Relevance Theory and media discourse

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Relevance theory and media discourse:
a verbal-visual model of interpretation
Francisco Yus Ramos
Department of English Studies, University of Alicante, Spain
(Poetics 25 (1998), pp. 293-309)
Abstract
La Teoría de la Relevancia ha surgido en los últimos años como un
intento ambicioso de explicar la elección, por parte del destinatario y en base
a la inferencia no demostrativa, de una interpretación adecuada a las
intenciones ostensivas que pone de manifiesto el emisor. En la aplicación de
dicha Teoría al discurso de ficción, encontramos algunos problemas para que
la atribución de las intenciones comunicativas del hablante sea del todo
efectiva, debido sobre todo a la ausencia de una co-presencia física de los
interlocutores (autor/espectador), y al control omnímodo que ejerce el emisor
sobre la cualidad final de los intercambios dentro de la trama argumental de
ficción. El propósito del presente artículo es proponer un Modelo de la
comunicación en el discurso mediático, que incluya todas las posibilidades
interpretativas de los medios de comunicación verbo-icónicos en una
taxonomía de supuestos reunidos alrededor de cuatro atributos dicotómicos,
y aplicar dicho Modelo
a uno de los posibles medios verbo-icónicos
susceptibles de un análisis pragmático: el cómic británico.
1. Relevance Theory: A brief overview
Sperber and Wilson (1986) desarrollan una teoría cognitiva
de la interpretación humana a partir de su propuesta de
reunificación, en un único Principio de Relevancia, de las clásicas
cuatro máximas propuestas por Grice (1975). De esta forma,
estos autores se decantan por una cierta revalorización de la
máxima de relevancia en contraposición a la aparente falta de
interés que la relevancia en la comunicación había suscitado en
los estudios pragmáticos de los años setenta (see Gazdar 1979:
45), con la posible excepción del estudio clásico de Dascal
(1977).
Además de la revisión de las ideas propuestas por Grice,
Sperber and Wilson inician su teoría con la reformulación de tres
conceptos arraigados en los estudios lingüísticos de orientación
pragmática: (a) el rango de la comunicación humana en general,
que Sperber and Wilson sitúan sobre todo en el modelo
inferencial de la comunicación en detrimento del modelo de
codificación; (b) la importancia del contexto en la comprensión
del lenguaje, en este caso proponiendo una visión mucho más
dinámica en la que el contexto no está dado de antemano en la
interacción humana, sino que se va creando (y variando) en el
proceso de interpretación; y (c) la sustitución de la conocida
noción de conocimiento mutuo por la noción alternativa de
manifestación mutua, que no adolece de las limitaciones de la
noción anterior, sobre todo en torno a la recursividad infinita (A
sabe p; B sabe que A sabe p; A sabe que B sabe que A sabe p,
ad infinitum) que nos impide distinguir con claridad qué
información comparten realmente los interlocutores de aquella
que ellos simplemente saben.
Además de esta revisión inicial de aspectos pragmáticos
del lenguaje, Sperber and Wilson fundamentan su teoría en el
reconocimiento de la importancia de la intención y de la
inferencia en todo proceso comunicativo. En cuanto a la
intención, Sperber and Wilson retoman la idea de Grice (1975) y
Strawson
(1964),
entre
otros,
sobre
el
significado
y
la
comunicación basados en el reconocimiento, por parte del
oyente, de la intención informativa que porta el enunciado,
gracias al reconocimiento paralelo de la intención comunicativa
que subyace en dicho enunciado (o estímulo, como Sperber and
Wilson prefieren denominarlo). La aportación explícita de la
intención de que algo sea manifiesto para el interlocutor es un
acto de comunicación ostensiva. Los estímulos ostensivos deben
satisfacer tres requisitos (Sperber and Wilson 1986: 153-154):
(a) attract the audience’s attention; (b) focus it on the
communicator’s intentions; and (c) reveal the communicator’s
intentions.
Por lo que respecta a la inferencia, Sperber and Wilson
(1987: 697) opinan que ésta vendría a llenar el vacío que existe
entre la representación semántica del enunciado y lo que de
hecho comunica dicho enunciado. Estos analistas apoyan la idea
de que la comunicación está basada sobre todo en el papel del
destinatario cuando infiere la intención informativa y la intención
comunicativa del enunciado de su interlocutor, es decir, cuando
genera diferentes hipótesis sobre el propósito conversacional que
subyace en la emisión de un enunciado dado. Al decantarse por
esta aproximación pragmática a la comunicación, Sperber and
Wilson adoptan una perspectiva cognitiva y se alejan de los
postulados lingüísticos más tradicionales que explicaban la
comunicación como una simple descodificación de los mensajes
codificados por el emisor.
Sperber and Wilson (1986: 68) definen la inferencia como
“the process by which an assumption is accepted as true or
probably true on the strength of the truth or probable truth of
other assumptions.” En su análisis Sperber and Wilson se
decantan por la inferencia no demostrativa, ya que no hay ningún
modelo que explique las operaciones cognitivas de la mente que
desembocan en una inferencia correcta, ni formas posibles de
medir, a priori, el éxito en la creación de inferencias: “in
demonstrative inference, the only form of inference that is well
understood, the truth of the premises guarantees the truth of the
conclusions. In nondemonstrative inference, the truth of the
premises merely makes the truth of the conclusions probable”
(Sperber and Wilson 1987: 701). De este modo, la inferencia que
interesa a Sperber and Wilson es aquella operación espontánea y
basada en suposiciones que no está sujeta a rígidos modelos de
deducción lógica.
Sin embargo, para Sperber and Wilson, aunque la inferencia
humana no es, en sentido estricto, lógica, sí contiene reglas
deductivas a las que el ser humano accede espontáneamente
antes de pasar a las operaciones cognitivas de confirmación de
hipótesis. Los procesos de inferencia funcionan a partir de
representaciones mentales previas del individuo y de suposiciones
factuales del mundo. Cada nueva suposición inferida se combina
con las suposiciones pre-existentes para modificar y mejorar la
representación general del mundo que posee todo ser humano.
No todas las suposiciones factuales alcanzan el mismo
grado de pertinencia en la mente del individuo, sino que se
organizan de más probables a menos probables. No podemos
prestar atención a todo el bombardeo de información que procede
del mundo exterior (Recanati 1993: 285). Mucha información es
tratada sólo en un primer nivel, mientras que otras informaciones,
las que dan lugar a pensar que podrían ser relevantes, pasan a un
segundo nivel de procesamiento.
Por lo tanto, cuando las suposiciones a las que prestamos
mayor atención (y en las que más confiamos) resultan ser las más
probables de ser ciertas, el individuo tiende a tener éxito en su
actividad interpretativa: la corrección de nuestra representación
del mundo depende no sólo de qué suposiciones creamos, sino
también de nuestra confianza en ellas. Sperber and Wilson dan
por sentado que hay una relación directa entre la fuerza de
nuestras suposiciones y la probabilidad de que éstas sean ciertas,
y esperamos que nuestros mecanismos cognitivos refuercen o
debiliten unas suposiciones que ya poseemos de antemano y que
estimamos pertinentes.
En su modelo interpretativo, Sperber and Wilson también
otorgan una gran importancia a la deducción, entendida sobre
todo como el resultado de unir una nueva información {P} a la
información antigua {C} ya almacenada en la mente del
individuo. Sperber and Wilson denominan contextualización a esta
operación cognitiva (Sperber and Wilson 1986: 108), en un
sentido bastante más restrictivo que el sugerido, por ejemplo, por
Gumperz (1977: 199). Dicha contextualización puede dar lugar a
efectos contextuales, un término muy importante en la Teoría de
la Relevancia. Un efecto contextual se produce cuando un
contexto es modificado de algún modo por la nueva información.
Esta modificación del contexto desemboca en el fortalecimiento o
al abandono de suposiciones previas.
Toda esta apoyatura teórica es la base sobre la que Sperber
and Wilson asientan el núcleo de su teoría, que se resumiría en
cuatro puntos definitorios (Wilson 1994: 44): (a) every utterance
has a variety of possible interpretations, all compatible with the
information that is linguistically encoded; (b) not all these
interpretations occur to the hearer simultaneously, some of them
take more effort to think up; (c) hearers are equipped with a
single, general criterium for evaluating interpretations; and (d)
this criterium is powerful enough to exclude all but at most a
single interpretation, so that having found an interpretation that
satisfies it, the hearer looks no further.
En síntesis, por lo tanto, la interpretación se basa en la
elección, por parte del destinatario, de la hipótesis interpretativa
que responde mejor a las intenciones del hablante, entre otras
muchas interpretaciones que resultan ser menos relevantes.
Sin embargo, el procesamiento de la información contenida
en un acto ostensivo está sujeta a riesgos y a esfuerzo: el riesgo
de no saber exactamente qué suposición, de entre las múltiples
suposiciones que todo acto comunicativo genera, es la que el
emisor pretende que el destinatario procese (Blakemore 1992:
21); y el esfuerzo de seleccionar una proposición y procesarla tras
haberla comparado con la información ya almacenada en la
memoria del individuo. Por eso todo acto ostensivo porta en sí
mismo la garantía de su relevancia, es decir, el emisor es
consciente del esfuerzo cognitivo que ha de realizar su interlocutor, y presupone que a pesar de todo su acción ostensiva valdrá la
pena.
Desde esta perspectiva, se intuye que los grados de
relevancia se generan a partir de la idea de que todo
procesamiento de la información (de los efectos contextuales, en
este caso), requiere un esfuerzo mental por parte del destinatario,
y cuanto mayor sea este esfuerzo de procesamiento, menor será
la relevancia. En conclusión, la definición de relevancia ha de
formularse con dos condiciones preliminares (Sperber and Wilson
1986: 125):
Condition 1: an assumption is relevant in a context to the
extent that its contextual effects in this context are large.
Condiiton 2: an assumtion is relevant in a context to the
extent that the effort required to process it in this context is
small.
Cuando estas dos condiciones se cumplen, un enunciado se
adecúa al principio de relevancia. Si el destinatario encuentra una
(primera) interpretación que cumpla estos requisitos, detendrá su
actividad interpretativa en ese punto.
En el siguiente epígrafe, propondré los postulados de la
Teoría de la Relevancia como parte de los atributos de un Modelo
interpretativo para el discurso verbo-icónico de los media.
2. Relevance theory and media discourse: the VV-Model of
communication
La aplicación de la Teoría de la Relevancia a medio
discursivo de ficción, y concretamente a los discursos que
comparten los canales verbales y visuales de la comunicación,
supone dar cabida en el análisis tanto a las situaciones en las que
la
elección
de
una
hipótesis
interpretativa
por
parte
del
destinatario coincide con la interpetación pretendida por el emisor
del mensaje, como a las situaciones en las que, por una razón u
otra, la comunicxación no alcanza un nivel interpretativo óptimo.
Por ejemplo, en la obra Amadeus, pieza teatral de Peter Shaffer,
Mozart comenta a Salieri, al pedirle éste su opinión sobre su
música, que nunca pensaba que una música como esa fuera
posible. Salieri, ante esta respuesta, no sabe si Mozart le ha
halagado o si le ha criticado, porque las dos interpretaciones son
candidatas para ser elegidas como adecuadas al principio de
relevancia.
Casos
como
éste
de
ambigüedad
intencionada
presentan numerosos problemas para una interpretación óptima
(see Morgan and Green 1987: 727). Estos ejemplos de la actividad
comunicativa del ser humano nos ilustran una idea de interpretación que se va alejando cada vez más del modelo de codificación,
ya que es muy frecuente que la forma proposicional del enunciado
tenga poco que ver con la información que el emisor desea
transmitir con dicho enunciado.
En este sentido, cualquier modelo de la comunicación que
ofrezca una taxonomía de supuestos para explicar la actividad
comunicativa de los hablantes no debe pasar por alto la
posibilidad del error interpretativo. En el caso concreto del modelo
de Relevancia propuesto por Sperber and Wilson, creemos que es
necesario
completar
los
diferentes
pasos
de
la
actividad
interpretativa del oyente con una explicación más completa de las
posibilidades de fracaso o de éxito que pueden darse en la
interacción conversacional.
Como ya he apuntado, para Sperber and Wilson la actividad
interpretativa de todo oyente está fundamentada en la búsqueda
de relevancia. Dicha búsqueda se centra en tratar de identificar la
información
que
pretende
el
hablante
con
su
actividad
comunicativa ostensiva, sometiendo el cúmulo de interpretaciones hipotéticas a la prueba de satisfacer las condiciones de
máximos efectos contextuales a cambio de un mínimo de
esfuerzo en el procesamiento de la información y seleccionando
con posterioridad la primera que cumpla estas dos condiciones. La
señal codificada, aunque no sea ambigua, es sólo una evidencia
(directa o indirecta) de las intenciones del emisor, y tiene que ser
usada inferencialmente y en contexto. La hipótesis que la señal
crea ha de ser probada con el principio de relevancia, y si no se
adecúa a este criterio, debe ser rechazada (Sperber and Wilson
1986: 174).
Sin embargo, no todas las situaciones comunicativas
responden a este modelo en el que la proposición que se pretende
comunicar es, precisamente la que el oyente procesa en un plano
conceptual. En realidad, como venimos proponiendo, debemos
tener en cuenta la posibilidad de que existan irregularidades en la
interacción y añadirlas como supuestos en nuestra propuesta de
un modelo comunicativo. Esta inclusión viene impuesta sobre
todo por la inseguridad que genera el análisis de las intenciones
en la explicación de la comunicación. En pocas palabras, las
hipótesis sobre la intención abren una vía expedita para una
posible interpretación incorrecta del mensaje. Wilson (1994: 47)
reconoce esta posibilidad cuando afirma que la Teoría de la
Relevancia no excluye la existencia de una mala interpretación:
“because utterance interpretation is not a simple matter of
decoding, but a fallible process of hypothesis formation and
evaluation, there is no guarantee that the interpretation that
satisfies the hearer’s expectation of relevance will be the correct,
i.e. the intended, one. Because of mismatches in memory and
perceptual systems, the hearer may overlook a hypothesis that
the speaker thought would be highly salient, or notice a
hypothesis that the speaker had overlooked. Misunderstandings
occur... Relevance theory claims that the interpretation that
satisfies the expectation of relevance is the only one that the
hearer has any rational basis for choosing. to claim that a choice
is rationally justified, however, is not the same as claiming that it
is invariably correct.” Carston (1987: 713) apunta en esta misma
dirección al afirmar que “speakers may betray assumptions and
atittudes
they
haven’t
intended
to
convey;
hearers
may
experience a nagging uncertainty about whether a speaker is
making some insinuation or whether they are themselves
responsible for projecting it into the interpretation.”
La incertidumbre interpretativa que hemos apuntado para la
comunicación oral aumenta notablemente en el caso de la
comunicación escrita, sobre todo en la recepción de los textos
literarios y concretamente en el caso que nos ocupa: el discurso
verbo-icónico de los media. El lector sabe que el autor del discurso
verbo-icónico
mediático
se
encuentra
demasiado
lejos
del
destinatario como para que pueda explicarle las intenciones que
tenía en la elaboración de su texto escrito. Y viceversa, el autor
del discurso verbo-icónico sólo puede esperar que el lector
aprehenda la interpretación que busca con su texto, sin poder
comprobar si realmente su producción escrita ha desembocado en
una interpretación correcta (esto es, si ha desembocado en la
interpretación que el autor buscaba). El autor únicamente podrá
albergar la esperanza de que el lector de su texto se acerque en
lo posible al hipotético espectador ideal o espectador modelo de
su obra. El texto original suele ser infinitamente más rico en
connotaciones que cualquiera de sus interpretaciones y es difícil
aventurar una interpretación que pueda identificarlas todas
excepto una modélica (Suleiman 1980: 23). No cabe duda de que
Foucault (1971) está en lo cierto al afirmar que la única forma de
hacer un comentario de un texto de tal forma que revele todas las
interpretaciones que el autor pretendía comunicar es volver a
copiar el texto con las mismas palabras.
La ausencia de interacción real cara a cara (co-presencia
física) entre el autor y el lector parece conducir a un mayor
énfasis en las propiedades del texto y el código que subyace en él
como única fuente de significado (Randall 1988: 48), o basar el
significado sólo en la recepción final del texto (como en la Teoría
de la Recepción). Este hecho ha propiciado que hayan surgido
críticas respecto a si es posible una aplicación de la Teoría de la
Relevancia al discurso de ficción (see Reboul 1987, Green 1993,
Trotter 1992; Pilkington 1991, 1992). Entre estas críticas, destaca
la de Clark (1987a, 1987b) con su propuesta de diferentes niveles
comunicativos (layers) que se generan con la combinación de los
tres exponentes principales de la comunicación literaria: el
personaje, el autor y el lector. En toda comunicación existen
varios niveles de interacción que se multiplican en la obra de
ficción por las características especiales que presenta este
discurso escrito. En una obra de teatro como Hamlet, por ejemplo,
Clark (1987b: 17) propone que habría al menos tres niveles: la
comunicación que mantienen los personajes Hamlet y Ofelia, el
nivel de los actores que hacen el papel de Hamlet y Ofelia, y el
nivel de Shakespeare comunicándose con el público mediante la
obra. Según Clark (1987a: 715), la Teoría de la Relevancia es
incapaz de dar una explicación coherente de la constante
interrelación de todos estos niveles basándose sólo en una
explicación en forma de intención comunicativa e intención
informativa:
“Sperber
and
Wilson...
presuppose
that
all
communication is flat -that it has only one layer, one type of
relevance... Shakespeare and Melville [two literary examples that
Clark proposes] have intentions towards us, but these are not
“informative” or “communicative intentions”... Even if relevance
theory could explain... how Ophelia understood Hamlet, it would
not explain how we do.” Parece ser que la aplicación de la Teoría
sólo puede establecerse en la medición de los posibles efectos
contextuales de la obra y del esfuerzo de procesamiento del
lector, esto es, medir la relevancia (¿óptima?) de la obra en su
conjunto y operar únicamente en este nivel de comunicación
literaria (see Reboul 1987: 729).
Por lo tanto, se puede afirmar que entre la producción de un
mensaje (supuestamente) intencionado, por parte del emisor y la
posterior adscripción de relevancia por parte del destinatario, se
produce una especie de fase de incertidumbre (sobre todo en la
comunicación a través de un discurso de ficción, pero también en
la interacción conversacional oral) en la que pueden darse tanto
intenciones explícitas que no llegan a buen término, como
enunciados que no son consecuencia de ninguna intención pero
que sin embargo son interpretados como intencionados por el
destinatario, además de los casos eficaces donde se identifica
correctamente tanto la información del mensaje como la intención
que hace que la aportación de dicha información sea manifiesta.
En pocas palabras, en esta fase de incertidumbre la comunicación
de los mensajes ha de superar con éxito dos tareas interpretativas
importantes y que sin embargo son una fuente frecuente de
errores en la comprensión del mensaje: por un lado la identificación correcta de la intención (o ausencia de ella) que existe en la
producción de un enunciado o de un comportamiento no verbal, y
por otro lado la identificación del mensaje en los términos en que
el emisor desea transmitirlo con su enunciado o con su acto no
verbal (más adelante denominaremos máxima eficacia interpretativa a esta identificación correcta). Obviamente, la superación
incorrecta de la primera empresa afectará notablemente en la
incorrección de la segunda.
Las características específicas del discurso de ficción verboicónico aumentan considerablemente la dificultad de superar esta
fase de incertidumbre para la interpretación correcta de los
mensajes verbales y no verbales. Por un lado, la comunicación
entre el dibujante y el lector adolece de la grave limitación de
todo discurso de ficción: la ausencia de interacción cara a cara, y
provoca la consiguiente dificultad de establecer con facilidad las
intenciones del dibujante. En la interacción conversacional que
tiene lugar entre los personajes dentro del cómic nos enfrentamos
además a una situación paradójica: por un lado en la actualidad el
discurso mediático posee unas ventajas innegables para mostrar
al espectador la interacción converesacional de una forma
análoga a como ocurriría en situaciones cara a cara reales. Sin
embargo, por otro lado el creador del discurso de ficción no
permite que sus personajes se comporten de una forma natural
en sus conversaciones y los malentendidos interpretativos, que en
una interacción real pueden considerarse más escasos que los
éxitos conversacionales, se convierten en el discurso mediático en
una marca distintiva de su carácter rupturista. Este discurso no
puede ser un simple reflejo del comportamiento lingüístico de las
personas reales, o perdería una gran parte de su atractivo para el
espectador.
De este modo, debemos reestructurar la comunicación
mediática dando cabida a varios aspectos pertinentes para
nuestro análisis. Así, hemos de establecer las características
iniciales del intercambio comunicativo, esto es, si la comunicación
se establece exclusivamente entre el autor y el lector o si tiene
lugar entre los personajes como un subgrupo de la primera
variedad comunicativa, y también si el mensaje es de índole
verbal o no verbal. A estos atributos iniciales, hemos de añadir la
que hemos denominado fase de incertidumbre, que constaría de
dos elementos: la identificación de la intención del mensaje o la
ausencia de ésta (esto es, con qué clase de intención va dirigido el
mensaje hacia el destinatario); y también la comprensión correcta
del mensaje específico que el emisor desea proporcionar con su
enunciado o con su comportamiento no verbal, dentro de una
gama posible de interpretaciones. Según Sperber and Wilson, y
como venimos repitiendo, esta comprensión correcta del mensaje
tiene lugar una vez que el destinatario ha sido capaz de
seleccionar una interpretación de todas las posibles y que es
precisamente la que buscaba el emisor. Para ello, el destinatario
tiene que evaluar la cantidad de efectos contextuales y de
esfuerzo de procesamiento, y optar por la primera interpretación
que ofrezca un mejor balance entre estas dos variables. Lo que
ocurra en la fase de incertidumbre afectará bastante a la
combinación de los efectos y del esfuerzo y también afectará a la
adscripción final de la relevancia al enunciado, una vez que la
hipótesis interpretativa (in)correcta (depende de la superación o
no de la esta fase) se haya contrastado con el contexto inicial
(que cuenta con la ayuda de la información enciclopédica
almacenada por el individuo). De este modo, situaríamos la fase
de incertidumbre entre una primera identificación de la clase de
mensaje que se ha producido (verbal/no verbal) y la evaluación
final de la relevancia que produce dicho mensaje en la mente del
receptor.
Estas cualidades de la comunicación en un medio de ficción
verbo-icónico (que comparte mensajes verbales y no verbales) se
pueden combinar en una serie de supuestos que pongan de
manifiesto toda esta gama de posibilidades comunicativas y de
situaciones de fracaso del discurso del cómic. Todos esos
supuestos se pueden agrupar en un Modelo comunicativo aplicado
a un discurso verbo-icónico mediático.
En resumen, los supuestos comunicativos deben tener en
cuenta los siguientes factores: (1) si la comunicación se establece
entre el dibujante y el lector sin mediación de los personajes
(comunicación que denominaremos dialógica) o si tiene lugar
entre los personajes del cómic (comunicación que llamaremos
diegética); (2) si el mensaje proporcionado se comunica mediante
un enunciado verbal o mediante un comportamiento no verbal;
(3) si el mensaje responde a una intención (del dibujante en la
comunicación con el lector, del personaje en la comunicación con
otro
personaje)
o es consecuencia de alguna
transmisión
accidental (no deliberada) de información; y (4) si el mensaje es
interpretado correctamente por el destinatario (sea éste el lector
o bien otro personaje). Ampliaremos estos factores en los
próximos párrafos.
Spectator-oriented communication versus characteroriented communication. Aunque obviamente la comunicación
que se establece entre los personajes dentro de la trama de
ficción pertenece al conjunto homogéneo del producto de ficción
dirigido al destinatario, creo que es pertinente establecer una
frontera imaginaria entre estas dos variedades de comunicación
en el discurso de ficción, ya que dicha distinción puede
proporcionarnos
claves
pragmáticas
interesantes
para
comprender cómo funciona la interpretación en los discursos
verbo-icónicos de los media. De forma sucinta, la comunicación
entre el autor y el espectador, que llamaremos spectator-oriented
communication, comprendería toda comunicación dirigida al
espectador que tiene lugar directamente sin la mediación
intermedia de la interacción conversacional directa que se da
entre dos personajes. Por el contrario, llamaremos characteroriented communication a la interacción conversacional o la
transmisión de información que sucede entre dos o más
personajes dentro de la trama del producto massmediático, como
estadio intermedio de la comunicación de ficción hacia el
espectador.
Verbal messages versus nonverbal messages. En uno
de los ejemplos propuestos por Sperber and Wilson (1986) una
persona pregunta a su interlocutor cómo se encuentra y éste saca
un tarro de aspirinas y se lo muestra ostensivamente. Al menos
en apariencia, Sperber and Wilson parecen optar por analizar la
comunicación como la operación en la que un hablante quiere
decir significativamente algo por medio de un mensaje dirigido a
un receptor en una ocasión particular, y cuya naturaleza no tiene
por qué ser verbal (Strawson 1969: 336).
Aunque Sperber and Wilson se inclinan más por el lenguaje
verbal (codificado) debido a su mayor capacidad ostensiva y a la
facilidad con la que llama la atención del destinatario, es decir,
por la rapidez con la que hace explícita su presunción de
relevancia (1986: 174), desde la perspectiva pragmática, se ha
prestado mucho interés a la información contextual que puede
proporcionar la comunicación no verbal a la dirección que toman
los intercambios conversacionales, de tal forma que el mensaje no
verbal puede acentuar, minimizar, o incluso contradecir la
información del mensaje verbal que lo acompaña. En un análisis
de textos verbo-icónicos el análisis de la comunicación que se
establece mediante mensajes no verbales debe tenerse muy en
cuenta.
Intentional
communication
versus
non-intentional
communication. El análisis de la intención en la comunicación
resulta básico desde la perspectiva de la Teoría de la Relevancia,
ya que la comunicación efectiva se da, según Sperber and Wilson,
cuando el destinatario identifica la intención informativa que
subyace tras la actividad ostensiva del emisor. Sin embargo, el
análisis de la intención no ha estado exento de problemas debido
sobre todo a que el analista se adentra en unos terrenos
inexpugnables de la mente humana (Kendon 1981: 9-10, Stamp y
Knapp 1990: 292-293). El problema de la intención se hace incluso
más patente si lo estudiamos en el intercambio comunicativo que
tiene lugar entre un autor y su espectador potencial por medio del
texto de ficción. En el análisis de este discurso, tradicionalmente
“la idea de intencionalidad... es arrojada fuera del horizonte de los
conceptos teóricamente relevantes para la comprensión de los
textos literarios y se considera, más bien, una idea especialmente
dañina” (Thiebaut 1994: 63). Numerosas teorías han rechazado
por completo la posibilidad de analizar la intención en el discurso
escrito (por ejemplo la teoría de la Falacia Intencional de Wimsatt
y Beardsley), mientras que otras teorías equiparan la intención del
autor únicamente con la información (objetiva) que nos aporta el
texto. En general, el problema reside en que el destinatario del
texto de ficción no puede estar seguro de las intenciones que
albergaba el autor en su producción, y a la vez el texto puede no
reflejar con exactitud las intenciones que de hecho albergaba el
autor. En una postura ecléctica, debemos superar las teorías
enfrentadas que que opinan que o bien el significado del texto es
únicamente el que el autor desea darle (intentio auctoris), o es
sólo el significado que formalmente aporta el texto (intentio
operis), o bien el significado es sólo la interpretación que le da el
lector (intentio lectoris). Para nosotros, el autor desea comunicar
un mensaje concreto a su lector, y plasma sus ideas de forma
escrita (de forma escripto-icónica en nuestro corpus). El lector, por
su parte, desea interpretar el texto del autor, pero sólo puede
aventurar, con mayor o menor certeza, de qué mensaje se trata:
diferentes espectadores aportarán diferentes interpretaciones del
mismo texto y, salvo algunas excepciones aberrantes estas
interpretaciones serán válidas desde el punto de vista de la
recepción del texto, aunque la interpretación que buscaba el autor
no haya sido, quizás, la elegida de una forma exacta (Eco 1992:
41, Suleiman 1980: 23, von Glasersfeld 1983: 208, Bredella 1992).
Para el análisis de la intención en un Modelo comunicativo
para el discurso mediático, partiremos de una caracterización
inicial de la intención en un sentido bastante general: un
enunciado (o un comportamiento no verbal) es intencionado
cuando el emisor dirige deliberadamente dicho enunciado o
comportamiento a su destinatario para que éste lo interprete, es
decir, cuando tiene el propósito explícito de comunicar algo a su
interlocutor.
Por
el
contrario,
la
comunicación
será
no
intencionada cuando el emisor no pretende transmitir ninguna
información a su interlocutor, es decir, cuando no tiene la
intención de comunicar un enunciado o un mensaje no verbal a su
interlocutor. A menudo, sin embargo, ocurre que el interlocutor
infiere una información que el emisor no tenía la intención de
comunicar. En estos casos hablaremos, retomando la terminología
de Wilson y Sperber (1993), de transmisión accidental de
información.
A partir de esta diferenciación inicial, podemos distinguir
entre
varias
sub-clases
de
intención
que
aportan
datos
importantes para un análisis pragmático del discurso mediático, y
para las cuales acuñaremos una terminología nueva: (a) la
dicotomía entre spectator-oriented intention e character-oriented
intention; (b) entre explicative intention e implicative intention; y
(c) la diferencia entre overt intentión e covert intention.
(a) La diferencia entre
spectator-oriented intention
y
character-oriented intentión está bastante clara tras la disitnción
preliminar que hemos realizado entre estas dos variedades de
comunicación en el texto de ficción. Como apunta Genette
respecto al discurso literario, “las palabras cambiadas entre los
personajes de una novela son, evidentemente, actos de habla
serios ejecutados en el universo ficcional de dicha novela; una
promesa de Vautrin a Rastignac no compromete a Balzac, pero
compromete tan seriamente a Vautrin como me comprometería a
mí mismo, si fuera yo su enunciador. Exceptuando la ficcionalidad
de su contexto, los actos de habla de los personajes de ficción,
dramática
o
narrativa,
son
actos
auténticos,
enteramente
provistos de sus caracteres locutivos, de su ‘punto’ y su fuerza
ilocutivos y de sus posibles efectos perlocutivos, deseados o no.
Los que constituyen un problema, y cuyo estatuto está por
definir, si se puede, son los actos de habla constitutivos de ese
contexto, es decir, el discurso narrativo mismo: el del autor”.
(b) Respecto a la división entre explicative intention y
implicative
intention,
es
posible
establecer
un
continuum
semántico desde los mensajes que transmiten la información
contenida en su propia forma proposicional (y que Sperber and
Wilson llaman explciaturas), hasta los mensajes (incluso los no
verbales) cuyo significado final no podemos deducir únicamente
del contenido proposicional del enunciado, sino que es necesaria
la combinación del enunciado con los atributos del contexto para
la
creación
de
ulteriores
implicaciones
contextuales.
En
consecuencia, en este nivel de sub-intenciones, si hablamos de un
mensaje verbal o no verbal como intencionado, nos referiremos a
dos sentidos bien diferenciados: cuando el emisor del mensaje
(sea el autor o el personaje) pretende crear una implicación
contextual específica que no puede deducirse simplemente
analizando la forma proposicional del mensaje, hablaremos de
intención implicativa. Por otro lado, diremos que un mensaje
responde a una intención explicativa cuando con dicho mensaje,
verbal o no verbal, el hablante simplemente desea aportar la
información contenida en su forma proposicional, es decir, cuando
pretende que sea la explicatura del enunciado la que sea
interpretada, con una marcada tendencia hacia el significado del
enunciado griceano.
Hemos de subrayar, en este sentido, que la intención
explicativa no se refiere al deseo de comunicar el contenido literal
de un enunciado, del que se podría decir que en realidad no existe
(Dascal 1983: 31; García Landa 1992: 90). A partir de esta
intención, lo que el hablante pretende comunicar es la forma
proposicional del enunciado, o mejor dicho, una de las formas
proposicionales posibles del enunciado en un contexto inicial
mínimo. Esta idea ha sido estudiada con acierto por Dascal (1983)
a partir de la terminología griceana que distingue entre el
significado de la palabra, el significado del enunciado y el
significado del hablante (word meaning, utterance meaning,
utterer’s meaning, see Grice 1968).
La forma (no-)verbal elegida por el hablante posee un
significado proposicional que puede variar en un contexto inicial,
como ocurre con las frases ambiguas: el enunciado «ayer ella se
compró un gato allí» tiene un significado proposicional concreto
dadas las circunstancias de su uso en una conversación, pero
requiere un contexto inicial que resuelva, por ejemplo, la
indeterminación de los deícticos «ayer», «ella» y «allí». El
significado de esta forma proposicional directa del enunciado en
un contexto mínimo sería el significado del enunciado griceano
[utterance meaning]. En palabras de Dascal (1983: 34): “an
utterance type may be ambiguos... but on each occasion it will
usually retain only one of its meanings... Furthermore, an
utterance type may have an ‘incomplete’ timeless meaning (its
propositional content and/or its illocutionary force may not be
fully specified), whereas when used under given circumstances,
the missing elements are supplied... When these adjustments of
the meanoing of the utterance type to the occasion of use are
made, the result is utterance meaning.”
Con la intención explicativa el hablante pretenderá aportar
la forma proposicional más directa que se puede obtener de la
forma verbal elegida para su enunciado (el significado del
enunciado) en un contexto inicial dado, mientras que con la
intención implicativa se buscará un significado que no se puede
encontrar únicamente en un análisis proposicional del enunciado
sino que serán necesarias ulteriores búsquedas contextuales en la
formación de implicaciones (es decir, el emisor buscará lo que
Grice llamaba significado del hablante [utterer’s meaning]). Para
entender un enunciado como irónico, por ejemplo, el oyente debe
establecer el significado verbal de las palabras del enunciado y
extraer su significado proposicional, y con posterioridad ha de
intuir que el hablante no quería comunicar únicamente ese
significado (explicatura), sino que pretendía ir más lejos y
connotar su enunciado con un significado implicado (implicatura).
Dascal (1983) propone que la Pragmática se encargue del
significado del hablante y que la semántica se ocupe del
significado del enunciado. La progresiva inclusión de elementos
contextuales que implica este análisis puede representarse en
una serie de estratos concéntricos (layers of significance) que
partirían de la comunicación de la forma proposicional del
enunciado en el nivel más pequeño, y que se ampliarían hacia los
significados implicados en ulteriores niveles cada vez más
amplios, es decir, partiendo del significado del enunciado y
ampliando el análisis hacia el significado del hablante (see Dascal
1985). Yo puntualizo que puede ocurrir que el significado
proposicional del enunciado sea precisamente la interpretación
que el hablante desea comunicar. En estas circunstancias el
significado del hablante y el significado del enunciado coincidirían
en la intención explicativa y por lo tanto la actividad interpretativa
se mantendría en uno de los niveles más pequeños de la
propuesta de Dascal. Aunque Dascal está en lo cierto cuando
propone que sólo el significado del hablante refleja como un
espejo lo que acontece en la mente del hablante, eso no quiere
decir que las pretensiones del hablante sean siempre implicativas.
(c) Por último, proponemos una dicotomía entre overt
intention y covert intention, que pretende dar cuenta de las
(frecuentes) situaciones comunicativas de ficción en las que existe
un deseo expreso de engañar al destinatario (sea éste el
espectador o un personaje) haciéndole creer que pretende
comunicar un cierto mensaje cuando en realidad la intención que
subyace en el acto comunicativo es la de comunicar otra
interpetación o simplemente la de engañar al destinatario. La
intención que parece existir detrás del acto comunicativo del
emisor sería la overt intention, mientras que la intención que se
esconde tras esa primera intención sería la covert intention. Por
ejemplo, si dos personajes están cerca del borde de un precipicio
y unos de ellos salta al vacío, la intención aparente de ese
personaje sería la de hacer creer al otro personaje que se ha
suicidado. Si el segundo personaje, asustado, se asoma al
precipicio y ve que hay una repisa dos metros más abajo sobre la
cual está el personaje suicida riéndose ostensiblemente, el
personaje comprobará que ha sido víctima de un engaño. Este
deseo de engaño consumado, es la segunda intención del
personaje, la intención subyacente, es decir, la acción que
realmente quería llevar a cabo el personaje. Otro ejemplo sería el
que citamos en (1):
(1)
A pair of suburban couples who had known each other for quite some
time talked it over and decided to do a little conjugal swapping. the trade
was made the following evening, and the newly arranged couples retired
to their respective houses. after about an hour of bedroom bliss, one of
the wives propped herself up, looked at her new partner and said:
“Well, I wonder how the boys are getting along”.
(Playboy 3, p. 169. Cit. en Yamaguchi 1988: 332)
En este ejemplo humorístico, el emisor tiene la intención aparente
de que el lec tor interprete la historia como un caso de relación
heterosexual, pero su intención subyacente es la de comunicar
precisamente la interpretación contraria, la relación homosexual,
engañando al lector con una saturación de la información que
conduce siempre a la interpretación más accesible y con el mejor
balance de efectos contextuales y esfuerzo de procesamiento
(fenómeno cognitivo que se denomina garden-path, see Mey
1991) y creando de este modo una situación humorística.
Maximal
interpretive
interpretive
efficiency.
efficiency
Sperber
and
versus
Wilson
minimal
subrayan
la
importancia de la actividad codificadora del emisor en la
comunicación interpersonal: si el emisor elige un enunciado que
aporta el máximo de efectos contextuales sin producir un
excesivo esfuerzo de procesamiento, el éxito de la comunicación
está garantizado. Sin embargo, una de las razones que nos han
llevado a proponer nuestro Modelo es la evidencia de que, aunque
a menudo los interlocutores consiguen mantener un alto nivel de
éxito en sus conversaciones, la información que el hablante tiene
la intención (o no) de transmitir y la interpretación del oyente de
esa información no siempre coinciden, sobre todo en medios de
ficción como los massmediáticos. La acuñación de los términos
máxima eficacia interpretativa y mínima eficacia interpretativa
responde a la necesidad de incorporar a nuestra propuesta
situaciones de (mis)comunicación entre los interlocutores. En el
Modelo comunicativo que nos ocupa, estos términos poseen unos
límites muy concretos como veremos a continuación:
La máxima eficacia interpretativa se consigue en dos
situaciones de la recepción del discurso: (a) cuando el destinatario
interpreta el mensaje intencionado del emisor precisamente en el
sentido que éste desea que el mensaje sea interpretado; y (b)
cuando el destinatario aprehende la información que exuda su
entorno (social, cultural, físico...) sin que medie una intención en
la comunicación, de una forma óptima. Al primer caso se refiere
Fraser (1983: 32) cuando apunta que “on the assumtion that in
uttering a sentence the speaker always means one and only one
sense to be understood, the task of the hearer is to determine
which
one.”
Sperber
and
Wilson,
por
su
parte,
aluden
frecuentemente a este supuesto de la interpretación que es
básico en su modelo comunicativo: se trata del supuesto en el que
la interpretación se adecúa al Principio de Relevancia: “for an
utterance to be understood, it must have one and only one
interpretation consistent with the fact that the speaker intended it
to seem relevant to the hearer -adequately relevant on the effect
side and maximally relevant on the effort side. we will say that in
this case the interpretation is consistent with the principle of
relevance.” (Wilson y Sperber 1988: 141). En todos los casos,
según el modelo de Relevancia, el destinatario deberá establecer
la forma proposicional del mensaje y comprobar si la explicatura
del enunciado se corresponde con lo que el emisor desea
comunicar. Si no, deberá partir del contexto inicial y extraer
algunas implicaciones contextuales que no se pueden deducir sólo
del significado intrínseco de la forma proposicional sino de la
combinación del enunciado con los atributos del contexto. En el
caso específico de la comunicación dialógica lo importante, según
Miall (1988: 158-159) no es el significado previo del texto, sino
cómo el lector progresa del primer significado parcial hacia uno
más complejo y elaborado. Esta propuesta de interpretación de la
literatura se parece bastante a las fases propuestas por Sperber
and Wilson (1986): Primero el lector sitúa un significado inicial
para el texto... pero luego, la insuficiencia de los significados
disponibles al explicar el texto exige una actividad interpretativa
del lector que debe extenderse más allá de los significados de la
primera fase. La deducción del lector de esta insuficiencia
proviene del hecho de que los significados primeros pueden no
servir para la significación sentida por el lector, o puede haber un
conflicto de significados, o hay un espacio incompleto en los
significados disponibles.
3. A taxonomy of interpretive cases: the verbal-visual
Model of communication in the media
Las
cuatro
dicotomías
(dialógico/diegético,
verbal/no
intencionado,
máxima
eficacia
que
hemos
verbal,
analizado
intencionado/no
interpretativa/mínima
eficacia
interpretativa) nos proporcionan una mejor idea de todas las
posibilidades que pueden darse en la comunicación de un medio
de ficción como el de los media. La combinación (matemática) de
estos cuatro parámetros nos da una relación de dieciséis
supuestos comunicativos. La conjunción de todos estos supuestos
forma nuestro Modelo Escripto-Icónico (VV-Model henceforth). En
la
tabla
1
enumeramos
estos
supuestos
con
las
cuatro
características que tiene cada uno de ellos:
(Table 1.)
Los cuatro atributos de cada uno de estos supuestos da cuenta de
una
gran
variedad
de
posibilidades
comunicativas
e
interpretativas en el discurso de ficción que contiene mensajes
verbales y visuales, es decir, en el discurso ficcional de los media.
En el próximo epígrafe ilustraré algunos supuestos del VV-Model
con
ejemplos tomados, en su mayoría, de uno de los corpus
susceptibles de ser analizados bajo la perspectiva de este Modelo:
el cómic Británico, un medio discursivo de ficción que ofrece
grandes posibilidades de análisis pragmático, como ya se ha
demostrado en estudios anteriores (Yus Ramos 1994, 1995a,
1995b; Watts 1989). Esta elección de corpus no excluye, por
supuesto, la aplicación del Modelo a otros discursos verbo-icónicos
de ficción como el discirso fílmico, televisivo, etc. En cada caso,
ciertos ajustes deberán realizarse para adecuar las peculiaridades
de cada medio a los atributos de cada supuesto del Modelo.
4. The VV-Model: some examples from British comics
El VV-Model nos permite analizar variadas situaciones
comunicativas y la calidad final de la actividad interpretativa de
personajes
o
espectadores
en
los
respectivos
circuitos
comunicativos. Por ejemplo, el diálogo (2) nos presenta una serie
de viñetas dialógicas (no hay interacción conversacional entre dos
o más personajes) que puede explicarse en términos de
relevancia e incluirse en uno de los supuestos del VV-Model:
(2)
[panel 1: complete darkness, sound of alarm-clock represented as
onomatopoeias]
[panel 2: a light is switched on, the alarm-clock strikes 3 o’clock, character
A has woken up]
A: Jesus- This facking alram clock’s gone off too early again.
[Panel 3: character A stretching himself up in the dim light]
A: Mind you- I may as well get up. I’ll never get back to sleep now.
[Panel 4: character A undraws the curtain, there is sunshine outside, the
radio is on]
Radio: ...and now it’s time for Steve Wright in the afternoon...
(“Student Grant”, Viz 55, 8-1992, p. 19)
In this dialogue, toda la escena produce un número muy amplio
de conexiones contextuales con los esquemas cognitivos del
lector, y gracias a la información enciclopédica previa que éste
posee no es difícil prever que el lector establecerá una serie de
suposiciones contextuales y que deducirá finalmente que la
interpretación más correcta (o relevante) de la escena es que el
reloj ha despertado al personaje a las tres de la madrugada. Pero
en la siguiente viñeta el lector comprueba que son en realidad las
tres de la tarde, y que el personaje ha estado durmiendo hasta
esa hora. Es interesante destacar que la interpretación final de la
escena es perfectamente plausible, pero ofrece un balance de
efectos contextuales y de esfuerzo de procesamiento mucho peor
que la interpretación que había seleccionado el lector. Como el
lector detiene su actividad interpretativa en la primera hipótesis
que se adecúa al principio de relevancia, esta segunda interpretación plausible no llega a ser tenida en cuenta por el lector. Es
precisamente
con
esta
posibilidad
latente
de
otras
interpretaciones con la que juega el dibujante y sobre la que basa
el resultado humorístico de sus dibujos. Además, como el lector ha
elegido precisamente la hipótesis interpretativa que deseaba el
dibujante
del cómic, la eficacia
interpretativa
resulta
ser,
paradójicamente, máxima. El diálogo participaría, por lo tanto, de
los reader-oriented casos 1 (respecto a los enunciados verbales) y
5 (en cuanto a la información visual aportada) del VV-Model.
Dentro del circuito comunicativo character-oriented el VVModel, en conjunción con la tipología de sub-intenciones que
propusimos con anterioridad, nos ofrece una posible explicación
de las razones que pueden llevar a la interpretación errónea de un
enunciado verbal por parte del personaje destinatario (dentro del
caso 10 del VV-Model: character-oriented, verbal, intentional, with
minimal
interpretive
efficiency).
De
todas
las
situaciones
comunicativas que pueden establecerse, ejemplificaremos tres de
ellas:
(a) Explicative intention misunderstood. En este apartado, el
personaje
elige
la
interpretación,
de
todas
las
posibles
interpretaciones en el contexto de habla, que produce un máximo
número de efectos contextuales a cambio de un esfuerzo mínimo
en el procesamiento de la información, y a pesar de que la
atribución de intención es correcta (se intuye que ésta es
explicativa), la elección de una hipótesis interpretativa es errónea.
Veamos dos ejemplos:
(3)
[a mother talking to her spoilt son]
A: Oh dear, I think I’ve caught a cold.
B: No mother. It’s natural selection. Nature is weeding out the runts...
you’ll probably die. Anyway, how about some nice hot soup?
A: Oooh... that sounds lovely.
B: Yes it does... and don’t forget to make toasted soldiers for me as well.
A: What?... But I...
(“Spoilt bastard”, Viz 63, 12-1993, p. 3)
(4)
[two yobs and another customer B in a pub]
A: Two pints of bitter ‘an whatever he’s ‘avin’, luv.
B: That’s very decent of you, lads.
A: Not really, you’re paying.
(“Yobs”, Private Eye, 1988, p. 75)
Las frases arquetípicas “how about...” en (3) y “and
whatever...” en (4) favorecen que el interlocutor conecte de
inmediato con secuencias cognitivas sobre las frases que se
suelen utilizar en los ofrecimientos de nuestros interlocutores.
Esta información, unida al contexto inicial del resfriado de la
madre en (3), y de la situación de habla del pub en (4) favorecerá
que la implicación contextual más inmediata de los interlocutores
sea (5) y (6) respectivamente:
(5)
Mi hijo va a prepararme un plato de sopa caliente.
(6)
Ma van a invitar a una copa.
Como contraste (humorístico), la interpretación que se buscaba es
diametralmente opuesta a la que ofrece un mayor balance de
efectos contextuales y de esfuerzo de procesamiento, con la
consiguiente mínima eficacia interpreetativa.
(b) Explicative intention intepreted as implicative. Con este
apartado entramos de lleno en uno de los problemas que más
interés ha suscitado en los analistas de la pragmática: la
traslación
semántica
que
tiene
lugar
entre
el
significado
proposicional y el mensaje implicado (en términos griceanos)
dentro del continuum semántico dentro de los atributos un
contexto. Aspectos como el acto de habla indirecto, la metáfora o
la ironía suponen un reto para la semántica tradicional debido a
que el significado del enunciado difiere del significado del
hablante. Por ejemplo, en el caso del acto de habla indirecto, se
han propuesto varias explicaciones para el hecho de que
invariablemente frases del tipo can you pass the salt? son siempre
interpretadas como una petición y no como una pregunta facutal
acerca da la capacidad del interlocutor para llevar a cabo la acción
(see, for example, the natural approach vs the conventional
approach in Morgan 1978; or the surface-meaning hypothesis vs
the use-meaning hypothesis in Geukens 1978).
En este apartado, un enunciado emitido con una intención
explicativa es interpretado como si respondiera a una intención
implicativa. Sperber and Wilson (1986: 169) aluden a esta
situación cuando señalan que la primera interpretación óptimamente relevante puede dar la casualidad de ser relevante de
una forma no esperada por el emisor. Este caso no se adecúa al
Principio de Relevancia, esto es, a una interpretación que el
emisor
podía
manifiestamente
haber
esperado
que
fuera
relevante de forma óptima. Dos ejemplos de esta interpretación
errónea podrían ser los siguientes: en (7) la pregunta sobre el
número de veces que Ben ha leído el periódico desemboca en un
requerimiento de aclaración; en (8) la pregunta sobre la
localización del periódico es interpretada como un acto de habla
directivo en forma indirecta:
(7)
GUS
How many times have you read that paper?
[BEN slams down the paper and rises]
BEN
[angrily] What do you mean?
GUS
I was just wondering how many times you'd-
BEN
What are you doing, criticising me?
GUS
No, I was just-
BEN
You'll get a swipe round your earhole if you don't watch your
step.
(Harold Pinter [1957]: The Room and the Dumb Waiter, quoted in Burton 1980:
89)
(8)
A:
Do you know where today's paper is?
B:
I'll get it for you.
A:
That's OK. Just tell me where it is. I'll get it.
B:
No, I'LL get it.
(Gumperz 1982: 135, emphasis in the original)
(c) Implicative intention interpreted as explicative. En este
apartado abordaremos el análisis de la situación comunicativa
contraria: el personaje tiene una intención implicativa al emitir su
enunciado pero su interlocutor interpreta dicho enunciado como si
respondiera a una intención explicativa. De nuevo, la eficacia
interpretativa es mínima porque el destinatario no consigue
interpretar el mensaje en el sentido pretendido por el emisor. La
atribución incorrecta de la variedad de intención minimiza la
probabilidad de exista una ulterior estimación adecuada de la
relevancia del enunciado. Una posible causa de esta asintonía en
la gestación y la atribución de las intenciones radica, según
Sperber and Wilson (1982: 129), en que en este caso el
interlocutor sólo procesa algunas proposiciones importantes para
la comprensión del contenido del enunciado, y otras implicaciones
contextuales relevantes quedan fuera de este procesamiento en
el plano explicativo: en la interpretación de una (aparente)
intención explicativa “only a subset of the speaker’s m-intended
propositions have a chance of being identified as such... Of
course, the speaker may have further m-intentions, and the
herarer may suspect that he has. But if they fall outside that
subset identifiable by the principle of relevance, we know of no
way in which those suspicions might be confirmed. some
speakers, shy lovers for instance, m-intend their hearers to
comprehend much more than they actually manage to convey.
However, comprehension consists in retrieving only those mintentions which have been made retrievable by the speaker.”
As an example form the corpus of comics analysed, in (9) a
character emite un enunciado, Merry Chistmas con una intención
implicativa, ya que la interpretación deseada (pedir dinero) no es
obtenible directamente de la información proposicional del
enunciado (felicitar las Navidades) y el sentido sólo es extraíble
con la mediación de la información contextual. Ante la mínima
eficacia
interpretativa
(el
personaje
destinatario
elige
la
interpretación más proposicional del enunciado), el personaje
emisor se ve obligado a resaltar la interpretación implicada
recurriendo a una acción no verbal (extender la mano) que,
siguiendo la terminología de Barthes (1977), sirve de anclaje del
enunciado verbal reduciendo su abanico de interpretaciones:
(9)
[a postman at character B’s front door]
A: A very Merry Christmas to you!!
B: Thank you. And to you.
A: [Stretching his hand] Hold on! I said, Merry Christmas!
B: Oh! I see! allright. Just let me get my purse!
A: Jesus! 50p... I got a quid from next door!
(“Postman Plod”, Viz, Spunky Parts, p. 74)
En (10) el artista juega con los modismos stand on your own
two feet y get legless que poseen, por su porpia naturaleza, un
carácter implicativo. En un juego semántico con la alternativa
interpretación
explicativa,
el
dibujante
nos
ofrece
una
caracterización cruel del personaje A:
(10) [A is walking in the street and comes across a wanderer sitting on the
floor and playing the flute]
A:
[to the reader] Look at this poor unfortunate victim of the
nineties, a street begger. [dirigiéndose al vagabundo] You want
to learn to stand on your own two feet!
B:
A:
But I'm paraplegic you heartless bastard!
Whoops! I can feel a bit of guilt creeping in. Here son, have a
tenner. Go and get yourself legless.
(“Miser Sid”. Smut 23, 11-1992, p. 22)
El VV-Model nos permite analizar también casos de transmisión
accidental de información, es decir, de información que se
manifiesta al intérprete (espectador/personaje) como parte de lo
que Sperber and Wilson llaman entorno cognitivo pero sin que
exista una intencionalidad comunicativa en la transmisión. Puede
ocurrir que un personaje escuche un enunciado que exuda su
entorno socio-cultural y que la interpretación de este texto verbal
sea correcta (caso 11) o incorrecta (caso 12). Lo mismo sucede
con los mensajes no verbales que acceden al sistema de
procesamiento del personaje. En (11), por ejemplo, el personaje A
es incapaz de establecer la interpretación correcta de la
información
que
se
le
manifiesta
sin
que
medie
una
intencionalidad expresa de comunicarla. De nuevo, la mediación
de los esquemas cognitivos que facilitan la elección de una
(primera) interpretación que posee un balance óptimo de efectos
contextuales y de esfuerzo en el procesamiento, conduce al
personaje inevitablemente a la mínima eficacia interpretativa:
(11)
[Character A watching his neighbour over a fence. The neighbour is
surrounded by birds, he looks like feeding them]
A: What are you doing?
B: What does it look like I’m doing?
A: You’re a big sifty at heart, “feeding the birds”!
B: I’m not feeding them, I’m poisoning the little bastards! That’ll teach
them to wake me up at 4 o’clock in the morning!!
(“Happy Larry”, Smut 26, 1-1993, p. 37)
Podríamos seguir con numerosos ejemplos más que cubrirían
todos los casos interpretativos del VV-Model. Sin embargo, la falta
de espacio nos lleva a elegir sólo unos pocos ejemplos y dejar
otros
supuestos
simplemente
esbozados.
Laidea
básica
subyacente es, en cualquier caso, que la taxonomía propuesta nos
permite abarcar toda una gama de situaciones comunicativas en
el discurso mediático e interpretarlas en términos de eficacia
interpretativa y de relevancia.
5. Concluding remarks
En el epígrafe anterior he aportado a few ejemplos de varios
supuestos del VV-Model que he propuesto como propuesta central
del presente artículo. La hipótesis principal que subyace en la
elaboración de este modelo es que la mera combinación
matemática de cuatro atributos del intercambio comunicativo
bastan para caracterizar las posibilidades interpretativas que
pueden darse en el discurso verbo-icónico de ficción. La dificultad
para determinar la intencionalidad de los mensajes, junto con el
control permanente del autor del discurso sobre la cualidad
interpretativa de los intercambios comunicativos dentro de la
trama argumental, nos ha llevado a plantear una presencia
significativa de supuestos que reflejan el error interpretativo en la
interacción, una cualidad interpretativa que en la interacción
diaria, y en situaciones de la vida real, se supera sin mayores
problemas pero que en el discurso de ficción permanece
invariable.
A la vez, creo haber demostrado la idoneidad de la Teoría
de la Relevancia para determinar las razones de la máxima o
mínima eficacia interpretativa. La aplicabilidad de las ideas de
Sperber and Wilson al discurso mediático abre nuevas vías de
expansión, dentro del discurso mediático, para esta propuesta
cognitiva de la interpretación, como ya ha demostrado, por
ejemplo, Tanaka (1994) en torno al discurso verbo-icónico
publicitario.
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