“2014 – Año de Homenaje al Almirante Guillermo Brown, en el Bicentenario del Combate Naval de Montevideo” Senado de la Nación Secretaría Parlamentaria Dirección General de Publicaciones VERSIÓN PRELIMINAR SUSCEPTIBLE DE CORRECCIÓN UNA VEZ CONFRONTADO CON EL ORIGINAL IMPRESO (S-0497/14) PROYECTO DE COMUNICACION El Senado de la Nación Solicitar al Poder Ejecutivo Nacional disponga la transmisión en directo, a través de La Televisión Pública y LRA Radio Nacional Argentina, la lectura de la sentencia de la causa que se ventila en los Tribunales Federales de la provincia de La Rioja, para esclarecer el asesinato de quien fuera Padre y Pastor del pueblo riojano, monseñor Enrique Angelelli. Hilda C. Aguirre de Soria.FUNDAMENTOS Señor Presidente: “Los juicios de Dios son insondables y sus caminos inescrutables”, dice la Biblia y por eso sería en vano preguntarnos por qué recién ahora, 37 años después, la Justicia argentina se apresta a castigar el ignominioso asesinato político de un hombre santo, cuyo crimen principal y único fue haber sido fiel al Evangelio de Jesús. Y también, por qué, paradójicamente, esas mismas creencias religiosas decían (dicen) tener sus asesinos. Lo cierto es que, en nombre y defensa de una supuesta identidad “occidental y cristiana” fue muerto Angelelli aquel fatídico 4 de agosto de 1976, cuando regresaba de Chamical, tras la celebración de una misa en memoria de los sacerdotes asesinados Carlos Murias y Gabriel Longueville. Según la instrucción realizada en 1986 por el juez riojano Aldo Fermín Morales, un automóvil blanco encerró la camioneta que conducía el prelado y la hizo volcar. Acto seguido, Angelelli habría sido arrastrado a metros del vehículo y ultimado golpeándolo con un elemento contundente en la nuca. Su acompañante, el sacerdote Arturo Pinto, había quedado inconsciente dentro de la camioneta Fiat Multicarga. Para aquella época, La Rioja, como el resto del país, era asolada por bandas armadas militares y paramilitares que torturaban, secuestraban y mataban a miles de argentinos por los más diversos motivos. Ya habían caído cruelmente asesinados los curas Murias y Longueville, el laico “2014 – Año de Homenaje al Almirante Guillermo Brown, en el Bicentenario del Combate Naval de Montevideo” Wenceslao Pedernera, y las detenciones ilegales eran moneda corriente, casi tanto como las amenazas, las desapariciones y las cesantías masivas en organismos del Estado. Angelelli lo sabía, como sabía también que él era un objetivo codiciado por los principales jerarcas de la dictadura. Aún así, no dudaba en proteger al que pudiera o, como aquella, última vez, investigar por su cuenta el crimen de los curitas de Chamical. Posiblemente en la carpeta que llevaba el obispo -con datos minuciosos del horrendo crimen- haya que buscar la razón determinante de su ejecución. No por nada, tiempo después, esa carpeta apareció en el escritorio del entonces ministro del Interior, Jorge Albano Harguindeguy. Todas esas cuestiones, entre otras muchas, son las que los jueces deben dilucidar y por las que Luciano Benjamín Menéndez y el comodoro Luis Estrella, ahora deben responder bajo el cargo de homicidio calificado y asociación ilícita agravada. Los otros tres acusados en la causa, Jorge Albano Harguindeguy, Jorge Rafael Videla y Juan Carlos Romero ya fallecieron y por ello, aunque aquí se declaró extinta la acción penal, sabemos que no podrán evadir el juicio eterno. Veintisiete años atrás, la Justicia ya dejó en claro que el obispo Enrique Angelelli no murió en un accidente, como quiso hacer creer en su momento el autodenominado proceso de reorganización nacional, sino que un grupo de tareas de la dictadura militar lo asesinó. Hoy, en los Tribunales Federales de La Rioja, están siendo juzgados los presuntos culpables de ese crimen. Y, en breve, cuando los jueces den a conocer su sentencia, no sólo se habrá puesto fin a décadas de incertidumbre e impunidad sino que, además, la democracia habrá saldado otra deuda con la Verdad, la Memoria y la Justicia. El veredicto será, pues, un hecho trascendental de nuestra historia contemporánea. Por ello, el Estado debe extremar los recaudos para que queden de él registros audiovisuales completos, al tiempo que la Nación argentina toda tenga la posibilidad de ser protagonista y testigo a la vez. Ese y no otro es el objetivo que funda este proyecto. Señor Presidente: monseñor Angelelli fue un hombre de Dios, comprometido con su pueblo, con los más necesitados, un mártir de la Iglesia, un ejemplo a seguir no sólo por cristianos sino por “todos los hombres de buena voluntad”. Su muerte, ordenada, planificada y ejecutada por hombres que mancharon su uniforme con sangre de hermanos –así como avalada y celebrada por sectores oligárquicos de la población civilno puede ni debe quedar impune. El castigo a los responsables, por lo tanto, debe ser ampliamente difundido por la televisión pública y las demás agencias informativas del Estado argentino, para conocimiento de las generaciones actuales y enseñanza de las futuras. “2014 – Año de Homenaje al Almirante Guillermo Brown, en el Bicentenario del Combate Naval de Montevideo” Con convicción plena, pido a los señores Senadores el acompañamiento a la presente iniciativa. Hilda C. Aguirre de Soria.