«La Justicia no va tan bien, a pesar de las propagandas políticas señalando lo contrario» Fernando Salinas José Luis B. Benayas Madrid FERNANDO SALINAS es vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial y pertenece a la asociación Jueces para la Democracia. En la entrevista, desarrollada en su despacho del CGPJ, habló de algunos de los temas centrales del momento en campaña como las polémicas surgidas con el presidente y con el portavoz de este organismo y la descentralización de los poderes del Estado. En su opinión, es necesario un cambio para poder mejorar la actual situación del Poder Judicial. La percepción de la Justicia no es hoy muy positiva. ¿Cómo valora esta situación y qué diferencias encuentra entre las autonomías? Las encuestas a los usuarios de la Justicia han dado como resultado un suspenso. Nos han suspendido. La percepción de la Justicia no es muy buena por la falta de medios por parte del Ministerio de Justicia. En cambio, las Comunidades Autónomas con competencias transferidas están superando al resto. La falta de medios y de jueces es lo que está incidiendo en la percepción. También están incidiendo las demoras de la Administración de Justicia. Afortunadamente, en el País Vasco, con los datos que tenemos, la calidad de la Justicia y su respuesta es una de las más altas del Estado. Usted ha dicho que sólo lograrán colocarse 30 de los 230 jueces que ahora salen de la Escuela Judicial. Efectivamente. Tradicionalmente, se venían convocando 150 plazas cada año, porque la Justicia necesita jueces. La media en España es de 10 jueces por cada 100.000 habitantes. En Alemania, en cambio, son 29; y en Italia, 13. La proporción es de las más bajas de Europa. En estos últimos años no se ha incrementado el presupuesto de Justicia, y así, no se han creado juzgados. En la Escuela Judicial tenemos una promoción de 230 jueces que van a salir en abril y que no van a tener juzgados propios después de haber estado en formación de cuatro a seis años. ¿Qué van a hacer? Pues en vez de desarrollar plenamente su función, harán sustituciones por enfermedad, por acumulación de trabajo, de un lado para otro. Esto se debe a la falta de previsión y de dotación de medios. ¿No han planteado ninguna posible solución desde el Consejo? Aquí, como grupo minoritario, llevamos reiterando cada seis meses en el pleno que se creen plazas judiciales y el Consejo no ha sido capaz de decir cuántas se necesitan en España e impulsar al Ministerio para que se creen. Así, se producen situaciones de retraso en la toma de decisiones judiciales que son bárbaras. Basta mirar en la página web del CGPJ para comprobar que lo que está tratando ahora es lo que salió hacia 1998. Los asuntos que llegan al Supremo tardan demasiado en resolverse. La Justicia no va tan bien, a pesar de, digamos, esas propagandas políticas que afirman lo contrario. Parece que hay que dar muchos pasos hasta obtener una resolución judicial. ¿No sería posible hacer el camino más corto, saltarse algún paso? Entre los países adelantados, federales, no se plantean estas situaciones como una cuestión política, que es lo que está pasando en España. Queremos un juzgado de instancia que resuelva por primera vez y otro una sala con varios magistrados, que lo resuelva definitivamente. En última instancia, si la sentencia de esa sala es contradictoria con otras, pues ya es lógico que intervenga el Tribunal Supremo, pero que el Supremo sea algo extraordinario para unificar esa doctrina. ¿Qué ocurre en España? Pues que como se llaman Tribunales Superiores de Justicia, hay una mentalidad errónea. Parece que estos tribunales se los vayan a apropiar las comunidades autónomas correspondientes, y son los mismos jueces que están en la Audiencia Provincial. Si se llamaran Audiencias Territoriales, a lo mejor no existía esa susceptibilidad. Pero quiero decir que, realmente, si queremos ser eficaces hay que darles muchas más competencias a los Tribunales Superiores de Justicia, para que resuelvan definitivamente todos los asuntos que competan a su Comunidad, y sólo en el caso de que haya discrepancias jurídicas entre distintos Tribunales Superiores se pueda ir al Supremo. Hacer esto no supone que se rompa la unidad de España. No tenemos que mezclar los aspectos políticos. En su opinión, ¿hay demasiada relación entre el poder ejecutivo y el judicial? Sí, desgraciadamente, porque la Constitución lo que quería con la creación del CGPJ era desapoderar al poder ejecutivo de todas las competencias que tenía en materia de nombramientos, sanciones o política judicial, con un órgano distinto, vinculado fundamentalmente al Parlamento. Lo que ocurre es que el poder ejecutivo es el mas fuerte, y además es el que tiene más medios económicos. ¿Y cuáles son las consecuencias de este ‘‘exceso’’ de relación? Quizá de todos los Consejos que ha habido, el actual es en el que se detecta una mayor dependencia del CGPJ de las directrices del poder ejecutivo. El Consejo no se atreve a decir, por ejemplo, que algunas cosas funcionan mal precisamente por esa dependencia, como la política ministerial en materia de Justicia. Se está de alguna manera intentando decir que todo va muy bien cuando no es cierto, cuando estamos viendo que hay asuntos que tardan más de diez años en resolverse, a pesar de que se está llevando a cabo un importante esfuerzo con las Comunidades Autónomas. El sistema no es adecuado, y a través de los juicios rápidos se resuelven asuntos pequeños, y no por ejemplo esas grandes estafas, esos asuntos que van a la Sala Primera de lo Civil. Hemos cogido los asuntos fáciles, cuando hay temas muy graves que se paralizan y duran seis o siete años. A mi juicio, hay una política errónea por parte del Consejo, que fomenta los juicios rápidos a través de las retribuciones a los jueces, con lo cual puede provocar que éstos se dediquen a lo fácil y dejen al margen lo difícil. Respecto a la designación de los vocales del CGPJ, ¿cree que es la forma adecuada? El Consejo acaba de rechazar el intento de moción que se quiso llevar a cabo contra el portavoz, Enrique López.... El sistema es nuevo. Ha surgido a raíz del famoso Pacto de Estado de Justicia, que merece un capítulo aparte. Son los partidos los que mas o menos han ido designando. Con la fórmula que se ha creado, el partido que está en el Gobierno ha sido el que ha designado diez vocales, y el presidente ha salido gracias a sus votos. Así, los diez vocales a propuesta del PP más el presidente votan sistemáticamente juntos. Como se necesita una mayoría cualificada, pues sacan adelante sus propuestas y vetan las nuestras. Nosotros no estábamos de acuerdo, ya que el portavoz no se limita a informar de lo que sucede en el pleno, sino que muchas veces , sin que haya ningún órgano del Consejo que haya resuelto nada respecto del asunto que se trate, sobre todo iniciativas legislativas del Gobierno, pues dice que está todo muy bien. Está apoyando una política de Justicia que nosotros entendemos no señala el pleno del Consejo. Alguien dijo que la democracia no es del todo justa porque no respeta la opinión de las minorías… Sí. Ese es el problema que, por ejemplo, tenemos aquí. Nosotros vinimos con muy buena voluntad, con la idea del Pacto de Estado de la Justicia, confiando en que íbamos a cogobernar, como si se tratase de un gobierno de coalición. Sabíamos que no teníamos mayoría pero en un gobierno de coalición hay unas carteras para unos y otras, para otros, y hay un portavoz que habla bien de todos, y aquí sin embargo lo que ha dominado ha sido la regla del rodillo. Los primeros días, al votar al Presidente, ya nos dimos cuenta de lo que sucedía. Hay vocales que estamos aquí y que proponemos cosas, pero no logramos llegar a ningún sitio. La idea de que todos los partidos pacten es loable, pero no se ha llevado a cabo en la práctica. No se han dado medios, aquí se aplica el rodillo. La centralización o descentralización del Estado parece estar de moda en la campaña. Famosas son las declaraciones de Aznar del ‘‘todo a 17’’ que acusa de proponer a Zapatero. ¿Qué opina? Todo el mundo quiere, por ejemplo, que los servicios públicos estén cercanos al ciudadano. Quiere que los políticos de esa comunidad sean los que vean los problemas, los que tengan que resolverlos. La propia Constitución señala que estamos en un Estado autonómico, así que lo correcto sería explotar al máximo esta posibilidad. Ese Estado exige que los Estatutos de Autonomía se desarrollen al máximo y que se puedan delegar numerosas competencias a las comunidades. No se ha desarrollado por varios motivos: primero, en materia de medios materiales y humanos. Las competencias se pueden transferir: por ejemplo, al País Vasco, a Catalunya, pero hay un temor a esas posibles competencias transferidas porque no se les posibilita a esas comunidades autónomas hacer una verdadera política de personal. El Ministerio de Justicia sigue mandando una parte del personal judicial, los más importantes, que son los secretarios judiciales. Es como si por ejemplo, en una panadería, el patrono no perteneciera a la misma cuadrilla que los vendedores o distribuidores. Si algo sale mal, pues se culpa a esos distribuidores o vendedores, que en el caso del que estamos hablando sería el personal judicial de la comunidad en cuestión. Así, se produce una gran falta de eficacia. Con la Constitución todas estas labores se podrían reducir a dos, digamos, patronos. Los jueces van a depender del CGPJ y los secretarios judiciales, si van a realizar cuestiones procesales, dependerán de éste. Los gerentes, las personas que estén al frente de los funcionarios que no realicen cuestiones procesales podrían depender de las comunidades autónomas. ¿Y en cuanto al Consejo General del Poder Judicial? También habría que descentralizarlo, pues está resolviendo muchas cuestiones que podrían resolver las salas de gobierno de los Tribunales Superiores, que desde mi punto de vista, además, no tendrían que estar sólo integradas por jueces, sino también por vocales, nombrados por el Parlamento, con una sensibilidad distinta en materia disciplinaria. Hay personas, como abogados, catedráticos, juristas de prestigio, que podrían integrarse para evitar el corporativismo. Deberían incluso tener las mismas competencias. Si ahora mismo llamáramos al Gobierno y le propusiéramos un Consejo General del Poder Judicial descentralizado, territorializado, todo el mundo se llevaría las manos a la cabeza, y la situación se convertiría en un problema de Estado. Yo particularmente apuesto por la descentralización en el aspecto gubernativo, en el aspecto de medios materiales y personales y en el aspecto judicial estrictamente.