EL ALBüM. EL POETA AL-MOTAMIÜ. Perdonadme, señores, os traiga á la memoria ol recuerdo de un hombre,, que babicudo pa^adu primeros aüo.s entre lus amenos v e r g e l e s de j\lurcia y su suntuoso palacio do Serasdjib en S i l v e s , para subir después al trono de Sevilla y ser el mas ilustre de los principes á¿ la dinastía d é l o s Abbadidas, muriera cargado de cadenas o u un calabozo de A g m a t . en At'rica, después de perder desastrosamente á sus hijos , y saber que sus hijas tenian que buscarse su vida en rudos trabajos manuales. A la anarquía que sucedió á la caida de los Omiadas, por los años mil de nuestra era, se formaron diversos estados; uno de ellos, el de Sevilla, fué regido por un hombre que, á su fiereza ordinaria, reunia u n gran talento y gran inspiraciím poética. Llam;ibase Abul Karim Mohamed, que ya coronado rey tomó el nombre de Al-Motamid-Bilylí, «el que se apoya en Dios.» fíus Tuvo un hijo Al-Motamid. de ingenio superior á su padre, de carácter afable; apasionado por las letras; qne logró casarse cou Itimad, mujer hermosa, gran poetisa, que estimulaba á su marido, y con quien compartió el infortunio eu los dias amargos que reemplazaron á la grandeza y felicidad de esta familia. Eraíutirno amigo del poeta Sevillano Ibnsaid, con quien estuvo en Murcia una gran temporada, en cuyo- rio pa=aban agradables n o c h e s , surcando en lanchas las aguas del Segura, en medio de bVquicos festines y de los gratos acordes del laúd, cantando entusiastas kassidas á las chicas, de quienes estaban enamorados, c u y o s recmu'dos siempre le fueron m u y gratos. Al-Motamid sucedió eu el trono de S 'villa á íiu ])adre el año 1 0 6 9 , pasando los primeros t i e m l o s de su magnificencia en reunir en su corte á os poetas m a s insignes dc la época, á los h o m bres distinguidos eu todos los ramos del saber que por entonces se cultivaba, con quienes p a saba en sus suntuosos palacios grandes t c m ])oradas. celebrando lujosas fiestas, certámenes de poesía, que han servido de agradable tema á m u c h o s escritores árabes para comparar esta época literaria y de saber á las mas brillantes del estiugiiido califato de Córdoba. Era este monarca poco dado á las armas, y por lo mismo conservó estrechas relaciones con lo.s reyes de Ca,stilla. especialmente con A l f o n so VI", á quien profesó grande amistad, que c o n c l u y ó después del desastre de Zalaca, y c u a n do el famoso Yussuf vino de África con sus l e giones de Almohades, á favorecer, primero, las armas muslímicas de España, para destronar mas tarde á todos los reyes improvisados d e s pués de la caida del califato, y quedar dueño absoluto de las conquistas del primer emir. F-1 insigne escritor señor D. Juan Valera, nos ha dado á conocer mucha? de las poesías de Al-Motamj(l, en la traducción qne ha hecho del 3 Arte y la Poesía de los árabes en España, pero siguiendo el precepto impuesto por los distinguidos literatos que concurren á esta agradable reuniou, realizada c o n la presencia de una dama, que con su estremada bondad cautiva y aprisiona las voluntades, v o y á circunscribirme • á copiar algunas, para que se comprenda toda la inspiración y el sentimiento poético de tan infortunado personaje. Después de una lucha tenaz y porfiada, A l Motamid quedó derrotado, su querida Sevilla entregada al saqueo y él mismo prisionero de las feroces huestes Almohades. Su jefe Jussuf no quiso tener piedad c o n el destronado monarca andaluz, que cargado de cadenas fué c o n ducido á África, y metido en una mazmorra, doude acabó su v"ida. Cuando lo cargaban de hierro prorrumpía de esta manera: • Cadena, que cual serpiente En torno ciñes mi cuerpo. Antes que tus eslabones Me aprieten y den tormento. Ulcerándome los pulsos Y quebrá-ndome los huesos, Piensa cn lo que he sido antes Y en que me deb -s respeto. La mano que ligas h o y . Generosa eu otro tiempo. Amparaba al desvalido Y premiaba á los ingenios, Y si empuñaba el alfanje En cl combate tremendo; Las puertas del Paraíso Abría, y las del infierno. Cutxndo él, dice Ibn Crakan, se vió arrastrado lejos de su patria, despojado de todos sius tesoros y sepultado v i v o en una mazmorra: cuando se v i ó secuestrado de todo comercio y trato con los hombres, sin poder hablar ni c o n ' su familia, amigos y conocidos, y sin poder consolar sus penas en amistosos coloquios, s u s piró y g i m i ó de continuo, porque uo le era d a ble alcanzar la libertad, ni v o l v e r á su patria tan querida. Los alcázares y jardines de S e v i lla, sus riquezas y palacios, animados cou aquellas fastuosas reuniones, estaban ahora o b s c u ros y silenciosos y huérfanos de su señor, y abismado en estos pensamientos compuso lo s i guiente: Los palacios desiertos de Sevilla Por sus Principes g i m e n . Generosos y dulces en las paces, Leones en "las lides. De Zoraya el alcázar se lamenta; Sus cúpulas sublimes, No ya da mi largueza soberana El rocío reciben. El gran Guadalquivir »u ausencia llora; Las quintas y jardines, Que en su líquido espejo se miraban, Al oprobio se rinden, Y y o que del torrente de mis dones La"dicha brotar h i c e ,