"Eugenia Grandet" de H. de Balzac, en la traducción de Joaquín

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Eugenia Grandet de H. de Balzac, en la traducción
de Joaquín García Bravo (1902)
Lídia Anoll
Se dice que ninguna obra contribuyó tanto como Eugénie Grandet a forjar la
reputación de Balzac y, sin embargo, uno tiene la impresión que se halla ante una obra
que no tiene la fuerza de otras que salieron, como ella, en la época brillante de
producción febril del gran novelista: la década de los treinta. Recordemos que la
segunda parte de Les Marana, Ferragus, la primera de La duchesse de Langeais, la
segunda decena de los Contes drolatiques, Le médecin de campagne, L’illustre
Gaudissart, al igual que Eugénie Grandet, son de 1833, títulos a los cuales se añadirían,
al año siguiente, Aventures administratives d’une idée heureuse, Histoire des Treize,
que incluye el final de La duchesse de Langeais, y el principio de La fille aux yeux d’or
y La recherche de l’absolu, así como Un drame au bord de la mer y la primera parte de
Le père Goriot, por citar sólo algunos títulos.
El 19 de septiembre de 1833, L’Europe littéraire publicaba el primer capítulo de
Eugénie Grandet, que vería la luz íntegramente en diciembre del mismo año y formaría
parte de las Escenas de la vida de provincias. En efecto, esta novela es, genuinamente,
una «escena de la vida de provincias», ya que toda su acción se desarrolla en Saumur.
Aquí, las intrigas parisinas no tienen cabida, aunque la llegada de Charles –el motor del
drama–, esté acompañada de la aureola del dandi parisino. Decimos «acción» a
sabiendas de que en Eugénie Grandet la acción es nula. Pero eso, que para algunos
lectores de la época pudiera suponer un defecto, constituye lo novedoso de esta novela
e, incluso, de la producción balzaquiana, como más tarde se daría a entender.
Aunque Eugénie Grandet apareció en el momento en que Balzac estaba
concibiendo el vasto edificio de la Comédie humaine, con la fabulosa idea de hacer
reaparecer sus personajes de una novela a otra, los grandes personajes de Eugénie
Grandet, por paradójico que pueda parecer, sólo están presentes en esta novela.
Personajes inolvidables, por cierto, como el «Père Grandet» –que se ha querido
comparar al Harpagon de Molière, por su avaricia, pero que tiene todos los atributos
del campesino y la cautela del hombre de negocios–, o la «Grande Nanon» que, por su
trabajo, abnegación y fidelidad, sería una predecesora de la Félicité de Flaubert, o la
misma Eugénie, dechado de virtudes cuya dimensión sería casi imperceptible sin la
actitud del avaro o la complicidad de Nanon. Cabe destacar que nos hallamos ante una
de las mejores obras de Balzac: por su técnica impecable, un aplomo estilístico que
raras veces alcanza su autor y una intriga llevada a cabo con auténtico rigor. Si, además,
añadimos a todas esas cualidades que fue una de las pocas novelas de Balzac que,
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durante varias décadas, fue lectura obligatoria en la enseñanza media, no es de extrañar
que fuera una de las más conocidas y, por ende, una de las más traducidas.
Los trabajos llevados a cabo sobre las traducciones de Balzac nos permiten
afirmar que Eugénie Grandet es la obra de Balzac más traducida en España. Sólo Le
Père Goriot puede comparársele. Recopilamos una primera traducción editada por
Oliveras, de Barcelona, en 1840, traducida por J. T. y L. C. (los datos proceden de
Palau), que se reedita, según el ejemplar conservado en la Biblioteca de Catalunya, en
1844, y en el que figura solamente J. T. (iniciales que corresponden a Jaime Tió) como
traductor. El 3 de noviembre de 1845 se representó en el teatro del Instituto Español la
adaptación que se hiciera para el teatro con el título Un avaro, que se publicó el año
siguiente (Madrid, Vicente Lalama). Dos traducciones siguieron a las citadas, pero ya
casi a finales de siglo: La España Moderna la publicó en 1892 y, el mismo año, lo hizo
también la Imprenta Salmantina, siempre sin citar al traductor. Constatamos, pues,
que en ninguna de las traducciones del siglo XIX figura el nombre del traductor, al
menos de manera explícita. Será con la gran empresa traductora de Luis Tasso cuando
llegará la traducción que nos ocupa, acompañada del nombre de su traductor: Joaquín
García Bravo.
García Bravo, de cuya identidad se sabe muy poco, es el traductor por excelencia
de Balzac de principios del siglo XX, aun cuando tiene en su haber un número
considerable de traducciones de otros autores –El Corán, Dumas, Cesare Cantù,
Bernardin de Saint-Pierre–. Su nombre está totalmente vinculado a la mencionada casa
editorial de Luis Tasso, fundada en Barcelona en 1847 por Luis Tasso y Goñalons, a la
muerte del cual (1880) pasó a denominarse Viuda de Luis Tasso. Con todo, ya desde
1877 su hijo Luis Tasso y Serra se había puesto al frente de la empresa familiar. Esta
editorial, preparada para producir todo cuanto estaba vinculado con el arte de la
imprenta –tipografía, fotograbado, encuadernación, etc.– emprendió, en los albores del
siglo XX, la traducción de un monumento literario: la Comedia humana de H. de
Balzac. Se dice que la edición de Balzac, junto a la de los dos Dumas, figuraba entre las
más cuidadas de esta editorial que, en su tiempo, pudo competir con las más avanzadas
del extranjero. En esta insigne tarea colaboraron Manuel Aranda y Sanjuán, Torcuato
Tasso y el doctor G. Delvillar de manera puntual, pero García Bravo tradujo más de
cincuenta títulos ya sea en edición conjunta o independiente, siendo el primero El
diputado de Arcís (1899). Parce ser que en aquella ocasión la Ilustración española y
americana, que publicó el anuncio de varias de esas traducciones, citó el nombre del
traductor, pero no así en la mayoría de las que siguieron, donde figuraba y se ensalzaba
a la editorial. En el caso de Los aldeanos (22 febrero 1901) se cita el traductor
incurriendo en un error (Joaquín García Navarro). Ausencia y error corroboran la poca
importancia que hasta hace muy poco se ha venido dando a los traductores.
Aunque la mayoría de títulos fueron editados sin fecha, se les atribuye una,
aproximada: los seis primeros volúmenes aparecieron en 1901; los trece siguientes en
1902 –año en que se publicó la traducción de Eugenia Grandet que aquí presentamos–;
nueve más en 1903, entre los que figuran dos ediciones independientes de El primo
Pons y La prima Bela, que ya se habían publicado en edición conjunta el año anterior
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con el título de Los parientes pobres; de 1904 es Beatriz. Algunos de los títulos
traducidos por García Bravo para Luis Tasso fueron publicados posteriormente, en
edición conjunta, por Edaf (1964, 1966, 1970, 1974): Eugenia Grandet, Ilusiones
perdidas, El cura de aldea, Una hija de Eva, Un asunto tenebroso, La piel de zapa,
asociando al de García Bravo el nombre de J. Zambrano Barragán. Como se puede
observar, estas ediciones responden a una época de auge editorial en la que se llevaron
a cabo numerosas ediciones conjuntas (no por criterios de extensión o de filiación) y
varias ediciones de la Comedia humana.
Ni que decir tiene que, aparte de estas ediciones conjuntas, Eugénie Grandet fue
y sigue siendo objeto de muchas traducciones independientes. Después de la de García
Bravo y hasta los años sesenta recopilamos unas doce traducciones, pero siguen, salvo
raras veces, sin citar su traductor. Cabría mencionar, por sus numerosas reediciones, la
de J. Álvarez Pastor (1920), para Calpe, o la de J. Zambrano Barragán [1945], para
Maucci, que se reeditarían varias veces en las décadas siguientes; también la primera
traducción en lengua catalana, de J. Navarro Costabella (1931), para Edicions Proa. Ya
en plena década de los 60 y hasta finales de siglo asistimos a una proliferación de
ediciones y reediciones, llegando a contar, entre unas y otras, unas treinta. Y eso sin
tener en cuenta las ediciones conjuntas a las cuales ya hicimos alusión. En los diez años
que llevamos de siglo, Eugénie Grandet continúa a la cabeza, pero raras veces se trata
de nuevas traducciones. Así, se reedita la de Luis Romero, con una introducción de
Gabriel Oliver (Barcelona, RBA, 2002), la de Rafael Cansinos Assens (Madrid, Aguilar,
2005) o la del propio Joaquín García Bravo y Juan Zambrano (Madrid, Edaf, 2008).
Entre las nuevas traducciones cabría citar la de Mauro Armiño, con prólogo de Mario
Vargas Llosa (Madrid, Siruela, 2010) y la traducción en lengua gallega de Emma Lázare
(A Coruña, Biblos Clube de Lectores, 2005).
Al observar el listado de las traducciones de Balzac y comprobar el número de
ellas llevadas a cabo por algunos de sus traductores no cabe menos que asombrarse,
tanto por su número como por el intervalo temporal entre ellas. Uno de esos forçats de
la traducción es, sin duda alguna, el traductor que nos ocupa: Joaquín García Bravo.
Cierto es que la familiaridad que se establece con un autor del cual se traducen varias
obras favorece el trabajo del traductor, pero traducir trece novelas de Balzac en un año
es algo tan sobrehumano como lo fue la obra del autor francés. Como hemos observado,
García Bravo se adentraba en el universo de Eugénie Grandet con cierto bagaje
balzaquiano y con un número de traducciones en su haber nada desdeñable.
Como sucede en otras traducciones de la época, incluidas las del propio García
Bravo, el receptor de Eugenia Grandet se halla ante un texto que puede calificarse de
aceptable puesto que raras veces presenta pasajes de aquellos que un lector corriente
desestima por su incomprensión. Sin embargo, quien se adentra en el texto con una
intención más crítica, observa ciertos fenómenos que lo mismo pueden dar testimonio
de la maestría del traductor como de su premura de tiempo por llevar a cabo tan ardua
tarea.
Respecto a la distribución del texto cabe decir que se conserva la dedicatoria a
María –que según palabras de Balzac a Laura, del 12 de octubre de 1833, se trata de la
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joven que le dio una hija, y que se ha identificado con Marie Du Fresnay, hija de la
novelista Adèle Dauminois–, que precede al texto, pero que al entrar en el cuerpo del
relato, sin duda alguna para remediar a este ensamblaje que no permite la entrada de
aire por ninguna parte, el traductor distribuye el texto en múltiples párrafos y pone a
modo de diálogo las palabras que reproducen la voz de algún personaje. Aunque esas
voces, separadas de su contexto, ponen de relieve aspectos que no tienen más
importancia que otros que quedan dentro del párrafo y aunque la redistribución no nos
parece siempre afortunada, la solución, más o menos lograda, de fragmentar los
párrafos interminables de Balzac es acertada. Con razón ha sido adoptada por muchos
de los traductores posteriores.
Se observan, igualmente, cambios en la puntuación en el interior de un párrafo,
de una frase; el uso de la conjunción en lugar de una coma; la reorganización de una
frase, etc., que responden, a menudo, a exigencias de la lengua receptora; otras, al gusto
del traductor. Compartidas o no, raras veces suscitan objeciones. No así la supresión de
algunas palabras, o la traducción un tanto libre de ciertas imágenes, para las cuales
siempre se quiere encontrar una explicación aunque no la haya. Sin pretensión de ser
exhaustivos, veamos algunos ejemplos, de los muchos que el texto nos proporciona.
Observemos, en primer lugar las supresiones que presentarían, por nuestra parte,
interpretaciones múltiples. Así, la supresión de le pain bénit (1034) –entre los pocos
gastos de Grandet–, que pudiera interpretarse como índice de anticlericalismo, es
inexplicable si no se suprime también le payement de leurs chaises à l’église (1034). No
se entiende tampoco como dificultad, como podría serlo couper à blanc (1039), que se
resuelve en «cortar sus bosques». Inexplicable, también la supresión de pieds nus, en
haillons (1043), cuando el retrato de la llegada de Nanon, puesto que disminuye el
grado de miseria de la joven. Se suprimen palabras como brugnons, halleboteurs,
alberge… probablemente por ser dialectales, pero con ellas se van, también, algunas de
las tareas de Nanon. Así Quand Nanon avait lavé sa vaisselle, serré les restes du dîner,
éteint son feu… (1044) queda traducido por: «Cuando Nanón había fregado y apagado
el fuego», con lo cual el trabajo queda incompleto o desdibujado: «fregar» es distinto
de «fregar platos»; en cuanto a pasar por alto serrer les restes du dîner puede
responder a una razón lógica: ¿restos en casa de un avaro?… Quedan suprimidas
expresiones como serrant l’héritière par les coudes (1048) y otras que pudieran parecer
osadas: en avançant un pied dans la chambre (1131). Se pierde el estilo imagé de
alguna frases hechas: il y a des anguilles sous roche (1117) se reduce a «Tengo que
hacer otros negocios de paso», obviando, igualmente, en remuant sa loupe (1117), tic
característico de Grandet. La supresión de «le tribunal ordonne» en Attendu qu’en
principe […] l’argent est une marchandise et que ce qui représente l’argent devient
également marchandise […] le tribunal ordonne… (tiens! que je suis bête, pardon!)
(1114) hace totalmente incomprensible la frase que sigue, ya que las palabras
suprimidas son propias de la verborrea de un hombre de leyes, y quien las pronuncia se
da cuenta de que ha incurrido en error. En otras ocasiones, la frase suprimida et que la
grande Nanon riait d’aise en voyant madame empochant cette riche somme (1053) no
altera el sentido del texto, pero le amputa la expresión de la cordialidad o la
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connivencia de Nanón. Para paliar la irreverencia que pudiera suponer poner en más
alto rango a Nanón que a la Virgen María, el traductor evita el comparativo de
superioridad : plus chaste que ne l’était la Vierge Marie elle-même (1043) se traduce
por «tan casta como».
Si consideramos los casos opuestos, es decir aquellos en los que el traductor
añade elementos que le parecen necesarios para dar más énfasis a la frase o para
aclarar ciertas situaciones, hallamos aspectos no menos curiosos. A veces se trata de
simples coletillas o de palabras de enlace: «añadió», «Y esto diciendo», etc. Otras
vienen a matizar el sentido de la frase. Así, cuando Grandet regresa de Angers y Nanón
le pregunta si ha comido algo desde ayer, el texto francés dice rien y el castellano
«absolutamente nada», lo cual incide en el carácter roñoso del viñatero. Asimismo ese
«desgraciadamente» que se añade a la objeción de Eugénie: Il y a la mer entre nous
(1176)  Desgraciadamente, hay un mar entre nosotros, da un sentido más dramático a
la situación. En cambio, otras se justifican mucho menos, como cuando se hace el
retrato de la señora Grandet, que llevaba casi siempre un tablier de taffetas noir
(1046), el traductor añade: «que usaba únicamente por casa» (no fuera que alguien
dudara de la elegancia de la señora…) o las palabras que añade para explicar el pisotón
de la señora de Grassins a su hijo «para advertirle que callase» expresión redundante,
puesto que el significado del pisotón no necesita explicación, motivo por el cual
«Adolphe ne continua pas» (1054).
Asimismo, el hecho de reemplazar unos elementos por otros, refuerza o atenúa el
sentido que le diera el autor del texto de salida. Así, cuando en el retrato de la señora
Grandet se dice que se había acostumbrado à faire durer [su vestido] presque une
année (1046) el traductor la hace durar «dos años» lo cual redunda en el aspecto de la
economía de los Grandet. En cambio, cuando se trata del amor de Eugenia, la
substitución de «mil» (je souffrirais mille morts, 1152) por «dos» («por él sufriría dos
muertes») juega en detrimento de la intensidad de su amor. El sentido peyorativo de
linottes (Nanon, les linottes sont-elles à la messe, 1151) que podría darse por su
proximidad con messe, se anula por el carácter neutro de su traducción: «¿se han ido a
misa las mujeres?». Otras, como la de «bolsillo» por cave cuando le dicen que los
Grassins jettent l’argent par la fenêtre (1051): Qu’est-ce que cela fait, s’il rentre dans
ma cave?, son comprensibles, aunque en el bolsillo del viñatero raras veces pudiera
encontrarse dinero. Otras substituciones vienen a equilibrar el texto, o a darle más
dramatismo: «el avaro», «Grandet», palabras que se repiten mucho, se van
intercambiando y traducen, también, le bonhomme que ofrece dificultades de
traducción. Elle, Eugenia, pasa a ser, al final de la obra, «la mujer abandonada» (1192).
El viejo reloj del señor de Grassins épaisse de deux doigts et qui ressemblait à un
vaisseau hollandais (1054) resulta ser «una verdadera patata». Sin embargo, la más
loable –teniendo en cuenta que por el ejercicio de la traducción los retratos de las
mujeres tienen mucho que desear– sería la de las verrues de la grande Nanon por las
«arrugas», a no ser que se trate de una mala lectura del cajista «verrugas/arrugas»,
como también podría serlo, por su semejanza rigoureuse/vigoureuse, aunque probité
parecería encajar mucho mejor con la primera. Otras responderían a cambios sociales.
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Por ejemplo, Balzac escribe Mme des Grassins était une de ces petites femmes […] qui
se sont conservées jeunes encoré à quarante ans (1050) lo cual se traduce por «a
cincuenta años» quizá porque la juventud se intenta prolongar cada vez más y los
atributos de los cuarenta de principios del XIX ya responden a los de los cincuenta de
principios del siglo XX. De otra índole, pero cambio al fin de cuentas, esa imagen de
Nanon llevando sur ses épaules (1042) la ropa que ha lavado en el Loira.
Probablemente no hay lavandera, en el espíritu del traductor, que responda a la imagen
balzaquiana, y la ha substituido por otra que le debía resultar familiar: «se la cargaba
sobre la cabeza». Basta con cerrar los ojos y comparar las dos imágenes, para ver el
abismo que hay entre las dos y lo poco que encaja la segunda, que denota cierto aire de
sano orgullo, con el personaje de Nanon. No se explica, tampoco, el cambio de neuf por
«diecinueve» cuando se habla de la duración del drama que nos ocupa… que de por sí
ya sitúa a Eugenia más allá de los treinta y que la dejaría en una edad apropiada para
una solterona.
Pasando por alto las traducciones que nos parecen poco afortunadas («su
reconocimiento estaba siempre fresco», «me sostuve aguantándome con los riñones» o
«gran bestia!» (palabra cariñosa dirigida a Nanón), «armado de su ramo», «se puso
rojo», etc.), la mayoría de las cuales hubieran podido evitarse con un poco de
sensibilidad lingüística, haremos mención de alguna interpretaciones equivocadas,
inexplicables en un buen conocedor de la lengua francesa o en alguien que debe estar
siguiendo el hilo conductor del texto de partida y que debe tener en cuenta situación,
tono, etc. Chez-moi, tout se passe en dedans et me fouille l’âme (1170) –dice Grandet,
presentándose como ser sensible, desgraciado–, palabras que se traducen por «En mi
casa todo pasa dentro y me tiene desesperado. Cuando Charles, dispuesto a partir,
consciente de su situación, ha cambiado ya todo su atuendo y recibe, por ello, la
aprobación de Grandet, se dirige a él con estas palabras: Je vous prie de croire,
Monsieur […] que je saurai bien avoir l’esprit de ma situation (1137). Toda la dignidad
del personaje y la solemnidad del momento se derrumban con ese «ya comprenderá
que no soy tan tonto para no darme cuenta de mi situación». Y ¿cómo se entiende que
alguien que esté traduciendo Eugénie Grandet pueda decir, en un momento dado, que
Eugenia no tiene principios? Eugénie est une niaise, une fille sans fraîcheur (1066) –
dice el texto francés– lo cual se convierte en «su prima es una tontucia, una muchacha
sin principios»… Del mismo modo su carácter caritativo, el don que hace de sí misma,
patente en Eugénie marche au ciel accompagnée d’un cortège de bienfaits (1198)
queda aniquilado por la traducción de bienfaits por «beneficios». Nanon et Cornoiller
sont, dit-on, dans les intérêts du marquis (1199), se lee casi al final de la obra; la
traducción que se da: «Nanón y Cornoiller se interesan por el marqués» invalidaría la
frase que cierra la novela. Y para terminar con una nota divertida, este pasaje del
aniversario de Eugenia en el que el presidente aprovecha la oscuridad para hacer «sus
honores» a la joven ofreciéndole un ramo de flores y besándola avec une complaisance
qui rendit Eugénie honteuse (1048). Su padre, que entra en escena en aquel momento,
dice: Ne vous gênez pas. […] Comme vous y allez les jours de fête, monsieur le
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président! (1048), frase que se traduce por «No se molesten ustedes, dijo Grandet
entrando. ¡Caramba! ¡qué elegante va usted los días de fiesta, señor presidente!».
Atreverse con una obra de la magnitud de la Comédie humaine es algo digno de
elogio. Es por ello que consideramos que tanto las objeciones que hemos traído a
colación como las que han quedado en nuestros papeles son fruto de la premura de
tiempo que suele o solía acompañar el ejercicio de la traducción. No nos cabe duda que
la traducción de la Comédie humaine, editada por Tasso, sirvió de acicate para que,
años más tarde, otros, tan osados como García Bravo, emprendieran una tarea
semejante y dieran un paso adelante en el arte de la traducción.
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