REFLEXIONES SOBRE DIOS: El Dios en el que creo

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REFLEXIONES SOBRE DIOS: El Dios en el que creo
¿Quién es el Dios en el que creo? A lo largo de los años me he formulado
esta pregunta en varias ocasiones. Porque la fe siempre ha sido importante en mi
vida, me la han transmitido desde pequeña, porque llega un momento en que te
preguntas si quieres seguir creyendo o no y qué es lo que crees y en Quién crees. Y
también porque la fe va evolucionando, y con ella la imagen de Dios que, por ello, no
es algo estático, sino en continuo movimiento, que cambia con mi vida, mi madurez,
mis percepciones, mis vivencias. Y por eso, además de todo lo difícil que es explicar
quién es Dios para mí, se añade la dificultad de que no es lo mismo ayer que hoy, ni
lo será mañana. Ni es lo mismo para mí que para ti seguramente, aunque puede que
todos coincidamos en algo.
Dios es algo muy grande, y por eso inabarcable con palabras. Por eso, todo lo
que pueda decir aquí se quedará corto, serán solamente pinceladas. Sin duda Dios
es Amor, querer algo más en la vida, no dejarme llevar sino querer crecer, confiar
en lo bueno de las cosas y las personas y el mundo. Dios es todo lo bueno que hay en
cada uno de nosotros, aunque siempre se mezclan cosas no tan buenas de por medio
(egoísmo, comodidad, vaguería, querer disfrutar sin esfuerzo …). Dios es el mundo
entero, la naturaleza, … Por eso debemos cuidar también a la madre Tierra, porque
todos y Todo somos uno.
Dios es unidad. El relacionarnos con el otro, el salir de mí, el no aislarme,
cooperar, colaborar, ayudar… Sentirme uno con mi pareja, con mis hijos, con el
resto de mi familia, con mis amigo/as, con mi comunidad, con mis compañeros de
trabajo, con mis vecinos, con las personas que me encuentro a lo largo del día, con
la Iglesia, con todo el mundo. ¡Ojalá todos nos sintiéramos unidos con todos, o
deseáramos estarlo! Uno solo puede hacer bien poco, pero junto con otros puede
hacer mucho, mucho bueno, y además se siente mejor.
Dios es la felicidad de las cosas bien hechas, la tranquilidad del no
precipitarse, pensar dos veces las cosas, reflexionar, orar, meditar, o encontrarse
con lo más profundo y verdadero de uno mismo, que te permite encontrarte con los
demás, y te hace verdaderamente libre.
Dios es experiencia e historia. Dios es todas las vivencias que he tenido de
Amor, fraternidad, todo lo que he vivido y me ha hecho sentirme profundamente
agradecida por la vida y las personas. Todo eso que se vive, se siente y no hay
palabras para describirlo. Como la maravillosa experiencia de ser madre, que te
puede hacer llorar de felicidad pero no puedes hacérselo comprender a nadie que
no lo haya vivido. Y, por ello a veces se ha recurrido y recurre a historias,
parábolas, “cuentos chinos” que intenten explicar los sentimientos. Por eso, Dios es
Vida. Porque Dios está muy lejos de aquel señor con barba que me transmitieron o
yo me imaginaba de pequeña, del cielo con angelitos, o el infierno lleno de llamas y
demonios. Dios está en la Tierra, en la vida, en mi vida, en el mundo. Por eso creo
también en el Dios encarnado. Las experiencias de encuentro, de hablar con
sinceridad, de querer ayudar y de recibir más de lo que das, cuando las cosas te
desbordan y se te esponja el corazón, son experiencias de Dios.
Dios es querer ser soñadora, no conformarme con una vida de rutina sino
una vida deseada, hacer que se hagan realidad mis deseos y mis sueños, para mí y
para todos. Dios es confiar en un mundo mejor, y no acomodarme nunca, luchar por
lo que creo, amar y tener esperanza, porque es muy fácil desanimarse, porque no
somos tan buenos como quisiéramos y es muy difícil relacionarse porque no nos
entendemos, aunque tengamos buena voluntad.
Dios es aprender del sufrimiento, no querer esquivarlo, porque es parte de
la condición humana, en momentos fuertes de enfermedad o muerte, y también en
el día a día, por los desencuentros, las frustraciones o desesperanzas.
Dios es Madre. Y Dios es hijo, un bebé recién nacido. Quien haya sido
madre, en los días inmediatamente posteriores al nacimiento de tu hijo, lo puedes
comprender bien. Dios es la madre que quiere lo mejor para sus hijos. Y también el
recién nacido, débil, pequeño, que inspira mucha ternura y amor, y que inspira lo
mejor en quien está a su lado.
Dios es de los que necesitan ayuda: los niños, los enfermos, los pobres, lo
inmigrantes… Dios me “habla” a través de ellos. Y ellos necesitan que Dios actúe y
les dé una palabra de esperanza a través de mí.
Dios es camino. Si no avanzas y creces, en el momento en que te paras,
retrocedes. Cada paso que no das hacia adelante, es un paso atrás.
En definitiva, Dios es Vida y Amor, querer vivir y amar, siendo dueña de mi
vida, sin dejarme llevar por otros o por las condiciones de mi vida, el cansancio, el
ajetreo, etc. Es pausa en el día a día. Salir hacia el Otro, y confiar. Y crecer en el
Amor, en Dios, conlleva a veces sufrir, que las cosas te afecten, te hieran o duelan,
porque al amar estás expuesto.
He tratado que estas pinceladas de Dios no sean palabras vacías, ni palabras
oídas, ni palabras bonitas, sino experiencia de lo vivido. Como ya decía al principio,
Dios es mucho más que esto, a Dios no se le puede encasillar ni enclaustrar, porque,
a la vez que nosotros, también Dios crece.
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