O poder da palavra

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Paulo Coelho
El poder de la palabra
Destruir al prójimo
Malba Tahan ilustra los peligros de la palabra: una mujer
insistió tanto en que su vecino era un ladrón, que el muchacho acabó
preso. Días después, descubrieron que era inocente; el muchacho fue
puesto en libertad y decidió llevar a juicio a la mujer.
-Los comentarios no eran tan graves -dijo ella al juez.
-De acuerdo –respondió el magistrado–. Hoy, cuando vuelva a
casa, escriba todas las cosas malas que dijo del muchacho; después, rompa
el papel, y tire los trozos por el camino. Mañana vuelva para oír la
sentencia.
La mujer obedeció, y volvió al día siguiente.
-La acusada será absuelta si me entrega los trozos de papel
que ayer esparció por el camino. En caso contrario, será condenada a un
año de prisión –declaró el magistrado.
-¡Pero eso es imposible! ¡El viento ya se lo habrá llevado
todo!
-De la misma manera, un simple comentario puede ser
arrastrado por el viento, destruir el honor de un hombre y luego ya es
imposible reparar el mal que se ha hecho.
Y envió a la mujer a la cárcel.
Una leyenda del Polo Norte
Cuenta una leyenda esquimal que, en los albores del mundo,
no había diferencia entre hombres y animales: todas las criaturas de la
Tierra vivían en armonía, y cada una de ellas podía transformarse en
otra, con el fin de llegar a entenderla mejor. Los hombres se convertían
en peces, los peces se convertían en hombres, y todos hablaban la misma
lengua.
"En aquella época", continúa la leyenda, "las palabras eran
mágicas, y el mundo espiritual repartía generosamente sus bendiciones.
Una frase dicha al tuntún podía tener extrañas consecuencias; bastaba
pronunciar un deseo para que éste se cumpliera."
Fue entonces cuando todas las criaturas comenzaron a abusar
de ese poder. Se instaló la confusión, y la sabiduría se perdió.
"Pero la palabra sigue siendo mágica, y la sabiduría todavía
concede el don de hacer milagros a todos los que la respetan", concluye
la leyenda.
Los tiempos difíciles
Un hombre vendía naranjas en mitad de la calle. Era
analfabeto, de modo que nunca leía los periódicos. Se limitaba a colocar
algunos carteles por el camino, y se pasaba el resto del día pregonando
el delicioso sabor de su mercancía.
Todos compraban, y con el tiempo el hombre prosperó. Con el
dinero que ganaba, colocaba más carteles y así vendía más fruta. El
negocio prosperaba rápidamente cuando su hijo, que era culto y había
estudiado en una gran ciudad, lo buscó para hablar con él:
-Pero papá, ¿no sabes que Brasil está pasando momentos
difíciles? ¡La economía del país anda fatal!
Preocupado, el hombre redujo el número de carteles, y se puso
a vender mercancía de calidad inferior, porque era más barata. Las ventas
cayeron en picado.
Paulo Coelho
difíciles".
"Tenía razón mi hijo", pensó. "Los tiempos están muy
El manual de instrucciones
Después de comprar una nueva máquina para descascarillar
legumbres, la mujer consultó el manual de instrucciones. No lo entendía y
al final se rindió, dejando las piezas desparramadas sobre la mesa.
Fue al mercado, y al regresar vio que su empleada había
montado el aparato.
"¿Cómo lo has hecho?", preguntó, sorprendida.
"Bueno, como no sé leer, me vi obligada a usar la cabeza",
fue la respuesta.
© Traducción: Juan Campbell-Rodger
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