Intrigas venecianas o Fray Gregorio de Jerusalén: ensayo de una novela española Rafael Herrera Guillén Universidad de Murcia Este pequeño relato, de apenas veinte páginas, fue originalmente publicado por entregas y bajo pseudónimo en Variedades o Mensajero de Londres. Blanco White, que abandonó España huyendo de la invasión napoleónica, no regresó ya de su exilio inglés con el ascenso al trono de Fernando VII.1 Fue justamente en Inglaterra donde sufrirá una de sus crisis religiosas, que le llevó a renegar de su catolicismo originario y a ingresar en la Iglesia anglicana para abandonarla igualmente más tarde y adscribirse en la fe unitarista. A mi modo de ver, es necesario tener presente estos episodios religiosos para adentrarse en el fondo del relato que nos ocupa. Las Intrigas venecianas van más allá de la mera historia de un joven abocado a su perdición por culpa de una femme fatale, que lo arruina hasta el punto de verse obligado a entrar en intrigas políticas conspirativas, que lo llevarán a la muerte. Sobre esta costra prerromántica, brota un profundo acercamiento al mito religioso y a la lección moral. No estamos ante los simples juegos de amor de un joven burgués del norte en los cálidos canales del sur veneciano. Como esta ciudad italiana, todo es más voluble e inestable en la narración, que se asienta sobre la perdición segura, sobre un fondo cenagoso de inestabilidad socio-política y moral. No estamos ante la simple maquinación política de un Estado corrupto, sino ante un juego de confrontaciones y cruces de esferas de acción, en el que el reconocimiento sólo puede darse en la tragedia. El joven alemán, que va a Venecia a aumentar su fortuna con “especulaciones mercantiles”, pronto olvida el objeto de su viaje, arrebatado por la belleza de una mujer asomada a un balcón acerca de la cual solicita noticia al gondolero, verdadero Caronte itálico, que lleva a la víctima propiciatoria de la tentación y el sueño. En efecto: Alberto inmediatamente de subirse a la góndola, entra en el profundo sueño, que le ha arrebatado ya el sentido económico de su existencia. Los canales de Venecia son, en verdad, un entramado de lagunas Estigias burguesas, por donde el gondolero lleva al 1 Una concisa biografía puede verse en el Centro de Documentación GDDA. Rafael Herrera Guillén, Intrigas venecianas o Fray Gregorio de Jerusalén: ensayo de una novela española Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico somnoliento. El sueño es hermano de la muerte. Incapaz de sustraerse al canto de sirena de Giannetta, el burgués adinerado cae preso de Eros y sacrifica su caudal por ganar el paraíso infernal de la seducción ruinosa. En apenas tres líneas lo describe Blanco: “Ni es necesario ni acaso sería posible seguirlo en el laberinto de disipación y placeres en que se perdió de vista a sus correspondientes mercantiles.” Blanco advierte de las funestas consecuencias que se derivan de que la esfera económica sea la fuente de atracción de la esfera erótica. De la unión de ambas surge la “querida”, verdadero símbolo de los peores defectos morales, como la simulación, la falsedad, la traición, los celos, el desprecio, la hipocresía... Una vez que Alberto dilapida su fortuna en el juego y los placeres, Giannetta lo abandona –y con ello entramos en la segunda parte de la narración, en la que la esfera política entra como nueva fuente de corrupción del soñoliento joven. El muchacho entra en la corrupción política como único medio de recuperar el amor de la “querida”, en la medida en que su nueva función de espía a sueldo, le reporta cuantiosas cantidades de dinero con las que captar de nuevo el interés de Giannetta. El dinero, el amor y la política convergen, en su aspecto más depravado, en un sujeto inexperto, incapaz de sortear las leyes de cada una de estas esferas. El cruce de intereses, que en última instancia tienen el objetivo final de sostener un poder, acabará con Alberto. Sin embargo, de estos traumas, que provocan el máximo fracaso y la mayor perdición, Blanco pretende abrir un camino esperanzador, pero románticamente trágico. Justo cuando el joven entra en la dinámica de la conspiración, justo cuando el Estado le hace partícipe de sus juegos, manipulando su sentimentalidad, ingenuidad y concupiscencia, justo, por tanto, cuando el canto de sirenas del eros se politiza y todo se transforma en un juego de poderes corruptos, justo entonces es cuando se abre el camino hacia el auto-reconocimiento del protagonista. Sin embargo, este auto-reconocimiento no estará fundado en la autonomía. En la medida en que el camino al que se ve impulsado a entrar no es un camino libremente decido, sino pleno de irresponsabilidad y dejación de sí, el auto-reconocimiento no puede fundarse en el auto-dominio. Así pues, aquél que lo adentró en la senda de la corrupción política, su padre, al que el joven no conoce, no podrá ser sino la inocente figura de su perdición. Padre e hijo se reconocerán cuando alter, el poder superior, los vuelva a separar ya definitivamente. El camino del auto-reconocimiento, en tanto que círculo vicioso, se convertirá en el camino de la impotencia y de la aniquilación. 2 Rafael Herrera Guillén, Intrigas venecianas o Fray Gregorio de Jerusalén: ensayo de una novela española Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político Hispánico “Los cuatro esbirros, que no eran otros que los que se habían presentado de improviso, le rodearon y, en breve, se halló en una góndola, donde le vendaron los ojos y aseguraron las manos. Remaba el gondolero en silencio, y guardábanlo absoluto los ministros de la policía veneciana, sin que se oyese por un buen espacio más que el pausado sumergir de los remos y los ahogados suspiros del preso.” El sueño erótico se ha transformado en la ceguera de la nuda fuerza de la corrupción política. El preso de amor es ya el preso político. El gondolero ya no le conduce al dulce sueño del amor, sino a los oscuros contornos de la prisión. La ceguera de sí es causa de la ceguera física que el poder le impone. Los suspiros del placer son ahora suspiros de dolor. Todo se ha perdido: alma y cuerpo. La tortura le hurtará el auto-dominio físico a un alma enajenada que, cuando descubra su origen, ya no estará en condiciones de interiorizarlo. 3