Nuestros ObisposMártires Monseñor Enrique Angelelli, obispo y mártir de América Latina A hora cumplimos 34 años del martirio de monseñor Enrique Angelelli, obispo argentino que fue asesinado el 4 de agosto de 1976, por su compromiso con los pobres. Se quiso encubrir el asesinato haciéndolo pasar por un accidente de tránsito. Su vehículo fue embestido por otro que le hizo volcar; posteriormente, su cuerpo fue arrastrado y le golpearon la cabeza contra el pavimento, hasta causarle la muerte. En 1986, el juez Aldo F. Morales dictaminó que fue «un homicidio fríamente premeditado». En el 2006, el presidente de Argentina, Néstor Kichner declaró el 4 de agosto como Día de duelo nacional, «conmemorando a los religiosos que fueron víctimas del terrorismo de Estado». Angelelli fue obispo auxiliar de Córdoba y posteriormente obispo titular de La Rioja (Argentina). Él participó en varias sesiones del Concilio Vaticano II y también apoyó la reunión de alrededor de cuarenta obispos latianomericanos que, poco antes de la clausura del Concilio (1965) celebraron una eucaristía en la catacumbas de Santa Domitila donde se comprometieron a «ser fieles al espíritu de Jesús» y «ser una Iglesia servidora y pobre», a este compromiso lo llamaron «el pacto de las catacumbas», que consta de trece compromisos todos alrededor de la pobreza, uno de los promotores de este pacto fue Hélder Camara; un año después de esto, se realizó la reunión del episcopado latinoamericano en Medellín (1968). Siendo obispo de La Rioja, monseñor Angelelli se comprometió a ser «un servidor de los pobres» y adoptó una posición profética, denunció la usura, el tráfico de drogas, los casinos, negocios manejados por gente poderosa de La Rioja. Al mismo, tiempo, Angelelli promovió la organización especialmente de las empleadas domésticas y las cooperativas; animó y apoyó, desde el Movimiento rural diocesano, a los peones rurales y pequeños agricultores para que «ocuparan» el latifundio de Azzalini, abandonado durante varios años por los herederos que vivían en Buenos Aires. Ante estos hechos, los terratenientes reaccionaron con violencia. En este contexto es que se planifica su asesinato. En 1976, después del golpe de Estado de los militares y la dictadura, Angelelli estaba en Roma y se le recomienda que no regrese porque su nombre está en la lista de los amenazados por el escuadrón de la muerte Alianza Anticomunista Argentina (AAA), Angelelli regresa y afirma que su misión es «caminar con y desde el pueblo». Juan Hernández Pico María Clara Luchetti Álvaro Ramazzini Jon Sobrino Luiz Carlos Susin Miguel Cavada Diez Héctor Dada 10 10 Gustavo Gutiérrez Congreso Internacional de Teología San Salvador, 17-23 de marzo de 2010 A los 30 años del martirio de monseñor Romero “Conversión y esperanza” El lector tiene ahora en sus manos las ponencias escritas del Congreso Internacional de Teología celebrado en San Salvador, del 17 al 23 de marzo de 2010. Pero nos parece importante recordar que los textos que acá se recopilan antes fueron palabra hablada en un ambiente singular, que dio un sabor especial al Congreso. Los lugares de esa palabra fueron el Auditorio “Ignacio Ellacuría”, todavía con vivos recuerdos de palabras suyas lúcidas y evangélicas, proféticas y utópicas; y la capilla en la que están enterrados los seis jesuitas asesinados. Las fechas recordaban treinta años del asesinato-martirio de monseñor Romero, la monstruosa iniquidad de los asesinos y la desmesura del amor de monseñor por su pueblo. Los ponentes llegaron de muchas partes. Aceptaron la invitación, a vuelta de correo, y agradecieron no solo poder participar en el Congreso, sino poder estar en el hospitalito donde monseñor vivió y fue asesinado, y en la cripta donde está enterrado. La audiencia fue importante. Fue numerosa, a veces hubo más de mil personas. Fue variada por su procedencia (América Latina, Estados Unidos, Europa), condición social y edad, detalle que no hay que minusvalorar. Asistió gente que conoció y vivió con monseñor durante los tres años en que “con él Dios pasó por El Salvador”. Otros le conocían de oídas y leídas. Y era claro que todos los presentes quieren a monseñor Romero, y desean mantener vivo su trabajo y utopía. En el ambiente había un eco agustiniano: “Monseñor, siempre antiguo y siempre nuevo”. Y una convicción: “Sigue vivo”. Xavier Alegre Rodolfo Cardenal Pedro Casaldáliga José Comblin Revista Latinoamericana de Teología Número especial, 80 11