CARTA 2 Estimado Rony, no estaba muy segura de contarle sobre un momento de quiebre en mi vida, pero como usted es parte del mismo, necesito hacerlo, a manera de agradecimiento. En el año 2003 comenzamos un emprendimiento comercial con mi gran compañero en esta vida, mi marido. La actividad, más allá de ser un negocio, tenía un perfil solidario que aún nos motivo más a seguir adelante. Luego de un gran trabajo de los dos, obtuvimos buenos resultados, pero en 2006 descubrimos que no habíamos visto en realidad quiénes eran algunas personas con piel de cordero con las que tratábamos. Tal vez por inexperiencia, nos estafaron. Mas que la pérdida económica, lo terrible fue sentir la traición, la incertidumbre, y la desilusión. Jamás habíamos vivido tanto desconcierto y miedo al darnos cuenta con qué gente trabajábamos. A partir de allí la prioridad fue recuperar la tranquilidad y la armonía característica de mi bella familia y así pasó; en el término de unos meses todo había pasado. Pero no para mí, tal vez porque fui la persona que estaba al frente del negocio y por mi forma de ser, muy comunicativa y confiada, no podía superar el dolor de la desilusión. Sin decir una palabra vivía mi duelo día tras día. Cuando quedaba sola en mi casa, cosa que ansiaba, cuando mi marido con los chicos se iban por la mañana, me tiraba a la cama porque me sentía abatida y no podía dejar de llorar de bronca. Solo ponía voluntad cuando los chicos, que eran chiquitos, regresaban de la escuela; y luego de almorzar inmediatamente volvía a la cama hasta un rato antes de que llegara mi marido de trabajar. Hasta que un día mi hija de tan sólo 4 años me dijo que tenía miedo porque creía que yo estaba enferma. Y es verdad, me di cuenta de que algo que no podía solucionar estaba pasando… Pero mi respuesta fue: no, yo me acuesto porque escucho a Rony mientras ustedes miran dibus. Pero la verdad era que prendía la radio para disimular. Solo le pedía a la Virgen que me ayudara a superar eso. Y no sabía que el momento estaba llegando: fue cuando en una ocasión, usted comentó que a su alrededor no había ningún colaborador suyo, pero sabía que yo, su oyente, estaba allí. Y continuó diciendo que pondría un tema para los que escuchábamos en ese momento, que tratáramos de rescatar lo importante del mensaje. Estaba presentando la canción LA VIDA, de Jorge Rojas. Mientras la escuchaba no podía dejar de llorar desconsoladamente, y así quedé en cama toda la tarde, hasta que me dormí en un sueño profundo hasta el otro día. La mañana siguiente desperté aliviada y busqué en internet la canción; la escuché una y otra vez durante mucho tiempo. Iba a verlo a los recitales para escucharla, donde estuviera, y cada vez lloraba menos al pronunciar esas palabras, me hacía bien. De pronto ya la angustia no apareció más. Rony, ese simple momento de radio me devolvió consuelo, esperanza, confianza y sobre todo el bienestar para mí y mi hermosa familia, que es lo mas importante. Por eso…muchas gracias. Un fuerte abrazo desde lo profundo de mi corazón. Beti – Ciudad de Córdoba La vida – Jorge Rojas