Ernesto Meccia – Ley pareja

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¿Ley pareja?
Por Ernesto Meccia
El Tribunal Oral IV de La Plata condenó a Marcelo Bernasconi (de
19 años) por los delitos de “homicidio calificado por el vínculo y la
alevosía” en el caso de su madre, y “homicidio calificado por la
alevosía” en el caso de su hermano.
El presidente del tribunal, Emir Caputo Tártara, expresó que “la
confesa condición de homosexual del imputado carece de toda
relevancia a los fines del objetivo análisis en la tarea de subsunción
de hechos a Derecho. Dicho de otra manera –aunque harto obvio,
reitero–, tal aspecto es ajeno e inocuo a los efectos de la aplicación
de la norma que corresponda”.
Ni bien leí estas expresiones, recordé una frase de Anatole France
(1844–1924): “La ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe tanto al
rico como al pobre dormir bajo los puentes, mendigar por las calles
y robar pan”.
Por favor, que los lectores no crean que haré apologías de ningún
tipo; solamente quisiera –ayudado por esta frase– analizar cuáles
serían los “hechos” de este caso que se subsumieron a la ley y cuyo
producto final fue la condena.
Marcelo es gay y el entorno en el que vivía es homófobo o, lo que
es lo mismo, heterosexista, que a esta altura todos sabemos, es
una de las ramificaciones de la ideología racista. ¿Qué es una
ideología racista? ¿Un conjunto de enunciados que alumbra un
hecho para mostrarlo en toda su desnudez objetiva? ¿O, más bien,
un relato sobre ese hecho que le imprime características fantásticas
y, de este modo, lo inventa? Claro que es lo último, pero –por más
ficticio que sea– se trata de un relato que tiene consecuencias muy
reales, sobre todo en las personas a quienes se lo destina, quienes
a partir del relato difamador viven como difamados o como
contestadores a la difamación. Sea como fuere, su vida ya no podrá
entenderse en ausencia de esa fantasía injuriante.
Si convenimos en esto, les propongo que veamos, primero,
“cuántos” hechos están en juego aquí y, luego, con “cuál” de ellos
trabajó la Justicia.
La subjetividad maltrecha de una persona gay es un hecho tan real
como lo que esta persona puede hacer en circunstancias repetidas
de tensión insoportable (matar o suicidarse). A su vez, quienes
crean la tensión re–citando el relato racista (el arquetípico “puto de
mierda”, un clásico), también están realizando hechos tan reales
como confirmarse como “normales” y crear una realidad psíquica
insufrible en su destinatario. Por último tenemos una tercera clase
de hecho (terrible) que es sobre lo que se ha basado la Justicia
para producir la condena: el asesinato de la madre y el hermano.
Entonces lo que se subsumió a Derecho fue un hecho y no todos
los hechos del caso Bernasconi, lo cual demuestra lo incompleto
(¿o ideológico?) que puede ser algunas veces el razonamiento
judicial.
Si reformulara la tremenda ironía de Anatole France, podría decir:
“El heterosexismo, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe tanto al
gay como al heterosexual de venenosa lengua suelta reaccionar
negativamente el último día del año, lo que es decir la vez número
365 que debió escuchar que lo llamaran ‘puto de mierda’”.
Complicado, ¿no?
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