». ¿Hasta dónde eso es realmente solidaridad? Y si vamos a la honestidad, ser honesto es decirle al novio o a la novia: «Tengo
otra pareja, y estoy siendo completamente honesto contigo». Al final de la jornada, no hay
agravio, porque confesó la infidelidad. ¿Hasta dónde eso es realmente honestidad? Son
algunas ideas complicadas ante la situación actual que vive el país.
Creo que la crisis sí existe, que hay una situación compleja, y que hay que preocuparse,
pero yo siento que nuestro país tiene muchas potencialidades para ser mejor, para generar
muchos más valores en la juventud, y eso no se explota. A veces la pregunta se me queda
ahí: ¿por qué no se explota más eso, por qué tengo algunas ideas y no las puedo aplicar?
¿Pensar otra Cuba mejor es renunciar a la Revolución? Por supuesto que no; es mejorar
en sus valores, en especial los de su juventud; es otra manera de hacer. Hasta dónde eso
puede ser así o no, son interrogantes que tenemos los jóvenes, por lo menos en el grupo
en el que yo me muevo, mis amigos, mis compañeros de la Universidad, etcétera.
C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés
Raúl Garcés:
Cuando pensamos que toda crisis implica una transformación, ¿eso no nos lleva implícitamente, aunque no lo queramos, a cierta tolerancia social frente a valores negativos,
desde el punto de vista ético?, ¿hay más tolerancia respecto a ciertas cosas que no son
socialmente compartidas, y que para la mayoría son los que deben ser?
Monseñor
Carlos Manuel
de Céspedes:
Esas preguntas tienen que ver con lo primero que pensaba decir, en referencia a observaciones que han hecho dos personas en la ronda del público. Una, la de Desiderio Navarro,
que me parece que tuvo muchísima puntería. Quizás fuimos demasiado optimistas a la
hora de presentar la palabra crisis; pero creo todos sabemos que existe esa crisis constructiva, y también la destructiva, antes y ahora, en Cuba y fuera de ella, entre los jóvenes y
entre los mayores.
Soy muy amante de la historia y sé que en Cuba, desde finales del siglo xviii, ha habido
una gran variedad de puntos de vista. Había respeto y tolerancia con cosas que se podían
tolerar, y había también intolerancias inadmisibles. Creo que el maestro de la tolerancia,
en el siglo xix, fue José Martí, y él, que tenía muy claras sus ideas, y no cedió en ellas, era
incapaz no ya de distanciarse de la persona que tenía una idea distinta, sino ni siquiera de
expresarse acerca de él con términos vituperables; podía hablar mal de una opinión, pero
no de una persona. Conservó amigos que no fueron independentistas.
Por ejemplo, don Nicolás Azcárate era autonomista y siguió siéndolo hasta el día que
murió, después de instaurada la República; y Martí, por supuesto, fue independentista y
murió en eso. Cuentan que Azcárate, cuando alguien de su camada, autonomistas muy
desencantados con la República, hablaban mal de los independentistas, ripostaba: «Hay
por lo menos una excepción, yo no los conocí a todos, pero conocí a Martí, y es el mejor
hombre que he conocido en mi vida; él trató de convencerme al independentismo, pero
nunca lo logró; seguí siendo autonomista, pero seguimos siendo amigos». Lo mismo pasaba con Martí, según me contaban mis abuelos. Cuando alguien hablaba de los horrores
del autonomismo, decía: «No generalicen, no generalicen, ahí está don Nicolás Azcárate,
que es un hombre excelente y es autonomista, y yo no lo he podido convencer».
Hay otro hombre que fue maestro de Martí en el Colegio San Pablo, el de Rafael María
de Mendive: José Ignacio Rodríguez, el que escribió la primera biografía del padre Félix
Varela. Entonces era un autonomista, y cuando Martí ya estaba preparando la revolución,
le mandó uno de los primeros ejemplares de sus Versos sencillos, con una dedicatoria
preciosa.
Creo que hay que distinguir entre respeto y tolerancia por la pluralidad, y el permisivismo. A veces la frontera es difícil, es una línea tenue que con facilidad se salta, pero creo
que tenía mucha razón Desiderio cuando insistió en lo de tu verdad y mi verdad. Se puede
jugar con eso, pero tenemos que buscar juntos la verdad que nos sobrepasa, que no es ni la
tuya sola ni la mía sola; hay que contar con otras opiniones, encarar la diferencia a partir
de un diálogo respetuoso, de una coparticipación en las búsquedas y en las realizaciones.
Por otra parte, es cierto que no todos los jóvenes de una generación son iguales; no
pensemos que en esa generación positiva de la sociedad norteamericana, de los 60 y los 70
todos pensaban así. Yo fui varias veces a los Estados Unidos en esa época y había de todo,
los que participaban de esas ideas con las que comulgamos, que tuvieron que ver con las
batallas por los derechos civiles y tantas cosas buenas, y los que seguían siendo tan racistas
como sus tatarabuelos esclavistas. Todos convivían en el país con ideas muy distintas. En
esa época todavía funcionaba el Ku Klux Klan como le daba su real gana. Incluso en los
años 80, una fecha tan avanzada en el siglo xx, una vez que estuve en el norte de la Florida
supe que había habido un linchamiento por el Ku Klux Klan, creo que fue el último acto
de esa organización racista.
Hay un libro reciente, pequeño pero muy valioso, de Carmita Barcia, que es tan buena historiadora y tan matizada en sus cosas. No recuerdo el título. Sobre él escribí un
artículo en Palabra Nueva, y lo titulé «A veces el perfume bueno viene en frascos muy
pequeños», porque es un librito sobre una sociedad en crisis, refiriéndose a la vida en
La Habana en el siglo xix, en la etapa de la guerra de independencia. Mientras se estaba
peleando prácticamente a las puertas de la capital, y Antonio Maceo ya estaba enfocando
a Marianao, y muchos hasta tenían parientes en la manigua, en La Habana seguía funcio¿Valores en crisis?
75
nando la ópera, se había fundado el teatro Alhambra y la gente iba allí a divertirse con los
chistes picantes. La vida seguía igual o casi igual.
Eso pasa siempre en todas las generaciones; ¿podemos decir que la generación del 95,
en Cuba, fue a pelear por la independencia? No toda, pero fue la que dejó el tono para lo
que vino después, hasta cierto punto. Quizás algunas se definen con el tiempo, se define
qué es lo que pesó realmente en esa etapa, en la sociedad del país de que se trate; pero
otras se pierden en la historia. Muchas de las cosas negativas que uno lee, por ejemplo, en
escritos de Varela, sobre los jóvenes cubanos de principios del siglo xix, se podrían aplicar
a jóvenes cubanos del siglo xxi, tanto los defectos como las virtudes que les señala. Son
cosas que se repiten; algunas se corrigen de manera bastante generalizada, pero otras no.
En relación con la barrida generalizada de los primeros años de la Revolución, que
mencionaba Mayito Coyula, efectivamente se barrió con lo que había que barrer de la etapa anterior, y eso fue bueno; pero también con muchas otras cosas como algunos valores
reales de aquella sociedad, llamémosle burguesa, capitalista, o como sea. Lamentablemente, eso pasa en todas las revoluciones. ¿Debemos conformarnos con que suceda? No;
pero es bueno que ocurran revoluciones que obliguen a cambiar cosas y a procurar una
sociedad más justa, y lo que hay que hacer es esforzarnos porque eso se supere, y pensar
con racionalidad los cambios que deseamos.
Israel Rojas: 76
Creo que fue Yoss quien dijo que siempre va a haber crisis de valores, lo cual debe ser
bienvenido, y eso me parece también a mí. Siempre algunos valores se ponderan, otros se
debilitan; y que avancen, se queden detenidos o retrocedan dependerá de muchos factores
socioeconómicos, incluso del papel que le toque a la vanguardia, que a la larga es la que
va abriendo brecha en cada momento; aunque hay algunas que desafortunadamente han
sido peores que las retaguardias; no hablo solo de Cuba. Ha habido vanguardias que han
llevado a un pueblo al precipicio. Pero yo sigo creyendo que todavía en Cuba no hay una
crisis terrible, irreparable; lo cual no significa que no debamos debatir estos temas, porque
si uno empieza a pensar que no estamos tan mal, nos pasa como con el equipo nacional de
pelota, que empezamos diciendo que no estábamos tan mal y ya no le ganamos a nadie,
cuando debimos haber hecho cambios en su momento. Que alguien vaya al estadio con
una camiseta de Industriales o de Santiago de Cuba y tenga 90% de posibilidades de salir
sin ningún trompetazo, no significa que no pueda llegar un momento en que valores sagrados, como el respeto a la vida, se deterioren. Por eso es importante que haya este tipo
de debates, que haya centros de estudio que investiguen el tema, que las universidades lo
discutan, que nunca falte la posibilidad de que esté en fuego cruzado.
Todo depende también del tipo de sociedad que queremos. Decía Monseñor, lo cual
me pareció hermoso, que la de él fue una generación que soñó largo y se equivocaron porque soñaron demasiado; pero fue la manera de llegar hasta un punto. Es bueno que nunca
a los cubanos nos falte la posibilidad de mirar lo más largo que podamos, aun sabiendo
que nos vamos a equivocar, pero si no empezamos a atajar todos estos problemas desde
ahora, estamos realmente perdidos.
Yo conocí a un señor en la Sierra Maestra que fue, durante treinta años, director de una
pequeña fábrica de bloques, y su casa siempre fue de guano. Cuando se jubiló, le dieron
un diploma, un abrazo, y se fue para su casa; y sus hijos, que toda la vida le cuestionaron
por qué diablos seguían viviendo en esa situación, nunca lo comprendieron, como no lo
comprendería nadie, me parece. Un compañero preguntaba qué valor tiene la corrupción,
y yo pensaba, si ese hombre de la Sierra hubiera robado un poquitico, un ladrillito diario,
en treinta años hubiera construido su casa, pero no lo hizo nunca. Entonces, ¿hasta qué
punto funcionan los instrumentos que hay en esta sociedad para jerarquizar la construcción de un arquetipo, un modelo de hacia dónde debe ir y cómo estimularlo? Creo que
eso no lo tenemos claro o no lo sabemos construir.
Leí en una publicación un artículo que decía que los gringos tienen muy clara su
propaganda. ¿En cuántas películas americanas oímos su himno nacional? Incluso, si te
concentras en la historia y está bien estructurada, te emocionas. ¿En cuántas películas
cubanas oímos nuestro himno nacional? Estamos hablando de patriotismo, es apenas un
ejemplo. Creo que nuestros instrumentos de conformación de cómo debe ser el joven cu-
C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés
bano no son los mejores. Yo no sé cómo será la sociedad del futuro, pero me gustaría que
fuese una, como siempre digo, en la que el dolor del otro me duela a mí.
Creo en el civismo, creo en esos valores que ha mencionado Monseñor Carlos Manuel
acerca de Martí, que tenía enemigos políticos que no eran necesariamente sus enemigos
personales. Estoy de acuerdo con Coyula en que lamentablemente se deforestó y ha crecido la mala hierba. ¿Cómo podemos reanimar eso? Ese es el gran reto.
En lo que Desiderio dijo me pareció entender algo que es mucha verdad: «¿Hasta qué
punto los debates y las ideas están ayudando verdaderamente a llegar a conclusiones que
generen acciones? Ojalá que seamos capaces, como sociedad, de llevar los debates, los
análisis, a los que los necesitan para, a partir de ahí, empezar a construir carreteras por
donde circulen los valores que esperamos que se creen.
Raúl Garcés:
Israel ha dejado un tema que tiene que ver con lo propositivo, con las acciones, con no
quedarnos únicamente en el plano del diagnóstico, como muchas veces hacemos en discusiones, que sirven para entretenernos o para discutir seriamente las cosas, pero no para
proponer y para pensar entre todos los caminos posibles para la solución de los problemas. Por lo pronto, les doy nuevamente la palabra a los asistentes para que se pronuncien
sobre los temas que se han ido desarrollando.
Ramón García:
Quiero agregarle al debate un enfoque clasista. Hagámonos una pregunta, ¿cuál es el concepto de patria de Jorge Mañach, de Blas Roca, de Che Guevara? Estamos ante la ofensiva
por el buen gusto, de una élite letrada, que pertenece a una clase media que produjo el
socialismo estatista, asistencialista, etc. ¿Compartimos esos valores? La crisis de la hegemonía de la clase obrera, como si el resto no tuviera potencialidades revolucionarias, está
en el Llamamiento al Cuarto Congreso del Partido. La crisis de esa hegemonía política ha
restado eficacia al delito de difamación contra las instituciones públicas. Se ha levantado
una masa crítica en el país. ¿Qué está en crisis?, ¿acaso la política de cosificación de las
personas, de las relaciones sociales? ¿Acaso el espíritu mutualista que practica la diáspora:
te mando remesas porque te quiero mucho? Esa es la cuestión, simplemente crisis de valores o lucha de valores. Yo estoy por lo de la lucha de valores.
Manuel Alonso:
Se ha hablado mucho de lo individual, los jóvenes, los viejos. Siempre hablamos de lo
individual. ¿Y las instituciones dónde las dejamos?: los que legislan, los funcionarios, que
siempre disfrutan de una impunidad increíble, desde el administrador de un puesto de
viandas hacia arriba, incluso a contrapelo de la legislación vigente. Insisto en que deben
ampliarse estos espacios de debate, van enriqueciendo nuestra manera de pensar, nuestra
forma de ser cada día mejores ciudadanos, porque creo que los valores no se fortalecen
por decreto.
Enrique
Tengo una pregunta para monseñor Carlos Manuel de Céspedes. Hace unos años apareció un libro de un famoso teólogo suizo-alemán, Hacia una ética mundial, que tuvo una
determinada repercusión y después se dejó de hablar de él, porque en esta crisis también
se incluye el campo de la religión, del ecumenismo, de las relaciones entre los distintos
sectores de la sociedad. Mi pregunta es: ¿cuáles serían los elementos que tendría la Iglesia
católica en este momento, en Cuba y en el mundo, para enfrentar la crisis de valores?
López Oliva:
Rolando Rogés:
La intervención última de los panelistas, sobre todo la de Israel, me parece fundamental:
llegar al problema de cómo instrumentar el asunto, cómo hallar una metodología para
facilitar el acceso a los valores. Me ha gustado mucho que ninguno de los miembros del
panel hablara de creación de valores, porque los valores no se crean, están ahí. Si se tiene
un criterio objetivo del valor, se ve como un objeto, como una sustancia en sí misma, y
se olvida el sujeto, que es el que valora. El hombre es el único animal capaz de valorar, si
se aprecia como un objeto se convierte en inalcanzable. Para poder aproximarse al valor
desde el punto de vista subjetivo del que valora y que va actuar —porque podemos decir
que el valor es como un a priori de la acción—, hay que tener una afectividad. Si un niño
no se emociona con la bandera o con el himno, no llega el mensaje que ellos significan.
¿Valores en crisis?
77
78
Rafael Hernández:
Un comentario y una pregunta al panel. Usando la metáfora de Mayito, yo no creo que
fuera una defoliación de valores, creo que fue una chapea, y como dirían los Van Van,
éramos muchos los que estábamos chapeando. No era algo llamado Revolución, que estaba tirando un tóxico que hacía caerse las hojas; en esa chapea éramos millones. Y lo
que se chapeó no fueron los valores de la burguesía, sino la desigualdad, y se sembró un
valor muy importante, y por eso había tanta participación: la idea de la igualdad, que es
un valor, y probablemente los costos de sembrarlo valieron la pena mientras pueda seguir
sobreviviendo. La cuestión en este momento es en qué medida podemos preservar el valor de la igualdad y cómo hacerlo. ¿Vamos a preservarlo dando clases de educación moral
y cívica? Yo estoy a favor de que se impartan muchas clases, ¿pero realmente creemos que
le vamos a cambiar la mentalidad a la gente a través de conferencias, de seminarios? Las
mentalidades cambiaron y se incorporaron valores que nada tenían que ver con las prácticas anteriores porque al abrirse la Revolución a la participación de la gente, cambiaron
las conductas de las personas, sintieron que participaban. ¿Puede haber un cambio de
mentalidad y de valores sin que cambien los modos de participación, los accesos al poder,
las jerarquías establecidas? Esa es la pregunta.
María Emilia
Soteras:
Estoy de acuerdo con que esto que se debate aquí no es nuevo en la historia de la cultura cubana; una simple mirada desde el siglo xix hacia acá nos arroja textos modélicos,
nombres imprescindibles: José Antonio Saco con su Memoria de la vagancia en Cuba,
José Antonio Ramos con Manual del perfecto fulanista, Jorge Mañach con Indagación del
choteo. En esos textos no se habla de valores, se habla de espiritualidad, alma nacional, y
quizás en otra ocasión tengamos un debate sobre la espiritualidad del cubano. Me alegró
mucho que Monseñor mencionara a Martí. Yo me proclamo marxista, pero también martiana, y quisiera que nos colocáramos bajo la advocación del Apóstol al recordar una cita
lamentablemente mutilada y maltratada, y no precisamente desde el año 59 hasta la fecha,
sino desde antes, porque es muy peligrosa de acuerdo con las mentalidades de algunos. La
cita es de «Maestros ambulantes», y dice: «Ser bueno es el único modo de ser dichoso; ser
culto es el único modo de ser libre, pero en lo común de la naturaleza humana se necesita
ser próspero para ser bueno».
Manuel David
Orrio:
Me preocupa mucho, cuando estamos hablando de los valores que tienen que ver con la
ética, fenómenos como la eufemización, la manipulación mediática, etc. Israel mencionó
la reforma migratoria; si habláramos de rectificación migratoria entonces sí estuviéramos
defendiendo un valor, porque todos sabemos que la política migratoria cubana interna y
externa es inconstitucional. Entonces tenemos el problema de la defensa del valor constitucionalidad-legalidad. ¿A quién le toca? A la Asamblea Nacional del Poder Popular; si
ella no lo hace, no esperemos que los jóvenes universitarios, ni los pepillos, ni los reguetoneros, ni nadie en este país respeten el valor constitucionalidad-legalidad.
Elvira
Eduardo Vázquez:
Reitero lo que dijo la profesora Laura Domínguez, me refiero a los valores como componente complejo de la subjetividad humana, por lo tanto también de la cultura y del
conjunto de la sociedad. Quiero enfatizar en el papel de la práctica social, y en particular
de la vida cotidiana, por ser, por un lado, precisamente la interiorización de la experiencia
social, y por otro porque interviene en la inserción del individuo en el medio. En este sentido, hago dos preguntas: ¿qué valores está configurando, en su práctica social, nuestro
proyecto de socialismo?, ¿hacia dónde vamos? La otra pregunta es cómo las prácticas de
vida cotidiana están actuando como valores emergentes en la configuración de una cultura del socialismo, y cuáles son esos valores.
Raúl Garcés:
Estamos pasando de un análisis de los valores a nivel individual, a los de la nación, un
concepto un poco más amplio. Quisiera que retomáramos la pregunta que quedó pendiente: ¿qué hacer en función de rescatar determinados valores que son esenciales para
preservar el destino que queremos para la nación cubana?
Laura Domínguez: Desde mi perspectiva que, repito, es psicológica, considero que hay dos vías fundamentales de formación de cualquier contenido de la subjetividad o de la espiritualidad. Una
C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés
es la actividad que la persona realiza, aunque no cualquier actividad es formadora de
valores ni de contenidos de la personalidad, sino solo aquella que adquiera para el sujeto
un sentido psicológico. Por eso, cuando en la Universidad se habla de tareas de impacto
social, yo siempre trato de saber si para el estudiante a que va dirigida esa tarea de verdad
tiene un impacto social, o que, lejos de promover el desarrollo de los valores, lo que haga
es debilitarlos.
La otra vía es la comunicación que establecen las personas con quienes las rodean.
Pienso que este es un problema que opera en el plano general, social; en el particular, en
el de la familia, la escuela, los grupos de referencia de los que formamos parte; y está el
sujeto individual, quien construye el contenido de ese valor. Tampoco toda comunicación
es formadora de contenidos de la personalidad. Para que realmente pueda llegar al joven,
y al que no es tan joven, tiene que estar basada en el diálogo, no puede ser un monólogo;
hay que oír la otra parte, ser capaces de ponerse en el lugar del otro. Lo que pasa es que
todo el mundo no se siente preparado para eso. Ese es uno de los graves problemas que
tenemos, la incapacidad para el diálogo.
¿A quién tendríamos que mandar este mensaje? Desde arriba hasta el último, porque
creo que en esto tienen que ver el Estado, el Partido, la Federación de Mujeres Cubanas,
los Comités de Defensa de la Revolución, la Asociación de Combatientes, las organizaciones juveniles; y también la familia, la escuela, el maestro —que no todos son como
Wilfredo—, porque para lograr esto los maestros, de cualquier nivel, tienen que estar
bien preparados, saber que su labor es no solo trasmitir conocimientos, sino contribuir a
formar personalidades independientes, activas y autorreguladas.
Wilfredo Mederos: Quiero hacer referencia a lo que se mencionaba sobre la participación. Hoy uno de los
principales elementos en esta cuestión de los valores es ser parte, tener parte, y tomar
parte. A veces nos quieren involucrar en algo que nosotros mismos no decidimos, y no
nos tienen en cuenta. Quizás la juventud tenga muchas propuestas que hacer en cuanto a
estas mismas ideas, y no se la escucha. Quizás hay una ruptura entre las alternativas que
podemos brindar y lo que ya está institucionalizado o creado. Quizás a veces se puedan
proponer elementos que no sean los que han estado hasta ahora, pero no por eso tienen
que ser contrarios a la idea rectora de la fundación de una sociedad mejor. Por ahí iría el
camino fundamental, poder lograr mayor participación, pero desde estas aristas. A veces
uno se enfrenta a una propuesta que no es la que en ocasiones se desea escuchar o que se
espera, y entonces ahí mismo la deja. Mientras no exista esa verdadera triple participación, continuará la distancia entre lo que se va haciendo por un lado y los valores que se
van teniendo en la sociedad, por otro.
Monseñor
Carlos Manuel
de Céspedes:
Creo que todo tiene que ver con el tipo de sociedad a que aspiramos, y enderezar las cosas
hacia ella. Yo les confieso que aspiro a que Cuba siga siendo socialista, sin los apellidos
que tuvo hasta ahora, al estilo de lo que se impuso en la Unión Soviética en su momento.
Incluso, eso fue una frustración para la Revolución; pero ese no es el único socialismo
concebible, y pienso que no ha estado vigente social y políticamente, como sí lo estuvo
aquel; pero ahí está la gente que ha pensado en eso, y nosotros, que hemos vivido dentro
de un régimen que de algún modo fue calco de aquel, sin llegar a sus extremos, pero que
tuvimos muchos de sus defectos, sabemos dónde están las virtudes del socialismo; entonces, hay que mantenerlo. Pero —ahora voy a poner yo otro apellido— que sea participativo, vamos a decir democrático, aunque esa palabra se ha usado para cosas muy distintas,
pero ustedes saben lo que quiero decir.
Entonces en eso, en la evolución hacia un socialismo participativo, debe trabajar toda
la sociedad. Cada uno tiene algo que aportar, y precisamente del diálogo con el que se
deben presentar esas opciones e intercambiar podrá surgir esa sociedad participativa en
la que haya no solamente valores, sino realidades, en la que todos estemos de acuerdo
aunque pensemos distinto en otra cosa; pero eso tiene que ser a partir de una actitud de
diálogo, de respeto, de comprensión, de derecho de ciudadanía.
¿Valores en crisis?
79
O sea, yo creo en un socialismo participativo, pero no debe ser fruto de un decreto,
sino de una participación dialogante entre todas esas tendencias, grupos sociales de distinta índole y pelaje; así creo que se podrá llegar a algo.
Israel Rojas:
Para rescatar los valores y lo demás, tenemos que seguir intentando que las placitas tengan
comida; eso es lo primero, porque no se puede hacer filosofía con la barriga vacía, como
decían León XIII, Marx y Engels. Hay que seguir haciendo todo lo posible por garantizar
una independencia económica. Ese no es, propiamente, un valor, pero es una condición
indispensable para poder seguir haciendo cualquier otro análisis.
Y me da lo mismo, si logramos el desarrollo, si es con un socialismo solidario, con una
UBPC, etc., lo que hace falta es que lo que se puede hacer con un peso no se haga con
tres, y que las cosas se puedan resolver. Creo que ahí es donde está el principal equilibrio,
en resolver el problema de la vivienda para que la familia pueda ser funcional. Ese es uno
de los primeros retos: resolver el problema económico. El segundo es, a mi juicio, como
decían los compañeros, la participación; en eso cabe el resto: la democracia, el diálogo, los
valores. Yo digo que, en cuanto a la participación, en Cuba todo está bien hasta que
los niños cursan el cuarto grado; porque nuestras instituciones pioneriles funcionan bien;
los niños participan, hacen preguntas, dicen su opinión espontáneamente. El problema
está de ahí para arriba.
Además de la participación, algo que me parece importante es, junto con la política
cultural, acabar de establecer una Ley de Prensa, y que nuestro periodismo sea el reflejo de
nuestra realidad para, a partir de ahí, comenzar a crear un imaginario social creíble. Reflejar en nuestros medios, de manera artística y creíble, al pobre guajiro aquel que nunca
se robó un ladrillo, es la única manera de que podamos hacer, como decía Coyula, que el
valor valga. Hoy es importantísimo que vuelva a valer ser honesto, ser justo, ser coherente,
y eso, me parece, es indispensable que lo haga la prensa, y también los intelectuales.
Raúl Garcés:
Empezamos hablando de valores, terminamos hablando de la prensa, como se podía esperar. No hay conclusiones, porque ya han sido hechas por los panelistas, a quienes les
agradezco su participación, así como a los que intervinieron desde el público. Muchas
gracias a todos.
Participantes:
Monseñor Carlos Manuel de Céspedes. Párroco de la Iglesia San Agustín. Profesor del
Seminario de San Carlos. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua.
Laura Domínguez. Psicóloga. Profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad
de La Habana.
Wilfredo Mederos. Maestro emergente. Profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona.
Israel Rojas. Compositor e intérprete musical. Director del dúo Buena Fe.
Raúl Garcés (moderador). Periodista y profesor de la Universidad de La Habana. Subdirector de la revista Temas.
, 2013
80
C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés
ENTRETEMAS
Entretemas incluye cuatro textos
que hablan de empresa estatal y transición
socialistas, cultura musical
y ordenamiento planetario.
Primero, una propuesta para meditar:
¿cómo debería ser la empresa estatal
en Cuba? Simulación de un nuevo modelo.
Un artículo aborda las culturas musicales urbanas en Cuba, en particular, el lenguaje sonoro (metal), derivado del rock,
que emergió a finales de los 70,
aún en franca evolución.
Otro incita a la comprensión
del sistema-mundo: la geopolítica ambiental,
novedosa forma de tratamiento de las relaciones internacionales.
Un análisis desde la complejidad.
Y la sección finaliza con la búsqueda
del fundamento de la utopía en la ciencia,
elementos básicos de una dialéctica
para preservar el socialismo en Cuba.
¿Revolución
en la Revolución?
Hacia un nuevo modelo
de empresa estatal socialista
Adolfo Castillo Vitlloch
Físico-matemático. Centro de Inmunología Molecular.
Allá Dios que será divino.
Yo me muero como viví.
U
«El necio», Silvio Rodríguez
n rasgo distintivo e imprescindible del
sistema socialista es el surgimiento de un
nuevo tipo de entidad económica: la empresa
estatal socialista. Esta es la forma productiva
que mejor expresa la razón de ser del socialismo, o sea,
transformar los instintos individualistas y egoístas
de supervivencia del hombre, y potenciar sus valores
como ser social; Marx consideraba que el socialismo
debía armonizar los intereses de los individuos y de la
sociedad.1 En mi opinión, solucionar esa contradicción
aparente constituye un reto primordial, pues de ello
dependerá, en gran medida, elevar a su plena capacidad
las principales fuerzas productivas de este sistema: los
trabajadores de la empresa estatal.
Hasta hoy constituye una gran polémica el papel
del individuo dentro de la empresa estatal socialista
y la relación del Estado, como institución central
de gobierno, con las empresas, y por ende, con
quienes trabajan en ellas. De hecho, la tendencia
general en muchos países adscritos a dicho sistema,
incluida la Isla, ha sido que el gobierno mantenga un
control casi total sobre el desempeño de la empresa,
administre, gestione, planifique y asuma los riesgos, la
responsabilidad y los beneficios resultantes con lo cual
82
n. 75: 82-89,
julio-septiembre de 2013
Adolfo Castillo
Vitlloch
releva de esas funciones a trabajadores y directivos.
Tal tendencia ha generado resultados negativos, entre
ellos: pérdida del sentido de propiedad sobre los medios
de producción, ausencia del papel estimulador del
salario, desvalorización del trabajo, sentimiento de
trabajar para un ente ajeno (el Estado) y, en general, la
indiferencia del individuo ante los éxitos o dificultades
de las entidades estatales.2
No obstante, entre los principales atributos del
socialismo está utilizar los valores creados durante el
proceso productivo para satisfacer al máximo posible
las necesidades materiales y espirituales de todos los
integrantes de la sociedad, en correspondencia con el
aporte de estos a través de su trabajo, ya sea manual
o intelectual.3 Esos recursos no se colectan solo a
partir de impuestos a sujetos individuales (personas u
organizaciones), sino fundamentalmente de manera
colectiva, a través de las contribuciones de las empresas
estatales o cooperativas.
Una parte de las utilidades de la empresa estatal
(incluida la plusvalía generada) debe ser propiedad de
la sociedad (a través del Estado como instrumento) y el
resto debe distribuirse entre los trabajadores mediante
diversas vías. Así, a los gastos sociales se destinan
utilidades que garantizan, de forma igualitaria, los
derechos fundamentales del hombre: salud, educación,
seguridad social y ciudadana —defensa, orden interior,
protección ante catástrofes, etc.—, infraestructura
básica en comunicaciones, trasporte.
Toda empresa socialista, al fundarse, debiera
responder las siguientes preguntas básicas: ¿cuál será
su aporte a la sociedad?, ¿qué beneficios ofrecerá a sus
trabajadores y cuáles de las necesidades de estos serán
satisfechas (a través de salario u otras vías)?, ¿cómo
garantizará su crecimiento continuo, el máximo nivel
de eficiencia y ganancias?
En la Resolución económica del V Congreso del
Partido Comunista de Cuba (PCC), en 1997, se expresó
la necesidad de implementar cambios dirigidos a
mantener el papel preponderante de la propiedad
estatal y asegurar altos niveles de eficiencia en las
empresas. Fueron señaladas, además, deficiencias y
debilidades en el sector empresarial y se planteó que,
ante la limitación de recursos disponibles y la necesidad
de su óptimo aprovechamiento, la eficiencia constituiría
el objetivo central de la política económica:
Hacer un mejor uso de los recursos, elevar la productividad
del trabajo, alcanzar mejores resultados con menos costos
tendrá un efecto positivo en nuestro balance financiero,
facilitando la participación en el comercio internacional
y en el acceso a los mercados de capital e inversiones.4
En ella se adoptó, además, la decisión de instaurar
un proceso de perfeccionamiento empresarial,
cuyas bases fueron cuidadosamente diseñadas.5 Con
posterioridad, en 2007, se aprobaron los decretos 252
y 281 que pretendían impulsar la solución de algunos
problemas detectados.6
A pesar de haber transcurrido más de quince
años, no se han obtenido los resultados deseados.
Aunque un logro de ese proceso ha sido el diseño
y materialización de un grupo de organizaciones
eficientes, flexibles, en transformación continua con el
objetivo de alcanzar estadios superiores (se estima que
cerca de 40% del total de las empresas estatales aplican
el perfeccionamiento empresarial), aún persisten
numerosas debilidades e ineficiencias en gran parte
del sistema empresarial del país.7
Los modelos implementados todavía no han dado
una respuesta satisfactoria a las contradicciones
mencionadas con anterioridad y no han permitido
establecer reglas claras acerca de qué puede o no
hacer el empresariado cubano, ni creado instrumentos
estables de control sobre su gestión y resultados.
Durante los últimos años, las directrices y métodos
utilizados han sufrido constantes modificaciones, con
un enfoque cada vez más restrictivo, lo cual va en contra
de la descentralización y autonomía planteada en las
bases del perfeccionamiento empresarial. Por tanto,
sigue abierta la pregunta de cómo tornar eficiente la
empresa estatal socialista.
En la actualidad, el presidente Raúl Castro ha
convocado a efectuar las rectificaciones necesarias. El
alcance de estas transformaciones retoma la definición
de Revolución, expresada por el Comandante en Jefe,
Fidel Castro, en 2000,8 a todos los niveles de la sociedad,
desde la dirección del país hasta el simple ciudadano,
e inculcarla desde la infancia. En esencia, se trata de
realizar una revolución dentro de la Revolución.
Los Lineamientos de la Política Económica y
Social del Partido y la Revolución aprobados en el VI
Congreso del PCC, en junio de 2011, sientan las bases
ideológicas y reguladoras para proponer y afrontar
complejos cambios que no admiten más aplazamientos.
En la primera página de ese documento se define el
sistema económico que prevalecerá sobre la base de
la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los
medios fundamentales de producción y deberá regir
el principio de distribución socialista: «De cada cual
según su capacidad a cada cual según su trabajo».
Más adelante se expresa que «el modelo económico a
alcanzar reconocerá y promoverá a la empresa estatal
socialista como forma principal en la economía
nacional».9
¿Cuáles deben ser los principales rasgos
distintivos de la empresa estatal socialista?
Los elementos esenciales para resolver la aparente
contradicción en la relación Estado-empresa-individuo
son:
• Desarrollar en los trabajadores y directivos de
las empresas estatales la percepción de que el
crecimiento del bienestar material y espiritual
depende directamente del desempeño eficiente y la
reproducción ampliada de tales entidades (el éxito
personal depende del éxito colectivo).
• Ofrecer información transparente a los trabajadores
sobre el impacto de lo que aportan, a través de
contribuciones e impuestos empresariales, a
presupuestos sociales que implican mayor bienestar
de la sociedad en su conjunto (las conquistas sociales
no salen de la nada).
• Los trabajadores deben sentir que su contribución
al bienestar social o a la reproducción ampliada
de la empresa no va en detrimento de sus ingresos
personales y nivel de vida (equivalencia entre las
contribuciones destinadas a satisfacer las necesidades
de la empresa como colectivo y del individuo).
• Empleados y jefes deben tener posibilidad real de
decidir en la planificación y gestión de su empresa
(planificación de abajo hacia arriba).
En el Capítulo I de los mencionados Lineamientos
se establece, entre otros preceptos, que la planificación
socialista continuará siendo la vía principal para
dirigir la economía del país. Además, se traza como
objetivo central que el sistema empresarial del
país esté constituido por entidades eficientes, bien
¿Revolución en la Revolución? Hacia un nuevo modelo de empresa estatal socialista
83
organizadas, eficaces, así como la creación de nuevas
organizaciones superiores de dirección empresarial.10
Las empresas, como unidad fundamental del sistema
económico estatal, están subordinadas directamente
a esas organizaciones y ellas a su vez a los ministerios
correspondientes, pero mantienen un alto grado
de independencia. Los órganos superiores han de
desempeñar un papel integrador y de regulación a nivel
macroeconómico, y adecuar los planes propuestos, a
partir de los análisis de mercado, la factibilidad de las
empresas por separado, las necesidades del país y del
sistema empresarial en su conjunto (planificación en los
dos sentidos). Se debe tener en cuenta el balance entre
la planificación centralizada y el mercado, según las
características de cada empresa. Así, en la planificación
de las exportadoras se considerarán las fluctuaciones
del mercado internacional y se les dará mayor libertad
a la hora de establecer los planes.11
Los Lineamientos crean el marco propicio para
enfrentar las contradicciones entre el Estado, la empresa
y el individuo. La empresa socialista contribuye a ello si:
• Garantiza su viabilidad económica y reproducción
ampliada, con un aumento constante de la
eficiencia.
• Asegura el máximo de bienestar social a sus
trabajadores y a sus familias, al aportar los recursos
necesarios para cubrir su seguridad social, salud,
educación, así como los demandados por los
gobiernos locales o por el Estado.
• Retribuye parte de los ingresos entre sus trabajadores,
mediante salarios, estímulos, beneficios y otras vías,
en busca de un crecimiento constante de su nivel
de vida.
En el Lineamiento 13 se explicita que se hará más
flexible el objeto social de las empresas, para que
puedan desplegar al máximo sus potencialidades, y que
se definirán las facultades e instrumentos financieros
que utilizar por las empresas para dirigir la producción
de bienes y servicios.
Propuesta de modelo de gestión económica
para las empresas estatales socialistas
Este modelo de gestión puede y debiera ser ajustado
para incluir las características específicas de diferentes
sectores empresariales; no obstante, resultan válidas las
siguientes generalidades:
1. Para garantizar la viabilidad económica de la empresa
y la reproducción ampliada, con un aumento constante
de la eficiencia (Lineamientos 7, 12, 13-16, 22 y 24):
• Deducir de los ingresos totales anuales los gastos
corrientes de reproducción ampliada planificados de
84
Adolfo Castillo Vitlloch
acuerdo con su tasa de crecimiento e índice de costo
por peso previsto. Además, si la empresa lo requiere
(por ejemplo, las de alta tecnología), se incluirá el
financiamiento de actividades de investigación,
desarrollo, innovación, mantenimiento y reposición
de equipos, que sean relevantes para mantener
la línea de productos o mejorar la eficiencia de la
empresa.
• Asimismo, de los ingresos obtenidos se destinarán
las partidas necesarias para crear un fondo propio
de inversiones, que asegure la reposición del
equipamiento, la asimilación de nuevas tecnologías
y la ampliación de las capacidades productivas
—imprescindible para cumplir con el Lineamiento
83, el cual orienta que las empresas vinculadas a la
exportación deben garantizar que todos los bienes y
servicios destinados a los mercados internacionales
respondan a los más altos estándares de calidad. Estos
gastos incluyen los generados por la depreciación y
amortización, la conservación y mantenimiento
de maquinaria y equipo, así como otros activos
necesarios para obtener utilidades; y pueden ser
deducidos del impuesto sobre utilidades, según la
Ley 113 del Sistema Tributario.12
• Además se deberán deducir de los ingresos totales
los gastos generales y de administración. De acuerdo
con lo estipulado en la mencionada Ley 113, dichos
gastos comprenden los de distribución y ventas,
los de operación, los financieros, los de creación
de provisiones obligatorias, los de viajes —cuando
sean directamente atribuibles a la actividad de
la entidad—, los de publicidad y propaganda
vinculadas a su objeto social o empresarial; también
el pago por el arrendamiento de bienes, el importe
de las provisiones técnicas y del fondo de maniobra,
los gastos de representación presupuestados, entre
otros.
• A partir de las utilidades obtenidas se creará un fondo
de desarrollo. Aunque lo usual es asumir la actividad
de investigación y desarrollo como una inversión
a riesgo a partir de fondos propios (a mediano o
largo plazo), se debería especificar en un acápite
independiente al resto de las inversiones, dado
sus especificidades. Con estos recursos se podrán
financiar acciones de I+D+i propias de la empresa
o proyectos de interés empresarial que ejecutar por
instituciones externas. Ello responde al Lineamiento
19 —expresa que las empresas, tras deducir los
impuestos, y cumplidos los compromisos con el
Estado, podrán crear fondos para el desarrollo, las
inversiones y la estimulación a los trabajadores— y
al 24, según el cual los centros de investigación
relacionados con la producción y los servicios deberán
formar parte de las empresas o de las organizaciones
superiores de dirección empresarial, en todos los
La empresa estatal socialista ha de ser la forma fundamental de producción
en el socialismo, por lo que lograr su funcionamiento eficiente constituye un
objetivo vital. Para conseguirlo es indispensable alcanzar el máximo nivel de
estimulación de las fuerzas productivas involucradas.
casos en que resulte posible, de forma que se pueda
vincular efectivamente su labor de investigación a
las producciones respectivas. En las empresas donde
la actividad de investigación y desarrollo incide de
modo determinante en la generación de valores (por
ejemplo, las de alta tecnología), las erogaciones
por I+D+i con un carácter más básico y exploratorio
y, por ende, de mayor riesgo, se pueden considerar
como parte de los gastos de operación a partir de los
ingresos totales.
• De las utilidades se deducirá una partida a fin de
establecer fondos para reservas y seguros, así como para
crear y operar la Organización Superior de Dirección
Empresarial (OSDE), en el caso que corresponda. Así
se cumplirá con el Lineamiento 22.
Estas propuestas concuerdan con el Lineamiento
16, según el cual las empresas deciden y administran
su capital de trabajo hasta el límite previsto en el
plan. Poder manejar sus fondos les permitirá mejorar
la planificación, lograr mayor eficiencia, agilidad y
flexibilidad necesarias para un buen funcionamiento
y ser capaces de responder a las exigencias del
mercado.
2. Para asegurar el máximo de bienestar social de
sus trabajadores y familias, aportando los gastos
necesarios para cubrir su seguridad social, salud,
educación, así como los demandados por otras esferas
presupuestadas por los gobiernos locales y o por el
Estado (Lineamientos 19 y 21):
• Deducir de los ingresos totales de la empresa
los tributos asociados al empleo, los cuales se
conformarán de las siguientes partidas:
■■ Contribución a la seguridad social: similar a lo
regulado para los trabajadores por cuenta propia.
Esta contribución puede ser establecida a partir de
un monto fijo del fondo de salario básico utilizado
por la empresa, según se establezca en la Ley del
Sistema Tributario.
■■ Impuesto por la utilización de fuerza de trabajo:
De acuerdo con lo estipulado en la Ley 113, se
calculará a partir de un porcentaje del fondo
de salario utilizado, deducible del impuesto por
utilidades, y no se incluirán en el cálculo las
cantidades que devenguen los trabajadores como
estimulación, a partir de las ganancias obtenidas
después de pagar el impuesto sobre estas.
■■ Contribución a gastos sociales de primera
necesidad, como salud, educación, asistencia y
bienestar social. Este fondo se establecerá a partir
de una tasa con una cuota fija por trabajador y
aportará a los presupuestos estatales para la salud
y educación (incluidas actividades vinculadas con
la cultura y el deporte). Una forma simplificada de
establecer el monto de tal contribución puede ser
a partir de calcular la relación entre el presupuesto
estimado para estas actividades correspondiente
al aporte por el sector estatal y la cantidad de
trabajadores del sistema empresarial del Estado.
• De las utilidades obtenidas se deducirá un impuesto
estatal con tasas de acuerdo con lo establecido en
la Ley del Sistema Tributario. Esos fondos serán
asumidos centralmente por el Estado y se destinarán
a obras y actividades que contribuyan al bienestar
de la sociedad en su conjunto, como: defensa y
seguridad nacional, grandes obras de infraestructura,
reservas centrales para contingencias, inversiones en
viviendas, la esfera presupuestada de la ciencia, la
tecnología y el medioambiente, subsidios a algunos
sectores especiales de la población, proyectos de
alcance social y planes de los trabajadores sociales,
funcionamiento del aparato central del gobierno,
medios nacionales de comunicación y otros servicios
estatales.
• Al mismo tiempo, de las utilidades obtenidas se
pagará una contribución territorial, según la Ley del
Sistema Tributario, con tasas fijas anuales, lo cual da
respuesta al Lineamiento 21 que contempla que las
empresas y cooperativas entregarán a los Consejos
de la Administración Municipal donde operan,
un tributo para el desarrollo de infraestructura
territorial: viales, alumbrado público, inversiones
locales, etc.
Lo planteado se vincula de igual manera con la
implementación del Lineamiento 23, referido a que
las empresas tendrán independencia para aprobar
sus plantillas de cargos, e impedirán que estas se
incrementen innecesariamente, pues cada vez que
ingresa un nuevo trabajador la entidad debe garantizar
su fondo de salario así como las contribuciones a la
seguridad social, la educación y la salud. Además, lo
propuesto permite establecer un nexo más directo y
transparente entre los resultados económicos —de los
individuos y de la empresa como organización— y el
aporte a políticas de bienestar social.
¿Revolución en la Revolución? Hacia un nuevo modelo de empresa estatal socialista
85
3. Para garantizar que parte de los ingresos sea
retribuida entre sus trabajadores, en forma de salarios,
estímulos, beneficios y otras vías, en busca de un
crecimiento constante del nivel de vida (Lineamientos
20, 22 y 23):
El salario (aquí incluyo todas las variantes de
remuneración) debe constituir una de las formas
de distribuir en la sociedad las ganancias de la empresa
socialista y será exponente de la responsabilidad y
obligación de cada trabajador en cuanto a garantizar
el mantenimiento y el éxito económico de su empresa,
principal vía para sostener la forma de vida y el
bienestar de quienes laboran en ella.
Este concepto quedó recogido en la Introducción
de los Lineamientos donde se insta a incrementar la
productividad del trabajo, elevar la disciplina y el
nivel de motivación del salario y los estímulos, así
como a eliminar el igualitarismo en los mecanismos de
distribución y redistribución del ingreso, y a suprimir
gratuidades indebidas y subsidios excesivos. Además, se
reafirma en el Lineamiento 170, dirigido a asegurar que
mediante los salarios cada cual reciba según su trabajo,
que este genere productos y servicios con calidad,
que se incremente la producción y la productividad,
y que los ingresos salariales tengan un reflejo efectivo
en la satisfacción de las necesidades básicas de los
trabajadores y su familia.
Es necesario valorar de manera periódica qué
se considera un salario adecuado para afrontar esas
necesidades, a partir de lo cual deben ser definidos
los salarios mínimo y medio, de modo transparente
y mediante consenso social. Tal definición resulta
importante, sobre todo, para los trabajadores del sector
estatal (presupuestado y empresarial).
Es indispensable propiciar el aumento controlado
del consumo interno, a partir de la capacidad
adquisitiva real de los salarios, en especial los
devengados en los sectores que producen bienes y
servicios, y principalmente de los exportadores. Tales
salarios deben tener valor y capacidad adquisitiva
real, en relación definida con divisas internacionales
de referencia. Así es posible equiparar el valor
generado por el trabajo que sustenta el monto pagado,
la capacidad de consumo de este y el estatus social
correspondiente al aporte realizado. De esta manera, el
salario trasmite su valor real en las transacciones entre
los individuos y las empresas estatales o productores
privados generadores de bienes o servicios con destino
al mercado nacional interno; y se logra valorar esos
servicios y producciones y asociarlos a la capacidad
de captación de divisas procedentes del exterior. En el
Lineamiento 171 se afirma que deberán incrementarse
los salarios gradualmente, se favorecerán en un
inicio las actividades con resultados más eficientes y las
86
Adolfo Castillo Vitlloch
labores que aportan beneficios de particular impacto
económico y social.
El salario debe permitir a los trabajadores estatales
cubrir gastos, hoy subsidiados, de alimentación y
servicios básicos como electricidad, agua potable,
alcantarillado, comunicaciones, transporte público,
etc. En una primera etapa, mientras se mantengan
subsidios totales o parciales, se pudiera implementar
un impuesto sobre el salario (además de instaurar otro
sobre ingresos) de los trabajadores pertenecientes a
empresas que hayan elevado sus remuneraciones según
el modelo ya expuesto, de forma que los individuos con
mayores ingresos aporten más para cubrir los subsidios.
Aquellos obtenidos a partir del salario de los ciudadanos
conformarán las ganancias y el capital para invertir en
esos sectores, los cuales dejarán de integrar la actividad
presupuestada. En esencia, propongo lo siguiente:
• A partir de los ingresos totales de la empresa, se
conformará un fondo de salario básico, que se
considerará parte de los gastos en fuerza de trabajo
y será un porcentaje predeterminado del valor
agregado bruto. Esto da respuesta al Lineamiento
20, que plantea que los ingresos de los trabajadores
y sus jefes en las empresas estatales y las formas de
gestión no estatal estarán vinculados a los resultados
obtenidos.
• Con las utilidades de la empresa se creará un fondo
de estímulos salariales que complementará el de
salario básico, en consonancia con lo recogido en
los Lineamientos 19 y 20. Dicho estimulo vincula
el ingreso de los trabajadores con el mantenimiento
o aumento de los niveles de eficiencia, que se
expresa en el bajo índice relativo de costo por peso
y el aprovechamiento de posibles márgenes para el
incremento de utilidades. Tales incrementos serían
considerados parte del estimulo salarial.
• Parte de las utilidades por sobrecumplimiento del
plan de ingresos y ahorros (reducción del costo por
peso), servirán para crear un fondo de inversiones
y desarrollo, y para estimular a los trabajadores y
favorecer sus condiciones laborales y de vida.
La aplicación de los sistemas de pagos para distribuir
estos fondos debe efectuarse según las regulaciones
internas de cada entidad, previamente consultadas y
aprobadas por la Organización Superior de Dirección
Empresarial (OSDE) u organismo central, con vistas
a impulsar aquellos aspectos que los directivos de la
empresa consideren prioritarios, previo acuerdo con los
trabajadores. Ello está en plena concordancia con el
Lineamiento 23. Siempre que las condiciones sean
propicias, la retribución salarial deberá ajustarse a las
especificidades de las empresas y diseñarse a partir de
establecer perfiles de puesto de trabajo.
La creación de los fondos mencionados implicará
la instauración de esquemas financieros «cerrados»,
a nivel de sectores y de cada empresa, que garanticen
el acceso oportuno a la divisa necesaria. Tales centros
podrán operar sus cuentas corrientes de forma directa,
con flexibilidad y autonomía, y realizar ajustes
internos entre las partidas del presupuesto anual de
ingresos en divisas, dentro del marco total aprobado.
Así se cumpliría lo estipulado en el Lineamiento
14: las finanzas internas de las empresas no pueden
ser intervenidas por instancias ajenas; lo cual solo
podrá ser realizado mediante los procedimientos
legalmente establecidos; y con el Lineamiento 16: las
empresas deciden y administran su capital de trabajo
e inversiones hasta el límite previsto en el plan.
Las cuentas dan
A continuación ofrezco un ejemplo de cómo podría
funcionar, en la práctica, la propuesta formulada en
el acápite anterior. Ante todo, fijo algunas premisas:
asumo la contabilidad en una sola moneda, CUC, por
su convertibilidad directa con el dólar y otras divisas,
su tasa de cambio —más acorde con los fundamentos
de la economía real— y un mayor equilibrio entre
la cantidad de esta moneda en circulación y los
ingresos y reservas internacionales en divisas del país.
No obstante, la contabilidad de las empresas puede
realizarse de una manera muy similar en CUC o CUP
y casi tendría los mismos efectos económicos, por lo
que ambas variantes son equivalentes a los efectos de la
esencia y resultados del modelo que propongo. Adopto
como tasa de cambio un valor intermedio entre la
vigente para el sector empresarial (1:1), a mi juicio, muy
sobrevalorada, y la vigente en CADECA, muy lejos de
poseer un equilibrio. En algunos sectores empresariales
se han establecido experimentalmente tasas de cambio
de 1 CUC a 6-9 CUP; sin embargo tomo para este
ejemplo una tasa intermedia: 1 CUC a 15 CUP, lo cual
si bien no es real, permite evaluar mejor el efecto de
estos mecanismos sobre los balances financieros de las
empresas e identificar posibles descalces.
La aplicación de estas condiciones en casos de
empresas hipotéticas eje con diferentes características
y niveles de productividad se simula en la Tabla 1,
para la cual elaboré una plantilla de cálculo con los
siguientes datos: mil trabajadores, en todos los casos,
las facturaciones en el mercado nacional (CUP) y por
concepto de exportaciones (CUC), y los costos de
producción (COP). Además en ella se fijan las tasas y
los porcentajes correspondientes:
• Valor agregado bruto (VAB): 10% de los gastos
corrientes de producción, como valor generado por
concepto de producto obtenido pero no realizado
aún.
• Para gastos corrientes de producción se consideró
una tasa de crecimiento anual de 3%.
• Gastos generales y de administración: 15% de los
gastos corrientes totales.
• Salario básico: 20% del VAB.
• Contribución a la seguridad social: 10% del fondo
de salario básico.
• Impuesto por utilización de fuerza de trabajo: 10%
del fondo de salario (aunque este debe reducirse en
los primeros cinco años hasta 5%, según la Ley 113).13
• Tasa de gastos sociales primarios (salud, educación y
bienestar social): 2 000 CUC al año por trabajador; si
se estima que algo más de dos millones de personas
laboran en el sector estatal no presupuestado,
el aporte por este concepto ascendería a más de
cuatro mil millones de CUC. Si descontamos de
este presupuesto 2 500 millones de CUC para los
gastos de estas actividades en divisas convertibles,
restarían unos 1 500 millones de CUC que, según la
tasa de cambio utilizada en este trabajo, significaría
22 500 millones de CUP, cifra superior a los niveles
de gastos reportados por estos conceptos en 2009,
2010 y 2011,14 a lo que habría que adicionar aún
lo recaudado por concepto de impuestos a los
trabajadores del sector no estatal.
• Tributo territorial: 5% de los ingresos totales.
• Impuesto sobre utilidades: 35% (valor máximo
según la Ley 113). Para simplificar el cálculo se
consideraría incluir el impuesto sobre las ventas, en
caso que proceda.
• Fondos para estímulos de los trabajadores: 15% de
las utilidades referidas en el punto anterior.
• Fondos de desarrollo, innovación e inversiones
internas: 15% de las utilidades, en cada caso.
• El resto se asigna a seguros, reservas y aportes a la
OSDE.
Las empresas A y B presentan similares niveles de
facturación, tanto en el mercado interno (CUP) como
por concepto de exportaciones (CUC), pero la primera
tiene bajos costos por peso de producción (COP)
comparada con la segunda (0,3 y 0,6 respectivamente).
La C exhibe niveles de facturación relativamente bajos
en ambas monedas, pero sus costos de producción
por peso son bajos; mientas que la D muestra niveles
de facturación medios (en CUC y CUP) y costos de
producción por peso similares a la empresa B (altos).
La empresa E realiza facturaciones solamente en el
mercado interno, con COP medios (0,5).
En todos los casos analizados las empresas obtienen
saldos positivos, aunque los valores de productividad
a partir del VAB oscilan desde 5 050 CUC/trabajador
(empresa E) hasta más de 35 000 CUC/trabajador
(empresa A). De acuerdo con el criterio seguido
en el modelo, los fondos de salario y estímulos son
proporcionales a los valores de productividad, se
obtiene una relación de 1 a 7 entre las empresas de
mayor y menor fondo de salario (A y E).
¿Revolución en la Revolución? Hacia un nuevo modelo de empresa estatal socialista
87
Tabla 1. Simulación de la gestión económica
de empresas hipotéticas
Tipo de empresa
ejemplo
No. de trabajadores
A
B
1 000
C
1 000
D
1 000
E
1 000
1 000
Facturación total 53 333 53 333 19 200 32 000
11 333
Facturación CUC 50 000 50 000 18 000 30 000
0
Facturación CUP 50 000 50 000 18 000 30 000 170 000
Costos totales
0,61
0,89
0,68
0,92
0,94
COP
0,3
0,6
0,3
0,6
0,5
5 933 19 776
5 837
1 047
3 490
1 030
Conclusiones
VAB 35 593 17 853 12 814 10 712
5 050
Gastos corrientes 16 480 32 960
de producción
Gastos generales y
administrativos
2 908
5 816
2 667
2 667
960
1 600
567
Utilidades 20 736
5 606
6 185
2 563
688
Impuestos
7 258
1 962
2 165
897
241
Estímulos
3 110
841
928
384
103
Inversiones
3 110
841
928
384
103
Desarrollo
3 110
841
928
384
103
OSDE y seguros
2 074
561
618
256
69
El sistema socialista que se construya debe
caracterizarse por un predominio de la propiedad
social sobre los medios de producción. Ello, unido a
una economía planificada que proteja de crecimientos
disfuncionales los diferentes sectores socioeconómicos,
debe conducir a una emancipación plena del hombre y
la satisfacción creciente de sus necesidades materiales
y espirituales, sin olvidar los principios éticos de
solidaridad y justicia social.
La empresa estatal socialista ha de ser la forma
fundamental de producción en el socialismo, por lo
que lograr su funcionamiento eficiente constituye
un objetivo vital. Para conseguirlo es indispensable
alcanzar el máximo nivel de estimulación de
las fuerzas productivas involucradas. Alcanzar
estas metas estratégicas implica un balance en
la distribución de las riquezas creadas por sus
trabajadores, en cuanto a:
Leyenda: Los valores están en miles de CUC (excepto la facturación
por ventas en el mercado nacional que está en miles de CUP).
Facturación, CUC (facturación por concepto de exportaciones);
Facturación, CUP (facturación por concepto de ventas nacionales);
COP (costos de producción por peso); VAB (valor agregado bruto);
Gastos en FT (gastos en fuerza de trabajo); Impuesto (impuesto
estatal sobre utilidades); Inversiones (inversiones internas
de la empresa); OSDE (Organización Superior de Dirección
Empresarial).
• La fracción que la empresa destina para su
mantenimiento y crecimiento a través del ciclo de
reproducción ampliada.
• El aporte que hace al bienestar de la sociedad en
su conjunto con vistas a preservar los principios de
justicia social.
• La retribución a los trabajadores, para satisfacer sus
necesidades materiales y espirituales.
Productividad
36
18
13
11
5
Gastos en FT 10 542
6 285
5 075
4 571
3 212
Contribución
social
2 000
2 000
2 000
2 000
2 000
Fondo de salario
7 119
3 571
2 563
2 142
1 010
Seguridad Social
712
357
256
214
101
Impuesto por FT
712
357
256
214
101
Tributo territorial
En la Tabla 1 puede observarse también que las
empresas con altos costos totales y de producción (B y
D) deben dedicar una buena parte de sus ingresos (más
de 75%) a su reproducción y gastos asociados, (gastos
totales, generales y de administración, inversiones
internas, OSDE, seguros y reservas) para garantizar la
viabilidad económica. En consecuencia, dedican una
proporción menor de los ingresos a asegurar el máximo
de bienestar social a sus trabajadores y a las familias que
conforman (aporte a la seguridad social, contribución
88
a los presupuestos de salud, educación y bienestar
social, impuestos sobre uso de fuerza de trabajo y las
utilidades y tributo territorial) así como a garantizarles
mediante salarios y estímulos el incremento de su nivel
de vida.
Teniendo en cuenta los resultados de la simulación,
las empresas A y C deben tener como objetivo principal
aumentar su volumen de facturación, lo que pudiera
implicar el crecimiento económico de esas entidades.
Las demás necesitan elevar su productividad sobre la
base del ahorro y la eficiencia, también el volumen de
exportaciones, con vistas a alcanzar un equilibrio entre
los ingresos que dedican a mantenerse y reproducirse
y los destinados al aporte a la sociedad y a garantizar
el mejor nivel de vida posible a los trabajadores.
Adolfo Castillo Vitlloch
Proponer, experimentar y establecer en Cuba los
modelos y mecanismos económicos que lleven al pleno
desarrollo del sistema empresarial socialista, sustentado
en el poder político de la clase trabajadora y el
predominio de la propiedad social sobre los principales
medios de producción, es la única vía de preservar la
validez de dicho sistema y, por ende, la independencia
de nuestro país. Al mismo tiempo implicaría hacer un
aporte significativo a la teoría y la práctica mundial de
la construcción del socialismo.
Notas
1. Véase Carlos Marx, El Capital, t. III y XV, Instituto Cubano del
Libro, La Habana, 1973, pp. 102-7 y 331, respectivamente.
2. «[E]l Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones
se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo
por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los
elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar
reducido a magnitudes insignificantes; es el instante de rectificar».
Ernesto Che Guevara, El Socialismo y el hombre en Cuba, Editorial
Ciencias Políticas, La Habana, 1965.
3. Véase Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido
Comunista [1848], disponible en Librodot.com.
4. PCC, Resolución económica del V Congreso del PCC, Editora
Política, La Habana, 1997, p. 8.
5. Véase Decreto Ley No. 187 del Consejo de Estado, Gaceta Oficial,
n. 45, La Habana, 25 de agosto de 1998.
6. Véanse el Decreto Ley No. 252/07 del Consejo de Estado y el
Decreto Ley No. 281/07 del Consejo de Ministros, Gaceta Oficial
de la República de Cuba, n. 041, Extraordinaria, La Habana, 17 de
agosto de 2007.
7. Santiago Alemán, Orlando Saroza y Jorge Pérez, «Reflexiones
críticas sobre la concepción del perfeccionamiento empresarial en
Cuba», Temas, n. 66, La Habana, abril-junio de 2011, pp. 134-42;
Sergio Espinosa Moré, «Evaluación del desempeño de la empresa
estatal socialista cubana en la nueva etapa», Nueva Empresa
Revista Cubana de Gestión Empresarial, v. 7, n. 2, La Habana, 2011,
pp. 3-5.
8. Véase Fidel Castro Ruz, «Discurso por el Día internacional de los
trabajadores», Plaza de la Revolución, 1 de mayo de 2000, disponible
en www.cuba.cu/gobierno/discursos/2000/esp/f010500e.html.
9. Partido Comunista de Cuba, Lineamientos de la política
económica y social del Partido y la Revolución (Resolución
aprobada en el VI Congreso del PCC, junio de 2011), disponible
en www.congresopcc.cip.cu.
10. Ídem.
11. Véanse Julio A. Díaz Vázquez, «Un balance crítico sobre la
economía cubana. Notas sobre dirección y gestión», Temas, n. 66,
La Habana, abril-junio de 2011, pp. 123-33; y Santiago Alemán,
Orlando Saroza y Jorge Pérez, ob. cit.
12. «Ley 113 del Sistema Tributario», Gaceta Oficial de la República
de Cuba, n. 53, Edición ordinaria, La Habana, 2012.
13. Ídem.
14. ONE, Anuario estadístico de Cuba 2009, 2010 y 2011, disponibles
en www.one.cu.
, 2013
¿Revolución en la Revolución? Hacia un nuevo modelo de empresa estatal socialista
89
Mención (estudios sobre arte y literatura) Premio Temas de Ensayo 2012
Dressing Black:
la cultura metalera
en Cuba
Anay Remón García
Profesora. Universidad de La Habana.
D
esde el encuentro entre los estudios de
música popular y los culturales, en la
década de los 70, urge analizar el universo
de la música como espacio de interacción
y cohesión para los diversos grupos sociales. En
la actualidad, aproximarse a este fenómeno desde
una perspectiva netamente musicológica significa
desconocer la pertinencia de una lectura más amplia.
La visión transdisciplinaria que proponen los Estudios
culturales ha constituido una herramienta eficaz para
las investigaciones sobre música popular, al recolocar
a esta última frente al campus académico como un área
de sólida interacción cultural.
Este distanciamiento del criterio musicológico
proviene de la necesidad de evaluar el proceso de
creación y recepción de la música al amparo de las
condiciones específicas del contexto que signan
la producción musical. Con el advenimiento de la
posmodernidad se ha vuelto imprescindible el estudio
de los fenómenos musicales teniendo en cuenta no solo
sus valores estéticos, sino la realidad socioeconómica,
cultural y política en la cual se originaron. A partir de
tal premisa el presente ensayo intentará aproximarse a
una arista poco explorada del acontecer sonoro cubano:
las culturas musicales urbanas y, en concreto, aquella
surgida a partir del metal,1 lenguaje sonoro derivado
del rock que emergió a finales de los años 70 y no ha
dejado de evolucionar hasta el presente.
90
n. 75:
90-96, julio-septiembre de 2013
Anay Remón
García
Breve aproximación al metal
La evolución de la música rock sufrió un brusco
sobresalto en el ocaso de los 70 con la aparición de
un lenguaje sonoro que, si bien conservaba rasgos
tímbricos, rítmicos y armónico-melódicos similares a
los apreciados en el devenir del género, se diferenciaba
notoriamente de él en cuanto a recursos estilísticoexpresivos e ideología: el heavy metal. Su irrupción
supuso el nacimiento de una filosofía distinta a la del
espíritu de los años 602 y opuesta —al menos en los
inicios— a la feroz mercantilización que había signado
al rock desde que este dejara de ser el himno de los
pacifistas y heterodoxos para convertirse en el producto
más rentable de la industria musical y, por ende, en
espectáculo de masas.
El metal no solo pretendía romper el vínculo entre
rock y mercado; también sentó nuevas pautas para
componer y ejecutar este tipo de música. Su progresiva
aceptación y el movimiento cultural que en torno suyo
comenzó a vertebrarse en los 80 han provocado que la
industria musical intente legitimarlo como un género
independiente, escindido del rock. Ciertamente, con
el advenimiento del heavy metal se creó un nuevo
concepto de integración del tradicional formato
tímbrico —guitarras, bajo y batería—, lo que transformó
el color sonoro y el empleo de los indicadores de
expresión musical. En lo adelante la música rock habría
de ser más rápida, más potente, más radical en sus
textos y afianzada en ideologías como la anarquía, el
anticristianismo y el satanismo.
A la luz de tales presupuestos sería posible
considerar una separación formal entre rock y metal;
sin embargo, la musicología se ha mantenido escéptica
en cuanto a considerarlo un género autónomo. Más
allá de la conclusión a que eventualmente pudiera
arribar el criterio musicológico, la diferencia entre
rock y metal se sustenta en los valores que promueve
y defiende este último; así como en su alejamiento
de los circuitos promocionales. Ello no significa que
dicha música se mantenga al margen de la industria;
pero sus características la excluyen como producto
comercial de consumo masivo. Si bien existen redes
para la producción, distribución y difusión del metal,
en particular de las tendencias más moderadas —léase
heavy metal, glam metal, thrash metal, power metal,
metal progresivo, nu-metal y metal sinfónico—, con el
surgimiento de las variantes extremas ha disminuido
el rango de público consumidor. Por consiguiente,
los mecanismos para su promoción se concentran en
escenas específicas y operan en menor escala.
La separación conceptual entre rock y metal,
verificada en los albores del nuevo milenio, ha
generado una lógica segmentación entre el público
receptor, debido, en lo fundamental, a la emergencia de
las nuevas generaciones, que no conocieron la utopía
vivida en los 60 ni la época dorada de sonoridades
como el hard rock, el punk o el grunge. Los individuos
nacidos en su mayoría durante las dos últimas décadas
de la pasada centuria han presenciado la crisis de
valores que experimenta la humanidad, azotada por
la inestabilidad política y financiera, la decadencia de
las sociedades contemporáneas, el desmoronamiento
de las estructuras que dictan y protegen la moral
ciudadana, el cambio de siglo matizado por sucesivas
confrontaciones bélicas y la pérdida del ideal humano.
No es de extrañar, entonces, su necesidad de comulgar
con actitudes extremas y de pertenecer a comunidades
socialmente excluidas o, al menos, alejadas de las
normas de la cultura dominante.
de presentación de la Isla a nivel internacional, lo que
ha provocado incluso cierto atavismo respecto a lo que
debe o no ser considerado como «música cubana», en
los últimos treinta años se ha desarrollado en Cuba
un nuevo espacio sociomusical cuya emergencia se ha
caracterizado —entre otros rasgos— por su vínculo
de atracción y rechazo hacia el modelo cultural
instaurado.
Dicha escena tuvo en sus inicios un carácter
underground. Con el advenimiento del Período
especial y la sucesión de cambios radicales en
el orden socioeconómico del país, la institución
Cultura paulatinamente comenzó a flexibilizar la
política dirigida al conjunto de alteridades cuya
praxis había mantenido confinada a sus márgenes.
A partir de esta acción integradora, el término
underground dio paso al de Música Cubana
Alternativa, lo cual no significó la desaparición
del primero ni la disposición de una estrategia
promocional para los productos alternativos,
equiparable a aquella destinada a la música popular
bailable y/o tradicional.
Con las nuevas pautas de la política cultural,
la música alternativa logró cierta visibilidad y
el reconocimiento de un público interesado en
las diversas propuestas englobadas bajo esta
nomenclatura, a saber: el rap, el rock —incluyendo
el metal— y algunos segmentos del pop y la canción.
En lo que va del siglo xxi se han inscrito, además,
la música electrónica y determinados cultores del
reguetón. Para esclarecer la utilidad del rótulo
Música cubana alternativa como marco para un
proceso de revitalización y diversificación ocurrido
en el acontecer musical del país, el estudioso Joaquín
Borges Triana ha subrayado:
Cuba y la música alternativa
La riqueza y pluralidad de esta escena han motivado
el interés de estudiosos de las ciencias sociales, quienes
han analizado el proceso de construcción de identidades
a partir de la praxis en un entorno sociomusical, así
como los modos de interacción y apropiación de
espacios por parte del público consumidor de la Música
Cubana Alternativa en cualesquiera de sus géneros
y modalidades. Sin embargo, no todos los lenguajes
sonoros que integran la producción alternativa en la
Isla han gozado de igual fortuna crítica.
En este país, el vasto panorama de la música popular
constituye un área de intercambio permanente y fluido,
verificable desde su génesis en las interinfluencias
genéricas, la maleabilidad de sus células rítmicas y la
flexibilidad para aceptar préstamos de sonoridades
foráneas. Aunque las producciones bailables o
aquellas registradas en los predios de la música
tradicional han constituido por antonomasia la carta
El término de Música Cubana Alternativa es una
expresión manejada como una categoría operativa y
no como un concepto en cuanto a géneros y estilos
específicos […] Se trata de un nombre abstracto para
designar un fenómeno que ha venido ocurriendo en
Cuba desde mediados del decenio de los ochenta en
cuanto al surgimiento de expresiones no convencionales
de lo cultural […] que nacen desde los límites de las
estructuras institucionales llamadas a legitimar lo nuevo
que surge.3
Dressing Black: la cultura metalera en Cuba
91
Rock, tribus y culturas musicales urbanas
El rock comenzó a desarrollarse a finales de
los años 50 y su medio siglo de existencia en suelo
cubano ha estado signado por un rasgo inmutable: la
conflictividad. La postura de rechazo asumida por las
instancias oficiales lo convirtió en la primera expresión
musical underground del período revolucionario.
Para justificar dicha marginación se esgrimieron
acusaciones que iban desde lo enervante de su ritmo
y la conducta antisocial de cultores y público, hasta
el diversionismo ideológico que suponía escuchar
—o peor aún, disfrutar— cualquier música de origen
anglófono. La red de prohibiciones en torno al género,
conjugada con el estancamiento que padeció la música
cubana durante las dos primeras décadas posteriores al
triunfo revolucionario —salvo escasas excepciones—
provocaron el surgimiento casi inmediato de un sector
juvenil ávido de consumir «música del enemigo».
El proceso de selección llevado a cabo por la
política cultural revolucionaria para determinar
cuáles productos artísticos eran «nocivos» para el
pueblo, condenó a los tempranos seguidores del
rock a escuchar esta música en condiciones de
semiclandestinidad. Durante los 60 y los 70 las bandas
de rock no profesionales que se dedicaban a realizar
versiones de los hits foráneos —Los Kent, Dimensión
Vertical, Almas Vertiginosas, entre otras— nuclearon
en torno suyo a un importante número de jóvenes
que disfrutaban de la música de agrupaciones como
The Beatles, Led Zeppelin, The Rolling Stones o Deep
Purple. En el decenio siguiente se hizo notable la
presencia de un rock que se distanciaba paulatinamente
de las versiones y apostaba por la creación de autor.
El público que antes disfrutaba de las reproducciones
de temas internacionales ofrecidas por las bandas
del patio, se dividió entre los que preferían el rock
extranjero y quienes —sin dejar de escuchar sus
agrupaciones de culto— ofrecieron un voto de
credibilidad a las tentativas de los músicos cubanos
por elaborar una vertiente propia. En cualquier caso,
estos individuos fueron construyendo una identidad
sociocultural a través del rock, sustentada no solo
en el disfrute de dicha sonoridad, sino también en el
modo de vestir, la jerga empleada para comunicarse, la
complicidad que suponía formar parte de un espacio
aislado de las prácticas culturales permitidas, y una
buena dosis de rebeldía contra las normas impuestas
dentro y fuera del marco familiar. En Cuba, la presencia
de estos códigos comunes, establecidos por grupos de
jóvenes con el propósito de diferenciarse del resto
de sus contemporáneos, revela la existencia de un
fenómeno sociocultural típico de la posmodernidad
y generalmente relacionado con las dinámicas de
92
Anay Remón García
las grandes urbes europeas o latinoamericanas: el
neotribalismo.
Este término fue acuñado en la década de los 80
por el sociólogo francés Michel Maffesoli a partir del
sentido estricto del tribalismo primitivo; es decir: «el
reagrupamiento de una comunidad específica con el fin
de luchar contra la adversidad que los rodea».4 Dicho
concepto, trasplantado al terreno de la cultura, engloba
a aquellos sujetos que, obedeciendo una voluntad
de distanciamiento de los valores prestablecidos,
constituyen núcleos culturales sobre la base de
preferencias, credos, principios morales y presupuestos
ideoestéticos afines. En su acepción más abarcadora el
neotribalismo supone un mecanismo de defensa ante
la imposición de un esquema cultural estandarizado y
glorificado a través de los mass media, y cuyo carácter
hegemónico atenta contra el derecho de los individuos
a defender no solo la cultura propia legitimada
mediante la tradición, sino también aquellos valores
adquiridos en préstamo que les resulten adecuados
para la construcción de su identidad sociocultural. La
globalización se ha traducido como una amenaza a las
culturas de los pueblos que históricamente se han visto
colocados en una posición periférica con respecto a
los grandes centros de poder que imponen un modelo
cultural, amparados en su superioridad económica y
tecnológica. Sin embargo, el influjo benéfico de este
fenómeno se materializa en su aporte a la conformación
de un mapa cultural vasto y heterogéneo, donde cada
sujeto elige sus coordenadas con absoluta libertad.
En la segunda mitad de los 80 podía hablarse
en Cuba de un movimiento de rock claramente
diferenciado del resto de las propuestas musicales
normadas y alternativas. La política cultural dio
muestras sensibles de flexibilización en cuanto a aceptar
determinados productos artísticos procedentes del
exterior. Al mismo tiempo, en la arena internacional el
heavy metal se convertía en la sonoridad más popular
del momento, no solo por sus cualidades musicales, que
ganaron la aceptación de millones de seguidores, sino
también por la polémica que provocó en la sociedad
estadounidense. Ora por la nueva política de tolerancia
ante influencias foráneas, ora por nuestra cercanía a los
Estados Unidos, lo cierto es que el heavy metal llegó a
la Isla en su etapa de mayor esplendor.
El público cubano que eligió identificarse con
este ritmo en un momento de escasas libertades
individuales integró lo que Maffesoli ha denominado
tribus urbanas:
[U]n grupo de individuos que se comporta de acuerdo a
estéticas y valores similares […] Jóvenes que se agrupan
buscando una identidad diferenciada, nuevas formas de
expresión frente al proceso de homogenización cultural,
de consumos, preferencias, vestimenta, que se produce
en las grandes ciudades […] Las preferencias en relación
con la música y otras formas del arte, los rituales en torno
a estos gustos y la particular apropiación del cuerpo son
rasgos centrales de las tribus.5
Tal concepto puede abarcar una parte significativa
de las escenas sociomusicales coexistentes en las
sociedades contemporáneas. En todas es notable
la presencia mayoritaria de personas jóvenes; la
calificación de «urbanas» corresponde a su nacimiento
y desarrollo en un ámbito netamente citadino, y su
constitución se articula sobre la dualidad consumodivertimento. No obstante, su carácter efímero es
también sintomático, pues al tratarse en lo fundamental
de comunidades emocionales que comparten gustos,
pasiones y modos de pensar típicos de la adolescencia,
su participación se halla relativamente sujeta a las
variaciones de la moda y el contexto, así como a los valores
culturales, intereses y prioridades adquiridos durante
la transición a la edad adulta.
Las culturas musicales urbanas, por su parte,
ostentan un rasgo en común con las tribus urbanas:
la voluntad de construir una identidad a través de un
lenguaje musical determinado. Este punto de conexión
es vital para ambas, pero en el caso de las tribus tal
identidad está sujeta a los cambios y vivencias que
experimenta el sujeto adolescente; mientras que en la
cultura musical urbana perviven el compromiso y el
sentido de pertenencia a la sonoridad que prefieren
sus integrantes. La etapa de búsqueda consustancial
a la mocedad permite la «mudanza» hacia diversas
tribus de acuerdo con los intereses pasajeros típicos
de la edad, desplazamientos motivados por la
necesidad de construir una identidad. Por el contrario,
las culturas musicales urbanas son el resultado de la
praxis e interacción prolongadas de determinados
grupos sociales dentro de un panorama sonoro común.
Ofrece horizontes más amplios donde conviven sujetos
de diversos grupos etarios vinculados activamente al
universo sociomusical de su interés que, sobre todo,
desean salvaguardar la identidad creada en este. Si
la música que defienden suscita confrontaciones con
la cultura dominante, tanto mejor, pues ello activa la
voluntad de reivindicación del sujeto y el reclamo por
el respeto de todas las alteridades culturales existentes
en las sociedades contemporáneas.
La realidad sociocultural de la Cuba posterior a
1959 constituye un objeto de estudio accesible desde
múltiples aristas; de ahí que los esquemas aplicados a las
dinámicas culturales que se suceden en las megalópolis
latinoamericanas o europeas no se puedan ajustar a
nuestro contexto sin antes sopesar cuidadosamente la
coyuntura histórico-social que ha servido de marco
a los diversos procesos culturales acontecidos en la
nación, en particular durante los últimos treinta años.
Si el modelo cultural instaurado en la etapa socialista
es inclusivo y democrático, ¿qué motiva a numerosos
cubanos a aislarse de dicho proyecto para formar
parte de una cultura musical urbana circunscrita,
por lo general, al ámbito alternativo? La interrogante
se complejiza si tenemos en cuenta que el fenómeno
musical de interés para el presente ensayo no ha
articulado una cultura emparentada con la tradición de
pueblo que ama y disfruta la música popular bailable.
¿Por qué, entonces, el metal?
El movimiento cubano de rock que comenzó a cobrar
fuerza en los años 80 para arraigarse definitivamente en
la década posterior, evidenció fuertes contradicciones
de índole generacional. En la escena que se extendió
durante los últimos veinte años del pasado siglo
coincidieron aquellos seguidores del rock cuya mocedad
había transcurrido entre los 60 y los 70 —signados
en su mayoría por la devoción a The Beatles— y las
nuevas hornadas de jóvenes atraídos hacia el rock
más metaloide. Los imperativos del Período especial
—entre otros factores— condicionaron el predominio
de las sonoridades más fuertes, mientras los rockeros
de antaño daban rienda suelta a su nostalgia durante
las presentaciones de las bandas especializadas en
versionar el repertorio internacional.
El metal cubano comenzó a configurar su cultura
en los 90 a partir de agrupaciones nacionales —Zeus,
Agonizer, Tendencia, Sectarium— que componían
sus propios temas, para luego intentar grabarlos y
promoverlos a través de canales extraoficiales. En 1991,
con el apoyo de la Asociación Hermanos Saíz, se celebró
en Santa Clara la primera edición del festival Ciudad
Metal, que reveló la presencia de cuantiosas bandas en
todo el país adscritas a esta tendencia musical.
Durante este período surgieron también iniciativas
independientes para apoyar a los músicos en el registro
fonográfico y la promoción, aunque la calidad de tales
intentos fuera, en la totalidad de los casos, lamentable.
Sin embargo, con la progresiva accesibilidad a un
arsenal tecnológico cualitativamente superior, parte de
las bandas de rock y metal actuantes en los 90 lograron
dejar al menos una grabación de su obra, con aceptable
factura.
En esta coyuntura el metal convivió con el resto
de las modalidades rockeras que se cultivaban en el
país, aunque ya existía un público exclusivamente
consumidor suyo. El Patio de María, considerado desde
1987 y hasta 2003 el epicentro del movimiento cubano
de rock, fue el primer espacio cuya programación se
dedicó casi por completo a las bandas metaleras. Dicha
institución se convirtió en el abrigo y principal sustento
de esta cultura, pues los circuitos habilitados en los 90
para el consumo de rock no eran de fácil acceso, debido
a la potencia excesiva del metal y la proyección exaltada
de artistas y público.
La difícil situación sobrevenida a raíz de la crisis
económica provocó el éxodo de numerosos intérpretes
Dressing Black: la cultura metalera en Cuba
93
Para el individuo metalero, su música representa el espacio de la supervivencia
en la era contemporánea donde el hombre se sabe sometido y mortal;
no obstante, a través de la interacción con ese universo sonoro intenta
continuamente desembarazarse de sus ataduras y trascender, en busca de un
soplo de esperanza.
hacia el extranjero o hacia otros géneros de la música
cubana más rentables. En la oleada migratoria partió
una porción considerable de aquellos músicos que
cultivaban el rock más ortodoxo, cuya creación había
mantenido equilibrada la escena nacional frente a las
modalidades metaleras. A su vez, en las provincias del
centro del país se organizaban festivales que denotaban
interés por abrir espacios a los grupos de metal, gesto
sintomático de que algo estaba a punto de acontecer
en los predios del rock hecho en casa. En 1999, con la
economía nacional ligeramente restablecida, se llevó
a cabo la segunda edición del festival Ciudad Metal,
donde se presentaron seis bandas: Agonizer, Zeus, Mr.
Dominus, Mephisto, Eskoria y K punto K; las cuatro
primeras en representación del metal. El panorama
del rock cubano arribó al siglo xxi dominado por las
variantes metaleras; quizás ello se debió a la depresión
resultante del mencionado éxodo de artistas. Sin
embargo, lo anterior no explica por qué en la actualidad
las agrupaciones que interpretan otras variantes de rock
—algunas cualitativamente superiores a las metaleras—
no logran calar en la preferencia de un público amplio
y diverso, como sí ocurre con el metal.
Una mirada outsider
El antropólogo canadiense Samuel Dunn ha
dedicado parte de sus investigaciones a indagar cómo
el metal se ha convertido en una cultura global. Para
ello ha visitado las comunidades metaleras actuantes
en países tan disímiles como Brasil, Japón, Indonesia,
Noruega e Israel.
Las entrevistas realizadas a intérpretes y consumidores
del género revelan que para algunas comunidades esta
música posee un alto valor simbólico, relacionado con
las ansias de liberación y progreso de los pueblos del
Tercer mundo. En Brasil e Indonesia, el metal llegó
en un momento histórico crucial: el derrocamiento
de dictaduras militares. En el imaginario de estos
metaleros dicha música representa el nacimiento de
la democracia, la apertura hacia nuevos horizontes
culturales, el acceso a la información, la comunicación
y la fraternización con individuos de todas partes del
mundo.
En Japón, país depositario de una cultura milenaria
celosamente protegida, la producción y consumo del
94
Anay Remón García
metal responden a la fascinación que sienten por la
cultura occidental, especialmente lo «americano».
Por su parte, los israelíes conciben su música como
un pilar de resistencia frente al Islam y una vía para
que las nuevas generaciones no olviden la historia de
la nación; mientras que en Noruega el metal se halla
estrechamente vinculado al satanismo como expresión
de aborrecimiento hacia la fe cristiana, sentimiento que
en los 90 llegó a manifestarse a través de la quema de
varias iglesias comunitarias.
Los miembros de las culturas citadas han hecho del
metal un lenguaje común para expresar credos, valores
y aspiraciones diversas. Podría decirse que las causas
más frecuentes del arraigo de esta sonoridad están
relacionadas con problemáticas de carácter religioso,
étnico y político. En el caso de Cuba, quien intente
comprobar lo anterior se verá obligado a buscar las
razones de la cultura metalera en áreas de conflicto
que apuntan directamente hacia el sistema político y
el ámbito de las libertades individuales.
Cuba: ¿una plaza metalera importante
en América Latina?
Entre la variedad de propuestas alternativas que
coexistieron en los 90, el metal fungió como válvula
de escape para muchos jóvenes que buscaban canalizar
la incertidumbre y la frustración en un momento de
absoluta carestía y crisis existencial. No obstante, el
interés de los artistas por perpetuar su obra se veía
constantemente limitado por la política de una industria
musical que dirigía la totalidad de sus esfuerzos e
inversiones hacia las producciones bailables. A las
tentativas de crear opciones para grabar de manera
independiente, se sumó el apoyo de los fanzines6
con el objetivo de mantener actualizado al público
metalero sobre lo que acontecía en la escena nacional
y foránea. Aunque las ediciones de estos números
de prensa no eran realizadas de manera sistemática
por la falta de recursos, tal iniciativa testimonió la
voluntad y el compromiso de los aficionados que
optaron por la vía de la autogestión para estimular una
zona de producción invisible a los ojos de las políticas
institucionales.
La carencia de apoyo, los tabúes y, sobre todo,
los juicios lapidarios que acusaban al metal de estar
reñido con «lo cubano» fueron acrecentando la brecha
entre los circuitos estatales y un campo específico de
creación. Las exigencias de nacionalismo —entendido
como la obligada presencia de instrumentos de nuestro
acervo en toda producción musical, por incoherente
que pudiera resultar— han atentado históricamente
contra la libertad del artista para concebir su obra.
La errónea política cultural que llena los estudios
de grabación con termómetros de cubanía reduce la
noción de cultura a un fenómeno estático cuya única
fuente de sustento radica en la propia tradición. Ello
equivale a colocar a la Isla al margen de las dinámicas
de estos tiempos, en los cuales se defienden el libre
intercambio, el acceso democrático a la información y
la apertura al diálogo cultural entre sujetos de cualquier
latitud. Abogar por una creación propia a partir de
fórmulas importadas es tan válido como mantener con
vida el legado musical de siglos anteriores. La violación
de esta libertad esencial ha figurado como uno de los
pilares del desarrollo de la cultura del metal en Cuba,
un área de resistencia típica de la posmodernidad,
que se sostiene por el trabajo mancomunado de sus
integrantes, aunque no puede afirmarse que todo el
metal cubano sea de buena calidad.
La escasa cobertura mediática que este ha logrado se
debe a la reciente institucionalización del rock cubano,
mediante la apertura de la Agencia Cubana de Rock.
Si bien una reducida fracción de los artistas metaleros
se interesa por insertar su obra de manera coherente
en el quehacer musical cubano, para obtener mayor
reconocimiento y visibilidad en los medios masivos
de difusión, la mayoría solo se preocupa por realizar
la música de su interés, de acuerdo con los cánones
dispuestos por los propios intérpretes. El incremento
cualitativo de las grabaciones independientes ha
abierto la posibilidad de prescindir de los contratos
con las disqueras nacionales y de ofrecer un registro
fonográfico con la calidad suficiente para interesar a
los sellos extranjeros. La escena metalera ha elegido
distanciarse de un modelo cultural arbitrario que
minimiza expresiones artísticas al escudarse tras
reclamos de cubanía, mientras fomenta la promoción
de sonoridades decadentes mal disimuladas bajo el
rótulo de «música fusión», convertido en la cobija
de quienes no tienen idea del trabajo que realizan y
desprestigian un lenguaje musical donde se inscribe
la obra de excelentes agrupaciones cubanas.
La presencia en Cuba de una cultura metalera capaz
de autosolventarse, diferenciable del panorama rock
en cuanto a tendencias cultivadas, focos temáticos
definidos y la articulación de una red independiente
para su producción y difusión, pone de relieve —por
incómodo que pueda resultarles a «los alguaciles
folcloristas de las maracas y el bongó»—7 la caducidad
del modelo cultural en vigor, la necesidad de repensar
las estrategias para satisfacer la demanda de las diversas
escenas sociomusicales y, sobre todo, la vulnerabilidad
de la Isla ante las crisis que azotan el planeta.
Tras el discurso de que vivimos en el mejor de
los mundos posibles, subyace la certeza de que en
Cuba —como en todas partes— hay insatisfacción y
frustración, gérmenes del espíritu irreverente del metal.
Si este ha representado un paliativo para el individuo
en momentos aciagos, y una fuente de rebeldía en
circunstancias históricas decisivas, probablemente la
mayor de las Antillas —que alberga tanto de leyenda
como de hosca realidad— constituya la segunda
plaza metalera de América Latina, solo superada por
Brasil.
El metal como cultura
Lo que convierte al metal en una cultura es, en
primera instancia, la música, luego la forma de vestir.
En lo referente al sonido, el sello distintivo del metal
es la energía de los riffs8 y la proyección escénica de
los intérpretes. La conjugación de ambas cualidades
ha contribuido al asentamiento de la identidad del
metalero. En la forma de interpretar esta música
hay una vocación universalista, de implicar a todos
los participantes del concierto como un ejército de
individuos que aprehende un espacio de libertad
mediante modos de disfrute no convencionales. La
vocalización gutural, el predominio de los bajos, la
apariencia ruda de los intérpretes, la violencia contenida
en el plano textual y el mosh,9 convierten el metal en
un paradigma efectivo de cómo son recepcionados
algunos ritmos en la posmodernidad y el modo en que
se construyen las identidades a través de ellos.
La vestimenta reafirma su condición de música
proscrita, espacio de segregados. En la cultura
occidental el color negro significa maldad, peligros no
conjurables; para el metalero simboliza la libertad, el
poder de moverse y existir en la oscuridad, fuera de la
ley. El metalero ensalza así su condición de marginado,
de cara a la sociedad que lo estigmatiza y excluye. No
demuestra por ello la menor inquietud, ni está dispuesto
a hacer concesiones. Le complace ser incomprendido
para ratificar su diferencia; formar parte de un estilo
de vida que el resto rechaza: si la mayoría no gusta del
metal ni lo entiende, significa que es algo auténtico.
La crisis de la razón, el hedonismo, la incertidumbre
ante el futuro, la exaltación del yo y la sensación de
finitud están presentes en sus focos temáticos. El metal
conmina al receptor a tomar las riendas de su destino y
a recolocarse en el centro del poder, del conocimiento
y de la creación. El cabello largo simboliza la
investidura de poderes marciales, el código de honor
de los guerreros de culturas ancestrales y, sobre todo, el
Dressing Black: la cultura metalera en Cuba
95
regreso al hombre primitivo, tribal, no civilizado; pero
capaz de sobrevivir en las condiciones más adversas.
Para el individuo metalero su música representa, por
consiguiente, el espacio de la supervivencia en la era
contemporánea donde el hombre se sabe sometido y
mortal; sin embargo, a través de la interacción con ese
universo sonoro intenta continuamente desembarazarse
de sus ataduras y trascender, en busca de un soplo de
esperanza. El hecho musical deviene, en este sentido,
un tipo particular de experiencia, que la cantante Janis
Joplin definió durante su actuación en el festival de
Woodstock, en 1968:
El delirio órfico de los eventos musicales y la locura
danzante permitirán a las masas comuniones cada vez
más totales y más intensas, que las redimirán de las
prisiones de soledad construidas por la civilización
industrial alienada.10
La violencia del mosh se revierte en un acto
purificador del cual participa activamente el metalero;
allí deja fluir sus miedos, sus angustias y resentimientos,
a sabiendas de que una vez concluida la catarsis estarán
aguardándolo la crisis del optimismo y los ideales
fallidos del progreso y el hombre nuevo.
La ferocidad de los tiempos que corren exacerba
el egoísmo y la desidia, pero en el seno de las culturas
musicales cada sujeto singularizado se ofrece a
sostener una colectividad originada y fortalecida
a partir de la música. Tan noble causa acude como
efluvio esperanzador en medio de la crisis absoluta de
valores para reafirmar que el hombre no se rinde aún.
Contrario a todos los pronósticos, el metal —pánico
moral de los años 80— ha devenido refugio, alianza y
zona de resistencia para el sujeto posmoderno ante los
avatares de la vida en las sociedades contemporáneas,
de las cuales Cuba no queda eximida.
Notas
1. Música que engloba diversas modalidades. Introducida por
Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath entre finales de los
60 e inicios de los 70. Surgió como una derivación del hard rock,
caracterizada por el virtuosismo instrumental, el aprovechamiento
de las amplias posibilidades de las guitarras eléctricas, así como
el uso de pedales y amplificadores electrónicos. Teniendo como
patrones a dichas bandas y en especial a Black Sabbath, de la
mano de agrupaciones británicas como Iron Maiden y Judas
Priest se consolida la primera de las categorías del metal, el heavy
metal. Esta se ha desarrollado hasta alcanzar el llamado «metal
extremo» —death metal, black metal, doom metal, gothic metal,
metal industrial, brutal-death metal, grindcore, gore—, que es más
potente y cuyos rasgos principales son: distorsión y registro grave
en las cuerdas, virtuosismo en la percusión y vocalización gutural.
Véase Erick González León y Anay Remón García, «Saliendo a flote:
aproximación al rock cubano desde 1990 hasta 2008», Anexo 1,
Tesis de Diploma, Facultad de Artes y Letras, 2010.
2. La era del Flower Power, promovida por la oleada hippie en el
decenio de 1960-1969. Su carácter humanista, liberal, pacifista
96
Anay Remón García
y antirracista nucleó un fuerte movimiento cultural que estuvo
a punto de subvertir los valores de la sociedad norteamericana
—paradigma de la sociedad industrial capitalista. La praxis de
la cultura hippie sensibilizó a tantos jóvenes en diversas áreas del
mundo que ha trascendido como el primer gran gesto masivo por
la paz. El anhelo de rescatar el ideal humano fue tronchado por la
intervención de la industria del consumo; pero la presencia del
movimiento hippie signó el contexto que le dio origen como «la
utopía de los años 60».
3. Joaquín Borges Triana, CONcierto cubano. La vida es un divino
guión, Linkgua Ediciones S.L., Barcelona, 2009, p. 11.
4. Michel Maffesoli, El tiempo de las tribus. El ocaso del
individualismo en las sociedades postmodernas, Ediciones Siglo
XXI, Buenos Aires, 2004, p. 10.
5. Ibídem, p. 14.
6. Etimológicamente proviene de fan (aficionado) y zine
(abreviatura de magazine, revista); medio de prensa plana, no
oficial, dependiente de la propia gestión de sus editores, que pueden
ser o no periodistas profesionales consagrados a la promoción,
como entusiastas, de un rubro específico. En el contexto cubano
han proliferado casi exclusivamente los dedicados al rock, que se
distinguen por su factura artesanal o computarizada.
7. Mario Masvidal, «Jurassic Park», El Caimán Barbudo, a. 38, n.
322, La Habana, mayo-junio de 2004, pp. 10-1.
8. Patrón melódico que repite(n) la(s) guitarra(s) y/o el bajo a lo
largo de un tema de rock.
9. Danza pugilística grupal que se ejecuta en los conciertos de
metal e implica a todos los individuos que deseen integrarse.
Contrariamente a otros bailes de este tipo, como la capoeira o
la columbia, los participantes del mosh no simulan agredirse; se
golpean al compás de la música —sobre todo durante los temas
más vigorosos y acelerados—, lo cual puede ocasionar lesiones. Esta
práctica constituye una parte esencial de todo buen espectáculo
de metal.
10. Citado en Luis Britto García, El Imperio contracultural: del
rock a la postmodernidad, Editorial Arte y Literatura, La Habana,
2005, p. 6.
, 2013
Medioambiente
y geopolítica
José M. Mateo Rodríguez
Profesor. Universidad de La Habana.
E
n el mundo contemporáneo, la cuestión
ambiental se ha colocado en el centro del
debate y la agenda internacional. A ella se le
ha dedicado el mayor número de conferencias
y cumbres de Naciones Unidas. Recientemente, en
Río+20, los gobiernos decidieron adoptar un nuevo
plan de reorganización ambiental, conocido por el
título «El futuro que queremos». En él se reafirmó la
necesidad de corroborar y perfeccionar el concepto
original asumido en la Conferencia sobre Desarrollo
Sostenible, celebrada en Río de Janeiro, en 1992.
Aparentemente, este documento representa una
estrategia consensuada de la amplia gama de Estados
que conforman el sistema mundo. Sin embargo, las
interpretaciones son en extremo divergentes, tanto en
lo que atañe al carácter de la crisis, a las tendencias de
los cambios, incluyendo la noción de cambio climático,
así como las formas para salir, o al menos atenuar la
crisis, o sea, a la propia definición y alcance del término
desarrollo sostenible.
La explicación para estas disparidades en cuanto
a los criterios, es que la cuestión ambiental entró de
lleno en el ámbito político, tanto a nivel mundial, como
regional y nacional. Y ahí, es donde se refleja la llamada
geopolítica ambiental,1 considerada una nueva forma
de tratamiento de las relaciones internacionales.
En el presente artículo, se analiza la problemática
ambiental desde una posición sistémica. Se parte del
hecho de que el planeta, portador de una compleja
interrelación de sistemas ambientales, es gobernado
por el sistema mundo, definido a su vez como una
estructura con fronteras, grupos, y normas que la
legitiman y le imprimen una cierta coherencia. Es desde
esta perspectiva que se aborda la cuestión ambiental,
al tratar de comprender el sistema mundo, como un
escenario lleno de conflictos que se mantiene en
un estado de tensión permanente.2
El estado del sistema socioambiental
Analizado desde ese prisma, el sistema socioambiental
puede considerarse como la interrelación de la civilización
humana, con el planeta Tierra. Así, la sociedad humana
depende de dos factores sistémicos: la naturaleza y la
propia organización social. El metabolismo necesario
entre ambos subsistemas para su funcionamiento es
regulado por el sistema mundo, que está formado por
dos elementos interactuantes: el conjunto de los sistemas
espaciales que se han formado en el planeta, y que son las
superficies que se explotan por las sociedades humanas
para garantizar sus necesidades; y el de los territorios,
que, según sus diferentes instancias jurídico-políticas,
y sus configuraciones sociales correspondientes, dan
lugar a Estados-nación, o a otros tipos de agrupamientos
territoriales.
Medioambiente
y geopolítica
n. 75: 97-103,
julio-septiembre
de 2013
97
En el sistema mundo actual se identifica un
mosaico de organizaciones, en las que conviven
estructuras arcaicas y medievales con otras de
nueva generación, subsumidas todas en un entorno
tecnológico hiperdesarrollado y uno social polarizado,
entre las que se encuentran islas de exagerada riqueza
envueltas en mares de pobreza miserable.3
En el curso de la evolución humana, el sistema
socioambiental ha ido desarrollándose, haciéndose
más complejo, y con una mayor interdependencia
funcional. Su antropogenización a nivel planetario ha
estabilizado poco a poco su estructura. No obstante,
en diversos espacios y territorios se han manifestado
crisis y catástrofes temporales resultantes de la
desestabilización de sistemas, pues el impacto que
han experimentado ha sobrepasado los límites de una
fluctuación normal.
El estado actual del planeta y su posible futuro
comportamiento están siendo caracterizados por lo
que se conoce como crisis ambiental, y se expresa en
los siguientes hechos:4
• Transformación del medio natural de la geosfera
del planeta Tierra: entre 40% y 80% del territorio
emergido coincide con los sistemas ambientales
desestabilizados, y el aumento de la homogeneidad
de los sistemas es mayor de 50%. Su degradación
repercute en el descenso significativo de la
productividad biológica. Si la cantidad de población
para el año 2050 se duplica (alrededor de doce mil
millones), entonces la economía debería crecer
entre cinco y siete veces, lo que daría lugar a una
crisis generalizada, pues se rebasaría la capacidad
de soporte de la geosfera.
• Cambios en las propiedades y el régimen de la
geosfera: como sistema complejo. Los sistemas
ambientales serían destruidos a partir de la pedosfera,
la hidrosfera y la biosfera, que son sus eslabones
más débiles, y que constituyen los sistemas de
aseguramiento vital más degradados y amenazados.
En relación con el agua, se espera que para 2025
cerca de las tres cuartas partes de la población del
mundo vivirán en condiciones de déficit y las tierras
en estado de degradación representarán más de la
mitad de la superficie del planeta.
• Cambios en las costas, litorales, mares y océanos:
70% de las costas del mundo sufren un proceso
de erosión y destrucción. Aumenta la frecuencia e
intensidad de fenómenos catastróficos (huracanes,
sequías, inundaciones etc.) y su diferenciación,
lo cual junto con el aumento del nivel del océano
mundial en 0,5 metros como promedio, traería como
consecuencia el retroceso de la línea de costa en no
menos de 50 metros.
• Reducción de la biodiversidad: se limita la evolución
ulterior de todas las formas de vida del planeta, al
98
José M. Mateo Rodríguez
no reproducirse los recursos biológicos. Debido
a la destrucción de los renovables y al descenso
del papel de la biosfera en estabilizar y regular los
procesos que ocurren en la geosfera, se pronostica
una catastrófica degradación de la biosfera. Con la
creciente pérdida de la biodiversidad, se pondría
así en riesgo la capacidad evolutiva del planeta,
existiendo un peligro real de que surja un nuevo
período de decrecimiento y extinción masiva de la
biodiversidad.
• Cambios en el sistema climático mundial y en los
ciclos biogeoquímicos: el reforzamiento del efecto de
invernadero y el aumento de la temperatura global
en aproximadamente 0,76 ºC han provocado que
la geosfera deje de cumplir la función de absorber
y reelaborar los productos de la actividad vital
de la sociedad humana. El clima actúa más que
todo como un factor de fondo que condiciona la
existencia de un nuevo escenario en el cual debe
desarrollarse la naturaleza como un todo. Los efectos
de dichos cambios son el resultado de la interacción
compleja con los restantes componentes naturales.
De continuar las actuales tendencias, hacia 2100 el
aumento de la temperatura media mundial sería de
2 ºC, lo que estaría acompañado de un incremento
de las precipitaciones, y ello ocurriría de manera
muy diferenciada.5
Así hay evidencias de que la desestabilización
de la estructura global está comenzando a superar
las posibilidades de restablecimiento, asimilación y
suministro de recursos de la geosfera. Por lo tanto,
se está alterando la estabilidad y la capacidad de
regulación del planeta. En este sentido, el factor
determinante de exceder los límites de estabilidad
y del desencadenamiento generalizado y catastrófico
de la crisis, no será el déficit de los recursos (o sea,
la llegada al «pico del petróleo» o «del agua»), sino
las condiciones geoecológicas del medio natural. El
carácter catastrófico se podría generar por dos vías:
la global, mediante la alteración y desequilibrio de los
sistemas globales de aseguramiento vital, en particular,
las consecuencias geoecológicas del efecto invernadero;
y la ampliación y profundización de crisis ambientales
de carácter local y regional, cuyos efectos pudieran
ser devastadores a escala planetaria, lo cual a su vez
desencadenaría una crisis global.
La de tipo ambiental se fundamenta en la existencia
de un modelo actual de desarrollo que es insostenible:
desigual para las sociedades humanas y nocivo
para los sistemas naturales. Persigue la eficiencia
y la competitividad económica a expensas del
funcionamiento y de la diversidad de los sistemas
naturales, lo que afecta la capacidad de carga de estos
y les impone ritmos de presión incompatibles con
los tiempos de rehabilitación y regeneración de la
naturaleza.
La concepción de desarrollo sostenible
Como parte de las soluciones se ha tratado de
diseñar un cambio global institucional, y formular una
idea que fuese adaptada a todos los sistemas políticos.
En 1992, en la Conferencia de Río de Janeiro, surgió la
concepción de desarrollo sostenible como una nueva
matriz discursiva, que fue un punto de inflexión en
el debate académico y político entre las nociones de
medioambiente y desarrollo.6
Dicha concepción es interpretada de manera
amplia y general por las diferentes corrientes políticas
e ideológicas. Debido a esta vaguedad teórica, se
introduce en la práctica político-ideológica de forma
reduccionista y generalizante, e incluso desvirtuada de
su concepción original.
Prácticamente desde los años 80, y sobre todo en
los planteamientos aceptados en la cumbre de Río,
la construcción del desarrollo sostenible se formuló
desde una visión sistémica pues se considera como
una emergencia sistémica, en la que debían articularse
los diferentes niveles de capital o de sostenibilidad,
y donde el territorio sería el espacio de articulación
estructurado y sistémico del desarrollo. Para ello era
necesario considerar que la sostenibilidad económica y
la social debían subordinarse a las características de la
sostenibilidad ambiental. Se trataba, por lo tanto, de
un modelo de adaptación del crecimiento económico
y la actividad social al potencial y las propiedades de
los sistemas ambientales naturales.7
Sin embargo, esta idea se ha ido desvirtuando,
sobre todo a partir de la celebración de la cumbre de
Río+10, en 2002 en Johannesburgo. En ella se intentó
supeditar la sostenibilidad ambiental y la social a
la rentabilidad y la eficiencia económicas. Pero en
los últimos años ha ido prevaleciendo el deseo de
«enverdecer» el capitalismo, para hacerlo ecológico,
propósito de la llamada economía verde. Es debido
a estas incongruencias que muchos intelectuales y
grupos progresistas miran con recelo la concepción
de desarrollo sostenible.8
Cambio climático y desarrollo sostenible
Otra cuestión que ha debilitado, e incluso que ha
dejado a un lado la propia concepción del desarrollo
sostenible, ha sido la elaboración de la Teoría sobre el
cambio climático.
Desde hace unos veinte años se ha tratado de
diseñar e implementar una concepción sobre el cambio
climático, a través de la cual fuera posible concentrar
toda la preocupación ambiental, en particular la de las
organizaciones internacionales, las Naciones Unidas y
los gobiernos. En ello ha tenido un papel protagónico
Albert Arnold Gore Jr., quien fuera vicepresidente de
los Estados Unidos; y el Panel Internacional sobre el
Cambio Climático (IPCC), formado por científicos de
todo el mundo, bajo la égida del Programa de Naciones
Unidas para el Medioambiente (PNUMA). La esencia
de sus planteamientos es la siguiente: la progresiva
acumulación en la atmósfera de los gases que provocan
el llamado efecto invernadero (gases de invernadero)
añadida por la actividad humana —calefacción,
industria, agricultura, transporte— ha provocado un
aumento en la temperatura de la superficie terrestre,
cambios en el clima y en los demás procesos que
dependen de él. Ello ha generado el derretimiento de
los hielos polares y el consecuente crecimiento del nivel
de los océanos.9
Aunque algunos escépticos critican esta teoría,10 la
mayor parte del mundo académico y político la acepta.
Digamos que se ha tratado de usar esa visión de manera
protagónica y privilegiada para resolver los problemas
globales. Es decir, de una manera reduccionista y
excesivamente lineal se han ido diseñando procesos de
mitigación y adaptación al cambio climático, sin tener
en cuenta las condiciones concretas de cada región ni la
interrelación del clima con el resto de los componentes
naturales y con el sistema ambiental como un todo. La
solución ha sido demasiado simple. Da la sensación de
que el culpable de esos cambios está fuera del alcance de
la actividad práctica cotidiana de los seres humanos y
que no queda otro remedio que adaptarnos a ellos.11
A partir de la fallida Cumbre de Copenhague se
ha tratado de retomar la idea original de desarrollo
sostenible, en particular en lo concerniente a asumir
que el cambio climático es parte del que ocurre
a nivel global, y es un problema que hace más
compleja la evolución de los sistemas ambientales.
Es decir, se trata de visualizar las medidas para
atenuar el cambio climático, en un contexto que
incorpore la sostenibilidad ambiental a los procesos
de desarrollo.
La propuesta de la Economía verde
En 2009, el secretario general de Naciones Unidas
presentó oficialmente la propuesta sobre la Economía
verde, una iniciativa del PNUMA, inspirada en las
ideas de Al Gore. En los informes oficiales se define
como una economía en la que aumenta el bienestar,
disminuye la pobreza y mejora el medioambiente. Sus
creadores la consideran el modelo ideal de «desarrollo
sostenible».
Medioambiente y geopolítica
99
Esta idea se convirtió en el planteamiento central
de gran parte de los documentos y programas de
acción que discutir por los jefes de Estado en Río+20.
Sin embargo, han surgido voces, tanto en el mundo
académico como en el político, y en particular en los
movimientos sociales, que critican esa concepción.
Su argumento es que este crecimiento sirve a la causa
del capital pero no a las necesidades humanas reales,
el resultado sería la desestabilización continua de la
relación integral de la economía y la sociedad con
la naturaleza. Por lo tanto, asumir ese crecimiento
desmedido conduciría a arrastrar al mundo material
natural, que tiene límites muy definidos, a una
enloquecida búsqueda de potenciar y convertir en
mercancía el valor de uso, y la plusvalía, y en definitiva
desestructuraría con más intensidad los sistemas
ambientales.
Las propuestas concretas de la Economía verde
son las siguientes: generalizar el principio de que
quien tiene dinero puede seguir contaminando;
incorporar los sistemas de pago que se están utilizando
en la venta de servicios ambientales; implantar una
«agricultura climáticamente inteligente», que solo
busca la aceptación de una nueva revolución verde
—posiblemente con transgénicos—; restringir el acceso
y el uso del agua de riego al proponerse que se concentre
en «cultivos de alto valor»; implementar una economía
de los ecosistemas y la biodiversidad que consista en
ponerle precio a todos los bienes de naturaleza, para
luego privatizarlos.12
Muchas de las ideas de la Economía verde provienen
de las medidas para «solucionar» el cambio climático
a través de la reducción de la emisión de gases
de invernadero. La mercantilización de la crisis
climática ha sido la respuesta consensuada en los
ámbitos dominantes a cerrar el paso a las alternativas
y transformar dicha crisis en una extraordinaria
oportunidad para desarrollar nuevos negocios, creados
en nombre del supuesto compromiso mundial de salvar
la vida en el planeta.
Tal economía es el intento de construir un nuevo
patrón de acumulación global que implica, ante todo,
la relegitimación del capitalismo del sector financiero
que, al no tener dónde invertir, considera la Naturaleza
como la nueva frontera de la economía neoliberal.13
Las decisiones de Río+20
Múltiples han sido las opiniones sobre la cumbre
Río+20: para algunos fue un éxito porque retomó el
espíritu de la celebrada hace veinte años, y porque, en
el complejísimo contexto actual, logró asumir algunos
elementos claves, dirigidos a reforzar la cuestión
ambiental en la arena internacional.14
100
José M. Mateo Rodríguez
Sin embargo, la mayor parte de los académicos,
los ambientalistas y los movimientos sociales critican
sus resultados. Consideran que no condujo a un
cambio radical del paradigma de desarrollo, que sus
conclusiones no contribuyen a un enfrentamiento
claro a la actual crisis ambiental, y que, en general, se
permite que continúe la situación de insostenibilidad
reinante en el planeta. Ciertamente no hubo un vuelco
radical, pero los resultados de la cumbre muestran que
se paralizó el intento de las posiciones más neoliberales
de desvirtuar la concepción original de desarrollo
sostenible.
En el evento se tomó la decisión de reconocer
que cada país puede elegir un enfoque apropiado de
desarrollo sostenible según sus planes, estrategias
y prioridades. Además, se volvió a la idea de que
la humanidad debía incorporar la sostenibilidad al
proceso de desarrollo. No obstante, los conceptos de
desarrollo y sostenibilidad continúan siendo tan vagos
y ambivalentes como los de hace veinte años.
El desenlace poco radical y no incluyente de la
Cumbre se debe a la complejidad de la geopolítica
ambiental, y a que el modelo hegemónico está siendo
sustituido por uno multipolar, que responde a intereses
multifacéticos y extremadamente diversos. Sobre
la cuestión ambiental subsisten y se encuentran en
confrontación opiniones extremadamente divergentes
derivadas del contexto geopolítico en el que se mueve
en la actualidad el sistema mundo.
El contexto geopolítico ambiental actual
Lo que está en juego en el desafío ambiental
contemporáneo es la configuración territorial que se
deberá establecer, teniendo en cuenta los intereses de los
diferentes países y grupos de países en relación con la
disponibilidad de recursos y servicios ambientales. Así,
tal desafío se coloca en el centro del debate geopolítico
contemporáneo, como cuestión territorial.15
Las disputas giran en torno al posicionamiento
de los países y bloques de países en cuanto a la
problemática del desarrollo y del cambio climático.
Pero el telón de fondo de ese debate es la llamada
«guerra por los recursos».
De ahí que la geopolítica ambiental del sistema
mundo debe analizarse en tres momentos o escenarios.
El primero debe tener en cuenta la estructura del nuevo
mundo multipolar en transición que se está gestando
de la siguiente manera:
• Un nivel hegemónico con elevada autodeterminación
por las potencias más ricas y poderosas, formado por:
un líder geopolítico militar mundial en decadencia,
que tiende a mantener su poder: los Estados Unidos;
Europa, como una potencia continental; y el campo
Lo que está en juego en el desafío ambiental contemporáneo es la configuración
territorial que se deberá establecer, teniendo en cuenta los intereses de los
diferentes países y grupos de países en relación con la disponibilidad de
recursos y servicios ambientales. Así, tal desafío se coloca en el centro del
debate geopolítico contemporáneo, como cuestión territorial.
geopolítico de Asia y el Pacífico, con China, Rusia y
Japón como actores principales.
• Un nivel de resistencia con autodeterminación
interna y con limitada autodeterminación externa
en el que se dispone de la capacidad de limitar
la interferencia de la globalización en su propio
territorio. Incluye la existencia de diversas potencias
regionales como Brasil, India, Sudáfrica, Irán.
• La tendencia a la formación en países periféricos,
a través de la conformación de espacios regionales
integrados; por ejemplo, África, Asia suroriental,
países árabes; e incluso nuevos regionalismos de
corte político en franca confrontación con el poder
hegemónico, como la Alianza Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América (ALBA), con una fuerte
motivación ambiental, como el proyecto de Bolivia.
• La existencia de un amplio número de naciones
periféricas dependientes directamente de los poderes
hegemónicos, sin capacidad para la formulación
de programas autocentrados y autónomos de
desarrollo.16
Una segunda instancia en el análisis consiste
en distinguir al menos cuatro grandes corrientes
geopolíticas en cuanto a la forma de asumir la crisis,
los cambios y la aplicación de un programa para el
futuro:
• El escepticismo de los que no aceptan el calentamiento
global y su origen antropogénico corresponde con
las tendencias más conservadoras, como el Tea Party
de los Estados Unidos, y algunas transnacionales
petroleras. El propio gobierno norteamericano
coincide en parte con dichas opiniones. Los
representantes de esta corriente no aceptan ningún
tipo de intervención ambiental en las acciones
económicas y son partidarios acérrimos de la
llamada «sostenibilidad débil», o sea, consideran
que el capital natural es sustituible por el económico
y el físico.
• Para la gobernabilidad capitalista, la cuestión
ambiental debe ser manejada siguiendo los principios
de la economía y la sociedad de mercado, o sea,
entender el medioambiente como una mercancía.
Se fomenta un simple camuflaje de la economía
pura y dura de siempre, un «enverdecimiento», en
suma, del ­capitalismo especulativo. Sin embargo,
esta posición neoliberal, se combina con otras que
le asignan al Estado un mayor papel de regulación,
e incluso de intervención y gestión directa de los
espacios y los recursos. En general aquí se observan
diversas variantes:
■■ La Unión Europea y Japón son partidarios de
una gobernabilidad ambiental mundial y de la
economía verde y apoyan medidas restrictivas
para priorizar el cambio climático. La mayor
parte de estos países son importadores de
petróleo, apuestan por un proceso más o
menos radical de reconversión energética, y de
ambientalización general, y propugnan serias
restricciones a los megaproyectos de todo tipo.
■■ El BRICS y los países emergentes, entre los
que se destacan Brasil e India que constituyen
una contrapotencia en términos geopolíticos,
proponen medidas atenuadas, al sostener que
no deben limitarse las intervenciones propias
del desarrollismo. En general, no comparten
que la humanidad se encuentra en la situación
del «pico del petróleo». En cuanto a la economía
verde, estiman que deben incorporarse con
regulación y control algunas medidas. Son
partidarios del protagonismo de las instancias
y autoridades estatales.
■■ Una actitud particular adoptan los países
petroleros. Sostienen una posición muy cercana
al BRICS, aunque resaltan la necesidad de
continuar con el uso de combustibles fósiles,
y son reacios a medidas de restricción del
extractivismo petrolero y de los minerales en
general.
■■ La mayor parte de los países periféricos se mueve
entre dos opciones: aquellos agrupados en
entidades regionales, más o menos cercanos a la
posición del BRICS; y un gran número de países,
de mediano y bajo desarrollo, dependientes de
antiguas metrópolis, que impulsan proyectos
propios de desarrollo sostenible, muchos de ellos
promovidos por la concepción de la Economía
verde.
• Otra tendencia es la que reúne al comunitarismo,
defendido por aquellos que abogan por el
protagonismo de las comunidades, y que incluye a los
partidarios del ecosocialismo, la economía solidaria,
el llamado «socialismo comunitario», con fuerte
influencia anarquista; las corrientes biocentristas y
Medioambiente y geopolítica
101
las de la ecología profunda. En la actualidad, Ecuador
y Bolivia van en la dirección de asumir el nuevo
paradigma de Madre Tierra y del Buen Vivir (Sumak
Kawsay en quechua o Suma Qamaña en aimara),
en una visión mucho más holística del desarrollo,
que se centra en el pensamiento andino y en el
funcionamiento de las comunidades indígenas.
• Una posición más radical aboga por un cambio
en cuanto a la estructura de clases. En realidad,
esta es la continuidad del marxismo ortodoxo y
del paradigma del «socialismo real» que consistía,
en lo fundamental, en la apropiación social de las
estructuras estatales, y del papel protagónico del
Estado y sus empresas, no solo en la regulación,
sino en todo el proceso de la gestión productiva.
Con los cambios geopolíticos de fines del siglo xx,
esta postura se acerca cada vez más a la corriente
comunitaria. Se brinda atención preferencial al papel
del Estado y, en particular, a empoderar cada vez
más a las entidades locales, a las cooperativas y a las
comunidades. Esto es lo que está aconteciendo con
la renovación socialista en Cuba, y el poder comunal
en la Venezuela bolivariana.
En la búsqueda de una conjunción entre la corriente
comunitaria y la socialista, la salida es cuestionarse el
cuadro macroeconómico del neoliberalismo, abogar
por un protagonismo de los movimientos sociales
y por el predominio de la sostenibilidad ambiental
y la equidad social a costa de la maximización de la
economía,
El tercer momento de la geopolítica ambiental
es la nueva división del mundo. La desintegración
del orden bipolar ha dado lugar a la creación de
potencias regionales, que son Estados que dominan
geopolíticamente determinada área. Dicho orden va
sustituyéndose por una nueva estructura en bloques:
• El de los países ricos, formado por el eje Estados
Unidos-Europa-Japón, propulsor de posiciones
neoliberales, y de dominio del resto del mundo. A
este se asocia el arco Oceanía-Pacífico que, impulsado
en lo fundamental por los Estados Unidos, agrupa a
naciones del sudeste asiático y de América Latina que
se encuentran en la órbita capitalista y neoliberal; y el
bloque Norte de África-Mundo árabe, que depende
del bloque hegemónico del mundo occidental y se
ha convertido cada vez más en su abastecedor de
combustibles fósiles y materias primas.
• El de los países emergentes y del Sur, formado en
torno al eje Rusia-China-India, y parcialmente Irán,
y abarca gran parte de los países de la antigua Unión
Soviética. Este bloque es partidario de promover
el desarrollismo, el uso de combustibles fósiles y
la incesante búsqueda y explotación de recursos
naturales, con un papel significativo del Estado. A él
102
José M. Mateo Rodríguez
se asocian el nuevo sistema sudamericano-caribeño,
aglutinado en torno al ALBA y Mercosur, en el cual
predomina la corriente comunitarista y la socialista,
aunque existe una fuerte presión del paradigma del
capitalismo verde; el cono sur del continente africano,
que si bien no tiene una estructura coherente, agrupa
a países con gobiernos progresistas e independientes
que promueven una relación preferencial con China
y una parcial con Brasil; y la parte central de África,
que reúne a la mayoría de los países más pobres
del mundo, en extremo dependientes, con graves
condiciones ambientales y frecuentes eventos
catastróficos, y sometidos a fuertes presiones por
parte del bloque hegemónico, aunque también tienen
la influencia de China.
De tal manera, el sistema mundo constituye una
abigarrada amalgama de países y grupos de países, en
la que se confrontan visiones distintas de cómo utilizar
y explotar los espacios del planeta y los recursos y
servicios que ofrecen, y donde es complicado adoptar
posiciones comunes en cuanto a la gobernabilidad
ambiental.
Consideraciones finales
La globalización como proceso sistémico está
restructurando significativamente el sistema mundo,
reúne un conjunto contradictorio de procesos que
aunque no lo ha homogenizado, han recalificado
las escalas de su identidad. Este fenómeno crea
inevitablemente presiones sobre las configuraciones
espaciales prexistentes en tres velocidades o lógicas
distintas:
La lógica de los sistemas naturales remite a una red
de flujos y nexos, condicionados por externalidades
naturales, en la que los procesos climáticos, funcionan
como factor de fondo al actuar básicamente a escala
global; el resto de los procesos, en particular en la
pedosfera, la hidrosfera y la biosfera, se manifiestan
cada vez más a nivel regional y local.
En el sistema económico, las corporaciones
transnacionales están condicionando procesos de
unificación de las actividades productivas, financieras
y económicas en general, a pesar de la fragmentación
de los Estados-naciones.
El sistema político y cultural se rige aún por la lógica
de los Estados-naciones, para la cual la gestión de
carácter regional y local que la sostenibilidad requiere
impone obstáculos. Ante estas condiciones, hallar una
solución global radical resulta una utopía. Por otra
parte, los intentos de globalización o de gobernabilidad
global ambiental son, más que todo, intentos del poder
hegemónico, de las transnacionales y de corporaciones
ecologistas, movidas por la mercantilización de la
naturaleza. De ahí que se esté en presencia de una
confrontación geopolítica.17
A su vez, el medio natural, que nada tiene que ver
con la lógica de los sistemas políticos y económicos,
experimenta de manera contradictoria los procesos
de globalización, intensifican y alteran los ciclos
ambientales. Ello se manifiesta a todas las escalas y
repercute en alteraciones sistémicas de todo tipo, que
acrecientan la complejidad y la entropía.
Lo que se observa es que todos los países están
en una carrera desesperada por crecer, y consideran
el crecimiento como sinónimo de desarrollo. Según
Leonardo Boff, «Río+20 mostró que los países
industrializados no quieren abdicar de su posición; los
países emergentes quieren alcanzar a los industrializados,
y los países pobres quieren ser emergentes».18
En relación con lo anterior, son dos las soluciones
desde una perspectiva geopolítica:
• El surgimiento de la Geopolítica ambiental como
nueva forma de tratamiento de las relaciones
internacionales. Ello implica pasar de la
interpretación clásica de la geopolítica, en la cual la
dimensión ambiental se asienta en las discusiones
sobre seguridad ambiental y se interpreta el
medioambiente con sus recursos naturales, ligados
al espacio territorial y a las estrategias de acción de
los Estados; a la de la Geopolítica ambiental, que
parte del presupuesto de asumir que la escasez de
recursos naturales impone una nueva concepción
del mundo que se caracterizaría por la cooperación
internacional en la esfera ambiental.
• Rediseñar el modo en que se usa y se explota
el planeta Tierra; al intentar construir espacios
y territorios teniendo en mente la lógica de la
naturaleza. Ello conduce a que estos procesos de
ordenamiento espacial, ambiental y territorial se
conviertan en una herramienta imprescindible a la
hora de conquistar la sostenibilidad y buscar nuevos
modelos civilizatorios.
5. Véase C. B. Field, V. Barros, T. F. Stocker et al., eds., Managing
the Risks of Extreme Events and Disasters to Advance Climate
Change Adaptation. A Special Report of Working Groups I and II of
the Intergovernmental Panel on Climate Change, IPCC-Cambridge
University Press, Cambridge, Londres y Nueva York, 2012.
6. Véase Jorge Carrizosa, «Notas alrededor de la investigación
ambiental. Gestión y ambiente», Revista de la Universidad Nacional
de Colombia, v. 8, n. 2, 2005, pp. 7-24.
7. Véase Sergio Boisier, Conversaciones sociales y desarrollo regional.
Potenciación del capital sinergético y creación de sinergia cognitiva
en una región. Región del Maule, Chile, Editorial de la Universidad
de Talca, Talca, 2000.
8. Véase Ana P. Noguera, La aventura estética del pensamiento
ambiental. Augusto Ángel Maya. Poeta de la vida, Grupo de
Pensamiento Ambiental, Universidad Nacional de Colombia, Sede
Manizales, 2010.
9. Véase Hedelberto López Blanch, «Cambio climático, primero
las islas, después…», Rebelión, 14 de marzo de 2011, disponible en
www.rebelion.org/noticia.php?id124287.
10. Véase Michael Shellenberg y Ted Hordhaus, «O único caminho
e a civilização», Revista Veja, n. 24, Sao Paulo, 13 de junio de 2012,
pp.102-7.
11. Véase Katu Arkonada, «Río+20, un estado de la cuestión»,
Rebelión, 25 de junio de 2012, disponible en www.rebelion.org/
noticia.php?id=151700.
12. Véase La Vía Campesina, «Los pueblos del mundo frente a los
avances del capitalismo: Río+20 y más allá», Declaración de la
organización ante la Cumbre Río+ 20, Rebelión, 10 de junio de 2012,
disponible en www.rebelion.org/noticia.php?id=151027.
13. Véase Esther Vivas, «Cuando la economía y el capitalismo se
tiñen de verde», Rebelión, 25 de junio del 2012, disponible en www.
rebelion.org/noticia.php?id=151626; Ignacio Ramonet, «Los retos
de Río+20», Rebelión, 2 de junio del 2012, disponible en www.
rebelion.org/noticia.php?id=150631; Arturo D. Villanueva Imaña,
«El ambientalismo como nueva forma de colonialismo: visiones en
disputa», Rebelión, 25 de junio de 2012, disponible en www.rebelion.
org/noticia.php?id=151731.
14. Véase Organización de Naciones Unidas, «Documento final
de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo
Sostenible. Río de Janeiro, 2012», ONU, 2012.
15. Véase Carlos Walter Porto-Gonçalves, «O desafio ambiental», en
Emir Sader, org., Os porquês da desordem mundial. Mestres explicam
a globalização, Record, Río de Janeiro, 2004.
Notas
16. Véase Carlos Pereyra Mele, De la unipolaridad a la multipolaridad,
Working Paper n. 3, Programa Geopolítica, Centro Argentino de
Estudios Internacionales, 2010.
1. Véase Edmundo Senhoras, «Geopolítica ambiental nas relações
internacionais. Fundamentos normativos para uma Geopolítica
contemporânea», en E. Torres, G. C. Rocha, G. A. Ribeiro, orgs.,
Geociências aplicadas. Diferentes abordagens, Editora Geographica,
Ubá, Minas Gérais, 2008, pp. 1-24.
17. Véase Iná Elias de Castro, Geografia e política. Território,
escalas de ação e instituições, Bertrand Brasil, Río de Janeiro, 2009;
George Benko, «Globalização e crise ambiental», en Milton Santos,
Cidadania e globalização, Editora Saraiva, São Paulo, 2000,
pp. 106-13.
2. Véase Immanuel Walllerstein, Sistema mundo y mundo sistémico,
Instituto de Estudios Nacionales, Panamá, 2002.
18. Leonardo Boff, «Términos de la discusión ecológica actual»,
Rebelión, 30 de junio de 2012, disponible en www.rebelion.org/
noticia.php?id=152260.
3. Véase Josip Antequera, «Sostenibilidad ambiental y complejidad
social ¿dos caras de la misma moneda?», Sostenible, n. 9, Barcelona,
2007, pp. 91-110.
, 2013
4. Gennadi Golubev, Geoecología, Editorial GEOS, Moscú, 1999.
Medioambiente y geopolítica
103
Transición socialista /
planificación comunitaria.
Dialéctica (y utopía)
Oscar L. Bellido Aguilera
Arquitecto urbanista y planificador físico.
Dirección Provincial de Planificación Física,
Holguín.
Ciencia y utopía, he ahí la dialéctica que no suele
entenderse por los metafísicos ni tampoco por los
pragmatistas anclados en los aspectos superficiales
de la práctica humana.
S
Armando Hart
oñar con el comunismo no es más utópico
que creer en la reproducción ad infinitum
del capitalismo, y sí más racional. Avanzar
hacia el comunismo exige atravesar por un
proceso de mediación o transición socialista, donde
se establece una contradicción cuyo primer polo es
el de la «competencia y producción anárquicas»,1 y
la planificación el segundo;2 tal contradicción tiende
a resolverse cuando se expande la propiedad pública
y, al mismo tiempo, se amplía la gestión democrática,
participativa, en los procesos del desarrollo social.
La finalidad socialista de mejorar sostenidamente
las condiciones de vida de las personas entra en pugna
con la necesidad de incrementar de modo integral la
eficiencia de los procesos productivos, lo que tiende a
solucionarse mediante la extensión del desarrollo de
la autoadministración, esto es, de la autoplanificación,
autoorganización, autoejecución y el autocontrol/
evaluación.
En esta transición también se produce una
contradicción entre el hombre nuevo que se aspira a
crear y el hombre economicus cuyo individualismo
excesivo se necesita demoler; el tránsito de este a aquel
104
n. 75: Aguilera
104-111, julio-septiembre de 2013
Oscar L. Bellido
pasa por un homo deseante, socialis, en permanente
insatisfacción y conectado más con sus semejantes y
menos con el mercado.
La utopía martiana, comunista o guevariana del
mejoramiento humano, del hombre nuevo, tiene
«basamentos lógicos y se apoya en fundamentos
analíticos», sobre todo, «su posible realización descansa
en la acción consciente de los trabajadores»,3 de todo
el pueblo, no de fuerzas sobrenaturales.
Utopía es el diseño de un futuro elevado con
apariencias de imposibilidad, pero necesario como
nunca antes en esta época incierta; por ello es
imprescindible buscar su fundamento en la ciencia,
en un conocimiento que incluya tanto la dimensión
racional como la aspiración a un mundo mejor,
para poder contrarrestar las intenciones imperiales
de liquidar, desde sus cimientos, el paradigma del
socialismo y el comunismo.
Como brote de las ansias de mejoramiento del
hombre, la naturaleza idealista de la utopía ha de
establecer una relación dialéctica con el análisis
racional de sus posibilidades de convertirse en realidad,
donde emerge la planificación como uno de los factores
mediadores más importantes tendientes a resolver la
contradicción así planteada.
Sobre esos pilares de la lógica y el análisis, tal
utopía se estructura en dos dimensiones principales:
una capacidad creativa para imaginar y formular el
futuro deseado, y una volitiva para implementarlo y
construirlo; ambas no son suficientes pero sí necesarias.
Se trata, ni más ni menos, de un atributo antropológico
del homo sperans,4 del homo performator,5 del hombre
sencillo y común que día a día construye su vida y la
de su comunidad; por consiguiente, se requiere buscar,
integrar y fomentar esas cualidades tan notables en
el entorno comunitario para avanzar hacia el fin
perseguido, nada teleológico ni irracional.
En la transición socialista, la capacidad del hombre
para formular y construir utopías encuentra en la
planificación una vía ideal para manifestarse. El
planeamiento, como característica esencial del modo
socialista de control social, es una forma alternativa al
control ejercido por el capital y, en ese sentido,
debe ser viable no solo teniendo en cuenta el impacto
inmediato de la actividad productiva sobre las condiciones
societales e individuales de reproducción, sino también
«indefinidamente» y tan lejos en el futuro como se
pueda concebir, con el fin de instituir y mantener vivas
sus garantías.6
La transición socialista, la utopía, la planificación,
tanto en el nivel macrosocial como en el mesosocial
(la comunidad, la circunscripción, el consejo popular)
y en el microsocial (la familia, los grupos, los
individuos), deben tener en cuenta los beneficios que
el progreso científico-tecnológico puede producir para
la humanidad. Pero han de considerar también, debido
a las ambiciones y el egoísmo de una minoría poderosa,
cómo el irracional manejo de los conocimientos y
medios creados, y los patrones consumistas impuestos
generaron impactos negativos en la naturaleza,
la sociedad y la cultura, causas provocadoras de
incertidumbres crecientes sobre el futuro de la vida en
la Tierra, que, de manera alarmante, se transforman
en certezas, por confirmación científica, sobre la
cercana irreversibilidad de los daños acumulados y
en aumento.
Todo proyecto personal o plan comunitario es
una mezcla de dificultades, desafíos y pasión/amor;
este último componente es lo que llena de sentido
la subjetividad individual o comunitaria cuya
consecuencia es el logro de la felicidad.
Subjetividad y valores
La sociedad es «la unidad acabada esencial del
hombre con la naturaleza».7 El ser humano es activo,
creativo y transformador, posee una inteligencia
racional y una emocional, una pensante y otra sentidora,
inseparables, interactuantes, las cuales se compenetran
y constituyen la vida mental de cada persona.
Sin embargo, todavía tiene fuerza el viejo paradigma
de René Descartes, quien proponía un ideal de
razón liberada de los impulsos emocionales donde
lo fundamental es «el intelecto y no los sentidos».8
En respuesta, el nuevo paradigma recomienda
armonizar el pensamiento y el sentimiento, esto implica
comprender con más claridad el significado de utilizar
inteligentemente las emociones.9
En la interacción hombre-sociedad, lo social
no actúa de modo directo sobre el individuo, sino
mediatizado por condiciones biológicas y psicológicas.
Es un proceso donde aflora lo subjetivo como una
dimensión importante de los fenómenos sociales.
La subjetividad social (moral, religión, cultura,
leyes, vida cotidiana) se refleja individualmente y
su punto de mayor organización es la personalidad;
esta interactúa con aquella de forma compleja y
contradictoria. El estudio de su núcleo, la esfera
motivacional, es básico para conocer los porqué de las
conductas de los individuos.10 Por otro lado, la unidad
de lo afectivo y lo cognitivo es la base funcional del
sistema autorregulador, en ella surgen los sentidos
psicológicos, y estos dependen del grado de madurez
de los recursos de la personalidad.11
Cuando los sujetos poseen recursos desarrollados,
están en condiciones de estructurar conscientemente
sus vivencias y conflictos y elaborar un sistema de
aspiraciones y objetivos orientados al futuro, lo que se
convierte en un resorte de su comportamiento; es decir,
les permite planificar a largo plazo, independizarse
de la inmediatez, organizar el futuro, aplazar la
gratificación de las necesidades, prever conflictos,
trascender las presiones externas e, incluso, las propias
limitaciones.12
Con sus acciones el sujeto mediatiza la organización
de la necesidad, le da un sentido y conforma el motivo
en función de su personalidad, y ello no siempre resulta
un proceso consciente. Al hacer esto último, formula
sus fines y las diversas estrategias para su gratificación,
de modo más o menos elaborado, esto es, planea.
El planeamiento del trabajo comunitario debe
iniciarse con la determinación —de manera participativa
y consensuada— de cuál es la unidad dialécticosistémica manifestada en los fines y resultante de la
compleja configuración de los motivos (aspiraciones,
deseos, necesidades, intereses) de los miembros de
la comunidad, en cuyas mentes está, más o menos
conscientemente, esa unidad sin elaboración acabada,
que se requiere explicitar, socializar, compartir de
modo colectivo. Los momentos consiguientes del
proceso de planificación consistirán en hacerla por
completo consciente.
Por otra parte, el proyecto de vida es una elección
del futuro deseado, un sistema de objetivos vinculados
a las principales esferas de realización de la persona.
En él intervienen los valores, la concepción del mundo
y la identidad personal. Identidad, valores y proyecto
Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía)
105
de vida, constituyen importantes indicadores del
desarrollo personológico, son componentes esenciales de
la personalidad sana y madura.
Un análisis de esos fundamentos psicológicos
permite sintetizar una contradicción básica propia del
proceso de planeamiento en el trabajo comunitario: por
un lado se encuentra lo imperativo-restrictivo, lo que se
necesita satisfacer, o sea, la necesidad; por el otro, está lo
afectivo-propositivo, lo que se desea lograr, es decir, la
finalidad. El factor mediador entre ambos extremos es
lo cognitivo-creativo, lo que se debe investigar y crear
para satisfacer la necesidad y lograr la finalidad, esto
es, la articulación.
De acuerdo con dicha reflexión, se debe tener
presente la existencia de dos tipos de necesidades: la
carencia y el deseo (también definidas como déficit
y desarrollo, respectivamente); la primera significa
dependencia e involución; mientras la segunda,
independencia, desarrollo y creatividad; pero así como
las carencias devienen obstáculos para el desarrollo, los
deseos que no encuentran su realización promueven
estados de conflicto y frustración.13
En otra dirección, en el planeamiento y trabajo
comunitarios debe abordarse la interacción y
compenetración de tres sistemas fundamentales de
valores, a saber: el objetivo, existente en la realidad
social; el subjetivo, presente en la conciencia; el de
valores instituidos y reconocidos oficialmente.
Cuando una comunidad es autoguiada por valores
y principios éticos, sus miembros son capaces de tomar
decisiones conscientemente, participar en la vida
pública y vivir de acuerdo con las más altas virtudes,
en correspondencia con un sistema social —asumido
y defendido por la mayoría del pueblo cubano— en
el cual se busca plena dignidad y realización del ser
humano, la equidad y la justicia.
Por tanto, la comunidad debe alentar a sus miembros
a desarrollar valores propios, y favorecer al mismo
tiempo el diálogo para avanzar juntos hacia niveles
de convivencia y desarrollo cada vez más elevados. En
esta misión, el planeamiento, si es creativo, científico y
participativo, puede desempeñar un papel central.
Desde una comprensión axiológica de la planificación
y trabajo comunitarios, la importancia de los valores
radica, en primer lugar, en su naturaleza motivadora del
comportamiento de las personas y grupos. Asimismo,
en su papel definidor de la identidad de la comunidad
y en su capacidad de crear sentimiento de pertenencia
en los residentes.
Por otro lado, los valores son importantes porque
identifican lo primordial, así como lo que se aspira a
tener; guían las actuaciones individuales y colectivas y
determinan en gran medida su éxito. Ellos se formulan,
se educan y se asumen dentro de una realidad histórica
y social concreta; o sea, no son cuestiones abstractas y
106
Oscar L. Bellido Aguilera
absolutas, responden a una opción ideológica, social
y cultural.
Racionalidad reproductiva y ética
de la responsabilidad
En el siglo xix, el avanzado pensamiento cubano
comprendía la necesidad de poner fin a la estéril
dicotomía entre lo objetivo y lo subjetivo, entre razón
y emoción, entre teoría y práctica.14
Si en la actualidad se apela a ese pensamiento, se
advierte cómo la política debe adecuarse al momento
presente, sin que ello cueste el sacrificio, o la merma
importante del ideal perseguido, y se encuentra una
valiosa enseñanza para la transición socialista, el
planeamiento y trabajo comunitarios: quien intenta
mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas
pasiones, sino contarlas como factor importantísimo
y no obrar contra ellas, sino con ellas. 15
Cuando los pueblos adquieren un nivel de conciencia
crítica más desarrollado, la ética debe transformarse en
el núcleo alrededor del cual gravite todo el proceso
de producción cultural, científica, educativa, y el de
ordenamiento político y jurídico.16
En ese sentido, ni la actividad científica ni el trabajo
y planeamiento comunitarios, pueden ser indiferentes a
los riesgos actuales enfrentados por la especie humana
y la naturaleza. En consecuencia, su acción social debe
ser reflexiva por razones instrumentales y, sobre todo,
por imperativos de tipo ético.
La planificación puede ser entendida como medio
para una transformación social total o como recurso
para acelerar la tasa de crecimiento económico. En el
primer caso, prácticamente nada de la vida humana
escapa a la voluntad de cambio consciente, incluidos
el pensamiento y la configuración psicológica de las
personas. En el segundo caso, la planificación no pasa
de ser un mero mecanismo económico.17
En relación con los fines humanos, actuar con
arreglo a un propósito racional equivale a proceder
según un plan y, por consiguiente, la gestión económica
es racional solo si discurre así. Puede afirmarse que la
economía capitalista no lo es a nivel social, pues no es
planificada. Tampoco cabe decir que lo sea a nivel de
empresa o de corporación, ya que su meta es ganar
dinero y esto no es afín a la racionalidad reproductiva
ni la ética de la responsabilidad, porque no tiene en
cuenta, por ejemplo, las consecuencias sociales de esa
meta y sus efectos sobre la naturaleza.
Una técnica es racional cuando la aplicación de
medios se hace conscientemente y con arreglo a un
plan, está orientada por la experiencia y la reflexión
y, en su óptimo de racionalidad, por el pensamiento
científico. La presencia de una «cuestión técnica»
equivale a la existencia de dudas sobre los medios más
racionales.18
La planificación no es solo una cuestión técnica
sino, ante todo, política, humana, social, cultural,
ética, económica, científica e histórica. Al respecto,
en el ideario martiano, esencialmente ético, se
puede encontrar la prédica acerca de la necesidad de
adecuación entre «fines justos» y «medios justos».19
En su dimensión técnica el planeamiento procura
el óptimo de racionalidad determinado por el
pensamiento científico-tecnológico. Pero en el resto de
sus dimensiones busca el óptimo de eticidad orientado
por la tradición cultural y política cubana donde la
ciencia se integra a la ética y, por ello, a este óptimo se
subordina el primero. En suma, propugna el equilibrio
entre racionalidad y eticidad.
En esta época de globalización se impone reflexionar
con responsabilidad sobre los conceptos de racionalidad
y eficiencia. En cuanto a la primera, se requiere de otra,
distinta de la de un mercado anárquico; es decir, la del
circuito natural de la vida o racionalidad reproductiva,
que implica crear las condiciones para hacer posible
la existencia humana y una toma de conciencia —una
ética de la responsabilidad— acerca de los efectos
destructores de tal mercado.
Solo un sistema de reproducción social planificado
racionalmente podría mostrar la salida de las
contradicciones y peligros de la grave situación actual,
ya casi fuera de control.
Integralidad, integración y humanismo
científico
Por consiguiente, cuando se planifica y gestiona el
desarrollo de una comunidad resulta imprescindible
evaluar con integralidad y rigor científico, ético
y axiológico, las diversas alternativas y posibles
consecuencias en las interacciones sistémicas y
compenetraciones dialécticas, esto es, contradictorias,
entre los fines perseguidos y los medios por emplear
para avanzar hacia ellos.
De lo anterior se deduce la necesidad de llevar a
cabo un proceso de investigación con bases científicas,
que aporte los conocimientos y la comprensión
suficientes para la adopción participativa, eficaz
—desde la racionalidad reproductiva y la ética de la
responsabilidad—, de decisiones en la solución de
las contradicciones, en el diseño y construcción de la
utopía y en la armonización de lo deseado con lo
factible.
Tal proceso debe ocuparse de aspectos éticos,
psicológicos, sociológicos, históricos, antropológicos,
políticos, ideológicos, económicos, culturales,
espaciales, ambientales, axiológicos, científicos,
tecnológicos, entre otros, con un abordaje integral,
esencial para el logro de sus objetivos, donde son
necesarias la transdisciplinariedad y la integración en
el planeamiento y trabajo comunitarios.
El planeamiento comunitario debe incluir
insoslayablemente la determinación de las alternativas y
consecuencias, y la realización del mencionado proceso,
que no debe reducirse a la mera confección participativa
de un inventario de problemas comunitarios.20 De esta
forma, se articulan aspiración y racionalidad, utopía
y ciencia.
Así, su tarea consiste en concebir y diseñar el
futuro o utopía que responda racional y éticamente
a los intereses, necesidades, aspiraciones, fines, de la
comunidad, dentro de los límites y oportunidades del
sistema social y político del país.
Todas las partes del entramado social deben
quedar armoniosamente integradas en un sistema
de planificación y gestión, capaz de reflejar elevadas
aspiraciones sociales, comunitarias y humanas, tanto
como de responder con eficacia a las perentorias
contingencias de la vida nacional, provincial o local.
En las tareas del planeamiento comunitario
integral, como proceso central de la autogestión de
la comunidad o trabajo comunitario integrado y, en
general, durante la transición socialista, se requiere
asumir la posición del humanismo científico donde
convergen el punto de vista de la epistemología marxista
con el ideario martiano sobre el papel activo y creador
de la subjetividad y de la moral; en dicha posición se
combina una orientación moral y humanista con el
conocimiento científico objetivo.21
De acuerdo con ese criterio, la psiquis humana y el
conocimiento científico son un reflejo, en el cerebro, de
la realidad objetiva, y, a la vez, una creación subjetiva
de sí mismos, de la realidad percibida y pensada y de
la cultura.
Se establece así un estrecho vínculo entre la
epistemología y una ética orientada a la formación
de un ser humano mejor en cuanto a altruismo,
creatividad, independencia, conocimiento, voluntad
y desarrollo integral. Se trata de una postura donde
se intenta sintetizar, superar críticamente e integrar
en un nivel diferente lo valioso del positivismo y del
antipositivismo; es una perspectiva que plantea la unidad
de teoría y práctica, de reflexión y observación.
En esta posición filosófica se integra en una unidad
dialéctica la imagen de la realidad ofrecida por el
pensamiento científico y transformador —que permite
predecirla con cierto grado de certeza y cambiarla
según las necesidades— con la imagen de la realidad
aportada por el pensamiento valorativo e interpretativo,
que orienta la motivación del ser humano y favorece su
equilibrio espiritual; el primero explica cómo actuar y
Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía)
107
Entre las prioridades del Estado cubano está el fortalecimiento de la
institucionalidad en el país, y en ello desempeña un importante papel el
perfeccionamiento de la planificación, que como factor estimulador de
la participación y la iniciativa populares se favorece mediante una mayor
autonomía económica de los miembros de la comunidad.
el segundo fundamenta el sentido de la vida y fortalece
ante la adversidad.
Dicha unidad dialéctica imbrica la concepción
científica del mundo ofrecida por el pensamiento
marxista-leninista (materialismo dialéctico e histórico)
con la concepción moral del mundo cuya fuente
principal es el pensamiento martiano.
Articulación de los proyectos sociales
con los personales
Un dilema de la etapa actual de la transición
socialista cubana es el planteado por la necesidad de
una mayor conexión de los proyectos sociales con los
personales pues «ahí se ha ido generando una brecha
[…] fuente de […] la doble moral»; tener salud,
educación y cultura no puede verse en contradicción
con elecciones y gustos; determinados beneficios no
deben implicar la renuncia a consumos individuales,
ya que «esa desarmonía es frustrante […] no se
trata de que el mercado organice el asunto [sino de]
otra idea del consumo y las necesidades [de otra]
lógica de racionalidad» de modo que las conquistas
fundamentales no se logren a costa de renunciar a
todo lo otro.22
Es oportuno señalar que el llamado «verticalismo»
no es una característica inherente a la planificación (y
sí del burocratismo), por el contrario, la planificación
«para» el pueblo debe ser también «del» pueblo, es
decir, exige la participación de la población en la
toma de decisiones en todo el proceso de formulación
y ejecución de los planes de desarrollo social y
económico; no puede haber logros perdurables «si no se
combina la dimensión social amplia de la racionalidad
reproductiva [con] la búsqueda individual de una vida
dotada de sentido».23
No se puede esperar que alguien sea solidario
indefinidamente si ello significa sacrificios personales
interminables, por tanto, debe garantizarse la
satisfacción de intereses individuales y colectivos sin
afectar los de otros miembros de la sociedad.
Así, para avanzar en la transición socialista, es
necesario fomentar la conciencia colectiva de la
comunidad mediante un proceso de autotransformación
moral de sus miembros, en el cual estos puedan
llegar a conciliar sus intereses individuales con los
108
Oscar L. Bellido Aguilera
comunitarios; será impulsado fundamentalmente por
dos fuerzas interactuantes: los valores solidarios y el
sentimiento de pertenencia, cuyos efectos educativo,
moralizador e integrador se compenetran y actúan a
favor del desarrollo de tal conciencia.
Sin embargo, eso no es suficiente: es preciso que tales
fuerzas conduzcan al crecimiento de la conciencia social
para llevar el proceso descrito a un estadio superior:
el de la armonización entre los intereses comunitarios
y los sociales. En ello, la autogestión participativa y,
dentro de esta, la planificación comunitaria integral
como su proceso central, desempeñan un papel
decisivo, porque mediante ellas se interiorizan y
definen con claridad los objetivos y prioridades de la
colectividad y la sociedad.
Si tal proceso de concientización creciente se realiza
con eficiencia, creatividad y de manera oportuna,
podrán atenuarse progresivamente los efectos del
egoísmo desbordado y de un mercado sin control.
El planeamiento comunitario integral se convierte,
por tanto, en un elemento imprescindible en el modelo
de desarrollo social del país, cuando «se avanza con un
enfoque integral […] en la actualización del modelo
económico cubano [sin] espacio a los riesgos de la
improvisación y el apresuramiento».24
Conviene apuntar que entre las prioridades
del Estado cubano está la de continuar el proceso
de fortalecimiento de la institucionalidad en el
país, y en ello desempeña un importante papel el
perfeccionamiento de la planificación, que como
factor estimulador de la participación y la iniciativa
populares se favorece mediante una mayor autonomía
de los miembros de la comunidad —trabajadores y
consumidores— respecto de sus propias actividades
económicas.25
El trabajo comunitario en Cuba
La educación popular concibe el trabajo comunitario
como «un proceso de transformación desde la
comunidad: soñado, planificado, conducido, ejecutado
y evaluado por la propia comunidad».26 Debiera quedar
explícito que tal proceso también es con el resto de la
sociedad, o sea, conectado con esta, no totalmente
autónomo.
Una perspectiva filosófica argumenta que dicha
transformación no cuenta con «un prototipo socialista,
por eso existe la necesidad de resolver de manera
creadora y exitosa los diferentes retos a partir de [la]
propia iniciativa». Se trata de un proceso contradictorio,
y se requiere «establecer de manera participativa,
coherente y sistemática su regulación económica,
política, jurídica, ética, ideológica».27
El planeamiento comunitario integral y el trabajo
comunitario integrado vendrían a ser parte fundamental
de esa regulación pues serían factores mediadores, a
través de un plan general de la comunidad, entre el
proyecto de país y los proyectos de vida individuales,
una relación deteriorada con el Período especial, según
señala el investigador Miguel Limia.28
Un punto de vista gubernamental expresa que
la conducción del desarrollo socialista tiene lugar
mediante diversas formas de organización social entre
las cuales «la comunidad tiene un peso importante
como escenario de la participación de los ciudadanos»,
lo que es una «cuestión estratégica y una necesidad
medular» definidora del sistema socialista, en la que el
«problema cardinal» del trabajo comunitario es «cómo
articular de manera coherente los diferentes factores
existentes en función de dinamizar las potencialidades
de la comunidad, encaminada al logro progresivo de
su autogobierno».29
Tal visión fundamenta la necesidad de conformar
y enriquecer «una concepción cubana de trabajo
comunitario», y propone un método compuesto por
tres fases: diagnóstico (identificación de necesidades),
elaboración del plan de acción, y seguimiento y
evaluación del proceso y del impacto del plan.
Esa es la concepción vigente, basada en un estilo
reactivo de gestión, que no mira más allá de los
obstáculos y urgencias actuales ni avizora soluciones
en nuevos horizontes, difíciles de percibir si se produce
un exceso de pragmatismo y ejecutividad (que suelen
equipararse con realismo y efectividad).
Al respecto, conviene introducir la siguiente
reflexión epistemo-metodológica: el diagnóstico
es análisis (no solo de necesidades, también de
interacciones, sinergias, potencialidades) y esta es una
función o variable dependiente de una síntesis previa.
Tal síntesis tiene «el papel y la importancia de operación
fundamental […] que precede de hecho y en el tiempo
a cualquier análisis», por tanto, la secuencia lógica
sería así: síntesis-análisis-síntesis. En otros términos,
allí donde no hay un todo (síntesis) no hay «nada que
descomponer» (análisis); las «representaciones deben
estar ya dadas con anterioridad a cualquier análisis de
ellas».30
Un problema comunitario constituye un obstáculo
para alcanzar un fin,31 y en esta ecuación el primero es la
variable dependiente y el segundo, la independiente. Por
tanto, hay otra lógica o proceder metodológico factible:
a) la de solución deseada, b) problemas, potencialidades,
interacciones, sinergias, para alcanzarla, c) solución
realmente lograda.
Tal forma de actuar entraña una actitud proactiva
hacia el futuro, o sea, buscadora a priori de los cambios
deseables, en lugar de reactiva a posteriori ante las
transformaciones indeseadas ya ocurridas.
La primera parte de esa secuencia sería la
representación del futuro deseado por la comunidad,
elaborada con anterioridad pues no es obligado, ni
lógico, hacerla depender del análisis de la situación
actual. Este se efectúa posteriormente para descomponer
el todo o representación y descubrir los problemassinergias-interacciones-potencialidades por resolver/
aprovechar; en consecuencia, diseñar y crear los medios
pertinentes que permitan realizar el tránsito hacia
dicho futuro e, incluso, determinar su viabilidad, de
manera que tal representación pueda ser ajustada luego
como resultado del análisis.
Otros enfoques consideran que los métodos y
estilos heredados de décadas pasadas aún no han
sido totalmente superados y esta situación la resumen
en cuatro problemáticas esenciales: verticalismo,
estandarización, parcelación y participación
movilizativa.32
Según otro punto de vista, el desarrollo de «una
práctica sistemática de planificación socioeconómica»
está entre los principales componentes del trabajo
comunitario, que «se materializa mediante programas
y proyectos concretos». En este caso se explicita el
papel del planeamiento en la comunidad, pero se
excluye el plan general como nivel de integración de
los programas y proyectos; ello se relaciona con una
deficiencia esencial y reiterada: «la falta de articulación
de los proyectos en una concepción integrada de trabajo
comunitario». 33
En este enfoque, al relacionar directamente la
«falta de articulación» (la necesidad o primer polo
de la contradicción) con la «concepción integrada»
(la finalidad o segundo polo), se está desconociendo
el factor mediador tendente a anular la oposición
entre ambos. Ese factor (la articulación faltante) es
el plan general de la comunidad,34 o sea, el nivel de
planificación apropiado para la integración de los
otros dos peldaños: los programas institucionales y
los proyectos sectoriales, pues estos son parciales por
naturaleza, razón por la cual necesitan ser integrados
en un determinado plano de agregación para poder
abarcar en este la totalidad del objeto: el hombrela comunidad; aquí es donde radica una de las
manifestaciones importantes del carácter sistémico
del planeamiento.
Lo que hace al trabajo comunitario un proceso
realmente integrado y no un mero mecanismo reactivo
o de coordinación es la existencia de un planeamiento
general en el que se involucran todos los sujetos de la
Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía)
109
comunidad, con métodos democráticos de trabajo,
para asegurar la integralidad de las acciones en pos de
los fines perseguidos; y también los demás procesos
de autoconducción (coordinación/integración) y
los específicos de organización, ejecución y control/
evaluación.
Una aproximación sociológica a una teoría cubana
sobre el trabajo comunitario en correspondencia
con el proyecto social del país, aporta importantes
elementos conceptuales para una fundamentación
del planeamiento comunitario: la imbricación del
desarrollo social y el comunitario es una necesidad
epistemológica; el desarrollo debe concebirse en su
dimensión socialcomunitaria, centrado en los sujetos,
con instrumentos teórico-metodológicos propios y
no copiados del Primer mundo o de otros contextos
ajenos; se requiere integrar todos los saberes, sobre la
base de la participación consciente, activa y creativa
de los sujetos; esa participación debe ser permanente,
sin intervenciones intrusivas, para asegurar la
solidez y sostenibilidad de las transformaciones
comunitarias.35
Hay un enfoque epistemológico basado en la
búsqueda en diversas fuentes, tras la que se llega a
la conclusión de que los diagnósticos «se convierten
en fin en sí mismos, con la consiguiente secuela de
abstraccionismo, donde se fotografía recurrentemente
la realidad en sus aspectos más contingentes y
puntuales».36
Tal visión se enriquece con una perspectiva
filosófica acerca del proyecto de futuro (de vida, de
país, de empresa, futuro deseado, plan general), que
en este caso se denomina «comunidad ideal que se
aspira a construir como realidad». Como negación
dialéctica, la superación crítica de la realidad implica
liquidar las tendencias contrarias al ideal tanto como
afirmar lo progresivamente nuevo, y esto se decide
«allí donde lo social y lo individual se interpenetran,
donde lo universal concreto se realiza y existe como
hecho […] como cotidianidad», o sea, se decide en la
comunidad.
Desde un punto de vista metodológico, esa
«comunidad ideal» anhelada sería el punto de partida
en la transformación de la comunidad actual, no
deseada para el futuro, y su conversión en la comunidad
que en realidad se tendría. La brecha entre la ideal y
la real debiera ser una variable tendiente a cero, no
obstante, el cambio finalmente alcanzado dependerá de
las condiciones históricas concretas donde tiene lugar
el proceso de desarrollo comunitario, y de la influencia
ejercida por diversos factores: la pasión, la voluntad, la
proactividad, la creatividad, de los sujetos involucrados;
así como los medios disponibles.
En documentos de carácter provincial se trata la
importante cuestión de la necesidad de articular el
110
Oscar L. Bellido Aguilera
plan de acción de la comunidad con los planes de la
economía y el presupuesto anual. Al respecto, es preciso
añadir que tal articulación debe responder al principio
de unidad, es decir, la relación entre las distintas escalas
no debe ser verticalista ni autoritaria, sino que debe
fluir en dos corrientes de información y comunicación
articuladas: «micro-meso-macro» y «macro-mesomicro», integradas en un proceso único que, para ser
viable, exige una elevada eficiencia integral ajena a la
burocracia inoperante.37
Vivir por un proyecto, un plan o una utopía le otorga
sentido a la vida. Es preciso, entonces, encontrar esa
suprema aspiración.
Notas
1. Luis Marcelo Yera, En busca del paradigma perdido de Marx y
Engels, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p. 29.
2. En lo adelante, los términos planificación, planeación y
planeamiento, serán utilizados indistintamente, pues son asumidos
como sinónimos.
3. Claudio Katz, Comunismo, socialismo y transición. Metas y
fundamentos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004,
p. 11.
4. Ídem.
5. Hanz Lenk, Entre la epistemología y la ciencia social, Alfa,
Barcelona, 1988, pp. 153-5.
6. Istvan Mészáros, «La planificación: La necesidad de vencer el
abuso de tiempo del capital», Revista Cubana de Ciencias Sociales,
n. 36/37, La Habana, julio de 2005-mayo de 2006, p. 9.
7. Carlos Marx, citado en Z. M. Orudzhev, La dialéctica como
sistema, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 231-3.
8. Jorge Núñez Jover, La Ciencia y la Tecnología como procesos
sociales, Editorial Félix Varela, La Habana, 2002, p. 17.
9. Daniel Goleman, Inteligencia emocional, Kairós, Barcelona,
1997, p. 24.
10. José Bleger, «Psicología de la conducta», en Manuel A. Calviño
Valdés-Fauly, ed., Análisis dinámico del comportamiento, Editorial
Félix Varela, La Habana, 2004, p. 61.
11. Fernando González, citado en Lourdes Fernández Rius, «La
personalidad. Algunos presupuestos para su comprensión», en
Zoe Bello Dávila y Julio César Casales Fernández, eds., Psicología
general, Editorial Félix Varela, La Habana, 2005, p. 79.
12. Véase Lourdes Fernández Rius, ob. cit., pp. 85-6.
13. Véase Manuel A. Calviño Valdés-Fauly, ob. cit., p. 38.
14. Armando Hart, «La ética y las ciencias de la vida», Bohemia,
n. 22, La Habana, 26 de octubre de 2007, p. 14.
15. Ídem.
16. Esperanza Guisán, Introducción a la ética, Cátedra, Madrid,
1995.
17. Luis Eduardo Castro Zea, «La cultura de la planificación»,
en Ruth Saavedra et al., Planificación del desarrollo, Fundación
Universidad de Bogotá-Jorge Tadeo Lozano, Santafé de Bogotá,
1999, pp. 68-70.
18. Max Weber, Economía y sociedad, Fondo de Cultura Económica,
México, DF, 1998, p. 47.
19. Cintio Vitier, Ese sol del mundo moral, Editorial Félix Varela,
La Habana, 2006, p. 107.
20. Tales inventarios tienden a omitir importantes deficiencias o
potencialidades de las subjetividades individuales y comunitarias y
de los procesos de mediación (de gestión, coordinación, interacción,
cooperación, integración).
35. Véase María T. Caballero Rivacoba y Mirtha Yordi García, El
trabajo comunitario. Alternativa cubana para el desarrollo social,
Editorial Ácana-Universidad de Camagüey, Camagüey, 2004.
36. Joaquín Alonso Freyre et al., Metodología para el estudio e
intervención para el desarrollo comunitario, Universidad Central
Marta Abreu de Las Villas, Santa Clara, 2004, p. 1. [Inédito].
37. Ibídem, 2004, p. 7.
38. Asamblea Provincial del Poder Popular, Principales acciones de
trabajo comunitario a desarrollar en la provincia, Holguín, 2002,
p. 1.
21. Véase Diego Jorge González Serra, La psicología del reflejo
creador, Pueblo y Educación, La Habana, 2004, pp. 204-18.
22. Mayra Espina, citada en Alina Perera y Marianela Martín,
«Echando anclas en la tempestad (I)», Juventud Rebelde, La Habana,
12 de julio de 2009, p. 4.
, 2013
23. Istvan Mészáros, «El socialismo en el siglo xxi. Primera parte»,
Marx Ahora, n. 25, La Habana, 2008, p. 22.
24. Raúl Castro Ruz, «Es preciso caminar hacia el futuro, con
paso firme y seguro, porque sencillamente no tenemos derecho a
equivocarnos» (discurso pronunciado en la clausura del IV Período
Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular),
Granma, La Habana, 21 de diciembre de 2009, p. 3.
25. Las ideas y conceptos antes expuestos fueron aplicados en la
práctica social de una investigación-acción participativa, solicitada
por las autoridades de la provincia de Holguín. Véase «Algunas
consideraciones sobre la experiencia en el Consejo Popular de
Alcides Pino, Holguín», Revista Cubana de Ciencias Sociales, n.
43, La Habana, 2012.
26. Nydia González y Argelia Fernández, eds., Trabajo comunitario.
Selección de lecturas, CIE Graciela Bustillos-Asociación de
Pedagogos de Cuba, La Habana, 1999, p. 10.
27. Miguel Limia David, «¿Una sociedad imposible?», en Nydia
González y Argelia Fernández, ob. cit., pp. 55-6.
28. Idem.
29. «Informe a la Asamblea Nacional del Grupo ministerial
creado en la década de los noventa para la atención del trabajo
comunitario», en Nydia González y Argelia Fernández, ob. cit.,
pp. 59-63.
30. Inmanuel Kant, citado en Eval Iliénkov, «Lógica dialéctica.
Ensayos sobre historia y teoría», Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1984, pp. 64-5.
31. Véase Rafael Alberto Pérez González, «Estrategias de
comunicación», Editorial Ariel S. A., Barcelona, 2006, p. 179.
32. Véase Silvia Montano Jorrín, «El trabajo sociocultural
comunitario», Análisis de Coyuntura, n. 3, abril de 1999, La Habana,
pp. 25-35.
33. María del Carmen Caño Secade, «Cuba, desarrollo local en
los 90», en Francisco Rojas Ochoa et al., Desarrollo humano local.
Antología para curso de diplomado sobre desarrollo económico local,
Cátedra UNESCO de Desarrollo Humano Sostenible-Universidad
de La Habana-PNUD-PDHL-OIT, La Habana, 2004, pp. 168-9.
34. No se trata de un plan de acciones de corto plazo, sino de
uno con un horizonte temporal entre mediano y largo, que se irá
materializando, ajustando anualmente a través de los planes, de
acción, proyectos y programas en curso.
Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía)
111
Sin tapas
y con tapas...
Esta vez la sección ofrece diversas aristas
sobre arte, literatura, política
e historiografía, que atañen a islas caribeñas
y países latinoamericanos.
El primero es un notable análisis
de los motivos y procedimientos narrativos
de un escritor «que no se parece a nadie».
lectura
sucesiva
Continúa la meditación de un director
de teatro sobre las vivencias y reflexiones
durante el proceso
de una representación dramática.
Una reseña invita a leer
sobre los desafíos de la lucha política
y de clases en América Latina
dentro del contexto de la hegemonía
del pensamiento liberal y neoliberal.
El lector encontrará también
una mirada a volúmenes que sirven
de pretexto para incursionar
y conocer la historia de las distintas
y numerosas islas antillanas
en su relación con el mundo atlántico.
Por último, un acercamiento a los vínculos
entre Cuba y los Estados Unidos
en exposiciones internacionales.
Primera mención (estudios sobre arte y literatura)
Premio Temas de Ensayo 2012
Felisberto
Hernández:
el nacimiento
de una
estética
Gustavo Lespada
Profesor e investigador. Universidad de Buenos Aires.
E
La función de la crítica debería consistir en
mostrar cómo es lo que es, incluso qué es lo que es,
y no enseñar qué significa.
Susan Sontag
l escritor uruguayo Felisberto Hernández
(1902-1964) es autor de una obra de tal
extrañeza que estuvo condenada desde los
inicios a la incomprensión y la marginalidad;
aunque esto se ha venido revirtiendo en las últimas
décadas, muchas veces la crítica no acierta a caracterizar
su narrativa y la reduce a la referencia biográfica o la
presenta como literatura fantástica. Aun considerándolo
dentro de las vanguardias históricas, Felisberto es un
vanguardista, al punto que tanto Juan Carlos Onetti
como Italo Calvino coincidieron en que no se parece a
nadie. Tal vez porque su especificidad no se encuentre
tanto en el qué dice sino en el cómo lo dice.
Entre 1925 y 1931, alternando la escritura con
el oficio de pianista itinerante, publicó Fulano de
tal, Libro sin tapas, La cara de Ana y La envenenada:
cuatro microlibros de edición precaria, sin tapas y
en un papel tan ordinario que se llegó a compararlo
con el de «envolver los fideos».1 Salvo excepciones, la
crítica no se ocupa de estos textos —que aparecieran
en el tomo I de su obra completa con el título de
Primeras invenciones—,2 en parte por su registro de
francotirador, su carácter experimental y fragmentario.
José Pedro Díaz, quien fuera el curador de su obra y
acaso el iniciador de un abordaje serio de su estudio, se
refiere a ellos como «vislumbres, escorzos, situaciones
ocasionales que no ofrecían fundamento bastante para
una narración propiamente dicha».3
Sin embargo, en esta primera etapa ya aparecen
muchos de los motivos y procedimientos que
caracterizarían su estilo definitivo, consolidado a
partir de los relatos memorialistas de los años 40;
por ello es mi intención reivindicar esta zona de su
producción a partir del análisis de algunos de los relatos
más significativos del período, en los cuales pueden
revelarse dichos procedimientos. Entre ellos: el carácter
onírico de un registro asociativo cuyas digresiones
exacerban el uso de la metonimia, la percepción
de una realidad otra superpuesta a la cotidiana, un
humor que a veces raya en el absurdo, el empleo de la
prosopopeya o animación de abstracciones y objetos,
la irrupción del misterio —no como amenaza, propio
del género fantástico o del policial, sino un misterio
doméstico, esparcido entre las cosas de todos los
días—, la fragmentación como estrategia discursiva,
la conjunción de elementos disímiles a la manera de
figuras como la metáfora o el zeugma, la morosidad del
relato junto a la intrascendencia temática, el planteo
de problemas sin pretender resolverlos ni explicarlos,
así como transgresiones formales que provocan
alteraciones en las figuras retóricas.
Felisberto Hernández:
el nacimiento
de una estética
n. 75: 113-120,
julio-septiembre
de 2013
113
Fulano de tal (1925) se caracteriza por formulaciones
abstractas, fragmentarias, observaciones provocativas
hechas como al pasar, de humor ácido y hasta morboso.
Se compone de cuatro secciones: «Prólogo», «Cosas
para leer en el tranvía», «Diario» y un epílogo de
título contradictorio: «Prólogo de un libro que nunca
pude empezar», en el que, además de desconocer los
circuitos consagrados del sentido común y las fórmulas
racionales, se propone «decir lo que sabe que no podrá
decir». Felisberto repetirá una y mil veces que no sabe,
con una especie de pulsión —hacia lo que ignora y hacia
los límites del lenguaje— que podríamos calificar de
identificación con la falta, como una anagnórisis en la
carencia.
Libro sin tapas (1929) adelanta, desde el título,
una identidad signada por la falta. Pero además de
la condición paupérrima de aquellas publicaciones,
carentes de la prolijidad mínima que les hubiera
permitido llegar a las vidrieras de las librerías, hay
una propuesta de apertura explícita desde el epígrafe
de la primera edición, donde invitaba a «escribir antes
y después de él». Texto desprovisto de los límites que
materializan las tapas, incitación a liberarse del marco
y de los protocolos literarios, tal vez lo más interesante
de este nuevo librillo resida en dos breves relatos: «El
vestido blanco» y «La casa de Irene».
En el primero, la prosopopeya se instala como
recurso narrativo para humanizar el objeto, en este
caso bajo la forma de transferencia del deseo. Aquí el
protagonismo se desplaza de la pareja de amantes hacia
un objeto de la escena: las puertas-ventanas del balcón.
¿Ellas se animan a aquello que los personajes reprimen?
Esta personificación no es la de las fábulas, no remite
a ninguna simbología alegórica.4 A lo sumo pone en
evidencia, o mejor, denuncia la inacción del sujeto, cuya
parálisis resalta por contraste con el frenesí del objeto:
si el objeto se anima el sujeto se des-anima, se cosifica,
y esta inversión hace que caigan las fronteras que los
separan como entidades de órdenes distintos.
En «La casa de Irene» lo animado resulta,
fundamentalmente, la silla que sujeta a la joven. Allí
el narrador-personaje dice haber descubierto «un
misterio blanco», cuya particularidad consiste en
la contraposición con el misterio oscuro, literario,
codificado por el relato policial, el fantástico o la
novela gótica. El fragmento final es tajante y conciso
como un telegrama: «Hace muchos días que no
escribo. Con Irene me fue bien, pero entonces poco a
poco fue desapareciendo el misterio blanco». Como
si se concluyera que mientras no hubo certeza hubo
imaginación, encantamiento, incitantes complicidades,
pero al consumarse la relación y entrar en el cauce
de lo previsible cesa la animación de los objetos,
el relato pierde sustento y termina. Por otra parte,
resulta compatible con los postulados estéticos que
114
Gustavo Lespada
el encauzamiento en la previsibilidad «cancele»
el relato, puesto que si lo previsible constituye la
norma —mientras que en la transgresión reside el
efecto estilístico—, es coherente que el retorno a la
«normalidad» suprima la lectura figurada, es decir,
poética del texto.5
El rostro de una estética
En 1930, Felisberto publica La cara de Ana. Si bien
solo cinco narraciones integran esta tercera propuesta
y algunas, como «Amalia» o «La suma», repiten el
esquema de ocurrencia intrascendente, se aprecian
novedades en lo conciernente a los procedimientos.
En la historia que da nombre al libro se inaugura el
relato de la memoria —característico del período que
comienza con Por los tiempos de Clemente Colling—con
un desarrollo y una densidad narrativa que nada
tienen que envidiarle a muchos cuentos de Nadie
encendía las lámparas (1947). Además de la inquietante
conformación del personaje de Ana, encontramos
aquí un narrador infantil —similar al que aparece en
El caballo perdido (1942)—, nuevas manifestaciones
de la prosopopeya en el uso de abstracciones como
actantes y cierta singularidad en el manejo de otras
figuras retóricas, como la comparación, la elipsis y el
zeugma. Compuesta por cinco fragmentos, al primero
corresponde una instancia explicativa o abstracta, que
da cuenta del doble comportamiento del yo narrador:
un niño que a veces siente parecido a las demás personas
y en otras ocasiones de manera distinta o especial.
El segundo registro asume rasgos metadiegéticos, es
decir, se vuelca sobre sí, reflexiona sobre su forma
particular de percepción y caracteriza los mecanismos
con que esa percepción se inscribe. La crítica advierte
en esta última forma de sentir del niño una alusión a
«una poética de la obra abierta» y a una escritura que
produce trastrocamientos e inversiones.6
La irrupción de Ana refuerza la zona de la diferencia,
es más, Ana encarna lo imprevisible, el misterio, la
libertad, la transgresión y la antítesis del estereotipo, o
sea, el lado oscuro y creativo del narrador exteriorizado,
hecho personaje. Ana es la obra misma que ríe. Sin
hacer promoción de criterios evolucionistas es evidente
que hubo un avance respecto de los experimentos y
gestos fragmentarios: en este relato se asoma la cara
de la estética de Felisberto.
Ella se llamaba Ana y no era traviesa ni sacudida. Pero
tenía unos ojos negros muy abiertos y miraba todo
con una curiosidad libre y desfachatada. Yo la miraba
mientras ella miraba todo, y ella miraba todo como
si yo no estuviera. Entonces fui a decirle a mi madre
que ella miraba todo. Cuando volví al patio Ana estaba
haciendo lo mismo que yo: caminaba por las lozas sin
pisar las rayas.7
Desfachatada: descarada. «La cara de Ana» es el
escenario del descaro; el lugar emblemático del nombre
—del título— presenta una identidad atravesada por
una doble contradicción. En el nivel semántico, Ana
personifica la insolencia, el atrevimiento de lo distinto
en franca oposición a los adultos que representan
el sistema de reglas y convenciones, en suma, el rol
conservador de la Ley que rige el statu quo. A su vez,
la risa de Ana, al violar —la dureza del verbo empleado
expresa el antónimo de la contención, el respeto y
el acatamiento— el silencio de los mayores produce
dos consecuencias, también inscritas en el sistema
dicotómico del planteo inicial: por un lado la represión
—el castigo que le inflige su madre—, por otro, la
identificación alegre y solidaria del narrador, en franco
desafío a la censura y la admonición:
Hubo un silencio raro porque todavía no había una
confianza definitiva en todos los que había en la mesa.
Ana los empezó a mirar y a sentir el silencio raro, pero al
momento sintió ganas de violar ese silencio: me miró para
ver si a mí me ocurría lo mismo y aunque no me encontró
con la misma predisposición, no pudo aguantar la risa
y soltó una carcajada desvergonzada. A ella, la madre le
dio un pellizcón; pero me empecé a tentar yo. Cuando la
volví a mirar ella estaba llorando, y cuando ella me volvió
a mirar a mí, los dos soltamos la risa.8
La risa —rasgo distintivo de lo humano, según
Aristóteles— aparece como una expansión disruptiva
y liberadora frente al silencio solemne y circunspecto
de los mayores. Ante el desacato, la reacción no se hace
esperar. El orden debe ser restaurado; el desborde,
contenido; la transgresión, castigada, y quien ríe deberá
llorar. La risa introduce la osadía, dice Mijail Bajtin, y
por ese camino conduce a la desmitificación en tanto
destruye el miedo y las formalidades del acatamiento
irreflexivo; en consecuencia, dice el teórico ruso,
el circuito dentro de lo familiar es «risa-blasfemiaazotes».9 A pesar de provocar el llanto inmediato, el
escarmiento tiene una eficacia relativa, como toda
represión, y a la larga solo consigue multiplicar la
hilarante rebeldía en los niños.
Elemento clave del personaje y del relato es
justamente la risa. Bajtin estudió de manera exhaustiva
su carácter desacralizador y su funcionalidad para
transgredir interdictos y trastrocar jerarquías, sobre
todo como manifestación popular en oposición a la
alta cultura y los cultos oficiales: ante la comicidad y el
desborde festivo la distinción entre lo elevado y lo bajo, lo
prohibido y lo autorizado, lo sagrado y lo profano pierde
toda su fuerza. Pero no solo como elemento paródico
o de burla, la verdadera risa, ambivalente y universal,
no excluye lo serio, sino que lo purifica y lo completa
al neutralizar el dogmatismo, la unilateralidad, la
esclerosis y el fanatismo.10
La risa acorta todas las distancias, acerca el objeto,
lo torna familiar, y en esa familiaridad puede trocarlo,
voltearlo, ponerlo al revés, en suma, analizarlo; porque
la risa es el preámbulo de la libertad de pensamiento,
como lo entendió la sátira menipea. Su contrario se
reviste de hierática solemnidad ante el peligro de la
burla y la indisciplina: se trata de aquella seriedad
intransigente y represiva que se instala a partir de la
Edad Media como un instrumento de dominación —en
nombre de «nobles causas» o de la fe religiosa—, que
no tolera ninguna disidencia, ningún gesto que pueda
significar un matiz de ambivalencia o de interpretación
herética de aquello que se quiere unívoco, universal y
para siempre jamás. Severidad que sobrevive en esa
mojigatería a ultranza de los burócratas de cualquier
signo, que hacen dogma de los protocolos y los «buenos
modales» o califican de «poco serio» cualquier desliz
heterodoxo.
En «La cara de Ana» también se trata de la respuesta
ante la seria rigidez de la muerte. A ese «silencio
quieto» —de los adultos, del abuelo fallecido— se
opone la risa de la niña, que estimula la expansión
de la «simultaneidad extraña» en la percepción del
personaje-narrador, o sea, esa otra actitud que abre el
mundo hacia nuevas relaciones, o mejor, a un nuevo
conocimiento de este. Durante el velatorio del abuelo,
el protagonista del cuento reflexiona:
En otras de las veces sentí el destino de mi manera
especial: yo estaba parado en el zaguán; en la pieza de la
derecha los de mi familia lloraban y nombraban a Dios
—a veces detenían el llanto un poco como para dar vuelo
al comentario y después volvían a llorar—; en la pieza
de la izquierda estaba mi abuelo que no se le importaba
nada de los demás; por la vereda pasaba la gente muy
alegre y no se le importaba nada de lo de adentro; y por
alguna otra parte debía estar Ana riéndose del silencio
de los demás y del silencio que tenía mi abuelo por la
muerte.11
Me detengo en esta oposición entre la risa y el silencio.
En sus reflexiones sobre la narrativa, Bajtin identifica
a la risa como uno de los principales factores que
hicieron posible la abolición de la distancia épica y del
sometimiento acrítico a la tradición. La narrativa tiende
hacia lo que no está acabado, por eso también señala la
desemejanza entre la cercanía de la vida cotidiana y la
veneración de un pasado muerto, propia de la épica:
«La palabra acerca de un hombre muerto se diferencia
profundamente, desde el punto de vista estilístico, de la
palabra acerca de un hombre vivo». Pero la risa no solo
elimina esa distancia épica sino que, insisto, destruye
todo tipo de distancia: jerárquica, normativa, de valores.
Introduce el diálogo, la diversidad, la investigación,
el desenmascaramiento del interior y la apariencia,
el dinamismo, la plasticidad de la no coincidencia.12
Todo esto también provoca Ana con su risa; todo este
desacomodo produce la poética de Felisberto con su
constante presencia humorística, corrosiva, alerta,
mostrando el envés de los actos cotidianos.
Felisberto Hernández: el nacimiento de una estética
115
Entonces sentí todo con una simultaneidad extraña: en una
pieza el movimiento de los comentarios y los llantos, en la
otra el silencio quieto de mi abuelo y de los candelabros
—con excepción de las llamitas de las velas que era lo
único que tenía movimiento en esa pieza—, el ruido y
la alegría en la vereda y la risa que me imaginaba que
tendría Ana en alguna parte. Ninguna de estas cosas
tenían que ver unas con otras; me parecía que cada una
de ellas me pegaba en un sentido como si fueran notas;
que yo las sentía todas juntas como un acorde y que a
medida que pasaba el tiempo unas quedaban detenidas
y otras se movían.13
La «simultaneidad extraña» es la que rompe con la
alineación causal y sucesiva a que nos obliga el lenguaje.
«Ninguna de estas cosas tenían que ver unas con otras»:
como si la percepción del niño estuviera caracterizando
la naturaleza incongruente y dispersa del propio texto,
al tiempo que se pone de manifiesto la artificialidad de
toda coherencia lineal y progresiva.14
El tropo que ronda la prefiguración del aleph
borgeano se denomina zeugma o silepsis, que además
de ser una variante de la elipsis es una forma singular de
coordinación: participa de la acción de uncir, de «poner
bajo el mismo yugo» elementos disímiles, de diferente
naturaleza, lo cual produce incongruencias semánticas
o sintácticas. Justamente una de las maneras que tienen
estos relatos de producir extrañamiento es la de tratar
bajo un mismo régimen entes, objetos y personajes.
Esta conjunción de lo distinto vuelve porosos los
límites, embosca el lugar común, disuelve los casilleros
de los compartimentos estancos. Al caracterizar esta
forma de narrar, podríamos hablar de comportamiento
zeugmático, si tal cosa existiera en la narratología.
En Ana parecieran concentrarse los mecanismos del
extrañamiento como una prefiguración o condensación
de los procedimientos narrativos que confrontan
con todos los estereotipos de las estéticas realistas
o naturalistas dominantes en el Uruguay de 1930;
en suma, en su despliegue de imprevisibilidad,
desacralización y misterio, este personaje encarna
también un nivel metadiegético que se identifica con la
percepción «especial» del narrador, en la que, además,
parecieran cifrarse los principios estéticos. Es posible
ver su rostro, leer su cara extraña y bella como la faz
de una poética en la que todos sus elementos son
significativos.15
Ángel Rama, para quien este texto resulta capital
en la producción de Felisberto, señala la conexión
con una corriente del arte posterior a la Primera
guerra mundial, llamada unanimismo o simultaneismo
—caracterizada por una aglomeración de elementos
dispares, sin sentido o de aparente incoherencia—,
en la que el artista intentaba dar cuenta de la eclosión
vertiginosa y simultánea de la vida moderna, sobre
todo del ajetreo urbano de las grandes ciudades. En la
continuación de esta línea perceptiva está el «encuentro
fortuito» de Lautréamont —el paraguas y la máquina
116
Gustavo Lespada
de coser en la mesa de disección— que el surrealismo
transformara en emblema. Asociar lo disociado,
disociar lo unido, romper las cadenas lógicas, recuperar
el registro infantil: son marcas de una época que se
rebela contra el reinado causalista y lineal de la Razón;
en la prosa de Hernández estos elementos poseen sello
propio, se presentan con cualidades particulares que no
encontraremos en ningún programa de vanguardia.16
En mi manera de sentir el destino me parecía que Ana
con su risa miraba a la Tierra dar vuelta, pero era tan
natural que Ana de acuerdo a su fisiología se encontrara
así como que la Tierra diera vueltas. Después empecé
a sentir todas las cosas que había en la pieza y la
sonrisa de Ana con la simultaneidad rara: había cuatro
cosas que formaban un acorde, dos figuras paradas: el
perchero y Ana, y dos acostadas: mi hermano y yo. El
perchero parecía meditabundo y no tenía nada que ver
con nosotros a pesar de estar allí; Ana con su locura
fija me miraba a mí y no se sabía si pensaría algo; mi
hermano dormía y el misterio de su sueño no tenía nada
que ver con nosotros tres; y yo sentía mi destino con la
simultaneidad rara.17
Nuevamente se asiste a la incongruencia, provocada
por la conjunción de los elementos disímiles que
componen los vértices de una figura geométrica o
las notas de un acorde musical, luego de congelar la
locura de Ana con la comparación que recae sobre
su risa y su mirada.18 Comparación imposible en
realidad, puesto que nadie sabe cómo es una cara
riéndose mientras mira la Tierra moverse —salvo que
se trate de un astronauta—; sin embargo, la imagen de
la alienación es contundente. La carga figurativa salta
sobre la racionalidad de la frase equivalente que la
calificaría como «una mirada fuera del mundo», para
lo cual coloca, literalmente, a Ana en la ingravidez del
espacio, a la vez que viviendo en el planeta, respirando
en él, a dos pasos del niño. Por otra parte, en la
descripción de los elementos que integran el acorde,
la unión de lo diferente bajo el rubro de «cosas»,
que igualan personajes y objetos, abre el camino a
la personificación del perchero, pasible de atributos
humanos, al tiempo que disuelve las fronteras y las
jerarquías convencionales.
No puede pasar inadvertido que solo en el último
fragmento se consigna la internación de Ana en un
manicomio, cuando ya el narrador ha entablado
con ella un vínculo solidario y afectivo que traslada
al lector; de esta manera el escritor evita cualquier
tipo de aprensión o juicio previo sobre el personaje,
al que se caracteriza desde el extrañamiento pero
eludiendo el estigma de la enfermedad. Así, sin
preconceptos, podemos acompañar hasta el final del
relato la percepción del narrador, quien ahora tiene
quince años, mientras que la niña se ha transformado
en una bella muchacha. Más aún, la mágica escena
final del encuentro con Ana en mitad de la noche,
En la temprana intuición de Felisberto Hernández acerca del carácter constitutivo
de lo no dicho y la productividad de los bordes, así como en la inmersión en
las zonas laterales del pensamiento, residen algunas de las manifestaciones
vanguardistas más efectivas de este registro que nunca transige en devolverle
al mundo una imagen especular y cerrada como un silogismo.
apenas iluminados por una vela, sugiere la seducción
que provoca en el joven su «locura fija»: «la única
sensación que tenía era de que la cara de Ana era
linda». El cierre del relato permanece suspendido en
la valoración de la belleza de lo extraño lo cual también
implica postular una estética otra. El tratamiento de la
locura bajo el signo de la complicidad y la seducción
socava, de alguna manera, la actitud «oficial» del Estado
positivista sobre esas patologías; de acuerdo con sus
esquemas higienistas y disciplinarios, este promovía
la separación y reclusión de los enfermos.19
En «El vapor», otro brevísimo relato incluido en La
cara de Ana, el narrador comienza diciendo que fue a
otra ciudad que tenía un río como para llegar o salir en
barco. En la segunda cláusula ya sabemos que en aquel
lugar no sucedió nada interesante, pero pronto veremos
que tampoco ocurrió nada cuando salió de la urbe; es
decir, lo que sigue es una expansión verbal que, lejos
de referirnos algún acontecimiento —como sería de
esperar—,20 se desliza hacia el interior del personaje
para constituirse en una indagación introspectiva
acerca de ciertas sensaciones: el protagonista ha dado
conciertos en esa ciudad y siente frustración ante la
indiferencia de las personas que no lo reconocen.
Ahora en el muelle había muy poca gente y de esa gente
parecía que nadie me conocía ni nadie había ido a mis
conciertos. Entonces tuve una angustia parecida a la de
los niños mimados cuando han vuelto de pasear y les
sacan el traje nuevo. Me reí de esa ridiculez y traté de
reaccionar, pero entonces caí en otra angustia mucho
más vieja, más cruel y que por primera vez vi que era de
una crueldad ridícula.21
Propongo retener la referencia al origen narcisista
del malestar y a la comparación con el berrinche de los
niños, porque a partir de aquí sobreviene la repetición
de la palabra angustia, que se reitera siete veces en
el primer y extenso párrafo. Relato sobre nada —la
angustia acontece porque el narrador percibe el vacío,
la falta de respuesta por parte de los habitantes—,
entraña una monótona repetición: carencia y exceso,
tal vez se trate de un exceso que opera en función de
resaltar una carencia.
Al mismo tiempo, pareciera que esta introspección
—que atiende casi exclusivamente a los mecanismos
internos mediante los cuales se procesan percepciones
y sentimientos— no pudiera ser narrada en un lenguaje
neutro; es decir, que ese deslizamiento entre el adentro
y el afuera, entre los sentimientos y las percepciones,
entre sujeto y objeto, entre lo ideal y lo material,
también se trasmitiera a las estructuras formales del
discurso que ya no distingue entre el sentido referencial
y el figurado.
Pero de pronto la angustia me volvió a atacar y la sentí
más precisa que nunca en su cruel ridiculez. La sentí
como si dos avechuchos se me hubieran parado uno
en cada hombro y se me hubieran encariñado. Cuando
la angustia se me aquietaba, ellos sacudían las alas y
se volvían a quedar tan inmóviles como me quedaba
yo en mi distracción. Ellos habían encontrado en mí
el que les convenía para ir adonde yo hubiera querido
ir solo.22
El narrador se refiere a su angustia con una
comparación totalmente inmotivada respecto de la
analogía —según Gérard Genette—23 que, además,
relaciona un singular con un plural: «La sentí como si
dos avechuchos se me hubieran parado uno en cada
hombro y se me hubieran encariñado». Pero en seguida
desaparece el nexo copulativo y esos avechuchos
cobran vuelo propio en las cláusulas siguientes. Se
independizan del personaje y del primer término de la
comparación, es decir, de la angustia; además, del papel
secundario que desempeñaban en la zona predicativa
saltan al protagonismo de la acción: toman posesión del
sujeto, que ejerce la praxis verbal; ahora ellos sacuden
las alas y perturban al narrador. Por otra parte, puesto
que el sentido directo debe su comprensión a las reglas
gramaticales, la infracción de estas últimas conlleva
diferentes grados de indeterminación: la expresión
pierde univocidad, la anfibología agita sus alas sobre
lo expresado como las aves sobre el personaje.24
Esta desestructuración que no respeta categorías ni
hiatos no es algo menor. Si la comparación se funda
en una percepción estática de afinidades —y en esta
característica se plantea la principal diferencia con la
metáfora—,25 es obvio que ese estatismo se ha roto aquí
y la dinámica que se imprime a esta figura la transforma
en otra cosa. Cuando se alteran las leyes que otorgan
estabilidad al enunciado, el lenguaje ya no designa ni
refiere, sino que confiere; la imagen se ha convertido
en puro devenir. La ficción de los avechuchos nace de
una figura retórica que escenifica la génesis literaria
del relato, entendido este último como negación de
cualquier actitud mimética: las palabras empollan a
las palabras.
Felisberto Hernández: el nacimiento de una estética
117
En consonancia, que el término subordinado se
deshaga de la sujeción sintáctica y sea capaz de subvertir
la relación jerárquica de la oración es un gesto que
trasciende la esfera lingüística o, si se prefiere, que nos
remite a los efectos performativos del lenguaje. Romper
la inmutabilidad de la sintaxis mediante una inversión
de las reglas gramaticales —la sintaxis es el código
legal de la lengua— tiene consecuencias semánticas:
esa transgresión tiende a desarticular la estabilidad del
sistema. La puesta en crisis de los sentidos instaurados
corroe cualquier forma de cristalización conceptual,
puesto que toda subversión formal es, en última
instancia, política. Política de la lengua, obviamente,
pero que transgrede una juridicidad al liberarse de la
norma. Según Theodor Adorno, se trata de un acto
trascendente, porque los elementos formales del arte
poseen implicaciones políticas; y en la libertad de las
formas se encuentra cifrada la liberación de la sociedad,
«pues la forma, contexto estético de los elementos
singulares, representa en la obra de arte la relación
social».26
Estos mecanismos de inversiones y desplazamientos
se diseminan por todo el texto comunicando el
adentro con el afuera, anulando las diferencias entre
objetos y abstracciones, contaminando las categorías
de espacio y tiempo. Entonces, puede suceder que
un hombre parado en un muelle se caiga, no al agua
como sería de esperar, sino en una angustia o «en la
impersonalidad»; que una idea se solidifique —«la idea
de los avechuchos se me había endurecido»—; que
alguien pueda estar ubicado «en la mitad del silencio»;
que la perspectiva habilite la comparación de un barco
con «una imaginación pesada» o que el vacío adquiera
la consistencia necesaria para «apoyar un poco el
pensamiento y el espíritu».27 El final es tan abrupto
e inesperado como el comienzo, se trata de cortes
provocados en la ilusión de continuidad secuencial de
la narración: uno cae en estos relatos que de pronto se
cortan como si les faltara una parte, se interrumpen y
dejan la ausencia entre las manos del lector.
A pesar de que la crítica interpretativa suele rellenar
estas ausencias, el texto rehuye las explicaciones: «tenía
la cabeza como si fuera un aparato que percibiera todo
pero que no explicara nada».28 Aunque quizás, a su
manera, Felisberto nos explique la forma enrarecida,
es decir, poética, de hacer ingresar la realidad en sus
textos. Una realidad hecha de lenguaje —qué es lo que
perdura sino las palabras— y que se reivindica como tal
al construirse sin pudor alguno ante los ojos del lector;
la génesis del relato dentro del relato. Una realidad
que se forja en el cruce de la impresión externa y la
subjetividad del personaje; que no existe terminada y
ajena, fuera del sujeto, puesto que, como decía Víctor
Shklovski, lo que ya está «realizado» no le interesa a
la literatura.29
118
Gustavo Lespada
Una prosa recursiva
Un año después de La cara de Ana aparece un nuevo
microlibro con cuatro narraciones, la más extensa da
nombre al volumen. Con «La envenenada», Felisberto
vuelve al narrador en tercera persona, extradiegético, de
focalización fija, con una omnisciencia restringida al
protagonista, y cuya función paródica solo en apariencia
opera sobre el género policial; su verdadero ataque
—«quería atacar algún asunto»— parece dirigirse
contra cierto «modelo» o arquetipo del escritor —al
que peyorativamente denomina «literato»— y que
involucra a académicos e intelectuales en general, a los
que ridiculiza valiéndose de un muestrario de figuras,
con el mismo escarnio de los primeros relatos aunque
con recursos más aceitados.
Un texto que rompe con los esencialismos
contenidistas, que desacredita los protocolos literarios
vigentes, que invierte el uso de las figuras y ubica
la artificialidad del escritor en el centro del relato
haciendo alarde de una construcción lingüística cerrada
sobre sí misma; ciertamente deconstruye la estética de
la simulación realista, a la vez que nos conecta por otra
vía con lo real; es decir, construye su propio verosímil
al poner en evidencia que no hay nada más irreal que la
ilusión referencial del realismo o, más radical aún, que
de manera indefectible la realidad pasa por el lenguaje,
es lenguaje.30
En «Hace dos días», otro cuento breve, la no
concordancia del lenguaje con el mundo físico y real
queda cifrada en la incongruencia del relato que solo
narra su propia imposibilidad: el desencuentro de los
amantes se transfiere a la órbita del lenguaje. Tampoco
en esta narración se resuelve el desfase tempoespacial
entre el deseo del encuentro y la frustración:
Poco después que pasaron aquellos momentos extraños
en que andaba por esta pieza y el patio, y sentía cómo era
la calle que pasaba por mi casa y los árboles de enfrente;
después que estuve en el escritorio y quise escribir,
después que sufrí la traición de lo lento y lo medido;
entonces, después, al mucho rato, pensé suavemente
en ella y en mí: me imaginaba cómo sería cuando nos
diéramos el primer beso, cómo sería de ancha su cara
cuando yo estuviera hundido en ella, y cómo sería el
silencio de alrededor de ese beso.31
Otra vez el final suspendido, el cierre que convoca
al silencio que adviene en el blanco de la página
dejándonos en comunión con lo no dicho, con aquello
que la experiencia tiene de intraducible. De nuevo
la figura disolviéndose en el fondo: la unión de los
labios permanece fuera de foco mientras la lente
narrativa busca un primer plano del margen, de lo
que está alrededor, como si en ese silencio residiera
el sentido del beso. Deseo de las palabras o, mejor
dicho, palabras que asedian al deseo, a la necesidad de
decirlo, aprehenderlo por medio de signos mágicos,
invocarlo como en un ritual esotérico, sujetarlo sobre
la superficie plana como a una mariposa de colección
que aún se estremece atravesada por el alfiler. Deseo del
deseo, es decir, de una ausencia sobre la cual se dibuje
el sentido de un lleno.
Ese silencio representa lo que ninguna consumación
habrá de colmar ni calmar nunca. Expresa, en suma,
toda la expectación y lo inefable del deseo, puesto que
el deseo siempre es asedio a lo inasible. Pero tal silencio
ya no es el mismo que paralizaba al personaje por miedo
a perder el «ataque» de amor; aquí estamos frente a
un silencio activo —según palabras de Susan Sontag—,
como muestra de rechazo a ciertos mecanismos
racionalistas y como propuesta germinal de otras formas
de pensamiento: un silencio que mantiene las causas
abiertas y fuera del tiempo convencional. La forma en
que el arte contemporáneo está comprometido con lo
inefable es específica, porque en la concepción moderna
«el arte siempre está relacionado con transgresiones
sistemáticas de tipo formal».32
A manera de conclusión
En distintos momentos del análisis señalé ciertas
operaciones narrativas que alteran la sintaxis, la
gramaticalidad. Por ejemplo, uno de los mecanismos de
animación de objetos o abstracciones se iniciaba en la
transgresión de una norma sintáctica, como la que resulta
de transformar el segundo término de una comparación
en sujeto de una nueva cláusula; es decir, que del papel
figurado y secundario que desempeñaba en el predicado
pase a asumir el protagonismo de la acción verbal. Este
uso marcado del lenguaje podría ser más esperable en
poesía, en cambio aquí, al tratarse de un relato, se potencia
su imprevisibilidad, su carácter de ruptura.
Si se entiende como contexto previsible aquellas
funciones no marcadas —por ejemplo, que el segundo
término de una comparación permanezca predicativo
y estático, sin transformarse en sujeto ni cobrar vida
propia—, es posible apreciar que esta previsibilidad reside
en su correspondencia con los patrones lingüísticos, y
que el contraste del elemento imprevisible evidencia la
norma, puesto que la ley se percibe sobre todo cuando se
la transgrede. Por lo cual, lo previsible es (manifestación
de la) ley. Y toda escritura (poética, singular) que
desafíe la norma de la previsibilidad será subversiva, sin
importar la posición política o ideológica de su autor.
Pero subversión no quiere decir azar, ni caos, ni versitos
sacados de una galera, por el contrario, como claramente
expresa Edmond Jabès, «la subversión odia el desorden
[...] es, en sí misma, orden virtuoso opuesto a un orden
reaccionario».33
Esa inquietud por lo inefable evidencia una
preocupación por los límites del lenguaje. En la temprana
intuición de Felisberto Hernández acerca del carácter
constitutivo de lo no dicho y la productividad de los
bordes, así como en la inmersión en las zonas laterales
del pensamiento, residen algunas de las manifestaciones
vanguardistas más efectivas de este registro que nunca
transige en devolverle al mundo una imagen especular y
cerrada como un silogismo. Su escritura descubre, como
pocas, las incongruencias de la lógica y la indigencia del
pensamiento racional, con su obsesión por lo inaccesible
que palpita bajo la costra cotidiana, con su búsqueda
de todo lo que se nos niega y que por eso mismo tanto
nos fascina.
Notas
1. Juan Carlos Onetti, «Felisberto, el naif», Cuadernos
Hispanoamericanos, n. 302, Madrid, agosto de 1975, p. 258.
2. Felisberto Hernández, Obras completas, v. I (Primeras invenciones),
Siglo XXI Editores, México, DF, 1998, pp. 9-133.
3. José Pedro Díaz divide la obra de Hernández en tres etapas:
la primera, a partir de 1925 y conformada por los librillos sin
tapas editados por su autor; la segunda, por los relatos largos o
nouvelles (1942-1944): Por los tiempos de Clemente Colling, El
caballo perdido y Tierras de la memoria; y la última comprende los
cuentos de Nadie encendía las lámparas (1947), La casa inundada
(1960), y «Las Hortensias» (1949), y algunos publicados en revistas
o inéditos. Véase José Pedro Díaz, «Felisberto Hernández: una
conciencia que se rehúsa a la existencia», Tierras de la memoria,
Arca, Montevideo, 1965.
4. Si bien en la alegoría existen dos sentidos, el literal se encuentra
al servicio del simbólico o alegórico propiamente dicho, con lo
cual es este último el único que cuenta. En cambio, en los relatos
de Felisberto Hernández conviven el sentido literal y el figurado
en pie de igualdad, y en esta característica reside gran parte de su
extrañamiento y ambigüedad.
5. Michael Riffaterre demuestra que ciertos contrastes semánticos,
producidos por elementos empleados en una función distinta de
la propia, generan un efecto estilístico (poético) porque rompen
con la previsibilidad y la gramática, haciendo que la función
referencial deje de actuar. Véase Michael Riffaterre, Ensayos de
estilística estructural [1971], Seix Barral, Barcelona, 1976, pp. 8498 y 175-90.
6. Véase Ana María Barrenechea, «Auto-bio-grafía y auto-textografía: La cara de Ana», Escritura, a. VII, nn. 13-14, Caracas, enerodiciembre de 1982, pp. 57-68.
7. Felisberto Hernández , «La cara de Ana» [La cara de Ana], Obras
completas, ob. cit., p. 54. (El énfasis es mío. G. L.)
8. Ídem.
9. Véase Mijail M. Bajtin, Teoría y estética de la novela, Madrid,
Taurus, 1989.
10. Mijail M. Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y el
Renacimiento: el contexto de Françoise Rabelais, Barral Editores,
Barcelona, 1971, pp. 59-176.
11. Felisberto Hernández, «La cara de Ana», ob. cit., p. 55. (El
énfasis es mío. G. L.)
12. Véase Mijaíl M. Bajtin, Teoría y estética…, ob. cit., pp. 460-84.
Felisberto Hernández: el nacimiento de una estética
119
13. Felisberto Hernández, «La cara de Ana», ob. cit., p. 55. (El
énfasis es mío. G. L.)
25. Véase Bice Mortara Garavelli, Manual de retórica, Cátedra,
Madrid, 1991, p. 182.
14. Como dice Jorge L. Borges: «Lo que vieron mis ojos fue
simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo
es». Véase Jorge L. Borges, El Aleph, Obras completas I, Emecé,
Barcelona, 1998, p. 625.
26. Theodor W. Adorno, Teoría estética, Hyspamérica, Barcelona,
1984, pp. 332-3.
15. Roman Jakobson ilustra esta característica del lenguaje poético
con una hermosa anécdota: en África, ante la recriminación del
misionero porque andan desnudos, los nativos, señalándole el
rostro, le contestan que él también tiene parte de su cuerpo desnudo.
El misionero responde: «Seguro, pero es mi rostro». Y ellos replican:
«Entre nosotros todo el cuerpo es rostro». Lo mismo ocurre con la
poesía —dice Jakobson—, en ella todos los elementos lingüísticos
se ven convertidos en el rostro del lenguaje poético. Véase Roman
Jakobson, «Lingüística y poética», en El lenguaje y los problemas del
conocimiento, Rodolfo Alonso, Buenos Aires, 1979, p. 47.
16. Ángel Rama, «Su manera original de enfrentar al mundo»,
Escritura, a. VII, nn. 13-14, Caracas, enero-diciembre de 1982,
pp. 244-8.
17. Felisberto Hernández , «La cara de Ana», ob. cit., pp. 58-9. (El
énfasis es mío. G. L.)
18. Se trata de una comparación canónica o copulativa, introducida
por el nexo «como» o sus afines tal, cual, parecer, etc. Véase Grupo µ,
Retórica general, Paidós, Barcelona, 1987, pp. 187-9.
19. La condena institucional se extendía al conjunto de las prácticas
sociales y simbólicas, haciendo recaer en la diferencia excluida todos
los caracteres execrables y deterministas de la frenología lombrosiana.
La ideología del positivismo, predominante en las instituciones de
la modernidad, en «resguardo y prevención de los valores morales»,
pero sobre todo económicos, segregaba por igual el delito, la
prostitución y la enfermedad. El Estado positivista construyó, junto
a sus mecanismos de coerción, un sistema preventivo de higiene
pública, con la finalidad de erradicar el «peligro» que representaban
estos «agentes de la pérdida y el despilfarro». Tal ideología conocida
como «darwinismo social» promovía la «extirpación» de estos males
del «cuerpo de la sociedad», y responsabilizaba de las enormes
desigualdades sociales a la evolución biológica. Véase Eric Hobsbawn,
La era del Imperio, 1875-1914, Crítica-Grijalbo Mondadori, Buenos
Aires, 1998, pp. 252-70.
20. Véase Gérard Genette, Figuras III, Lumen, Barcelona, 1989,
p. 86.
21. Felisberto Hernández, «El vapor» [La cara de Ana], ob. cit., p. 65.
(El énfasis es mío. G. L.)
22. Ibídem, pp. 65-6.
23. Genette se posiciona contra la reducción de las figuras tanto
al modelo espacial de la metonimia como al analógico de la
metáfora, señalando que la comparación puede compensar la falta
de intensidad que la caracteriza recurriendo a efectos anómalos o
arbitrarios que la metáfora apenas puede permitirse, a riesgo de
resultar ininteligible, justamente por carecer del nexo comparativo.
Variados ejemplos fundamentan la riqueza de matices irónicos y
antifrásticos que es capaz de brindar la comparación. Véase Gérard
Genette, ob. cit., pp. 25-34.
24. Tzvetan Todorov señala que desde la antigüedad se diferencia
nítidamente el sentido directo (literal o propio) del sugerido o
figurado, atribuyendo al primero su intelección sujeta a las reglas
gramaticales de la lengua, univocidad e inmediatez, en tanto que el
sentido figurado es posterior, indeterminado y plural. Véase Tzvetan
Todorov, Simbolismo e interpretación, Monte Ávila, Caracas, 1992,
pp. 9-23.
120
Gustavo Lespada
27. Felisberto Hernández, «El vapor», ob. cit., pp. 65-7.
28. Ibídem, p. 66.
29. Víctor Shklovski, «El arte como artificio», en Tzvetan Todorov,
comp., Teoría de la literatura de los formalistas rusos, Siglo XXI
Editores, México, DF, 1997, p. 60.
30. Véase Roland Barthes, «El efecto de lo real», en Ricardo Piglia,
comp., Polémica sobre el Realismo, Tiempo Contemporáneo, Buenos
Aires, 1972.
31. Felisberto Hernández, «Hace dos días» [La envenenada], Obras
completas, ob. cit., p. 87.
32. Susan Sontag, «La estética del silencio», Estilos radicales, Taurus,
Madrid, 1997, p. 52.
33. Edmond Jabès, El pequeño libro de la subversión fuera de
sospecha, Trotta, Madrid, 2008, p. 22.
, 2013
El rol
del director
Rubén Sicilia Cruz
Director y dramaturgo.
S
Pienso que este género de investigación ha existido
frecuentemente fuera del teatro, si es que alguna
vez haya existido en ciertos teatros. Se trata del
camino de la vida y el conocimiento. Es muy
antiguo. Se manifiesta, viene formulado según la
época, el tiempo, la sociedad.
Jerzy Grotowski
e ha perdido la imagen del hacedor. Una imagen
que tal vez se conecta más con el espíritu de
los artesanos medievales que con el concepto
elitista del artista actual. Una imagen que
en el teatro de hoy se aproxima en su consecución a
la búsqueda de los alquimistas en aquella época: el
elíxir de la vida, el cuerpo diamantino, la gran obra,
la piedra filosofal. Los tiempos que corren parecen
traer el hálito de un pragmatismo crudo y sin límites.
Me aterran por igual «el tanto tienes, tanto vales» de
unos grupos sociales y la variante más peligrosa: «tanto
tienes, tanto puedes», sostenida por otros. Más aún, la
defensa que algunos hacen de un igualitarismo irreal,
en franca oposición a un individualismo feroz que
ahora mismo parece salir a flote. Estos puntos extremos
contradicen los axiomas antiguos sobre la necesidad de
conciliar opuestos como vía de equilibrio. Razón para
que algunos —tal vez supervivientes de otra edad—
busquemos hoy esta imagen a través del teatro, uno de
los pocos espacios de libertad que sobreviven, ante el
control ejercido por las sociedades modernas.
Esta imagen es un rol, una visión, una entidad,
un camino que el director teatral debe tomar para sí.
Y que hoy enfrenta el desafío de conciliar lo arcaico
y tradicional con las urgencias del pensamiento y
la vida actuales. Otrora existieron hombres que se
aproximaron a tal búsqueda —William Shakespeare
con las indicaciones de Hamlet, así como las intuiciones
de Moliere tal vez sean las primeras semillas—, pero
es con la inmensa e inexplicable figura de Konstantin
S. Stanislavski, a inicios del pasado siglo, que se hace
consciente por primera vez el rol del director. Fue un
verdadero investigador de las leyes para la creación
escénica.1
Aun así, existen antecedentes de gran fuerza en
otras culturas, como el antiguo tratado que Zeami
Motokiyo dejara para la posteridad,2 donde también
hace evidente, aunque habla del actor, la función del
director como guía; una idea de alcance vasto y sutil,
cuyo origen se remonta a fuentes profundas más
allá del teatro. El director y el actor están ligados.
El primero ha de ser, sobre todo, un escultor de las
pasiones humanas, en el sentido compositivo; es
decir, debe ofrecer una visión clara de los conflictos.
Sus materiales o herramientas básicas son, por un
lado, los cuerpos de los actores —precisa valorarlos
como esculturas cinéticas— y todas las posibilidades
de construcción en el espacio escénico. Por el otro,
El rol del de
director
n. 75: 121-127, julio-septiembre
2013
121
las complejas mentalidades de los artistas y el equipo
técnico; debe ser capaz de estimularlas, desafiarlas,
coordinarlas y guiarlas. Por lo tanto, se desempeña en
dos grandes planos: dirección de puesta en escena y
dirección de actores.
Las virtudes de negociador, la habilidad de conciliar,
de vincular y unir son necesarias en grado sumo. Deben
cultivarse a lo largo del tiempo y emplearse de manera
firme y flexible al unísono.
El director tradicional puede tener la autoridad
de dibujar —quizás imponer— la partitura desde
afuera. Y así corre el riesgo de quedar fuera del tiempo
—como una suerte de dictador— y de los avances del
pensamiento escénico. Por el contrario, el camino
del director guía plantea disyuntivas radicalmente
distintas, aun cuando las herramientas de ambos
coincidan: composición, acciones, movimientos,
énfasis. El guía debe tratar de vivir el lado receptivofemenino del proceso creador. Anular el yang por un
ying germinativo. Él debe sugerir, estimular, orientar
al actor en la búsqueda de las acciones y la totalidad
de la puesta, y debe hacerlo hasta desaparecer en el
intérprete. Este debe llegar a creer que ha encontrado
las líneas de la acción solo.3
En lo personal he llegado a una definición —a
mi juicio, más cercana a la contemporaneidad que
otras— sobre la labor del director, que en principio
asimila una base brechtiana en cuanto a la importancia
que le concede al público como elemento decisivo.
Subrayo dos conceptos claves. El primero, componer,
implica un acto estético-visual, el desarrollo de una
particular percepción de la belleza. En esa noción caben
todas las poéticas y procedimientos actuales, desde
el naturalismo hasta el teatro de la imagen, desde el
performance hasta el teatro espontáneo. Como afirma
Patrice Pavis, hoy el «modelo de la intertextualidad,
surgido del estructuralismo y de la semiología, cede el
lugar al de la interculturalidad».4
Al extenderse el intercambio cultural en las prácticas
teatrales recientes, el teatro parece convertirse cada vez
más en el almacén de los mundos. Es el espacio y el
no tiempo donde las culturas confluyen y dialogan. Se
sacuden, confrontan y estremecen. De Antonin Artaud
a Robert Wilson. De Gordon Craig al Bolívar del grupo
Rajatabla. De Jerzy Grotowski a la Neva de la compañía
Teatro en el Blanco, como un paradigma reciente de
un nivel actoral casi insuperable que impactó al gremio
teatral habanero, y recuerda algunos de los montajes
de Vicente Revuelta en sus años de quehacer más
significativos. Y en el mismo sentido, de Peter Brook al
Santiago García de Don Quijote, entre otros. Montajes
memorables que funcionan para mí como un reto.5
El segundo concepto, guiar, se refiere a la inagotable
relación de dar y tomar que se establece entre el actor
y el director, entre el alquimista y su discípulo en la
122
Rubén Sicilia Cruz
tradición occidental. Una relación que recuerda el
tamiz de los diálogos platónicos, donde Sócrates ejercita
las variables de la mayéutica para la comprensión
deductiva por parte del alumno. Este debe adquirir una
responsabilidad personal mediante el entendimiento.
Todo esto es un arte porque en las posibilidades
infinitas de construcción sugeridas no cabe en forma
absoluta la noción de ciencia.
El arte de componer y guiar
Propongo analizar el proceso de una representación
dramática desde su concepción inicial hasta su
encuentro con un público previamente visualizado. El rol del director —si no es una máscara circunstancial—
implica una práctica de vida y disciplina, además:
• Conocimiento de las leyes de un grupo teatral.
• Estudio ingenioso del movimiento y la acción.
• Sentido estético de la composición y su diseño visual
y escenográfico.
• Vivencias acerca del proceso técnico del actor, a
partir del autoconocimiento.
• Dominio práctico del principio dramatúrgico de
montaje.
• Sensibilidad a los ritmos y vibraciones del sonido
y la música.
• Percepción del tempo-ritmo en la acción.
El grupo: implica una relación sutil. Una suerte de
juego de equilibrios y compensaciones. Ensambles y
ajustes constantes. Tal equipo solo es posible mediante
la reunión de individualidades que se acoplen para
alcanzar un objetivo común. El director ha de tener
en cuenta las potencialidades y carencias de cada
integrante, proponer una línea de articulación entre
todas ellas y dominar las leyes del team. Algo muy
semejante a la relación de un grupo de trabajo esotérico
—de hecho, se puede llegar a este nivel si lo desea la
mayoría, si se quieren alcanzar objetivos de investigación
verdaderamente medulares. Un equipo surge cuando
cada miembro es consciente —comenzando por el
guía— de la necesidad de integrarse con los otros y de
la fuerza que compensa sus propias limitaciones. El
grupo es más viable cuanto más claras son las metas,
cuanto más fuerte es la inclinación de cada miembro
por alcanzarlas. Por esas paradojas de la vida, y además
por la tendencia a la compensación, mucha gente de
teatro tiene problemas de comunicación que funcionan
tal vez como estímulo inconsciente para acercarse a
un arte cuya base es precisamente la comunicación
humana y los conflictos vinculados con ella.
Para el guía que busca el conocimiento necesario
para conducir un proceso de esa naturaleza existen
estudios en los cuales inspirarse. Por ejemplo, los textos
de George I. Gurdjieff y sus poderosas afirmaciones
sobre trabajo grupal, y ciertas áreas de la psicología
transpersonal en la actualidad. 6 Las técnicas de
brain storm (tormenta de ideas) y las empresariales
sobre dinámica de grupo y liderazgo abren grandes
posibilidades para el trabajo de un colectivo teatral.
No obstante, nada sustituye la propia experiencia
y sensibilidad sobre la naturaleza humana. Se debe
entender que el ser humano se enfrenta a múltiples
obstáculos y contingencias; que la personalidad
fluctúa en los vaivenes de la vida. El problema de
los roles (el colaborativo, el mediador, el conflictivo,
el líder, etc.) y/o los cambios de estatus que ocurren
constantemente en el seno de una agrupación precisan
ser comprendidos y aceptados por parte del guía y de
todo el colectivo.
Un grupo constituye un espacio de libertad, implica
una cultura en sí y es un canal de fuerza creativa. Pero
no siempre somos lo que queremos ser. Muchas veces
estamos sometidos a la acción de fuerzas mecánicas.
Todo crecimiento personal ha de comenzar —y
el trabajo creativo del teatro precisa de ello— por
descubrir las fuerzas que nos limitan y progresivamente
desbrozar el sendero hacia el autoconocimiento, única
posibilidad de desarrollo verdadero en cualquier
disciplina.
El movimiento y la acción: No son lo que parecen.
En eso, como en muchas otras cosas, la percepción
engaña. El director debe saberlo casi con su propio bios.
Ambos son un canal de la energía universal, la única y
profunda fuente de la que todo emana. Si lo vemos así,
todos comprenderemos —el director también— que el
movimiento debe ser orquestado para revelar las leyes
universales que subyacen en él, en cada dinámica o
cada nuevo pulso. La acción, por el contrario, siempre
puede aportar más por lo que sugiere que por lo que
muestra. Por ejemplo, dos personas se miran con cierta
aversión y de ese modo traslucen una relación viciada,
tal vez traumática, desde antaño; bastan unos segundos
y algunas microacciones para que ese sentimiento sea
percibido.
La acción radica más en el silencio que en la palabra.
Mucho más en lo sumergido, lo reprimido, que en lo
evidente. Ahora bien, para hacerlo visible el director
puede trabajar con arquetipos, ideogramas, jeroglíficos
o signos claros y precisos. Un material que debe ser
cultivado partiendo de la observación de la vida, para
que adquiera verdadero y completo significado. Una
visión que por gravedad nos aleja del naturalismo.
Todavía hoy, después de un largo recorrido práctico,
sigo teniendo la intuición de que esto implica asumir
una peculiar visión de la existencia, otra forma de llegar
a las preguntas de siempre: ¿qué es el ser humano, por
qué y para qué está en el seno de una cultura dada,
en una familia específica, en una región del mundo,
bajo obstáculos precisos por superar, con facultades
definidas?, ¿cuál es la totalidad del entramado en
que se existe?, ¿somos acaso los actores de un drama
cósmico imposible de ver en todo su alcance?,
¿cómo puede el teatro abrir la percepción a estas
inquietudes?
Compositio: Aquí aparecen los problemas de
organización y distribución de la acción en el marco
de una estructura más performativa o más dramática
desde el punto de vista clásico, las coordenadas de
espacio-tiempo; así como lo relacionado con la forma,
perspectiva y visualidad de la puesta en escena. No
deben verse estos dos polos como fenómenos aislados,
sino como partes indisolubles de un único proceso: el
de «componer».
La función del arte es revelar las interioridades
del alma humana, tanto el lado luminoso como el
sombrío. El hombre actual precisa encontrarse con este
conocimiento espiritual. Alcanzar el autoconocimiento
como vía para otro estado de conciencia. Si el arte en
general, desde su origen, ha estado cerca de este ideal, el
teatro —tal vez más que otras formas artísticas— puede
ser una puerta hacia dicha utopía. A ello contribuye la
composición.
Componer es un proceso muy amplio. Incluye
todo lo que se mueve, existe, o modifica el espacio:
los objetos, los elementos escenográficos, el cuerpo
del actor; el movimiento, los planos, la perspectiva,
etc. Además, un complejo tejido de leyes y principios
que interactúan entre sí, y se concretan o disuelven
en una imagen —tanto más compleja cuanto más lo
es la percepción de la realidad por parte del director.
Componer es un arte de inagotable crecimiento, debe
esconder y revelar al mismo tiempo, como las imágenes
poéticas de los antiguos aedas. «Desgraciado de mí si
revelo los grandes misterios, desgraciado de mí si los
dejo ignorados», se dice en el Sheper Na Zohar, libro
fundamental de la cábala.
El actor: ¿Qué significa serlo? ¿Cuál es la esencia de
su proceso técnico? Preguntas que todo teatrista se ha
formulado muchas veces. Encarnar la vida del espíritu
humano, respondía Stanislasvki; Lee Strasberg siempre
se preocupaba por la emoción; Vsévolod Meyerhold
se enfocaba en desmontar al hombre mediante la
biomecánica. Otros, como Grotowski, lo consideran
algo comparable al viaje espiritual.
Ante todo, entiendo que ser actor es una forma de
vida. Si esta nos lleva o no al descubrimiento del mundo
interior, es una decisión personal. Puede apuntarse
el camino, pero de ningún modo inducirse. Aun así,
implica cierto grado de intervención consciente en
la corriente de la existencia. De cualquier manera, si
se aspira a la grandeza el estudio del ser humano es
inevitable.
El rol del director
123
Todo crecimiento personal ha de comenzar —y el trabajo creativo del teatro
precisa de ello— por descubrir las fuerzas que nos limitan y progresivamente
desbrozar el sendero hacia el autoconocimiento, única posibilidad de
desarrollo verdadero en cualquier disciplina.
El primer eslabón de esta cadena de pensamiento
es el axioma del oráculo de Delfos: «Conócete a ti
mismo y conocerás al universo y a los dioses». Al
respecto, se establece una identidad secreta entre el
director y el actor en este proceso. Esto quiere decir
que en el guía hay una consciente negativa a desplegar
la artesanía de la puesta en escena sin una profunda
conexión con el proceso del intérprete. Dicho proceso
ha de condicionarlo todo. Cuando ambos componen
y estructuran la acción, la desmenuzan, la detallan
hasta la más mínima reacción, se esta produciendo
una interacción de naturaleza muy especial. La
cadena de acciones debe convertirse gradualmente
en partitura; en cada ensayo la energía debe estallar
en nuevos brotes en torno a la línea actoral. No es
válido conformarse con el primer hallazgo. La recreación de las microacciones nunca debe detenerse.
Aquí concurren expectativas, límites y los logros del
entrenamiento, así como las metas visualizadas por el
guía para la escena en cuestión.
En ese devenir subyace la idea de la transgresión,7
no como cierta clase de violencia; nada más lejos del
concepto. Para nosotros, implica el acto de ser poseído
por la acción, como si abriéramos la puerta del cuerpomente a una deflagración del subconsciente. Descrito
verbalmente suena vago, pero es palpable en la práctica,
y tal vez la meta más ambiciosa de un actor.
Estos procesos a menudo conllevan comportamientos
de orden ritual que responden a los arquetipos
de la cultura a la que pertenece cada teatrista. He
trabajado con actores de diversas partes del mundo
y lo he podido observar. En Cuba, esas fuentes se
orientan hacia múltiples direcciones, vinculadas con
la transculturación y el sincretismo a partir de bases
rituales de muy diverso origen, que hoy definen la
religiosidad popular del cubano. Además de la base
cristiana, existen la Regla de Ocha o Santería, con una
amplia aceptación, el espiritismo en todas sus variantes,
y el Palo Monte, con características muy chamánicas.
En casi todos mis montajes teatrales de los últimos años
los he tomado en cuenta en mayor o menor grado.
La dramaturgia: En este punto no veía con claridad
cómo conciliar las viejas formas y el deseo de romper
con lo tradicional. Hoy tengo una idea muy clara.
La dramaturgia es el tejido esencial del concepto, el
hilvanado del conflicto y la acción. Entro en su universo
con una mirada que ha sufrido una mutación práctica.
Hoy la relación entre el texto escrito y el de la puesta
124
Rubén Sicilia Cruz
en escena dinamita y remueve sus fronteras de modo
radical. Se habla de nociones que comportan nuevos
conceptos operativos: dramaturgia de imágenes,
orgánica o de proceso.
La primera se refiere a cómo el director grafica la
puesta en escena, del mismo modo que un pintor detalla
los elementos del cuadro. En la actualidad, lo gestual,
la imagen, tienen un fuerte acento. La segunda apunta
a la presencia de un cierto tipo de actividad consciente
de sí misma, que debe hacerse en el transcurso de los
ensayos y no ante un buró, incluye todos aquellos
materiales y asociaciones que vayan surgiendo. Uno
va aprehendiendo gradual y progresivamente lo que
necesita y lo que no, lo que debe y no debe hacer. Va
elaborando una dramaturgia de rastreo, es decir, se
sigue un hilo invisible. Descubre, por ejemplo, que el
principio y el final son muy importantes. Que el primero
debe tener siempre suficiente agarre y sugestión, sea
cual sea la calidad de su energía: fuerte y abrupta,
o sutil y penetrante. Que el segundo pierde eficacia
tanto si es demasiado altisonante como si carece de
concreción. Uno comprende cuánto significa un texto
incandescente, con personajes y situaciones intensos y
un ritmo análogo al de la vida, con un aire existencial
peculiar y enrarecido, resultado de las complejas
circunstancias en las que vivimos. Lo dislocado gana
cierta presencia. Se comprende que a la luz de la
tradición, las leyes que gobiernan la estructura de un
texto ofrecen posibilidades infinitas y que los géneros y
estilos han de servir a la intención, sea cual sea. Existe
un espesor vivencial inusitado, una condensación en
la escritura, al mismo tiempo que una simplicidad
extraordinaria de anhelos en la conciencia colectiva.
Esta contradicción elemental debe exponerse en el
texto y subtexto contemporáneos. Son estos, a mi juicio,
los modos en que la idea de proceso se interrelaciona
con la de organicidad, lo cual incluye la presencia de
imágenes. Los tres conceptos se aproximan, e incluso
se interpenetran, pero no significan lo mismo.
Lo básico que surge ante una mirada observadora
es el sinnúmero de posibilidades y conexiones abiertas
a partir de que el dramaturgo abandona el trabajo ante
el buró, la computadora, o la máquina de escribir, para
estar parcial o completamente insertado en el proceso
de creación con los actores y colaboradores. Aflora
una enorme cantidad de variantes de hilvanado y
organización de la acción, proporcionales a la cantidad
de personas que participan y al pensamiento creativo
que han desarrollado. Si el director no se cierra a estas
opciones, el texto se enriquece con giros imprevistos
que pueden potenciar mil veces sus conflictos. Ahora
bien, el prestidigitador, el guía alquimista que adopte
esa vía, debe mantenerse alerta en el proceso y no
permitir que se caotice —solo aceptar aquel caos
calculado dentro de la necesidad de darle un nuevo
sesgo a la acción. A ese nivel, los mayores y mejores
profesores de dramaturgia que tiene el director-autor
son los actores. Ellos han sido siempre una fuente
de aportes incuestionables al texto, e incluso un
elemento transgresor de la lógica cotidiana. Cito un
ejemplo: el caso extremo de una actriz que evidenció
un notable desequilibrio psíquico (por el que más
tarde estuvo bajo tratamiento) y aun así, al trabajar
sobre improvisaciones, fue capaz de sugerirnos una
frase esencial, que se convirtió en el leit motiv de toda
la puesta en escena de uno de mis montajes insignias,
La pasión de Juana de Arco. Ella nunca estrenó la obra;
sin embargo, dejó una huella: el cierre conceptual de
la puesta. Asimismo, algunos actores han rescrito, con
sus propuestas, algunas escenas mejor que yo; muchos
hallazgos dramatúrgicos de mis textos se deben en
gran medida a ellos o a colaboradores. Esto conduce
hacia una humildad esencial: todos los miembros del
equipo pueden y deben aportar al proceso. Reconocerlo
ha implicado una larguísima experiencia, pero ha
conducido nuestro trabajo hacia nuevos derroteros. Eso
ha sido posible por el mencionado trabajo en equipo.
Asumir las coordenadas de una dramaturgia de
proceso, a través de la creación de una puesta en
escena, es una tarea compleja, que genera un agon
considerable. No siempre son armónicas las fricciones
entre el dramaturgo y el resto del equipo. La alquimia
de convertir el plomo en oro puro es en ocasiones
desgastante. No quiere decir esto que los procesos
creativos deban estar marcados por la histeria o la
agonía. Es una falsa percepción. Se puede convertir el
trabajo en fiesta, en goce y no en descarga terapéutica.
Pienso con frecuencia en ciertos indicios que apuntan a
que el genio de Shakespeare floreció bajo coordenadas
de escritura análogas a las aquí descritas.
En Cuba, Alberto Pedro Torriente también reconoció
en varias entrevistas la participación de los actores en
el proceso de limpieza y revisión escénica de muchas
de sus obras. Aunque no me convierto a las ideas de la
creación colectiva, empleadas infructuosamente en los
años 60 y los 70, y luego abandonadas por numerosos
creadores, considero que el texto puede convertirse
así en una suerte de crisol, de puzzle, de matraz de
alquimia, que está en proceso de transformación
incesante durante los ensayos y, a veces, incluso después
del estreno.
A partir de mis vivencias en los últimos años,
expondré algunas de las principales líneas de trabajo
que en la actualidad están en franca ebullición en
proyectos que siguen esas coordenadas:
• Rescritura de escenas a partir de improvisaciones
con los actores.
• Escritura o rescritura de una escena, teniendo en
cuenta un suceso discutido con los intérpretes.
• Escritura de una nueva escena propuesta por el
equipo.
• Incluir textos, ideas o imágenes propuestos por algún
colaborador o actor (la más fuerte influencia suele ser
la del asesor dramático, literario o asistente).
• Incorporar en el corpus del texto frases escuchadas
en la calle, giros idiomáticos, el universo sonoro de
la cotidianidad.
• Escritura total de una obra sobre la base de
la discusión progresiva con todo el equipo de
propuestas de escenas e historia.
El sonido, la música, y la vibración: Han de ser
constantes en el pensamiento creativo de todo director.
Tanto más cuanto más urgido interiormente esté
de experimentar, abrir fronteras, derribar géneros,
explorar tendencias y estilos. En el mundo globalizado,
la world music, el New Age, los ritmos africanos y
orientales —tanto de países árabes como de otros
más asiáticos—, la música caribeña, latina y cubana,
las innumerables corrientes sonoras de Brasil y otros
ritmos latinos, las nuevas orientaciones del jazz, entre
otras vertientes, han ido creando un espectro ecléctico
nunca antes visto; una profunda y radical mixtura. De
un modo insólito, se comparten ritmos e influencias.
El concepto de fusión prevalece. Por otra parte, los
cambios vertiginosos en el decursar de la vida actual,
sobre todo en las grandes urbes, determinan una
nueva percepción del sonido, el ritmo y la música.
El director, si es un verdadero investigador de la
naturaleza humana, no puede obviar estos procesos.
De hecho, en el teatro reciente ellos impactan de muy
diversas maneras.
Parece inevitable en este punto del pensamiento
escénico y de la trayectoria musical en la escena,
considerar la música no como un ente impersonal,
aleatorio o incidental, sino como un personaje más,
con personalidad y fuerte presencia en la trama, que
debe dialogar a veces en términos de igualdad con
los otros. Un fragmento de una melodía puede ser
la respuesta demoledora de un personaje a otro, y
estar imbricada de ese modo a un gestus definido;
puede cualificar, apuntar, subrayar, contradecir,
ironizar, evocar, atraer, rechazar, así como extrañar
una escena, e incluso toda una obra, en caso, por
ejemplo, de ser un leit motiv recurrente. La música
debe generar acción directa que tribute al conflicto;
no únicamente generar atmósfera, aunque esto no
se excluye.
El rol del director
125
He tenido la fortuna y el privilegio de que el público
y la crítica elogien la banda sonora de mis montajes,
tanto la selección como la edición. Quisiera tener la
oportunidad de explorar el uso de música en vivo, o
creada por los actores o por un grupo capaz de evocar
ante el espectador diversas atmósferas. Recordemos un
axioma de Anthony de Mello, el sacerdote estudioso
de la espiritualidad oriental y occidental: «Cambia la
percepción y cambiarás la reacción». Desde ese punto
de vista, la música, el silencio, el ruido entrecortado y
todas sus posibilidades son un formidable instrumento
para trasladar a las personas de una realidad a otra, de
un país y tiempo a otro. Como pocas herramientas,
la música tiene un poder evocativo inmediato. El
director debe verla como el más formidable catalizador
de emociones y tratar de utilizar todos los ritmos,
vibraciones y raíces.
El tempo-ritmo en la acción: Es el elemento que
define 80% de nuestra percepción como espectadores.
Se trata de un concepto probablemente inasible, difícil
de definir; pero del que todo artista tiene una idea.
Tengo el criterio de que es cósmico, emana tanto del
corazón —cual pulso de la vida universal— como
de cierta sintonía en la que se mueven todas las
cosas. Dicho así, suena innecesariamente esotérico,
conceptualmente cargado y esforzadamente simbólico.
Es terrible que a veces las palabras no logren apresar
la totalidad de un concepto. Esto que parece abstracto
y nada aplicable a una puesta en escena, tiene para mí
un significado concreto y me resulta muy práctico. El
estudio del tempo-ritmo en la escena, debe evidenciar
que, como en la vida, todo está conectado; mostrar las
conexiones latentes entre los procesos, la manera en que
cada elemento repercute de forma inevitable en otro.
Curiosamente, Stanislavski define tempo y ritmo
por separado:
El tempo es la rapidez con la que se alternan períodos
iguales de una medida cualquiera, que por convención se
toman como unidades. Ritmo es la relación cuantitativa de
los períodos efectivos (de movimiento, sonido) respecto
de los períodos establecidos por convención como
unidades en un tiempo y medidas determinadas.8
Es notable la argucia pedagógica del maestro, quien
manifiesta al inicio que para el actor es necesario
conocer la unión dialéctica de estos dos elementos, pero
en todo el capítulo no los define en conjunción. Más
bien estimula, mediante juegos con los cronómetros,
a que los actores experimenten el vínculo por sí
mismos.
En la cita que sigue, se hace explícito un concepto
de ritmo que arroja luz sobre lo que deseo subrayar:
En efecto, es el ritmo el que anima las partes del discurso,
la disposición de las masas de los diálogos, la figuración
de los conflictos, la repartición de los tiempos fuertes
y los tiempos débiles, la aceleración o el retardamiento
126
Rubén Sicilia Cruz
de los intercambios, todo esto es una operación de tipo
dramatúrgico que el ritmo impone al conjunto de la
representación.9
Bajo estas coordenadas, el tempo-ritmo aparece
como un eslabón de primordial importancia para la
percepción de la puesta en escena por el espectador.
Muchas veces, la experiencia lo confirma, es el factor
decisivo para que una obra tenga o no éxito. De hecho,
en mi opinión, una buena puesta en escena siempre
encuentra su tempo-ritmo en el proceso de los ensayos.
Lo saben intuitivamente todos los artistas teatrales.
La acepción original de la palabra teatro (theatron en
griego) revela una propiedad que hoy está perdida
en la noche de los tiempos: es el lugar donde el público
observa una acción que transcurre en otro sitio. Esto
implica un peculiar punto de vista en la percepción. El
acontecimiento es mostrado en condiciones donde se
sacan a la luz detalles que en la existencia cotidiana tal
vez serían pasados por alto. Puede decirse que, en este
sentido, el teatro es superior a la vida. Característica
esencial del director es ser un voyeur, un observador
pertinaz de la conducta humana, de sus complejidades
reales y de sus artificios. Y ello debe ser mostrado a
través del tempo-ritmo.
El director debe ser consciente de las contradicciones
presentes —desfasaje, inadecuadas aceleración y
alternancia en el tempo-ritmo— en casi todos los
procesos de la vida contemporánea. Esta percepción
ha de estar en la base de su trabajo compositivo. Tiene
que captar y mostrar el ritmo de la época. La diástole
y la sístole, el pulso de la vida ahora.
No creo lícito abandonar la meditación sin referirme
a algunas constantes que el director debe cultivar para
alcanzar excelencia en su oficio.
Es imprescindible que persevere en un plan estético,
ético, conceptual y existencial. Debe tener visión de largo
alcance, sentido de estrategia y el espíritu de que todos
los obstáculos pueden ser superados si se encuentra
la forma. Precisa primero, en solitario, reconocer
que la presencia de ánimo, el dominio de sí mismo
en todas las circunstancias, revelan al verdadero guía.
Necesita aprender que la ira, la histeria y la pérdida del
autodominio, aunque son reacciones humanas, dañan
el trabajo en equipo. Créanme que lo he experimentado,
y con un sabor amargo. No debe perder de vista que
cada uno de sus errores o aciertos en cuanto a enfoque,
sus desatinos o apegos, suelen establecer el éxito o el
fracaso de su colectivo teatral.
El rol del director, más que un oficio, y aunque
tiene de ciencia, es un arte que requiere un altísimo
grado de conocimiento integral respecto a un mapa
con latitudes y longitudes, que he intentado delinear
en este artículo. Ese mapa debe siempre orientar el
viaje del director como pionero, como explorador de
territorios desconocidos, que no se conforma con una
visión chata del ser humano.
Notas
1. Rol, del francés role, derivado del latín rotula (ruedecilla; rodillo
de madera sobre el que se fijaban las páginas de un pergamino).
En Grecia y Roma, los textos de los actores se consignaban en
estos roles. De ahí probablemente deviene la idea del rol como un
proceso de incorporación y absorción del personaje por el actor.
Hay aquí atisbos que no se deben ignorar. La etimología de las
palabras sugiere mucho. Se trata de un proceso donde hay elementos
definidos y tangibles, pero existe algo que no lo es. Algo que los
maestros del Buto denominan «la transformación». En el artículo
«El actor como vidente», incluido en mi libro Teatro ontólogico: un
viaje hacia el origen (Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2001),
se definen los principios del trance consciente.
2. Me refiero a Kakyo. El espejo de la flor [1424], uno de los más
célebres manuales de teoría teatral de Zeami Motokiyo (13631443), actor y dramaturgo japonés, creador junto a su padre del
teatro No.
3. Jerzy Grotowski es, después de Stanislasvki, el más alto paradigma
de esta idea y tal vez fue quien la llevó más lejos. En Cuba, el maestro
Vicente Revuelta asumía esta actitud en sus puestas en escena. En
Latinoamérica, Santiago García, otro gran creador, parece insuflar
este aliento a su trabajo. También se han inspirado en ese camino
relevantes artistas de otras disciplinas, como Maurice Béjart y Merce
Cunningham en la danza, y John Cage en la música.
4. Patrice Pavis, «Hacia una teoría de la cultura y de la puesta en
escena», El teatro y su recepción. Semiología, cruce de culturas y
postmodernismo (selección, traducción y prólogo de Desiderio
Navarro), Colección Criterios, Casa de las Américas/UNEAC/
Embajada de Francia, La Habana, 1994, pp. 90-104.
5. Las fronteras entre el Viejo continente y América aquí también
se borran. Y no estoy indicando un eclecticismo superficial, sino
la asimilación de esencias. Cada obra exige una poética específica.
Romper con los códigos que antes se usaron. No repetir hallazgos
anteriores.
6. Véanse George I. Gurdjieff, Perspectivas desde el mundo real,
Hachette, Buenos Aires, 1977, y Piotr Demianovich Ouspensky,
Fragmentos de una enseñanza desconocida, Hachette, Buenos
Aires, 1961.
7. Sobre ello habló Grotowski en diversas etapas de su trabajo. Véase,
de mi autoría, «Teatro ontológico», Teatro ontológico, ob. cit.
8. Konstantin S. Stanislavski, «El trabajo del actor sobre sí mismo»,
El proceso creador del rol, t. II, Editorial Tablas Alarcos, La Habana,
2012, p. 1.
9. «Teodoro Klein», en Patrice Pavis, Diccionario del teatro, Paidós,
Barcelona, 1984.
, 2013
El rol del director
127
Back
to Antilles:
algunas
reflexiones
desde
la historia
Leida Fernández Prieto
Historiadora. Instituto de Historia
del Centro de Ciencias Humanas y Sociales, Madrid.
128
Leida Fernández
Prieto julio-septiembre de 2013
n. 75: 128-131,
B
Por fin: ¡islas que no son descritas,
sino que se describen a sí mismas!
Derek Walcott
ajo la expresión Back to Antilles, parafraseando
el título del movimiento defendido por el
jamaicano Marcus Garvey (1887-1940),
indago sobre la (re)escritura de la historia
de la región, también conocida como Caribe, desde
recientes enfoques historiográficos.1 Quizá el uso de
metáforas como, por ejemplo, islas fragmentadas vs.
isla que se repite refleja el estado de los estudios que
se debaten entre subrayar las singularidades y/o las
continuidades de cada una de las historias nacionales
o regionales que conforman el área —integrada por
las denominadas Antillas mayores y menores, en total
más de siete mil islas, delimitadas por el mar Caribe y
el océano Atlántico.
Mis reflexiones parten de las contribuciones de
Historia de Cuba, Historia de la República Dominicana,
Historia de las Antillas no hispanas, e Historia de
Puerto Rico, cuatro volúmenes ya publicados de los
cinco concebidos para conformar la colección Historia
de las Antillas, un ambicioso proyecto dirigido por
Consuelo Naranjo Orovio, con el apoyo de Ediciones
Doce Calles y de Publicaciones del Consejo Superior
de Investigaciones Científicas (CSIC), de Madrid,
además de contar con un grupo de colaboradores en las
tareas editoriales.2 Estos títulos han sido coordinados,
respectivamente, por la propia Consuelo Naranjo
Orovio; Frank Moya Pons; Ana Crespo Solana y Mª
Dolores González-Ripoll, y Luis E. González Vales y
María Dolores Luque.
El último volumen, a cargo de José Antonio Piqueras
Arenas, en el que se analizará la historia comparada de
las Antillas, deberá publicarse en 2014.
La larga trayectoria y compromiso científico de
Naranjo Orovio, investigadora española especializada
en la historia del Caribe, avala las expectativas
generadas por este proyecto para la mejor comprensión
de la historia de las Antillas. Sus numerosos aportes a la
historiografía caribeña son ampliamente reconocidos
entre los estudiosos de la región, como refleja su
reciente nombramiento de miembro corresponsal de
la Academia de Historia de Cuba.
Es interesante constatar la originalidad de una
colección de esta naturaleza que pretende el análisis de
toda el área, incluidas las Antillas no hispanas, con el
complemento singular de un examen comparado entre
las islas a partir de ciertos ejes principales (la presencia
africana, la música, el azúcar, etc.). Otro aspecto que
destacar de la filosofía subyacente en Historia de las
Antillas es la estructura similar de las obras a partir de
un guión temporal que discurre desde la conquista y
la colonización europea hasta el presente, así como de
carácter temático agrupado en torno a la población,
la economía, la sociedad, la política, la cultura y la
ciencia. Tal estructura temporal y temática posibilita
(re)leer aquellos factores y elementos que, explícitos o
sugeridos en cada uno de los libros, contribuirán en
un futuro a la elaboración de estudios comparativos
de mayor alcance.
Naranjo Orovio sugiere repensar el Caribe desde
la perspectiva de la denominada historia Atlántica o
Atlantic history, una corriente que cada vez gana más
adeptos entre los historiadores del norte y del sur de
América, el Caribe, África y Europa occidental.3 En
esta dirección, la investigadora subraya:
Es necesario abordar estudios de las Antillas que reflejen
su función en la configuración del sistema atlántico no
solo como meros puntos de enclave, distribuidores o
productores de mercancías, también como sociedades
con características propias y diferentes al mundo
americano, como sociedades atlánticas que comparten
intereses, afinidades, individuos y culturas con otros
lugares distantes que también formaban parte del mundo
atlántico.4
Quizás uno de los principales atractivos de esa
historia consiste en la amplitud del marco espacial del
mundo atlántico para tender puentes de conexión y
de diálogo en el análisis de procesos que trascienden
las fronteras nacionales y los bloques lingüísticos
que conforman y distinguen el área. Naranjo Orovio
puntualiza que la visión de las Antillas como meras
«islas de ensayos» o de laboratorios imperiales es (re)
considerada desde la historia Atlántica.5 Es decir, se
revaloriza la participación del Caribe, sus conexiones
y redes en el más extenso contexto del mundo
atlántico.
La región de las Antillas es un terreno fértil para las
aportaciones desde la historia atlántica. El historiador
británico David Armitage propone tres posibles
conceptos: historia circunatlántica (concebida como
aquella de índole transnacional del mundo atlántico),
la transatlántica (entendida como una internacional del
mundo atlántico) y la cisatlántica (imaginada como una
historia nacional o regional en un escenario atlántico).6
Según el autor las tres variantes se interrelacionan y
los enfoques son estimulantes porque subrayan las
interconexiones de las historias nacionales, lo que
favorece las comparaciones entre ellas.7
En mi opinión, la circunatlántica y la cisatlántica
son especialmente interesantes para la reescritura
de la historia de las Antillas. Acorde con la visión
de Armitage de la primera, por ejemplo, se destaca
el papel de «la historia del Atlántico como zona de
cambio e intercambio, de circulación y trasmisión».8
El autor insiste en el «carácter móvil y relacionante
siguiendo la huella de las circulaciones que se han
producido en el mundo atlántico».9 Así, la historia
de las personas que cruzaron este océano en ambas
direcciones cobra relevancia por su intervención en
la configuración de las sociedades, en el intercambio
de ideas, artefactos, plantas y patógenos. Desde esta
perspectiva se explorarían otros niveles de intercambio
y de circulación menos conocidos en la historia de las
relaciones intercaribeñas y extracaribeñas. Uno de
estos caminos seguiría la huella de aquellos intelectuales
ilustrados que contribuyeron a la difusión de las ideas
independentistas americanas a ambos lados del
Atlántico durante la última mitad del siglo xviii y
primera mitad del xix. Otros estudios examinarían
el trasvase de saberes y prácticas en la adopción y
creación de modelos socioeconómicos que en la región
asumieron ciertos patrones particulares como, por
ejemplo, la plantación azucarera esclavista.
Los cinco volúmenes proyectados por separado pero
vistos en su conjunto aportan aquellos elementos para
analizar los procesos globales y locales que entretejen
la historia común y, a la vez, singular de las Antillas.
Por un lado, esto posibilita establecer comparaciones
de mayor calado sobre problemas actuales enraizados
en un pasado común (esclavitud, migraciones, enclaves
productores de mercancías tropicales, etc.). Asimismo,
permite insistir en los puntos de conexión entre las
historias nacionales que trascienden las experiencias
coloniales, quizá no tan diferentes, y más allá de las
barreras idiomáticas.
Por otro lado, las adaptaciones y el desarrollo de
los modelos socioeconómicos, políticos y culturales
dotaron a cada espacio de rasgos específicos para sus
propias historias, en alusión a los denominados Caribes
atomizados o múltiples. En este sentido, los cuatro
primeros volúmenes responden a la idea de «islas que se
describen a sí mismas», o a sus biografías históricas.
En la elaboración del volumen I participaron quince
autores con una gran experiencia cuyos trabajos están
documentados a partir de la consulta de materiales de
archivos y bibliotecas de Cuba, España y los Estados
Unidos, fundamentalmente. Por diversos motivos, un
significativo número de cubanistas no intervinieron en
la redacción de los textos, si bien sus investigaciones
son analizadas en la obra. A ello se añade un importante
aparato bibliográfico e iconográfico.
Los diecinueve ensayos que componen la Historia
de Cuba (2009) abordan diversos aspectos sobre la
población, economía, sociedad, política, cultura y
ciencia y, además, un último apartado relativo a las
políticas económicas y sociales en la Cuba socialista.
Las aproximaciones se basan en el conocimiento
especializado de los autores respecto a la historia
socioeconómica, política, cultural e historia del
pensamiento y de la ciencia, que enriquecen el libro
con argumentos abiertos a la reflexión y a los debates
académicos.
Back to Antilles: algunas reflexiones desde la historia
129
Destaco dos aspectos importantes de este volumen.
Es la primera historia de Cuba publicada en España,
cuestión que ha pasado inadvertida en las reseñas que
se han realizado de la colección. En esta dirección
llena un vacío en la historiografía española, sobre todo
porque recorre la historia hasta el presente de manera
rigurosa y amena para el lector, quien puede observar
y, en ocasiones, entrever las conexiones e influencias en
ambas direcciones entre España y el mundo colonial.
El segundo aspecto retoma la pregunta de Jorge
Duany en su reseña de esta obra: ¿es la historia de
Cuba una anomalía entre los países latinoamericanos
y caribeños?10 Pues bien, la respuesta es que la lectura
completa del libro y, de los otros volúmenes publicados,
sugiere (re)pensar la supuesta excepcionalidad de las
historias nacionales en general y, en particular, la del
caso cubano. Es sabido que la Isla fue escenario de
numerosos hechos singulares que marcaron su historia,
aunque esta también dependió de procesos comunes a
la región.11 En este sentido, una mirada desde la historia
Atlántica contribuiría a acercar a Cuba aún más a las
Antillas como parte integrante de procesos globales,
redes de comerciantes y agentes diversos en el contexto
del mundo atlántico.
En 2010, se publicó el segundo volumen, con
similar estructura al de Cuba, en el que colaboraron
once especialistas. Bajo la tesis de la excepcionalidad
de las historias nacionales, la de Dominicana también
clamaría por su único lugar en el mundo. En una
apretada síntesis histórica, Moya Pons refiere en su
introducción que la Isla ocupa las dos terceras partes
de la entonces primera colonia establecida por los
europeos en el Nuevo Mundo.12 Por tanto, la actual
República acogió en su territorio la primera «zona de
contacto» o contact zone, siguiendo la tesis de Mary
Louise Pratt, en la que conquistadores y conquistados
compartieron saberes sobre la naturaleza, la flora,
la fauna, la cultura, etc.13 Su territorio fue también
el espacio de otra zona de contacto entre franceses
y criollos, Saint Domingue, hoy Haití, en la que se
desarrolló la colonia azucarera más floreciente y tuvo
lugar la primera revolución de esclavos.
La estructura del tercer libro responde a cuatro grandes
bloques que se dividen de acuerdo con los diferentes
modelos coloniales desarrollados por los europeos en
el área. La primera parte se denomina «Las Antillas
francesas y Haití». La segunda está dedicada a las islas de
colonización británica. La tercera, a la presencia danesa,
alemana y sueca, y la última, a las Antillas holandesas.
Las coordinadoras de ese volumen señalan en la
introducción que las denominadas Antillas menores
mostraron diferencias y semejanzas con las Antillas
españolas, si bien fueron «una alternativa a la influencia
de la monarquía hispánica» en la región.14 Sus autores
repasan la historia de estas islas a través de los temas de
130
Leida Fernández Prieto
población, economía, política y cultura. Para el lector
en general, y los especialistas en particular, este libro
ofrece datos e informaciones muy valiosos en el análisis
comparado entre las Antillas al distinguir los diferentes
rasgos de la colonización europea en la región caribeña,
pero también sus aspectos comunes.
En tiempos recientes, con la crisis como trasfondo,
se asiste al florecimiento de los debates sobre la
construcción de los Estados-nación, el resurgimiento
de los nacionalismos y de fronteras que no tienden
puentes de entendimiento entre los diversos agentes
políticos. Este libro cierra con un interesante, polémico
y actual ensayo de Gert Oostindie sobre la creación de
los Estados-nación,15 en el que el autor se cuestiona
el proceso de descolonización en el Caribe a partir
de los costes y los beneficios para las metrópolis y las
(ex) colonias.
Historia de Puerto Rico, el cuarto de estos textos,
se publicó en 2012. Al igual que en las anteriores
obras sobre Cuba y República Dominicana, los veinte
autores que participaron en su elaboración agrupan
sus contribuciones alrededor de grandes bloques
temáticos relacionados con población, economía,
sociedad, política y cultura, y ciencia. El libro finaliza
con un excelente ensayo escrito por Jorge Duany sobre
el Puerto Rico contemporáneo. Los bloques temáticos
y la estructura temporal responden al objetivo central
defendido por Naranjo Orovio de explorar aquellos
elementos comunes y también singulares para una
historia comparada caribeña que trascienda las
fronteras territoriales e idiomáticas. El contenido
de la obra se enriquece con un importante material
fotográfico y una extensa bibliografía, de alrededor de
cien páginas, que documentan la historia de ese país.
Sus dos coordinadores destacan la importancia
del libro para la historiografía puertorriqueña pues
incorpora cuestiones que han estado ausentes en otras
monografías como, por ejemplo, la historia de las
ideas y la historia de la ciencia. Asimismo, subrayan la
complejidad política y sociocultural que distingue a la
menor de las Antillas mayores por su vinculación a dos
metrópolis: España y los Estados Unidos.16
Jorge Duany emplea el término «colonia poscolonial»
para describir la situación actual de Puerto Rico como
Estado Libre Asociado (ELA), un concepto que el autor
define por:
un pueblo con un fuerte sentido de identidad nacional
pero con poco interés en establecer su propio estado
soberano, así como la sustitución de las formas
tradicionales de control externo por formas indirectas
de hegemonía.17
Duany destaca que esta compleja situación política
ha convertido a Puerto Rico, paradójicamente, en
un ejemplo paradigmático de «nacionalismo a larga
distancia», ya que:
La inmensa mayoría de las personas de origen boricua,
dentro y fuera de la Isla, se imagina como parte de
una comunidad que satisface todos los requisitos
convencionales de la nacionalidad —un territorio
originario, una historia compartida, una lengua vernácula
y una cultura distintiva—, excepto la soberanía.18
El autor describe Puerto Rico, por tanto, como una
«nación en vaivén», cuya comunidad de migrantes
forma parte activa de la sociedad a través de la
«circulación de personas, identidades y prácticas, así
como de capitales, tecnologías y mercancías».19 De
este modo, sugiere repensar el concepto de identidad
nacional, a partir también de la participación de
las comunidades de la diáspora que desdibujan las
fronteras territoriales pero se mantienen vinculadas
tanto por lazos familiares como socioculturales y
económicos.
Back to Antilles… invita a la reflexión de una historia
que supere la noción de la isla que se repite, o la isla
fragmentada para entender las diversas visiones que
conviven sobre la región a partir de la información y de las
herramientas de análisis que aportan y aportarán cada uno
de los volúmenes tanto por separado como en conjunto.
La lectura completa de estos libros brinda las claves para
nuevas indagaciones sobre la historia del área.
Los historiadores de todas las latitudes y el público
en general sabrán apreciar el reto metodológico que
supone barrer las fronteras nacionales y lingüísticas en
aras de una región que ha de conocerse mejor desde sus
singularidades, diferencias y continuidades.
Notas
6. David Armitage, «Three Concepts of Atlantic History», en David
Armitage y Michael J. Braddick, The British Atlantic World, 15001800, Palgrave Macmillan, 2002, pp. 11-31.
7. Ibídem, p. 15.
8. Ídem.
9. Ídem.
10. Jorge Duany, «Consuelo Naranjo Orovio, coord., Historia de
Cuba, Vol. 1 de Historia de las Antillas, Doce Calles/CSIC, Madrid,
2009, 625 p., ilustraciones e índice», Nuevo Mundo Mundos Nuevos,
30 septiembre de 2009, disponible en http://nuevomundo.revues.
org/57220 (consultado 1/10/2012).
11. Jorge Duany menciona algunos hechos importantes para la
historia de Cuba como, por ejemplo, que fue la principal azucarera
del mundo; junto a Puerto Rico fueron las últimas colonias en
independizarse de España; la influencia de los Estados Unidos, o,
con posterioridad a 1959, ser el primer país socialista de América
Latina y el Caribe.
12. Frank Moya Pons, ob. cit., p. 11.
13. Mary Louise Pratt, Imperial Eyes. Travel Writing and
Transculturation, Routledge, Londres, 1992.
14. Ana Crespo Solana y María Dolores González-Ripoll, ob. cit.,
p. 13.
15. Gert Oostindie, «Dependencia y autonomía en el sistema de
descolonización neerlandés en las Antillas: un caso alternativo»,
en Ana Crespo Solana y María Dolores González-Ripoll, ob. cit,
pp. 527-47.
16. Luis E. González Vales y María Dolores Luque, ob.cit., p. 13.
17. Jorge Duany, «Una colonia poscolonial: seis décadas del Estado
Libre Asociado de Puerto Rico», en Luis E. González Vales y María
Dolores Luque, ob. cit., p. 722.
18 . Ibídem, p. 725.
19 . Ibídem, p. 727.
1. Este trabajo se enmarca dentro del Proyecto RYC-2009-04030.
2. Consuelo Naranjo Orovio es directora del Instituto de Historia
del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, en Madrid. Los libros mencionados son
Consuelo Naranjo Orovio, coord., Historia de Cuba, v. I., Ediciones
Doce Calles/CSIC, Madrid, 2009; Frank Moya Pons, coord., Historia
de la República Dominicana, v. II., Ediciones Doce Calles/CSIC,
Madrid, 2010 y Ana Crespo Solana y Mª. Dolores González-Ripoll,
coords., Historia de las Antillas no hispanas, v. III, Ediciones Doce
Calles/CSIC, Madrid, 2011; Luis E. González Vales y María Dolores
Luque, coords., Historia de Puerto Rico, v. IV, CSIC/Oficina de
Servicios Legislativos del Historiador de Puerto Rico/Centro de
Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico-Río
Piedras/Ediciones Doce Calles, Madrid, 2012.
, 2013
3. Sobre las definiciones e importancia de la historia atlántica
véanse, por ejemplo, Toyin Falola y Kevin D. Roberts, The Atlantic
World 1450-2000, Indiana University Press, Bloomington, 2008 y
Nicholas Canny, «Atlantic History: What and Why?», European
Review, n. 9, 2001, pp. 399-411.
4. Consuelo Naranjo Orovio, «Presentación», en Historia de Cuba,
ob. cit., p. 9.
5. La metáfora es utilizada por María Dolores González-Ripoll
en Cuba: la isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815),
Colección Tierra Nueva e Cielo Nuevo, CSIC, Madrid, 1999.
Back to Antilles: algunas reflexiones desde la historia
131
E
Izquierda,
gobierno
y hegemonía:
los desafíos
de siempre
Juan Valdés Paz
Sociólogo.
s sin dudas un privilegio reseñar el libro
A contracorriente de la hegemonía conservadora,
de la profesora e investigadora uruguayomexicana Beatriz Stolowicz.* El propósito de
esta reseña no es solo darles noticias de esta excelente
obra, sino insistir en la necesidad de su lectura. Se trata
de una recopilación de ensayos escritos entre 1995 y
2011, mediante los cuales la autora da cuenta de las
condiciones y desafíos de la lucha política y de clases
en América Latina en condiciones de la hegemonía del
pensamiento liberal y neoliberal.
Cada uno de estos ensayos, clara y bellamente
escritos, tiene la densidad de una investigación concreta,
la inspiración de un marxismo tercermundista y el rigor
de una crítica tan argumentada como militante. En
su conjunto se muestra la fuerza de los argumentos
esgrimidos por la autora, la incidencia de su crítica,
la preocupación sobre los problemas metodológicos y
conceptuales implicados, así como la complejidad de
los temas tratados.
Aunque nos parece que el título escogido para esta
recopilación no refleja la riqueza de su contenido, en
cada ensayo se manifiesta, además del asunto elegido,
la presencia transversal de distintos temas, algunos de
los cuales queremos resaltar.
El capitalismo en América Latina
El primero de estos temas se refiere a la necesidad
apuntada por la autora de desentrañar los rasgos
actuales del capitalismo latinoamericano, frente al que
se sitúa el desempeño de la izquierda política y social
en la región.
Es relevante la reflexión de la escritora acerca del papel
desempeñado por las democracias representativas que
precedieron o sucedieron a gobiernos autoritarios, en la
promoción del modelo neoliberal en el área: primero,
como «transiciones democráticas o democracias
gobernables», bajo las cuales se restructuró el
capitalismo latinoamericano desde los años 70; y
después, como «democracias consolidadas» que lo
organiza parcialmente. De hecho,
la década de los 90, bajo democracias, es en la que se lleva
a cabo la mayor expropiación del trabajo en la historia
moderna de América Latina, al interior de cada país y
desde los centros del poder capitalista mundial.
La interpretación del capitalismo latinoamericano
realizada por la profesora Stolowicz se basa, además
de en la evolución histórica, en su consideración del
capitalismo a escala global:
* Beatriz Stolowicz, A contracorriente de la hegemonía conservadora,
Espacio Crítico Ediciones, Bogotá, 2012.
132
n. 75:
Juan Valdés
Paz132-135, julio-septiembre de 2013
En la fase industrial y de expansión, cuando la ampliación
del consumo era funcional a la ampliación de la
producción y de la acumulación, los márgenes para una
mayor distribución eran mayores. Y desde luego, mucho
más, tratándose del centro del sistema, receptor de
excedentes de su periferia colonial y dependiente. Muy
distinto es cuando se trata del capitalismo especulativo
y rentista, saqueador colonial de la periferia ultra
dependiente […] Esto explica que cada nuevo reajuste
capitalista tenga que ser cada vez más conservador. Y
menos serán los márgenes para variar en los medios de
su reproducción.
La derecha latinoamericana
El segundo tema se refiere a cómo la continuidad
histórica del capitalismo en la región ha supuesto la
dominación hegemónica de los sectores de centro
derecha. Así vemos que desde comienzos de los 90, el
centro de estas políticas ha sido la gobernabilidad de
los respectivos regímenes nacionales, coincidiendo con
la proyección imperialista en el área.
Las ventajas ganadas, en este período, por el
capitalismo latinoamericano se han visto erosionadas
por la desestructuración social provocada por las
estrategias neoliberales implementadas entonces
sin cortapisas, así como por la recuperación de
movimientos populares, los emergentes movimientos
políticos y los nuevos liderazgos.
La resistencia al orden neoliberal implantado
determinó el paso a
una estrategia para estabilizar la reestructuración
capitalista neoliberal en América Latina […] planteada
oficialmente en tres etapas sucesivas: una primera
de «ajuste, estabilización e inicio»; una segunda de
«profundización de las reformas estructurales», y una
tercera de «consolidación de las reformas y restauración
de los niveles de inversión».
Esta estabilización sería el núcleo duro del llamado
posneoliberalismo cuyos signos distintivos serían,
para la autora del libro, «la apelación al Estado» y
una sorprendente «vocación social» por parte de este.
Tal tendencia aparecería como la legitimización de
la restructuración capitalista antes impulsada por
el «neoliberalismo», hoy acompañada de cambios
institucionales en el Estado. La extraña coincidencia
de la derecha y de la izquierda en la promoción de
esa estrategia posneoliberal sería una expresión de la
hegemonía ideológica de la derecha, ahora en versión
neoconservadora. Frente a ella, la resistencia popular
estaría obligada a ser anticapitalista.
Quizás lo más notable en el análisis de Stolowicz
acerca de la dominación capitalista en la región es su
alerta sobre la función hegemónica del pensamiento
de la derecha. La investigadora reitera las modalidades,
alcance y poder de penetración de ese pensamiento
—principalmente conservador, pero también liberal
o neoliberal, según el caso— y su influencia en la
izquierda. Además, expresa que
el común denominador del pensamiento y conducta de
la derecha, independientemente de su origen filosófico
troncal, es la asunción de la desigualdad como el motor
ineludible del buen funcionamiento social, en cuya
exacerbación se concibe la recuperación del dinamismo
del sistema capitalista.
Contrariamente, el rasgo distintivo de la izquierda
sería la aspiración y lucha por la igualdad social.
Desde los años 90 el pensamiento de la derecha ha
transitado desde posiciones conservadoras hasta otras
más progresivas, dando cuenta de la nueva correlación
de fuerzas, sofisticando sus propuestas y moviéndose
hacia el centro del espectro hasta alcanzar su plenitud
con el abanico de propuestas de una «tercera vía»
ideológica y política. Dicha vía, una dilución neoliberal
del tradicional paradigma socialdemócrata, reiteraría
la noción de la historia del capitalismo como un
movimiento pendular: «en esta lógica, las oscilaciones
pendulares son cambios para regresar, es decir,
siempre se está dentro del capitalismo»; para el caso,
el latinoamericano.
Rasgos distintivos de la izquierda
El tercer tema aborda la necesidad de debatir el
carácter de la izquierda en América Latina. Para la
profesora, lo que la define
de manera esencial —más allá de su heterogeneidad—
es su opción ética por la emancipación humana, por
la apropiación por parte de cada ser humano de todas
sus capacidades, cualidades y potencialidades, por su
liberación de toda forma de subordinación o dependencia;
y que ello implica necesariamente la igualdad social, sin la
cual no son posibles la plena libertad ni el derecho pleno
a la diferencia, individual y colectiva. La de izquierda es
una opción ética con fundamento racional.
Las izquierdas en la región, nos recuerda
Stolowicz, son diversas, a saber: posibilista, reformista,
antimperialista, anticapitalista, entre otras. Cada una
con rasgos compartidos y características nacionales;
todas enmarcadas en una cierta correlación de fuerzas
y posicionadas de una u otra manera frente a las luchas
populares, ante las cuales adoptan disímiles «tácticas y
estrategias». Todas en movimiento, pero con diferentes
orientaciones. Según la ensayista, en última instancia,
es la orientación estratégica de la izquierda la que define
su carácter. Sin embargo, afirma que
la izquierda no actúa sola. Lo hace frente a una derecha
latinoamericana que ha mostrado una gran capacidad
de iniciativa política e ideológica para encarar la crisis
capitalista y las circunstancias de crisis de dominación.
Izquierda, gobierno y hegemonía: los desafíos de siempre
133
La izquierda en el gobierno
Dos de los ensayos incluidos —«La izquierda
latinoamericana: gobierno y proyecto de cambio»
y «La izquierda que gobierna en América Latina:
elementos para un balance político»— encabezaron
sendas antologías de trabajos de distintos autores
sobre experiencias particulares y, de cierta manera,
expresaban la posición de la autora frente al balance
comparado de los eventos que les dieron origen. Es
importante señalar que entre ambos eventos y ensayos
de la profesora medió una década de sus estudios, lo
cual le otorga un interés particular a sus argumentos.
En este cuarto tema se examinan los retos que
enfrenta un gobierno de izquierda en condiciones
de un poder limitado y del orden surgido de la
restructuración capitalista de los años 70. Al respecto,
la analista asevera que
los desafíos de la izquierda latinoamericana son muy
distintos: por tratarse de la periferia dependiente
desangrada por la expropiación capitalista externa
e interna; porque es una región estratégica para la
reproducción actual y de mediano plazo para el gran
capital como proveedora de recursos naturales (agua y
biodiversidad), energéticos y materias primas, además
de un gigantesco flujo de valor al centro del sistema; y
porque por todo esto, la desigualdad y también la pobreza
no solo son mayores sino una condición sine qua non
para esa reproducción capitalista.
Frente a tales desafíos, la izquierda puede triunfar
o ser derrotada, pero
no es lo mismo sufrir derrotas que fracasos. Las derrotas
dan cuenta de insuficiencias de fuerza frente a los
contrarios […] Los fracasos en cambio, dan cuenta del
abandono de objetivos o de la adopción de objetivos
ajenos al proyecto de transformación.
La autora insiste en que más que posiciones de gobierno
—e incluso para gobernar— la izquierda necesita
la gestación de una fuerza política suficiente, es decir, de
una voluntad colectiva organizada capaz de cambiar las
relaciones de poder con las que el capitalismo neoliberal
se reproduce en todos los ámbitos de la vida social.
La percepción instaurada de que a cada fase de la
democracia le corresponde un modelo económico, tal
como a las transiciones democráticas latinoamericanas
les correspondía el modelo económico y político
neoliberal, lleva a la ensayista a decir que
lo nuevo es que donde gobierna la izquierda o el
centroizquierda, el capital transnacional haya encontrado
condiciones óptimas de estabilización en la crisis
capitalista, pues además lo logra con legitimación
política.
Al referirse a las etapas enunciadas para la
estabilización neoliberal, Stolowicz se interroga si
la tercera de ellas —consolidación de las reformas y
134
Juan Valdés Paz
restauración de los niveles de inversión— «no estaría
siendo ejecutada, en la primera década del siglo xxi,
por algunos de los nuevos gobiernos progresistas». Todo
ello porque «la derecha no pudo impedir por todos
los medios el triunfo electoral de varias izquierdas o
centro izquierdas, pero les impuso el pos liberalismo
como programa gubernamental».
El debate actual
Estos temas y muchos más —la democracia, el
Estado, el parlamentarismo, las políticas públicas, la
transnacionalización del poder, la gobernabilidad y
gobernanza, la democracia participativa, el imperialismo,
la seguridad regional, el marxismo latinoamericano, la
autonomía universitaria, etc.— aparecen en este libro
como una agenda imprescindible para dilucidar la
naturaleza de la actual dominación capitalista en la
región. Uno de estos tópicos transversales, es el debate
actual que enfrentan las izquierdas, en la oposición o
en el gobierno, sobre el alcance de sus programas y de
su práctica política, a nivel nacional e internacional, en
condiciones de hegemonía capitalista, orden neoliberal,
correlación adversa de fuerzas y emergencia de viejos
y nuevos movimientos sociales.
La autora no vacila en afirmar que ese debate
remeda la clásica contraposición entre reforma y
revolución, ahora revestida de «posibilismo o de
anticapitalismo». El primero se expresaría en gobiernos
de izquierda que se autolimitan a la correlación de
fuerzas existentes y a promover, eventualmente, algunas
de sus reformas programáticas, no mucho más allá de
las ya consentidas por el capitalismo posneoliberal; el
segundo apelaría a políticas crecientemente restrictivas
del poder económico, político y social del capital,
y se orientaría hacia alguna opción socialista del
siglo xxi. La reformulación actual de esta dicotomía
podría ser enunciada como de posneoliberalismo o
anticapitalismo.
En esta perspectiva,
un proyecto de izquierda debe orientarse a una
redistribución radical de la riqueza y, por lo mismo, la
política social es el corazón de la política económica que
propugna por la igualdad. Esto es muy distinto a que
la política social compense los efectos de una política
económica que genera desigualdad.
Comentarios finales
A contracorriente de la hegemonía conservadora
puede ser leída como una argumentación teórica
y empírica que da continuidad al debate histórico
fundamental sobre las aspiraciones emancipadoras en
América Latina. Algunos juicios de la escritora sobre
acontecimientos, escenarios o autores, pueden parecer
excesivos —por ejemplo, los que emite acerca de Paul
Polanyi—, pero impugnar sus conclusiones es parte del
debate a que he hecho referencia.
La profesora Beatriz Stolowicz resume su propia
indagación cuando suscribe:
Sostengo la tesis de que estamos asistiendo a un punto de
llegada en la estrategia dominante impulsada desde hace
veinte años para estabilizar y legitimar la reestructuración
capitalista, cuyo objetivo ha sido convertir a América
Latina en un espacio ventajoso, seguro y estable para
la reproducción del capital, por ende, un espacio de
estabilización del capitalismo, en crisis cada vez más
frecuentes.
La emergencia de gobiernos progresistas en la
región, en un arco que va desde el antineoliberalismo
hasta la opción socialista, incorpora rápidamente al
debate el papel de estas experiencias en los procesos
antimperialistas y antihegemónicos en el área, que
son, al parecer, condiciones de transformaciones
anticapitalistas. Tal vez esta discusión implicaría
un examen más sustantivo del reformismo, que no
nos parece se reduzca a las magníficas parábolas del
péndulo o de la tercera posición, argumentadas por
la autora.
Una conclusión resultante de mi lectura o una de sus
lecciones es que, si bien cierta correlación de fuerzas
es necesaria para las reformas y una muy favorable
correlación permitiría suplantar las tradicionales
relaciones de explotación y dominación, solo el poder
en manos de las clases subalternas será suficiente para
alcanzar un nuevo estadio de emancipación humana.
, 2013
Izquierda, gobierno y hegemonía: los desafíos de siempre
135
E
De
exposiciones
internacionales
e imaginarios:
la historia
cultural
al ruedo
Yoel Cordoví Núñez
Historiador. Instituto de Historia de Cuba.
l hallazgo de una foto del legendario Buffalo
Bill, posando junto a Tomás Estrada Palma
y otros integrantes de la heroica «legión
mambisa», motivó al historiador Ricardo
Quiza Moreno a emprender una investigación acerca
de la histórica y siempre compleja trama de relaciones
entre Cuba y los Estados Unidos. Lo que pudo ser un
documento bien conservado o extraviado en algún
viejo armario, resultó una suerte de bujía para que el
autor pudiera sortear felizmente su tesis doctoral, y,
posteriormente, dar a la luz el ensayo Imaginarios al
ruedo. Cuba y los Estados Unidos en las exposiciones
internacionales (1876-1904).*
La obra procura acercarse a los imaginarios
construidos en torno al universo de estrategias
culturales e ideológicas, forjadoras de discursos
hegemónicos, pero también de proyecciones alternativas
al orden mundial de finales del siglo xix e inicios del
xx; un proceso que Enrique José Varona llamara
«mundialización». El marco temporal seleccionado
sugiere un abanico de posibilidades al historiador
para aprehender la emergencia y primeros destellos
del imperialismo estadounidense en sus coordenadas
económicas y políticas, incluso antes de producirse la
primera intervención y posterior ocupación militar de
la isla de Cuba. Sin embargo, el autor prefiere «atrapar»
la dimensión cultural del fenómeno, una de las aristas
obviadas o relegadas desde epistemes herméticamente
estructuralistas.
Quiza, al referirse al interés que motiva su
investigación, alude a la «cualidad ecuménica y
aglutinante» que poseen las cuatro exposiciones de las
urbes estadounidenses seleccionadas para el estudio:
Filadelfia (1876), Chicago (1893), Búfalo (1901) y San
Luis (1904), e incluye un certamen insular efectuado
en la ciudad de Matanzas (1881). Se trataban, según
el autor, de «escaparates dispuestos a exhibir diversas
facetas del acontecer humano: hábitos, costumbres,
historia, ciencia y tecnología, entre muchos» (p. 26).
Cualquier acercamiento al fenómeno del
imperialismo podría desestimar los resultados de
este libro desde su propia concepción. En cambio,
Quiza Moreno apuesta por un enfoque de la historia
desde racionalidades teóricas plurales y donde los
presupuestos marxistas dejan de ser raro especimen
teórico de una modernidad o de «épocas oscuras» para
aportar coordenadas metodológicas acertadas en el
campo de las ciencias sociales. El autor lo logra a partir
de la lectura e interpretación de los propios clásicos
y, sobre todo, de su aplicación creadora al objeto de
investigación trazado.
* Ricardo Quiza Moreno, Imaginarios al ruedo. Cuba y los Estados
Unidos en las exposiciones internacionales (1876-1904), Ediciones
UNION, La Habana, 2010.
136
n. 75:
136-138, julio-septiembre de 2013
Yoel Cordoví
Núñez
En rigor, al concebir Imaginarios… enriquece
el instrumental teórico con disímiles propuestas
metodológicas; en especial son apreciables las
influencias de los estudios culturales y poscoloniales,
así como de la sociología británica contemporánea
con exponentes al estilo de Ernest Gellner y Michael
Mann, defensores del proyecto ilustrado de «historia
filosófica». Un punto de partida de esta naturaleza
pone al autor en condiciones inmejorables para lograr
un tratamiento original y riguroso de las herramientas
conceptuales de que dispone, en modo alguno aferrado
a concepciones eclécticas.
Pudiera pensarse que el autor de este ensayo, al
estudiar las exposiciones internacionales como hecho
cultural, se adentra en una suerte de «cocina del sentido»
con los productos que le ofertan los certámenes feriales
y en carrera semiológica desenfrenada para descifrar
apenas signos.1 Pero sobreviene la interrogante: ¿Cómo
explicar adecuadamente los procesos culturales,
los elementos del imaginario social, las psicologías
individuales y colectivas, los modos de vida, hábitos,
etc., sin considerar las condiciones materiales en que
se desenvuelven estas diferentes maneras de pensar,
actuar e incluso soñar? Ya sabemos que no se trata
de dilucidar la base económica de la pintura de Pablo
Picasso, pero tampoco de reducir la historia y las
posibilidades de conocerla a la textualidad logocéntrica
y a las tramas discursivas, como meras estrategias
retóricas arbitrarias.
En Imaginarios… puede apreciarse un intento por
establecer las diversas y siempre complejas conexiones
entre los problemas históricos abordados y los
diferentes factores condicionantes. Así, por ejemplo, al
tratar conceptos como nación o imaginarios nacionales,
en primera instancia refuerza la importancia del
conocimiento de la historia, los paisajes, las costumbres,
es decir, las culturas capaces de establecer nexos,
relacionar caracteres y encauzar formas de pensar(se)
y sentir(se) dentro de un conglomerado humano que
se identifica y distingue con respecto a otros grupos.
El autor ofrece elementos que demuestran cómo el
ritual de las exposiciones internacionales enmascaraba,
sutilmente, las rivalidades nacionales, expresadas en la
organización simbólica de los espacios:
• Espacios para la consagración simbólica del
imperialismo norteamericano.
• Espacios de conflictos entre potencias por
agenciarse posiciones importantes en el «Bazar de
las Naciones».
• Escenario para edificar estrategias de resistencias por
los territorios periféricos.
Al ubicar tal dimensión cultural de los montajes
expositivos, Quiza inserta los problemas abordados
en el ámbito de las representaciones y estrategias
discursivas dentro de las dinámicas de desarrollo
económico y político observables en las naciones
organizadoras de los diferentes certámenes. Para ello,
al trazar los contornos conflictivos e inestables que
asumían los espacios expositivos «nacionales», apela
a los razonamientos de Vladimir I. Lenin sobre la
«esencia económica» del imperialismo, para afirmar
que la disputa entre las naciones «solía encubrir la
competencia capitalista» (p. 47). No coincido, sin
embargo, cuando a pesar de esas reflexiones, Quiza
sostiene que de algún modo las exposiciones eran un
fenómeno «más ideológico y cultural que económico».
Esta relación deslocaliza las esencias de los eventos
feriales y rompe la propia lógica de su análisis.
Ciertamente, las exposiciones internacionales son
hechos culturales, instancias festivas legitimadoras del
progreso, con espectaculares proyectos que ofrecen
evidencias y fomentan certezas sobre las potencialidades
de la ciencia y la técnica puestas al servicio del desarrollo
de las naciones y del bienestar de la humanidad. Tales
encomiendas ecuménicas, homogeneizadoras de
expectativas y patrones culturales, responden a los
imperativos políticos de economías insertas en los resortes
tecnológicos, competitivos y agresivos, del capitalismo
moderno, tanto en sus rivalidades externas como en
sus conflictos internos.
De hecho, entre los aciertos de la obra se encuentra
la articulación coherente con que el historiador
logra introducir el conflicto capital-trabajo entre el
amplio universo de significados de las exposiciones
internacionales. Las imágenes narrativas al efecto se
suceden. La construcción del espectacular globo de la
exhibición parisina de 1900, por ejemplo, costó la vida
de ocho obreros, cuyas viudas se apostaban luego a los
pies del monumento para pedir limosnas. Cuatro años
después, más de doscientas huelgas se escenificaban
contra la compañía encargada del montaje de la
muestra universal de San Luis. Sin dudas, al remitirse
a esas condiciones materiales y a la experiencia social
en que se encontraban insertas las exposiciones, el
autor contribuye a definir comportamientos colectivos
e individuales en medio de tensiones y, en ocasiones,
de violencias, donde la cultura en consonancia con los
criterios de Michel de Certau, «articula conflictos y a
veces legitima, desplaza o controla la razón del más
fuerte».2
Por otra parte, quiero destacar la sagacidad del
historiador para enfocar, desde nuevas perspectivas,
las relaciones Cuba-Estados Unidos, fenómeno tratado
in extenso por la historiografía en el marco temporal
seleccionado (1876-1904). Nuevas racionalidades
tecnológicas, discursos científicos legitimadores de la
dominación, resortes publicistas, tramas urbanísticas
que discurren entre gigantescos palacios y colosales
De exposiciones internacionales e imaginarios: la historia cultural al ruedo
137
estatuas, así como el plano virtual —«modelo cultural
operativo», según Ángel Rama—3 que organiza los
espacios y establece los signos, vienen a conformar, en
la secuencia temática de los cinco capítulos del libro, el
guión simbólico de la hegemonía estadounidense hacia
la Isla, puesta al ruedo entre imposiciones imperiales
y reafirmaciones nacionalistas.
En ningún momento Quiza desestima los valores
de las fuentes más tradicionales, pero la propia
concepción del trabajo que asume le propicia
rastrear y procesar registros «minúsculos», poco
convencionales, pequeñas «señas» o indicios que le
permiten sostener las formulaciones teóricas, sobre
todo en aquellas zonas donde suelen hacerse más
densas las interpretaciones. Un sello de la «República
de Cuba» dentro de una colección numismática
—presentada en el contexto colonial por la delegación
cubana a la exposición colombina de Chicago—; piezas
musicales y teatrales alegóricas a sucesos políticos, por
ejemplo, la imposición de la Enmienda Platt; muestras
etnológicas, arqueológicas, médicas e higienistas; así
como colecciones escolares; entre otras, son parte del
profuso y variado material que engrosa el extenso pero
enriquecedor cuerpo de notas y referencias.
Mención aparte para el selecto anexo fotográfico.
No se trata de simples ilustraciones que adornan las
páginas finales de un libro, sino verdaderos registros
visuales. De acuerdo con Jacob Burckhardt, artista
aficionado que escribió varias obras sobre el arte
italiano, constituyen objetos «a través de los cuales
podemos leer las estructuras de pensamiento y
representación de una determinada época».4
El contenido del ensayo culmina con «La lección
que dan las cosas», intento por actualizar las dinámicas
feriales desde la segunda mitad del siglo xx hasta la
actualidad, con referencias a las recientes exposiciones
de carácter universal con sedes en Hannover (2000)
y Aichi (2005). Más hacia el ámbito de las relaciones
Cuba-Estados Unidos, el autor se refiere a la inédita
exposición de productos agrícolas organizada en La
Habana a finales del año 2002, como «contribución
importante en el acercamiento cubano-estadounidense
en medio de una atmósfera política bastante enrarecida».
Advierte el historiador y ensayista las potencialidades
de esos eventos en los acercamientos de los pueblos y
las naciones, aunque reconoce también los obstáculos
provenientes de las administraciones norteamericanas
a lo largo de sus relaciones con el enclave antillano.
Desde luego, tales «lecciones» podrían dar lugar a
otro libro, pues rebasan los objetivos propuestos por
Quiza Moreno. Ciertamente, «cualquier acercamiento
procedente del Norte deberá abstenerse de presiones
y fundarse en el realismo», pero, además, cualquier
aproximación a un fenómeno de estas dimensiones
culturales, económicas, políticas, ideológicas, obliga
138
Yoel Cordoví Núñez
a asumirlo en todas sus escalas de complejidades y
alcance.
Concluye así un libro portador de una factura
discursiva audaz y creativa. Hacer de las vitrinas del
emblemático Crystal Palace o del pabellón agrícola
de Cuba en la exposición de San Luis objeto de una
investigación histórica con sagaz juicio electivo, ajeno
a cualquier sutileza modista, es plausible. «Lo mío
primero: voces desde la periferia», «De lo “típico” a lo
“exótico”: los retratos se exportan al Norte», «Mambrú
llegó a la Isla: presencia norteamericana en Cuba»,
«Cuando salí de La Habana: cubanos en los Estados
Unidos», son algunos de los apartados que introducen
al lector en sucesivas y contextualizadas tramas de
encuentros y desencuentros, negociaciones y conflictos
entre Cuba y su vecino del Norte alrededor de los
certámenes feriales.
Por tanto, estamos en presencia de una obra
importante en el ámbito historiográfico. No solo por
los conocimientos que aporta, sino por los presupuestos
teóricos que establece para enrumbar posibles
investigaciones desde una perspectiva históricocultural. Con esta obra, Ricardo Quiza Moreno echa
«al ruedo» de la historiografía cubana, más que un
texto de historia, un proyecto intelectual sugerente y
necesario.5
Notas
1. Roland Barthes, «La cocina del sentido», La aventura semiológica,
Editorial Paidós, Barcelona, 1990, p. 224.
2. Michel de Certau, La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer,
Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, México, DF,
2000, p. XLVIII.
3. Ángel Rama, La ciudad letrada, Ediciones del Norte, Hannover
(EEUU), 1984, p. 9.
4. Jacob Burckhardt, citado en Peter Burke, Visto y no visto. El uso de la
imagen como documento histórico, Crítica, Barcelona, 2005, p. 13.
5. Esta reseña fue finalista en el Concurso de la Crítica Historiográfica
«Enrique Gay-Calbó» (2012) de la Academia de la Historia de
Cuba.
, 2013
Cambio climático y riesgo ambiental en Temas
La revista Temas confió la presentación de su número
73, dedicado al cambio climático, al Coronel Luis
Ángel Macareño Véliz, segundo jefe del Estado Mayor
de la Defensa Civil de Cuba. El evento tuvo lugar en
el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 24 de
junio de 2013.
En esta sección se publican
opiniones de nuestros lectores
contenidas en cartas y otras
comunicaciones dirigidas
a la Redacción, y diversos
textos de interés.
Vivimos en una época marcada por cambios
acelerados, incertidumbres y limitaciones.
Los problemas globales se han agravado como
consecuencia de las crisis económica, social,
alimentaria, energética y climática. En este contexto,
el impacto negativo de los eventos de desastres
y la tendencia al cambio global del clima han
experimentado un significativo ascenso en los
últimos años, y golpean con mayor fuerza a los
países más pobres.
Según un estudio de la CEPAL, entre 1972 y
2010 en América Latina y el Caribe ocurrieron
87 desastres, debido a los cuales más de 310 000
personas perdieron la vida y 27 millones resultaron
afectadas. Las pérdidas económicas sobrepasaron
los 213 000 millones de dólares, lo que significa un
incremento de dieciséis veces, mientras que el ingreso
per cápita del Producto Interno Bruto aumentó solo
trece. En resumen, el riesgo de desastres crece a un
ritmo superior a la creación de las riquezas, lo que
obstaculiza los nobles propósitos de los objetivos de
desarrollo del milenio.
Cuba, por su ubicación geográfica y relaciones
de intercambio, está expuesta al impacto de
eventos naturales, tecnológicos y sanitarios. Ello ha
condicionado el desarrollo del Sistema de Defensa
Civil en los últimos cincuenta años, sobre la base de
Izquierda, gobierno y hegemonía: los desafíos de siempre
139
la participación integrada de todos las instituciones
y recursos de la sociedad y del Estado para proteger
las personas, sus bienes y la infraestructura social y
económica.
Entre 1998 y 2012 creció la frecuencia y severidad
del impacto de los ciclones tropicales. En este período
el país sufrió el impacto de diecisiete huracanes,
ocho de ellos de gran intensidad, que ocasionaron
la muerte de cincuenta y seis personas y pérdidas
económicas valoradas en más de 20 000 millones de
dólares. A esta situación se añade una significativa
actividad sísmica en la región suroriental de la
Isla, el aumento de la frecuencia de los eventos de
sequía y el incremento del peligro de introducción
de enfermedades exóticas. Una realidad como la
anterior ha exigido un reforzamiento de nuestras
capacidades para reducir el impacto negativo de
estos eventos.
Los desastres son indicadores de procesos de
acumulación del riesgo vinculados con el desarrollo
económico y social, y con la tendencia creciente al
cambio climático, lo cual debe tenerse en cuenta
para el manejo integral del riesgo.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio
Climático, basado en las observaciones del
aumento de la temperatura del aire y del océano, el
derretimiento de los glaciares y el incremento
del nivel promedio del mar, llegó a la conclusión,
en 2007, de que el calentamiento global es
inequívoco.
El General de Ejército Raúl Castro Ruz expresó en
la Conferencia Cumbre de las Naciones Unidas para
el desarrollo sostenible, conocida como Río+20:
Dejemos las justificaciones y egoísmos y busquemos
soluciones. Esta vez, todos, absolutamente todos,
pagaremos las consecuencias del cambio climático.
Estamos urgidos de un cambio trascendental. La
única alternativa es construir sociedades más justas,
establecer un orden internacional más equitativo,
basado en el respeto al derecho de todos; asegurar el
desarrollo sostenible a las naciones, especialmente del
Sur, y poner los avances de la ciencia y la tecnología
al servicio de la salvación del planeta y de la dignidad
humana.
En este sentido, el número 73 de la revista Temas
compendia de manera balanceada diez artículos
sobre el cambio climático y el riesgo ambiental,
desde diversas perspectivas: el manejo de las zonas
costeras, el efecto económico del cambio climático,
las necesidades y los retos de la cooperación
en este entorno, las propuestas concretas para
lograr una efectiva administración ambiental
mediante cambio de paradigmas, importantes
aportes paleoclimatológicos, la influencia en la
140
intensificación de los huracanes y en la salud pública,
las acciones para la reducción de desastres en Cuba
y un interesante enfoque sociológico de la justicia
climática.
Esta entrega de Temas constituye un valioso
aporte a la comprensión multilateral de uno de los
problemas globales más complejos y trascendentales.
Por esa razón, permítanme, en nombre del Jefe del
Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil, felicitar
a la dirección de la revista y a los autores de estos
artículos por su calidad, con la certeza de que, como
dijera hace veinte años el compañero Fidel Castro
Ruz, «un mundo mejor es posible».
Muchas gracias.
En el mismo acto, Claudio Tomassi, representante
residente adjunto del PNUD en La Habana, destacó
la colaboración de esa institución en la conformación
del número presentado. Estas fueron sus palabras:
El cambio climático y los riesgos ambientales
constituye uno de los desafíos más grandes a nivel
global y local de este principio de milenio, y una de
las áreas de mayor atención de nuestras organización
y mayor cooperación en los países; Cuba no es la
excepción.
En relación con este número hay que destacar
la mirada multidisciplinaria que tiene: acá han
participado toda clase de expertos en seguridad,
en salud pública, en relaciones internacionales,
climatólogos, oceanólogos, economistas. Recuerdo
que en el taller de preparación se hacía énfasis en que
todo lo que se publicara debía ser fácil de entender;
esa es también una de nuestras líneas de trabajo,
lograr que el tema del desarrollo y del cambio
climático sea algo comprensible.
El PNUD, además de apoyar la preparación de
este número, contribuyó con algo más específico:
un artículo que trata el tema de América Latina y
el Caribe como superpotencia de biodiversidad,
y los retos de adaptación al cambio climático que
enfrenta el continente. En particular, analiza el
caso cubano, sus costas, con un análisis de buenas
prácticas, es decir, lo que ha venido haciendo el
Estado cubano para reducir las vulnerabilidades ante
dicho fenómeno. América Latina y el Caribe solo
aporta cerca de 11% de las emisiones de carbono que
crea ese problema; sin embargo, se ve perjudicada
en una forma desproporcionada en términos de
efectos: sequías, inundaciones, huracanes. Cuba,
una isla insertada en el Caribe, está en una posición
de vulnerabilidad aún más alta que el promedio de
los países de América Latina; y esto es lo que se
aborda en este artículo, las medidas para aumentar
la resiliencia del país frente al cambio climático.
El aporte específico nuestro no es un análisis
climatológico ni estrictamente científico, sino uno
desde el punto de vista socioeconómico, o sea, qué
impacto tiene el cambio climático y cuáles son las
medidas de adaptación a este que pueden prevenir
el deterioro del nivel de vida de los habitantes de un
país a mediano o largo plazo.
Recordemos que en Cuba más de 10% de la
población —estamos hablando de un millón y
medio de personas— vive en 244 asentamientos
costeros. El levantamiento del mar, uno de los
efectos previstos del cambio climático, afectará
necesariamente estos asentamientos, durante los
próximos treinta, cuarenta, cien años. Por su parte,
las sequías perjudicarán la agricultura, una de las
bases de la economía cubana. Entonces, al aumentar
la temperatura y cambiar los patrones climáticos,
cuáles son las medidas que se están tomando y se
deben tomar para ampliar la producción agrícola,
en un ambiente de alta vulnerabilidad, donde hay
que introducir acciones de manejo sostenible de la
tierra, de semillas, de cultivos, que darán resultado
en función del cambio climático que afecta este
sector de la economía y de la sociedad cubanas.
En relación con la realidad del continente, el
artículo dice:
América Latina y el Caribe es una superpotencia
de biodiversidad porque posee el mayor capital
natural en el mundo. La variedad de ecosistemas
terrestres, costeros y marinos, proveen servicios
que son la base de sus economías, y permiten la
sobrevivencia de las comunidades más pobres y
vulnerables. Gracias a estos singulares recursos el
área ha desarrollado competitividad en sectores como
la agricultura, la pesca y el turismo. Además, cuenta
con un tercio de la tierra cultivable en el mundo, y
por tanto, está en posición de desempeñar un papel
significativo en la producción futura de alimentos. Sin
embargo, este singular acervo de recursos naturales es
particularmente sensible al cambio climático.
Por eso para el PNUD es tan importante
trabajar en la temática de la adaptación al cambio
climático.
Nosotros llevamos más de veinte años
trabajando en esto en Cuba, y hemos tocado
casi todas las esferas posibles en este sector,
desde consolidar áreas protegidas, que es un
elemento fundamental en este tipo de empresa, la
preservación de la biodiversidad, el fortalecimiento
de capacidades institucionales, locales y nacionales,
para que sea efectivo, hasta la actualización del
marco regulatorio; es decir, las normativas, y
la incorporación y la participación de un alto
número de actores en la toma de decisiones y en
la aplicación de las medidas. Un último punto que
constituye un trabajo muy cercano al Estado Mayor
de la Defensa Civil, es el vinculado con la temática
de la reducción de riesgos de impactos. Cuba es uno
de los buenos ejemplos en la región, en términos
de respuesta ante estos tipos de eventos extremos;
sin embargo, la labor que se viene haciendo va
más allá de la respuesta, se dirige a la reducción
de riesgos; es decir, integrar, en todos los procesos
de planificación, de desarrollo, de actuación, a
nivel local y nacional, los temas de adaptación al
cambio climático y de reducción de riesgos, desde
una óptica socioeconómica. Es muy importante que
las inversiones y las actividades humanas en esos
territorios sean respetuosas y se armonicen con
los conceptos anteriores, porque de lo contrario el
desarrollo estrictamente económico o productivo
no vendría de la mano con el sostenible, o sea, con
la sostenibilidad de estos parámetros.
Estamos seguros de que los próximos cinco años
van a ser aún más productivos. Hace dos semanas se
firmó entre el PNUD y el Estado cubano el acuerdo
que establece los criterios de cooperación para 20142018, y esto no es solo parte del discurso, sino de la
realidad del cambio climático y de la adaptación a
este.
Hay que reconocer también lo alcanzado
hasta ahora por parte de los actores cubanos, lo
que posiciona al país en una situación de buenas
prácticas a nivel del Caribe y de Latinoamérica.
Para concluir, quisiera referirme a algo más
específico, como por ejemplo la restauración de
manglares. ¿Por qué trabajar en ello? Porque los
manglares brindan un amortiguamiento natural
a esas comunidades costeras que sufren aumento
del nivel del mar. O, ¿por qué mantener el sistema
de humedales?, porque estos se desempeñan como
esponjas naturales que absorben inundaciones y
preservan así las tierras de los campesinos. Este
tipo de medidas puede parecer exclusivamente
medioambiental, pero va más allá y responde a
una lógica de adaptación al cambio climático, y
de reducción de riesgos, de la gente común que
al vivir en un ambiente natural está cada vez más
amenazada por fenómenos naturales, de los cuales
no necesariamente Cuba ni América Latina y el
Caribe son los mayores responsables.
Le reitero a la revista Temas nuestro agradecimiento
por permitirnos contribuir y participar en este
espacio y esperamos que este número sea de amplia
distribución e impacto.
141
NORMAS DE
PRESENTACIÓN
DE ORIGINALES
1. La extensión de los trabajos no deberá exceder los 40 000 caracteres con espacios,
incluidas las notas y referencias bibliográficas. En ningún caso se aceptarán artículos
que sobrepasen la extensión declarada.
2. Debe adjuntarse un resumen del trabajo (en español y en inglés) de dos párrafos
como máximo y se indicarán palabras claves que describan las esencias del objeto
de estudio.
3. Se podrán incluir dos o tres tablas o gráficos sencillos con no más de 8 cm de
ancho.
4. Las referencias bibliográficas u otras notas aclaratorias deberán indicarse con
números consecutivos, con supraíndices, ubicados después del signo de puntuación
o de las comillas, en el caso de las citas. Por ejemplo, «...contra su criatura».1
5. Las referencias bibliográficas deberán contener los datos y el orden siguientes,
separados por comas: nombre completo y apellidos del autor (sin abreviar el nombre
excepto si el autor tiene dos, por ejemplo, Luis F. Pérez), título del libro en itálicas y
mayúscula inicial solamente (excepto si está en inglés o alemán), editorial, ciudad,
año y página (p.) o páginas (pp.). Ejemplos: Luis F. Pérez, La vida leve, Letras Cubanas,
La Habana, 1998, p. 3; Nicholas W. Garthoff, America’s Strategy in World Politics,
Institute for Policy Studies, Washington, DC, 1994, pp. 32-7.
6. Cuando se trate de artículos en revistas, después del nombre del autor se pondrá el
título entrecomillado, nombre de la publicación en itálicas, volumen (v.) o año (a.),
número (n.), ciudad, fecha, página (p.) o páginas (pp.). Puede añadirse la localización
electrónica. Ejemplo, Zoila Díaz, «Identidad y cultura», Revolución y Cultura, a. 5, n.
2, La Habana, abril-mayo de 1995, p. 18, disponible en www.revolucionycultura.
cu/1995/no2/diaz.html.
7. Si se trata de un artículo o capítulo publicado en un libro de otro autor, después del
título se pondrá «en» y nombre del compilador, editor o coordinador, seguido de
la abreviatura comp., ed. o coord., título en itálica, tomo (t.), nombre de la editorial,
ciudad, año, páginas (pp.). Por ejemplo: Orlando Hernández, «Los levantamientos de
esclavos», en Carlos Acosta, ed., Movimientos sociales en el siglo xix, Fondo de Cultura
Económica, México, DF, 1987, p. 56.
Al entregar el trabajo el autor deberá consignar su ocupación, un resumen de su
curriculum vitae; y dirección, teléfono, dirección electrónica o cualquier otro dato que
facilite su localización.
Los artículos pueden ser enviados a la dirección electrónica temas@icaic.cu. También
se pueden entregar impresos en las oficinas de Temas o enviarlos por correo postal,
siempre acompañados de una versión en soporte digital.
142
143
¿Cómo suscribirse a Temas?
En Cuba
Personalmente en las oficinas de Temas o a través de
giro postal dirigido a:
Aníbal G. Cersa García
Revista Temas
Calle 23 #1155 entre 10 y 12, El Vedado
La Habana. CP 10400
También mediante cheque o depósito bancario a favor de:
UPR Inst. Cub. Arte Industria Cinematográfica.
Cuenta número: 0525040006510118.
Fuera de Cuba
A través de transferencia bancaria a favor de:
UPR Internacional ICAIC
Cuenta número: 0300000002638522.
Banco Financiero Internacional, sucursal Habana Libre,
Calle L, esq a 25, El Vedado, La Habana, Cuba.
SWIFT: BFI CU HH.
También puede contactar con Yolanda G. Pantoja
José María Rico, no. 126 interior 1. Col. del Valle,
Delegación Benito Juárez, CP 03100. México. D.F.
Tel: (00 52 55) 5524 7449 Email: temasmexico@cablevision.net.mx.
Temas online
La modalidad de suscripción online permite acceder, durante un año, al sitio web de la revista Temas, y consultar TODOS
los artículos publicados hasta el momento, así como realizar búsquedas de contenidos, temas y autores. Está disponible para
residentes en cualquier parte del mundo, incluyendo Cuba.
Para obtener más información sobre modalidades, pagos y tarifas, regístrese en www.temas.cult.cu
o contáctenos en temas@icaic.cu.
246
JULIO-AGOSTO 2013
Directora: Svenja Blanke
Jefe de redacción: Pablo Stefanoni
Occidente en la mira
COYUNTURA: Carla Majdalani. Peculiaridades de un multilateralismo austral. Argentina en el
Consejo de seguridad 2013-2014. Michael Dauderstädt. Alemania y la crisis: victorias pírricas.
TRIBUNA GLOBAL: Jürgen Habermas. ¿Democracia o capitalismo?. TEMA CENTRAL: Santiago
Cataldo. Cuarenta y cinco años de ocaso occidental. Cómo pensar el debate. Sandra Borda G.
Estados Unidos o el último estado hegemónico. El poder en la era del ascenso y la consolidación
del resto del mundo. Gustavo Fernández. Espejos y espejismos: las relaciones entre América Latina
y Estados Unidos. Emilie Frenkiel. Las corrientes intelectuales en China actual. Varun Sahni. India:
a pesar de sus limitaciones, una potencia emergente. Gladys Lechini. China en África: discurso
seductor, intenciones dudosas. Francisco Rojas Aravena. Transformaciones globales y cambios en
las relaciones de poder. Impactos en América Latina y el Caribe. Jean-Jacques Kourliandsky. Irán y
América Latina: más cerca por una coyuntura de futuro incierto. ENSAYO: Manolo E. Vela Castañeda.
Perpetradores de genocidio. Aproximaciones históricas y sociológicas desde el caso Guatemala.
PAGOS: Solicite precios de suscripción y datos para el pago a <info@nuso.org> o <distribucion@nuso.org>
247
Izquierdas: relatos y tensiones
Descargar