CUARTO CERTAMEN DE CUENTOS Y LEYENDAS CONCELLO MONDARIZ BALNEARIO Categoría adultos SEUDÓNIMO: ÁNGEL DE CERVANTES TÍTULO: "¿QUÉ HACES, RAMIRO?" En las tardes lluviosas, el fantasma de Ramiro recorre las calles del pueblo. Camina despacio, como dándole tiempo a su sombra a alcanzarle. Sube por la calle principal, baja por otra entre cultivos, bordea el río por el sendero, y vuelve a empezar una ruta sin otro rumbo que recorrerla de nuevo. El fantasma de Ramiro no parece cansarse; un desconsuelo domina en cambio su mente, una tristeza antigua e íntima. Los días húmedos le conducen a una fuente de agua mineral: la inercia de necesitar un vaso de agua como una medicina. Si está allí Alicia, se queda sorprendida al verle. -¿Qué haces, Ramiro? -le pregunta. -Vengo a coger agua de la fuente. Este reuma me está matando. -Tú ya estás muerto, Ramiro. Alicia tendrá razón. Conoce a Ramiro desde que era niña: vecinos en un pueblo pequeño donde todos se conocen. Viviendo en casas cercanas, a veces parecían ser todos de la misma familia. Llegaron a serlo de verdad cuando ella se casó con el hijo de Ramiro. Alicia siente una lástima profunda por el fantasma de Ramiro. Tan solo y tan errante, tan triste y tan invisible, le despierta cierto sentimiento maternal que le impide dejar de hablarle, pero quisiera decirle cosas que aun siendo peores podrían evitarle a él su pena y a ella verle penando. Le ve alejarse después bajo la lluvia, despacio, vagando por algún hueco de su mente que todavía no encuentra respuestas. En las tardes lluviosas, el fantasma de Ramiro sigue dándole vueltas a un pensamiento. A veces permanece un tiempo frente a su casa, como esperando que salgan a darle la buena noticia. No sale nadie. Y cuando lo hace alguien, es una anciana enlutada a la que no reconoce, y ella le ignora. Reanuda confuso su camino sin rumbo decidido, como tampoco ha decidido que pasen muchas cosas que al final pasaron. Alicia tendrá razón en lo que dice, pero Ramiro no deja de ir a tomar su vaso de agua en los días húmedos. Algunas veces que la ve allí, sorprendida, Ramiro le pregunta si hay noticias de Enrique. - Enrique murió hace muchos años -le recuerda su viuda. Luego ella, con dulzura, le pregunta por qué sigue bebiendo del agua del manantial. -Me viene bien para el reuma. Este agua es milagrosa. Como dice la creencia, a Mondariz va de muerto quien no fue de vivo. -Eso es a San Andrés de Teixido —corrige ella. Ramiro no parece escucharla, y se aleja de la fuente, tan despacio y tan solo como estaba al acercarse. Otras tardes lluviosas, el fantasma de Ramiro no encuentra a Alicia en la fuente, ni a nadie que le hable, ni a ningún conocido en otros lugares, ni a veces recuerda los rincones o las plazas por las que pasa, ni las casas nuevas que encuentra cerca del río, ni reconoce ese balneario que ya no es el que visitó en otros tiempos, en compañía de su hijo Enrique, cuando las lluvias aumentaban el dolor de su reuma. -Cuando sea viejo, Enrique —le decía-, seguiré tomando estos baños y seguiré bebiendo agua de la fuente. La necesito. Voy muchas veces a coger ese agua mineral. -Creo que seguirías yendo después de muerto si en la tumba no encontraras alivio para tus huesos —le respondía Enrique, de broma, pero como anticipando un secreto. Luego Ramiro le preguntaba por la mujer. -¿Alicia? Está bien, se pone muy contenta cuando regreso de la mar. Alicia tendrá razón cuando culpa a Ramiro de no retenerle; algo parecía haber surgido entre ellos que no se ha solucionado, algo que no acierta a comprender el fantasma, por muchas caminatas erráticas que haga, algo que no es capaz de revelar la viuda, por muchas veces que se sorprenda al ver al fantasma en la fuente, algo, algo. En las tardes lluviosas, el fantasma de Ramiro recorre las calles del pueblo, una y otra vez, esperando todavía que regrese Enrique de la mar, como un deseo que permanece frustrado, aunque Alicia no deje de repetirle que nunca volverá. Camina errático, preguntándose por algo que pudo pasarle su hijo para que se fuera tan lejos. Camina desconcertado, por tantas cosas distintas en este pueblo donde vivió siempre. El fantasma camina despacio, como dándole tiempo a su sombra a alcanzarle, sombra tan húmeda como húmedos se ponen los huesos que le hacen necesitar un vaso del manantial. Se encuentra allí a veces a Alicia, la vecina que creció con ellos, la viuda que también echa de menos a Enrique, la mujer dulce que aún después de tanto tiempo se queda sorprendida al verle. -¿Qué haces, Ramiro? -le pregunta. -Vengo a coger agua de la fuente. Este reuma me está matando. -Tú ya estás muerto, Ramiro.