Dónde estás si no estás?

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En torno a Dióscuros de Eduardo Alberto Planas: los códigos secretos
Por Jorge Torres Roggero
Nuestros poetas modernistas rendían un culto especial al cisne. Durante mucho tiempo, se creyó que era
un oprobioso recurso ornamental. En realidad, amantes de los misterios y los símbolos, Rubén Darío y su cofradía
andaban en pos del rastro divino en la belleza de las criaturas y, sobre todo, en la “celeste carne de mujer”. Esta
evocación me asalta mientras leo Dióscuros de Eduardo Alberto Planas.
La noche en que Zeus se unió a Leda en forma de cisne, cuenta una versión de la mitología griega, ella
copuló también con Tindáreo, su marido humano. Del huevo depositado en la cumbre del Taigeto nacieron dos
pares de gemelos: dos machos, dos hembras. ¿Cuáles eran divinos?, ¿cuáles solamente humanos? Lo cierto es que
la más poderosa energía de la fuerza gémica parece haberse manifestado en Cástor y Pólux, dióscuros por
antonomasia, llamados “hijos de Zeus” y habitantes del Zodíaco.
El destino de las mujeres fue más aciago. La belleza de Helena, su capacidad de amor, su felicidad, desató
la envidia de los dioses, la crueldad de los hados. ¿Cómo no envidiar su larga y amorosa disputa con París sobre el
nombre que debía llevar la hija? Su desenlace halagaría a un gaucho: lo jugaron a la taba, suerte criolla de origen
griego, y ganó Helena.
Infinitamente más crueles fueron los hados con Clitemnestra: desoyendo al aedo Demódoco saboreó el
adulterio mientras Agamenón luchaba en Troya, su hija Ifigenia fue sacrificada a los dioses, asesinó a su marido y
fue inmolada por su hijo Orestes.
Pero volvamos a nuestros dióscuros varones: Cástor y Pólux. El recuerdo de sus hechos los presenta como
héroes siempre dispuestos a librar las más extrañas batallas y expediciones. Con frecuencia liberan prisioneros,
navegan por extraños mares con los Argonautas y participan en la cacería de Calidón, el monstruoso jabalí
enviado de castigo por Artemis. Por supuesto, no fue infrecuente su protagonismo en raptos y saqueos.
Cástor y Pólux eran, entonces, dos combatientes con todas las contradicciones del que se mete en el
remolino de la historia, como diría Marechal, hasta la verija. Como todo militante, participan de la totalidad del
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mundo: su identidad comprende lo sagrado y también la más oscura densidad del ser. Quizás por eso Zeus
permitió que permaneciesen entre los dioses en días alternos.
El simbolismo de los gemelos, tomado en su aspecto más general, se refiere a cierto dualismo. En efecto,
uno manifiesta la porción eterna del hombre, y el otro su estado mortal. Suelen simbolizar, asimismo, principios
contrapuestos: bien/mal, divino/mortal, blanco/negro, luz/tinieblas; pero también, más allá de todo
maniqueísmo, manifiestan una fase profunda y necesaria en el proceso de las transformaciones cósmicas e
históricas. Se trata del momento en que la pura fuerza creadora se escinde, se vuelve contradictoria y se dispersa
en la multiplicidad: “con el número dos nace la pena”, amonestaba el soneto marechaliano a la divina sabiduría.
Pero dejemos ahora los avatares de los héroes gémicos y sus mitologías. Sólo recordemos que Géminis es,
por un lado la naturaleza creadora (“natura naturans”); y, por el otro, la naturaleza creada (“natura naturata”).
Según los cuentos tradicionales, esta condición se manifiesta en las transformaciones, en lo proteico.
Curiosamente, en los ritos medicinales, la energía gémica representa, a la vez, al enfermo y a la enfermedad.
Dióscuros de Eduardo Alberto Planas nos impele, desde el inicio, a transitar incesantemente dos planos
básicos de realidad. En efecto, sus poemas son, desde un punto de vista, una elegía por la muerte de José Luis, el
hermano gemelo; pero, a la vez, una incursión en el tenebroso secreto del poeta. Ya Rimbaud, uno de “los raros”
nimbados por Rubén Darío, planteaba que el poeta es un gran enfermo y, al mismo tiempo, un vidente.
Dióscuros nos presenta un mundo de extrañamiento en el sentido cortazariano: la separación de los
gemelos ha interrumpido el fluir de las contradicciones: “Dos partes de una misma cosa / ¿espejos? / dos caras
de la moneda; anverso y reverso de la medalla / dos formas del mismo sentir, del pensar, / del padecer y de la
misma alegría / también.”
De golpe se escinden cuerpos y almas, se reparten entre vida y muerte: ¿qué hay de vida en la carne
doliente?, ¿qué de muerte en las vísceras en disolución?, ¿cómo son ahora las presencias, qué dicen los silencios?,
¿qué murmuran las apagadas voces de los adentros en que conviven las generaciones?: “Un dióscuro deambula /
por la eternidad / en tanto el otro permanece aquí / a la espera / terrenal...”
En estos poemas, lo cotidiano se torna misterioso y el ser doble escindido, se individualiza en la mera
existencia con un rostro afirmado en su propia personalidad; y con el otro ligado a la especie: “No sé si somos una
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alquimia de razas celestiales, / o simplemente hemos sido / arrojados a la existencia y deambulamos en ella /
tratando de justificarla.”
Invencibles en su complementariedad, los dióscuros ponen en peligro el orden caduco. Por eso padecen
persecución y llevan adelante batallas por la justicia, la libertad y la dignidad. ¿Será la imposición de una pena el
reiterado deambular que traspasa el poemario?
Conocí a estos dioscuros, ahora convertidos en alimento poético, cuando eran dos niños enigmáticos en su
similitud y en ciertas repeticiones de acciones y reacciones. Por eso concluyo bajándolos del zodíaco a un banco
del Colegio Peña. Todavía me pregunto: ¿cuál de los dos era el que profería una magnífica disquisición histórica
mientras el otro, baja la mirada, descifraba con modestia viejas escrituras grabadas en el pupitre?
El misterioso mundo de la poesía juega a veces entre las hojas dormidas de un cuaderno de apuntes
dibujado por el aburrimiento porque, a lo mejor, la realidad “estaba en otra parte”.
Jorge Torres Roggero
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Ofrenda al recuerdo de mi hermano gemelo José Luis Planas Osorio
(20/04/1955 – 20/ 12/ 2011)
“Nacer rompe el espejo de la eternidad / lo fracciona en infinitas fatalidades / vivir es la fatalidad / de no entrar de
pie / en la parte del reflejo que nos toca / y añorar los pedazos faltantes”.
Laura García del Castaño - La vida en que sueñas
“Sí, sí, Enrique, en este largo viaje hacia la verdad que es la vida estamos rodeados de zonas desconocidas, de lo
que generalmente llamamos misterio por comodidad o ignorancia, y debe ser algo muy real. Aún no plantamos la
máquina de escribir en tu tumba pero estoy seguro de que un día, en el muro de la casa del barrio donde nacimos,
mejor dicho, en la pared de un feo edificio sin historia que ahora se alza allí, sin el patio, sin el níspero, podrán
leerse estas palabras grabadas en el bronce: En este sitio estaba situada la casa de la infancia de Enrique González
Tuñón, el más porteño de los cronistas de Buenos Aires. Partió a una zona desconocida el 9 de mayo de 1943. No
era un general, no era un primer ministro, pero era un artista, era un poeta, tenía la llave de la calle. ¡Salúdenlo!”
Raúl González Tuñón, Mi hermano Enrique
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El genoma y los Dióscuros El genoma y los Dióscuros
Qué importa lo que diga el genoma / si los Dióscuros saben, indivisibles, / como el árbol: la raíz y el
tronco es el mismo, / solo las ramas son distintas, se diversifican, / y parecen separadas. / La marca de
nacimiento, / la política, la literatura y la música. / Fulano o mengano, Borges o Cortázar, / Beethoven o
Mozart, / contradicciones aparentes. / Los juegos infantiles, / aquel reloj bajo la piedra, / la niñez alegre,
compartida / conversaciones nocturnas interminables / los saltos ornamentales; / la confusión de los
parientes, los amigos y la gente; la pasión por el derecho y el derecho a la pasión, / los mismos dolores /
expresados de distinta forma, / las voces escuchadas / el mismo humano corazón. / Dos partes de una
misma cosa, / ¿espejos? / dos caras de la moneda; anverso y reverso de la medalla / dos formas del
mismo sentir, del pensar, / del padecer, y de la misma alegría / también.
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Recuerdos Recuerdos
De la infancia guardo innumerables gestos: /el abrigo nocturno, / las manos extendidas en cruz, /noches
veladas cuidando el dolor /el regreso de mi madre –delgada, frágil-, de un ignoto lugar, / el refugio en el
interior de la casa-útero, /el silencio. / Juegos compartidos, /dialecto inventado / los viajes de mi padre.
Cuando era pequeño, /parecía que todo quedaba cerca / el cielo allí, a un salto, / el sol al alcance de un
barrilete / y la luna apenas colgada. / Soñando iba donde quería / una madera era un camión / un papel
doblado, un avión. / La misma ropa, juguetes y amigos, / idéntico trabajo y profesión. / A estos
recuerdos me gusta conservarlos. / A otros quisiera borrarlos como en eterno resplandor de una mente
inmaculada.
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¿Dónde estás si no estás? ¿Dónde estás si no estás?
“La sal del llanto por el que ha partido”.
Julio Cortázar
Los Dióscuros, Salvo el crepúsculo, Alfaguara, 2004
Todo está como entonces, / el pájaro en tu ventana, / la luz / al despuntar el alba, / la sagrada piedra
pasional, / el busto del poeta, / la música, /el amor de quienes te amamos, /el recuerdo de los amigos /
las anécdotas de duende-sabio de alpargatas. / ¿Dónde estás si no estás? /cómo es allí, / cómo de
solitario, / brilla rojo el atardecer, / qué hay de inmensidad, / pudiste descubrir la verdad que anhelabas
¿dónde tu voz?/
Tu ausencia duele / los recuerdos llegan intensos.// Me miro en el espejo / como todos los días de /
tantos años / antes estabas tú. / El azar o el destino quisieron, / vaya a saber por qué y para qué, / que
naciéramos cual mitológicos Dióscuros / entrelazados por el antebrazo. / ¿Dónde estás si no estás?
Los años pasados / fueron compartidos / las voces estuvieron / a pesar de las distancias, / y los dolores.
Ahora recién, en estos tiempos, /empiezo a pensar cómo se hace para vivir sin ti.
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Pacto de amor Pacto de amor
El hueco que deja / la muerte / barriendo la vida / con un manotazo / tan parecido a la crueldad.
Soledad, Juan Stahli, Hablar lo suficiente, trabajar lo necesario
Qué sabes /del pacto de amor / entre dos seres condenados /a ser rarezas por aquel maldito genoma
que por azar / o rebelde decisión / se le dio por multiplicarse en demasía / hasta llegar a los tres mil
millones / que conforman un ser humano / que son dos, que son uno, / un mismo ADN / iguales por
fuera/ pero distintos por dentro / o al revés. / Qué sabes de lo sucedido, / qué sabes / sombra, lejana,
fría / de ese pacto de amor / que los nutrió siempre / que no los deja vivir al uno sin el otro / a menos
que el desapego / haya roto las cadenas/ que solo ellos conocen. / Es el que lleva / a abrazar el cadáver
con la inútil esperanza que vuelva, /que vuelva, / como lo hizo aquel antiguo semidiós. / Frente a todo
esto / ojalá triunfe la vida y la alegría / por sobre todo pesar. / Por ahora sólo existe este dolor,
/insondable dolor que horada la vida.
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Preguntas Preguntas
Tengo compulsión a mirar los espejos / y veces, aversión a los mismos; / quizás porque en ellos se ven –
como dicen algunos- las puertas del infierno. / No sé si somos una alquimia de razas celestiales, / o
simplemente hemos sido / arrojados a la existencia y deambulamos en ella/ tratando de justificarla. / Si
somos uno o duales, / si el cielo y el infierno existen, / si son los otros / o ambos están en esta tierra /
o en nosotros mismos. / Si dios existe / ¿la culpa de todo esto / la tiene él o es del hombre? / Las eternas
preguntas /que siempre te hacías / y yo dejaba / para después, tratando de llevar / una vida ligera, /
hoy llegan a mí con mucha fuerza /¿quizás porque si encuentro la respuesta / apaciguaré la pena?
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Jardín de gente Jardín de gente
“Alguien debió conservar, / y cuidar con amor, / este jardín de gente…”* // intuyo que algo más existe /
por sobre esta cotidianeidad abrumadora / por ello busco y busco, / intuyo, no tengo pruebas/ creo que
algunas /manifestaciones, colores, sonidos / luces son tan solos señales, / que lo que llamamos dios o
los dioses, existen / quizás está -o están- en nosotros mismos, / en nuestro interior, / en la chispa, la
llama eterna / que nos hace vivir, / cada día como el último, / que nos hace grandes / dentro de esta
pequeñez. / De nada vale huir / porque algún día / lo vamos a saber / para bien o para mal, / cuando
nacemos ya empezamos a morir.
* Tomado prestado de Jardín de gente, Luis Alberto Spinetta, Spinetta y los socios del desierto
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Crisálida * Crisálida *
Veronika canta, canta / y no importa la lluvia /canta y el deseo la invade, / corre, corre / y se le va la
vida. / Presiente que no está sola / pero no lo sabe aún / hasta que la ve entre la multitud / que se
refugia. / Canta y el dolor persiste en el pecho, / un ángel cae en medio del concierto. / Desde abajo ella
los mira / le arrojan flores y –finalmente- tierra / Crisálida. / En otro lugar, Veronique está triste y
no sabe por qué / las misteriosas marionetas /le dejan pistas / y el amor. / La mujer con sombrero que
siempre está, / las fotografías / le revelan la verdad: / aquella existía. / Percibe su presencia / en un
canto, en una fugaz luz /en el azul del anochecer. / Se dirige al padre / comprende que debe seguir; /
por ella, por las dos / y el árbol las une eternamente.
*Basado en la película “La doble Vida de Veronica” de Krzysztof Kieslowski
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Cuando Cuando
Cuando veo tu rostro / entre los miles de la gran ciudad / y escucho tu voz llamándome. / Cuando
todavía tengo el recuerdo de nuestro último encuentro, el sonido de nuestra última conversación. /
Cuando no puedo olvidar lo que sentí al tocar tu cuerpo inmóvil, confundido, mientras un viento helado
llenaba todo. / Cuando lo único que hay es el dolor / no de herida, no de golpe / muy adentro / como
de otro lado / me pregunto: cuándo probará mi corazón el fruto de la resignación.
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Como un colibrí Como un colibrí
Será el dolor que / produce insomnio / será que debemos/ aturdirnos para no pensar. //
Por el
contrario, será el silencio / el que cure la tristeza de la ausencia / o habremos de llenarnos los oídos con
las voces queridas. // Últimamente / una tibia luz ronda / como un colibrí /ojalá anide en el corazón /
por siempre.
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Dióscuros Dióscuros
“Escucha hermano la canción de la alegría”
Oda a la Alegría, Friedrich von Schiller (1759-1805).
Citado por César León Vargas en Del epitafio a la alegría
De la tierra, elegiré el árbol que te ampare /del aire, el sonido de tu canción favorita / del fuego, una
llama que ilumine y abrigue / del agua, la frescura que calme tu sed. / Un dióscuro deambula / por la
eternidad / en tanto el otro permanece aquí / a la espera / terrenal / ¿es Tánatos el que merodea la
estancia?/ No hay pulsión,/ no hay olvido, sólo tristeza / y una memoria. / “Escucha hermano la
canción de la alegría”, / la que pediste siempre, / la de tus últimas palabras / la que nunca es igual, / la
que siempre continúa,/ la que te consuela/ la que nos consuela.
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Cuenta la mitología griega que mientras Leda, esposa del rey de Esparta Tindáreo, se bañaba en un
estanque cercano al rio Eurotas, fue seducida y poseída por un cisne de resplandeciente blancura que
argüía ser perseguido por un águila. Ese cisne era Zeus, que con este engaño conquistó a Leda sin
levantar sospechas. Como esa misma noche yaciera con su esposo, más tarde dio a luz dos huevos. En
uno de ellos estaban Helena y Pólux (hijos de Zeus y por tanto inmortales), y en el otro Cástor y
Clitemnestra (mortales, hijos del rey espartano). Cástor y Pólux, gemelos, llegarán a ser los célebres
Dioscuros.
En latín eran conocidos como Gemini, ‘gemelos’ y a veces como Castores.
Cástor era famoso por su habilidad para domar caballos y cabalgarlos y Pólux por su destreza en
el boxeo.
Cuando Teseo y Pirítoo secuestraron a su hermana Helena y la llevaron a Afidna, los Dioscuros la
rescataron y raptaron en venganza a la madre de Teseo, Etra. También acompañaron a Jasón en el Argo.
Durante el viaje, Pólux mató al rey Ámico en un combate de boxeo.
Cástor y Pólux raptaron a las hijas de Leucipo, Hilaira y Febe, y se casaron con ellas.
Por esto, Idas y Linceo, sobrinos de Leucipo, mataron a Cástor. Pólux, que había recibido el don de la
inmortalidad de Zeus, convenció a su padre para que lo concediera también a Cástor. Así, ambos se
alternaban como dioses en el Olimpo y como mortales fallecidos en el Hades.
Su fiesta se celebraba el 15 de julio. Aunque en la mitología griega Cástor era mucho más venerado que
Pólux, ambos tenían su propio templo en el Foro Romano.
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