“Para la salvación humana fue necesario que, además de las materias filosóficas, cuyo campo analiza la razón humana, hubiera alguna ciencia cuyo criterio fuera lo divino. Y esto es así porque Dios, como fin al que se dirige el hombre, excede la comprensión a la que puede llegar sólo la razón. Dice Isaías 64,4: “¡Dios! Nadie ha visto lo que tienes preparado para los que te aman. Sólo Tú”. El fin tiene que ser conocido por el hombre para que hacia Él pueda dirigir su pensar y su obrar. Por eso fue necesario que el hombre, para su salvación, conociera por revelación divina lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón humana. Más aún. Lo que de Dios puede comprender la sola razón humana, también precisa la revelación divina, ya que, con la sola razón humana, la verdad de Dios sería conocida por pocos, después de muchos análisis y con resultados plagados de errores. Y, sin embargo, del exacto conocimiento de la verdad de Dios depende la total salvación del hombre, pues en Dios está la salvación. Así, pues, para que la salvación llegara a los hombres de forma más fácil y segura, fue necesario que los hombres fueran instruidos acerca de lo divino, por revelación divina. Por todo ello se deduce la necesidad de que, además de las materias filosóficas, resultado de la razón, hubiera una doctrina sagrada, resultado de la revelación” Sto. Tomás de Aquino, Suma de Teología, I, c. 1, art. 1. 1. Con respecto al texto: sitúa al autor en su momento histórico, señala el tema o el problema del texto, indica las ideas principales, muestra las relaciones entre ellas y explícalas. (2,5) El momento histórico en el que se inserta este texto es el siglo XIII, cuando en Europa la Cristiandad redescubre la filosofía aritotélica con un recelo que este autor conseguirá remediar, de manera que gracias a él la ciencia del estagirita entre en nuestra cultura, si bien como el complemento útil de la Fe cristiana. El propio Sto. Tomás formó parte en su siglo del nacimiento de las Universidades, que vendrían a ser la plasmación de este debate. El éxito de su propuesta conciliadora supondrá el inicio de la Escolástica. El tema del texto es la limitación de la razón humana, que no podría llegar a conocer las verdades últimas sobre Dios, y precisamente por ello la necesidad de que al hombre se le proponga por parte de la Fe la meta última a la que la razón le puede acercar con trabajo y dentro de unos límites. En cuanto a las ideas, en este texto Sto. Tomás expone la necesidad de que la Fe complete a la razón en su camino hacia Dios. Este autor, siguiendo una concepción aristotélica del conocimiento, opina que la razón sólo puede llegar a conocer acerca de Dios algunas de sus características, y eso después de una ardua investigación que fácilmente se desliza hacia el error (“después de muchos análisis y con resultados plagados de errores”). El aquinate comparte la concepción aristotélica del conocimiento como un proceso abstractivo que necesariamente debe partir de la experiencia para llegar a saber algo sobre las esencias o Formas que el estagirita, rompiendo con el platonismo situaba de manera inmanente en los seres hilemórficos que componen este mundo. Sto. Tomás se basa en la concepción aristotélica del conocimiento como abstracción, de ahí que otorgue una enorme capacidad a la razón humana, pero no tan alta como para llevarnos a la esencia de Dios, aunque pueda plantearnos la necesidad de su existencia, e incluso demostrarla por vías exclusivamente racionales (las clásicas cinco vías de este autor, por ejemplo). De ahí la necesidad de que la Revelación complete a una razón que necesariamente debe estar anclada en lo concreto, aunque desde él pueda mirar muy alto. En este sentido, Sto. Tomás era partidario de una colaboración entre la Teología y la Filosofía, entre la Fe y la Razón, y su argumentación sobre esas buenas relaciones entre ambas facultades es una de sus principales aportaciones al pensamiento medieval. La razón, o filosofía de Aristóteles, podría servir para una comprensión del cosmos en el que vivimos, y puede incluso adentrarnos algo en las verdades divinas, formulando una teología natural que vendría a demostrar sólo por la razón verdades como la existencia de Dios o su unidad, como conclusiones de un razonamiento basado en los particulares. Los preambula fidei que compondrían esta teología natural, cuyo hallazgo da valor a la filosofía aristotélica, deberían ser completados por la Fe, que expone verdades no accesibles al razonamiento. De esta manera compone Sto. Tomás un trío de verdades, las de razón, las de Fe y las intermedias accesibles a ambas capacidades, cuya articulación viene a ser su aportación a un diálogo moderado y respetuoso entre la ciencia y la religión. Que el creyente no fuese alguien ignorante en cuestiones de razón, ni el científico impidiera a su razón alcanzar su máximo objetivo, que es vislumbrar lo divino. Ese era el propósito de esta articulación propuesta por nuestro autor. Hay que señalar que la insistencia de Sto. Tomás en la falibilidad de la razón que apreciamos aquí es un buen indicador del papel director que según él debería adoptar la Fe sobre ella cuando la razón se adentra en temas divinos. El aristotelismo del autor se aprecia también en el finalismo atribuido a la vida humana, que no se reduciría para él a la virtud aristotélica ejercida en una polis, sino que debería ser completada, como en el caso de la razón, con el acceso a Dios, la esfera trascendente desconocida por Aristóteles: “Dios, como fin al que se dirige el hombre, excede la comprensión a la que puede llegar sólo la razón”. Vemos que el texto viene a ser una justificación de la existencia de la Revelación, tanto en el plano de las verdades a las que podemos acceder, cuanto en el plano ético, sobre los fines a los que el ser humano puede tender, y que igualmente no deberían verse limitados por las propias limitaciones de la razón, sino completados por lo que la excede, que es la Fe.