ESCRITURAS El mes de Joan de Sagarra Fueron los dos escritores catalanes más populares del pasado siglo pero la amistad que nació entre ellos en la peña del Ateneu se truncó con los años. Éste es el relato de los hechos La relación entre Josep Pla y Josep M. de Sagarra JOAN DE SAGARRA 14 Culturas La Vanguardia Miércoles, 27 septiembre 2006 El señor Albert Guitart Graells, en una carta publicada en La Vanguardia (el pasado 11 de septiembre), me pide que escriba sobre la relación que hubo entre Josep Pla y mi padre, Josep Maria de Sagarra, “ja que per al públic com jo”, dice en su carta, “hi ha una mena de nebulosa al voltant d'aquest tema”. Con sumo gusto intentaré complacerle, aunque quien debería y podría hacerlo mucho mejor que yo es quien ya lo hizo en su día. Me refiero a mi buen amigo y colega Lluís Permanyer, autor del libro Sagarra, vist pels seus íntims (Edhasa, 1982; posteriormente publicado por La Campana), donde se ocupa en despejar la nebulosa que rodea el tema Pla-Sagarra. Cuando Permanyer publicó su libro, hace 24 años, éste fue tildado de hagiográfico (Pere Gimferrer dixit) y apenas se le reconoció el importante trabajo de investigación que había llevado a cabo, un trabajo que hoy sería prácticamente imposible, pues muchos de los personajes que Lluís Permanyer entrevistó ya no son de este mundo. En su libro, Permanyer dice que Pla y Sagarra “es conegueren a la Penya de l'Ateneu, a l'època de la Guerra Gran”. Mi padre era tres años mayor que Pla y éste, según cuenta Permanyer, “li anava una mica al darrera”. “Sagarra l'emmirallaba secretament, ja que era un escriptor de qui es parlava amb admiració, tenia diners i era un gran senyor. El poeta el podia ajudar, hi ho feu”. “No ho puc demostrar”, sigue diciendo Permanyer, “però estic convençut que el feu debutar a Las Noticias i l'ajudà a entrar a La Publicitat, dos diaris en els quals ell col·laborava”. De las cartas al silencio De izquierda a derecha, Josep Maria de Sagarra, Josep Pla y el conde de Keyserling en Formentor ARCHIVO Pronto se separaron: Sagarra se marcha a Berlín (como corresponsal de El Sol, reclutado por Ortega y Gasset) y Pla recorre Europa, también como corresponsal. Pero la amistad permanece y se manifiesta de forma epistolar. En su libro, Permanyer cita diversos pasajes de la correspondencia de Pla en la que éste se dirige a Sagarra llamándole “inoblidable amic”, “molt estimat i admirat amic”, “estimat poeta”. Cuando Permanyer consultó las cartas que Pla le escribía a Sagarra, esta correspondencia estaba en manos de la señora María Levi de Bofill, a quien mi madre, siempre escasa de dinero, se la había vendido por diez mil pesetas, y posteriormente la señora Levi se la regaló a Baltasar Porcel. Cuando murió mi padre (1961), la editorial Selecta pidió autorización a Pla para incluir sus cartas junto con las de mi padre en el segundo volumen de su Obra completa, pero Pla se negó. Ignoro si posteriormente han sido publicadas. En 1921, al regresar Sagarra de Alemania, su amigo Pla le descubre la Costa Brava y, concretamente, El Port de la Selva, que jugará un importante papel en su obra poética, novelística (All i salobre) y teatral. La amistad sigue, si bien se ven poco, debido a los desplazamientos de Pla, pero, curiosamente, ésta ya no se manifiesta de manera epistolar como en años anteriores. Al regresar mi padre a España, en 1942, se puede decir que aquella amistad nacida en el Ate- En los primeros tiempos, Pla se dirigía a mi padre como “inoblidable amic” o “estimat poeta” neu se ha esfumado. Cuando coinciden en algún acto, en una cena o un estreno, se siguen tratando correctísimamente, pero nada más. ¿Qué ha pasado? Pues que a mi padre le han llegado voces de que Pla habla mal de él, que menosprecia su obra. Permanyer escribe: “Tinc la sospita que Pla li envejava la facilitat intolera- ble per a escriure fos el que fos; la seva classe social, l'èxit i els diners”. Y algo, o mucho, hay de verdad en esas afirmaciones. Lo cierto es que a mi padre, la pérdida de la amistad de Pla y lo que éste podía decir de él, le traía sin cuidado. Jamás le afectó, como sí, y mucho, le afectó la pérdida de la amistad con Carles Riba y las pestes que éste decía de él. Sin embargo, tal y como sucedía con Riba, mi padre jamás menospreció la obra de Pla. Cuando yo tenía doce años me dijo: “Si vols saber el que és la prosa catalana, llegeix a Pla”. La prosa catalana. Pla jamás discutió que Sagarra fuese un gran poeta, un gran poeta popular, y que fuese un extraordinario conocedor y creador de la lengua catalana, pero no un buen prosista. Pla dice que la prosa de Sagarra cansa y fatiga. En 1958, escribe: “La prosa que fins ara ens ha donat (Sagarra) no té pas el mateix aire de graciosa abundància (de su poesía). És un cas que contradiu la teoria que pretén que els millors prosistes són encara els poetes”. Y más adelante afirma que el desmenja- ment que exhibe en su prosa se parece al de Pío Baroja. Permanyer hace notar la fecha de este último escrito de Pla: 1958, es decir cuatro años después de que Sagarra publicase sus Memòries, libro del que Pla no hablará nunca, no mencionará nunca y que, según le contó Néstor Luján a Permanyer, el escritor de Palafrugell “no va poder pair mai”. El silencio de Pla en torno a esas Memòries –que contrasta con los elogios que Sagarra hizo de ciertos libros de Pla, como El carrer estret–, creo que aclara muchas cosas y en parte viene a confirmar las suposiciones de Permanyer. Cuando murió mi padre, Pla no acudió al entierro, ni mandó ningún pésame, pero sí se despachó con un artículo un tanto insultante en El Correo Catalán. Yo le conocí ocho años después, cuando Manuel Ibáñez Escofet, que era mi director en el Tele/eXpres, nos invitó a Terenci Moix y a mí a pasar un fin de semana en el hotel La Gavina, de S'Agaró, en compañía de Pla. Yo había escrito en el Tele/eXpres escandalizado por la negativa de los señores de Òmnium Cultural a concederle a Pla el Pre- En mi opinión, sus roces no empañan la obra de ambos, que los consagra como dos gigantes de las letras mi d'Honor de les Lletres Catalanes (que jamás le concedieron). Pla tenía noticia de ello y me acogió con gran simpatía. Durante los dos días que pasamos juntos en S'Agaró se deshizo en elogios de mi padre y al despedirnos me dio cariñosos saludos para mi madre. Volvimos a coincidir en una cena en el Motel Ampurdà, en Figueres; en su masía de Llofriu, y en el almuerzo que el president Tarradellas le ofreció en la Generalitat con motivo de la entrega de la medalla de oro de dicha institución. Y en cada uno de esos encuentros siguió haciendo elogios de mi padre. Como si nada hubiese ocurrido, como si mi padre y él siguiesen siendo aquellos dos chicos que se conocieron en la peña del Ateneu. Actitud cobarde Comentando un día con el president Tarradellas y mi madre ese curioso y un tanto sorprendente comportamiento de Pla conmigo en lo referente a la figura de mi padre, ambos coincidieron en decir que Pla era un personaje un tanto cobarde. Que ante mí, como ante mi padre mientras éste vivió, no se atrevía a decir lo que decía a su espalda, o lo que escribió cuando murió. Por lo que a mí respecta, la nebulosa relación entre Pla y mi padre es algo anecdótico, sin la mayor importancia. Lo que sí importa es la obra de ambos, que los consagra como dos gigantes de la literatura catalana del siglo XX. Que Pla hiciese de espía de Franco o que mi padre aceptase de éste la gran cruz de Alfonso X el Sabio, poco importa al lado de su enorme obra y del enorme número de lectores que cosecharon y siguen cosechando. Fueron los dos escritores más populares del siglo pasado y enseñaron a leer y a disfrutar a millones de catalanes. Al término de su carta, el señor Albert Guitart Graells escribe: “Si després Sagarra va arribar a acords amb el règim per poder fer teatre en català, benvinguts van ser”. No hubo ningún tipo de acuerdos con el régimen. En su libro, Permanyer cuenta con todo detalle como, en 1946, mi padre pudo volver a estrenar en catalán. |