*La arrogancia como rasgo de carácter ** Elvira A. Nicolini y *** Jaime P. Schust Introducción. Este trabajo forma parte de un conjunto referido al tema de carácter, su génesis y perturbaciones, desde la óptica de la teoría freudiana, parcialmente mencionado en la bibliografía. En lo referente a la porfía, como rasgo de carácter, hemos explicitado 8·11 cuáles son, a nuestro entender, los factores concurrentes que dan cuenta del mismo como perturbación caracterológica tomando en cuenta, sea su raíz en el erotismo anal, como las vicisitudes y procesos defensivos puestos en marcha frente a la amenaza de pérdida de amor. Procesos que en la niña o en el varón adquirirán mayor vigencia o, por el contrario, sufrirán un "giro", en función del acontecer diferencial que habrán de transitar con el complejo de Edipo. De ahí que el presente trabajo es, de alguna manera, una continuidad de aquéllos. Vamos a referirnos a esta constelación caracterológica que suele asociarse al fracaso de la porfía o bien presentarse como modalidad más estable y autónoma. Nos referiremos también a la arrogancia en otro contexto, vinculándola al complejo de castración por su condición de injuria narcisista paradigmática. Aquí la relacionamos con el fracaso de la porfía, pues dicho fracaso opera como humillación narcisista en tanto defrauda las demandas de amor dirigidas al objeto libidinal. Es el éxito en la compulsa con éste el soporte de la autoestima. Si la porfía, la puja desafiante, estaba destinada al dominio ejercido sobre aquél y a verificar su disponibilidad incondicional, el fracaso de esta prueba a la que se pretende someterlo comporta la constatación de la vulnerabilidad del yo y de los riesgos de la dependencia amorosa, cuyo correlato es la angustia ante el peligro de la pérdida del amor. La arrogancia -como rasgo de carácter- resulta de una alternativa defensiva destinada a desestimar la ofensa padecida y la dependencia amorosa. Por este camino, se convierte en un baluarte * Basado en el trabajo del mismo nombre presentado en la Asociación Psicoanalítica Argentina en el III Simposio sobre Psicoanálisis de la Psicosis, 1990. ** Dirección: Peña 3183, 7º "D", Capital Federal, R. Argentina. *** Dirección: Vidt 2024, 4º "D", Capital Federal, R. Argentina. La arrogancia como rasgo de carácter 467 que se pretende casi invulnerable ante dicha amenaza. Puede, por tanto, sustituir a la porfia como rasgo de carácter, conjugarse con ella, y una y otra pueden tener alternativamente el privilegio. Haciendo una analogía, podríamos decir que a veces la porfía será la estrategia defensiva básica, siendo la arrogancia un recurso complementario de igual orden al que se apela cuando la primera pierde eficacia o cuando resulta impracticable, recurso que aparecerá coyunturalmente o devendrá estrategia estable, en virtud de vicisitudes ulteriores. Entre estas vicisitudes cabe privilegiar aquellas inherentes a la impronta que otorgará el complejo de castración actualizando quizá la eficacia de estos procesos defensivos, y resignificando siempre desde el privilegio fálico aquellas injurias primeras que les dieron origen. Sabemos que dependerá de los destinos de la sexualidad infantil puestos en marcha por el complejo de castración, que los procesos defensivos de los que la arrogancia da cuenta cristalicen como rasgo dominante y estable .el carácter. Estos destinos conllevan la desmentida de la castración por un intolerable valor de injuria narcisista 7. Desmentida que es prerrequisito de aquella escisión del yo capaz de otorgar a la arrogancia una fijeza compulsiva y aquella "amplia independencia respecto de la organización de los otros procesos anímicos" que Freud señala en "Moisés y la religión monoteísta". G En la arrogancia, la autoestima no se afirma ya en las pruebas de amor obtenidas del objeto (como en la porfia), sino que se apuntala en la sobrevaloración de la propia autonomía afectiva respecto de aquél. Dicha autonomía se traduce en la indiferencia y menosprecio hacia los antiguos objetos de amor (o sus sustitutos) o en un generalizado desinterés por los otros, cuya contrapartida es cierta infatuación yoica. La pretendida autosuficiencia, la complacencia de sí, pone de relieve el privilegio de la vertiente narcisista del erotismo anal aunque la investidura objetal persiste a través del menosprecio o la repulsa que destina al objeto. Esta exhibición de desinterés demanda, como toda otra, un testigo para consumarse; su sintonía deriva de la mesurada humillación que le infringe. Se hace así notorio el papel de la compulsión repetitiva: en la reedición activa de lo padecido; compulsión que podrá cristalizar en constelación caracterológica, plenamente sintónica con el yo. Señalada la contribución de la vertiente objetal, cabe detenerse en su contraria, la que desempeña en esta modalidad un papel relevante: la prescindencia respecto del objeto -aún ilusoria como vimos- sustenta la estabilidad de esta constelación. La arrogancia restaura el valor narcisita del yo, lo engrandece y lo redime de la minusvalía inherente a la dependencia de los objetos. Se emparienta con los intereses y la libido del yo, a la vez que se opone al enamoramiento y a la idealización del objeto. Este proceso defensivo comporta una mudanza que se ha producido a expensas de la dependencia amorosa previa respecto del objeto. Es que las pruebas de amor y de complaciente disponibilidad (confirmatorias de la valía del propio yo) que se anhelaba recibir de él, se han visto burladas. Así, el amor por el objeto se ha transformado en su contrario, destino 468 Elvira Nicolini y Jaime P. Schust pulsional que compensa al yo de la injuria padecida. En este sentido, la transformación en lo contrario se aplica aquí en la doble vertiente de esta vicisitud pulsional defensiva: no sólo como transformación del amor en odio sino también como transformación del fin, en un movimiento reflexivo que orienta a la libido sobre el yo propio, con el consecuente engrandecimiento de éste. Ya no ama al objeto, se ama a sí mismo, infatuación que para sostenerse no puede sin embargo prescindir de aquél como testigo. La mudanza de amor en odio (camuflado en menosprecio o atemperado en indiferencia) conlleva una aparente renuncia a ser amado por el objeto y a los suministros que éste pudiera aportarle: "ya no necesito tu aprobación", pretende afirmar. En virtud de esta renuncia aparente (y sólo ilusoria, dado que la dependencia del objeto continúa enmascarada al atribuirle esa función de testimoniar la pretendida autonomía alcanzada), el yo se postula a sí mismo como ideal, enaltecido por su entereza, por su inmunidad a todo condicionamiento amoroso. Restaura así condiciones más próximas a la primitiva autocomplacencia de sí, desmintiendo todo anhelo por el objeto. La mudanza del amor en odio hará más tolerable la pérdida del amor y atempera la injuria. Pero de ese modo se ha producido un proceso regresivo que transforma el amor en su precursor en lo concerniente al investimiento objetal: el odio. Odio que, como Freud lo señala en "Pulsiones y destinos de pulsión", no proviene en sus orígenes de la vida sexual, sino de la lucha del yo por conservarse y afirmarse. "El odio es, como relación con el objeto, más antiguo que el amor: brota de la repulsa primordial que el yo narcisista opone en el comienzo al mundo exterior prodigador de estímulos." 1 El odio, de raigambre narcisista, se anticipa a la investidura erótica de objeto. Investidura que habrá de inaugurarse con la progresiva instauración del yo de realidad definitivo, aquel que afirmándose en la funciónjudicativa y en el privilegio del principio de realidad, habrá de admitir la alteridad de ciertos "objetos" proveedores de placer, y por tanto, generadores de amor. Con la transformación del amor en odio en la génesis de esta modalidad caracterológica se hace posible la persistencia del modo de funcionamiento inherente al yo de placer purificado, que recobra su vigencia y protagonismo. Es decir, que la injuria padecida, en virtud de la humillación que la demanda amorosa deparó, pone en marcha un movimiento regresivo que compromete sea la vertiente libidinal, sea aquella inherente al yo en su afán defensivo 3. Aquí se muestra vigente la afirmación freudiana de que todo proceso o modalidad de operación psíquica pretérita, aun abandonado y sustituido, persiste como virtualidad susceptible de reanimarse y recuperar su protagonismo, si se han visto alteradas ciertas condiciones dinámicas 4.5. Dichas condiciones, en el caso que nos ocupa, remiten al menoscabo acontecido en la investidura del yo yen la necesidad de su restablecimiento al que esa virtualidad sirve. Procesos que pueden tener una vigencia coyuntural, por así decir, y a los que sólo ulteriores vicisitudes (la escisión del yo) otorgarán fijeza caracterológica. La arrogancia como rasgo de carácter 469 No obstante, es importante aclarar que a nuestro entender, esta regresión no cancela y más bien coexiste con un funcionamiento psíquico acorde con el yo de realidad definitivo. Lo placentero y amado vuelve a coincidir con el yo y lo odiado o indiferente con el mundo externo. Aquí la escisión del yo como proceso defensivo evidencia la eficacia de su accionar: hace posible dicha coexistencia y a la vez asegura aquellas condiciones que inhabilitan la vigencia del conflicto intrapsíquico. Ausencia de conflicto intrapsíquico que es típica de los trastornos del carácter y que los emparienta con las perturbaciones del narcisismo, sin que coincidan con la psicosis y las perversiones. En la arrogancia los contenidos propios (las heces y sus representantes) persisten altamente valorados. Un antiguo chiste lo delata claramente: un anfitrión exhibía, lacónico, ante su visitante, sus bienes: "Mi residencia, mi colección de pinturas, mis caballos, mi perro ... , mi esposa [y volviéndose ponía al descubierto su trasero] mi culo!", concluía. Otra observación, esta vez de la vida cotidiana, puede ejemplificar también lo que aquí describimos: se refiere a una modalidad que era tradicional en los bailes hace varios años y que, en algunos momentos, el filme de Ettore Scola "El baile" refleja claramente: para invitar a danzar a la elegida, el varón en cuestión disponía de dos opciones: el "cabeceo" o dirigirse directamente a ella. En la primera opción, si la invitada esquivaba con la mirada el gesto del hombre, éste podía no darse por enterado y eludir frente a terceros la humillación por el rechazo. Era una codificación implícita que regulaba cualquier avatar o malentendido. Pero en la segunda alternativa, si culminaba en explícita negativa, solía resolverse con una fórmula destinada a resguardar el "buen nombre y honor" del caballero ofendido; éste volviéndole la espalda a la dama en cuestión, para retornar con sus amigos, musitaba: "¡Andá a cagar!" La hostilidad denotaba el menoscabo padecido. Como ya lo señalamos, la investidura de objeto no se cancela, pero se subordina a la autoafirmación narcisista: se mantiene sólo a su servicio. El dar la espalda expresaba originariamente el amor al objeto en su intención de invitar a una caricia. Con la transformación del contenido ha mudado su valor: ha cobrado un sentido de repulsa por el objeto ("matarlo con la indiferencia"), denotando la intención hostil. Es que la injuria reclama una reparación, y ésta se consuma humillando al objeto, haciendo activamente lo padecido: volverle la espalda comporta afirmar su insignificancia. Haremos ahora algunas referencias que nos permitirán, sucintamente, puntualizar diferencias respecto de dos estructuras psicopatológicas que guardan con este rasgo de carácter, cierta afinidad: - Con el "carácter anal": el papel desempeñado en éste por la formación reactiva se manifiesta en un trato opuesto de respetuosa consideración por el objeto, que contrasta notablemente con el descalíficante accionar arrogante. Por otra parte, el tenaz control anal ejercido sobre el objeto evidencia 470 Elvira Nicolini y Jaime P. Schust el intenso interés libidinal que éste conserva en desmedro de la corriente narcisita. - Con la belle indiference" histérica: en ella se vuelve seductoramente la espalda, se exhiben "involutariamente" encantos o se los oculta de modo de ponerlos en evidencia. La clave aquí es la represión. Esta indiferencia es bella, tiene encanto, no ofende, más bien atrae. Enmascara la persistencia del deseo inconsciente, en que el objeto conserva plenamente su valor erótico. La bella indiferencia es correlato del deseo reprimido por el objeto. Por el contrario, la arrogancia busca promover admiración, no atracción erótica. Y aunque muchas veces dicha admiración pueda tener una connotación erótica, continúa al servicio de la autoafirmación. 11 Los procesos defensivos que dan cuenta de la arrogancia como rasgo caracterológico no se proponen impedir el retorno de lo reprimido (la demanda amorosa), sino restaurar al yo injuriado y preservarlo de nuevas heridas. No son entonces estos rasgos resultado de la represión por formación reactiva (como ocurre con algunos típicos del carácter anal) ni productos transaccionales de retorno de lo reprimido como en la histeria o en la neurosis obsesiva. Por vía de la arrogancia, el ser humano se eleva por encima de las restantes especies animales e incluso del destino común a sus congéneres, de las desdichas y privaciones corrientes por la que éstos son aquejados. Cobra una condición de excepcionalidad que lo sustrae de la común necesidad de ser amado. Se atribuye cualidades superiores o se ve llamado a un fin supremo que, en última instancia, está destinado a protegerlo -ilusoriamente- del desvalimiento infantil. Estas características pueden asemejarlos a las personalidades que Freud describió en "Los de excepción" 2, sólo que en estos últimos la arrogancia no demanda la admiración y supeditación como condición de soporte para la misma. Algunos observables clínicos. Lo que describimos a continuación no supone ni una generalización ni una descripción exhaustiva de ciertos comportamientos de estos pacientes en la situación terapéutica. Existen por supuesto matices, pero todos ellos expresan la tentativa de sostener la organización a la que nos estamos refiriendo. Cuanto más novel es el terapeuta, más vulnerable es a respuestas contratransferenciales, sean de intenso malestar o de desconcierto. Así como los pacientes cuyo rasgo caracterológico es la porfía reaccionan con franca irritación cuando la intervención del analista les hace suponer un cuestionamiento de poder, estas personas adoptan una actitud de examinador frente a las interpretaciones, otorgando o denegando su aprobación, su visto favorable, luego de, eventualmente, imponer ciertas rectificaciones a lo formulado por el terapeuta. Decíamos que cuanto más inexperto es éste, mayor puede ser su vulnerabilidad, justificada a veces en la incertidumbre que siente respecto de la continuidad, siempre incierta en el tratamiento de estos pacientes. La arrogancia como rasgo de carácter 471 En este sentido, hay dos aspectos formales del encuadre analítico, dinero y tiempo, en los cuales estos comportamientos también pueden cobrar mayor nitidez. En cuanto al pago de los honorarios estos pacientes tratan de demostrar que éstos son "menesteres" de los cuales no vale la pena ocuparse o preocuparse. Así, el dinero, tratado en apariencia como un excremento desechable, conserva en realidad su preciado valo primigenio (lo ha recuperado regresivamente), el de un objeto apetecible, aunque también en apariencia, sólo para el analista. De tal modo que una actitud recurrente en el momento del pago será la pregunta: "¿Cuánto le debo?" La demora en el pago es excepcional, pues no presentan la actitud retentiva que puede observarse en otras estructuras emparentadas a la analidad. Pero también es excepcional que recuerden monto y cantidad de sesiones a abonar, por lo que el analista se ve inducido a revelar que lleva un registro de los mismos, es decir, a mostrar su interés y necesidad a fin de que el paciente entregué displicentemente su dinero. Esta displicencia también se denotará si eventualmente el terapeuta debe entregar cambio, pues el sujeto en cuestión sugerirá que "no tiene importancia", pudiendo quedar este dinero "a cuenta" del próximo pago. Otra vicisitud, sobre todo en los comienzos del análisis, es la referente a los horarios y su regularidad; es frecuente que no avisen con anticipación cuándo no asistirán a sesión, pero también es frecuente que el terapeuta, por los motivos antedichos, "caiga" inevitablemente por ejemplo, tratando de comunicarse con el paciente para indagar el motivo de esta ausencia. Como corolario de esta secuencia (cuasi "tragicómica"), el paciente responderá que -meramentese olvidó de asistir, solicitando 'a su vez que se le recuerde: "cuál es el horario de la próxima sesión, pues no lo tiene agendado". Si frente a la reiteración de estas vicisitudes, en los dos aspectos señalados, el analista "reacciona" introduciendo un cambio en sus respuestas, puede ocurrir una de distintas posibilidades: una de ellas, frente a la autonomía adquirida por el objeto, será la amenaza de abandono de tratamiento, porque ese cambio es entendido como equivalente de incumplimiento de un acuerdo implícito y puede suscitar una reacción que podríamos calificar de paranoide. Es que, volviendo a las contingencias señaladas inherentes al pago, podemos vislumbrar que la ignorancia exhibida, la ostentación de indiferencia, está destinada a promover el interés del analista, a desenmascarar la valoración que éste otorga al dinero, equiparado a los contenidos y producciones del propio paciente. Y a confirmar de este modo el valor que su analista le asigna. Así con el desinterés mostrado ante el "vuelto" quisiera probar su prescindencia, desmitiendo la prueba de amor exigida. Co-participan en este despliegue narcisista, yen el placer que le depara, la consumación' del exhibicionismo y de la pulsión sádica. Otra eventual respuesta al cambio que se ha operado en el analista (y el vínculo) es la porfía. Ante el silencio del analista que se sustrae a la encubierta prueba de amor que le es exigida, y a la condición 472 Eloira Nicolini y Jaime P. Schust de complaciente testigo del despligue narcisista, su "indiferente distancia" (según es entendida) suele producir una suerte de escalada en la que prevalece la puja desafiante. 8 El silencio del analista cobra el valor de ofensa. El paciente exige, por ejemplo, una respuesta (como muestra de pleitesía) como requisito para efectuar el pago. Como si la fijeza caracterológica (aquí de la arrogancia) espejara la fijeza inamovible de un único vínculo (humillante-humillado). Un vínculo excluyente de toda otra alternativa, exceptuando el intercambio de posiciones en un argumento fantasmático circular, siempre idéntico y de neto corte sado-masoquista, que bascula en torno al eje del narcisismo amenazado. Se hace más ostensible así la incondicionalidad exigida al objeto y la fantasía desiderativa de ser atendido sólo por amor, como acabada confirmación del reconocimiento de su valía. Escalada que en el entrampamiento que denuncia, y a la vez promueve, delata la reanimación de la temprana perturbación narcisista. A la vez muestra el parentesco de la arrogancia con la megalomanía, aunque en la primera la investidura de objeto está débilmente conservada en esa encerrona sadomasoquista que es su correlato ineludible. Si al comienzo señalamos que la arrogancia como rasgo puede asociarse al fracaso de la porfía como constelación dominante del carácter, advertimos aquí la vicisitud opuesta, cuando aquélla se torna insuficiente para restaurar defensivamente la temprana perturbación del narcisismo. Acontecer crítico pero frecuente en el proceso analítico con estos pacientes. Addenda. Tres conjuntos de hipótesis freudianas No intentaremos hacer una reseña histórica de las proposiciones freudianas referidas al tema que nos ocupa. En cambio, como. criterio ordenador, hemos jerarquizado los diversos procesos etiológicos que participan, en diferente medida, en la formación del carácter, según Freud los conceptualiza. Creemos que sus hipótesis, y los desarrollos que ellas hacen posibles, pueden articularse, sin violencia, según tres distintas vertientes de pensamiento, no excluyentes. Ellas aportan, en su complementariedad, una comprensión muy rica de las constelaciones del carácter: la que se deriva del análisis de sus condiciones de origen. Enunciaremos estos tres conjuntos de hipótesis explicativas: A. El carácter, en lo que concierne a su génesis, puede ser la resultante de determinadas vicisitudes que consumen ciertos componentes de la sexualidad infantil y del complejo de Edipo, incorporándolos de manera estable al yo. 473 La arrogancia como rasgo de carácter 1. Como arsenal defensivo, como formaciones reactivas en el yo, destinadas a impedir la satisfacción libidinal. 2. Como "continuaciones inalteradas", como "derivados directos" de dichos componentes sexuales infantiles. B. El carácter es la alteración del yo normalmente resultante de las identificaciones herederas de investiduras de objeto abandonadas. Principalmente, desde esta vertiente, cobra relevancia en su configuración la instauración del ideal del yo y los procesos de sublimación que ella supone, los que consumen los impulsos de la sexualidad infantil apartándolos de su meta original. C. El carácter es la alteración del yo que puede deber su génesis a la confluencia de: a] aquellas situaciones traumáticas e injurias narcisistas que lo afectaron precozmente en su proceso de constitución, y que tienen su paradigma en el complejo de castración, y b] de las luchas defensivas de la edad temprana, que dichos traumas inauguraron, destinadas a contrarrestar los peligros externos e internos que de ellos se derivaban. El complejo de castración resignificará las injurias previas, las que, a su vez, impondrán su marca (también a través del privilegio de las operaciones defensivas que hicieron necesarias) al peculiar despliegue del Edipo y a las vicisitudes en las que culminará. I Complejos de Edipo y castración • I I Represión I I 1 Rasgos de carácter por formación reactiva en el yo Rasgos de carácter que son "derivados directos" o "continuaciones inalteradas" de impulsos de la sexualidad infantil, cuya satisfacción el yo legitima merced a ciertos desplazamientos de objeto e inhibición de meta que en ellos se ha consumado. Ejemplos: - pulcritud acentuada - compasión acentuada - generosidad acentuada o excesivo altruísmo - carácter femenino en la mujer por formación reactiva del C. de masculinidad reprimido. 1er. CONJUNTO Ejemplos: - celos femeninos (derivados complejo de castración) - "vieja bruja", calumnia - hipocresía convencional - ambición - rivalidad o competencia - tena~i~ad obstinada - avancJa - madre-leona DE HIPÓTESIS del 474 Elvira Nicolini y Jaime P. Schust I I Complejos de Edipo y castración ! Abandono de la investidura de objeto e identificación que lo reconstruye: I I 1 En el ideal del yo: Supone sublimación y desexualización de pulsiones sexuales infantiles y de deseos edípicos y parricidas. En el yo: a través de rasgos de carácter que: - definen el carácter sexual del sujeto (normal o patológico). Ej.: identificación de la niña con su madre (objeto erótico pre-edípico) que la posiciona femeninamente en el Edipo positivo. O del varón con su padre (que fuera objeto de los componentes eróticos del edipo negativo). O carácter femenino de Leonardo da 'Vinci (coincida o no con la homosexualidad que comportaría otros procesos complementarios). - definen intereses vocacionales u ocupacionales, pertenencias sociales y modalidades de la investidura de objeto. - carácter "masculino" en la mujer (por regresión desde la investidura edípica de objeto a la identificación con el padre y reactivación del complejo de masculinidad. - perturbaciones del carácter por acrecentamiento de la destructividad vuelta sobre la persona propia: • criminales por sentimiento inconsciente de culpa. • los que fracasan cuando triunfan. - otros. Ejemplos: - Rasgos de carácter por identificación con valores e ideales del objeto (artísticos, intelectuales, religiosos, tradiciones e ideologías). Ej.: sobrestimación de lo intelectual. - o por sublimación de componentes de la sexualidad infantil. Ej.: • tenacidad • .sentimientos sociales • liderazgos intelectuales y éticos • etc. - carácter "normal" - ecuanimidad (dependiente de los caracteres de impersonalidad del ideal del yo del tipo "masculino") - severidad y autoexigencia - coartación de la destructividad y rigor autocensurador. - carácter "masculino" (también en la mujer) Pueden entrar en complementariedad 2g COl\JUNTO m: HIPÓTESIS ........J 475 La arrogancia como rasgo de carácter l I Complejos de Edipo y castración L I Desmentida I y escisión del yo I Rasgos de carácter por vía de fijación al trauma infantil y compulsión repetitiva, en los que es frecuente la identificación que coexiste con la investidura narcisista de objeto. I I I Efectos positivos de la fijación al trauma Efectos negativos de la fijación al trauma Ejemplo: Privilegio de la inhibición y restricción destinadas a impedir la repetición de la injuria traumática. - adicción al juego - "los de excepción" - porfía como rasgo de carácter - carácter masculino en la mujer - otros 3º CONJUNTO Ejemplos: - sobreadaptación - docilidad comorasgos de carácter - arrogancia - otros DE HIPÓTESIS Conclusiones En el curso de estas consideraciones sobre la arrogancia, nos hemos valido explícita o implícitamente de la articulación de un conjunto de hipótesis freudianas. Hemos tramado los conceptos de trauma temprano (enfatizando la vertiente narcisista de éste), fijación al trauma, compulsión repetitiva y efectos positivos y negativos del trauma precoz infantil. Con ello desarrollamos (desde una posible lectura) las nociones propuestas por Freud en torno del carácter, en Moisés y la religión monoteísta y en "Análisis terminable e interminable". Hemos aplicado hipótesis desarrolladas más ampliamente por nosotros desde su perspectiva teórica en trabajos precedentes 9-10-11. Hemos destacado el papel central de las vicisitudes impuestas por el complejo de castración y el narcisismo en la génesis singular de la organización del carácter. Vicisitudes que se traducen en una particular 476 Elvira Nicolini y Jaime P. Schust conjugación de operaciones defensivas (transformación en lo contrario, regresión, desmentida, escisión del yo). Ellas hacen del carácter ese particular obstáculo resistencial al proceso analítico que es decisivo para el destino de éste y, en esa medida, nos compromete a una más honda indagación de su naturaleza 12. En esta tentativa de dar cuenta de la génesis de la arrogancia como rasgo de carácter nos hemos valido, según decíamos, de la articulación de ciertas nociones freudianas, que no agotan las formulaciones de este autor sobre el carácter. En el curso de pensamiento que aquí exponemos nos referimos sólo al tercer conjunto de hipótesis freudianas, que a los fines de un ordenamiento, hemos intentado explorar y desarrollar. Dicho de otro modo, las ideas que aquí proponemos en torno de la arrogancia caracterológica, resultan de la tentativa de dar cuenta de ella desde lo que la clínica analítica nos ha permitido vislumbrar y conceptualizar. Lo que no excluye que este mismo rasgo de carácter (como todo otro) en otros sujetos y en el curso de otros aconteceres analíticos, revele otros procesos implicados con igual legitimidad. De allí la multiplicidad y diversidad de hipótesis que Freud propone sobre el tema. Es que el carácter (sus constelaciones) es un observable fenoménico, una resultante que sólo cobra su genuina significación desde el análisis de las circunstancias históricas singulares que le han dado origen. Éstas son complejas y múltiples, y su incidencia relativa y complementariedad sólo podrán indagarse desde sus efectos póstumos, aquellos que se revelan como constelaciones del carácter. Resumen Este trabajo se refiere a la arrogancia como constelación caracterológica estable, o asociada al fracaso de otra modalidad que hemos denominado "porfía". Se vincula a la arrogancia con un arsenal defensivo destinado a contrarrestar la humillación resultante de injurias narcisistas. Se explicitan, desde una vertiente freudiana, los ejes conceptuales desde los cuales se hace posible una comprensión psicoanalítica de la génesis del carácter y de sus perturbaciones. DESClUPTOIU:S: carácter - arrogancia - injuria narcisista - alteraciones del yo. Summary ARROGANCE AS A CHARACTER TRAIT This paper views arrogance as a stable character constellation or as being associated to the failure of another trait that we have called "obstinacy", Arrogance is connected to a defensive arsenal whose aim is to counter the humiliation that results from narcissistic injury, The authors discuss, from a freudian perspective, the conceptual bases for psychoanalytic understanding ofthe genesis of character and its disturbances. La arrogancia como rasgo de carácter 477 Bibliografía 1. Freud, S. (1915 e): "Pulsiones y destinos de pulsión" A.E., XIV. 2. - (1916 d): "Algunos tipos de carácter 'dilucidados por el trabajo psicoanalítico". A.E.,XIV. 3. - (1917 d): "Complemento metapsico16gico a la doctrina de los sueños". A.E., XIV. 4. - (1930 a): El malestar en la cultura. A.E., XXI. 5. - (1937 c): "'Análisis terminable Elinterminable". A.E., XXIII. 6. - (1939 a): Moisés y la religi6n monotelsta. A.E., XXIII. 7. - (1940 e [1938]): "La escisi6n del yo en el proceso defensivo" A.E., XXIII. 8. Nicolini, E. "El carácter como alteración defensiva del yo resultante de injurias narcisistas tempranas: la porfia". Presentado en el Seminario del VII Congreso de Psicoanálisis: "La clínica freudiana", 1988. 9. -y Schust, J.P.: "El concepto de carácter en la obra de Freudy algunas consideraciones sobre perturbaciones caracterológicas". Ficha Centro "Sigmund Freud". 1O. - -: "Reflexiones sobre el carácter y sus perturbaciones desde la 6ptica de la teoría freudiana". Presentado en las 1ras. Jornadas Freudianas "Sexualidad y neurosis", 1986. 11. - -: "Reflexiones sobre el carácter y sus perturbaciones desde la 6ptica de la teoría freudiana: docilidad y porfia". Presentado en las 1ras. Jornadas Freudianas "Sexualidad y neurosis", 1986. 12. Schust, J .P. "Algunas cuestiones relati vas al abordaje clínico de las perturbaciones del carácter". Presentado en A.P.A., 1989.