Amanda Labarca: Ideas nuevas imaginarios tradicionales Aída

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Amanda Labarca: Ideas nuevas imaginarios tradicionales
Aída Apter-Cragnolino
Texas Lutheran University
Latin American Studies Association
XXIII International Congress
Session: Cul 02
Los movimiento feministas de fines del siglo XIX y las primeras cuatro décadas del siglo
XX emprendieron un primer acercamiento a una conciencia femenina que constituyó el armazón
básico y la condición de posibilidad del discurso feminista posterior. Las reivindicaciones que
esas mujeres plantearon y sus logros, abrieron un espacio social desde el cual pudieron
proponerse posteriormente nuevas desafíos a la tradición del pensamiento patriarcal. Estos
desafíos desembocaron en las prácticas significativas que a partir de los años sesenta efectuaron
una de las críticas más radicales a la concepción del sujeto elaborada desde el iluminismo. El
feminismo desde entonces emprendió una revisión epistemológica que ha tratado de generizar la
noción misma de sujeto para revisarla históricamente.
Desde estas consideraciones, el discurso feminista actual, invierte los términos de la
construcción de lo femenino del pasado. Las iniciadoras de las primeras décadas del siglo XX,
lejos de subvertir las estructuras de pensamiento que determinaban la identidad y el lugar de la
mujer en la sociedad, confinaron su militancia a conquistar espacios hasta entonces estrictamente
vedados a su acción, evitando cuestionar el concepto de lo femenino entonces imperante.
En Chile, los primeros movimientos que lucharon por demandas circunscritas a los
intereses de la mujer, comenzaron a surgir en los últimos años del siglo XIX. Estos primeros
esfuerzos fueron continuados por los centros Belén de Zárraga creados en la pampa salitrera a
partir del año 1913, bajo los auspicios de Luis Emilio Recabarren, el fundador del Partido
Socialista Obrero. Los centros Belén de Zárraga se destacaron por haber introducido en la
discusión política de la izquierda a la liberación femenina como reivindicación específica que no
podía subsumirse totalmente en un planteo transexual de la lucha de clases. Llevaron a cabo una
labor de concientización basada principalmente en la denuncia del papel opresivo de la iglesia
católica y abogaron por ayudar a la mujer a percibirse desde una identidad humana independiente.
Julieta Kirkwood subrayaba al respecto:
Esos planteos, si bien eran inaceptables para las grandes masas, en esa época no estaban
absolutamente fuera de la discusión social, puesto que desde 1913, se hablaba desde algunas
2
vanguardias como el Centro Belén de Zárraga en Iquique, de libre pensamiento, de liberalizar el
amor, del rechazo al matrimonio (Kirkwood, 78) 1
Agregaba Kirkwood, que “la actividad desplegada por los Centros Belén de Zárraga fue
de magnitud tal que difícilmente pudo ser igualada cuarenta años más tarde, aún en condiciones
más favorables en cuanto al desarrollo político y social de las mujeres”. (Ser política,102)
Los centros Belén de Zárraga y sus francas posiciones libertarias no tuvieron repercusión
en la historia de las luchas femeninas inmediatamente posteriores. Los movimientos feministas
fueron encabezados durante los primeros años del siglo XX y hasta la promulgación del derecho
al voto femenino de los años cuarenta por mujeres de las clases medias en ascenso, que habían
logrado un nivel educativo considerable. La escritura y la acción política que emprendieron
cuestionaban el statu-quo social y jurídico que relegaba a la mujer a un estado legal equivalente a
la de los menores de edad. Adoptaron, sin embargo, un tono mesurado, articulado en una doble
voz que incorporaba los estereotipos genéricos prevalecientes en los discursos sociales de su
época.
Amanda Labarca, es, por su escritura y su militancia en las actividades feministas de la
prima mitad del siglo XX (nació en 1887 y murió en 1975), una representante cabal y destacada
de este grupo de mujeres de la naciente pequeña burguesía que logró incorporarse al mundo
profesional, y participó activamente en la lucha por lograr mejoras en la situación política, social
y civil de la mujer.
En 1905 se graduó de profesora de castellano y comenzó una ascendente carrera
profesional, que la llevó a ocupar cargos directivos en instituciones de enseñanza media y
superior. Esta actividad culminó en 1924 con su nombramiento como profesora titular de la
cátedra de Psicología de la Universidad de Chile. Se convirtió así en la primera mujer, que
presidió una cátedra universitaria en Chile. Es importante destacar, que en 1946 fue nombrada
delegada plenipotenciaria del gobierno ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Escribió varios libros sobre la cuestión femenina, sobre temas relacionados con la
educación, ensayos de crítica literaria y algunas obras de ficción. Pionera de los movimientos de
mujeres de la primera mitad del siglo XX en Chile, se ha dicho que Amanda Labarca fue una
adelantada de su tiempo. Efectivamente, desde muy joven desplegó una actividad profesional y
una acción organizativa y militante de avanzada. Reveló así un nivel de conciencia y
comprensión de la realidad chilena y de la situación social de la mujer poco común para su época.
1
Kirkwood, Julieta. Ser política en Chile. Las feministas y los partidos. Santiago: FLACSO, 1986
3
De todos modos, en su escritura, las relaciones de género, la noción de familia y su
significado en el tejido social, el tratamiento de la sexualidad, y de la identidad de la mujer se
presentan tensionadas entre un discurso que intenta desplegar la articulación de la experiencia
femenina frustrada en sus posibilidades de desarrollo individual y las asignaciones de género del
bagaje discursivo de su época.
En sus ensayos feministas, y en sus estudios sobre la mujer, entre otros, Actividades
Femeninas en los Estados Unidos (1914) ¿Adónde va la mujer?(1934), Bases para una política
educacional (1944) y Feminismo contemporáneo (1947), Labarca inscribe sus reflexiones en una
lectura de la historia cuya premisa básica es la evolución inevitable del mundo social. Ubica en la
revolución francesa la coyuntura histórica que permitió el discurso feminista, aunque este no se
desarrolló hasta fines del siglo XIX, que recogiendo el pensamiento de la Ilustración sancionó, en
sus declaraciones de principios el concepto de la individualidad como cimiento de la
autodeterminación y la libertad del Hombre en cuanto sujeto humano. Recalca además que la
primera Asamblea Constituyente surgida de la revolución francesa declaró los derechos
igualitarios de la mujer, aunque posteriormente fueron conculcados.
El prólogo de ¿Adonde va la mujer? (1934), que se titula “La lámpara y el espejo” es un
comentario sobre los personajes femeninos de las Novelas Ejemplares de Cervantes y sobre la
Nora de Casa de Muñecas de Ibsen.2 Estos dos términos, que ocupan un lugar preponderante en
su sistema significativo plantean los límites del ejercicio del libre albedrío como posibilidad de
realización humana de la mujer. Labarca percibe— dentro de los confines de sus presupuestos
epistemológicos— la exclusión de la mujer de la categoría de Sujeto que define lo humano. La
mujer como espejo —indica— abdica de su voluntad para reflejar la voluntad del hombre.
¿Habrá algo más halagador para la vanidad masculina que duplicar su yo en el otro ser
acaso más bello y más puro que el original, mirarse en un espejo que devuelve la figura
embellecida del amor? (5)
La mujer como lámpara,— prosigue Labarca,— posee la luz propia de la voluntad femenina
que, según la autora, “todavía arroja una llama incierta” A partir de allí recorre, las distintas
etapas en que se desenvuelven los nuevos registros y mecanismos que afectan las relaciones de
género, definiendo una línea evolutiva en el devenir histórico desde las regulaciones del derecho
romano hasta su presente.
Labarca recobra asimismo una genealogía femenina que construye un lugar de la mujer
en la historia situándola en un tiempo “lineal”que —como lo señala Julia Kristeva— es el tiempo
2
Labarca, Amanda. ¿Adónde va la mujer? Santiago de Chile:Ediciones Extra, 1934
4
como proyecto, teleología y progreso.3 Un tiempo que, aunque la inscribe en el orden simbólico
identificado con el Padre resulta necesario—como opina la misma teórica en otro de sus
escritos— para adquirir voz en el ámbito de la política y de la historia4
Consecuente con su diseño discursivo, se detiene especialmente en un análisis de los
cambios que la modernidad y la industrialización han traído a la estructura de la antigua familia
patriarcal forzando a hombres y mujeres proletarios e incluso mujeres de la clase media a trabajar
fuera del ámbito doméstico. La mujer en esas condiciones —opinaba Labarca— se encontró
doblemente desposeída, ya que su carencia de derechos civiles y su escasa educación le impedían
competir en el mercado de trabajo. Es esta nueva situación histórica la que tornaba totalmente
injustificable y anacrónica la condición civil de la mujer, y los prejuicios que la confinaban al
hogar. Fue esa coyuntura histórica lo que impulsó la escritura y la militancia de la autora en favor
de su reforma.
Este modelo interpretativo del desarrollo histórico, sin embargo, era más adecuado a la
realidad europea y a la de las clases medias urbanas, que a los modos de vida de las clases
populares chilenas. La inserción de la economía chilena en el mercado capitalista mundial
requería la estabilidad y el disciplinamiento de las clases proletarias haciendo indispensable para
la viabilidad de este nuevo orden la creación de un tipo familiar en el que cada sexo ocupara un
espacio definido. El varón se debía convertir en mando de obra asalariada estable y proveedor del
sustento familiar. A la mujer se la asignaba al ámbito doméstico, y su función primordial era la
reproducción, y la crianza de hijos sanos y capaces de integrarse a la fuerza de trabajo.
Sin embargo en Chile, —como lo señalan Gabriel Salazar y Alejandra Brito Peña—la
organización familiar de las clases populares no respondía al modelo tradicional de la familia
nuclear. 5 En busca de trabajo en los campos, en las minas, y en las ciudades, la gran movilidad
del hombre ya desde principios del siglo XX, impedía las relaciones familiares estables. La
mujer, a cargo de los hijos, logró cierta autonomía dada su capacidad de generar actividades
económicas de subsistencia propia.
Labarca percibió la realidad de las condiciones de vida popular, atribuyéndola en Bases
para una política educacional (1944) a las características mestizas del país, no tanto por su
conformación racial sino más bien por sus rasgos culturales. Lo que ella llamó la necesidad de su
3
Kristeva, Julia “Women’s Time”. En Moi, Toril. ed. The Kristeva Reader. New York. Columbia
University Press, 1983, p.187.
4
. “About Chinese Women”. Moi, Toril. The Kristeva Reader , p.156.
5
Salazar, Gabriel. Labradores, Peones y Proletarios. Santiago: Ediciones Sur, 1985.
Brito, Alejandra. “Del rancho al conventillo:tranformaciones de la identidad popular femenina. Santiago
de Chile 1850-1920.” En Godoy, Lorena, et.al. Disciplina y Desacato. Construcción de la identidad en
Chile, Siglos XIX y XX. Santiago: SUR-CEDEM, 1995
5
“blanqueamiento” era la necesidad de homogeneizar las costumbres de las clases populares
siguiendo el modelo de la familia nuclear y adoptando una ética de trabajo acorde con las
necesidades del mercado capitalista. Este modelo se lograría, a su entender, mejorando las
condiciones materiales de vida y facilitando el acceso a la educación: “para que nuestro pueblo
viva de acuerdo con la cultura moderna, a base de moral social, ritmo de trabajo intenso,
educación extendida a todos, alta higiene y sana alegría”.6(19)
En el desarrollo de esta perspectiva el proyecto educativo que considera de importancia
fundamental coincidía con las intervenciones del estado modernizador que requería regular la
vida sexual. En una sociedad que experimentaba un complicado proceso de cambio, la educación
como institución de reproducción e imposición de la ideología nacional tenía una importancia
esencial. A través de ella se reproduciría el sistema simbólico de la modernidad contribuyendo a
las necesidades de los nuevos desarrollos económico-sociales.
En esta tarea de transformación cultural la mujer de clase media y alta podía y debía
cumplir, —según Labarca—una tarea esencial a través de una amplia gama de actividades
filantrópicas y tareas de moralización de las clases populares para las cuales, estaba
particularmente dotada dada su especial sensibilidad.
La sagacidad con que Labarca analiza la experiencia y el desarrollo de la condición de la
mujer desde un punto de vista histórico no le impide adherirse a una noción, cara al discurso que
iniciado en la Ilustración, rescataba una esencia puramente femenina. Derivada de su vocación
maternal esta esencia le otorgaría a la mujer intuición, abnegación y valores morales superiores.
Esta esencia femenina que tanto victorianos como católicos habían considerado un
atributo que las mujeres debían cultivar, refugiándose en el hogar y alejándose del quehacer
público que las contaminaría, es refuncionalizado en el discurso modernizador feminista de
principios del siglo XX. La articulación simbólica de lo femenino que declara la superioridad
moral de las mujeres resulta así instrumental para obtener un espacio de intervención en los
debates políticos.
El modelo altamente idealizado y paradigmático de esta intervención pública femenina se
describe en su libro de 1914, Actividades Femeninas en los Estados Unidos. La influencia de la
mujer en la polis americana —según Labarca— opera a través de una amplia red de
organizaciones filantrópicas y de reflexión política que ejerce una gran influencia en las
6
Labarca, Amanda. Bases para una política educacional. Buenos Aires: Losada, 1944.
6
decisiones públicas. Esta red organizativa resultaba posible dado el alto nivel de educación de la
mujer americana, su independencia y su capacidad para la asociación.7
Labarca trazó en sus escritos un programa de mejoramiento legal y social para la mujer y
un modelo educativo que aunque buscaba por un lado instruir a la esposa/madre a fin de lograr la
consolidación de la familia nuclear, la armonía de la pareja y el bienestar de los hijos incluía
como objetivo de primordial importancia, preparar a las mujeres para competir en el mercado de
trabajo siempre y cuando sus circunstancias personales así lo requirieran. La educación de la
mujer constituía además, en su sistema de pensamiento, un irrefutable capital simbólico. Una vez
educadas las mujeres se encontrarían en una posición adecuada para ser aceptadas en las esferas
públicas, como sujetos del discurso social y político que el modelo estadounidense le inspiraba.
Consecuente con este punto de vista Labarca asumió incluso posiciones ambiguas con respecto al
sufragio femenino. En muchos de sus escritos anteriores a los años cuarenta manifestó que el
derecho al voto de la mujer debía subordinarse a su mejor preparación para el ejercicio de los
derechos ciudadanos.8
A lo largo de su vida, Labarca fundó y participó en organizaciones femeninas que generaron
una nueva reflexión sobre la sociedad y la cultura, y expusieron la condición desventajosa de la
mujer chilena. Esas tempranas asociaciones femeninas a las que Labarca impulsó o en las que
participó, iniciaron sin duda, y fueron por lo tanto la condición de posibilidad de un discurso
social y cultural desde la perspectiva de un sujeto de género.
En este contexto se debe recalcar la importancia de la articulación de una autoconciencia
para un determinado grupo que se juzga de esta manera valioso para ofrecerse al conocimiento de
los otros en calidad de sujeto plural con existencia histórica, tal como fue postulado por Hegel. 9
Este concepto se extiende al género femenino en virtud de su experiencia en la historia
occidental:
La aparición de un discurso femenino es ya la posibilidad de un “filosofar” de las
mujeres: la posibilidad que se transformará en hecho consistente con la aparición del discurso
7
Labarca, Amanda. Actividades Femeninas en los Estados Unidos. Santiago. Chile. Imprenta Universitaria,
1914
8
Algunos historiadores y analistas políticos sostienen que los partidos con posiciones políticas progresistas
se oponían al voto femenino por la gran influencia que ejercía la iglesia católica sobre las mujeres. De ahí
que Labarca—adherida a las posiciones del Partido Radical— manifestara en varias ocasiones la necesidad
de “educar” a la mujer antes de otorgarle el derecho al voto. Ver por ejemplo: Maza Valenzuela, Erika.
“Liberals, Radicals and Women’s Ctizenship in Chile.”Notre Dame: Kellog Institute, 1997. (Working
Paper)
9
Roig, Arturo Andrés. Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México: Fondo de Cultura
Económica, 1981, p.9-43.
7
feminista; contradiscurso o contrarrazón en el marco referencial del discurso y la razón
patriarcales, en la medida en que surge como autoconciencia del género femenino.10
El discurso feminista de Amanda Labarca, limitaba sin embargo la incursión de la mujer al
territorio de la “palabra del padre” con las acotaciones propias con que esa “palabra”deslindaba lo
femenino en su tiempo. Labarca, postuló incansablemente una relación de complementariedad y
en el mejor de los casos de equivalencia entre los sexos que no problematizaba fundamentalmente
las normas que controlaban la identidad femenina sino que creaba áreas de acción diferenciadas
para hombres y mujeres. “Hombres y mujeres no son iguales pero sí equivalentes —afirma en
¿Adónde va la mujer?— idénticamente necesarios a la vida y al desarrollo de la raza” (55)
En su escritura, el metatexto teórico que guía su ensayística vis-a vis sus “revelaciones
íntimas” de Desvelos en el Alba y la novela y los cuentos que se publicaron bajo el título de La
lámpara maravillosa en 1921 produce una lectura de gran valor significativo cuando, como lo
aconseja Raquel Olea, se “leen” los condicionantes de la subjetividad productora del sujeto. (108)
11
En Desvelos en el Alba, una serie de reflexiones personales escritas entre 1922 y 1936 y
publicadas en 1945, las polaridades que construyen lo masculino y lo femenino en el discurso
patriarcal entran en un juego de tensiones que lo cuestionan. Admite una porosidad de las
fronteras entre los sexos, postula una filosofía de vida que integre lo estoico y lo epicúreo, la
inteligencia y el instinto, la mente y el sentimiento y aboga por desalojar “a la sexualidad del área
del pecado, el escarnio y la vileza12. (45)
Meditaciones breves y La lámpara maravillosa que contiene una corta novella con este
nombre y nueve cuentos bajo el título de “Cuentos a mi señor” son sus obras de “ficción”. La
lámpara maravillosa esta dedicada a Isidora Valdivia. Se destacan los términos con los cuales
califica a Isidora: “aquella cuya vida silenciosa ha sido para mi una constante inspiración y
ejemplo”. La dedicatoria parece revelar la vacilación y la incertidumbre acerca de su propia febril
actividad pública. Una ambigüedad que Sandra Buschetto-Sandoval detecta en Desvelos en el
alba. 13.
10
López González, Aralia.(coordinadora) “Justificación teórica: fundamentos feministas para la crítica
literaria”. En Sin imágenes falsas. Sin falsos espejos. Narradoras mexicanas del Siglo XX. México: El
Colegio de Mexico, 1995.
11
Olea, Raquel. “Dos escritoras alemanas, Una propuesta de lectura feminista”. En Grau, Olga Ver desde la
mujer. Santiago: Ediciones La Morada, Editorial Cuarto Propio,1990.
12
Labarca, Amanda, Desvelos en el alba. Santiago: Cruz del Sur, 1945
13
Boschetto-Sandoval, Sandra. “The Self Constructing Heroine. Amanda Labarca’s Reflections at Dawn”.
En Meyer, Doris, ed. Reinterpreting the Spanish American Essay: Women Writers of the 19th and 20th.
Century. Austin: University of Texas Press,1995. 90-101.
8
En la novela Eugenio, utiliza a su esposa Matilde como modelo de su pintura. Eugenio
pinta a Matilde, fraguándola en un objeto de arte en el cual se inscriben los valores de lo
femenino definidos por su mundo cultural. En los cuadros que lo llevan a la fama la imagen de
Matilde joven es “un tierno capullo de mujer que [...] tiende [...] al mundo [...]el eterno
ofrecimiento del perenne manantial del amor” (24-25), y en su madurez, una mujer “ajada por los
dolores y las fatigosas esperas [en cuyos] ojos refulgía la santa serenidad que emerge del espíritu,
que ha hallado en la alegre y voluntaria aceptación del destino, la armonía interior”. (75) 14
Matilde, habita y forma parte de “esa casa encerrada, de forma y de alma antiguas” (56)
en la cual, como se infiere, no se filtran las tormentas que agitan a la mujer en la modernidad.
Mientras Matilde espera pacientemente su regreso, Eugenio abandona ese recinto encerrado y se
vincula a lo nuevo, a actores, actrices, y artistas que forman parte de un mundo para quienes la
vida “es movimiento, cambio, novedad”, (32) Sin embargo, con o desde ese mundo no consigue
materializar su obra.
Vuelto al encierro de su hogar la carencia de voz de Matilde, su autoexclusión de toda
vida social, en definitiva su no-ser parecen ofrecerle a Eugenio la superficie lisa del “espejo”, que
Labarca describiera en ¿Adonde va la mujer? Sobre esta tabula rasa Eugenio traza una imagen
que plasma una idea de lo femenino a la medida de sus necesidades y de sus deseos.15
Al analizar los problemas que enfrenta la mujer para elaborar su propia identidad y crear
artísticamente su propia imagen Susan Gubar nos recuerda en su artículo “The Blank Page and
the Issues of Feminine Creativity” que en la tradición occidental el escritor (hombre) es
considerado un patriarca estético, un progenitor, que engendra los modelos legítimos de la
creación artística. La creatividad femenina, señala Gubar se encuentra así cautiva de la autoría (la
autoridad) masculina que es el orden simbólico que la define. .16
La imagen de sí misma como texto acuñado por la cultura ha afectado necesariamente el
imaginario de la mujer. En el caso de Labarca el deslinde de las esferas genéricas de acuerdo al
arreglo de complementariedad de los sexos que propulsó parecen afirmarse en La lámpara
maravillosa ya que el sujeto de la narración no deplora sino que celebra la inmolación de la mujer
a los designios cimeros de la vocación artística de su marido.
14
Labarca, Amanda. La lámpara maravillosa. Santiago: Casa Editorial Minerva, 1921
En la escritura feminista contemporánea la imagen del espejo resulta valiosa para analizar la
construcción del sujeto femenino en las relaciones entre los sexos. Así Luce Irigaray afirma que la noción
de mujer ha funcionado como un espejo colocado frente a los ojos del hombre, cuya superficie plana solo
devolvía la tranquilizadora imagen especular de unidad y completitud de un sujeto que no solo se contiene
a sí mismo sino que es capaz de autoproducirse. Iriagary, Luce. Speculum of the Other Woman. Trad.
Gillian C. Gill. Ithaca: Cornell University;1985.
16
Gubar, Susan. “’The Blank Page’ and the Issues of Female Creativity”. En Showlater, Elaine.ed. The
New Feminist Criticism. Essays on Women, Literature and Theory. New York: Panteón Books,1985
15
9
Los nueve cuentos que suceden a la novela se configuran como una serie de narraciones
en las cuales una voz femenina narra explicando a alguien —cuya figura respetable se define por
el título— (“Cuentos a mi señor”), la existencia femenina como un trayecto de autodestrucción.
Ensayando una crítica a la condición de la mujer Labarca crea personajes femeninos a los cuales
la impotencia y el desamparo confinan a una espera estéril del amor conyugal y a la dependencia
del deseo o de la decisión de otros.
Sin embargo el primer cuento, particularmente significativo, se destaca porque alegoriza
con un acertado ingrediente irónico, el malestar y el rechazo que la participación activa de la
mujer en las esferas marcadas como “masculinas” produce entre los hombres. 17 “Los cuatro”que
es el título del cuento, son cuatro ladrones que aceptan la compañía de una mujer en tanto y en
cuanto ella limita su quehacer a la esfera doméstica. Cuando— demostrada su destreza y su
fuerza física— participa en sus fechorías en un pié de igualdad, los ladrones sienten un malestar
difuso, casi inexplicable, malestar que resuelven asesinándola. Suprimida la presencia inquietante
de la mujer, el mundo parece volver a los cauces normales ya que entonces, “una gran paz y
amistad [volvió] de nuevo a ligarles (a los cuatro amigos ladrones) para siempre” (La lámpara,
89).
Casi como un metafórico corolario a esta narración, en los cuentos que le suceden el
silencio y la pasividad signan la vida de las mujeres. Enclaustradas entre las cuatro paredes de la
casa, sus necesidades materiales se resuelven en la espera de ascenso social a través de un
matrimonio que nunca llega y sus posibilidades de realización personal se reducen a una
cosmovisión limitada por un programado deseo de amor. La vida de los personajes femeninos es
una espera absorta. La protagonista de “Poema de amor”, que nunca había reparado en su propio
cuerpo, descubre, ante la promesa de matrimonio, el brillo y el color marfil de sus pechos, que se
marchitan cuando el pretendiente la abandona. (La Lámpara, 99) En “Las catreras” las tres
hermanas que esperan vanamente la cristalización de sus idealizados sueños de matrimonio
terminan “fatigadas, suspirantes deseando la muerte, encorvadas bajo el peso de sus ilusiones
fenecidas.” (La lámpara,128)
En Actividades Femeninas en los Estados Unidos, Amanda Labarca, expresó la necesidad
de creación de un arte genuinamente femenino.
La obra de arte que debería encarnar el jenio del sexo tampoco existe i será menester
crearla, olvidando los modelos que han consagrado los hombres. Los sentimientos, los ideales,
17
La ironía según Bajtín genera una ambivalencia derivada del hecho de que la palabra ajena es convocada
y aprovechada para transmitir propósitos hostiles a ella. Bajtín, Mijail. Problemas de la poética de
Dostoiewski. México: Fondo de Cultura Económica, 1981.
10
las aspiraciones femeninas se espresarán en palabras, en colores, en acordes de una técnica i de
un espíritu nuevos (172-73).
Aunque en Desvelos admite que no ha conseguido producir la obra que hubiera deseado
manifiesta que sentía la necesidad de escribir para revelar su subjetividad.
En la ficción de Amanda Labarca, la construcción del sujeto femenino presenta a pesar de
su voluntad de “olvidar los modelos que han consagrado los hombres”, una carencia que ella
misma reconoce. El encuentro con la política genérica la llevó a descubrir el horizonte de la
diferencia sexual y el deseo o la necesidad de encontrarse representada en un lenguaje que
articulara su experiencia. En su escritura, aquello que Macherey llamara “el imperativo
ideológico”(296) o sea la intención conciente que guía la elaboración de la obra, emerge
fundamentalmente en su producción ensayística. En ella aboga por la reforma de las estructuras
legales y las limitaciones educativas que mantenían a la mujer en una total dependencia.18
No obstante, como la mayoría de las feministas comprometidas de su época Labarca
intentó conciliar la lucha por la igualdad legal y política de la mujer, que reconocía como
imprescindible, con la imagen tradicional de la esposa/ madre abnegada y consagrada al hogar y a
los hijos.
Al abrazar un aspecto importante del estatuto simbólico que constituye la conciencia de
la mujer—me refiero a su aprobación a la separación de las esferas de acción para cada sexo,—
termina plasmando, principalmente en su novella, una identidad femenina aprisionada en el
encierro de la domesticidad y limitada en sus posibilidades de trascender el estrecho horizonte del
amor conyugal.
En su corta obra de ficción, vis a vis su ensayística y sus “desvelos”, se revelan las fisuras
de la relación entre el género definido por el orden hegemónico y una subjetividad que pugna por
descubrir y expresar su experiencia, las presiones que sufre la arquitectura interior, deseante de la
mujer, condicionada por el poder simbólico de la cultura de su época. Una época ésta de
transición en la cual la aparición de “la mujer nueva” que reclamaba la igualdad de derechos
civiles, sociales y políticos con el hombre y comenzaba a ocupar un espacio en la esfera pública,
desafiaba la imagen persistente de la mujer sancionada por la tradición.
18
Macherey,Pierre. A Theory of Literary Production. Trad. Geoffrey Wall. London: Routledge and Kegan,
1978
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