64 Las chicas de Torrente Ballester Quienes dicen que todas las mujeres son iguales, enuncian una de esas tonterías que ninguna mente medianamente racional, ninguna sensibilidad medianamente educada, pueden soportar sin alterarse y sin reconocer a continuación que el número de imbéciles coincide aproximadamente con el de arenas del mar.1 En la novela maestra de Gonzalo Torrente Ballester, La saga/fuga de J.B., hay una escena, a primera vista dramática pero en el fondo grotesca: la muerte de Clotilde. Al leer las páginas que presentan la conversación entre los supuestos hermanos-amantes, el fratricidio caricaturesco y la crítica literaria llevada a cabo por Bastida, no puedo evitar pensar en las películas de Woody Allen y las de Pedro Almódovar. A pesar de todas las similitudes y diferencias habidas y por haber, podemos afirmar que, tanto en el cine de los directores mencionados como en la obra torrentina, los personajes femeninos, bien dibujados, desempeñan un papel muy importante. Como es bien sabido hay chicas Almodóvar y chicas Allen, ¿habrá entonces también las GTB? F a A fin de comprobarlo, me gustaría acercarme ahora a algunas de las mujeres que aparecen en tres de las muchas novelas de GTB: en La saga/fuga de J.B., Fragmentos de Apocalipsis y en La Isla de los Jacintos Cortados. Empecemos por nombrar las que nos trae el recuerdo: Julia, Lilaila, Coralina, Ifigenia y Clotilde de La saga; Lénutchka, Lenn, Juanucha, Balbina y Rosina de Fragmentos; Ariadna, Agnesse, Inés/Agnes, Demónica y Flaviarosa de La Isla. Eduardo Alonso dice que las mujeres novelescas de Torrente tienen un nombre camelador y musical. Su nombre suena como el cascabel del encanto, es una melodía que atrae, es el imán del amor. Ellas tienen el secreto del gozo, hacen olvidar las miserias de las vidas vulgares, despiertan un sueño de liberación, incitan al artificio (¿arte-facere? ¿arteficción?)2 Efectivamente, algunos nombres melodiosos calientan las mentes poéticas y narrativas de personajes masculinos quienes en consecuencia inventan historias o escriben poemas. Además el nombre de Ariadna nos remite a su país de origen y a la mitología griega, tal como el nombre de Lénutchka a Rusia, Agnesse a Italia, Flaviarosa a la historia romana, el de Ifigenia otra vez a la mitología, Coralina a Carolina Otero o al fondo marino de piedras preciosas y el de Lilaila al libro de Carmen Becerra en el que el autor explica que lo ha tomado de una copla popular, que el nombre se usaba para denominar a una persona fantasiosa, irresponsable y que siempre tiene una connotación poco respetuosa y es bonita, es eufónica.3 De modo que los nombres, que vienen tanto de las fuentes populares como de las cultas, no sólo reverberan en la memoria del lector sino que añaden significados, complementan la imagen de personajes, forman parte del juego narrativo, como en el caso del nombre Demónica que tal vez no sea más que una «Doménica» corrupta (...) en todo caso no se la tiene por diabólica (126) o Balbina que observa la incompatibilidad de su nombre y amor: me llamo Balbina. ¡Bal-bi-na! —silabeó—. ¿Imaginas a un hombre guapo e inteligente diciéndome: ‘Balbina, te quiero’? (347); un juego a veces muy cervantino, como en el caso de Coralina – Luciferina: Vivía Coralina como un pájaro en un día de sol, y ella misma llevaba la luz consigo, lo cual, sin grandes exageraciones, me permite llamarla Luciferina (584) Sin embargo las mujeres torrentinas son más que un nombre, son también cuerpos y caracteres. En las novelas mencionadas podemos hallar féminas de diferentes edades, procedencias y personalidades; encontramos estudiantes, monjas, madres, profesoras, prostitutas, mendigas y aristócratas, extranjeras, gallegas y españolas. No obstante en el reparto de roles no se mantiene el equilibrio, no se cuida demasiado de lo políticamente Dorota Galikca del lector son sobre todo mujeres jóvenes, guapas e inteligentes. Las otras aparecen en unos episodios o constituyen un elemento de fondo. Veamos, pues, basándonos en los textos de las tres novelas, cómo son las mujeres de primera fila de mi recuerdo personal de lectora que, supongo, coincide con el de los demás. 65 Julia es joven y guapa, tiene los ojos luminosos y el cabello oscuro, cortado a la altura de las orejas. Sus pómulos son anchos y angulosos, huele suavamente a pachulí. Sus dientes grandes y un poco saledizos dan a su boca la gracia de un desequilibrio romántico (75). Tiene hermosas caderas cadenciosas y eminentes (310). Julia es hija del espiritista en cuya pensión malvive don Joseíño, como le suele llamar. En su bondad compadece al pobre Bastida y junto con el desayuno le trae cada mañana la nata o una tajada de queso (...) guardada en el bolsillo del delantal, bien envuelta en papel de estraza para no contaminarla (246), robadas a su padre para socorrer el hambre del flaco y pequeño J.B. Amable y sensata canta por las mañanas alegremente porque está enamorada de un seminarista con el que mantiene relaciones sexuales cada sábado y cuando éste la abandona se encuentra en un apuro, ya que sabe que no puede resistir la fuerza de su deseo carnal y acude avergonzada a Batista, pidiéndole ayuda por medio de una carta. Al final, la pareja La Bella Otero. F a correcto. Generalizando, podemos admitir que los personajes femeninos más importantes o interesantes o los que quedan en la memoria L as c h i c as de torrente ballester 66 feliz huye en el último momento de la ciudad que empieza a volar y se dedica jubilosamente al amor. F a Coralina Soto en su primera encarnación gallega se llamaba Lilaila Souto Colmeiro y era una muchacha joven, hermosa y rubia, de nalgas que trastornaban la tranquilidad de los hombres. Era un placer escuchar cómo cantaba. Un día fue violada por su vecino y poco después desaparició para volver a la ciudad años más tarde, ya como Coralina. Parece que durante su ausencia estuvo en muchos lugares bailando flamenco y cantando hondo y acostándose gustosamente con príncipes, duques, reyes cuyos encanto y admiración se expresaban por medio de piedras preciosas. Al volver a la ciudad Coralina despierta el deseo y la fascinación de los miembros de la Tabla Redonda y se convierte en su Reina Ginebra y la Alegoría del Cantón como la Marianne en la de la revolución francesa. Su busto desnudo tan apreciado por los hombres ocupa un lugar importante encima de la mesa redonda. No obstante, aunque disfruta de la compañía masculina, no toma en serio las muestras de amor y cuando el Vate le dice que la estaba esperando desde antes de nacer, y que había buscado en vano en las demás mujeres lo que ahora encontraba en ella, Coralina le responde: Pero, rico mío, ¡no sé qué os pasa a los hombres, que todos decís lo mismo! (585) A su vez, Jesualdo Bendaña la califica de desvergonzada, liviana, jugadora, tramposa, infiel. (448) Lénutchka, una joven y bella profesora de literatura, es rusa de Leningrado. Tiene el pelo rubio, la frente clara, los labios bonitos y las tetas respingonas además de las caderas prometedoras. Es inteligente, avispada, sincera, firme y exigente. A veces se pone nostálgica, entonces toca la balalaika y canta canciones de su tierra. Es púdica aunque el narrador dice que representa un puritanismo teórico porque en la práctica se mostraba más mujer que nadie (288). Dice asimismo el narrador que de Lénutchka le gusta su seriedad profunda, disimulada por una risa casi constante, o por una sonrisa abierta de persona sin trastienda (379). Lénutchka le prohibe fumar, le riñe por no llevar boina, le sirve té, cuida de él y le ayuda en la empresa de escribir: le escucha atentamente serena y bondadosa (166), toma notas, señala debilidades del texto, sugiere soluciones y, sobre todo, le obliga a escribir, a trabajar con más constancia y orden, racionándole no sólo el tabaco sino también el sexo: llevaba a rajatabla lo del trabajo como condición del amor. (196) Es una chica independiente, no acepta que el narrador la mantenga, a la que le gusta nadar y hacer gimnasia y que se niega a hacer el amor con el narrador con su cuerpo perfeccionado, explicando que ella es una muchacha soviética, educada en el materialismo histórico y dialéctico, y, por tanto, enemiga de toda idealización. (140). Preguntada acerca del alma reconoce que no sabe cómo es su espacio interior y afirma: Nunca he tenido el vicio de la introspección. (208) Ariadna, de cabello endrino y ojos relucientes es una historiadora joven, becaria o agregada en una universidad estadounidense, en invierno le gusta patinar y en otras épocas nadar en el lago. El narrador habla de la gracia de su cuerpo, curvado y sonriente (27), delgado y moreno, no rosado como el de las vikingas, sino de patinada piel como las teclas de un piano viejo (39). Los profesores la describen diciendo: hay que ver Ariadna, esa muchacha griega, qué talento para la investigación, qué finura de trabajo, su tesis es un asombro de precisión y de orden, tiene unas lindas tetas (33). Ella es tímida, no quiere que el narrador la mire mientras se baña desnuda, se ruboriza al surgir el tema del sexo, según el narrador le falta el repertorio entero de las alegrías y decepciones de la carne (53). Es también jubilosa, racional, perspicaz y a veces melancólica, parece guardar un secreto de su pasado. Acepta participar en la creación de la historia contada por el narrador porque espera encontrar en ella la solución del problema del hombre del que está enamorada y con sus preguntas y comentarios contibuye a la invención. Sin embargo en el momento del fracaso amoroso pierde su interés por la historia y desaparece. Agnesse Contarini, una muchacha veneciana, de una casa aristócrata en declive, es alta, de cabello rojizo y fue educada por un sacerdote sacrílego. Habla idiomas, sueña con viajes, aventuras y amor, huye a la Gorgona perseguida por los envíados del Papa. Es joven, bella, morena de ojos verdes. Delgada y frágil de cuerpo, de carácter es fuerte pero también coqueta. Enseña inglés a Ascanio y le sirve de intérprete. Cuando se enamora de sir Ronald empieza a escribir unas cartas en las que cuenta historias falsas para aparentar la musa del poeta y sustituir en la futura memoria literaria a otra mujer a la que el poeta dedicó sus obras, a Agnes/ Inés. Inés de Bragança, joven y guapa brasileña, tiene el cabello rubio, los ojos claros, la piel morena y un cuerpo delgado, elástico y frágil. Simpática, coqueta, encantadora, recibió una educación excelente, musitaba un inglés con dulces dengues tropicales (183) y cantaba con buena voz canciones muy tristes de su tierra. (184) Sensible, natural y espontántea, la querida de sir Ronald terminó en las mazmorras de la Gorgona por mantener con el Dorota Galikca poeta las relaciones prohibidas en la isla. Flaviarosa della Croce es joven y hermosa, tiene un cuerpo delicado y una voz vibrante y armoniosa. Además de rica y de bonita, había sido educada por su padre para emperatriz de un mundo de negocios (90), viajaba a Viena y París, aprendió idiomas, historia, política y nada de rezar el rosario o de aprender el tejemaneje de un hogar (110). Un poco rebelde, voluptuosa, segura de sí misma, decidida y eficaz, con ambición de gobernar la isla, a veces se pone nostálgica de un gran amor. Juanucha es joven, se recrea acostándose con un estudiante de medicina hasta que se enamora de Pablo. No entiende mucho de propuestas anarquistas pero Pablo le fascina y está dispuesta a acompañarle en su viaje, a través del tiempo, a París para evitar la muerte de Marat. Cuando se lo anuncia a Pablo éste le conetsta: «Tú no sabes francés.» Y ella: «¿Y qué? aparte de que puedo aprenderlo, no voy contigo para servirte de traductora, sino para ayudarte en lo que necesites, como lavarte la ropa y cosértela, y acompañarte cuando estés solo» (282). Los dos llegan a París, pero demasiado tarde, Marat está muerto y Pablo se encuentra en prisión esperando también la muerte. El narrador explica a Lénutchka que Juanucha tuvo más suerte. Como la vieron vestida de pantalones, la tomaron por la mujer del futuro, y creo que están enseñándole el francés para que les explique a las mujeres de no sé que club, cómo va a ser el mundo. Se cuida de Pablo, le lleva comida a la cárcel, y quiere morir con él, pero creo que no la dejan. (343) Balbina Bendaña de joven era tan guapa como la princesa yacente en el laberinto de la catedral, Esclaramunda. Estudió en Londres, no tuvo una vida amorosa satifactoria. Según Marcelino Balbina es en aquella época refinadamente mala; una perversa razonable y clarividente (...) incapaz de conmoverse, tiene el corazón de piedra (361); luego, hecha una solterona postmenopáusica (...) muy rica (117), es dueña de un periódico de izquierdas y una profesora adjunta de la universidad no muy lejana de la jubilación, con aquella su hermosa cara bastante arrugadita, aquel su hermoso pelo cobrizo peinado muy tirante y ya griséceo, y aquellas sus lindas tetas, comparables únicamente a las de doña Esclaramunda. (284) Ahora bien, Ariadna y Lénutchka son inteligentes profesoras universitarias, colaboran con respectivos narradores y aportan sus conocimientos a las historias contadas por ellos. Julia y Juanucha son chicas sencillas que no entienden de lo que hacen los hombres de los que están enamoradas pero les acompañan, les atienden, se preocupan por ellos y están dispuestas a saltar, Juanucha al París revolucionario y Julia de la ciudad volante, con sus amantes. Luego, están Clotilde y Balbina, diferentes entre sí, la primera más bien sencilla y la otra profesora, pero lo que las une es una especie de crueldad o egoísmo Ilustración de Eduardo García Benito, 1932. Archivo Conse Nast. L as c h i c as de torrente ballester F a 68 demostrados frente a los hombres amados, así que ambas perdieron la posibilidad de gozar de un amor correspondido y de una vida feliz. La siguiente pareja, la forman Inés/ Agnes y Agnesse. En este caso se trata de dos mujeres bellas, de un parecido físico, enamoradas del mismo hombre aunque en tiempos distintos. La segunda ocupa el lugar de la primera cuando ésta sufre el castigo y se encuentra en las mazmorras de la Gorgona. No obstante Agnesse no se contenta con el amor del poeta, quiere sustituir también a su antecedente en los poemas ya escritos y pasar a la historia de literatura como su musa y con este fin se dedica a falsificar la historia contada en las cartas que escribe. Por último, están Lilaila-Coralina y Flaviarosa que se distinguen por no amar a ningún hombre. La primera, violada en su adolescencia, se convierte en una estrella de escenario y aprovecha su atractivo para que los hombres la admiren, satisfagan sus necesidades eróticas y le regalen joyas. La segunda, educada por su padre para gobernar la isla, usa a los hombres para lograr sus propósitos. Pese a que hemos repartido los personajes por parejas, buscando unas similitudes que lo justifiquen, podemos afirmar también que todas estas mujeres se caracterizan por la firmeza en su actuación, realizan sus propuestas con decisión y tenacidad. Tal es el caso de Ariadna que busca la salvación de Claire, de Lénutchka en su empeño de exhortar al narrador a la producción de una novela íntegra, de Julia que le trae a Bastida la nata, de Clotilde en su tarea de conservar para sí a Jacinto y sacarle la información sobre los secretos de familia, el de Flaviarosa que hábilmente dirige la política de la isla, o de Demónica que vuelve a la isla y rechaza la propuesta de ser espía de Ascanio, dispuesta a morir; asimismo el de Juanucha que quiere ir a París a pesar del peligro.4 Estas mujeres, únicas y peculiares, a veces coquetas y de cuerpos delicados, pero siempre razonables y constantes, se enamoran de profesores, narradores, poetas o conspiradores, de hombres no necesariamente guapos, o incluso feos, pero dotados de una visión, imaginación o sabiduría. Ariadna, Inés, Agnesse, Lénutchka, Juanucha, Balbina, Julia. El atractivo del hombre reside más en lo que es y no cómo es. No obstante ninguna mujer es creadora. La imaginación y la invención pertenecen al mundo masculino. Las mujeres inspiran, incitan a la creación, la valoran, quieren como Agnesse perpetuarse en el mundo poético pero ellas mismas no lo generan directamente. En el mejor de los casos participan en la creación llevada por el narrador pero siempre en la medida permitida por éste. A su vez el narrador masculino está ansioso por muestras de admiración y no soporta demasiada crítica. Los hombres y las mujeres se completan de acuerdo con la dicotomía: ellos son imaginativos creadores y ellas racionales críticas o musas.5 No obstante las mujeres torrentinas que no disfrutan del derecho a la creación propia, gozan en sus novelas de la libertad sexual. Sexo, erotismo, amor o desamor en muchas variantes son una constante en las novelas tratadas y se vinculan a otros temas, como la creación, el poder, la felicidad o igualdad entre los sexos. Las mujeres de las que hablamos toman actitudes muy diferenes ante el sexo. Ariadna carece de experiencia en esta materia y el narrador se lo, de alguna forma, reprocha: Ariadna, ¡lo ignoras todo! ¿Y piensas, con tu escaso saber, reintegrar a Claire a la virilidad? (270). Lénutchka accede al mundo de ficción porque está enamorada del autor y ésa es la única manera de hacer el amor con él, pero añade la condición de que la intimidad de [su] amor no se publique; dice: Conoces lo suficiente mi pudor, además, como rusa que soy, amo mi intimidad por encima de todo. (145) Demónica vuelve a la isla y arriesga su vida para evitar pago de cualquier ayuda en moneda de hembra (203). Inés, Agnesse, Juanucha o Julia se solazan con el amor carnal de una forma bastante abierta y natural aunque no sin sufrir crítica, persecución u ostracismo (también por parte de otras mujeres). El sexo va aquí unido al amor, forma parte de una profunda relación humana y es muestra de libertad personal. Si aparecen algunas restricciones, se deben a gobiernos autoritarios o a la Iglesia que efectivamente (...) reconoce el derecho de las mujeres casadas al placer; pero no es conveniente que ellas lo sepan. (La Saga: 161). Así que la libertad sexual significa la libertad ciudadana, también la de la mujer. Beatriz de La Saga, presionada por don Acisclo, se niega a ingresar al convento diciendo: Tiene usted toda la razón, pero yo me hago pajas los sábados, en el baño, y eso no está bien en una monja, ni siquiera en una señora de piso (286). A su vez Flaviarosa tiene una potestad que le permite disfrutar plenamente de relaciones sexuales y participar en la orgía a pesar de la política de su marido que es también su política. El tratamiento del sexo distingue también en La saga los castrofortinos de los godos, los segundos son, por supuesto, más sumisos y propicios a limitarse y a indignarse ante la sensualidad. Si bien las mujeres viven su sexualidad de formas muy distintas, observamos que logran la felicidad Dorota Galikca Fotografía de Mauricio Skrycky, 2008. F a 69 L as c h i c as de torrente ballester 70 sólo cuando el erotismo forma parte del amor. Balbina al escuchar las palabras de amor de Marcelo se da cuenta de la vaciedad de su vida; Flaviarosa echa de menos el amor; el alma de Agnesse en sus aventuras se recluyó y dejó al cuerpo que amase solo, y lo hizo (...) con furia, pero también con desencanto. Hasta que encontró a sir Ronald (59). Lénutchka se hace amiga de sus estudiantes pero con lo que no transige es con la libertad sexual de las muchachas. «¿Es que se han olvidado del amor?» pregunta (147). Pablo, el joven anarquista de Fragmentos, comenta una manifestación estudiantil: Las condiciones socioeconómicas en que viven estas mujeres les hacen reclamar la libertad sexual cuando debieran aspirar a la amorosa. Pero, ¿cómo van a hacerlo, si desconocen el amor? (...) en este mundo, engendrado por el Código de Napoleón, las mujeres viven prisioneras de las leyes del matrimonio (...) (267) F a En las novelas que nos ocupan podemos encontrar los patrones de mujer-objeto de deseo y fuente de placer carnal, mujer-objeto de veneración y amor, mujer-puta que ejerce la antigua y acreditada industria de proporcionar paraísos efímeros a precios accesibles (La Saga: 153), mujer-posesiva, mujer-sirvienta, mujer-esposa, etc. Además de los tópicos sobre mujeres que las presentan como seres celosos, que hablan demasiado, pecan de terquedad y escasas de imaginación. Sin embargo, a la hora de juzgarlo, hemos de tener en cuenta por lo menos tres factores: los personajes masculinos que emiten las valoraciones, la ironía y la persona del autor. Así, para dar unos ejemplos, la escasez de imaginación, pobreza dialéctica y terquedad resultan femeninas en un poema de José Bastida, un chico muy feo, enteco, pobre, al que no le ama ninguna mujer y que al presentar uno de sus poemas ha sido rechazado por la Real Sociedad Lírica y Poética Santa Lilaila de Barallobre por todas las bolas negras posibles (253). Al mismo tiempo, don Torcuato, vanidoso mujeriego, racional e incapaz de amar, también en La Saga, habla con admiración del personaje y de la vida sexual exuberante de su madre: se renovó en ti la memoria de las hembras Heroicas Por Encima de Todo, Cleopatra, Aspasia, Clitemnestra, la monja Hroswita y Catalina de Rusia, putas conscientes y paradigmáticas, modelos de la Futura Eva Liberada (209). Igualmente, si se llega a objetualizar a las mujeres y se describen sus encantos y deseos que éstos despiertan en los hombres, pasa lo mismo al revés, aunque en menor grado, tal vez porque muchas veces se ridiculiza a los hombres de otra forma. Un ejemplo de hombre-objeto de deseo puede constituir el Rey Artús de La Saga: le enloquece la idea de acostarse, a cambio de dinero, con una virgen joven y guapa que cantaba como una calandria; el hombre parece sufrir una especie de crisis de la mediana edad, depende económicamente de su mujer que jamás había dejado de exigirle el cumplimiento del débito conyugal a pesar de los años de matrimonio transcurridos desde que don Annibal Mario MacDonald de Torres Gago Coutinho Pinto da Cámara da Rainha, fugitivo de la policía republicana, había atravesado el Miño a nado, (...) una gélida noche de enero, desnudo aunque con monóculo: acción que había granjeado elevada reputación a su heroísmo y al final de la cual no había podido evitar que algunos habitantes de Salvatierra le contemplasen como lo parió su madre, entre ellos una criada de casa de La Chosca, que informó a su señorita, con éxtasis elocuente y en modo alguno exagerado, de lo bien dotado que el fugitivo estaba de atributos viriles, además del monóculo. (276) La forma de presentar a los hombres, la alta dosis de ironía en las obras torrentinas y el constante juego con tópicos extremos hacen, en nuestra opinión, imposible la lectura literal de muchos de los estereotipos antes citados. Además, aunque las novelas que venimos comentando se suele denominar como «fantásticas», en ellas se reflejan personajes reales e historia vividas, conocidas por el autor. De modo que una parte de juicios presentados en las novelas la podemos tratar como el testimonio de las realidades de una sociedad. A todas las almas feministas debe de ser de agrado la decisión de don Jerónimo quien interpretó la Biblia y estimando a las mujeres decidió la elevación a la dignidad eclesiástica de las mujeres, ordenándolas de diaconisas aunque fuesen casadas y sobre todo si lo eran. Todo lo cual tenía que ser recibido con entusiasmo en una tierra de tradición panteísta y matriarcal (La saga: 502). Y precisamente esta tierra matriarcal es la tierra del autor en la que nace un prototipo: se trata de una mujer fuerte, independiente e inteligente, con gran capacidad de decisión, y con una característica muy visible: un acusado sentido de la realidad y de la lógica.6 Desde luego el presente texto no agota el tema de mujeres en las novelas mencionadas y es tan sólo una prueba de esbozar el perfil de mujer torrentina. Como vemos, estas mujeres torrentinas difieren, aunque nos parece que hemos descubierto la chica GTB por la que preguntamos al principio de nuestra investigación. De modo que, si quisiéramos encontrar a una Dorota Galikca 71 Gonzalo Torrente Ballester. GTB invenciones busca una chica joven puede ser extranjera hermosa, esbelta y elástica inteligente, de tetas bonitas práctica y espontánea alegre y melancólica dispuesta a nadar desnuda a escuchar y acompañar a saltar/volar hacia la incógnita se valorarán idiomas una voz agradable canciones de su tierra el interés por el sexo no hace falta experiencia Bibliografía: Novelas citadas de Gonzalo Torrente Ballester: La saga/fuga de J.B., (1972), Madrid, Alianza, 1998. Fragmentos de Apocalipsis, (1972), Madrid, Alianza, 1998. La Isla de los Jacintos Cortados, (1972), Madrid, Alianza, 1998. GTB» observa: Estas mujeres realistas, construidas por Torrente Ballester, juegan además (...) un papel redentor que acompañando al hombre en todas sus quimeras, le redime de sus vanas fantasías e ilusiones, situándolo en un plano en el que tal vez las cosas no son tan hermosas, ni tan utópicas, pero a cambio se puede aspirar a la tranquilidad que viene dada por el conocimiento del mundo y el control de sus resortes, única fórmula que permite enfrentarse a los problemas, e incluso superarlos. Este papel se hace mucho más visible en las novelas de carácter «realista», sin embargo se nota también en Otros textos citados: Alonso, Eduardo: «La fabulación «como si...»» en La creación literaria de Gonzalo Torrente Ballester, Vigo, Editorial Tambre, 1997. Becerra, Carmen: Guardo la voz, cedo la palabra, (1982), Barcelona, Anthropos, 1990. Becerra, Carmen: «Mujeres con los pies en el suelo. La concepción de la mujer en la narrativa de GTB», conferencia de Bergamo del 19 de mayo de 2009. Gil González, Antonio Jesús: «Identidad y mutación en la «novelística del yo» de Gonzalo Torrente Ballester. Quizá nos lleve el viento al infinito y otras narraciones indecisas.» las novelas aquí analizadas. 5. Antonio J. Gil Gonzáles en su artículo «Identidad y mutación en la «novelística del yo» de Gonzalo Torrente Ballester. Quizá nos lleve el viento al infinito y otras narraciones indecisas.» analizando los diferentes yo en las novelas de GTB señala, hablando de éste, por un lado la proverbial habilidad para la representación del personaje y la psicología de mujeres en sus novelas y por otro la dolorosa denegación para asumir enunciativamente la corporeidad y la sexualidad femeninas. 6. Becerra, Carmen: «Mujeres con los pies en el suelo. La concepción de la mujer en la narrativa de GTB», conferencia de Bergamo del 19 de mayo de 2009. Notas 1. Torrente Ballester, Gonzalo: La saga/fuga de J.B., Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 578. 2. Alonso, Eduardo: «La fabulación «como si...»» en La creación literaria de Gonzalo Torrente Ballester, Vigo, Editorial Tambre, 1997, p. 30. 3. Becerra, Carmen: Guardo la voz, cedo la palabra, Barcelona, Anthropos, 1990, p. 80. 4. Carmen Becerra, en su conferencia de Bergamo del 19 de mayo de 2009 titulada «Mujeres con los pies en el suelo. La concepción de la mujer en la narrativa de F a candidata ideal para una novela de modalidad fantástica de GTB por medio de un anuncio, éste podría ser el siguiente: