CAPÍTULO 38 CIRUGÍA DE LAS ALTERACIONES PALPEBRALES Ángel Romo López, Nicolás Toledano Fernández, Ángel Arteaga Sánchez, Sofía García Sáenz 1. INTRODUCCIÓN En el capítulo de alteraciones del parpadeo (capítulo 9) se abordan más los problemas de la superficie ocular y párpados mientras que en este las posibilidades quirúrgicas. Las situaciones que más frecuentemente relacionan la patología palpebral y la superficie ocular son: — Alteraciones de la posición del borde palpebral: entropión y ectropión. Síndrome de hiperlaxitud palpebral. — Las alteraciones de las pestañas: triquiasis y distiquiasis (frecuentemente asociadas al entropión). — Las alteraciones de la hendidura palpebral: lagoftalmos y retracción palpebral (distiroidea o cicatricial ). — Simbléfaron. 2. ALTERACIONES DE LA POSICION DEL BORDE PALPEBRAL El ectropión y entropión son las malposiciones palpebrales que con más frecuencia podemos observar en la consulta oftalmológica, pudiendo ser causa de importante morbilidad con potencial pérdida de visión en casos avanzados. Los pacientes con entropión y ectropión suponen hasta un 11% de las derivaciones a la consulta de cirugía oculoplástica (1,2). En razas caucásicas predomina el ectropión mientras que en asiáticos es el entropión el que aparece en un mayor porcentaje (2) debido a su gran predisposición al prolapso de grasa en el párpado inferior. Desde el punto de vista de la superficie ocular deberemos tener en mente tres estructuras palpebrales que deben permanecer íntegras para la adecuada dinámica palpebral y su íntima relación lacrimo-conjuntival: 1. El párpado superior cubre entre 1-2 mm de córnea mientras que el margen inferior llega a limbo corneal, manteniendo una hendidura entre 9-11 mm dependiendo de las razas. Cualquier alteración de estos márgenes (retracciones, ectropión) va a producir una agresión a la superficie ocular. 2. El margen palpebral es una estructura muy importante y a veces obviada en la exploración. Debe mantener una superficie plana con ángulos agudos sobre toda la unión mucocutánea en íntimo contacto con la superficie ocular. Se debe explorar la perfecta aposición de este margen con la conjuntiva bulbar, su tensión y elasticidad, así como la integridad de sus estructuras que de posterior a anterior son: línea de glándulas de Meibomio, línea gris (músculo de Riolano) y línea de pestañas. 3. Cada punto lagrimal se sitúa en una pequeña elevación denominada papila lagrimal a unos 5 mm del canto medial. La desembocadura del punto lagrimal no se observa en la lámpara de hendidura, sino que hay que evertir manualmente el párpado para observarla. Si aparece expuesta debe ser corregida quirúrgicamente para evitar insuficiencias de la bomba lagrimal. 2.1. Ectropión Se define el ectropión como aquella anomalía en la que el margen palpebral superior o inferior rotan su posición hacia fuera de su normal contacto con el globo ocular. El ectropión del párpado superior es menos frecuente que el inferior, probablemente debido a estos cuatro factores: efecto de la gravedad, placa tarsal amplia, parpadeo y efecto del músculo de Müller, que mantienen estable la dinámica palpebral. Existen diversos tipos: congénito, paralítico, involutivo y cicatricial. 2.1.1. Exploración La exploración básica hemos de realizarla con el propósito de identificar el tipo de ectropión, localización y gravedad de éste, con el fin de proponer una indicación quirúrgica (3). Se realiza mediante el: — Snap test (fig. 1 izda.). — Test de tracción (fig. 1 dcha.) que debe ser mayor de 6 mm para considerarlo patológico. — Test de tracción cantal medial y lateral que explora la laxitud de dichos tendones cantales (fig. 2). No es infrecuente la irritación ocular crónica, producida por un ectropión que pasa desapercibido al tener solo una ligera hiperlaxitud no evidenciada previamente con los tests de tracción (4). La clínica es variada dependiendo del grado de afectación, siendo común el ojo rojo, irritación y lagrimeo por flacidez 370 Superficie ocular Figura 1: Exploración de la laxitud tarsal. Izda.: «Snap back test». Dcha.: «Distraction test». Figura 4: Ectropión avanzado con importante hiperemia y queratinización del margen. Figura 2: Test de tracción del tendón cantal medial. desapercibida (fig. 3), a diferencia del entropion en el que el cuadro clínico es más irritante, acudiendo el paciente a la consulta sólo cuando la hiperemia y queratinización del margen palpebral y conjuntiva es muy importante. En casos muy avanzados se produce una pérdida total del margen palpebral, madarosis, enrojecimiento permanente, engrosamiento palpebral notable, queratinización de dicho margen e incluso acortamientos de fondo de saco que dificultan posteriormente la reconstrucción (fig. 4). En córnea y conjuntiva bulbar se observan todos aquellos signos propios de queratopatía por exposición como son la queratopatía punctata, inferior sobre todo, erosiones corneales y pannus, y que sorprendentemente con frecuencia son muy bien toleradas por el paciente. A diferencia del ectropión paralítico, la amenaza a la visión por complicaciones graves corneales es más rara y necesita más tiempo para su desarrollo, al no existir en la misma medida el componente neurotrófico. 2.1.2. Tratamiento Figura 3: Ectropión con poca expresión clínica, sin hiperemia. del complejo del tendón cantal medial y pérdida de la eficacia de la bomba lagrimal; aunque éste último síntoma puede estar ausente en aquellos pacientes de edad elevada con ojo seco y ectropión del punto lagrimal de larga evolución ya que en estos casos, se produce una queratinización de dicho punto, que compensa la hiposecreción lagrimal. En la conjuntiva la hiperemia a veces no es muy llamativa y pasa largo tiempo Dado que no es motivo de esta ponencia, realizaremos un somero recorrido por los principales procedimientos reparadores quirúrgicos. Ectropión paralítico: probablemente es el tipo de ectropión con peores resultados quirúrgicos por su gran tendencia a la recidiva. Es importante actuar precozmente antes de que la fibrosis y retracción actúen. Hay una gran variedad de técnicas descritas que intentan dar tensión al tarso y cantos y sujeción a todo el complejo palpebral. Las técnicas habituales son las de suspensión del canto lateral mediante la tira tarsal, y la cantoplastia medial, de resultado más incierto, al estar implicado el sistema lagrimal. Otras técnicas como la implantación de espaciadores o cerclajes no han demostrado su eficacia a largo plazo. Ectropión involutivo: en el momento actual la técnica habitual para corregir el ectropión involutivo es la tira tar- Capítulo 38. sal («tarsal strip») (5,6) (fig. 5). Abandonados aquellos procedimientos que sacrificaban parte del párpado mediante resecciones, la tira tarsal se configura como la cirugía estándar que dará tensión y reforzará la laxitud tarsal y cantal lateral. Consiste básicamente en la realización de una cantotomía lateral y cantolisis del párpado inferior, y posterior tallado de una tira tarsal que anclaremos al periostio orbitario lateral, incrementando de esta manera la tensión tarso ligamentosa. Es una cirugía que bien utilizada corrige una inmensa mayoría del ectropión involutivo, incluso aquellos avanzados sin necesidad de intervenir el canto medial. Ocasionalmente deberemos reforzar el tendón cantal medial mediante diversos procedimientos quirúrgicos como la cantopexia medial (7,8) o la cantoplastia. Para corregir el ectropión del punto lagrimal, realizamos un rombo tarsoconjuntival con reforzamiento de músculos retractores y empleo de una sutura eversora (9) (fig. 6). Ectropión cicatricial: los tratamientos quirúrgicos básicos en este caso son los siguientes: — Si el ectropión es leve sin mucha retracción se puede intentar una tira tarsal. — En casos moderados o graves en los que se pueda identificar una línea de cicatriz podemos usar colgajos en «z» (z-plastias) o bien acudir a autoinjertos de piel. Cirugía de las alteraciones palpebrales 371 Figura 5: Tira tarsal. Izda.: cantotomía externa. Dcha.: suspensión del tarso al reborde orbitario lateral. Figura 6: Izda.: ectropión del punto lagrimal. Dcha.: corrección y aspecto a las 24 horas. 2.2. Entropión Definimos el entropión como aquella malposición en la que el margen palpebral está rotado hacia dentro. Menos frecuente que el ectropión en razas no asiáticas (2). De aparición más frecuente en mujeres probablemente por poseer tarsos más pequeños (fig. 7). Los mecanismos básicos que favorecen su aparición sin tener en cuenta la etiología son: — Hiperlaxitud horizontal palpebral. — Desinserción de músculos retractores. — Acortamiento de lámina posterior palpebral. — Acabalgamiento del músculo orbicular preseptal. Existen diversos tipos: congénito, espástico, cicatricial e involutivo. Figura 7: Entropión involutivo. 2.2.1. Tratamiento Entropión congénito: varias técnicas se han propuesto tales como la fractura tarsal (10) y rotación del margen 180°, o el injerto de mucosa en la lámina posterior con el fin de aumentar su altura (fig. 8) y rotar su margen. A pesar de que el aspecto estético al principio puede ser poco satisfactorio, el resultado funcional es muy bueno, evitando el roce de las pestañas en estos niños. Diferentes autores encuentran en estos pacientes desinserciones de los retractores por lo que abogan también por la reinserción de éstos al tarso (11). Entropión cicatricial: la finalidad del tratamiento en estos pacientes es alargar la lámina posterior mediante tar- Figura 8: Entropión congénito. Se aprecian los injertos de mucosa intralamelares que permiten una rotación externa de las pestañas. 372 Superficie ocular — Excisión de tira de músculo orbicular cuando se precise. La aparición de recidivas es frecuente si no tratamos todos estos factores. Técnicas de elección: 1. Reinserción de retractores: esta técnica se puede realizar por vía subciliar o subconjuntival. En todo caso se trata de localizar y aislar la lámina muscular de músculos retractores y reinsertarlos a la parte inferior del tarso, produciendo un efecto eversor del margen palpebral (fig. 9). 2. Tira tarsal: se trata de la misma técnica empleada en el ectropión que nos va a dar tensión al margen palpebral rectificando sobrecorrecciones. 3. Excisión de tira de músculo orbicular preseptal. Existen otros procedimientos quirúrgicos descritos en la literatura, como las suturas eversoras (Quickert) (fig. 10) o las tarsotomías transversales (Weis) que también han demostrado su eficacia, aunque a largo plazo presentan un mayor índice de recidiva. Figura 9: Reinserción de retractores a la base del tarso. sotomías (fracturas tarsales) en casos leves, rotaciones externas del margen palpebral en casos moderados y la colocación de autoinjertos de membrana mucosa en el tarso, en casos de entropión cicatricial grave (12). Entropión involutivo: dada la múltiple etiopatogenia del entropión deberemos emplear procedimientos quirúrgicos combinados con el fin de actuar sobre aquellos mecanismos predisponentes que básicamente son: — Reparación de laxitud de músculos retractores. — Estabilización de la laxitud horizontal. Figura 10: Suturas eversoras de Quickert. 2.3. Síndrome de hiperlaxitud palpebral (Floppy Eyelid Syndrome) Este síndrome fue descrito en 1981 por Culbertson y Ostler (13), caracterizándose por hiperlaxitud del tarso superior, facilidad para la eversión del párpado superior (fig. 11) (sobre todo durante el sueño y con la tracción hacia arriba) y conjuntivitis papilar crónica tarsal superior. La córnea puede verse afectada en diferentes grados: queratitis punctata, desepitelización y ulceración, vascularización. Se ha asociado a otras patologías oftalmológicas, como el queratocono (14), la ptosis de pestañas, la blefaroptosis (15), la blefarocalasia (16) y la hiperlaxitud del párpado inferior (17) y a enfermedades generales, como el síndrome de apnea obstructiva del sueño (18,19), bronconeumopatía obstructiva crónica y tabaquismo (20). Figura 11: Síndrome de hiperlaxitud palpebral: maniobra diagnóstica. Capítulo 38. Cirugía de las alteraciones palpebrales 373 Figura 12: Triquiasis. Figura 13: Epiblefaron en un niño asiático. 2.3.1. Tratamiento epiblefaron, que aparece en niños y es más frecuente en la raza asiática (fig. 13). Consiste en medidas conservadoras, como modificar la postura del paciente al dormir, emplear lubricantes y realizar oclusión nocturna, así como luchar contra los factores favorecedores, como obesidad, tabaquismo y enfermedades respiratorias obstructivas. Estas medidas suelen ser temporales e insuficientes teniendo que recurrir en la mayoría de los casos a la cirugía para obtener resultados más satisfactorios. En el caso de optar por la cirugía, las técnicas más empleadas son las de acortamiento horizontal del párpado superior, mediante resección en cuña pentagonal o tira tarsal (21). 3. ALTERACIONES DE LAS PESTAÑAS Destacan las alteraciones en la dirección o en la implantación de las pestañas. 3.1. Triquiasis Hablamos de triquiasis para referirnos a la anormal incurvación de las pestañas hacia el globo ocular (fig. 12), pudiendo llegar a contactar con la córnea o con la conjuntiva bulbar (22). Se produce una afectación de la superficie ocular que se manifiesta clínicamente con lagrimeo, hiperemia, fotofobia, sensación de cuerpo extraño, dolor punzante y secreción mucosa. Puede afectar tanto al párpado inferior como al superior y se asocia frecuentemente al entropión y a otras alteraciones de las pestañas, como la distiquiasis, madarosis o poliosis. Entre las causas destacan las infecciones, como el tracoma y el herpes zoster oftálmico, las enfermedades autoinmunes, como el penfigoide cicatricial ocular, las inflamaciones, como el síndrome de Stevens-Jonson y la queratoconjuntivitis vernal, y los traumatismos, ya sean postquirúrgicos, químicos o térmicos. Otros procesos asociados son: la necrolisis epidérmica tóxica, el eritema multiforme, el psoriasis y la lepra lepromatosa. Mención aparte merece el 3.1.1. Tratamiento La mayoría de los pacientes afectos de esta patología acuden a consulta después de haber sido tratados de forma crónica de blefaritis o conjuntivitis, o bien mediante la depilación repetida de las pestañas, con cuadros muy evolucionados en los que ya es imperativo el tratamiento quirúrgico. Al plantear el tratamiento debemos tener en cuenta cuatro aspectos básicos: la etiología, la afectación de estructuras oculopalpebrales, la extensión de la zona a tratar y la afectación del párpado superior y/ o inferior. Un primer paso es el tratamiento de la patología de base, así como el uso de pomadas lubricantes, lágrimas artificiales o lentes de contacto terapéuticas, que disminuyan los efectos del roce de las pestañas con la superficie ocular. La afectación de las estructuras oculares nos informa de la urgencia del tratamiento. Si la córnea está muy afectada, incluso con vasos en superficie, úlceras o cierto grado de insuficiencia limbar, la corrección quirúrgica debe ser lo más temprana posible; en caso contrario podremos esperar hasta que las estructuras palpebrales no presenten inflamación o esta sea lo menor posible. La extensión de la zona a tratar y el párpado afectado son los factores fundamentales a la hora de elegir la técnica quirúrgica a realizar. La depilación mecánica con pinzas sólo se contempla como medida transitoria, mientras se prepara al paciente para otros tratamientos, ya que las pestañas suelen reaparecer en 2 ó 3 semanas. Si la longitud de la zona afectada es pequeña, tanto en el párpado inferior como en el superior, la técnica de elección es la depilación física, con láser de argon (23,24), radiofrecuencia (25), eléctrica o con frío (26,27) Con este último, la retracción que se provoca en los tejidos es mayor que con los demás, por lo que es menos recomendable (28). El número máximo de pestañas a tratar es de 7-8. En cuanto a la efecti- 374 Superficie ocular Técnicas que alargan la lámina posterior del párpado (tarso y mucosa): después de realizar una tarsectomía horizontal paralela al borde libre y a 2-3 mm del mismo, se coloca un injerto de cartílago, esclera de donante, etc., que va a producir un alargamiento de la lámina posterior del párpado, con el consiguiente giro de las pestañas hacia fuera. Todas estas técnicas pueden complementarse con el empleo de suturas eversoras y de injertos de mucosa oral o nasal. Cuando todas las técnicas son inefectivas, una buena opción, aunque muy agresiva, es la amputación completa del párpado. 3.2. Distiquiasis Figura 14: Distiquiasis. vidad del tratamiento, está comprobado que aumenta al repetir las sesiones, llegando a solucionar el problema en más del 90% de los casos. En el caso del láser de argon, los parámetros a emplear son: tiempo (0,1-0,2 segundos), potencia (1,2 wat), spot (100 μm), cráter (2-3 mm). Para comprobar la profundidad de la quemadura se puede emplear una aguja de 27G, cuyo bisel mide 2 mm (29). En aquellos pacientes que no respondan a este tratamiento, una buena alternativa es la blefarectomía de espesor completo que abarque todas las pestañas triquiásicas. Cuando la longitud de la zona afectada es mayor de un tercio del total del párpado, la depilación física pierde adeptos, recurriendo en la mayoría de los casos a realizar cirugía convencional. Existen numerosas técnicas quirúrgicas para intentar solucionar esta patología (30), lo que da idea de la complejidad del tratamiento. Casi todas las técnicas son válidas para el párpado superior y para el inferior, si bien hay unas ligeras modificaciones, dadas las peculiaridades propias de cada uno de ellos. Pueden dividirse en tres grupos: las que producen la rotación del margen palpebral, las que acortan la lámina anterior del párpado y las que alargan la lámina posterior del mismo (31,32). Técnicas que producen la rotación del margen palpebral: esta eversión puede conseguirse de dos formas. La primera de ellas (menos efectiva) es la extirpación por vía anterior de una cuña de tarso con base anterior que alcance un 90% del espesor total del tarso. La segunda técnica consiste en realizar una fractura tarsal, a 2-3 mm del borde libre, que abarque casi toda la longitud del párpado y, después de hacer unas descargas en los laterales, proceder a rotar 180° el borde palpebral. Técnicas que acortan la lámina anterior del párpado (piel y músculo): por lo general, son poco efectivas, aunque de fácil realización. Se realiza una incisión en el surco palpebral y se extirpa una porción de piel y músculo, suficiente para que al acortar la lámina anterior las pestañas giran hacia fuera. Con el paso del tiempo, casi todos los casos fracasan, por lo que no es recomendable su realización. Etimológicamente, distiquiasis significa dos hileras. Hablamos de distiquiasis para referirnos a la existencia de una hilera adicional de pestañas (fig. 14), que puede ser completa o parcial y que nace de los orificios de las glándulas de Meibomio (33). Se ha descrito una forma adquirida, secundaria entre otros a blefaroconjuntivitis crónica, quemaduras químicas, síndrome de Stevens-Jonson y penfigoide cicatricial ocular y una forma congénita, de herencia autonómica dominante con penetrancia completa. El síndrome linfedema-distiquiasis se relaciona con una mutación del gen FOXC2 (34). 3.2.1. Tratamiento En cuanto al tratamiento, se pueden emplear de forma temporal los lubricantes y las lentes de contacto terapéuticas o bien la depilación mecánica con pinzas. Todos estos tratamientos son inefectivos, debiendo emplear cualquiera de las opciones terapéuticas permanentes, entre las que se encuentran: electrolisis, crioterapia, láser de argon, radiofrecuencia y cirugía. La discusión sobre las diferentes opciones es similar que en el caso de la triquiasis, si bien los procedimientos quirúrgicos varían (35,36). Cuando la doble hilera de pestañas es completa, el procedimiento de elección es la amputación del tarso de espesor parcial, incluyendo todas las pestañas en la pieza amputada. 4. ALTERACIONES DE LA HENDIDURA PALPEBRAL Por la repercusión que tienen sobre la superficie ocular, las dos alteraciones de la hendidura palpebral más importantes son el lagoftalmos y la retracción palpebral. 4.1. Lagoftalmos Definimos lagoftalmos como la imposibilidad del cierre palpebral, de cualquier etiología. Su presencia provoca una serie de alteraciones fisiopatológicas que pueden afectar a la superficie ocular. Capítulo 38. Entre los diferentes procesos que conducen al lagoftalmos, los de origen paralítico son los más frecuentes e incluyen enfermedades infecciosas (mastoididtis, SIDA, tuberculosis, lepra, sífilis...) (37-40) (figs. 15 a 17), granulomatosas (sarcoidosis, Wegener...) (41), metabólicas, traumatismos craneofaciales, reacciones farmacológicas (interferón, isoniacida) (41), congénitas (miopatías y distrofias musculares) y parálisis faciales periféricas idiopáticas o a frígore (que suponen, aproximadamente, un 75% de las parálisis faciales) (42,43). Un segundo grupo de procesos lo constituyen las enfermedades de origen cicatricial, entre las que destacan las retracciones palpebrales provocadas por quemaduras, traumatismos, enfermedades mucocicatriciales, oftalmopatía tiroidea e intervenciones previas. En tercer lugar, los exoftalmos de cualquier origen también provocan una incoherencia entre el cierre del párpado y la superficie expuesta. Finalmente, el lagoftalmos nocturno aparece en un pequeño porcentaje de pacientes, en muchos de los cuales existen antecedentes de alcoholismo o de toma de algún tipo de hipnótico (44-46). Cirugía de las alteraciones palpebrales 375 Figura 15: Lagoftalmos paralítico en ojo derecho, con buen fenómeno de Bell superior. 4.1.1. Exploración En caso de lagoftalmos deberemos siempre realizar una serie de exploraciones básicas que incluyen la determinación de la frecuencia de parpadeo, la existencia del fenómeno de Bell, sensibilidad corneal, determinación de la cantidad de lágrima mediante el test de Schirmer, tiempo de ruptura de la lágrima (BUT) y determinación de la existencia de ectropión (tanto del párpado superior como del inferior) (47). Así mismo, es fundamental en caso de lagoftalmos provocado por retracción palpebral la determinación del origen de la misma, esto es, si se debe a un acortamiento de la lámina anterior del párpado (cicatricial) o a una disfunción de la lámina media por fibrosis del músculo de Müller como ocurre en la oftalmopatía tiroidea. La existencia de una baja frecuencia de parpadeo, un fenómeno de Bell ausente o malo, la presencia de anestesia corneal o de hiposecreción lagrimal son considerados como factores de mal pronóstico y nos obligan a ser más agresivos con el tratamiento. Figura 16: Ectropión paralítico en el mismo paciente de la fig. 15. 4.1.2. Tratamiento — Medidas conservadoras: están indicadas en casos de lagoftalmos de carácter no permanente o como medidas de apoyo a tratamientos más definitivos. Consisten en la aplicación frecuente de lágrimas artificiales y el uso de antibióticos tópicos profilácticos con el fin de evitar sobreinfecciones de una superficie corneal predispuesta a ellas por la ruptura de la barrera epitelial. Se recomiendan las lágrimas sin conservantes debido a que por la necesidad de aplicaciones frecuentes podrían producirse reacciones alérgicas o de toxicidad a los conservantes. En otras ocasiones, serían de utilidad la oclusión de los puntos lagrimales por medio de diferentes procedimientos (tapones, cauterización, injertos de mucosa conjuntival...) para la mayor conservación de la lágrima. La Figura 17: Aspecto postoperatorio del paciente de la fig. 15 tras corrección del ectropión paralítico con tira tarsal externa, espaciador en párpado inferior y cantoplastia interna. 376 Superficie ocular Figura 19: Cierre palpebral incompleto, con mal fenómeno de Bell en el mismo paciente de la fig. 18. oclusión nocturna es muy importante, si bien, debe de realizarse con sumo cuidado pues no es infrecuente que debido al cierre palpebral incompleto de estos pacientes se produzcan erosiones corneales debidas a los apósitos. El empleo de lentes de contacto terapéuticas puede ser de utilidad en períodos cortos de tiempo para favorecer el cierre de defectos epiteliales. En caso de queratitis neurotrófica pueden combinarse, aparte de las lágrimas y la oclusión nocturna, la aplicación de suero autólogo que aportará factores tróficos esenciales (EFG, vitamina A...). — Tratamiento quirúrgico: • Lagoftalmos de origen cicatricial: En estos casos, la solución consistirá en la extirpación del tejido cicatricial que provoca la retracción palpebral y la interposición de un injerto libre cutáneo de espesor total o parcial. En aquellos casos provocados por una fibrosis del músculo elevador y/o del músculo de Müller deberemos realizar una múllerectomía en los casos más leves, mientras que, en los casos más graves, deberemos realizar una desinserción del músculo elevador con o sin interposición de un espaciador que suele ser de esclera liofilizada (figs. 18 a 22). • Lagoftalmos por exoftalmos: El tratamiento consistirá en la corrección de la patología que provoca dicha anomalía ( descompresión orbitaria en caso de oftalmopatía tiroidea; extirpación de tumor orbitario; cirugía maxilofacial para la resolución de una craneoestenosis...). • Lagoftalmos paralítico: La realización de una tarsorrafia lateral temporal puede ser de interés como complemento a las medidas conservadoras, sobre todo en casos de anestesia corneal. Sin embargo, su utilización definitiva debe ser evitada por su pobre resultado estético y funcional (48,49) (figs. 15 a 17 y 23). El ectropión paralítico del párpado inferior debe ser corregido por medio de una tira tarsal externa con fijación al periostio y con tendencia a la hipercorrección. Si, además, existe una gran retracción será necesaria la cirugía a nivel de los retractores, con desinserción de los mismos y colocación de un espaciador por vía interna (cartílago auri- Figura 20: Simbléfaron superior en paciente de fig. 18. Figura 21: Aspecto postoperatorio del paciente de la fig. 18 tras la colocación de un injerto libre cutáneo obtenido del antebrazo. Figura 18: Lagoftalmos cicatricial en ojo derecho tras traumatismo. Capítulo 38. cular o paladar duro) (50-53). Si existiese una hiperlaxitud del tendón cantal medial necesitaremos añadir una cantoplastia interna bien por medio de una plicación del tendón o bien por medio de una refijación del tendón a la cresta lagrimal posterior (47,54). Para el tratamiento del lagoftalmos del párpado superior se emplean pesas de oro de 24 kilates (55). Estos implantes actúan por efecto de la gravedad, de manera que ayudan en el cierre palpebral, pero no interfieren en el elevador del párpado superior en la apertura del párpado. La determinación del peso adecuado a implantar se lleva a cabo por medio de un set de medida. Una vez fijado a la superficie externa del párpado, por medio de diferentes adhesivos, seleccionaremos el menor peso posible que provoque un cierre palpebral espontáneo sin provocar ptosis. Si observamos un mal fenómeno de Bell es recomendable colocar una pesa de oro de 0,2 g más de peso del necesario para que el cierre palpebral sea más hermético, aún a costa de provocar una discreta ptosis. La alternativa consiste en la desinserción por vía interna del músculo de Müller que provocará un descenso de entre 1-1,5 mm del párpado superior. La implantación de la pesa de oro se realiza a través de una incisión cutánea localizada 1 mm por debajo del pliegue palpebral. Tras la incisión cutánea y después de realizar una disección del músculo orbicular se alcanza la superficie anterior del tarso. Allí, procederemos a anclar la pesa al tarso por medio de una sutura no reabsorbible de 5/0, a través de una serie de orificios presentes en la propia pesa. Concluiremos la intervención, con el cierre por planos del músculo orbicular con sutura reabsorbible de 6/0 y de piel con seda de 6/0 (56). Existen múltiples complicaciones descritas asociadas al empleo de implantes palpebrales de oro (57). Entre ellas destacan la extrusión de la pesa que, normalmente, se debe a una mala técnica quirúrgica, migración de la prótesis, dermatitis por alergia a metales pesados y ptosis palpebral. Cirugía de las alteraciones palpebrales 377 Figura 22: Cierre palpebral casi completo en el postoperatorio de la fig. 18. 4.2. Retracción palpebral El tratamiento de estos pacientes debe ser lo más amplio posible, abarcando todas sus alteraciones: exoftalmos, retracción palpebral, bolsas palpebrales, patología de superficie ocular y alteraciones de la motilidad ocular. Aunque se ha discutido mucho al respecto, un buen control del hipertiroidismo mejora enormemente los síntomas que padece el paciente. No obstante, en la fase crónica, la mayoría de las alteraciones se comportan de forma independiente respecto al estado tiroideo. Hay dos aspectos que por su importancia pronóstica deben ser resaltados: el primero es la íntima asociación tabaquismo- mala respuesta al tratamiento (59); el segundo es el empeoramiento de la oftalmopatía en pacientes tratados con radioiodo (60) que no se han sometido previamente a un tratamiento con corticoides. Respecto a la retracción palpebral se emplean muchos tratamientos: — Bloqueantes adrenérgicos (guanetidina): son poco efectivos, ya que producen un descenso del párpado superior de 1 mm y son difícilmente tolerados por los pacientes por su efecto irritativo. Al igual que en el lagoftalmos, las alteraciones en la motilidad del párpado superior va a tener una repercusión en la superficie ocular mucho mayor que las del párpado inferior. Las causas más frecuentes en la práctica son, con mucha diferencia, la oftalmopatía asociada a patología tiroidea, los traumatismos quirúrgicos o accidentales (figs. 24 y 25) y la radioterapia. La oftalmopatía asociada al tiroides representa uno de los problemas oftalmológicos más frecuentes en la actualidad. Afortunadamente, los pacientes distiroideos son derivados al oftalmólogo con mayor celeridad que en el pasado, cuando todavía están en fase aguda o subaguda de su oftalmopatía. En estos pacientes, la retracción palpebral tiene un mecanismo múltiple (58): hiperestimulación simpática del músculo de Müller, aumento del tono del complejo muscular recto superior-elevador secundario a la fibrosis del resto inferior, adherencias del músculo elevador a los tejidos circundantes, fibrosis de los músculos retractores, etc. Figura 23: Aspecto postoperatorio del paciente de la fig. 15. Cierre palpebral completo tras implante de pesa de oro palpebral. 378 Superficie ocular Figura 24: Retracción palpebral postraumática. — Toxina botulínica: se inyecta 5-7,5 unidades por vía conjuntival, en la inserción del músculo de Müller en el borde superior del tarso. Como efectos secundarios importantes destacan la blefaroptosis y la diplopía temporales. — Tarsorrafia lateral: tiene la ventaja de ser una técnica sencilla y reversible pero no modifica apenas la hendidura palpebral central. Puede emplearse en casos de retracción palpebral muy leve o en exoftalmos agudos con compromiso corneal. — Debilitamiento del músculo de Müller: se realiza por vía transconjuntival y consigue un descenso del párpado superior de 1-1,5 mm. — Debilitamiento del músculo elevador del párpado superior: se puede realizar por vía conjuntival o por vía palpebral anterior. Consigue descender el párpado superior hasta 6 mm. — Alargamiento del párpado superior: en retracciones superiores a 5 mm puede realizarse un alargamiento palpebral, mediante la colocación de un injerto de esclera o cartílago auricular o nasal. — La retracción del párpado inferior casi siempre obliga a emplear injertos de esclera o cartílago, además de la desinserción de los retractores (figs. 26 y 27). 5. SIMBLÉFARON Figura 25: Aspecto postoperatorio inmediato de la paciente de la fig. 24. Definimos simbléfaron como la adhesión entre las superficies conjuntivales del párpado y del globo ocular, esto es, entre la conjuntiva tarsal y la bulbar. Son muy numerosas las causas que pueden conducir a la aparición de un simbléfaron, pero, de entre ellas, destacan por su frecuencia las secundarias a procesos inflamatorios e infecciosos conjuntivales (conjuntivitis adenovíricas, tracoma, conjuntivitis atópica, blefaroconjuntivitis, acné rosácea, toxicidad medicamentosa, penfigoide ocular cicatricial, síndrome de Stevens-Johnson...) y las postquirúrgicas (cirugía del pterigium, cirugías repetidas de retina...) y postraumáticas (incluidas las quemaduras por álcalis) (61-68). Figura 26: Retracción palpebral distiroidea, más acusada en el párpado inferior. Figura 27: Aspecto postoperatorio inmediato en la paciente de la fig. 26, tras el alargamiento del párpado superior y del inferior. Capítulo 38. Cirugía de las alteraciones palpebrales 379 5.1. Tratamiento El mejor tratamiento posible del simbléfaron es la profilaxis. Por lo tanto, es fundamental que ante cualquiera de las enfermedades que puedan conducir a la aparición de esta patología, pongamos el máximo cuidado en evitar la formación de sinequias mediante rupturas mecánicas repetidas diarias bien por medio de hemostetas, bastoncillos o esponjas de gelatina (69) o bien mediante la colocación de conformadores orbitarios o anillos de simblefaron (70). La condición fundamental antes de proceder al tratamiento quirúrgico de un simblefaron es la comprobación de la falta de actividad del proceso que originó dicho proceso. Se considera que este período de inactividad debe de ser, como mínimo, de 6 meses. Mientras tanto, deberemos proceder a un tratamiento médico conservador con lubrificación de la superficie ocular mediante colirios de lágrimas artificiales y pomadas lubricantes. El tratamiento quirúrgico dependerá de la extensión de conjuntiva afectada. Se han propuesto diferentes tejidos alternativos para la sustitución de la conjuntiva perdida a causa de un simblefaron y para la recuperación de los fondos de saco conjuntivales, entre los cuales destacan conjuntiva bulbar (71), mucosa bucal (72), membrana amniótica (73,74) y mucosa nasal (75), así como materiales sintéticos como el politef (politetrafluoroetileno) (76) y el gore-tex (77). De entre todas ellos, la más utilizada es la mucosa bucal, ya que, aunque el tejido ideal para la sustitución de la conjuntiva perdida sería la propia conjuntiva, en la mayoría de los casos, la afectación suele ser bilateral y de dimensiones importantes lo que hace imposible la obtención de suficiente tejido sin comprometer la estabilidad de la superficie ocular del ojo afecto o del contralateral. Por otro lado, la utilización de materiales sintéticos se reserva para casos muy severos o con afectación importante de las mucosas que impiden su obtención. Para adherencias pequeñas, sin pérdida de fondos de saco conjuntivales suele ser suficiente la realización de una Z-plastia. Con ella, provocamos una ruptura de la banda traccional y transpondremos la conjuntiva rompiendo la línea de contractura. Utilizaremos una sutura reabsorbible de 6/0 (72) (fig. 28). En casos más severos, con pérdida de los fondos de saco conjuntivales, será necesaria la utilización de un injerto mucoso obtenido, normalmente, de la mucosa del labio inferior (72,78-80). Para ello, infiltraremos el labio inferior con lidocaína al 2% con adrenalina al 1/200.000 y, tras la eversión del mismo, para conseguir una correcta exposición de la mucosa, obtendremos la cantidad de la misma que consideremos necesaria. La obtención puede realizarse por medio de un mucotomo de Castroviejo que permite conseguir injertos de un grosor de unos 0,4 mm o bien de manera manual, aunque los injertos así conseguidos tendrán un grosor mayor y podrían incluir parte del corion y tejido graso subyacente que deberán de ser eliminados antes de su colocación en el lecho receptor (fig. 29). Tras la obtención del injerto mucoso, procederemos a la eliminación de las adherencias, intentando mantener la mayor cantidad de conjuntiva posible cerca del limbo esclero-corneal. El injerto mucoso será fijado con una sutura reabsorbible de 6/0, procurando que la Figura 28: Esquema de una Z-plastia para corrección de simbléfaron inferior de pequeño tamaño. Figura 29: Obtención de injerto de mucosa labial. cantidad implantada sea lo suficientemente amplia puesto que este tipo de injertos libres sufren procesos de reabsorción de hasta un 30% de su extensión y porque es aconsejable que la mucosa transplantada quede lo suficientemente redundante como para conseguir unos fondos de saco conjuntivales aceptables (fig. 30). Finalmente, es recomendable Figura 30: Esquema de implantación de injerto mucoso para la corrección de simbléfaron inferior de gran tamaño. 380 Superficie ocular la realización de unas suturas profundizadoras de fondos de saco o bien la colocación de un conformador orbitario de gran tamaño para evitar que se formen de nuevo adherencias entre la mucosa injertada y la conjuntiva tarsal y el mantenimiento de unos fondos de saco profundos. El conformador deberá ser mantenido durante al menos 3 semanas con la suficiente cobertura antibiótica tópica para evitar sobreinfecciones. Naturalmente, todas estas maniobras quirúrgicas podrán ir acompañadas de otra serie de intervenciones encaminadas a mejorar la superficie ocular, tales como cirugía eversora del borde palpebral, injertos de mucosa a nivel palpebral, trasplantes de limbo, queratoplastias... Las complicaciones asociadas al empleo de injertos mucosos son escasas, siendo la fundamental la retracción del injerto, seguida de la necrosis del injerto y la aparición de dellen corneal e infecciones en la zona donante. BIBLIOGRAFÍA 1. Vallabhanath P, Carter SR. Ectropion and entropion. Curr Opin Ophthalmol 2000; 11: 345-51. 2. Carter SR. Involutional entropion and ectropion of the Asian lower eyelid. Ophthalmic Plast Reconstr Surg 2000; 16: 45-49. 3. Jeffrey A Nerad. The diagnosis and treatment of ectropion. In Jay H Krachmer ed. Oculoplastic surgery. The requisites in Ophthalmology,chap 3, pp. 71-88. St Louis, 2001, Mosby. 4. Karesh JW, Nirankari VS, Hameroff SB Eyelid imbrication. 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