enorme carga de contaminantes sobre el ecosistema, una carga que está comprobada, largamente por la ciencia, más de treinta años de trabajo en esto, de que van a dañar a la larga o a la corta el medio ambiente.” Los estándares justamente no están determinados por ningún banco, sino que constan en documentos técnicos de la EPA [17] de USA o el IPPC [18] de la Unión Europea. Estos parámetros fueron elaborados por paneles científicos. El Banco Mundial se rige por esos parámetros determinados por los científicos, y por los que se rigen también todas las organizaciones ambientales de USA o Europa. Matta lo ignora o miente a propósito. ignora que se analizaron los 17 congéneres tóxicos en el agua del río (cosa, además, que se viene haciendo para la línea de base desde 2005). No se molestó en leer los análisis detallados, públicamente disponibles en internet [23], sino sólo el título en una tabla. La literatura es unánime en que la presencia de dioxinas en el blanqueo de celulosa [25] está dominada por los congéneres analizados en el efluente y, por ejemplo, las normas canadienses [26] y estadounidenses sólo establecen el control de 2,3,7,8 TCDD/F. Controlar las 2,3,7,8TCDD/F en el efluente es suficiente para asegurar la ausencia de todas las demás, cuya toxicidad además es mucho más baja o nula. Dice Matta respecto a Botnia, “cuando trabajen más va a haber más olor porque van a usar mas azufre”. Matta ignora que las fábricas se diseñan con una cierta dimensión en mente. No sólo Botnia no va a trabajar “más” porque ya lo hace a tope (un registro ya reconocido internacionalmente [7]) sino que la ingeniería del proceso de quema de gases olorosos está diseñada para funcionar con la planta produciendo a pleno. También parece ignorar que los métodos para las determinaciones están bien establecidos, por ejemplo US EPA SW846 8290 [27] o US EPA-821-R-06-016 1613B [28]. En ambos casos, los límites de cuantificación van de 1 parte por trillón (1ng/L) a 1 parte por cuatrillón (1pg/L). Según Matta “hay tecnología para medir décimas de picogramos”. Es curioso entonces que ningún país desarrollado use estas técnicas en relación a las plantas de celulosa, y en USA se conformen en el mejor de los casos con otras que tienen límites de detección menos estrictos (la US EPA-821-R-06-016 1613B recomendada y aceptada internacionalmente tiene límite de 10 pg/L) [29]. Dice Matta “El aire puede ser aceptable para Europa o para el Distrito Federal de México que tienen un aire horrible, pero no tiene porqué ser aceptable para aquellos que todavía tienen niveles superiores como es el caso de nuestra cuenca.” En Europa la calidad del aire está estrictamente controlada [18], habiendo incluso monitores públicos de gases contaminantes en las principales ciudades [19] (igual que lo tiene Fray Bentos). Huelva, una de las ciudades donde se ubica un de las plantas de Ence, tiene una numerosa red de medida de inmisiones para determinar la calidad del aire, y muestra que los contaminantes proceden de la industria petroquímica, la industria metalúrgica y de fosfatos, y el tráfico [20]. Todos los monitoreos conocidos en la región del río Uruguay, incluido el totalmente independiente de Green Cross [21], muestran que no ha habido ninguna variación en la calidad del aire. Lo que había antes es lo que hay ahora, en las mismas concentraciones. Los mismos monitores que no han detectado ninguna variación permanente en el aire debida a Botnia, fueron capaces de medir correctamente la contaminación causada por los incendios en el delta argentino [7]. Una vez más, Matta desinforma y miente por alusión, ya que la situación de Ciudad de México (un valle rodeado de montañas y unas emisiones abismalmente mayores [22]) y el abierto litoral uruguayo son totalmente incomparables. Dice Matta “De acuerdo a la tabla 3.1 Botnia ha tirado al río Uruguay más de 5.000 toneladas de toda esta basura”. Ignora Matta, o miente deliberadamente al no decirlo, que lo que él cataloga como “basura” es exactamente lo mismo que el río ya contiene [23]. Un cálculo simple usando la línea de base del río desde 2005 a la fecha, muestra que sólo el 1% de lo que Matta llama “basura” proviene de Botnia, mientras que el 99% restante proviene de otras actividades bio- y antropogénicas, independientes de la fábrica [24]. (c) Los comentarios sobre dioxinas y furanos en el efluente son erróneos en más de un sentido. Dice Matta “Sólo se midió un solo congénere. Nuevamente nos retacean la información, es como medir la yarará y no medir la víbora de coral”. Matta De hecho, la EPA dice que no considera confiables los reportes de dioxinas en agua por debajo del límite de detección que establece, dado que ese límite de detección está definido como aquél para el cual todo el sistema analítico da una señal reconocible y un punto aceptable de calibración [28,29]. Y esto en 2006. Habrá que avisarles que Matta sabe más que todos los científicos de la EPA de Estados Unidos. La EPA dice “Los cambios en los procesos que están en la base de las limitaciones BAT (especialmente la sustitución de cloro por dióxido de cloro para el blanqueo), reduce las concentraciones de TCDD, TCDF y compuestos fenólicos clorados por debajo o muy cerca de los límites analíticos. Por esta razón, las descargas medidas de estos contaminantes no están relacionados con la producción de pulpa.” [28] Es por ello, por la química básica involucrada en el proceso de blanqueo que simplemente no las produce, que la emisión de dioxinas al agua no se mide ya en Europa o USA. En USA alcanzó con reemplazar el Cl2 por ClO2 para que se empezaran a levantar las restricciones al consumo de pescado [30]. Los niveles de AOX de esas plantas luego de la reconversión a ClO2 fueron 0,25 kg/ADt en los mejores casos y en Botnia es diez veces menos. Los TCDD/F no se emiten cuando se sustituye un 85% del Cl2 por ClO2 [31] de acuerdo a lo informado por el Grupo de Expertos del Convenio de Estocolmo [32], y en Botnia no sólo no se usa Cl2 sino que las cargas de ClO2 son las más bajas de la industria [7]. La química del blanqueo con ClO2 con control de pH (lo que se usa en Botnia) está claramente expuesto en documentos recientes [33,34] relacionados con la instalación de la planta de Gunns en Tasmania. En particular, el método analítico empleado para determinar los 17 congéneres tóxicos de las dioxinas en agua desde 2005 para la línea de base del río Uruguay (cromatografía y espectrometría de masas de alta resolución usando dilución isotópica con patrones marcados con 13C) acreditado por FINES, organismo acredi-