PARTE II y última - La Hoja Volandera

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LA HOJA VOLANDERA
RESPONSABLE SERGIO MONTES GARCÍA
Correo electrónico sergiomontesgarcia@yahoo.com.mx
En Internet www.lahojavolandera.com.mx
LA REFORMA EDUCATIVA DE 1833
(Parte II y última)
Sergio Montes García*
*Lic. en Pedagogía (FFyL UNAM).
Prof. Titular "C" T.C. Def.
Profesor de Historia de la Educación e Historia de la Educación en México
en la carrera de Pedagogía (FES-Acatlán)
sergiomontesgarcia@yahoo.com.mx
Valentín Gómez Farías y la reforma de 1833. Como será su costumbre durante la mayor
parte de las once veces que ocupó la presidencia de la República, Antonio López de
Santa Anna, mejor conocido popularmente como “El quinceuñas”, en su primer ascenso
al poder en el año de 1833, solicitará licencia al legislativo para alejarse del cargo y retirarse a su hacienda de Manga de Clavo en Veracruz y dedicarse a practicar sus dos pasatiempos favoritos: organizar y apostar en torneos de pelea de gallos y seducir a jóvenes
y bellas mulatas de la región. El Congreso, dominado por los liberales, depositó el cargo
en el vicepresidente Valentín Gómez Farías quien de inmediato se propuso efectuar de
una manera más o menos rápida “...la ocupación de los bienes del clero, la abolición de
los privilegios de éste y de la milicia, la difusión de la educación pública en las clases
populares absolutamente independiente del clero, la supresión de los monacales, la absoluta libertad de opiniones, la igualdad de los extranjeros con los naturales en los derechos civiles, y el establecimiento del jurado en las causas criminales.”1
El padre Mora expondrá de manera más detallada este programa en los siguientes
rubros:
1
González Navarro, Moisés, José María Luis Mora. La formación de la conciencia burguesa en México, UNAM (Col. Argumentos, Núm. 7), México, 1984, p. 32.
Mayo 25 de 2009
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LA REFORMA EDUCATIVA DE 1833 (Parte II)
“1) Libertad absoluta de opiniones y supresión de las leyes represivas de
la prensa;
2) Abolición de los privilegios del clero y de la milicia;
3) Supresión de las instituciones monásticas y de todas las leyes que atribuyen al clero el conocimiento de negocios civiles, como el contrato de
matrimonio, etc.;
4) Reconocimiento, clasificación y consolidación de la deuda pública, designación de fondos para pagar desde luego su renta y de las hipotecas
para amortizarla más adelante;
5) Medidas para hacer cesar y reparar la bancarrota de la propiedad territorial, para aumentar el número de propietarios territoriales, para fomentar la circulación en este ramo de la riqueza pública y para facilitar
los medios de subsistencia y adelantar a las clases indigentes, sin ofender
ni tocar en nada el derecho de los particulares;
6) Mejora del estado moral de las clases populares con la destrucción del
monopolio del clero en la educación pública, y para la difusión de los
medios de aprendizaje y la inculcación de los deberes sociales, por medio de la diseminación de museos de arte, bibliotecas públicas, y por la
creación de establecimientos para la enseñanza de la literatura clásica, de
las ciencia y la moral;
7) Abolición de la pena capital para todos los delitos políticos y aquellos
que no tuvieren el carácter de un «asesinato de hecho pensado» y
8) Garantía de la integridad del territorio con la creación de colonias que
tuviesen por base el idioma, usos y costumbres mexicanas.”2
Mora y la reforma educativa. Como puede observarse, la educación ocupaba un lugar
sobresaliente en los planes del doctor Mora quien, como miembro de la Comisión del
Plan de Estudios después convertida ésta en Dirección General de Instrucción Pública la
que, por instrucciones de Gómez Farías, se ocuparía de examinar el estado que
guardaban los establecimientos educativos existentes. Según apunta el propio doctor
Mora, la primera disposición emitida por la Comisión fue la siguiente:
“La Universidad se declaró inútil, irreformable y perniciosa; inútil porque
en ella nada se enseñaba, nada se aprendía; porque los exámenes para
los grados menores eran de pura forma, y los de los grados mayores muy
costosos y difíciles, capaces de matar a un hombre y no de calificarlo;
irreformable porque toda reforma supone las bases del antiguo establecimiento, y siendo las de la Universidad inútiles e inconducentes a su objeto, era indispensable hacerla desaparecer sustituyéndoles otras, supuesto lo cual no se trataba ya de mantener sino el nombre de Universidad,
lo que tampoco podía hacerse porque representando esta palabra en su
acepción recibida, el conjunto de estatutos de esta antigua institución serviría de antecedente para reclamarlas en detal, y uno a uno como vigen2
Mora, José María Luis, “Obras sueltas”, en M. González Navarro, op. cit. p. 32.
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tes; la Universidad fue también considerada perniciosa porque daría, como da lugar, a la pérdida de tiempo y a la disipación de los estudiantes
de los colegios que so pretexto de hacer sus cursos se hallan la mayor
parte del día fuera de estos establecimientos únicos en que se enseña y se
aprende; se concluyó, pues, que era necesario suprimir la Universidad.”3
En cuanto a los demás colegios, la reforma se observó bajo tres aspectos: la educación, la enseñanza y los métodos. Al respecto, el padre Mora señala:
“La educación de los colegios es más bien monacal que civil; muchas devociones más propias de la vida mística que de la del cristianismo; mucho encierro; mucho recogimiento, quietud y silencio, esencialmente incompatibles con las facultades activas propias de la juventud, y que deben procurar desarrollarse en ella; muchos castigos corporales, bárbaros
y humillantes, entre los cuales a pesar de las prohibiciones, no dejan figurar todavía los azotes y la vergonzosa desnudez que debe por el uso
precederlos y acompañarlos... La enseñanza de los colegios no se halló
mejor que la educación que en ellos se recibe; muchas materias que en
otra época ha sido interesante aprender, porque su conocimiento era
conforme a las exigencias de entonces, hoy no pueden ser asunto de una
enseñanza general, porque no tienen objeto sino respecto de una muy
corta parte de la población, o lo que es lo mismo, porque el interés que
inspiran lejos de ser general es puramente parcial... claro que es que un
método de enseñanza que tiene por fin y objeto difundir este estudio se
halla dislocado de las necesidades comunes y fuera de la marcha social...
En el orden a los métodos de enseñanza, no había otros que el de elegir
un autor con la reciente fecha de cincuenta o cien años de atraso, cuyas
doctrinas se explicaban bien o mal por el catedrático y se sostenían aun
contra la misma evidencia. Este hábito de dogmatismo, que no es propio
sino de las materias religiosas, se extendía y se extiende a ramos que son
susceptibles de aumento o perfección en la substancia y en el modo.”
“Todos estos males, concluye el doctor Mora, existían en la educación y
refluían en la sociedad; sin remedio pues era tan urgente como ejecutivo
y no podía ya diferirse. La Comisión partió de esta exigencia social, que
hoy nadie pone en cuestión, y se fijó en tres principios: 1º Destruir cuan-
to era inútil o perjudicial a la educación y enseñanza; 2º Establecer ésta
en conformidad con las necesidades determinadas por el nuevo estado
social; y 3º Difundir entre las masas los medios más precisos e indispensables de aprender.”4
La reforma, además de plantear la subordinación del clero al gobierno mediante
la secularización de algunos bienes de la Iglesia y la reorganización educativa excluyendo de ésta al clero, también establecía la sustitución del ejército por una guardia nacional ya que aquél tiranizaba a la nación sin defenderla, pues como refiere González Navarro, debe anotarse que “...entre los vicios característicos del soldado privilegiado el
3
Mora, “Programa de los principios políticos que en México ha profesado el partido del progreso, y de la manera con que
una sección de éste pretendió hacerlos valer en la administración de 1833 a 1834”, en Anne Staples, op. cit., pp. 71-72.
4 Ibid, pp. 73-78.
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espíritu de rebelión, el deseo de avasallarlo todo, el apetito inmoderado de condecoraciones y ascensos y el empeño de hacerse rico. Estos soldados todos los días turbaban el
orden público sin ventajas sociales ni objeto político, con nada quedaban contentos y
afectaban tener el derecho de imponer la ley al gobierno y a la nación.”5
La reforma propuesta por Gómez Farías y Mora fue aprobada por el Congreso
pero casi de inmediato importantes sectores del clero y el ejército pusieron todo el empeño para cancelarla. A la cabeza de este movimiento apareció, naturalmente, el “Quinceuñas”, quien en su calidad de presidente de la República derogó el decreto reformatorio y destituyó de sus cargos a Gómez Farías y Mora.
A pesar de su corta vigencia, apenas diez meses, a la reforma de 1833 debe reconocérsele su gran importancia, no sólo por lo que en sí misma significa, sino por representar el primer escalón de la revolución reformista que encabezará años después el
presidente Benito Juárez.
Marzo de 2009
5González
Navarro, op. cit. p. 41.
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