las chicas de torrente ballester

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Las chicas de Torrente Ballester
Quienes dicen que todas las mujeres son iguales, enuncian
una de esas tonterías que ninguna mente medianamente racional, ninguna sensibilidad medianamente educada, pueden
soportar sin alterarse y sin reconocer a continuación que el
número de imbéciles coincide aproximadamente con el de
arenas del mar.1
En la novela maestra de Gonzalo
Torrente Ballester, La saga/fuga
de J.B., hay una escena, a primera vista dramática pero en el fondo grotesca: la muerte de Clotilde.
Al leer las páginas que presentan
la conversación entre los supuestos hermanos-amantes, el fratricidio caricaturesco y la crítica literaria llevada a cabo por Bastida, no
puedo evitar pensar en las películas de Woody Allen y las de Pedro
Almódovar. A pesar de todas las
similitudes y diferencias habidas y
por haber, podemos afirmar que,
tanto en el cine de los directores
mencionados como en la obra torrentina, los personajes femeninos,
bien dibujados, desempeñan un papel muy importante. Como es bien
sabido hay chicas Almodóvar y chicas Allen, ¿habrá entonces también
las GTB?
F a
A fin de comprobarlo, me gustaría acercarme ahora a algunas de
las mujeres que aparecen en tres
de las muchas novelas de GTB: en
La saga/fuga de J.B., Fragmentos
de Apocalipsis y en La Isla de los
Jacintos Cortados.
Empecemos por nombrar las que
nos trae el recuerdo: Julia, Lilaila,
Coralina, Ifigenia y Clotilde de La
saga; Lénutchka, Lenn, Juanucha,
Balbina y Rosina de Fragmentos;
Ariadna, Agnesse, Inés/Agnes,
Demónica y Flaviarosa de La Isla.
Eduardo Alonso dice que las mujeres novelescas de Torrente
tienen un nombre camelador
y musical. Su nombre suena como
el cascabel del encanto, es una
melodía que atrae, es el imán del
amor. Ellas tienen el secreto del
gozo, hacen olvidar las miserias
de las vidas vulgares, despiertan
un sueño de liberación, incitan
al artificio (¿arte-facere? ¿arteficción?)2
Efectivamente, algunos nombres
melodiosos calientan las mentes
poéticas y narrativas de personajes masculinos quienes en consecuencia inventan historias o escriben poemas. Además el nombre
de Ariadna nos remite a su país de
origen y a la mitología griega, tal
como el nombre de Lénutchka a
Rusia, Agnesse a Italia, Flaviarosa
a la historia romana, el de Ifigenia
otra vez a la mitología, Coralina a
Carolina Otero o al fondo marino
de piedras preciosas y el de Lilaila
al libro de Carmen Becerra en el
que el autor explica que lo ha tomado de una copla popular, que el
nombre se usaba para denominar a
una persona fantasiosa, irresponsable y que
siempre tiene una connotación poco respetuosa y es bonita,
es eufónica.3
De modo que los nombres, que
vienen tanto de las fuentes populares como de las cultas, no sólo
reverberan en la memoria del lector sino que añaden significados,
complementan la imagen de personajes, forman parte del juego narrativo, como en el caso del nombre
Demónica que tal vez no sea más
que una «Doménica» corrupta (...)
en todo caso no se la tiene por diabólica (126) o Balbina que observa
la incompatibilidad de su nombre y
amor: me llamo Balbina. ¡Bal-bi-na!
—silabeó—. ¿Imaginas a un hombre guapo e inteligente diciéndome:
‘Balbina, te quiero’? (347); un juego
a veces muy cervantino, como en el
caso de Coralina – Luciferina:
Vivía Coralina como un pájaro en un día de sol, y ella misma
llevaba la luz consigo, lo cual, sin
grandes exageraciones, me permite llamarla Luciferina (584)
Sin embargo las mujeres torrentinas son más que un nombre, son
también cuerpos y caracteres. En
las novelas mencionadas podemos hallar féminas de diferentes
edades, procedencias y personalidades; encontramos estudiantes,
monjas, madres, profesoras, prostitutas, mendigas y aristócratas, extranjeras, gallegas y españolas. No
obstante en el reparto de roles no
se mantiene el equilibrio, no se cuida demasiado de lo políticamente
Dorota Galikca
del lector son sobre todo mujeres
jóvenes, guapas e inteligentes. Las
otras aparecen en unos episodios o
constituyen un elemento de fondo.
Veamos, pues, basándonos en los
textos de las tres novelas, cómo
son las mujeres de primera fila de
mi recuerdo personal de lectora
que, supongo, coincide
con el de los demás.
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Julia es joven y guapa,
tiene los ojos luminosos
y el cabello oscuro, cortado a la altura de las
orejas. Sus pómulos son
anchos y angulosos, huele suavamente a pachulí.
Sus dientes grandes y un
poco saledizos dan a su
boca la gracia de un desequilibrio romántico (75).
Tiene hermosas caderas
cadenciosas y eminentes
(310). Julia es hija del
espiritista en cuya pensión malvive don Joseíño,
como le suele llamar. En
su bondad compadece
al pobre Bastida y junto
con el desayuno le trae
cada mañana la nata o
una tajada de queso (...)
guardada en el bolsillo
del delantal, bien envuelta
en papel de estraza para
no contaminarla (246),
robadas a su padre para
socorrer el hambre del
flaco y pequeño J.B.
Amable y sensata canta
por las mañanas alegremente porque está enamorada de un seminarista con el que mantiene
relaciones sexuales cada
sábado y cuando éste la
abandona se encuentra
en un apuro, ya que sabe
que no puede resistir la
fuerza de su deseo carnal y acude avergonzada a Batista, pidiéndole
ayuda por medio de una
carta. Al final, la pareja
La Bella Otero.
F a
correcto. Generalizando, podemos
admitir que los personajes femeninos más importantes o interesantes o los que quedan en la memoria
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feliz huye en el último momento de
la ciudad que empieza a volar y se
dedica jubilosamente al amor.
F a
Coralina Soto en su primera encarnación gallega se llamaba Lilaila
Souto Colmeiro y era una muchacha joven, hermosa y rubia, de nalgas que trastornaban la tranquilidad de los hombres. Era un placer
escuchar cómo cantaba. Un día fue
violada por su vecino y poco después desaparició para volver a la
ciudad años más tarde, ya como
Coralina. Parece que durante su
ausencia estuvo en muchos lugares bailando flamenco y cantando
hondo y acostándose gustosamente
con príncipes, duques, reyes cuyos
encanto y admiración se expresaban por medio de piedras preciosas. Al volver a la ciudad Coralina
despierta el deseo y la fascinación
de los miembros de la Tabla Redonda y se convierte en su Reina Ginebra y la Alegoría del Cantón como
la Marianne en la de la revolución
francesa. Su busto desnudo tan
apreciado por los hombres ocupa
un lugar importante encima de la
mesa redonda. No obstante, aunque
disfruta de la compañía masculina,
no toma en serio las muestras de
amor y cuando el Vate le dice que
la estaba esperando desde antes de
nacer, y que había buscado en vano
en las demás mujeres lo que ahora
encontraba en ella, Coralina le responde: Pero, rico mío, ¡no sé qué os
pasa a los hombres, que todos decís
lo mismo! (585) A su vez, Jesualdo
Bendaña la califica de desvergonzada, liviana, jugadora, tramposa,
infiel. (448)
Lénutchka, una joven y bella profesora de literatura, es rusa de
Leningrado. Tiene el pelo rubio, la
frente clara, los labios bonitos y las
tetas respingonas además de las
caderas prometedoras. Es inteligente, avispada, sincera, firme y exigente. A veces se pone nostálgica,
entonces toca la balalaika y canta
canciones de su tierra. Es púdica
aunque el narrador dice que representa un puritanismo teórico porque
en la práctica se mostraba más mujer
que nadie (288). Dice asimismo el
narrador que de Lénutchka le gusta
su seriedad profunda, disimulada por
una risa casi constante, o por una
sonrisa abierta de persona sin trastienda (379). Lénutchka le prohibe
fumar, le riñe por no llevar boina,
le sirve té, cuida de él y le ayuda en
la empresa de escribir: le escucha
atentamente serena y bondadosa
(166), toma notas, señala debilidades del texto, sugiere soluciones y,
sobre todo, le obliga a escribir, a
trabajar con más constancia y orden, racionándole no sólo el tabaco
sino también el sexo: llevaba a rajatabla lo del trabajo como condición
del amor. (196) Es una chica independiente, no acepta que el narrador la mantenga, a la que le gusta
nadar y hacer gimnasia y que se
niega a hacer el amor con el narrador con su cuerpo perfeccionado,
explicando que ella es una muchacha soviética, educada en el materialismo histórico y dialéctico, y, por
tanto, enemiga de toda idealización.
(140). Preguntada acerca del alma
reconoce que no sabe cómo es su
espacio interior y afirma: Nunca he
tenido el vicio de la introspección.
(208)
Ariadna, de cabello endrino y ojos
relucientes es una historiadora joven, becaria o agregada en una
universidad estadounidense, en invierno le gusta patinar y en otras
épocas nadar en el lago. El narrador habla de la gracia de su cuerpo,
curvado y sonriente (27), delgado y
moreno, no rosado como el de las vikingas, sino de patinada piel como
las teclas de un piano viejo (39). Los
profesores la describen diciendo:
hay que ver Ariadna, esa muchacha
griega, qué talento para la investigación, qué finura de trabajo, su tesis
es un asombro de precisión y de orden, tiene unas lindas tetas (33). Ella
es tímida, no quiere que el narrador la mire mientras se baña desnuda, se ruboriza al surgir el tema
del sexo, según el narrador le falta
el repertorio entero de las alegrías
y decepciones de la carne (53). Es
también jubilosa, racional, perspicaz y a veces melancólica, parece
guardar un secreto de su pasado.
Acepta participar en la creación de
la historia contada por el narrador
porque espera encontrar en ella la
solución del problema del hombre
del que está enamorada y con sus
preguntas y comentarios contibuye a la invención. Sin embargo en
el momento del fracaso amoroso
pierde su interés por la historia y
desaparece.
Agnesse Contarini, una muchacha
veneciana, de una casa aristócrata
en declive, es alta, de cabello rojizo y fue educada por un sacerdote
sacrílego. Habla idiomas, sueña con
viajes, aventuras y amor, huye a la
Gorgona perseguida por los envíados del Papa. Es joven, bella, morena de ojos verdes. Delgada y frágil de cuerpo, de carácter es fuerte
pero también coqueta. Enseña inglés a Ascanio y le sirve de intérprete. Cuando se enamora de sir
Ronald empieza a escribir unas
cartas en las que cuenta historias
falsas para aparentar la musa del
poeta y sustituir en la futura memoria literaria a otra mujer a la que
el poeta dedicó sus obras, a Agnes/
Inés.
Inés de Bragança, joven y guapa
brasileña, tiene el cabello rubio,
los ojos claros, la piel morena y
un cuerpo delgado, elástico y frágil. Simpática, coqueta, encantadora, recibió una educación excelente, musitaba un inglés con dulces
dengues tropicales (183) y cantaba
con buena voz canciones muy tristes
de su tierra. (184) Sensible, natural y espontántea, la querida de sir
Ronald terminó en las mazmorras
de la Gorgona por mantener con el
Dorota Galikca
poeta las relaciones prohibidas en
la isla.
Flaviarosa della Croce es joven y
hermosa, tiene un cuerpo delicado y una voz vibrante y armoniosa. Además de rica y de bonita, había sido educada por su padre para
emperatriz de un mundo de negocios (90), viajaba a Viena y París,
aprendió idiomas, historia, política y nada de rezar el rosario o de
aprender el tejemaneje de un hogar
(110). Un poco rebelde, voluptuosa,
segura de sí misma, decidida y eficaz, con ambición de gobernar la
isla, a veces se pone nostálgica de
un gran amor.
Juanucha es joven, se recrea acostándose con un estudiante de medicina hasta que se enamora de
Pablo. No entiende mucho de propuestas anarquistas pero Pablo le
fascina y está dispuesta a acompañarle en su viaje, a través del tiempo, a París para evitar la muerte
de Marat. Cuando se lo anuncia a
Pablo éste le conetsta: «Tú no sabes
francés.» Y ella: «¿Y qué? aparte de
que puedo aprenderlo, no voy contigo
para servirte de traductora, sino para
ayudarte en lo que necesites, como
lavarte la ropa y cosértela, y acompañarte cuando estés solo» (282). Los
dos llegan a París, pero demasiado
tarde, Marat está muerto y Pablo
se encuentra en prisión esperando
también la muerte. El narrador explica a Lénutchka que
Juanucha tuvo más suerte.
Como la vieron vestida de pantalones, la tomaron por la mujer
del futuro, y creo que están enseñándole el francés para que les
explique a las mujeres de no sé
que club, cómo va a ser el mundo.
Se cuida de Pablo, le lleva comida
a la cárcel, y quiere morir con él,
pero creo que no la dejan. (343)
Balbina Bendaña de joven era tan
guapa como la princesa yacente en el laberinto de la catedral,
Esclaramunda. Estudió en
Londres, no tuvo una vida
amorosa satifactoria. Según Marcelino Balbina es
en aquella época refinadamente mala; una perversa razonable y clarividente
(...) incapaz de conmoverse, tiene el corazón de
piedra (361); luego, hecha
una solterona postmenopáusica (...) muy rica (117),
es dueña de un periódico
de izquierdas y una profesora adjunta de la universidad no muy lejana de
la jubilación, con aquella
su hermosa cara bastante
arrugadita, aquel su hermoso pelo cobrizo peinado
muy tirante y ya griséceo,
y aquellas sus lindas tetas,
comparables únicamente a
las de doña Esclaramunda.
(284)
Ahora bien, Ariadna y
Lénutchka son inteligentes profesoras universitarias, colaboran con
respectivos narradores y
aportan sus conocimientos a las historias contadas por ellos. Julia y
Juanucha son chicas sencillas que no entienden de
lo que hacen los hombres
de los que están enamoradas pero les acompañan,
les atienden, se preocupan por ellos y están dispuestas a saltar, Juanucha
al París revolucionario y
Julia de la ciudad volante,
con sus amantes. Luego,
están Clotilde y Balbina,
diferentes entre sí, la primera más bien sencilla y
la otra profesora, pero lo
que las une es una especie de crueldad o egoísmo
Ilustración de Eduardo García Benito,
1932. Archivo Conse Nast.
L as c h i c as de torrente ballester
F a
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demostrados frente a los hombres
amados, así que ambas perdieron
la posibilidad de gozar de un amor
correspondido y de una vida feliz.
La siguiente pareja, la forman Inés/
Agnes y Agnesse. En este caso se
trata de dos mujeres bellas, de un
parecido físico, enamoradas del
mismo hombre aunque en tiempos
distintos. La segunda ocupa el lugar
de la primera cuando ésta sufre el
castigo y se encuentra en las mazmorras de la Gorgona. No obstante
Agnesse no se contenta con el amor
del poeta, quiere sustituir también
a su antecedente en los poemas ya
escritos y pasar a la historia de literatura como su musa y con este
fin se dedica a falsificar la historia
contada en las cartas que escribe.
Por último, están Lilaila-Coralina y
Flaviarosa que se distinguen por no
amar a ningún hombre. La primera,
violada en su adolescencia, se convierte en una estrella de escenario
y aprovecha su atractivo para que
los hombres la admiren, satisfagan
sus necesidades eróticas y le regalen joyas. La segunda, educada por
su padre para gobernar la isla, usa
a los hombres para lograr sus propósitos.
Pese a que hemos repartido los personajes por parejas, buscando unas
similitudes que lo justifiquen, podemos afirmar también que todas
estas mujeres se caracterizan por
la firmeza en su actuación, realizan
sus propuestas con decisión y tenacidad. Tal es el caso de Ariadna
que busca la salvación de Claire, de
Lénutchka en su empeño de exhortar al narrador a la producción de
una novela íntegra, de Julia que le
trae a Bastida la nata, de Clotilde
en su tarea de conservar para sí
a Jacinto y sacarle la información
sobre los secretos de familia, el de
Flaviarosa que hábilmente dirige la
política de la isla, o de Demónica
que vuelve a la isla y rechaza la
propuesta de ser espía de Ascanio,
dispuesta a morir; asimismo el de
Juanucha que quiere ir a París a pesar del peligro.4
Estas mujeres, únicas y peculiares,
a veces coquetas y de cuerpos delicados, pero siempre razonables y
constantes, se enamoran de profesores, narradores, poetas o conspiradores, de hombres no necesariamente guapos, o incluso feos, pero
dotados de una visión, imaginación
o sabiduría. Ariadna, Inés, Agnesse,
Lénutchka, Juanucha, Balbina, Julia.
El atractivo del hombre reside más
en lo que es y no cómo es. No obstante ninguna mujer es creadora.
La imaginación y la invención pertenecen al mundo masculino. Las
mujeres inspiran, incitan a la creación, la valoran, quieren como
Agnesse perpetuarse en el mundo
poético pero ellas mismas no lo
generan directamente. En el mejor
de los casos participan en la creación llevada por el narrador pero
siempre en la medida permitida por
éste. A su vez el narrador masculino está ansioso por muestras de
admiración y no soporta demasiada crítica. Los hombres y las mujeres se completan de acuerdo con la
dicotomía: ellos son imaginativos
creadores y ellas racionales críticas
o musas.5
No obstante las mujeres torrentinas que no disfrutan del derecho
a la creación propia, gozan en sus
novelas de la libertad sexual. Sexo,
erotismo, amor o desamor en muchas variantes son una constante
en las novelas tratadas y se vinculan a otros temas, como la creación, el poder, la felicidad o igualdad entre los sexos.
Las mujeres de las que hablamos
toman actitudes muy diferenes
ante el sexo. Ariadna carece de experiencia en esta materia y el narrador se lo, de alguna forma, reprocha: Ariadna, ¡lo ignoras todo!
¿Y piensas, con tu escaso saber,
reintegrar a Claire a la virilidad?
(270). Lénutchka accede al mundo
de ficción porque está enamorada
del autor y ésa es la única manera
de hacer el amor con él, pero añade la condición de que la intimidad
de [su] amor no se publique; dice:
Conoces lo suficiente mi pudor, además, como rusa que soy, amo mi intimidad por encima de todo. (145)
Demónica vuelve a la isla y arriesga su vida para evitar pago de cualquier ayuda en moneda de hembra
(203). Inés, Agnesse, Juanucha o
Julia se solazan con el amor carnal de una forma bastante abierta y
natural aunque no sin sufrir crítica,
persecución u ostracismo (también
por parte de otras mujeres).
El sexo va aquí unido al amor, forma parte de una profunda relación
humana y es muestra de libertad
personal. Si aparecen algunas restricciones, se deben a gobiernos
autoritarios o a la Iglesia que efectivamente (...) reconoce el derecho de
las mujeres casadas al placer; pero
no es conveniente que ellas lo sepan. (La Saga: 161). Así que la libertad sexual significa la libertad
ciudadana, también la de la mujer.
Beatriz de La Saga, presionada por
don Acisclo, se niega a ingresar al
convento diciendo: Tiene usted toda
la razón, pero yo me hago pajas los
sábados, en el baño, y eso no está
bien en una monja, ni siquiera en
una señora de piso (286). A su vez
Flaviarosa tiene una potestad que
le permite disfrutar plenamente de
relaciones sexuales y participar en
la orgía a pesar de la política de su
marido que es también su política.
El tratamiento del sexo distingue
también en La saga los castrofortinos de los godos, los segundos son,
por supuesto, más sumisos y propicios a limitarse y a indignarse ante
la sensualidad.
Si bien las mujeres viven su sexualidad de formas muy distintas, observamos que logran la felicidad
Dorota Galikca
Fotografía de Mauricio Skrycky, 2008.
F a
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L as c h i c as de torrente ballester
70
sólo cuando el erotismo forma parte del amor. Balbina al escuchar las
palabras de amor de Marcelo se da
cuenta de la vaciedad de su vida;
Flaviarosa echa de menos el amor;
el alma de Agnesse en sus aventuras se recluyó y dejó al cuerpo que
amase solo, y lo hizo (...) con furia,
pero también con desencanto. Hasta
que encontró a sir Ronald (59).
Lénutchka se hace amiga de sus
estudiantes pero con lo que no transige es con la libertad sexual de las
muchachas. «¿Es que se han olvidado
del amor?» pregunta (147). Pablo,
el joven anarquista de Fragmentos,
comenta una manifestación estudiantil:
Las condiciones socioeconómicas en que viven estas mujeres les hacen reclamar la libertad
sexual cuando debieran aspirar
a la amorosa. Pero, ¿cómo van a
hacerlo, si desconocen el amor?
(...) en este mundo, engendrado
por el Código de Napoleón, las
mujeres viven prisioneras de las
leyes del matrimonio (...) (267)
F a
En las novelas que nos ocupan podemos encontrar los patrones de
mujer-objeto de deseo y fuente de
placer carnal, mujer-objeto de veneración y amor, mujer-puta que
ejerce la antigua y acreditada industria de proporcionar paraísos efímeros a precios accesibles (La Saga:
153), mujer-posesiva, mujer-sirvienta, mujer-esposa, etc. Además
de los tópicos sobre mujeres que
las presentan como seres celosos, que hablan demasiado, pecan
de terquedad y escasas de imaginación. Sin embargo, a la hora de
juzgarlo, hemos de tener en cuenta
por lo menos tres factores: los personajes masculinos que emiten las
valoraciones, la ironía y la persona
del autor.
Así, para dar unos ejemplos, la escasez de imaginación, pobreza dialéctica y terquedad resultan femeninas en un poema de José Bastida,
un chico muy feo, enteco, pobre, al
que no le ama ninguna mujer y que
al presentar uno de sus poemas ha
sido rechazado por la Real Sociedad
Lírica y Poética Santa Lilaila de
Barallobre por todas las bolas negras posibles (253). Al mismo tiempo, don Torcuato, vanidoso mujeriego, racional e incapaz de amar,
también en La Saga, habla con admiración del personaje y de la vida
sexual exuberante de su madre: se
renovó en ti la memoria de las hembras Heroicas Por Encima de Todo,
Cleopatra, Aspasia, Clitemnestra, la
monja Hroswita y Catalina de Rusia,
putas conscientes y paradigmáticas,
modelos de la Futura Eva Liberada
(209). Igualmente, si se llega a objetualizar a las mujeres y se describen sus encantos y deseos que
éstos despiertan en los hombres,
pasa lo mismo al revés, aunque en
menor grado, tal vez porque muchas veces se ridiculiza a los hombres de otra forma. Un ejemplo
de hombre-objeto de deseo puede
constituir el Rey Artús de La Saga:
le enloquece la idea de acostarse,
a cambio de dinero, con una virgen
joven y guapa que cantaba como
una calandria; el hombre parece
sufrir una especie de crisis de la
mediana edad, depende económicamente de su mujer que
jamás había dejado de exigirle
el cumplimiento del débito conyugal a pesar de los años de matrimonio transcurridos desde que
don Annibal Mario MacDonald
de Torres Gago Coutinho Pinto
da Cámara da Rainha, fugitivo de
la policía republicana, había atravesado el Miño a nado, (...) una
gélida noche de enero, desnudo
aunque con monóculo: acción que
había granjeado elevada reputación a su heroísmo y al final de la
cual no había podido evitar que
algunos habitantes de Salvatierra
le contemplasen como lo parió su
madre, entre ellos una criada de
casa de La Chosca, que informó a
su señorita, con éxtasis elocuente
y en modo alguno exagerado, de
lo bien dotado que el fugitivo estaba de atributos viriles, además
del monóculo. (276)
La forma de presentar a los hombres, la alta dosis de ironía en las
obras torrentinas y el constante
juego con tópicos extremos hacen,
en nuestra opinión, imposible la
lectura literal de muchos de los estereotipos antes citados. Además,
aunque las novelas que venimos
comentando se suele denominar
como «fantásticas», en ellas se reflejan personajes reales e historia
vividas, conocidas por el autor. De
modo que una parte de juicios presentados en las novelas la podemos
tratar como el testimonio de las
realidades de una sociedad.
A todas las almas feministas debe
de ser de agrado la decisión de don
Jerónimo quien interpretó la Biblia
y estimando a las mujeres decidió
la elevación a la dignidad eclesiástica de las mujeres, ordenándolas de
diaconisas aunque fuesen casadas y
sobre todo si lo eran. Todo lo cual tenía que ser recibido con entusiasmo
en una tierra de tradición panteísta
y matriarcal (La saga: 502). Y precisamente esta tierra matriarcal es la
tierra del autor en la que nace un
prototipo:
se trata de una mujer fuerte,
independiente e inteligente, con
gran capacidad de decisión, y con
una característica muy visible: un
acusado sentido de la realidad y
de la lógica.6
Desde luego el presente texto no
agota el tema de mujeres en las
novelas mencionadas y es tan sólo
una prueba de esbozar el perfil de
mujer torrentina. Como vemos, estas mujeres torrentinas difieren,
aunque nos parece que hemos descubierto la chica GTB por la que
preguntamos al principio de nuestra investigación. De modo que,
si quisiéramos encontrar a una
Dorota Galikca
71
Gonzalo Torrente Ballester.
GTB invenciones
busca una chica joven
puede ser extranjera
hermosa, esbelta y elástica
inteligente, de tetas bonitas
práctica y espontánea
alegre y melancólica
dispuesta a nadar desnuda
a escuchar y acompañar
a saltar/volar hacia la incógnita
se valorarán idiomas
una voz agradable
canciones de su tierra
el interés por el sexo
no hace falta experiencia
Bibliografía:
Novelas citadas de Gonzalo
Torrente Ballester:
La saga/fuga de J.B., (1972), Madrid, Alianza, 1998.
Fragmentos de Apocalipsis, (1972), Madrid, Alianza, 1998.
La Isla de los Jacintos Cortados, (1972), Madrid, Alianza,
1998.
GTB» observa: Estas mujeres realistas, construidas por
Torrente Ballester, juegan además (...) un papel redentor
que acompañando al hombre en todas sus quimeras, le
redime de sus vanas fantasías e ilusiones, situándolo en
un plano en el que tal vez las cosas no son tan hermosas,
ni tan utópicas, pero a cambio se puede aspirar a la tranquilidad que viene dada por el conocimiento del mundo
y el control de sus resortes, única fórmula que permite
enfrentarse a los problemas, e incluso superarlos. Este
papel se hace mucho más visible en las novelas de
carácter «realista», sin embargo se nota también en
Otros textos citados:
Alonso, Eduardo: «La fabulación «como si...»» en La
creación literaria de Gonzalo Torrente Ballester, Vigo,
Editorial Tambre, 1997.
Becerra, Carmen: Guardo la voz, cedo la palabra, (1982),
Barcelona, Anthropos, 1990.
Becerra, Carmen: «Mujeres con los pies en el suelo. La
concepción de la mujer en la narrativa de GTB», conferencia de Bergamo del 19 de mayo de 2009.
Gil González, Antonio Jesús: «Identidad y mutación en
la «novelística del yo» de Gonzalo Torrente Ballester.
Quizá nos lleve el viento al infinito y otras narraciones
indecisas.»
las novelas aquí analizadas.
5. Antonio J. Gil Gonzáles en su artículo «Identidad y mutación en la «novelística del yo» de Gonzalo Torrente
Ballester. Quizá nos lleve el viento al infinito y otras
narraciones indecisas.» analizando los diferentes yo
en las novelas de GTB señala, hablando de éste, por
un lado la proverbial habilidad para la representación
del personaje y la psicología de mujeres en sus novelas y
por otro la dolorosa denegación para asumir enunciativamente la corporeidad y la sexualidad femeninas.
6. Becerra, Carmen: «Mujeres con los pies en el suelo.
La concepción de la mujer en la narrativa de GTB»,
conferencia de Bergamo del 19 de mayo de 2009.
Notas
1. Torrente Ballester, Gonzalo: La saga/fuga de J.B.,
Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 578.
2. Alonso, Eduardo: «La fabulación «como si...»» en La
creación literaria de Gonzalo Torrente Ballester, Vigo,
Editorial Tambre, 1997, p. 30.
3. Becerra, Carmen: Guardo la voz, cedo la palabra,
Barcelona, Anthropos, 1990, p. 80.
4. Carmen Becerra, en su conferencia de Bergamo del
19 de mayo de 2009 titulada «Mujeres con los pies en
el suelo. La concepción de la mujer en la narrativa de
F a
candidata ideal para una novela de
modalidad fantástica de GTB por
medio de un anuncio, éste podría
ser el siguiente:
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