EL F É N I X CARTAGINÉS. 109.' Murió en la edad que alumbra la esperanza y el mundo A ver se alcanza tras el cristal de la esperanza misma; cristal que en mil matices borda el suelo, como la luz del cielo quiebra en colores múltiples el prisma. entonces divisamos desde el monte un lóbrego horizonte cubierto de crespones enlutados; y entonces la ilusión se hunde y se entrega... el vértigo nos ciega... y rodamos del monte despeñados!... Sus ojos, donde el gtnio se mostraba, donde de amor brillaba. tras nubes de pudor, la llama ardiente, cual casto geroglífico bendito que Dios hubiese escrito del rojo sol en la encendida frente; Y el alma, al desligarse, en fácil vuelo, pasa de cielo á cielo, mientras que rueda el cuerpo en el pedrisco, y baja hasta el abismo rebotando. y por señal dejando un sangriento girón en cada risco! ' sus labios, donde besos mil dormían cual aves que se crían al calor de su nido sin recelo, aguardando que nazcan presurosas las alas vigorosas, para tender al infmito el vuelo; y ¡ay triste! así murió... y en vano un día forjó su fantasía las dichas mil que la ilusión evoca, pues perdiendo ilusiones, una á una, rodaba sin fortuna el monte de sus sueños, roca á roca! su corazón idólatra y gigante. su seno palpitante, cual la montaña que el volcan encierra, ¿qué se han hecho? ¿qué son? La muerte helada los redujo á la nada; la tierr;. que vivió volvió á la tierra! Ay! ¿p.ara qué elevamos hasta el cielo el infecundo anhelo, si ha de hundirse en el polvo, sin tardanza? ¿Porqué, á mirar del porvenir la lumbre, trepamos ála cumbre, á la cumbre falaz de la esperanza? ¿Qué "viento aselador llevó el estrago al transparente lago?... ¿qué cáliz arrojó tanta amargura?... ¿qué golpe cauteloso y homicida extinguió tanta vida, tanta luz, tanto amor, tanta hermosura? ¿Á qué exaltar la mente soñadora y oir, hora tras hora, del porvenir el triste vaticinio? ¿.4 qué agitar del corazón la calma y hacer que triunfe el alma, sujetando la carne á su dominio? Cuando al tender la vista agonizante al tiempo, yá distante, que, para no volver, ha resbalado. ¿A qué objeto agxtzar, siempre constantes, los filos penetrantes del pensar y el sentir, de paz ágenos, si es cierto que la dicha recompensa á aquel que menos piensa y es menos infeliz quien siente menos? quisiéramos, tal vez, con pié seguro, huyendo del futuro. marchar de lo presente á lo pasado; cuando el presente la ilusión no dora, con luz engañadora, y doblegando la abatida frente, lloramos las venturas nunca ciertas, las esperanzas muertas, la soledad del alma en lo presente; cuando al tender al por\'enir los ojos miramos con enojos que es todo oscuridad, y con desmayo aguardamos, llorando al tiempo mismo. un sol que el negro .abismo dore y caliente con su tibio rayo; entonces, como trepa á la montaña quien ver con ansia extraña quiere el naciente sol que alumbra y dora, se remontan los tristes corazones á alturas de ilusiones. por divisar del porvenir la aurora; ¿Acaso la materia, oh Dios piadoso. para lograr reposo. para poder dormir en honda calma. para rodar al seno del sombrío sarcófago vacío ha de ser lacerada por el alma? ¿.Vcaso el alma, que, en misión sublime. aprisionada gime en su vaso de carne, entre temores, para volar á Dios ha de ir herida, lavada y sumergida en el ancho Jordán de los dolores? ¿Han de pasar acaso juntamente por el crisol ardiente del ansia, del pesar, de la miseria. y h.-m de obtener de mártires la palma, para volar, el alma... para cUer rodando, la materia? Jl