—29— CARTAS PARTIDAS. La costumbre de partir las cartas de que se había de sacar más de un ejemplar, extendiéndolas en el mismo pergamino y poniendo entre ellas y en el lugar del corte una inscripción para añadirles una garantía más de autenticidad, era conocida en Inglaterra desde el siglo IX, en Francia desde el XI, y en España se introdujo en la segunda mitad de este mismo siglo, siendo Aragón el reino de la Península en que primeramente se siguió. Sería curioso en extremo reseñar las variadas formas que estos documentos aceptan en los distintos períodos de la historia; pero ni la índole de la sección de respuestas consiente hacer trabajos que podrían llenar bastantes páginas de la REVISTA, ni aunque lo consintiera, la pregunta á que contestamos nos dejaría amplitud para hablar en general de cartas partidas, de las cuales prometemos ocuparnos, escribiendo uno ó más artículos para la sección de Variedades. Los documentos reales partidos por A. B. C., no son muy comunes. Abundantes en solemnidades las escrituras otorgadas por los monarcas, no era tan hacedera su falsificación, que se necesitase acudir á semejante expediente para evitaría. Los pocos que existen son contratos en que el Monarca interviene como parte. Citaremos algunas como ejemplos. Entre los documentos procedentes del monasterio de Oña, que se conservan en el Archivo Histórico Nacional, existen cuatro privilegios rodados de Alfonso VIII, por uno de los cuales, otorgado en Burgos á 23 de Julio de 1190, cambia algunas villas con el monasterio el monarca castellano; por otro, fecho en Valladolid á primero de Abril de 1192, concede para vestido y calzado de los monjes 160 maravedís anuales en las salinas de Rosio en cambio de las de Poza; otro es un trueque del realengo de Arroyuelo por la heredad que el monasterio poseía en Villamartín (A. 1195); y el restante, otro cambio de los bienes que el Rey poseía en Quintanaopio, por varias heredades de Piedralada, fecho á 17 de Julio de 1209. Todos ellos están en forma de cartas partidas. Durante el reinado de D. Alfonso VIII fué algo más frecuente este uso diplomático, que decayó, y hasta podemos decir que desapareció, en tiempo de sus sucesores, sin que con posterioridad á él conozcamos más carta real partida que la escritura de desposorio del infante D. Alfonso (después Alfonso X) con doña Violante, cuyo documento comienza así: «Notum sit cunctis, ad quos præsens pagina per al abetum divisa pervenerit, quod anno Domini MCCXL VI», etc. f J. M. M. Y R. (De la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.»)