1 Amanda Labarca: Ideas nuevas imaginarios tradicionales Aída Apter-Cragnolino Texas Lutheran University Latin American Studies Association XXIII International Congress Session: Cul 02 Los movimiento feministas de fines del siglo XIX y las primeras cuatro décadas del siglo XX emprendieron un primer acercamiento a una conciencia femenina que constituyó el armazón básico y la condición de posibilidad del discurso feminista posterior. Las reivindicaciones que esas mujeres plantearon y sus logros, abrieron un espacio social desde el cual pudieron proponerse posteriormente nuevas desafíos a la tradición del pensamiento patriarcal. Estos desafíos desembocaron en las prácticas significativas que a partir de los años sesenta efectuaron una de las críticas más radicales a la concepción del sujeto elaborada desde el iluminismo. El feminismo desde entonces emprendió una revisión epistemológica que ha tratado de generizar la noción misma de sujeto para revisarla históricamente. Desde estas consideraciones, el discurso feminista actual, invierte los términos de la construcción de lo femenino del pasado. Las iniciadoras de las primeras décadas del siglo XX, lejos de subvertir las estructuras de pensamiento que determinaban la identidad y el lugar de la mujer en la sociedad, confinaron su militancia a conquistar espacios hasta entonces estrictamente vedados a su acción, evitando cuestionar el concepto de lo femenino entonces imperante. En Chile, los primeros movimientos que lucharon por demandas circunscritas a los intereses de la mujer, comenzaron a surgir en los últimos años del siglo XIX. Estos primeros esfuerzos fueron continuados por los centros Belén de Zárraga creados en la pampa salitrera a partir del año 1913, bajo los auspicios de Luis Emilio Recabarren, el fundador del Partido Socialista Obrero. Los centros Belén de Zárraga se destacaron por haber introducido en la discusión política de la izquierda a la liberación femenina como reivindicación específica que no podía subsumirse totalmente en un planteo transexual de la lucha de clases. Llevaron a cabo una labor de concientización basada principalmente en la denuncia del papel opresivo de la iglesia católica y abogaron por ayudar a la mujer a percibirse desde una identidad humana independiente. Julieta Kirkwood subrayaba al respecto: Esos planteos, si bien eran inaceptables para las grandes masas, en esa época no estaban absolutamente fuera de la discusión social, puesto que desde 1913, se hablaba desde algunas 2 vanguardias como el Centro Belén de Zárraga en Iquique, de libre pensamiento, de liberalizar el amor, del rechazo al matrimonio (Kirkwood, 78) 1 Agregaba Kirkwood, que “la actividad desplegada por los Centros Belén de Zárraga fue de magnitud tal que difícilmente pudo ser igualada cuarenta años más tarde, aún en condiciones más favorables en cuanto al desarrollo político y social de las mujeres”. (Ser política,102) Los centros Belén de Zárraga y sus francas posiciones libertarias no tuvieron repercusión en la historia de las luchas femeninas inmediatamente posteriores. Los movimientos feministas fueron encabezados durante los primeros años del siglo XX y hasta la promulgación del derecho al voto femenino de los años cuarenta por mujeres de las clases medias en ascenso, que habían logrado un nivel educativo considerable. La escritura y la acción política que emprendieron cuestionaban el statu-quo social y jurídico que relegaba a la mujer a un estado legal equivalente a la de los menores de edad. Adoptaron, sin embargo, un tono mesurado, articulado en una doble voz que incorporaba los estereotipos genéricos prevalecientes en los discursos sociales de su época. Amanda Labarca, es, por su escritura y su militancia en las actividades feministas de la prima mitad del siglo XX (nació en 1887 y murió en 1975), una representante cabal y destacada de este grupo de mujeres de la naciente pequeña burguesía que logró incorporarse al mundo profesional, y participó activamente en la lucha por lograr mejoras en la situación política, social y civil de la mujer. En 1905 se graduó de profesora de castellano y comenzó una ascendente carrera profesional, que la llevó a ocupar cargos directivos en instituciones de enseñanza media y superior. Esta actividad culminó en 1924 con su nombramiento como profesora titular de la cátedra de Psicología de la Universidad de Chile. Se convirtió así en la primera mujer, que presidió una cátedra universitaria en Chile. Es importante destacar, que en 1946 fue nombrada delegada plenipotenciaria del gobierno ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Escribió varios libros sobre la cuestión femenina, sobre temas relacionados con la educación, ensayos de crítica literaria y algunas obras de ficción. Pionera de los movimientos de mujeres de la primera mitad del siglo XX en Chile, se ha dicho que Amanda Labarca fue una adelantada de su tiempo. Efectivamente, desde muy joven desplegó una actividad profesional y una acción organizativa y militante de avanzada. Reveló así un nivel de conciencia y comprensión de la realidad chilena y de la situación social de la mujer poco común para su época. 1 Kirkwood, Julieta. Ser política en Chile. Las feministas y los partidos. Santiago: FLACSO, 1986 3 De todos modos, en su escritura, las relaciones de género, la noción de familia y su significado en el tejido social, el tratamiento de la sexualidad, y de la identidad de la mujer se presentan tensionadas entre un discurso que intenta desplegar la articulación de la experiencia femenina frustrada en sus posibilidades de desarrollo individual y las asignaciones de género del bagaje discursivo de su época. En sus ensayos feministas, y en sus estudios sobre la mujer, entre otros, Actividades Femeninas en los Estados Unidos (1914) ¿Adónde va la mujer?(1934), Bases para una política educacional (1944) y Feminismo contemporáneo (1947), Labarca inscribe sus reflexiones en una lectura de la historia cuya premisa básica es la evolución inevitable del mundo social. Ubica en la revolución francesa la coyuntura histórica que permitió el discurso feminista, aunque este no se desarrolló hasta fines del siglo XIX, que recogiendo el pensamiento de la Ilustración sancionó, en sus declaraciones de principios el concepto de la individualidad como cimiento de la autodeterminación y la libertad del Hombre en cuanto sujeto humano. Recalca además que la primera Asamblea Constituyente surgida de la revolución francesa declaró los derechos igualitarios de la mujer, aunque posteriormente fueron conculcados. El prólogo de ¿Adonde va la mujer? (1934), que se titula “La lámpara y el espejo” es un comentario sobre los personajes femeninos de las Novelas Ejemplares de Cervantes y sobre la Nora de Casa de Muñecas de Ibsen.2 Estos dos términos, que ocupan un lugar preponderante en su sistema significativo plantean los límites del ejercicio del libre albedrío como posibilidad de realización humana de la mujer. Labarca percibe— dentro de los confines de sus presupuestos epistemológicos— la exclusión de la mujer de la categoría de Sujeto que define lo humano. La mujer como espejo —indica— abdica de su voluntad para reflejar la voluntad del hombre. ¿Habrá algo más halagador para la vanidad masculina que duplicar su yo en el otro ser acaso más bello y más puro que el original, mirarse en un espejo que devuelve la figura embellecida del amor? (5) La mujer como lámpara,— prosigue Labarca,— posee la luz propia de la voluntad femenina que, según la autora, “todavía arroja una llama incierta” A partir de allí recorre, las distintas etapas en que se desenvuelven los nuevos registros y mecanismos que afectan las relaciones de género, definiendo una línea evolutiva en el devenir histórico desde las regulaciones del derecho romano hasta su presente. Labarca recobra asimismo una genealogía femenina que construye un lugar de la mujer en la historia situándola en un tiempo “lineal”que —como lo señala Julia Kristeva— es el tiempo 2 Labarca, Amanda. ¿Adónde va la mujer? Santiago de Chile:Ediciones Extra, 1934 4 como proyecto, teleología y progreso.3 Un tiempo que, aunque la inscribe en el orden simbólico identificado con el Padre resulta necesario—como opina la misma teórica en otro de sus escritos— para adquirir voz en el ámbito de la política y de la historia4 Consecuente con su diseño discursivo, se detiene especialmente en un análisis de los cambios que la modernidad y la industrialización han traído a la estructura de la antigua familia patriarcal forzando a hombres y mujeres proletarios e incluso mujeres de la clase media a trabajar fuera del ámbito doméstico. La mujer en esas condiciones —opinaba Labarca— se encontró doblemente desposeída, ya que su carencia de derechos civiles y su escasa educación le impedían competir en el mercado de trabajo. Es esta nueva situación histórica la que tornaba totalmente injustificable y anacrónica la condición civil de la mujer, y los prejuicios que la confinaban al hogar. Fue esa coyuntura histórica lo que impulsó la escritura y la militancia de la autora en favor de su reforma. Este modelo interpretativo del desarrollo histórico, sin embargo, era más adecuado a la realidad europea y a la de las clases medias urbanas, que a los modos de vida de las clases populares chilenas. La inserción de la economía chilena en el mercado capitalista mundial requería la estabilidad y el disciplinamiento de las clases proletarias haciendo indispensable para la viabilidad de este nuevo orden la creación de un tipo familiar en el que cada sexo ocupara un espacio definido. El varón se debía convertir en mando de obra asalariada estable y proveedor del sustento familiar. A la mujer se la asignaba al ámbito doméstico, y su función primordial era la reproducción, y la crianza de hijos sanos y capaces de integrarse a la fuerza de trabajo. Sin embargo en Chile, —como lo señalan Gabriel Salazar y Alejandra Brito Peña—la organización familiar de las clases populares no respondía al modelo tradicional de la familia nuclear. 5 En busca de trabajo en los campos, en las minas, y en las ciudades, la gran movilidad del hombre ya desde principios del siglo XX, impedía las relaciones familiares estables. La mujer, a cargo de los hijos, logró cierta autonomía dada su capacidad de generar actividades económicas de subsistencia propia. Labarca percibió la realidad de las condiciones de vida popular, atribuyéndola en Bases para una política educacional (1944) a las características mestizas del país, no tanto por su conformación racial sino más bien por sus rasgos culturales. Lo que ella llamó la necesidad de su 3 Kristeva, Julia “Women’s Time”. En Moi, Toril. ed. The Kristeva Reader. New York. Columbia University Press, 1983, p.187. 4 . “About Chinese Women”. Moi, Toril. The Kristeva Reader , p.156. 5 Salazar, Gabriel. Labradores, Peones y Proletarios. Santiago: Ediciones Sur, 1985. Brito, Alejandra. “Del rancho al conventillo:tranformaciones de la identidad popular femenina. Santiago de Chile 1850-1920.” En Godoy, Lorena, et.al. Disciplina y Desacato. Construcción de la identidad en Chile, Siglos XIX y XX. Santiago: SUR-CEDEM, 1995 5 “blanqueamiento” era la necesidad de homogeneizar las costumbres de las clases populares siguiendo el modelo de la familia nuclear y adoptando una ética de trabajo acorde con las necesidades del mercado capitalista. Este modelo se lograría, a su entender, mejorando las condiciones materiales de vida y facilitando el acceso a la educación: “para que nuestro pueblo viva de acuerdo con la cultura moderna, a base de moral social, ritmo de trabajo intenso, educación extendida a todos, alta higiene y sana alegría”.6(19) En el desarrollo de esta perspectiva el proyecto educativo que considera de importancia fundamental coincidía con las intervenciones del estado modernizador que requería regular la vida sexual. En una sociedad que experimentaba un complicado proceso de cambio, la educación como institución de reproducción e imposición de la ideología nacional tenía una importancia esencial. A través de ella se reproduciría el sistema simbólico de la modernidad contribuyendo a las necesidades de los nuevos desarrollos económico-sociales. En esta tarea de transformación cultural la mujer de clase media y alta podía y debía cumplir, —según Labarca—una tarea esencial a través de una amplia gama de actividades filantrópicas y tareas de moralización de las clases populares para las cuales, estaba particularmente dotada dada su especial sensibilidad. La sagacidad con que Labarca analiza la experiencia y el desarrollo de la condición de la mujer desde un punto de vista histórico no le impide adherirse a una noción, cara al discurso que iniciado en la Ilustración, rescataba una esencia puramente femenina. Derivada de su vocación maternal esta esencia le otorgaría a la mujer intuición, abnegación y valores morales superiores. Esta esencia femenina que tanto victorianos como católicos habían considerado un atributo que las mujeres debían cultivar, refugiándose en el hogar y alejándose del quehacer público que las contaminaría, es refuncionalizado en el discurso modernizador feminista de principios del siglo XX. La articulación simbólica de lo femenino que declara la superioridad moral de las mujeres resulta así instrumental para obtener un espacio de intervención en los debates políticos. El modelo altamente idealizado y paradigmático de esta intervención pública femenina se describe en su libro de 1914, Actividades Femeninas en los Estados Unidos. La influencia de la mujer en la polis americana —según Labarca— opera a través de una amplia red de organizaciones filantrópicas y de reflexión política que ejerce una gran influencia en las 6 Labarca, Amanda. Bases para una política educacional. Buenos Aires: Losada, 1944. 6 decisiones públicas. Esta red organizativa resultaba posible dado el alto nivel de educación de la mujer americana, su independencia y su capacidad para la asociación.7 Labarca trazó en sus escritos un programa de mejoramiento legal y social para la mujer y un modelo educativo que aunque buscaba por un lado instruir a la esposa/madre a fin de lograr la consolidación de la familia nuclear, la armonía de la pareja y el bienestar de los hijos incluía como objetivo de primordial importancia, preparar a las mujeres para competir en el mercado de trabajo siempre y cuando sus circunstancias personales así lo requirieran. La educación de la mujer constituía además, en su sistema de pensamiento, un irrefutable capital simbólico. Una vez educadas las mujeres se encontrarían en una posición adecuada para ser aceptadas en las esferas públicas, como sujetos del discurso social y político que el modelo estadounidense le inspiraba. Consecuente con este punto de vista Labarca asumió incluso posiciones ambiguas con respecto al sufragio femenino. En muchos de sus escritos anteriores a los años cuarenta manifestó que el derecho al voto de la mujer debía subordinarse a su mejor preparación para el ejercicio de los derechos ciudadanos.8 A lo largo de su vida, Labarca fundó y participó en organizaciones femeninas que generaron una nueva reflexión sobre la sociedad y la cultura, y expusieron la condición desventajosa de la mujer chilena. Esas tempranas asociaciones femeninas a las que Labarca impulsó o en las que participó, iniciaron sin duda, y fueron por lo tanto la condición de posibilidad de un discurso social y cultural desde la perspectiva de un sujeto de género. En este contexto se debe recalcar la importancia de la articulación de una autoconciencia para un determinado grupo que se juzga de esta manera valioso para ofrecerse al conocimiento de los otros en calidad de sujeto plural con existencia histórica, tal como fue postulado por Hegel. 9 Este concepto se extiende al género femenino en virtud de su experiencia en la historia occidental: La aparición de un discurso femenino es ya la posibilidad de un “filosofar” de las mujeres: la posibilidad que se transformará en hecho consistente con la aparición del discurso 7 Labarca, Amanda. Actividades Femeninas en los Estados Unidos. Santiago. Chile. Imprenta Universitaria, 1914 8 Algunos historiadores y analistas políticos sostienen que los partidos con posiciones políticas progresistas se oponían al voto femenino por la gran influencia que ejercía la iglesia católica sobre las mujeres. De ahí que Labarca—adherida a las posiciones del Partido Radical— manifestara en varias ocasiones la necesidad de “educar” a la mujer antes de otorgarle el derecho al voto. Ver por ejemplo: Maza Valenzuela, Erika. “Liberals, Radicals and Women’s Ctizenship in Chile.”Notre Dame: Kellog Institute, 1997. (Working Paper) 9 Roig, Arturo Andrés. Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México: Fondo de Cultura Económica, 1981, p.9-43. 7 feminista; contradiscurso o contrarrazón en el marco referencial del discurso y la razón patriarcales, en la medida en que surge como autoconciencia del género femenino.10 El discurso feminista de Amanda Labarca, limitaba sin embargo la incursión de la mujer al territorio de la “palabra del padre” con las acotaciones propias con que esa “palabra”deslindaba lo femenino en su tiempo. Labarca, postuló incansablemente una relación de complementariedad y en el mejor de los casos de equivalencia entre los sexos que no problematizaba fundamentalmente las normas que controlaban la identidad femenina sino que creaba áreas de acción diferenciadas para hombres y mujeres. “Hombres y mujeres no son iguales pero sí equivalentes —afirma en ¿Adónde va la mujer?— idénticamente necesarios a la vida y al desarrollo de la raza” (55) En su escritura, el metatexto teórico que guía su ensayística vis-a vis sus “revelaciones íntimas” de Desvelos en el Alba y la novela y los cuentos que se publicaron bajo el título de La lámpara maravillosa en 1921 produce una lectura de gran valor significativo cuando, como lo aconseja Raquel Olea, se “leen” los condicionantes de la subjetividad productora del sujeto. (108) 11 En Desvelos en el Alba, una serie de reflexiones personales escritas entre 1922 y 1936 y publicadas en 1945, las polaridades que construyen lo masculino y lo femenino en el discurso patriarcal entran en un juego de tensiones que lo cuestionan. Admite una porosidad de las fronteras entre los sexos, postula una filosofía de vida que integre lo estoico y lo epicúreo, la inteligencia y el instinto, la mente y el sentimiento y aboga por desalojar “a la sexualidad del área del pecado, el escarnio y la vileza12. (45) Meditaciones breves y La lámpara maravillosa que contiene una corta novella con este nombre y nueve cuentos bajo el título de “Cuentos a mi señor” son sus obras de “ficción”. La lámpara maravillosa esta dedicada a Isidora Valdivia. Se destacan los términos con los cuales califica a Isidora: “aquella cuya vida silenciosa ha sido para mi una constante inspiración y ejemplo”. La dedicatoria parece revelar la vacilación y la incertidumbre acerca de su propia febril actividad pública. Una ambigüedad que Sandra Buschetto-Sandoval detecta en Desvelos en el alba. 13. 10 López González, Aralia.(coordinadora) “Justificación teórica: fundamentos feministas para la crítica literaria”. En Sin imágenes falsas. Sin falsos espejos. Narradoras mexicanas del Siglo XX. México: El Colegio de Mexico, 1995. 11 Olea, Raquel. “Dos escritoras alemanas, Una propuesta de lectura feminista”. En Grau, Olga Ver desde la mujer. Santiago: Ediciones La Morada, Editorial Cuarto Propio,1990. 12 Labarca, Amanda, Desvelos en el alba. Santiago: Cruz del Sur, 1945 13 Boschetto-Sandoval, Sandra. “The Self Constructing Heroine. Amanda Labarca’s Reflections at Dawn”. En Meyer, Doris, ed. Reinterpreting the Spanish American Essay: Women Writers of the 19th and 20th. Century. Austin: University of Texas Press,1995. 90-101. 8 En la novela Eugenio, utiliza a su esposa Matilde como modelo de su pintura. Eugenio pinta a Matilde, fraguándola en un objeto de arte en el cual se inscriben los valores de lo femenino definidos por su mundo cultural. En los cuadros que lo llevan a la fama la imagen de Matilde joven es “un tierno capullo de mujer que [...] tiende [...] al mundo [...]el eterno ofrecimiento del perenne manantial del amor” (24-25), y en su madurez, una mujer “ajada por los dolores y las fatigosas esperas [en cuyos] ojos refulgía la santa serenidad que emerge del espíritu, que ha hallado en la alegre y voluntaria aceptación del destino, la armonía interior”. (75) 14 Matilde, habita y forma parte de “esa casa encerrada, de forma y de alma antiguas” (56) en la cual, como se infiere, no se filtran las tormentas que agitan a la mujer en la modernidad. Mientras Matilde espera pacientemente su regreso, Eugenio abandona ese recinto encerrado y se vincula a lo nuevo, a actores, actrices, y artistas que forman parte de un mundo para quienes la vida “es movimiento, cambio, novedad”, (32) Sin embargo, con o desde ese mundo no consigue materializar su obra. Vuelto al encierro de su hogar la carencia de voz de Matilde, su autoexclusión de toda vida social, en definitiva su no-ser parecen ofrecerle a Eugenio la superficie lisa del “espejo”, que Labarca describiera en ¿Adonde va la mujer? Sobre esta tabula rasa Eugenio traza una imagen que plasma una idea de lo femenino a la medida de sus necesidades y de sus deseos.15 Al analizar los problemas que enfrenta la mujer para elaborar su propia identidad y crear artísticamente su propia imagen Susan Gubar nos recuerda en su artículo “The Blank Page and the Issues of Feminine Creativity” que en la tradición occidental el escritor (hombre) es considerado un patriarca estético, un progenitor, que engendra los modelos legítimos de la creación artística. La creatividad femenina, señala Gubar se encuentra así cautiva de la autoría (la autoridad) masculina que es el orden simbólico que la define. .16 La imagen de sí misma como texto acuñado por la cultura ha afectado necesariamente el imaginario de la mujer. En el caso de Labarca el deslinde de las esferas genéricas de acuerdo al arreglo de complementariedad de los sexos que propulsó parecen afirmarse en La lámpara maravillosa ya que el sujeto de la narración no deplora sino que celebra la inmolación de la mujer a los designios cimeros de la vocación artística de su marido. 14 Labarca, Amanda. La lámpara maravillosa. Santiago: Casa Editorial Minerva, 1921 En la escritura feminista contemporánea la imagen del espejo resulta valiosa para analizar la construcción del sujeto femenino en las relaciones entre los sexos. Así Luce Irigaray afirma que la noción de mujer ha funcionado como un espejo colocado frente a los ojos del hombre, cuya superficie plana solo devolvía la tranquilizadora imagen especular de unidad y completitud de un sujeto que no solo se contiene a sí mismo sino que es capaz de autoproducirse. Iriagary, Luce. Speculum of the Other Woman. Trad. Gillian C. Gill. Ithaca: Cornell University;1985. 16 Gubar, Susan. “’The Blank Page’ and the Issues of Female Creativity”. En Showlater, Elaine.ed. The New Feminist Criticism. Essays on Women, Literature and Theory. New York: Panteón Books,1985 15 9 Los nueve cuentos que suceden a la novela se configuran como una serie de narraciones en las cuales una voz femenina narra explicando a alguien —cuya figura respetable se define por el título— (“Cuentos a mi señor”), la existencia femenina como un trayecto de autodestrucción. Ensayando una crítica a la condición de la mujer Labarca crea personajes femeninos a los cuales la impotencia y el desamparo confinan a una espera estéril del amor conyugal y a la dependencia del deseo o de la decisión de otros. Sin embargo el primer cuento, particularmente significativo, se destaca porque alegoriza con un acertado ingrediente irónico, el malestar y el rechazo que la participación activa de la mujer en las esferas marcadas como “masculinas” produce entre los hombres. 17 “Los cuatro”que es el título del cuento, son cuatro ladrones que aceptan la compañía de una mujer en tanto y en cuanto ella limita su quehacer a la esfera doméstica. Cuando— demostrada su destreza y su fuerza física— participa en sus fechorías en un pié de igualdad, los ladrones sienten un malestar difuso, casi inexplicable, malestar que resuelven asesinándola. Suprimida la presencia inquietante de la mujer, el mundo parece volver a los cauces normales ya que entonces, “una gran paz y amistad [volvió] de nuevo a ligarles (a los cuatro amigos ladrones) para siempre” (La lámpara, 89). Casi como un metafórico corolario a esta narración, en los cuentos que le suceden el silencio y la pasividad signan la vida de las mujeres. Enclaustradas entre las cuatro paredes de la casa, sus necesidades materiales se resuelven en la espera de ascenso social a través de un matrimonio que nunca llega y sus posibilidades de realización personal se reducen a una cosmovisión limitada por un programado deseo de amor. La vida de los personajes femeninos es una espera absorta. La protagonista de “Poema de amor”, que nunca había reparado en su propio cuerpo, descubre, ante la promesa de matrimonio, el brillo y el color marfil de sus pechos, que se marchitan cuando el pretendiente la abandona. (La Lámpara, 99) En “Las catreras” las tres hermanas que esperan vanamente la cristalización de sus idealizados sueños de matrimonio terminan “fatigadas, suspirantes deseando la muerte, encorvadas bajo el peso de sus ilusiones fenecidas.” (La lámpara,128) En Actividades Femeninas en los Estados Unidos, Amanda Labarca, expresó la necesidad de creación de un arte genuinamente femenino. La obra de arte que debería encarnar el jenio del sexo tampoco existe i será menester crearla, olvidando los modelos que han consagrado los hombres. Los sentimientos, los ideales, 17 La ironía según Bajtín genera una ambivalencia derivada del hecho de que la palabra ajena es convocada y aprovechada para transmitir propósitos hostiles a ella. Bajtín, Mijail. Problemas de la poética de Dostoiewski. México: Fondo de Cultura Económica, 1981. 10 las aspiraciones femeninas se espresarán en palabras, en colores, en acordes de una técnica i de un espíritu nuevos (172-73). Aunque en Desvelos admite que no ha conseguido producir la obra que hubiera deseado manifiesta que sentía la necesidad de escribir para revelar su subjetividad. En la ficción de Amanda Labarca, la construcción del sujeto femenino presenta a pesar de su voluntad de “olvidar los modelos que han consagrado los hombres”, una carencia que ella misma reconoce. El encuentro con la política genérica la llevó a descubrir el horizonte de la diferencia sexual y el deseo o la necesidad de encontrarse representada en un lenguaje que articulara su experiencia. En su escritura, aquello que Macherey llamara “el imperativo ideológico”(296) o sea la intención conciente que guía la elaboración de la obra, emerge fundamentalmente en su producción ensayística. En ella aboga por la reforma de las estructuras legales y las limitaciones educativas que mantenían a la mujer en una total dependencia.18 No obstante, como la mayoría de las feministas comprometidas de su época Labarca intentó conciliar la lucha por la igualdad legal y política de la mujer, que reconocía como imprescindible, con la imagen tradicional de la esposa/ madre abnegada y consagrada al hogar y a los hijos. Al abrazar un aspecto importante del estatuto simbólico que constituye la conciencia de la mujer—me refiero a su aprobación a la separación de las esferas de acción para cada sexo,— termina plasmando, principalmente en su novella, una identidad femenina aprisionada en el encierro de la domesticidad y limitada en sus posibilidades de trascender el estrecho horizonte del amor conyugal. En su corta obra de ficción, vis a vis su ensayística y sus “desvelos”, se revelan las fisuras de la relación entre el género definido por el orden hegemónico y una subjetividad que pugna por descubrir y expresar su experiencia, las presiones que sufre la arquitectura interior, deseante de la mujer, condicionada por el poder simbólico de la cultura de su época. Una época ésta de transición en la cual la aparición de “la mujer nueva” que reclamaba la igualdad de derechos civiles, sociales y políticos con el hombre y comenzaba a ocupar un espacio en la esfera pública, desafiaba la imagen persistente de la mujer sancionada por la tradición. 18 Macherey,Pierre. A Theory of Literary Production. Trad. Geoffrey Wall. London: Routledge and Kegan, 1978