Proyecto de Aula El hijo del Canelo (Cuento basado en un relato Kawesqar) Ana María Pavez y Constanza Recart Cuando comenzó el día, las mujeres kawesqar prendieron fogatas en sus canoas y salieron a mariscar en las frías aguas de los mares del sur. Mientras ellas llenaban de mariscos sus canastos, los hombres avanzaban hacia las loberías. Entre las rocas encontraron más lobos marinos que de costumbre, porque las crías acababan de nacer. Los cazadores aún no regresaban, cuando las mujeres kawesqar llegaron al campamento. Una gaviota gigante que pasaba cerca de ellas les llamó la atención. Todavía más extraño fue el enorme huairavo que voló sobre sus cabezas. Era muy raro, pero no tan horrible como un calamar gigante que apareció desde las profundidades marinas (era horroroso). Nuestros Ancestros Cuando volvieron, los hombres encontraron el campamento totalmente destruido. Los monstruos habían devorado a toda la gente. Mientras se lamentaban. Los kawesqar escucharon un llanto. Era un niño que lloraba debajo de un canelo. Lo tomaron en brazos y le dieron de comer lo que tenían a mano. El hijo del canelo creció tan rápidamente que tenía a los kawesqar admirados. Días más tarde ya era un joven tan fuerte que tenía una sola idea en su cabeza: enfrentarse a los monstruos. Pero nadie debía enterarse de su plan. Una noche el joven salió con su arpón. En la mañana, los kawesqar, preocupados, salieron a buscarlo. Lo encontraron cerca de la playa. Los tres monstruos estaban muertos. El cazador solitario los había derrotado.