Discurso de toma de posesión de cargo del Ministro Rodolfo Nin Novoa Muchas gracias a todos por vuestra presencia. Para mí es un gran honor tener tan calificada compañia. Y también un gran compromiso. Que estén aquí los ex cancilleres y los presidentes de los PP del Uruguay nos compromete a pensar, diseñar y ejecutar juntos, una política que albergue grandes acuerdos nacionales. Por eso a ustedes, máximas autoridades Partidarias les anuncio formalmente la creación de un espacio de diálogo y consulta en el cual podamos habitualmente intercambiar opiniones sobre los temas relativos a esta cartera. Queremos hacer de la Política Exterior una cuestión de todos. Esto es: una política de Estado en donde quepan todas las opiniones, todos los puntos de vista y donde se puedan volcar los matices que serán al fin y al cabo los que nutrirán nuestra acción. Porque además quiero que la gestión trascienda mi persona ya que lo importante es el interés nacional y no el lucimiento personal. Cuento con ustedes para ello. He elegido para que me acompañen en esta tarea a profesionales de esta casa. Confío plenamente en ellos porque creo en la profesionalización de la función pública. Porque creo en el respeto a la carrera administrativa. Porque creo en la capacitación permanente. Y porque sueño con que ser un servidor Público sea un motivo de orgullo para él o ella y para la Patria. Somos conscientes que en las últimas décadas los contextos que enmarcan la discusión acerca de las estrategias de inserción internacional de los estados nacionales han variado dramáticamente. Los avances incontenibles de la globalización se asocian con un visible rebalance de poder mundial en que la zona Asia – Pacifico – y en particular China se convierten en el gran factor dinamizador. Mientras los países desarrollados afrontan desafíos muchas veces inéditos, los nuevos países emergentes comienzan, más allá de sus avatares, a marcar presencia en el nuevo “orden” o desorden internacional. Con los escenarios multilaterales en entredicho, los procesos de integración interpelados y un nuevo marco de rediscusión de reglas y pautas del comercio y de las finanzas internacionales, la gobernanza mundial proyecta incertidumbres tan radicales como exigentes. En ese marco a nuestro juicio los procesos de integración en America Latina no han alcanzado el desarrollo esperado y exigen sinceramientos impostergables para poder estar a la altura de los desafíos del contexto internacional actual. Los términos de la polémica real apuntan a como procesar la inserción internacional de un país pequeño como Uruguay desde las restricciones y de las oportunidades de los nuevos contextos. Somos integracionistas desde siempre. Desde esa misma convicción queremos un Mercosur que se sincere. Que deje atrás la retórica vacía, que apueste a las concreciones y no a los discursos que luego no se cumplen. Queremos un Mercosur que se plantee objetivos y acuerdos viables, que si es necesario ajuste sus objetivos a las posibilidades actuales y que tenga una agenda externa activa que rompa con el encierro Nos consta que esta postura ha sido planteada muchas veces por los cancilleres anteriores pero no nos resignaremos a dejar de plantearlo. Reafirmamos entonces nuestra vocación integracionista desde la afirmación de los grandes principios que han regido los mejores momentos de nuestra tradición nacional en materia de política exterior. Con pragmatismo responsable, con respeto a la libre determinación de los pueblos apoyando siempre la solución pacífica de las controversias, abogando por el respeto a los derechos humanos en todo el mundo, con sana y decidida vocación regionalista con integración comercial pero también productiva fundada en las necesidades de nuestros pueblos hermanos y no en visiones presuntamente ideológicas. Todo con la región nada contra la región. Pero desde la exigencia de los sinceramientos a los que nos obliga el actual contexto regional e internacional. Para un país como Uruguay y de cara al futuro cercano , resulta necesario promover la facilitación de acuerdos regionales en serio con proyecciones abarcativas. El mundo va para ese lado y no podemos quedar afuera de los grandes flujos comerciales. Si las prácticas proteccionistas las hemos rechazado cuando las practican los países poderosos resultan aún más inadmisibles cuando las sufrimos en el vínculo entre países hermanados por la historia pero sobre todo por el futuro de desarrollo que exigen nuestros pueblos. Nuestros países pueden combinar la atención de sus intereses nacionales con estrategias reales de concertaciones regionales para el desarrollo integrado. Juntos podemos disputar mejor una inserción internacional competitiva y menos vulnerable en un mundo tan imprevisible y exigente. Pero si no queremos o no podemos ir todos juntos, hagámoslo los que sí queremos hacerlo. Como pensar entonces el Uruguay internacional para los futuros diez y veinte años? Busquemos en nuestra mejor historia y en nuestras convicciones más afirmadas como nación, esas que supieron nutrir personalidades provenientes de todas las banderas políticopartidarias, como LUIS ALBERTO DE HERRERA, BALTASAR BRUM, CARLOS QUIJANO, VIVIAN TRIAS, ALBERTO METHOL FERRE. La política exterior de un país como Uruguay, debe responder a un conjunto articulado de variables de manera integral y calificada. Para ello es necesario reafirmar la reinvindicación y la preservación de la dimensión esencialmente política en la definición última de la política exterior y de las estrategias de inserción internacional priorizadas desde el Estado. Por infinitas razones que le vienen de su historia, de su geografía, de los perfiles de su Sociedad, hoy como ayer, y como seguramente ocurrirá mañana, el Uruguay es internacional o no es. Hace mucho tiempo que no existe espacio para un Uruguay ensimismado y de fronteras adentro, cerrado al mundo y con pretensiones de autarquía. Tampoco los procesos de integración de los que seamos parte pueden apostar al encerramiento. En términos de elección de contenidos y definición de estrategias para la política exterior, no cabe duda que el país, como tantas veces se ha dicho “debe jugar bien y en todas las canchas” lo que por cierto no inhibe sino que respalda su opción por radicar su primer eje de acción en y desde la región. Es la vieja lógica “de los círculos concéntricos” que figuras como HERRERA o METHOL FERRE, nos han legado y que tanta vigencia mantienen. Lejos de cualquier visión o acción dogmática, explícita o encubierta, la definición e implementación de la política exterior uruguaya debe poder combinar con sensatez perfiles de pragmatismo y de principismo, escapando a la infértil presentación de dicotomía falsas entre ambos enfoques generales. Con la misma convicción, un país como Uruguay en su acción internacional, no debe caer en la tentación de privilegiar “la política sobre el derecho”, de contraponer “política con comercio” o en afirmar sólo vínculos o sociedades estratégicas con países que tengan gobiernos con “afinidad ideológica”. La definición e implementación de la política exterior debe expresar de manera clara la imagen de un gobierno y un Estado que actúan de forma coherente e integral, como sustento sólido de una prospectiva de desarrollo. Sin rigideces y con la flexibilidad que impone el vértigo del escenario internacional contemporáneo, en los contextos actuales son en verdad muchos los riesgos que se generan a partir de una acción de política exterior que peque de dispersión. La dispersión de las iniciativas de política exterior resulta contraproducente para la concreción de resultados efectivos en campos como en los de la promoción de comercio exterior, la cooperación, el desarrollo de la innovación en ciencia y tecnología, o el aprovechamiento en términos de “antenas proactivas” de los centenares de miles de compatriotas que conforman esa patria pelegrina de la extendida diáspora uruguaya. La cancillería también tiene que ser un instrumento válido de difusión de los valores de nuestra cultura, que difunda la forma de cómo vivimos y como contribuímos con la creatividad del espíritu a la sociedad internacional. En este sentido, trazaremos líneas de política para la visualización de nuestros ricos y reconocidos contenidos culturales que reforzarán la presencia e imagen de nuestro país en todas sus dimensiones. En estos tiempos de la sociedad de la información, se impone más que nunca una cancillería inteligente, dotada de una nueva diplomacia que ya se comienza a ver en los jóvenes que ingresan por concurso a este Ministerio. Se impone también un sistema renovado de manejo y formación permanente del elenco dedicado al servicio exterior. Han cambiado y están cambiando constantemente las destrezas y capacidades exigibles a un funcionario diplomático en el mundo de hoy. En un marco que parece perfilar más desafíos e incertidumbres que en los últimos años, nuestros países de América Latina y Uruguay dentro de ellos, ven multiplicarse los signos de su relativa marginalidad en el escenario internacional. Esta situación se profundiza en un creciente contexto de concentración del comercio con alta incorporación de valor en el campo de las cadenas globales. Son claros a este respecto los indicadores sobre el peso de la región en porcentaje de comercio mundial, PBI, flujos financieros, investigación en ciencia y tecnología, volumen de inversiones u otros datos similares y se advertirá con claridad esa situación. Sin embargo en algunos rubros, como por ejemplo en la captación de inversión extranjera directa, en la eficiencia de la producción alimentaria, en el desarrollo de los recursos energéticos y en el cuidado del medio ambiente, Uruguay ha tenido avances reconocidos internacionalmente. Un rol específico de los países más pequeños como Uruguay puede ser precisamente – como vimos – en aprovechar las posibilidades de su escala y servir como promotores de sinceramiento y de visión estratégica a nivel regional e internacional. Sin espacios para restauraciones o nostalgias inmovilizadoras en medio de una bonanza que ya ha superado la década, nuestro país parece perfilar una coyuntura mundial no tan favorable y por lo tanto, muy desafiante. La sensación esperanzadora sobre que el horizonte del desarrollo resulta posible, no puede opacar la fuerza demandante de tareas acuciantes y difíciles. Como podrá advertirse, las exigencias para el Uruguay internacional del 2015 y de los años venideros, proyectan una nutrida agenda. No perdamos el tiempo. Nuestros pueblos y el futuro, representado en los niños que hoy aquí están, nos lo exigen. Tal vez, hoy más que nunca. Muchas gracias. Montevideo, 2 de marzo de 2015