La Verdad Oculta del Proteccionismo

Anuncio
La Verdad Oculta del Proteccionismo
Análisis de la Política Comercial Agrícola
Soluciones para la Agricultura
Dr. Rigoberto Stewart
La Verdad Oculta del Proteccionismo
Serie Libros INLAP N2
Dr. Rigoberto Stewart
La Verdad Oculta del Proteccionismo
Análisis de la Política Comercial Agrícola
Soluciones para la Agricultura
2000
iii
Copyright
Diseño de portada: Francisco Leiva
Correctora de estilo: Ana María Umaña
iv
EL INSTITUTO PARA LA LIBERTAD Y EL ANÁLISIS DE POLÍTICAS
–INLAP--
El INLAP es una institución sin fines de lucro, no partidista, creada para promover y
defender la libertad individual en todos los ámbitos, así como analizar y promover políticas
de gobierno que estimulen el desarrollo material, espiritual e intelectual de los
costarricenses. El instituto se guía por los principios de la libertad con responsabilidad
individual, la libertad económica, un gobierno estrictamente limitado y el respeto absoluto
del derecho a la propiedad privada.
INLAP
Apartado postal 329-4050
Alajuela, Costa rica
Tel. (506) 438-2464
Fax. (506) 438-2444
Correo electrónico: mail@inlap.com
Página web: www.inlap.com
v
vi
CONTENIDO
Presentación
Prólogo
Agradecimientos
X
Xii
Xvi
PARTE I: INTRODUCCIÓN
1. Política de Comercio Internacional
Fundamentos del Libre Comercio
Proteccionismo Agropecuario
Mercantilismo Feudal
Grados de Libertad Comercial
2. Tratados de Libre Comercio
La Organización Mundial del Comercio
Tratados Comerciales
Negociaciones Comerciales
Represalias
Conclusión
PARTE II:
5
6
7
9
11
13
13
14
16
18
18
FALSOS JUSTIFICANTES DEL
PROTECCIONISMO AGROPECUARIO
3. Subsidios en Países Desarrollados
El precio Internacional
Los Subsidios
Efectos de los Subsidios
23
23
24
34
4. Seguridad Alimentaria
Costos de la (In)seguridad Alimentaria
Opciones de Verdadera Seguridad Alimentaria
Moralidad de la Seguridad Alimentaria
37
43
45
46
5. Estabilización de Precios e Ingresos
Validez de los Argumentos
47
49
vii
Conveniencia de la Estabilización de Precios
51
viii
PARTE III: ASPECTOS ECONÓMICOS Y MORALES
6. Proteccionismo y Pobreza
Los Productores de Bienestar
Pobreza vía Transferencias
Pobreza vía Reducción del Ingreso Real de los Trabajadores
Pobreza vía el Mal uso de los Recursos Productivos
Pobreza vía los Subsidios Directos
7. Proteccionismo y Moral
Modelos de Sociedad y Proteccionismo
Codicia de los Productores
Omisión de los Subsidios Beneficiosos
Perjuicio al Pequeño Productor Agrícola
Iniquidad Entre Productores
8. Libre Comercio y Riqueza
55
56
59
63
65
69
73
73
79
80
81
83
85
PARTE IV: HACIA LA ACCIÓN
9. Soluciones para el Sector Agropecuario
Acciones Gubernamentales
Acciones Gremiales
Epílogo
93
94
95
103
ANEXOS
Anexo A. Más Falsos Justificantes del Proteccionismo
Nulas Opciones de Producción
La Industria Naciente
109
109
113
Anexo B. El Proteccionismo Como Crimen Económico
Un Mundo más Libre
El Crimen Económico
117
117
119
Referencias
121
ix
El Autor
125
x
CUADROS
1. Impacto de un arancel sobre la remuneración
de la mano de obra (en dólares)
64
2. Panamá: uso real del recurso agrícola, 1996
66
3. Panamá: uso potencial del recurso agrícola, 1996
66
4. Costos económicos de las barreras al comercio forestal, 1992-93
68
5. Las empresas más subsidiadas con CAT, 1993-1996
70
6. Efecto del proteccionismo sobre el pequeño productor
82
A. Ilustración de la ventaja comparativa
111
GRÁFICOS
1. Efectos de los pagos compensatorios sobre la oferta agrícola
28
2. Efectos de los pagos compensatorios sobre las exportaciones
28
3. Pérdidas causadas por la falsa seguridad alimentaria
40
4. Interrelación entre productores
58
5. Excedentes del productor
60
6. Excedentes del productor y del consumidor
62
7. Área de bienestar
86
8. Área de bienestar por tipo de país
86
xi
Presentación
El fenómeno de la pobreza en Latinoamérica es generalmente explicado en círculos
académicos y políticos como resultado de oscuras conspiraciones extranjeras o algo
sorpresivo e incluso misterioso. Basta leer en la prensa artículos producidos por selectos
profesionales para detectar el misticismo que se le confiere al término pobreza. Por otra
parte los gobiernos se lamentan de que exista el fenómeno y recetan todo tipo de
paliativos que a su vez empeoran el mal.
En esta obra, el Dr. Stewart desmitifica el citado fenómeno y nos presenta de forma
sencilla y clara la interrelación entre proteccionismo agrícola y su contribución a la
pobreza en Latinoamérica con referencias específicas para el caso de Costa Rica. Es
más, los tan cacareados tratados de libre comercio (TLC) son puestos bajo la
inmisericorde lupa económica del Dr. Stewart quien llega a la conclusión de que éstos en
vez de remover distorsiones más bien las empeoran.
Me atrevo a afirmar que la presente obra es prácticamente única en su género
puesto que está originalmente escrita en español, con un análisis y conclusiones
originales y fácilmente comprensibles; además, está dirigida a un amplio público no
necesariamente profesional.
De modo sencillo se demuestra que
las múltiples
distorsiones que afectan nuestra agricultura y que son introducidas por el estado provocan
perversiones económicas y morales. Su efecto final es la generación de pobreza para
vastos sectores de la población y extrema riqueza para unas pocas familias ligadas al
poder político.
Para todos aquellos que buscamos una explicación clara y sencilla de porqué el
proteccionismo agrícola es sinónimo de cinturones de miseria alrededor de nuestras
ciudades y pobreza rural, los invito a explorar este magnífico tratado elaborado por el Dr.
Stewart. Estoy seguro de que a muchos nos cambiará la forma de ver las estructuras
socio-políticas asociadas con el instrumental coercitivo de medidas económicas. Leyendo
xii
esta obra también entenderemos los elementos que son necesarios para provocar
profundas y radicales reformas económicas con el objeto de vivir en un país que al fin se
merece la prosperidad.
Prosperidad como la que ya existe desde hace décadas en muchos países con
economías con alto grado de libertad y desarrollo, lo cual no se generó por accidente, sino
por entender y aplicar aquellos elementos que transmite el Dr. Rigoberto Stewart a todos
los que estamos comprometidos con la verdad.
Lic. Mario A. Vedova, MPA
xiii
Prólogo
A través de la historia, el mundo ha oscilado entre grandes y variantes oleadas de libertad
comercial a escala internacional y de restricciones severas a esta libertad. No obstante,
en el nuevo mundo, particularmente en Latinoamérica, se ha dado una manifiesta
preferencia por las restricciones al comercio internacional, conocidas como
proteccionismo. Adam Smith manifestó en La Riqueza de las Naciones (1776) que a pesar
de tener menos recursos naturales que las de España y Portugal, las colonias británicas
en América eran más prósperas. Atribuyó la diferencia a la mayor libertad económica que
existía en ellas: había mayor libertad para el comercio internacional y pagaban mucho
menos impuestos que los cobrados por los gobiernos españoles y portugueses.
Esta preferencia por el proteccionismo es perfectamente comprensible cuando se
trata de productores (normalmente empresarios) de bienes y servicios, pues es natural
que cada uno quiera tener un monopolio en el mercado donde vende su producto. Pero
cuesta mucho comprender por qué los jerarcas o gobernantes latinoamericanos también
profesan esta preferencia. Para explicar este aberrante comportamiento gubernamental,
se aduce que los productores agrícolas están bien organizados en grupos de presión –
mientras que los consumidores se encuentran dispersos y sin poder– y que los jerarcas
sucumben siempre ante este poderoso “lobby”. Esto es cierto, pero ocurre sólo porque los
ciudadanos no tienen derechos individuales bien establecidos. Me refiero a los derechos a
la libertad y a la propiedad, los cuales sustentan el derecho a la libertad económica,
cuya violación es necesaria para poder conceder ventajas a esos grupos de presión, en
detrimento de la gran masa de consumidores.
Este desamparo del individuo está íntimamente ligado a la herencia colonial, la cual
permite retratar al gobernante latinoamericano desde su perfil psíquico y moral. Entre los
factores de este orden que influencian o determinan sus preferencias por ciertos tipos de
xiv
políticas encontramos: el complejo de inferioridad, el desprecio hacia el ser humano, la
impudicia o descaro, y la estupidez o insensatez.
Complejo de Inferioridad. En el área de la producción, este complejo se
manifiesta en actitudes o aseveraciones como las siguientes: “No podemos competir;
somos muy pequeños y desventajosos; el mundo está contra nosotros”. Esta tesitura
impulsa a los gobernantes a adoptar medidas para proteger a los indefensos productores;
es decir, sus propios temores e inseguridades los hace abrazar el proteccionismo
agropecuario.
Desprecio por el ser humano. Por circunstancias íntimamente ligadas a su propia
crisis de identidad, el gobernante latinoamericano siempre ha desdeñado profundamente
a sus propios conciudadanos. Una manifestación de este desprecio es el hecho de que él
considera que los individuos fuera de la clase política son ciudadanos de segunda,
indignos del derecho a consumir ciertos alimentos: vinos, carnes, lácteos, entre otros.
Estos son bienes suntuarios (para ellos) y, por tanto, su consumo se debe disuadir
mediante elevados aranceles y hasta la prohibición de importaciones; en tanto que los de
la clase política gozan de exenciones fiscales o disfrutan de tiendas especiales y
exclusivas donde los adquieren libres de impuestos y trabas (por ejemplo, las tiendas
militares en el Ecuador). Otra manifestación de este desprecio es el hecho de que el
jerarca no tiene empacho en estimular la importación de bienes de inferior calidad para el
consumo de sus conciudadanos más pobres. En Ecuador, durante los años ochenta, se
importaba para el consumo humano un cebo que no era recomendable ni para los
animales.
La impudicia. El descaro de los gobernantes se manifiesta de varias formas. La
más obvia es el hecho de que los miembros de la clase política latinoamericana (y los
gobernantes) son también grandes actores en el engranaje agroalimentario, donde
participan como productores agrícolas, agroindustriales o comerciantes de un gran
número de productos; por lo que no tienen ningún reparo en tomar medidas de políticas
que favorezcan a sus propias actividades, aun en detrimento de la gran mayoría de los
ciudadanos. Por ejemplo, en un momento dado, el presidente, el vicepresidente, el
xv
ministro de Agricultura y algunos diputados de Panamá eran ganaderos. ¿Favorecieron
sus políticas a la ganadería? Claro que sí. Hubo crédito subsidiado y barreras de todo tipo
a la importación de carne de res y, para colmo, esta carne fue incluida, por excepción,
dentro de la lista de productos de exportación no-tradicionales, con el fin de que recibiera
un subsidio en la forma de un Certificado de Abono Tributario (CAT). Ahora, los CAT
normales que recibieron la mayoría de las exportaciones no-tradicionales representaban
un subsidio de 10 a 15 por ciento del valor de lo exportado, pero para la carne los jerarcas
panameños inventaron que el porcentaje del CAT sería equivalente al arancel que
cobraban los gobiernos de los países importadores. Como la mayoría del producto iba a
Japón y este país cobraba un arancel del 50 por ciento, el CAT se fijó en 50 por ciento
(Stewart 1996).
En Costa Rica, durante 1950-80, los productores de arroz, muchos de los cuales
eran políticos o individuos políticamente fuertes —un expresidente era productor, incluso
durante su ejercicio—, recibieron una fuerte protección y altas ganancias a costa de los
consumidores, mientras que la protección obtenida por los productores de frijol —un grupo
de pequeños agricultores sin ningún poder político— fue negativa; es decir, recibieron
precios inferiores a los internacionales (Stewart 1984).
Pero esto no es todo. El proteccionismo agropecuario tiene muchos otros atractivos
para los políticos latinoamericanos. Por un lado, confiere poder a una legión de mediocres
para decidir si se permite o no la importación de un determinado producto agroalimentario,
cuándo se puede hacer, en qué cantidades y quiénes recibirán los permisos. Esto les da
la potestad de favorecer a ciertos grupos –normalmente amigos, allegados o
copartidarios– o enriquecerse con los permisos que otorgan. Aunque sean gratuitos, el
funcionario puede cobrar, por debajo de la mesa, por cada uno de ellos; o puede
convertirse en socio de los importadores. Hay mil formas de enriquecerse; todas muy bien
ensayadas en Latinoamérica. Ante la pregunta de por qué un profesional que se valore a
sí mismo quisiera ser Presidente Ejecutivo del Consejo Nacional de Producción (la
institución estatal que concedía permisos de importación y manejaba la compra de una
proporción de la producción nacional de granos en Costa Rica), un conocido profesional
xvi
respondió: “Hay que ver cómo le llueven los regalos en Navidad”. En este sentido, y en
otros, el proteccionismo no es más que una forma execrable de corrupción.
La estupidez e insensatez. Einstein decía que los gobernantes no pueden ser
considerados como representativos de los mejores elementos intelectuales de sus
respectivas naciones. Tenía razón. Salvo un mínimo de excepciones, los jerarcas no
pertenecen al grupo de los ciudadanos más lúcidos, sino al de los mediocres e
insensatos. Esta realidad les induce a ignorar –y muchas veces a desafiar– los
fundamentos o principios de la ciencia económica. Por ejemplo: a) No pocos jerarcas
creen sinceramente que pueden acabar con el hambre encareciendo los alimentos. Esta
es una de las razones por las cuales se empecinan en el proteccionismo agropecuario y la
autosuficiencia alimentaria, negando así por completo el poderoso concepto económico
de la ventaja comparativa. b) Ellos creen saber, mejor que el mercado, cuáles son los
precios que deben tener los bienes alimenticios, de ahí que fijen muchos precios tomando
como parámetro los costos de producción, un concepto obsoleto. c) Con igual sinceridad,
estos individuos creen que el Estado, por arte de birlibirloque, puede hacer desaparecer
ciertos costos, como los ligados a los servicios de comercialización en el campo
agroalimentario: transporte, secado, limpieza, almacenamiento, distribución. Por eso, no
es raro encontrarlos fijando precios al consumidor por debajo del pagado a los
productores.
Estas características de los gobernantes latinoamericanos conforman el marco de
referencia dentro del cual este documento analiza la política comercial del sector
agropecuario y la disyuntiva conformada por el proteccionismo y el libre comercio. En este
sentido, el análisis se aparta de la forma tradicional de enfocar y abordar el tema. En
particular, el documento lo analiza desde la óptica de la creación de riqueza o pobreza, la
moral o modelo de sociedad compatible con cada política, además de la equidad y la
sensatez. También explora opciones de asistencia a la agricultura, aceptables desde
cualquier punto de vista, y provee una lista de acciones que deben emprender los gremios
agrícolas para alcanzar su prosperidad sin violar los derechos de los demás.
xvii
Este libro no es un tratado de comercio internacional ni de economía; más bien se
ha escrito para una audiencia sin conocimientos en estos campos. Se ha tratado de
recurrir a la jerga económica lo menos posible, para que así cualquier persona interesada
pueda ampliar sus conocimientos sobre las verdades ocultas de la política de comercio
internacional conocida como proteccionismo.
xviii
Agradecimientos
Deseo agradecer a Mario Vedova y Juan Ricardo Fernández el haber leído el
borrador de este libro y proveer valiosísimas sugerencias. El documento mejoró mucho
por esta razón. Le debo mucha gratitud a Ana María Umaña por su abnegado trabajo
como correctora de estilo; y estoy en deuda con Myriam Blanco Moneo, mi asistente,
quien sugirió el título de esta obra y corrigió varios borradores.
Este trabajo no pudo haberse llevado a cabo sin el aporte financiero de la
Fundación Francisco Marroquín y la Atlas Economic Research Foundation. A ellas,
muchas gracias.
No obstante lo anterior, asumo toda responsabilidad por el contenido del libro y por
sus errores y omisiones.
Rigoberto Stewart, Ph.D
xix
La Verdad Oculta del Proteccionismo
PARTE I
INTRODUCCIÓN
3
4
1
Política de Comercio Internacional
Política es una serie de medidas que toman los gobiernos en campos determinados con el
objeto de lograr resultados específicos. Igualmente, podríamos decir que políticas
económicas son un conjunto de medidas que el gobierno adopta para manipular la
economía, con el propósito de obtener resultados diferentes de los que se lograrían con la
libre interacción de los agentes económicos: oferentes y demandantes. Por ejemplo, si
alguien de la clase política desea producir caña de azúcar, el gobierno puede tomar las
medidas necesarias para que la producción de ese bien sea un negocio lucrativo. Como el
azúcar es barato en el mercado mundial, una medida indispensable sería prohibir la
importación de azúcar o gravarla con un arancel suficientemente alto. Estas medidas le
darían al político, improvisado como productor, la oportunidad de cobrar un precio —por
encima de lo que ya pagaban los consumidores— que convierta la actividad en una
operación lucrativa. En realidad, lo que se logra con estas medidas es transferir dinero del
bolsillo de todos los consumidores de azúcar a las arcas de dicho productor (y de todos
los demás productores nacionales de azúcar).
En el campo agroalimentario, la política está definida por las medidas que afectan
la producción, distribución, importación, exportación, uso y consumo de los alimentos.
Estas medidas pueden incluir subsidios o impuestos a uno o varios insumos (crédito,
fertilizantes), subsidios a la comercialización o participación en esa actividad de un ente
estatal o para-estatal; barreras a la exportación, como prohibiciones, impuestos, cuotas; y
barreras a la importación, como prohibiciones, aranceles, requisitos fitosanitarios y
zoosanitarios, o normas de origen. Por ejemplo, si la política gubernamental consiste en
5
estimular la producción de carne y disuadir su consumo, puede lograrlo combinando los
subsidios al crédito de producción, a otros insumos (como los fertilizantes) o a la
exportación, con la prohibición de importar de carne o la aplicación de un arancel elevado.
Como se ve, el comercio internacional juega un rol importante en la política
agroalimentaria de los países latinoamericanos.
Fundamentos del libre comercio
Desde que el hombre empezó a vivir en sociedad, hace miles de años, comprendió que
podía alcanzar mayores niveles de vida si en vez de producir todo lo que requería para
vivir (ser absolutamente autosuficiente) se especializaba en la producción de algunos
bienes para luego trocar parte de ellos por los que producían otros individuos bajo
condiciones más ventajosas. Esto es así porque algunas circunstancias personales, tales
como habilidad, interés, conocimientos, actitud, preferencias, capital y ubicación
geográfica, además de otras como clima y calidad del suelo, varían mucho de individuo a
individuo y a través de regiones; como resultado, cada persona está dotada de
condiciones óptimas para ciertas actividades. Ahora, cuantas más personas intervengan y
más variadas sean sus circunstancias, mayores serán las posibilidades de incrementar el
nivel de bienestar para todos mediante la especialización y el intercambio. El nivel de
bienestar que podrían alcanzar dos personas en circunstancias parecidas, condenadas a
intercambiar pocos productos (arroz y carne) y solamente entre ellas, es muy inferior al
que conseguirían si tuviesen la oportunidad de intercambiar con miles de personas cuyas
circunstancias fuesen diferentes a las suyas y que produjeran bienes también distintos
(leche, uvas, frijol, legumbres, etc.).
Por sus evidentes bondades, este principio elemental es universalmente aceptado.
Se ha aceptado a escala personal. Por ejemplo, muchos individuos se especializan en
medicina, periodismo, educación, fontanería, agricultura, y truecan sus bienes o servicios
por los de otros. El médico trueca sus servicios por los del carnicero, panadero, fabricante
6
de automóviles o chofer de autobús. Dicho galeno no es a la vez fontanero, fabricante de
autos o carnicero. También se ha aceptado en los ámbitos distrital, cantonal, provincial y
regional. Ningún distrito, cantón o provincia de un país produce todo lo que sus habitantes
consumen. Se especializan e intercambian. En Costa Rica, la provincia de San José
produce café; la de Limón, yuca, banano. Intercambian. La Región Norte produce arroz,
melón, carne de res; la Región Central, cebolla, tomate, cocinas, refrigeradoras.
Intercambian sus productos sin ninguna restricción. Igualmente, no hay conflictos entre las
regiones costeras. En Limón se consume pescado de Puntarenas, y en esta última, carne
de tortuga y langosta del Atlántico.
¿Qué sucede entonces a escala de país? ¿Por qué no ocurre lo mismo? ¿Por qué
el principio económico (y de sentido común) es tan claro y funciona tan bien en todos los
otros ámbitos, excepto en éste? Obviamente, el problema no es el principio económico, el
cual se aplica de igual modo a todas las escalas, incluyendo la mundial. El problema es
enteramente político. Valga una aclaración. Si en el futuro Costa Rica se uniera con
Nicaragua, tal como hicieron las dos Alemanias, todo el problema de tipo comercial que
ahora existe entre los dos países desaparecería, y los productos de Pérez Zeledón irían a
Masaya sin causar ningún desastre, todo lo contrario. Si en un futuro próximo, Limón se
separara administrativamente del resto del país, inmediatamente los políticos empezarían
a tomar medidas con el fin de evitar el libre intercambio entre el resto de Costa Rica y esa
Región Autónoma. Pronosticarían la ruina de los productores ticos por parte de sus
homólogos limonenses. Pero, si de ser así ¿por qué no ocurre ahora, antes de la
separación? Lo económico no variaría, sólo lo político.
Proteccionismo agropecuario
El proteccionismo agropecuario consiste en erigir barreras a la importación de productos
agroalimentarios con el fin de evitar que los productores nacionales compitan con los de
otros países en cuanto a la provisión de alimentos a los consumidores domésticos. Es
7
decir, con el fin de favorecer a los productores nacionales, los gobernantes impiden el
libre comercio, crean un cerco protector –de los productores– alrededor del país. Pero,
¿por qué necesitan los productores esa protección? El argumento esgrimido desde la
popularización de esta política es que por diversas razones –pequeñez del país, mala
infraestructura, costos de producción elevados, tecnología atrasada, baja productividad,
subsidios a productores en los países desarrollados, y otros que analizaremos en este
documento– los productores nacionales, en cuanto al abastecimiento de los consumidores
locales, son incapaces de competir con los productores de alimentos de todos o la
mayoría de los demás países.
El muro que se levanta para “proteger” a los productores nacionales de la entrada
de productos agroalimentarios producidos en otros países tiene dos componentes: las
llamadas barreras arancelarias y las no-arancelarias o para-arancelarias. El arancel es un
impuesto que cobra el gobierno para permitir la entrada de un producto al país. El arancel
puede ser ad-valorem, específico o una combinación de ambos. El arancel ad-valorem
consiste en cobrar, como impuesto, un porcentaje del valor del producto puesto en el
puerto. Por ejemplo, si el arancel es del 40 por ciento y el costo del producto puesto en el
1
puerto es de $500/tm , el impuesto a pagar sería $200/tm, y el costo total al importador
sería $700/tm. El arancel específico consiste en cobrar un monto específico, por unidad
de medida del producto, en lugar de un porcentaje del valor. El impuesto puede ser, por
ejemplo, de $50/tm del producto importado, independientemente del costo o valor del
producto puesto en el puerto. Si el producto antes mencionado pagara $50/tm, en vez del
40 por ciento, el costo total sería $550/tm y no $700/tm. En este caso, para que fuera igual
al ad-valorem tendría que ser $200/tm. Se utiliza también la combinación de los dos.
Tomando el mismo ejemplo, si el producto estuviera gravado con un arancel ad-valorem
del 40 por ciento más uno específico de $50/tm, el costo total sería $750/tm ($500 + $200
+ $50), puesto en el puerto. En Panamá, muchos productos agroalimentarios se gravaban
de esta manera aún en 1995.
1
En todo el documento, el símbolo $ se refiere a dólares estadounidenses, US$; tm significa
tonelada métrica y equivale a 1.000 kilogramos.
8
Además de las barreras arancelarias, existe toda una suerte de medidas que
impiden el libre comercio. En la jerga económica éstas reciben el nombre de barreras
para-arancelarias o no-arancelarias. En este grupo se encuentran los permisos de
importación, cuotas, prohibiciones y requisitos sanitarios para plantas y animales. En
Latinoamérica se ha arraigado el impedir la importación de muchos productos alimenticios
si no se cuenta con un permiso otorgado por una dependencia gubernamental. Y estos
permisos se dan sólo cuando se comprueba que la oferta o producción nacional es
insuficiente para cubrir la demanda de los consumidores locales; es decir, cuando hay
faltante o “déficit”. En muchos casos otorgan los permisos a priori pero sólo por un monto
determinado, el cual normalmente es muy inferior a la demanda nacional (suele ser
equivalente al faltante). En este caso se habla de una cuota. Los requisitos sanitarios han
cumplido dos funciones. Cuando el propósito es evitar plagas o enfermedades no
existentes en el país y que podrían causar estragos económicos, se considera que
cumplen una función legítima; pero en numerosas instancias se convierten en un
mecanismo usado únicamente para evitar la competencia con los productores nacionales.
En este caso su función es ilegítima, y se convierten en un mecanismo de protección. Por
último, los gobiernos a veces prohíben de plano la importación de algunos productos
alimenticios con el mismo fin de evitar la competencia.
Mercantilismo feudal
El mercantilismo consiste en una serie de ideas y políticas económicas establecidas en
Inglaterra y Francia durante el siglo XVII, acompañando el surgimiento del capitalismo
comercial. Los mercantilistas enfatizaban la importancia del intercambio y el comercio
como la fuente de la riqueza de la nación, e impulsaron políticas para incrementar la
riqueza (amasar cantidades de oro) y el poder de la nación mediante el estímulo de la
exportación y el desaliento de la importación (Pass et al.1991). A pesar de que las
condiciones del siglo XVII que facilitaron esta errónea creencia han cambiado
9
sustancialmente, todavía hoy, en los albores del sigo XXI, se sigue pensado igual. El 5 de
junio de 2000, el Dr. Fernando Naranjo, economista, ex ministro de Hacienda y ex
canciller de Costa Rica, escribió:
(...) Creo, sin embargo, que por más buenas relaciones políticas que tengamos con
Colombia no se justifica, en los momentos actuales, un tratado de libre comercio con
esa nación, tal como fue anunciado recientemente. Nuestras exportaciones a Colombia
han sido ínfimas durante los últimos años: US$16 millones en 1995 y US$14 millones
en 1999. No creo que un TLC aumente mucho nuestras ventas a ese país.
Colombia está atravesando por una crisis política y económica sin precedentes.
Es un país que no tendrá capacidad de importar montos significativos de productos
costarricenses en los próximos años. Por el contrario, sería de suponer que más bien
los empresarios colombianos desearían exportar a Costa Rica bienes a precios bajos,
factor que iría en detrimento de los productores locales (...). La República
No podía ser más claro el mercantilismo de don Fernando: si el TLC no aumenta
las exportaciones, no lo quiere. Y si aumenta las importaciones, menos.
Otra joya. El ministro de Comercio e Industrias de Panamá, Raúl Arango, anunció a
principios de 1997 que su país tomaría represalias si El Salvador prohibía la libre
importación del queso amarillo panameño, con lo cual hubiese violado el tratado bilateral
firmado por ambos países. Por otra parte, durante las consultas que debió realizar como
parte del proceso que culminaría con su incorporación a la Organización Mundial del
Comercio (OMC), Panamá se opuso ferozmente a que Costa Rica exportara a su mercado
5 millones de litros de leche de larga vida UHT, así como leche pasteurizada y
descremada, y logró, mediante arduas negociaciones, que se impusiera una cuota de 2
600 tm de leche de todo tipo (la cual incluía sólo 108 000 litros de leche UHT) a un
arancel preferencial del 15 por ciento. Cualquier cantidad por encima de esta cuota
hubiese pagado en ese momento un arancel del 90 por ciento, el cual debía bajar
paulatinamente hasta llegar al 60 por ciento después de nueve años. Costa Rica, por su
10
parte, se peleó con Nueva Zelanda durante sus propias consultas para ingresar a la OMC,
y consiguió un arancel del 111 por ciento para la leche, con el propósito de “proteger” su
mercado.
Estos hechos resaltan un aspecto muy peculiar de las políticas comerciales que
rigen en muchos países latinoamericanos. Estas políticas han pasado del mero
proteccionismo, mediante el cual los productores luchan para proteger “sus” mercados
domésticos, a lo que el venezolano José Luis Cordeiro llama el mercantilismo feudal,
mediante el cual pretenden obtenerlo todo: tanto el mercado interno como el externo. Es
decir, luchan tan denodadamente para vender en otros países como para impedir que
otros vendan en los suyos. Así exportan cuanto quieren, mientras mantienen como
rehenes a los consumidores locales. Este es el caso de las industrias láctea y avícola y
del azúcar en Costa Rica.
Grados de libertad comercial
En cuanto a la política de comercio internacional, existen dos extremos: el de cero
barreras gubernamentales al comercio y el de cero comercio con otros países o unidades
políticas. La primera se denomina libre comercio; la segunda, autarquía o completa
autosuficiencia. Casi todos los países del mundo –por no decir todos– se ubican en algún
punto entre estos dos extremos; algunos más cerca del libre comercio; otros más próximos
a la autosuficiencia.
Hay dos formas de medir el grado de libertad comercial que ostenta un país. El
primero es el porcentaje de sus transacciones o de partidas arancelarias que no están
sujetas a ninguna restricción comercial. Por ejemplo, en Singapur, el 99 por ciento de
todas las importaciones están exentas de impuestos. El segundo es el arancel promedio
de todas las importaciones. Este se obtiene dividiendo el valor de todas las importaciones
por el total recaudado mediante aranceles. Por ejemplo, si un país importa bienes y
servicios por valor de $10 000 millones anuales y sobre éstos recauda $1 000 millones
11
por concepto de impuestos a la importación, se dice que el arancel promedio es del 10 por
ciento. Durante el período 1993-95, Singapur tuvo un arancel promedio de sólo 0,2 por
ciento y Hong Kong de 0,3 por ciento. En 1999, Costa Rica tuvo un arancel promedio de
11 por ciento (55 veces el de Singapur) y el de varios rubros o partidas arancelarias
superó el 100 por ciento. El 18 de abril de 1997, Mongolia abolió todo arancel o impuesto
al comercio internacional y se convirtió en el primer país que practica un comercio
internacional cien por ciento libre (The Economist 1997).
12
13
2
Tratados de Libre Comercio
En un modelo de sociedad basado en los derechos individuales, los mal llamados tratados
de libre comercio (TLC) no serían necesarios porque prevalecería como norma
precisamente el libre comercio. Los TLC son parte de un mundo compuesto por
sociedades colectivistas, en las cuales sólo cuenta el bienestar de los productores. Este
hecho hace que los tratados y el proceso de negociación sean muy peculiares, en
especial si se analizan, como los negociadores pregonan que se hace, desde la óptica de
los intereses de los consumidores. Como actualmente esas negociaciones se hacen al
amparo de las reglas de la OMC, iniciamos señalando algunas de sus características.
La organización mundial del comercio
El 1 de enero de 1995, un total sin precedentes de 112 naciones, grandes y
pequeñas, ricas y pobres, dieron su firma para establecer la OMC. China, Corea del Norte
y los países de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas no participaron
(Lodwick 1996). En la formación de ese ente no participaron empresarios ni consumidores
–los únicos que comercian–, sino los gobiernos. Por eso se dice que la organización es
“government driven” (impulsadas por los gobiernos); en ella, cada gobierno, a través de
sus representantes, negocia concesiones comerciales con otros gobiernos. Pero, como no
es aventurado decir que los gobiernos son representantes exclusivos de las cámaras de
productores, la OMC se convierte esencialmente en un club donde se reúnen los
14
productores de cada país para negociar concesiones comerciales mutuas, especialmente
las arancelarias.
La OMC tiene dos propósitos básicos. Primero, implementar y dar seguimiento a los
procedimientos de comercio internacional aceptados por los países miembros antes del 1
de enero de 1995. Estas reglas identifican en detalle las condiciones bajo las cuales cada
país acepta exportaciones de otros países. Las reglas abarcan temas como aranceles,
cuotas, regulaciones fitosanitarias, salvaguardas, inspecciones preliminares de
embarques, reglas de origen, aranceles compensatorios, subsidios y valuaciones
aduanales. Segundo, estimular discusiones para preparar futuras rondas mundiales de
negociaciones, como la fallida en Seattle a principios de 2000.
Ningún individuo, corporación, cooperativa o cualquier otra entidad puede iniciar un
procedimiento de disputa, ya que ésta es una prerrogativa exclusiva de las naciones que
componen la OMC (Lodwick 1996). Cualquier nación puede retirarse de la organización
con sólo el requisito de dar un preaviso de seis meses.
Tratados comerciales
Durante los años 90 Costa Rica firmó un TLC, por separado, con República Dominicana
(RD), México y Chile (este último no había sido ratificado por la Asamblea Legislativa aún
a mediados de 2000). Nicaragua firmó uno con México. El Salvador firmó uno con RD y
expresó públicamente su disposición para negociar otros con países como Panamá y
Chile, y su interés por una adhesión al Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(NAFTA, por sus siglas en inglés) o eventualmente negociar un TLC con Estados Unidos.
Honduras firmó un TLC con RD. Y el Triángulo del Norte, constituido por El Salvador,
Honduras y Guatemala, suscribió otro con México en junio de 2000, después de más de
cinco años de negociaciones.
Esos tratados se han llevado a cabo y continúan no porque los gobernantes de
esos países hayan entendido finalmente los principios del comercio internacional –los de
15
la especialización y el intercambio– sino porque están de moda y la clase políticoempresarial se percató de que a través de esas negociaciones puede obtener jugosas
ganancias. De ahí que los TLC que se negocian no tienen nada qué ver con el libre
comercio. Son únicamente concesiones recíprocas de preferencias arancelarias que se
dan entre sí los gremios productores de esos países, a través del gobierno. En el caso
latinoamericano, se convierten en manifestaciones de la “viveza criolla”, en las cuales se
entremezclan y confunden el mercantilismo, la estupidez, la inmoralidad y el desdén por
los derechos de los consumidores.
Las evidencias de esa tesitura son abundantes. Durante una conferencia de
prensa, José Figueres, presidente de Costa Rica durante 1994-1998, manifestó que “a
quien más le conviene un tratado de intercambio comercial es a los Estados Unidos,
debido a que sus productos tienen que pagar impuestos al entrar en nuestros mercados,
mientras que las exportaciones de esta área gozan de un ingreso más libre a la economía
estadounidense”. ¡Qué horror! Cuando a Luis Guillermo Solís, director de política exterior
de la Cancillería costarricense durante la misma administración, se le consultó si Estados
Unidos estaba sintiendo celos de que las naciones latinoamericanas le pudiesen ser
infieles en materia comercial, dijo: “No tanto celos, sino miedo. Y qué dicha que están
dispuestos a jugar porque si no juegan nos vamos a ir abajo, hacia el Sur”. Sin palabras.
Mientras se proferían estas barbaridades, Mongolia abolía todo arancel e impuesto al
comercio internacional y su primer ministro, Mendsaikhany Enkhsaikhan, declaraba:
“Aunque una reacción natural a nuestra situación geográfica sería erigir altas barreras
proteccionistas, sabemos que eso significaría condenarnos al atraso y el aislamiento
perpetuo”. Las dos posiciones demuestran que, en materia de comercio internacional, los
mongoles actúan con más inteligencia que los ticos.
En 1992, el Ministro de Agricultura de Panamá demostró su insensibilidad y
candidez al felicitarse porque había logrado negociar aranceles agropecuarios de entre
80 y 150 por ciento. Pedía más. Desde el punto de vista de los beneficios para la
sociedad, ese “éxito” es equivalente a ufanarse porque uno pretendía cortarse cinco
16
dedos y logró, por medio de una “hábil negociación”, que le permitieran cortarse sólo tres.
Esta tesitura confirma la aseveración de Einstein sobre la inteligencia de los gobernantes.
17
Negociaciones comerciales
Es bien sabido que para que exista comercio necesariamente debe haber uno que compre
y otro que venda. El mercado está conformado por oferentes de un lado y demandantes
del otro. Si falta una de estas partes, no hay mercado ni comercio. Sin embargo, en los
TLC esto es precisamente lo que ocurre. Cada país envía a la mesa de negociaciones a
los representantes de sus productores, por lo que, en esencia, de un lado se sientan los
productores del país A y del otro, los del país B. Ambos equipos llegan a dicha mesa
armados hasta los dientes con altas dosis de estupidez, impudicia y viveza criolla (aquella
que tiene a una altísima proporción de latinoamericanos hambrientos) y negocian
implacablemente en defensa de los intereses de los gremios que representan, y desde
posiciones totalmente contrarias a los intereses de las sociedad en cuyo nombre realizan
la gestión.
¿Cómo se inician las negociaciones? En lugar de que el equipo negociador del
país A presente una lista de todo lo que quiere comprar y el del país B, la lista de todo lo
que quiere vender. Los dos equipos presentan una lista de todo lo que no quieren
comprar (que no desean que entre a su país). Paradójicamente, brilla por su ausencia el
listado de lo que cada país quiere vender; no hay propuestas de venta. Durante las
negociaciones con México, el Triángulo del Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras)
presentó siete listas de todo lo que no quería comprar: una por cada país, una por cada
dos países y una consolidada para los tres.
Negación de las ventajas comparativas
La tragicomedia de las negociaciones comerciales comienza con la presentación de esas
listas y continúa –no podía ser de otra manera– con una serie de violaciones a la ética, al
sentido común y a los principios de la economía. Aquí presentamos sólo algunas
muestras.
18
Negocian sobre el mismo producto. Los equipos negocian concesiones
arancelarias sobre el mismo producto. Toman la partida arancelaria, digamos 02011000, y
cada uno hace una oferta de desgravación sobre esa misma partida. Lo lógico es que
negocien desgravaciones sobre los productos que cada uno produce y vende con ventaja.
Por ejemplo, si Honduras y México negocian un TLC y el primero produce el bien
02121100 con ventaja, este país debería solicitar una reducción arancelaria sobre este
producto, mientras que México debería solicitar una reducción sobre el producto
21022201, el cual produce con ventaja. Es decir, Honduras debería presentar la lista de
aquellos productos a los cuales quiere que México les dé acceso, y México debería
proponer una lista (diferente) de productos a los cuales desea que Honduras les dé
acceso. Pero esto no es lo que ocurre.
Exclusiones. Cada país declara como “sensibles” los rubros que produce con
desventaja comparativa y los excluye de la negociación. En la negociación del TLC con
Chile, después de que los agricultores amenazaron con bloquear todo el país, Costa Rica
excluyó pollo, cerdo, lácteos, entre otros (productos en los que no tiene ventaja
comparativa). Chile descartó trigo, aceites, azúcar, cebolla, papa. Pero aquí no termina el
disparate. También eliminaron rubros que producen con ventaja. Por ejemplo, los
silvicultores ticos cuentan con clara ventaja comparativa en la producción de maderas
tropicales; los chilenos, en pino. Sin embargo, decidieron excluir los productos forestales
del TLC.
Asimetría. Los representantes negocian plazos de desgravación asimétricos y
ridículos. Parece ser que el negociador más “hábil” es aquel que logre los plazos más
largos, es decir, aquel que postergue por más tiempo los beneficios para los
consumidores. Este hecho quedó suficientemente claro en el TLC Costa Rica-Chile. Como
negociaron que la mayoría de los productos de Chile sólo pudiesen ingresar, sin
gravámenes, después de 12 y 16 años, Anabel González, la viceministra de Comercio
Exterior, y Roberto Echandi, el negociador, manifestaron que “a su juicio son las
condiciones más favorables que el país haya tenido nunca en cualquier otro tratado”.
¡Qué bárbaros! Consideran al país sólo como un puñado de productores e industriales.
19
Otra prueba irrefutable de la poca valoración que reciben los consumidores de parte de
sus gobernantes.
Por último, los países centroamericanos no sólo cometen la torpeza de negociar
plazos diferenciados (ej. México desgrava en 4 años y ellos en 11, para el mismo
producto), sino que negocian plazos muy largos para bienes que ni siquiera producen.
Represalias
Si el país A cambia las reglas e impone barreras comerciales a determinado producto (s)
del país B, éste puede tomar represalias e imponer restricciones a cualquier otro
producto(s) del país A, por montos equivalentes al daño. Estas acciones están
contempladas en las reglas de la OMC.
En Latinoamérica se habla de represalias cuando un país rico impone alguna
restricción comercial a sus exportaciones; pero, ¿quién gana o, mejor aún, quién pierde
más con esa acción? El sainete de las represalias se desarrolla de la siguiente manera: el
Gobierno estadounidense le impone una restricción a un exportador latinoamericano,
entonces el Gobierno del país latinoamericano reacciona señalando: “Si usted no permite
que mi productor de X se beneficie vendiendo en su país, yo no permitiré que su productor
de Y se beneficie vendiendo en el mío”. Esta represalia se traduce en: “Si usted no
permite que sus consumidores de X se beneficien, yo tampoco permitiré que mis
consumidores de Y lo hagan. Lo que ya es una monumental estupidez. ¿Por qué deben
sufrir los consumidores de Y? No obstante, ésta tampoco es toda la verdad. En el campo
agroalimentario, lo que verdaderamente anuncia el desalmado político latinoamericano es
lo siguiente: “Si eres capaz de perjudicar a tus consumidores de X, los cuales gastan
menos del 10 por ciento de sus ingresos en alimentos, yo te demostraré que puedo ser
más macho, cruel y despreciable que tú, y no permitiré que mis famélicos y paupérrimos
consumidores, quienes gastan entre 60 y 80 por ciento de sus ingresos en alimentos, se
nutran con tu baratísimo alimento”. Acto seguido, y sin inmutarse, le impone un arancel de
100 por ciento a la leche y 320 por ciento a las alas de pollo. El domingo siguiente va a
misa y reza por los pobres.
20
Conclusión
Los tratados de “libre” comercio se llevan a cabo porque los “países” (sus productores)
quieren vender sus productos en otro país. Obviamente, si todos desean vender, ninguno
aceptará que otro venda en su país si éste no acepta sus ventas también. De ahí que la
única forma de lograr esas ventas es mediante concesiones mutuas. Nada haría más
felices a los gobernantes del país A que los del país B les permitieran que ellos exporten
todo lo que quieran sin pedirles nada a cambio. Aunque ya sabemos que el país (la
mayoría de su gente) que más se beneficiaría es el B.
En términos de la relación costo/beneficio, los TLC son un disparate. Comparado
con lo que gana la sociedad (en la mayoría de los casos), el costo en que se incurre a lo
largo de cinco o siete años de negociaciones más el seguimiento posterior es demasiado,
especialmente si se mira sólo desde la angostísima perspectiva del productor. En este
caso, don Fernando Naranjo tiene razón, sólo que la conclusión debió ser el libre
comercio con Colombia en lugar de su propuesta proteccionista.
Queda claro que para que haya un verdadero tratado de libre comercio se
necesitan dos mesas de negociaciones: una para los productores del país A y los
consumidores del país B; otra para los consumidores del país A y los productores del país
B. En cada una, la negociación inicia con una delegación mostrando la lista de todo lo que
quiere vender y la otra, la lista de todo lo que quiere comprar. En vez de siete años, las
negociaciones probablemente se completarían en un día. Pero esto equivale al libre
comercio, y para el libre comercio no se necesitan tratados.
21
22
PARTE II
FALSOS JUSTIFICANTES DEL
PROTECCIONISMO AGROPECUARIO
23
Introducción
Para justificar las medidas proteccionistas ante sus pueblos, los políticos se han valido de
una serie de justificantes con base en los cuales han podido vender el proteccionismo al
gran público, aun, como veremos, a costa de su propia pobreza y miseria. De todos los
argumentos empleados, discutiremos los siguientes: la necesidad de contrarrestar los
subsidios otorgados a productores en los países desarrollados, la inseguridad alimentaria
de los consumidores y la necesidad de estabilizar los precios agrícolas y los ingresos de
los productores. En el Anexo A se discuten la falta de opciones de producción para los
agricultores y la necesidad de darle un respiro o una ventaja a la industria naciente.
Iniciamos con los subsidios en los países desarrollados.
24
3
Subsidios en Países Desarrollados
Uno de los argumentos esgrimidos frecuentemente por quienes defienden el
proteccionismo agropecuario es que los productores de los países desarrollados reciben
subsidios de sus gobiernos que les dan ventajas con respecto a los productores
latinoamericanos. Sin estos subsidios, continúa el argumento, los productores
latinoamericanos podrían perfectamente competir con cualquier otro productor tanto en el
mercado doméstico como en el mundial. Pero en vista de que sí existen, es necesario
“proteger” a los productores latinoamericanos –de la competencia “desleal” de los
productores de los países desarrollados– para que puedan seguir produciendo. ¿Tienen
razón los que así arguyen? Ya lo veremos, pero primero hay que aclarar algunos
conceptos en relación con los mercados y los precios internacionales.
El precio internacional
El precio internacional de cualquier bien es el precio que resulta en el mercado mundial
como producto de la interacción de la oferta y la demanda en ese mercado. La oferta
mundial, el lado del mercado más relevante para lo que queremos explicar, es la suma de
los excedentes de un gran número de países. (La demanda está compuesta por la suma
de los faltantes de igual número). Excedente, en este caso, es la diferencia entre la oferta
y la demanda en un plazo determinado, digamos, un año, en cualquier país. Por ejemplo,
si en una año determinado, Ecuador produce 500 000 tm de trigo y los consumidores sólo
demandan 300 000 tm, en ausencia de un programa de reservas, como ha sido normal en
25
estos países, Ecuador contribuiría a la oferta mundial de ese año con el excedente de
200.000 tm de trigo; de igual manera lo harían un buen número de países. La suma de
todos esos excedentes que van a ese mercado constituye la oferta mundial.
Cada uno de esos países, que de alguna manera forman parte de esa oferta
mundial, tienen sus propias políticas agroalimentarias. Algunos subsidian a sus
productores o la exportación del alimento; un buen número erige barreras a la
importación; otros, a la exportación; hay sequías e inundaciones en muchas regiones o
países; excelente clima en otros, etcétera. Al final se termina con una oferta y una
demanda globales (en el mercado mundial), las cuales determinan el precio internacional.
Por esta razón, lejos de reflejar la influencia de sólo ciertos subsidios que se dan en
países desarrollados, el precio internacional refleja la confluencia de un sinnúmero de
factores y de intervenciones en cientos de países, la mayoría de los cuales son
subdesarrollados.
Quizás lo más importante de todo esto es que el precio internacional que resulta es
el que cualquier persona, empresa o gobierno recibe o paga cuando acude al mercado
internacional. En ese sentido es un parámetro de comparación o el reflejo de una
oportunidad para transar el bien en cuestión. De ahí que en economía se le llama el costo
de oportunidad.
Los subsidios
Los países desarrollados otorgan una variedad de cuantiosos subsidios a sus productores
agropecuarios. De esto no hay duda. En 1995, el Progressive Policy Institute y el Cato
Institute estimaron que la agricultura estadounidense recibía subsidios por el equivalente
a US$31 000 millones (en la forma de pagos directos al productor, promoción de
exportaciones y otros) y unos US$3 000 millones en exenciones o reducciones de
impuestos (Offut 1996). Sin embargo, por más cuantiosos que sean, no todos esos
subsidios son relevantes para la discusión que nos ocupa; no todos pueden ser utilizados
26
para justificar medidas proteccionistas en los países subdesarrollados. Los únicos
subsidios válidos para este propósito son aquellos que inciden de alguna manera sobre el
precio internacional. (Recordemos que lo argumentado es que, a raíz de esos subsidios,
el precio internacional es más bajo de lo que debería ser). Este punto es muy importante,
ya que existe la costumbre de hablar de subsidios a productores de otros países sin hacer
ninguna diferenciación. Empecemos por señalar que en los países desarrollados existen
dos grandes grupos de subsidios: los directos y los indirectos.
Subsidios indirectos
Los subsidios indirectos incluyen los gastos o logros en carreteras, investigación y
extensión, crédito, educación, telecomunicaciones, nutrición, y hasta los incurridos en la
formación de una sociedad honrada y con buena ética de trabajo. ¿Por qué se incluyen
éstos y muchos más? Porque un productor estadounidense, por ejemplo, tiene un costo
relativamente menor de llevar su producto al mercado local o al puerto de exportación
debido a la disponibilidad de auténticas autopistas, en tanto que el productor
latinoamericano —al cual se quiere proteger— tiene que utilizar caminos que con
frecuencia son prácticamente intransitables.
En el área de la investigación y extensión, los países desarrollados invierten
considerablemente más que los países latinoamericanos, tanto en montos como en
porcentajes del valor de la producción. Y no sólo invierten más, sino que lo hacen de
forma más eficiente e inteligente. Más eficiente, porque una proporción menor va a gastos
administrativos y salarios; y más inteligente, porque, en general, la inversión se hace en
aquellos rubros donde tienen una ventaja comparativa. Esto es todo lo contrario de lo que
sucede en América Latina. Es por esto que los países desarrollados terminan obteniendo
rendimientos de 12 tm por hectárea (ha) para un cultivo X, en tanto que los productores
latinos promedian 1,5 tm/ha para el mismo cultivo. Y si los comparamos en términos
económicos, en lugar de rendimientos físicos, el resultado sería similar. Se llegaría a
27
conclusiones muy parecidas con respecto a los gastos o logros en telecomunicaciones,
educación, carreteras, etcétera.
Es necesario resaltar que todos estos subsidios indirectos son muy relevantes para
esta discusión puesto que de una manera u otra influyen sobre el precio internacional de
los productos agroalimentarios.
Subsidios directos
Cuando los defensores del proteccionismo agropecuario argumentan que tal o cual
alimento está subsidiado en otro país, normalmente se refieren a los subsidios directos.
Los que más se han utilizado en los Estados Unidos son los siguientes: precios de
sustentación (price support), precios de sustentación más restricciones de área o
producción, pagos compensatorios (deficiency payments) y varios subsidios a la
exportación.
Precio de sustentación. Este es un programa donde el gobierno de los Estados
Unidos fija un precio, normalmente por encima del precio de equilibrio, al cual el productor
puede vender toda su producción a la Corporación de Crédito para Mercadería
(Commodity Credit Corporation, CCC). Este programa, que ha sido empleado para
productos como lácteos, trigo, maíz, sorgo, algodón, entre otros, durante los últimos 50
años, creó muchos problemas de reservas a la CCC. En 1980, por ejemplo, ésta tenía en
su posesión 1,2 millones de toneladas de productos lácteos: mantequilla, queso y leche
en polvo.
Precio de sustentación con restricción de área. En vista de que el gobierno
acumulaba una cantidad impresionante de granos y otros productos, se ideó restringir el
área (o la producción) que los agricultores podían dedicar a cada cultivo. Esto se llamó
acreage allotments y se aplicó a algodón, maíz, trigo, maní, entre otros. También hubo
cuotas de producción (output quotas) para tabaco y maní. Este programa tuvo una
modalidad llamada Desviación Voluntaria de Tierra (Voluntary Diversion of Land) donde la
participación era voluntaria para obtener el precio de sustentación, pero para ello debían
28
dejar de producir una proporción determinada de la finca. Entre 1962 y 1971, el 12 por
ciento del área de producción fue incluido en un banco de suelos.
En Japón este programa de subsidios ha sido popular desde 1969. El área
“pagada” por no producir arroz en ese año fue de 10 000 ha; en 1980, de 535 000 ha; en
1990, de 830 000 ha y en 1998, de 954 000 ha (Cramer et al. 1999). Los pagos han
oscilado entre $340 y $4 240 por hectárea. El efecto de este tipo de subsidios es reducir
la producción mundial e incrementar el precio internacional (todo lo contrario de lo que
argumentan los proteccionistas). En Japón, mediante este programa, el área sembrada de
arroz se redujo en 21 por ciento entre 1982 y 1999: pasó de 2,3 a 1,8 millones de
hectáreas.
Pagos compensatorios. Este es un esquema de sustentación de precios diferente.
El gobierno fija el precio objetivo (target price), Pt, de antemano (también fija otro precio
llamado loan rate, al cual el agricultor puede obtener crédito adelantado), los productores
venden toda su cosecha al precio de mercado, P m, y el gobierno les paga la diferencia
entre los dos precios (Pt-Pm). Este gasto del gobierno [Q(Pt-Pm)] se conoce como pago
compensatorio (deficiency payments). Q es la cantidad total del producto adquirido por el
gobierno. A finales de los años 80 se fijó un máximo de $50 000 por finca.
Este programa, por obvias razones, incluía control de la producción a través de la
restricción del área cultivada. La participación era voluntaria, pero una vez aceptada se
debía cumplir con las restricciones de área (abarcaba algodón, arroz, trigo y granos para
la alimentación animal). Para la soya, azúcar, lana y miel la participación era igualmente
voluntaria pero no había restricción de área. Para tabaco la participación fue obligatoria
durante mucho tiempo; ahora es opcional.
Uno de los efectos de este programa es la reducción de la oferta (debido a la
reducción de área), y por tanto, el incremento del precio internacional y el estímulo de la
producción en otros países. Pero dependiendo de la diferencia entre el precio objetivo y el
precio de mercado, el efecto puede ser un incremento de la oferta. En estos casos, el
programa de precio objetivo es equivalente a un subsidio a la exportación; el precio
internacional se reduce (Gráficos 1 y 2).
29
En el Gráfico 1 la curva de oferta se desplaza hacia la izquierda debido a que el
programa requiere retirar cierta área de la producción. Cuando el precio objetivo es P t,
resulta probable que la producción sea mayor que la del mercado libre (Qt en vez Qe) y
que el precio sea inferior (Pm, en vez de Pe). Esto es equivalente a un subsidio a la
exportación. En el Gráfico 2 se ve que no había exportación sin intervención. Pero con un
subsidio de S, resulta una exportación equivalente a (Qp-Qc).
30
Gráfico 1
Gráfico 2
31
A partir de 1983, la restricción de área se hizo a través de pagos en especie (PIK,
por sus siglas en inglés). En lugar de dinero, el productor recibía de los stocks de la CCC
hasta un 80 por ciento de la cosecha (trigo, algodón, arroz, soya, maíz, centeno) que
hubiera producido en cada hectárea retirada. En 1983 se dejaron de producir 28,7
millones de hectáreas y los agricultores recibieron granos por un valor en los libros de $9
000 millones. Y como se había levantado el límite de $50 000 por finca, algunos
agricultores (o compañías) recibieron más de $1 millón. Además de ser uno de los
programas más costosos, el PIK incrementó el precio local e internacional y redujo las
exportaciones de los Estados Unidos.
Subsidios a la exportación. Ya hemos señalado que cuando el precio se fija
suficientemente alto, el programa de precio objetivo con restricción de área puede
funcionar como un subsidio a la exportación. Además de éste, el gobierno de los Estados
Unidos ha utilizado otros programas de subsidios a la exportación: el de la Ley Pública
480 (PL.480), el Programa de Estímulo a la Exportación (Export Enhancement Program) y
Préstamos de Comercialización (Marketing Loan).
(1) PL. 480. Este programa conocido también como Alimento Para la Paz (Food por
Peace) fue diseñado para deshacerse de las inmensas reservas que acumuló la CCC a
través de los años. El Título I consistía en vender trigo y otros alimentos a países en
desarrollo en términos muy favorables –largos plazos para pagar y sin intereses. El Título
II era un mecanismo para donar alimentos a los gobiernos de países muy pobres.
(2) Programa de estímulo a la exportación. Iniciado en 1985, este programa usó
los stocks de la CCC para realizar pagos en especie (PIK) a exportadores, lo que les
permitió vender en el extranjero a precios más bajos.
(3) Préstamo de comercialización. Este programa fue creado en 1985 también
para reducir los stocks de la CCC. Mediante éste, el gobierno permitió a los productores
recomprar el producto vendido a la CCC, pero a un precio menor que el recibido. Esto les
permitió exportar a un precio reducido.
32
Breve historia de los subsidios en Estados Unidos
Los programas de subsidio agrícola en los Estados Unidos surgieron a raíz de la Gran
Depresión2. De 1929 a 1932, los precios recibidos por los agricultores cayeron un 56 por
ciento y el ingreso bruto del sector agrícola cayó un 54 por ciento. El ingreso neto de las
fincas pasó de$6 300 millones a $1 900 millones (Paalberg 1997). En 1933, el Congreso
de los Estados Unidos aprobó una ley (act) que instauró la Administración de Ajuste de la
Agricultura (Agricultural Adjustment Administration, AAA), la cual dio vida a muchas otras
leyes agrícolas (programas de subsidio), todas muy parecidas a la original. Los programas
han sido enfocados a siete productos: trigo, maíz, sorgo, centeno, avena, arroz y algodón.
Los productores de soya han sido ayudados a través de un programa de préstamos,
mientras que los de tabaco, maní, azúcar y productos lácteos han sido “ayudados” a
través de programas particulares diseñados según el caso. Cada una de las acts hizo
pagos substanciales a los agricultores para que redujeran sus operaciones agrícolas
Con el propósito de manejar los múltiples problemas que fueron surgiendo, los
programas de ayuda sufrieron muchas modificaciones a través del tiempo. Así, la ley de
1973 (1973 Act) autorizó los pagos compensatorios (deficiency payments) con el fin de
sustentar el ingreso de los productores, y el de 1977 (The 1997 Food and Agricultural Act)
reemplazó los cuotas de producción (allotments) por el concepto de pagos
compensatorios (Hardwood y Jagger 1999). Pero siguieron los problemas de
sobreproducción. Ya para el año agrícola de 1985, los altos precios de sustentación (en
este caso los loan rates) asociados con una oferta abundante y bajas exportaciones, entre
otros factores, aumentaron sensiblemente los stocks de trigo, lo que obligó al Congreso a
bajar los loan rates, echar a andar el programa de subsidio a las exportaciones (export
enhancement program, EEP) y usar la Reserva de Conservación para promover el retiro
2
La Gran Depresión fue causada por una combinación de desafortunadas intervenciones del
gobierno de los Estados Unidos: altos aranceles, altos impuestos, políticas monetarias restrictivas y
políticas para mantener precios y salarios. Por ejemplo, el Smoot-Hawley Tariff Act de 1930 incrementó los
aranceles estadounidenses a los niveles más altos registrados en el siglo XX: 52,8 por ciento ad-valorem.
Durante 1929-32 la oferta monetaria se redujo en un 33 por ciento.
33
de tierras productivas por un largo plazo. Y es a partir de este momento (del Farm Bill de
1985) cuando los programas comenzaron a estar más orientados hacia el mercado y ser
menos distorsionantes, aunque durante la crisis de 1986, los agricultores recibieron
subsidios por $26 000 millones (Doering y Paarlberg 1998). A principios de los años 90,
los participantes en programas agrícolas dejaron de percibir pagos compensatorios para
todo el trigo producido y las áreas base de trigo.
Cambio drástico. En 1996, el Congreso pasó lo que se ha llamado la Ley de la
Libertad para Producir (Freedom to Farm Act) la cual dio muerte a la vieja AAA y sus
retoños, estableciendo así un tipo nuevo de programa (Paalberg 1999). Esta ley fue
incorporada a la Ley de Reforma y Mejoramiento Agrícola de 1996 (Federal Agricultural
Improvement and Reform Act of 1996, FAIR), la cual introdujo varios cambios
revolucionarios. Primero, los pagos al agricultor, que siempre habían estado ligados a la
reducción de producción, fueron liberados de tal cumplimiento. Segundo, se hizo un
calendario de reducción de subsidios al agricultor que contempla llegar a cero en el año
2002. Tercero, eliminó las restricciones a la oferta y flexibilizó la producción. El agricultor
recibía un pago independientemente de si producía o no y del cultivo que produjera. Estas
acciones fueron llamadas desligue y flexibilidad (decoupling and flexibility) y consideradas
como cambios fundamentales en la política agrícola de los Estados Unidos (Browne, Allen
y Schweikhardt 1997). Y cuarto, introdujo disciplina fiscal (Orden, Paarlberg y Roe 1996).
La ley también contemplaba la eliminación de la Autoridad Lechera de Compra para la
Sustentación de Precios para el 1 de enero de 2000 (Siebert, Stephenson y Anderson
1997). Esta ley contenía la noción de que la agricultura estadounidense debía
encaminarse hacia la orientación del mercado y reducir su dependencia de la intervención
gubernamental (Offutt 1996). Parte de su importancia se debió a que por primera vez los
pagos a los agricultores (subsidios) estuvieron desligados de la producción, por lo que
dejaron de causar distorsiones en el mercado internacional.
FAIR mantuvo una “malla de seguridad” básica para los agricultores mediante el
uso de lo que se llama Pagos de Compensación Mediante Préstamos (Loan Deficiency
Payments, LDP). Primero se fijaba un precio de préstamo (loan rate) bastante bajo, y si el
34
precio de mercado caía por debajo del establecido, el gobierno le pagaba al agricultor la
diferencia entre los dos. Al contrario del viejo programa, el gobierno no tomaba el grano ni
acumulaba stoks.
Hubo una pequeña desviación en 1998 cuando los precios e ingresos agrícolas
cayeron. Aunque no se volvió a los programas de control de áreas, el Congreso adelantó
pagos que estaban fijados para años siguientes y aprobó una ley que les concedió
US$6.000 millones a los agricultores (Morehart y McElroy). Estas sumas fueron utilizadas
para cubrir pérdidas de mercado y dar asistencia de emergencia debido a los bajos
rendimientos.
Paalberg (1999) cree que a pesar de todo, el FAIR Act se mantendrá incólume, que
los productores habiendo sido “comprados” —en 1996 los productores de trigo y dueños
de tierras recibieron casi $2 000 millones en pagos bajo el alero de la Libertad para
Producir frente a los menos de $40 millones que hubiesen recibido bajo el programa viejo.
Los dueños de tierras para maíz y productores recibieron $5 000 millones, en lugar del $1
millón que hubiesen recibido bajo el programa viejo (Doering y Paarlberg 1998)— se
quedarán así, y que el control de la producción, elemento clave de los grandes programas
agrícolas, caducará. Las razones que da Paarlberg son las siguientes: es muy difícil que
ocurra nuevamente un desastre económico como el de la Gran Depresión; los
agricultores, que ahora sólo representan un 2 por ciento de la población (comparado con
40 por ciento en 1940), han perdido poder político; otros temas como el ambiente, los
derechos de los consumidores, la equidad y el comercio internacional están tomando el
lugar de los programas agrícolas; con la nueva forma de pagos, el público se dará cuenta
de que los agricultores reciben beneficencia y esto destruirá su imagen; y los votantes
están aprendiendo también que los programas no son para salvar a la pequeña granja
familiar sino para enriquecer a la agricultura industrializada.
Subsidios en la Unión Europea
35
La Unión Europea también ha subsidiado fuertemente a sus productores mediante
programas similares a los de Estados Unidos. La Política Agrícola Comunitaria (PAC) es
la política agraria general que los socios de la Unión Europea (UE) aplican en bloque para
toda su producción agraria. Esta política ha sido simultáneamente todo lo siguiente:

Un sistema de precios garantizados para el agricultor europeo: si hay
excedentes, la UE se compromete a comprarlos al precio garantizado para que no
desciendan los precios domésticos.

Un cupo de niveles asignados de producción para cada productor
doméstico europeo. Si el productor sobrepasa el cupo es penalizado de maneras
diversas.

Un sistema de protección mediante aranceles de tasa variable que
garantizan un aislamiento absoluto, y la completa ausencia de variaciones en las
cantidades de las cuotas de entrada asignadas a los productos extranjeros.

Un sistema de subsidios al agricultor para que abandone ciertas
actividades productivas; por ejemplo, el banano.

Una Organización Común de Mercado (OCM) sistematizada por
sectores para cada uno de los productos agrarios que están incluidos dentro de la
PAC. La OCM especifica claramente las cuantías de los aranceles, ayudas,
subsidios y precios garantizados que se aplican a cada uno de los productos,
clasificados a su vez por procedencias (comunitaria o del exterior).
Antes de las reformas de 1992, el apoyo a los ingresos elevados de los agricultores
se hacia por medio de altísimos precios internos. Este apoyo mantuvo los precios
domésticos muy por encima de los precios mundiales, lo que obligó al subsidio de la
exportación de los excedentes, en montos equivalentes a la diferencia entre el precio
mundial y el de sustentación (Glauber 2000). En esa época los desembolsos de la PAC a
través del Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria (FEOGA) llegaron a superar
el 60 por ciento del presupuesto total de la UE. Desde 1992, sin embargo, la PAC ha sido
36
sometida a reformas sustanciales que han logrado reducir los precios de sustentación,
pero manteniendo a la vez el apoyo a los ingresos de los agricultores a través de pagos
directos (deficiency payments y area reduction payments).
En cuanto a los precios, las reformas iniciadas en 1992 redujeron los precios de
sustentación en 20 por ciento, y la Agenda 2000, adoptada en 1999, redujo los precios de
sustentación en otro 15 por ciento. Como resultado, la diferencia entre los precios
domésticos y los internacionales de los granos se ha reducido considerablemente. Según
Leetma y Burnstein (1999) es muy probable que la UE exporte trigo en 2002-2003 sin
subsidio alguno.
Los pagos directos son sustanciosos: todo retiro de área de la producción recibe un
pago en adición al pago por área sembrada. Para cereales, en 1996, este pago equivalía
a $528 por hectárea retirada y $420 por hectárea sembrada (Sheehy 1997). Tal ha sido el
cambio que actualmente los productores reciben la mayor parte de su apoyo
gubernamental por medio de pagos directos en lugar de precios de sustentación.
Efectos de los subsidios
Se señaló al principio de este capítulo que los subsidios a los productores en otros países
son relevantes para la discusión sobre el proteccionismo latinoamericano sólo so tienen
influencia sobre el precio internacional del rubro en cuestión. ¿Qué se sabe con
referencia a este punto? Mucho. Como el tema es de interés político y académico, se han
hecho muchos estudios para determinar los efectos de los subsidios, así como de los
programas agrícolas en general sobre un buen número de variables: precios, área de
producción, gasto fiscal, exportaciones, importaciones. Uno de esos estudios fue llevado a
cabo por Eric O’N Fisher y Harry de Gorter (1992), de la Universidad de Cornell, con el fin
de determinar los efectos internacionales de los subsidios agrícolas estadounidenses.
Una de las preguntas que los investigadores querían contestar era: ¿qué pasaría con los
precios mundiales –y otras variables– si se eliminaran por completo los subsidios
37
agrícolas en los Estados Unidos? Para ello usaron cuatro cultivos: arroz, maíz, algodón y
trigo, y se concentraron en los dos programas de subsidios más importantes del momento:
pagos compensatorios (deficiency payments) y pagos por retirar tierra de la producción
(diversion payments).
Una conclusión general del estudio es que los programas de subsidio restringen la
producción e incrementan la rentabilidad de las fincas, por lo que, si se eliminaran, se
incrementarían las exportaciones (de los países desarrollados) y los precios mundiales
caerían. En efecto, los resultados indican que si se eliminaran los subsidios agrícolas en
los Estados Unidos, los precios mundiales del arroz, trigo y algodón bajarían en 6, 12 y 19
por ciento, respectivamente; en tanto que el precio del maíz subiría un 3 por ciento. Esto
implica que si el criterio que se ha de utilizar para fijar aranceles proteccionistas es el
efecto que tienen los subsidios agrícolas en países desarrollados sobre los precios
internacionales –el argumento de los agricultores–, en el caso de los tres primeros
cultivos, en vez de los aranceles que reclaman los productores y jerarcas
latinoamericanos, habría que abogar por subsidios a la importación. Y en el caso del maíz,
se justificaría un arancel de 3 por ciento, pero no entre 30 y 90 por ciento que rige en
algunos países latinoamericanos.
Con respecto a los resultados –que no son nada sorprendentes, pero sí
reveladores– hay otros dos aspectos que vale la pena resaltar. Uno, que los resultados
han de ser muy similares si se incluyen los programas de subsidio de la Unión Europea,
Canadá y Japón. Esto, por cuanto esos programas tienen la mismas características. Y
dos, que el argumento sostenido por los agricultores latinoamericanos de que compiten
con las tesorerías o ministerios de hacienda de los países desarrollados, no tiene ninguna
validez.
El criterio correcto
Los representantes de los agricultores, políticos y muchos economistas han externado
hasta la saciedad que los subsidios agrícolas de los países desarrollados hacen
38
descender el precio (internacional) que recibirían los agricultores latinoamericanos, y que
para regresarlo a su nivel, sus gobiernos se ven obligados a imponer aranceles
compensatorios. Hemos visto que aun si aceptáramos este criterio no se justificaría el
proteccionismo que ha prevalecido en Latinoamérica. Todo lo contrario: en vez de un
arancel, en muchas ocasiones el criterio serviría para justificar un subsidio a la
importación.
Sin embargo, cabe preguntarse si ese criterio es el correcto. La regla sugiere que si
elimináramos los subsidios en los países desarrollados el precio internacional resultante
sería el correcto. Pero, ¿es esto cierto? Hemos visto que si se quitan los subsidios, los
precios internacionales variarían muy poco. Esto es así porque el precio internacional,
como ya se ha señalado, es el producto de la confluencia de numerosos factores, muchos
de los cuales son muy subjetivos. Dentro de esa inmensa lista de factores encontramos
las políticas de precios, monetaria, fiscal y comercial de más de un centenar de países,
condiciones climáticas en ciertas regiones, cambios en el ingreso per cápita de igual
número de sociedades, incidencia de plagas, precios de muchos otros productos, y así
hasta sumar varios miles de factores. De tal manera que resulta absolutamente imposible
decir cuál sería el precio internacional correcto, justo, apropiado o ideal. No existe. El
precio en cualquier momento siempre será distorsionado de alguna forma: la distorsión es
la norma, no la excepción. Esta es la razón por la cual, a final de cuentas, se sugiere que
el precio prevaleciente en un momento dado es el correcto. Se podrá anticipar cómo
variaría si se cambia una o dos variables, ceteris paribus (todo los demás constante) pero
el precio resultante no sería mejor que el ya existente.
39
4
Seguridad Alimentaria
Otra justificación del proteccionismo agropecuario ha sido la mal llamada seguridad
alimentaria. Pero ¿qué es seguridad alimentaria? La Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés; 1994) señala que en
los primeros años de la década de 1970, cuando por razones de oferta y demanda los
precios internacionales subieron fuertemente, la falta de un adecuado abastecimiento
alimentario en cada país latinoamericano se presentó como un problema, en algunos
casos agudo, y surgió de esa manera el tema de la seguridad alimentaria, entendida como
la forma de asegurar niveles de oferta interna que no resultaran insuficientes frente a la
evolución de la demanda. Esto es equivalente a un altísimo grado de autosuficiencia.
No es de extrañar entonces que para los formuladores de las políticas
agroalimentarias en Latinoamérica, la seguridad alimentaria consista en producir
localmente ciertos alimentos –sin importar el costo– para así tener la “seguridad” de que
dichos alimentos estarán siempre disponibles para el consumo nacional. Es decir, para
ellos, la única manera de estar completamente seguros de que el alimento estará
disponible para el consumo es produciéndolo en el país. Con base en este error,
fundamentan su argumento en favor del proteccionismo de la siguiente manera: si por
razones de costos, el país deja de producir un alimento considerado básico, existe la
posibilidad de que en cualquier momento se incrementen los costos de importar dicho
alimento, que el país vendedor (el que lo exporta) decida no vender más su producto al
importador, o que el mundo entero decida hacerle un bloqueo al país importador, de tal
manera que ese alimento no pueda ingresar a dicho país. Cada uno de estos tres casos
implica una inseguridad de que el alimento esté disponible para su consumo. Javier
40
García, gerente general de Coopeliberia, confirma la primera parte del argumento (el
incremento de precios) al escribir:
(...) Tampoco se dice que los actuales precios internacionales del arroz –los más bajos
de los últimos diez años– son consecuencia de programas de subvenciones directas o
indirectas en otros países, especialmente en los Estados Unidos, que causaron la
sobreoferta en el mercado internacional. Sin embargo, estas subvenciones ya se han
reducido, por lo que no podemos esperar que se mantengan los precios bajos en forma
indefinida. La Nación 23/12/99
Antes de entrar a analizar los tres elementos del argumento, debemos señalar que,
en la práctica, la seguridad alimentaria no se refiere a todos los alimentos, sino a rubros
considerados básicos, estratégicos, indispensables o insustituibles. Este es el criterio
subjetivo que utilizan los jerarcas para seleccionar los rubros que el país debe producir a
toda costa. Esta decisión, sin embargo, no está divorciada del poder político que ostentan
ciertos grupos de productores3. Por esta razón la lista de productos varía mucho de un
país a otro, y, dentro de un mismo país, de una época a otra. A través de Latinoamérica la
lista incluye arroz, frijol, maíz, papa, trigo, azúcar, a veces carne de pollo y de cerdo, leche
y algunos de sus derivados.
Debemos señalar también que el tema de la seguridad alimentaria sólo puede ser
analizado si se toma a los habitantes de un país como un colectivo en el cual las
preferencias y los derechos individuales pierden validez. Ya hemos señalado que el
individuo promedio cree en la especialización y el intercambio, y lo practica. Para él no
existe un problema de inseguridad alimentaria. Ahora bien, analicemos cada uno de los
tres componentes de este argumento.
El precio internacional sube. En primer lugar, se alega que los precios
internacionales pueden subir, en algún momento, lo suficiente como para que sea más
barato producir el producto que importarlo. Pero este hecho por sí solo no crea
3
Debemos insistir en el hecho de que en muchos países latinoamericanos, especialmente
centroamericanos, los jerarcas gubernamentales, y sobre todo los que definen la política agropecuaria,
suelen ser a la vez productores agropecuarios. ¿Conflicto de intereses?
41
inseguridad alimentaria y no es motivo suficiente para tomar medidas proteccionistas. Los
precios, tanto nacionales como internacionales, fluctúan de acuerdo con variaciones de
los factores que determinan la oferta y la demanda en esos ámbitos y, como ya hemos
visto, estas fluctuaciones son indispensable para que el sistema funcione. Ahora, lo obvio
sería producir cuando el precio esté alto e importar cuando esté bajo, pero los defensores
del proteccionismo contraatacan diciendo que cuando se abandona la actividad, se pierde
todo el conocimiento y el andamiaje necesarios para producir dicho alimento, y que toma
tiempo desarrollar de nuevo la capacidad de producción. Esto puede ser muy cierto, pero
aunque así fuere, la respuesta no sería el proteccionismo ¿Por qué? Porque depende,
entre otras cosas, de si el incremento relativo del precio del alimento es permanente o
transitorio. Si es transitorio, es decir, si el precio sube por encima del costo de producción
local por un tiempo relativamente corto, es muy probable que el incremento en el costo de
importar una cantidad determinada sea inferior a lo que se ahorra durante los períodos
cuando los precios estén más bajos, lo que implicaría la inconveniencia de producirlo
localmente. Todo esto es fácilmente estimable.
Si el cambio es permanente –es decir, si el costo de importación llegara a ser
mayor que el costo de producción local, en forma permanente–, entonces, a partir de ese
momento (t1, en el Gráfico 3), el país gozaría de una ventaja comparativa en la
producción de ese alimento y podría realizar todas las inversiones necesarias para su
producción, sin necesidad del proteccionismo. Esas inversiones representan los costos a
los cuales se refieren los defensores del argumento. Pero también hay beneficios. Durante
el tiempo en que el precio internacional esté por debajo de los costos locales (t o—t1), la
importación trae beneficios a la sociedad, pero a partir del momento en que el precio suba
por encima de los costos locales en forma permanente, la importación implicaría costos a
la sociedad. Este período de costos duraría el tiempo que tome aprender –de nuevo– a
producir el alimento. De ahí que –dentro de un contexto netamente colectivista– lo único
que se necesita para saber si “el país” debe producir desde el inicio, utilizando el
proteccionismo, es el cálculo de los costos y los beneficios de esa decisión. Si el beneficio
es mayor que el costo, lo conveniente sería no utilizar el proteccionismo para producir
42
cuando es más barato importar; si por el contrario, el beneficio es menor que el costo, lo
conveniente sería
43
Gráfico 3
44
utilizar el proteccionismo para así producir aún durante la época en que es más barato
importar el alimento. Para realizar estos cálculos es necesario saber cuánto tiempo dura
cada período, algo prácticamente imposible.
Hay que insistir en que esta metodología para determinar si a “la sociedad” le
conviene el proteccionismo en un momento dado sólo es válida en un contexto netamente
colectivista ya que el proteccionismo implica la violación de derechos individuales, a
saber: en el primer período (to—t1), cuando es más barato importar, se debe imponer un
arancel para proteger (hacer viable) la producción local. En el segundo período (t 1—t)
cuando es más caro importar hay que imponer un impuesto o de plano prohibir la
exportación, ya que a los productores les convendría vender su producto al precio más
alto, es decir, al de exportación. En el primer período los consumidores pierden; en el
segundo les toca a los productores perder (Gráfico 3). En efecto, este fue uno de los
reclamos de Javier García, quien escribió en el mismo artículo:
(...) Seguridad alimentaria. Mucho menos nos recuerda el editorialista que hace tan
sólo dos años, cuando estábamos en vísperas de las elecciones, el precio internacional
del arroz era más alto que el precio local, pero al productor de arroz se le prohibió
exportar –lo que habría aumentado el precio al consumidor– porque en ese momento
era más importante la “seguridad alimentaria” que el libre comercio (...). La Nación,
23/12/99
Boicoteo del país exportador. En segundo lugar, aducen que podría darse un
boicoteo, de tal manera que el país vendedor (exportador) no continúe suministrando el
producto. ¿Es válido este argumento? No, porque esto ha ocurrido raramente en el
mundo.
Podríamos citar el caso de Cuba con respecto a ciertos productos estadounidenses y,
quizá, el de Irak, luego de que este país invadiera a su vecino Kuwait. En todo caso, aún
45
si el temor fuera válido para un exportador en particular, el país tendría la oportunidad de
importar el alimento desde otros países 4.
Bloqueo mundial. En este punto, los defensores del proteccionismo no se dan por
vencidos y amplían el argumento diciendo que el boicoteo puede ir más allá de un solo
país y convertirse en un bloqueo mundial. Es decir, con referencia a un alimento
determinado, el temor estriba en que todo el mundo decida no venderle al país X, esto es,
que se le haga un bloqueo comercial total.
4
No se debe olvidar que la seguridad alimentaria se concentra en alimentos básicos producidos en
casi todos los países del mundo.
46
Aquí debemos señalar varios puntos: (1) Prácticamente no hay experiencias de
este tipo en el mundo, ni siquiera el embargo impuesto a Cuba por Estados Unidos,
puesto que muchos otros países siguieron sus relaciones comerciales con Cuba; tampoco
las situaciones vividas durante las guerras mundiales, puesto que éstas eran entre países
o bloques enemigos y no todo el mundo contra un país determinado. (2) Las experiencias
acumuladas en los países latinoamericanos indican que es mucho más probable que
ocurran bloqueos de carreteras dentro de un país que dejen a un gran sector de la
población sin alimentos, que se dé un bloqueo externo, lo cual indica que la producción
interna –a costos altos– por sí sola no garantiza una “seguridad alimentaria”5. A pesar del
mayor riesgo interno, no se observa a los habitantes tomando medidas de corte
proteccionista en el interior de ningún país; es decir, siguen aceptando la especialización
y el intercambio a nivel regional. (3) Aunque los defensores del concepto sobre seguridad
alimentaria pretenden hacer creer lo contrario, no existe ningún indicador de que la gente
no pueda sustituir un alimento determinado por otro, ante un eventual bloqueo de tipo
mundial contra su país. No es cierto, en el caso latinoamericano, que los individuos han
de morir si no hubiese, por ejemplo, arroz durante un período determinado. Sustituirían el
arroz por maíz, yuca u otro alimento durante ese tipo de emergencia. De hecho, a través
del tiempo y a medida que el ingreso per cápita ha crecido, la población ha ido
sustituyendo ciertos alimentos básicos por otros “menos básicos”. (4) Por último, es
conveniente señalar que en Latinoamérica muchos de los alimentos considerados básicos
son producidos mediante el uso de un gran número de insumos importados: tractores,
fertilizantes, insecticidas, herbicidas, fungicidas, cosechadoras. De ahí que en vez de
bloquear la importación de uno o varios alimentos, los gobiernos beligerantes podrían
impedir la importación de esos insumos; en cuyo caso sería imposible para el país
producir el alimento o lo haría a costos unitarios demasiado altos, inclusive con el
proteccionismo.
5
En Costa Rica, durante 1999-2000, en menos de un año hubo dos bloqueos protagonizados por
agricultores y varios bloqueos por diferentes agrupaciones manifestantes. En toda la historia del país –180
años de vida independiente– no hay récord de un bloqueo externo.
47
Todo lo expuesto hasta ahora, indica que la seguridad alimentaria, como está
planteada, no es segura y que los costos de esa “inseguridad” alimentaria pueden resultar
astronómicos. Desde el punto de vista social ¿valdrá la pena incurrir en esos costos para
lograr poco o nada?
Costos de la (in)seguridad alimentaria
El concepto tercermundista de seguridad alimentaria –el que se está discutiendo aquí– es
sumamente costoso. La estrategia utilizada para lograr dicha “seguridad” —el
proteccionismo agropecuario— fuerza a muchos individuos y a la sociedad en general a
asumir costos elevados en la forma de alimentos más caros y mal uso de los recursos
productivos.
Alimentos caros. Al escoger esta estrategia para lograr la seguridad alimentaria,
los jerarcas se “olvidan” de que el primer efecto del proteccionismo es el encarecimiento
de los alimentos. Este aspecto constituye una de las grandes fallas del concepto
tercermundista de seguridad alimentaria, el cual se centra en lograr la producción interna
del alimento –a cualquier costo– e ignora de forma expresa a los consumidores y el efecto
sobre su capacidad de consumo. Por ejemplo, si se utiliza un arancel del 50 por ciento
para proteger la producción de papa, el precio de la papa nacional puede llegar a ser un
50 por ciento más alto que sin la protección. Esto significa que, a raíz de la protección, a
un buen número de ciudadanos no les alcanzará el dinero para comprar papas; y al no
poder consumirla, tendrán una mayor inseguridad alimentaria. Cuanto mayor sea el nivel
de protección, más alto es el precio y menor el número de personas que tengan la
capacidad de adquirir el alimento. Es por esta razón que cuando se habla de seguridad
alimentaria basada en el proteccionismo hay que preguntarse: ¿seguridad para quién? A
pesar de que, en principio, el objetivo de la estrategia es lograr seguridad para los que
consumen, en la práctica todo se hace como si esos mismos consumidores no existieran.
Pero existen.
48
A raíz de este efecto negativo del proteccionismo y del descenso en los precios
reales de los alimentos durante los años 80, comenzó a cobrar vigencia una nueva visión
de la seguridad alimentaria que no sólo toma en cuenta la oferta agregada, sino también
la “universalidad de acceso” a ciertos mínimos nutricionales establecidos en forma
normativa. La Octava Sesión del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial la plasmó en la
siguiente definición:
El objetivo de la seguridad alimentaria mundial es asegurar que todas las personas
tengan, en todo momento, acceso físico y económico a los alimentos básicos que
necesiten. La seguridad alimentaria debe tener tres propósitos específicos: asegurar la
producción alimentaria adecuada, conseguir la máxima estabilidad en el flujo de tales
alimentos y garantizar el acceso a los alimentos disponibles por parte de quienes lo
necesitan.
El mal uso de los recursos productivos. El segundo elemento de costo que
ocasiona lo que ya podríamos llamar una “falsa seguridad alimentaria” es el mal uso dado
a los recursos productivos. La razón por la cual se requiere de protección para producir un
alimento determinado, digamos arroz, es, normalmente, la falta de ventaja comparativa en
la producción de dicho alimento. El no gozar de esa ventaja implica dos cosas: que sin
protección los consumidores podrían importar el alimento a precios menores que los
locales, y que, desde el punto de vista social, los recursos utilizados para producir arroz –
tierra, mano de obra, capital, capacidad gerencial– podrían generar mayores niveles de
bienestar si se dedicaran a otros rubros en los cuales sí se tiene ventaja comparativa 6.
Esto entraña que, salvo en circunstancias especiales de exceso de mano de obra, el
trabajador recibiría una mayor remuneración si no existiese el proteccionismo. De ahí que
6
Cuando no se tiene una ventaja comparativa, es necesario proteger la producción para poder subir el
precio por encima de lo que costaría importarlo. De la diferencia entre esos dos precios, multiplicada por la
cantidad consumida se obtiene la cantidad de dinero transferida de los consumidores a los productores, pero
que a la sociedad no le representa ningún valor adicional. Sin esa transferencia, la actividad no sería rentable
para los privados. Esta es la razón por la cual decimos que en otras actividades donde no se necesitan
transferencias, los recursos le generarían más a la sociedad.
49
esta política empobrece de dos maneras: primero reduce la remuneración que reciben los
pobres por su mano de obra y, luego, encarece los alimentos que deben comprar con ese
salario reducido. Estos dos resultados significan una mayor inseguridad alimentaria para
los pobres. En este sentido, el costo de esta política es la reducción relativa del bienestar
de la sociedad. En la sección sobre proteccionismo y pobreza se darán algunos ejemplos.
Opciones de verdadera seguridad alimentaria
Antes de hablar de opciones de políticas para lograr la seguridad alimentaria, debemos
hacernos la siguiente pregunta: ¿Puede existir seguridad alimentaria? o ¿puede haber
seguridad alimentaria en los términos definidos por la Octava Sesión del Comité de
Seguridad Alimentaria Mundial: asegurar la producción alimentaria adecuada, conseguir
máxima estabilidad en el flujo de alimentos, y garantizar el acceso a los alimentos
disponibles por parte de quienes los necesitan? La respuesta es no. Nadie puede
garantizar eso; ninguna política puede hacerlo; y de todas las políticas posibles, el
proteccionismo agropecuario es el que menos podría lograrlo. Lo que sí es posible lograr
es un mayor grado de seguridad alimentaria y a un costo menor que el proteccionismo.
Para ello hay al menos dos opciones de política: el libre comercio en solitario y el libre
comercio acompañado de un plan de almacenamiento de cierta cantidad de alimentos
para encarar algunas eventualidades.
El libre comercio. Esta estrategia o política es capaz de generar mayores niveles
de seguridad alimentaria que el proteccionismo, por dos vías. Primero, permite que los
recursos de producción, incluyendo la mano de obra, sean utilizados en aquellas
actividades en las cuales el país tiene ventaja comparativa, con lo que se maximizan los
retornos al uso de esos recursos. El ciudadano común, el menos afortunado, ve reducida
su pobreza, porque percibe una mayor remuneración por su mano de obra y por cualquier
otro de sus recursos de producción. Segundo, los alimentos son más baratos que bajo el
proteccionismo, porque se importan aquellos que son más económicos en el exterior. Ya
50
dijimos que es más seguro depender del intercambio con el exterior que dentro del mismo
país porque hay mayor riesgo de bloqueo interno que externo. Por estas dos vías se preve
que haya más alimentos disponibles y más personas con acceso a ellos; es decir, mayor
seguridad alimentaria.
Libre comercio más plan de almacenamiento. Si aún persistiera el temor de que
pueda darse un bloqueo que impidiera la llegada al país de algún alimento básico, la
sociedad entera, o parte de ella, podría optar por guardar una cantidad de dicho (s)
alimento (s) para el consumo, digamos, de seis meses. Y esas reservas estarían sujetas a
ser renovadas cada cierto tiempo. Esta estrategia, que se aplica tanto para la inseguridad
externa como la interna, es más costosa que la anterior, pero menos costosa que el
proteccionismo agropecuario.
Moralidad de la seguridad alimentaria
En sociedades como las latinoamericanas, en las cuales al consumidor, al ser
humano, se le concede muy poco valor, el contenido moral de las políticas pierde toda
importancia; de ahí que este aspecto brilla por su ausencia en las discusiones de
seguridad alimentaria. ¿Cuál es el contenido moral de la seguridad alimentaria basada en
el proteccionismo? Para responder a esta pregunta hay que definir cuáles son los
derechos de los ciudadanos; y si partimos del principio de que cada ser humano debe
tener absoluta libertad para disponer de sus bienes (propiedad) de la forma que prefiera,
siempre que respete el mismo derecho de todos los demás y que no medie ni la fuerza ni
el engaño, debemos concluir que el comprar, vender, regalar, consumir, producir lo que
quiera, es un derecho de todo ciudadano; es decir, uno de sus derechos humanos
consiste en poder intercambiar bienes y servicios con otros, sin importar fronteras de
ningún tipo. La “seguridad alimentaria” basada en el proteccionismo impide que los
consumidores ejerzan este legítimo derecho; por tanto, es inmoral. Más sobre este tema
en el capítulo 7.
51
5
Estabilización de Precios e Ingresos
Este argumento en favor del proteccionismo agropecuario se maneja de la siguiente
manera: los precios mundiales o internacionales son muy variables (volátiles) y si no se
protege (aisla) el mercado nacional, aunque sea parcialmente, los precios nacionales
también serán volátiles. En el contexto latinoamericano, los precios volátiles son malos
por dos razones fundamentales: en primer lugar, no permiten que los productores
conozcan de antemano los precios que recibirán en el momento de la cosecha;
consecuentemente, estos productores, caracterizados por su bajo nivel de educación, no
pueden planificar su producción agropecuaria y terminan por producir erráticamente o por
debajo de su potencial; se empobrecen. En segundo lugar, la mayoría de los productores
latinoamericanos, caracterizados por su pobreza, no tienen los recursos para hacer frente
a los años de bajos precios que necesariamente forman parte de un esquema con precios
volátiles; es decir, en un mal año, el productor puede, literalmente, morirse de hambre.
Por estas dos fuertes razones, continúa el argumento, es necesario tener una política de
precios estables y por encima de un mínimo, el cual no será necesariamente fijo de un año
a otro.
Ahora, ¿qué implica o en qué consiste la política de estabilización de precios?
Consiste en que el gobierno fija los precios de los alimentos en cuestión, pero para que
esos precios sean efectivos, la fijación debe ir acompañada de otras medidas. ¿Cuáles?
Los gobiernos latinoamericanos han preferido las dos siguientes: el levantamiento de
barreras contra la importación de dichos alimentos, y la creación de instituciones estatales
o para-estatales de comercialización de ciertos productos alimenticios, especialmente
granos básicos. Las barreras preferidas contra el comercio exterior son: prohibir la
52
importación de los productos señalados o permitir su ingreso sólo cuando se comprueba
que hay o que habrá escasez de alimento. Con estas barreras se aisla o separa el
mercado doméstico del internacional, permitiendo al gobierno fijar los precios que quiera,
y lograr éstos son los que efectivamente reciben los productores.
Dado el efecto aislador, con sólo las barreras al comercio internacional se podría
lograr un precio doméstico cuya estabilidad dependiera únicamente de factores internos; o
sea, de los factores que afectan la oferta y la demanda internas. Sin embargo, los
gobiernos han pretendido más que la estabilidad. En realidad han buscado dos cosas: (1)
que el precio sea totalmente fijo durante al menos un ciclo de producción, y (2) que se
mantenga en cierto nivel. Este segundo objetivo es claramente ajeno al objetivo de
estabilizar el precio, y tiene más que ver con el objetivo de alcanzar cierto nivel de
ingreso. Para lograr estos otros (superiores) objetivos, no bastaba con erigir barreras,
debían crear instituciones de comercialización: Consejo Nacional de Producción (CNP) en
Costa Rica, Instituto de Mercadeo Agropecuario (IMA) en Panamá, Empresa Nacional de
Almacenamiento y Comercialización de Productos Agropecuarios y Agroindustriales
(ENAC) en Ecuador, Dirección General de Servicios Agropecuarios (DIGESA) en
Guatemala, Instituto Hondureño de Mercadeo Agropecuario (IHMA) en Honduras, por
mencionar unos pocos. Estas instituciones fijaban –decimos fijaban, porque algunas ya
han desaparecido y otras cambiaron en los noventas su modus operandi–, a veces al
inicio de la siembra, el precio al cual iban a comprar los productos, y tenían la potestad de
exportar parte si compraban demasiado o importar si había faltante. De esta manera
lograban que sus precios prevalecieran en los mercados, aun cuando típicamente solo
compraban entre 30 y 60 por ciento de la producción.
Una de las justificaciones para la creación de esas instituciones ha sido que como
el intermediario se aprovecha del indefenso productor, hay que eliminarlo o ponerle freno,
ofreciéndole al productor una alternativa de venta de su producto a precios oficiales. Lo
que sucedió en muchos países fue que los empresarios que iban a ser intermediarios
terminaron siendo los jerarcas de las instituciones y, a su vez productores. De ahí que la
política de precios de esas instituciones para los productos en los cuales se involucraron
53
los jerarcas y sus allegados o protegidos ha tenido un alto contenido proteccionista: el
precio al productor ha sido, casi siempre, superior al precio internacional ajustado a la
frontera del país o a un punto interior. Para muchos alimentos producidos por pequeños
agricultores sin influencia política, la política de precios ha sido todo lo contrario.
Estas instituciones también cometieron otros desaguisados. En no pocas ocasiones
pretendieron subsidiar al productor y al consumidor al mismo tiempo, fijando un precio alto
al productor y uno bajo al consumidor, hasta el punto en que el precio al consumidor fuera
menor que el precio pagado al productor. Esto equivale a fijar un precio negativo
(subsidio) a todo el servicio de comercialización: transporte, procesamiento,
almacenamiento, venta. En esas condiciones, muchos ciudadanos compraron el alimento
(ej. frijol) al precio del consumidor y se lo vendieron luego a la misma institución al precio
más alto. En Costa Rica, durante el año que duró esa política, la institución les compró a
los productores nacionales más del doble de lo que produjeron.
Validez de los argumentos
Los argumentos utilizados para justificar la estabilización de precios y, por medio de ésta,
el proteccionismo, son totalmente inválidos. En primer lugar, si bien es cierto que los
precios internacionales fluctúan como respuesta a los múltiples factores que afectan la
oferta y demanda mundiales, no hay evidencias de que sean extremadamente volátiles o
más inestables que los precios nacionales fijados por las autoridades. En efecto, un
estudio realizado en Costa Rica por Peter Hazell, experto del Banco Mundial, demostró
que los precios reales fijados por el gobierno para granos básicos –arroz, maíz, frijol–
tenían una variabilidad igual o mayor que la de los correspondientes precios mundiales
(Stewart, 1991).
Por otra parte, la estabilización –o fijación– es sólo uno de los mecanismos que
podrían ser implementados para manejar los siguientes inconvenientes que causan los
precios variables: (1) la dificultad para formar expectativas de precios que ayudan a
54
decidir qué y cuánto sembrar, y (2) el riesgo de tener ingresos demasiado variables. En
cuanto al primer problema, es preciso señalar que, debido a que los ciclos productivos
varían a través de países y las compras en el mercado internacional se llevan a cabo sólo
pocas veces al año, cualquier cambio en el precio internacional se refleja en el precio
nacional con buen retraso. Por esta razón se requiere un buen manejo de la información
internacional para formar expectativas de precio tan acertadas como las formadas con
políticas de estabilización de precios.
En cuanto al riesgo de tener ingresos demasiado bajos, es necesario señalar que
los campesinos y agricultores latinoamericanos han encontrado un buen mecanismo para
protegerse de la variabilidad de precios y, por ende, de ingresos: la diversificación de
cultivos. El mismo estudio de Hazell encontró que los coeficientes de variación (CV) de los
ingresos por hectárea eran típicamente más bajos que los CV de los precios de arroz,
maíz o frijol, lo cual refleja el efecto de reducción del riesgo que trae consigo la
diversificación de cultivos. Esto se debe a que los precios tienen una correlación menos
que perfecta. En efecto, los precios de arroz, maíz y frijol tenían una correlación negativa
con los precios de muchos otros cultivos, de tal manera que aun si solamente una
pequeña porción del total del área cultivada se dedicara a otros cultivos, ello tendría un
efecto estabilizador significativo sobre el ingreso de los agricultores.
Ya se ha dicho que para justificar la creación de empresas para-estatales de
comercialización de alimentos básicos, los gobernantes han esgrimido que los
intermediarios se aprovechan de los pobres productores. Este argumento tampoco es
válido. Los intermediarios son una parte fundamental, indispensable de cualquier sistema
de comercialización, ya que proveen transporte, procesamiento, almacenamiento y
distribución de los productos alimenticios. Sin ellos –u otro ente que cumpla esa función–,
el nivel de bienestar de toda la población sería mucho menor, ya que el puente entre
productores y consumidores no existiría. Por esta razón, lo que le conviene a la sociedad
no
es
entorpecer
o
eliminar
la
labor
de
intermediación,
sino
mejorarla.
Desafortunadamente, lo que se ha hecho en Latinoamérica con la creación de
instituciones para-estatales –que monopolizan esa función, en algunos casos, o participan
55
de ella, en otros, pero subsidiando o distorsionando los precios– es entorpecer esa labor
de intermediación. En muchas ocasiones la empresa para-estatal anuncia que va a
comprar, digamos arroz, pero no estipula el precio, o lo indica pero no tiene el dinero para
comprar mucho grano. Esto causa distorsiones que perjudican mucho a los agentes
económicos, en especial a los productores. Por ejemplo en Ecuador, ENAC anunció un
año que compraría arroz, pero aún un mes después de iniciada la cosecha no había
comprado ni un solo grano ni había fijado el precio. Obviamente, durante ese lapso, los
intermediarios pagaron los precios más bajos posibles –porque corrían mucho riesgo– en
claro detrimento de los productores.
Esto no quiere decir que no se han dado abusos, que no se ha hecho “fiesta” a
costa de los productores. Pero esos abusos ocurren casi siempre porque las medidas
estatales crean la oportunidad para que se den. Los intermediarios privados extraen
excedentes7 de los productores sólo cuando tienen algún poder monopólico; es decir,
cuando son pocos quienes ofrecen el servicio o cuando el productor carece de
información. Estas dos fallas resultan fácilmente corregibles sin que se tenga que crear
una empresa para-estatal. El Estado tiene la facultad de crear las condiciones necesarias
para que muchas empresas se interesen en brindar el servicio, y de proveer información a
los productores y así incrementar su poder de negociación.
Conveniencia de la estabilización de precios
En la economía, los precios tienen la importantísima función de reflejar el valor de
escasez de los bienes y servicios. Cuanto más escaso se vuelva un bien, mayor será su
precio; y será menor cuanto más abundante. Con base en el nivel de su precio, los
productores toman la decisión de producir o no un bien o de dedicarse a otro de mayor
precio. Igualmente, si el precio sube, los consumidores evaluarán si vale la pena seguir
7
Se entiende por excedentes el ingreso que obtienen los agentes económicos por encima del costo
total incurrido para generar esos ingresos.
56
consumiendo dicho producto en las mismas cantidades, o si es mejor consumir más de
otro que esté más barato. En este sentido es que los economistas dicen que los precios
sirven para ayudar en la asignación de los recursos productivos a distintas actividades y
para asignar los bienes entre los consumidores. Para cumplir estas importantísimas
funciones, el precio debe variar de acuerdo con variaciones en la escasez relativa del
producto. Por esta razón, la estabilización o fijación de precios es a todas luces
inconveniente.
57
PARTE III
ASPECTOS ECONÓMICOS Y MORALES
58
59
6
Proteccionismo y Pobreza
El proteccionismo agrícola crea pobreza para la gran mayoría de la población a través de
tres mecanismos: la transferencia de riqueza de consumidores a productores, la reducción
de ingresos reales de los trabajadores y el mal uso de los recursos productivos. Esta
aseveración se puede comprobar con un ejemplo sencillo. El país Zeta se especializa en
la producción de A, el país Yeto en la producción de B e intercambian. Si Yeto impone un
arancel a la importación de A y dedica parte de sus recursos (con que producía B) a
producir A (digamos la misma cantidad que importaba), tendría igual cantidad de A pero
menos B para consumir que antes de la protección. Los habitantes de Yeto serán más
pobres. El tener menos qué consumir puede ser desglosado en términos de los tres
mecanismos antes citados. Primero, al tener que pagar un precio mayor por A (causado
por el arancel) los consumidores de A transfieren recursos (dinero) a los productores de
dicho bien. Segundo, al dejar de producir B (donde tenían ventaja) para producir A (sin
ventaja) los trabajadores rinden menos: son menos productivos y, por ende, su
remuneración real disminuye. Tercero, la tierra y otros recursos utilizados para producir A
en vez de B son igualmente menos productivos. Hay una mala asignación de los recursos
de producción.
Además de discutir los tres mecanismos anteriores, queremos utilizar una forma
novedosa de explicar cómo crea pobreza el proteccionismo y lo haremos señalando que el
gran error de esta política es que da preeminencia al proceso de producción errado;
protege a los productores equivocados. En lugar de proteger a los productores de
bienestar, el bien final supremo, protege a los productores de bienes intermedios como el
maíz, el arroz o los lácteos.
60
Los productores de bienestar
En su revisada teoría de la elección del consumidor (consumer choice), el profesor
Gary S. Becker, premio Nobel de Economía en 1992, postula que los individuos tienen un
orden de preferencias para bienes básicos (él los llama commodities) y que los hogares o
unidades familiares combinan bienes adquiridos en el mercado con su propio tiempo y
otros insumos para producir dichos commodities, según una función de producción
(household production function). La producción de un almuerzo, por ejemplo, puede
requerir insumos como: arroz, frijoles, carne, lechuga, tomate, tiempo para comprar esos
ingredientes y para preparar la comida, ollas, electricidad, etcétera. Esta revisión de la
teoría abandona la separación tradicional entre producción y consumo: convierte a las
unidades familiares en productores y consumidores, simultáneamente.
Cada integrante de la unidad familiar tiene una restricción de tiempo: las 24 horas
del día. Una hora dedicada al mercado de trabajo remunerado será una hora menos para
dedicar a otras actividades o al ocio. Igualmente, la compra de productos en el mercado
no podrá exceder el ingreso de la unidad, equivalente a las horas trabajadas en el
mercado multiplicado por el pago por hora, más otros ingresos. Cualquier incremento en
el precio de los artículos utilizados para producir los bienes básicos provocará una merma
en la producción de éstos. Igualmente, cada incremento en el ingreso total de la unidad
tendrá el efecto de incrementar la producción y el consumo de bienes básicos.
Unidades productoras de bienestar (UPB). Siguiendo esta idea genial del
profesor Becker de que todos somos productores y todos estamos en el difícil negocio de
agenciarnos la vida, postulamos que cada hogar constituye una unidad de producción de
bienestar (UPB). Así, la producción ya no se circunscribe a los empresarios industriales,
agrícolas o proveedores de servicios, sino que los pulperos, trabajadores informales,
dueños de ventas en el mercado, futbolistas, periodistas, campesinos, oficinistas, médicos
... todos encabezan o forman parte de una unidad de producción de bienestar; son
productores.
61
¿Cómo se produce el bien superior llamado bienestar? Se logra por medio del
“consumo” de bienes básicos: salud, educación, techo, esparcimiento y alimento espiritual
(puede haber otros), los cuales son producidos por las UPB al combinar artículos
obtenidos en el mercado con su tiempo y otros insumos. Para producir salud, por ejemplo,
las UPB combinan cuidados médicos, ejercicios y una buena nutrición con agua potable y
ambiente limpio, según su función de producción. A su vez, una buena nutrición se logra
con el acceso a alimentos baratos, variados y de alta calidad. Es decir, alimentos, agua,
ejercicios, cuidados médicos y tiempo, son insumos que utilizan las UPB para producir
bienestar a través de la salud. De igual manera podríamos confeccionar una lista de los
insumos empleados por las UPB para producir bienestar vía educación, techo,
esparcimiento y alimento espiritual.
Interrelación entre productores. Existe una relación de jerarquía entre los
productores de distintos bienes intermedios que, en cada caso, constituyen insumos de
producción de otros bienes hasta llegar al bien final: el bienestar. Así tenemos, por
ejemplo, que ciertas empresas producen hierro, acero, fibra, llantas .... Otras, utilizan
estos productos como insumos para producir maquinaria agrícola; los agricultores utilizan
esta maquinaria (junto con otros insumos) en la producción de arroz, maíz, frijol, carne.
Por otra parte, existen empresas que producen automóviles, servicios telefónicos,
seguros, servicios bancarios, etcétera. Y por último están las UPB, las cuales combinan
estos servicios con los productos agrícolas y otro sinfín de insumos para producir salud,
techo, educación, esparcimiento; es decir, bienestar (Gráfico 4 ).
Efecto de políticas intervencionistas. Resulta evidente que cualquier política o
intervención gubernamental que encarezca los insumos utilizados por los productores de
bienestar, disminuirá su producción y, como consecuencia, reducirá el bienestar familiar.
El proteccionismo agropecuario —igual que el industrial y los monopolios estatales— es
una de esas intervenciones que reduce el bienestar familiar.
Para producir un bien intermedio como arroz, carne o lácteos, los agricultores usan
fertilizantes, tractores, alimentos concentrados y otros insumos. Cuanto más se encarecen
62
esos insumos, más se incrementan los costos de producción y menos producción de
arroz, carne o lácteos se obtiene.
63
Gráfico 4
64
Esta es la razón por la cual los productores agrícolas han luchado para que se eliminen
los aranceles que pesan sobre algunos insumos agrícolas y se subsidien muchos de estos
insumos. Sin embargo, la protección que ellos demandan para sus productos encarece los
alimentos que emplean las UPB en calidad de insumos para producir bienestar y, por
tanto, tiene el efecto de reducir la producción de este bien supremo. Igual que los
agricultores, las UPB tienen todo el derecho y la autoridad moral para demandar que se
eliminen los aranceles que pesan sobre los insumos de producción que ellas utilizan:
papa, arroz, frijol, carnes, lácteos y un largo etcétera, y que se les permita aprovechar
todas las oportunidades que ofrece el mercado internacional, para así producir mayor
bienestar.
Pobreza vía transferencias
Hay varias formas de interpretar la motivación de la política agroalimentaria tradicional en
Latinoamérica. A veces parece que el objetivo es maximizar la producción de algunos
rubros agroalimentarios o por lo menos alcanzar cierto nivel de producción. Este es el
caso de los países que aún claman por total autosuficiencia en ciertos rubros. Una mejor
interpretación sería que las autoridades persiguen el objetivo de maximizar los ingresos
de los productores. Otra, y que confiere más inteligencia a las autoridades, es que buscan
maximizar las utilidades –no el ingreso bruto– de los productores o lo que en la jerga
económica se conoce como el excedente del productor (EP). El Gráfico 5 capta esta
última interpretación de la política de protección. El excedente del productor (EP) es la
diferencia entre el precio y lo que al productor le cuesta producir las cantidades indicadas
a lo largo de la curva de oferta, O. Cuanto más alto sea el precio, mayor es el excedente
del productor.
Pero, ¿qué hay de malo en este esquema? Lo malo de esta política proteccionista
es que sólo toma en cuenta al productor y a la producción de bienes intermedios. Es
65
tuerta. Ignora por completo el hecho de que el mercado está conformado también por
consumidores de esos bienes.
66
67
Si no existieran esos consumidores, el esquema proteccionista sería el apropiado, o sea,
el subsidio vía incremento en los precios sería aceptable, hasta correcto. Pero, por esas
cosas de la vida, existen, y se les debe tomar en cuenta, ya que sin ellos no habría
mercado. Cuando se incluyen los consumidores, el gráfico cambia. Se le adiciona la curva
de demanda (de los consumidores) e inmediatamente nos percatamos de un hecho crucial
que casi siempre es ignorado por quienes formulan las políticas agroalimentarias: cada
vez que se incrementa el precio, el productor se favorece, su EP sube, pero el consumidor
pierde; el excedente del consumidor, EC, (el área por encima de la línea de precio pero
por debajo de la curva de demanda) disminuye (Gráfico 6). Y, en esencia, lo que logra el
esquema proteccionista es transferir excedentes del consumidor al productor, pero sin
incrementar el total del excedente en la economía; es decir, no se aumenta el pastel 8, sólo
se redistribuye.
Un buen ejemplo. Según un acuerdo del Gobierno de Costa Rica, de enero de
1999, el arancel a las partes de pollo y muslo pasaría de 200 a 150 por ciento en cinco
semestres; el de las pechugas y el pollo entero de 50 a 40 por ciento de forma inmediata;
y el de las partes de pollo deshuesadas, de 258 a 60 por ciento en dos años y medio.
Mediante estos aranceles, se obliga a los consumidores a transferir sumas astronómicas a
los industriales de pollo. En el caso de partes del pollo, un arancel de 150 por ciento
significa que, en el límite, cada vez que un pobre consumidor compre ¢1 000 de pollo
debe, además, regalarle ¢1 500 adicionales a los avicultores y ¢320,50 al gobierno (el 13
por ciento del IVA). De los ¢1 500 adicionales, una sola empresa recibe ¢1 112,50. Los
cálculos más conservadores indican que, en 1999, los consumidores transfirieron a los
industriales avícolas unos ¢18 000 millones ($65 millones). De éstos, una sola empresa
recibió ¢13 500 millones ($48,8 millones). Con este arancel, el gobierno crea un impuesto
en favor de una empresa privada específica.
8
En realidad, debido a los otros efectos que tiene esta política sobre la producción, el pastel se
reduce. Es decir, el esquema proteccionista crea pobreza.
68
69
Pobreza vía reducción del ingreso real de los trabajadores
El proteccionismo implica transferir recursos (tierra, mano de obra) de actividades donde
estaban siendo bien utilizados a otras actividades donde son menos útiles. Esto da como
resultado que un recurso como la mano de obra sea menos productivo en los nuevos usos
y, por ende, reciba una remuneración real menor. Por ejemplo, Costa Rica no produce
trigo. Si el gobierno decidiera ponerle un arancel suficientemente alto a la importación de
trigo como para que se iniciara su producción, los productores tendrían que desviar
recursos de producción hacia ese cultivo. Esta nueva asignación de recursos sería
necesariamente menos productiva que la anterior y, por ende, la remuneración de la mano
de obra tendría que ser menor.
Es fácil ver lo que pasa en una sola industria. Tomemos el caso de un vendedor de
perros calientes (hot dogs). Los ingredientes utilizados y los costos de producción son los
estipulados en el Cuadro 1. Ahí se observa que al imponer un arancel de 20 por ciento a
la importación de carne para perros calientes (todos los demás insumos están recibiendo
sus costos de oportunidad), al productor le quedan sólo dos opciones: salirse del negocio
o reducir la remuneración de la mano de obra.
Lo mismo sucede con el empleo mismo. Si bien es cierto que se incrementa el
empleo en la producción de trigo, también es cierto que se reduce en otras áreas.
Recordemos que a raíz del arancel, los consumidores de trigo tienen que pagar más por el
grano, así que les queda menos dinero para todo lo demás. Esto redunda en una
reducción de la demanda de todos los otros bienes que, a través de la economía, causará
una reducción generalizada del empleo. Según el Departamento del Trabajo de los
Estados Unidos (U.S. Department of Labor), el proteccionismo en ese país destruye ocho
empleos en la economía en general por cada uno que genera en una industria protegida
(Miller y Elwood 1998).
70
Cuadro 1. Impacto de un arancel a la carne sobre la remuneración
de la mano de obra (en dólares)
Insumos
Costo sin el arancel
Costo con on el arancel
Pan
0,40
0,40
Carne
0,70
0,84
Otros ingredientes
Capital
Mano de obra
Precio de venta
0,15
0,20
0,30
1,75
0,15
0,20
0,16
1,75
71
Pobreza vía el mal uso de los recursos productivos
Hemos señalado que el proteccionismo induce a los agricultores a producir bienes de
poco valor, cuando podrían producir otros mucho más valiosos: es decir, el proteccionismo
estimula un pésimo uso de los recursos de producción. En Panamá, por ejemplo, muchos
recursos de producción han sido utilizados para actividades en las cuales, por no gozar el
país de ventajas comparativas, el retorno económico 9 (o al país) es negativo. En sólo
cuatro de esas actividades (arroz, ganadería, leche y azúcar), se estimó (Stewart, 1996)
que la asignación de 1,6 millones de hectáreas generaba, en 1996, una rentabilidad anual
al país de -$19 millones (calculada con precios no distorsionados) (Cuadro 2). ¿Una
rentabilidad social negativa? Sí. Este resultado se obtiene porque si un agricultor gasta
$400 para producir una tonelada de arroz que se puede importar a un costo de $200, ese
agricultor genera pérdidas (sociales o económicos) equivalentes a $200/tm, aunque, por
el proteccionismo, él lo venda en el mercado local a $600/tm. Bajo una asignación basada
en las ventajas comparativas, los 1,6 millones de hectáreas hubiesen generado una
rentabilidad al país de unos $1 000 millones (Cuadro 3). La diferencia representa
alrededor del 15 por ciento del PIB total de ese año.
Industria forestal. Lo que ha sucedido en esta industria en muchos países
latinoamericanos constituye un buen ejemplo del mal uso de los recursos que ocasiona el
proteccionismo. Los altos niveles de protección efectiva otorgados a las industrias
forestales, principalmente la de contrachapados, han significado costos económicos muy
elevados.
9
Calculado con precios internacionales, o sea, los costos de oportunidad.
72
--------------------------------------------------------------------------------------------Cuadro 2. Panamá: uso real del recurso agrícola, 1996
Cultivo Área
Rentabibilidad al país
Total al país
(000ha)
$/ha)
(mill $)
--------------------------------------------------------------------------------------------Arroz
100
-100
-10
Carne
1 020
25
25,5
Leche
456
-48
-21,9
Azúcar
32
-390
-12,5
--------------------------------------------------------------------------------------------Total
1 608
-18,9
--------------------------------------------------------------------------------------------Fuente: Stewart, 1996.
----------------------------------------------------------------------------------Cuadro 3. Panamá: uso potencial del recurso agrícola, 19
Cultivo
Area
Rentabilidad al país
(000ha)
($/ha)
----------------------------------------------------------------------------------Pino
1 600
630
Sandía
2
720
Melón
4
1 000
Ñame
2
640
----------------------------------------------------------------------------------Total
1 608
----------------------------------------------------------------------------------Fuente: Stewart, 1996.
73
Estos costos económicos están relacionados con la prohibición de exportar trozas y
los aranceles a la importación de madera aserrada y contrachapada. La combinación de
los bajos precios de las trozas (el insumo) y los altos precios del contrachapado (el
producto) ha ocasionado que ineficientes fabricantes produzcan contrachapados con altas
ganancias privadas, que son principalmente transferencias de los dueños de bosque y los
usuarios de esos productos. Sin embargo, a precios económicos (internacionales) las
utilidades son negativas. Las trozas utilizadas valen más (medido por lo que pagaría por
ellas el mercado internacional) que la madera aserrada y contrachapada que se obtienen
de ellas. Por lo tanto, la diferencia entre el valor del producto y el precio del insumo (las
trozas) más el costo de procesamiento, constituyen el costo económico de llevar a cabo
aserrío y manufactura de contrachapados en vez de exportar las trozas. En el Cuadro 4
se presentan estos cálculos para la madera aserrada en Costa Rica y Bolivia, así como el
contrachapado en Costa Rica y Ecuador (Stewart y Gibson, 1993).
Ahí se observa un gran desperdicio de los recursos forestales de esos países y los
altos costos económicos de los políticos proteccionistas. En Ecuador, por ejemplo los
fabricantes de contrachapados gastaron aproximadamente US$200 para convertir un valor
de US$500 de trozas (el valor económico) en un metro cúbico de contrachapado que se
hubiera podido importar a un costo oscilante entre US$320 y US$400 (el valor
económico). La pérdida económica fue de US$300 a US$380/m3 del contrachapado que
se produce.
En los casos ilustrados, el gobierno pretendía generar empleo, valor agregado local
y excedentes económicos mediante el procesamiento de la madera en el país. Los
resultados, sin embargo, fueron desastrosos. El valor agregado local fue negativo en
todos los casos, lo cual indica que, en el proceso, el valor fue destruido, no agregado. En
cuanto al objetivo de proporcionar empleo, los resultados evidencian que forzar el
procesamiento local ha sido una forma muy cara de generar empleo. Cada puesto de
trabajo generado en el Ecuador por la decisión de fabricar contrachapados en vez de
exportar las trozas tuvo un costo económico equivalente a 19 salarios. Esta es una
muestra clara de cómo el proteccionismo reduce la productividad y la remuneración de la
74
mano de obra. La decisión de producir madera aserrada en vez de exportar las trozas
también fue insensata, tal como lo ilustran los costos en que se incurrió también en Costa
Rica y Bolivia10.
Cuadro 4. Costos económicos directos ocasionados por las barreras al comercio
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------forestal 1992-93 (en dólares)
Indicadores
Bolivia
Costa Rica Ecuador
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Madera Aserrada
Valor económico de trozas, (mills) 1/
22.9 - 27.2
53
n.e.
Valor de madera aserrada producida
18,7
45,4
n.e.
Costo del aserrío (mill)
2.4
8,2
n.e.
Valor neto a los aserraderos (mill)
16,3
37,2
n.e.
Pérdida económica al país (mills)
6,6 - 10,9
15,8
n.e.
................
3
Producción total de aserrada (000m )
44.9
264,6
3
Total empleos creados (70/m )
642.5
3.780
n.e.
Costo anual de cada empleo generado
10,272 - 16,965
4.213
n.e.
Salario anual
780
2.068
n.e.
Costo de cada empleo en términos de salarios 13.2 - 21.7
2
n.e.
n.e.
Madera Contrachapada
3
Valor económico de 1m de contrachapados
n.e.
404,6
320,1
3
Valor de trozas en 1m de contrachapados
n.e.
256
500
3
Costo de proceso de 1m de contrachapados
n.e.
235
200
3
Pérdida económica al país por 1m de contrach.
n.e.
86,4
380
..................
3
Producción total de contrachapados (m )
n.e.
27.000 85.000
Pérdida económica total (mills)
n.e.
2,3
32,3
...................
3
Total de empleos creados (40/m )
n.e.
675
2.125
Costo anual por empleo generado
n.e.
3.456 15.200
Salario anual
n.e
2.068
780
Costo por empleo en términos de salarios
n.e.
1,67
19,5
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------3
1/ Se estimó que solo se hubiesen exportado unos 450.000m de trozas.
n.e. = no estimado.
Fuente: Stewart, Claure, Gibson (1993); Southgate et. al. (1994); Stewart (1994)
10
La diferencia entre los costos en ambos países se debe a la diferencia en desarrollo tecnológico
75
de sus industrias de aserrío.
76
Pobreza vía subsidios directos
A pesar de que despotrican contra los subsidios que los gobiernos de los países
desarrollados otorgan a sus productores agrícolas, los jerarcas o gobernantes
latinoamericanos son muy proclives a otorgar subsidios directos a la exportación en
beneficio de sus propios agricultores. ¿Doble moral? Igual que la exención de impuestos y
los subsidios a los insumos de producción agrícola, estos subsidios directos a la
exportación se pueden considerar parte del favorecimiento (protección) a los productores
agropecuarios y como un cuarto mecanismo generador de pobreza en las unidades
productoras de bienestar. Para justificar estos subsidios se recurre al argumento de que
son necesarios para compensar distorsiones internas como la mala infraestructura, altas
tasas de interés, exageradas cargas sociales, y altas tasas de importantes servicios
públicos como la electricidad, la telefonía o los seguros
Para esa compensación han usado instrumentos como los Certificados de Abono
Tributario (CAT), drawbacks, contratos de exportación, entre otros. En el caso de los CAT,
el gobierno se compromete a otorgar al agricultor/exportador un subsidio equivalente a
entre 10 y 30 por ciento del valor de todo lo exportado. Así, si es 30 por ciento y el
empresario exporta productos por un valor de US$1 millón, recibe un subsidio del Estado
por $300 000. A través de estos programas, el Estado transfiere sumas astronómicas a
unas cuantas firmas (ver Cuadro 5 para el caso costarricense), lo que crea pobreza por
dos vías: (1) el dinero de los subsidios es obtenido a través de impuestos cuya incidencia
relativa es mayor sobre las clases media y baja, y no sobre las empresas. Después de
todo, no tendría sentido tomar el dinero de las empresas para luego devolvérselo. Los que
más sufren son las unidades familiares (UPB), puesto que su producción de bienestar se
reduce. (2) En lugar de subsidiar directamente a las empresas, el dinero se hubiese
podido utilizar para efectuar subsidios indirectos en la forma de inversión en
infraestructuras como carreteras, caminos vecinales (agrícolas), puertos y aeropuertos, y
así se beneficia también a las UPB.
77
Cuadro 5. Las veinte empresas que más CAT recibieron durante 1993-1996
(millones de dólares)*
Empresa
Vinculación Política o Internacional
PINDECO
Del Monte
Jurch
Hules Técnicos
Total
18,78
11,93
Samuel Guzowski, Exministro de Comercio Exterior 1998-2000
11,50
Pegaso Internacional
8,66
Compañía Palmatica
7,33
Borda Azul
6,52
Melones de C.R.
6,22
Tico Frut
5,92
Aluminios Nac.
5,32
Inversiones Delka
4,51
Sardimar
5,08
Central de Exportaciones Agroindustriales
5,06
Olympic Fibers
4,75
Liga Agrícola Industrial de la caña de azúcar
4,62
Productos Gerber de Centroamérica
4,57
Matadero Nacional de Montecillos
4,54
PRATSA
4,33
Fertilizantes de Centroamérica
4,13
Derivados de Maíz Alimenticio
4,04
Tenería Primenca
3,64
Total
133,4
* Son dólares nominales obtenidos mediante la conversión de colones usando el tipo de cambio promedio de cada año.
Fuente: La Nación 24/11/1997
78
Según Patricia Leitón:
(...) En Costa Rica con esa suma ($1 000 millones otorgados a través de CAT), la
deuda interna sería un tercio más pequeña; o se tendrían 45 puentes semejantes al que
se necesita sobre el río Tempisque; o se remodelarían cinco aeropuertos parecidos al
Juan Santamaría. La Nación, 27/9/99
De haber invertido en infraestructura, se hubieran favorecido los productores
agropecuarios (al reducirse las distorsiones internas), pero –y esto es muy importante–
también se hubieran favorecido las unidades productoras de bienestar (UPB), las cuales
igualmente sufren por las distorsiones internas. Al no proceder de esta forma, las
autoridades causan pobreza. Cometen un crimen económico (ver Anexo 2).
En la misma nota periodística, Patricia Leitón señala:
Para reducir esa vulnerabilidad de la economía costarricense se optó por un nuevo
modelo de desarrollo basado en la promoción de las exportaciones, pero para paliar
las deficiencias del país en infraestructura y servicios públicos, entre otros, se ingenió
la idea de darle a los exportadores —a los que vendieran bienes no tradicionales fuera
del istmo— un incentivo llamado Certificado de Abono Tributario. Sin embargo, la
carga se transformó en algo mayor de lo que se esperaba para el fisco, y hubo abusos.
Algunas empresas están acusadas hoy ante el Ministerio Público por haber inflado las
ventas y además, hoy 26 años después, cuando están a punto de acabarse, el país
arrastra las mismas deficiencias en infraestructuras y servicios públicos de los años 70.
La Nación, 27/9/1999
Aspecto moral. Muchas de las empresas beneficiadas con los subsidios
pertenecen a connotados políticos. De las 20 que más recibieron CAT en Costa Rica,
algunas están vinculadas con políticos y por lo menos una de ellas con una empresa
transnacional (ver Cuadro 5). El caso de Panamá, mencionado en el prefacio, es típico.
79
No es difícil concluir, entonces, que estos programas son para transferir recursos de las
unidades productoras de bienestar, vía el Estado, a las empresas de políticos.
Además de estas empresas, en la lista de beneficiados aparecen con frecuencia
compañías transnacionales (como Del Monte), cuyas utilidades superan el PIB de muchos
de estos países. Golpear a las unidades productoras de bienestar para regalar el dinero a
compañías transnacionales es una de las acciones más grotescas que puede realizar un
gobernante del Tercer Mundo.
80
7
Proteccionismo y Moral
Hemos visto que el proteccionismo agropecuario genera pobreza para la gran mayoría de
la población y enriquece a unos pocos. Pero ¿quiere decir esto que el proteccionismo es
inherentemente inmoral? Todo depende del marco de referencia utilizado para definir los
derechos de cada individuo que conforman la sociedad y el valor que se otorga a esos
individuos. Es decir, depende del modelo de sociedad que se tiene en mente.
Modelos de sociedad y proteccionismo
En el contexto de la política económica, la moralidad tiene que ver con el respeto de los
derechos individuales dentro de una sociedad. En este sentido, todo acto que no viole los
derechos establecidos es moralmente aceptable. Pero, ¿cuáles son esos derechos y
cómo se establecen? Para nuestros propósitos, postulamos que existen dos tipos de
sociedades: aquellas con derechos individuales y las colectivistas. En las primeras todos
los individuos tienen los mismos derechos (los derechos naturales del hombre): a la vida,
la libertad y la propiedad, entre otros.
Las sociedades colectivistas, en cambio, dan preeminencia al colectivo. El individuo
no tiene derechos naturales, sino que sus derechos están supeditados a los dictados del
colectivo, el cual siempre es manejado por una cúpula. No hay derechos a la libertad ni a
la propiedad. Procedemos a evaluar la moralidad del proteccionismo en el contexto de
cada una de estas sociedades.
81
Modelo de derechos individuales
En el modelo de sociedad con derechos individuales (MDI) impera el siguiente
principio: todo ser humano es dueño de sí mismo y por tanto tiene el derecho de disponer
de su cuerpo, su mente y sus bienes (honestamente adquiridos) de la forma como más le
convenga, siempre que respete el mismo derecho de todos los demás. De este principio
se derivan los derechos antes mencionados: a la vida, libertad y propiedad. Este último
conlleva el derecho a la libertad económica, el cual se enuncia así: todo ser humano
tiene el derecho a utilizar su propiedad para producir, distribuir y consumir bienes y
servicios (es decir, para realizar actividades económicas tales como comprar, vender,
trocar ahorrar, transportar, importar, exportar, almacenar, regalar) sin ninguna restricción
más que evitar el uso de la fuerza y el engaño. Las características del modelo son:
·
Todos los individuos nacen con los derechos naturales del hombre: nadie los
asigna caprichosamente. Todos tienen el mismo valor y el bienestar de cada uno
contribuye lo mismo al bienestar total.
·
El objetivo de la política económica (en este caso, la política comercial agrícola) es
maximizar el bienestar de la sociedad (BS), donde BS equivale a la suma del
bienestar de todos los individuos. Para simplificar, agrupamos a los individuos en
unidades familiares o UPB, por lo que el objetivo es maximizar la suma de
bienestar a través de todas las UPB. La expresión matemática de este objetivo es:
n
n
Max BS = Max  Bi =  BUPBj
i=1
j=1
82
donde BS = el bienestar de toda la sociedad; Bi = el bienestar de cada individuo; BUPBj =
el bienestar de la Unidad Productora de Bienestar, y n = el número de individuos o de
UPBs en la sociedad.
El objetivo de maximizar BS está sujeto a la restricción de que no se pueden violar
los derechos individuales, en particular el derecho a la libertad económica. Cualquier
violación de este derecho significa una reducción del bienestar del individuo o de la UPB
afectada y, por tanto, del bienestar total. Por esta razón, la transferencia de una unidad de
bienestar (asumiendo que ésta es mensurable) de un individuo a otro o de una UPB a otra
reduce el bienestar total. Pero el proteccionismo y subsidios como los CAT están
diseñados justamente para transferir riqueza (bienestar) de unas UPBs a otras: reducen el
BS, imposibilitando así el logro del objetivo de la política económica. Es decir, el
proteccionismo es totalmente incompatible con el modelo de sociedad donde todos los
individuos tienen el mismo valor y los mismos derechos (los naturales del hombre).
Modelo de colectivismo moderado
En una sociedad moderadamente colectivista, el individuo no es dueño de sí mismo y, por
tanto, no tiene derecho a disponer de su cuerpo, mente y bienes de la forma como le
convenga, ni tiene derechos a la vida, libertad y propiedad. Él pertenece al colectivo y
sólo posee el valor y los derechos asignados a ese colectivo. Las características del
modelo son:
·
Para simplificar, los seres humanos son divididos en dos grupos: los productores
agropecuarios (PA)11 y todos los demás ciudadanos (TC). El primero engloba a los
políticos.
·
Los políticos asignan los valores a cada grupo. El grupo (PA) vale más que el (TC).
11
Nos referimos exclusivamente a los dueños de los medios de producción, o sea, los
empresarios. Además, el grupo podría ampliarse para incluir a todos los empresarios, no sólo a los
agrícolas.
83
·
El objetivo de la política económica es maximizar el bienestar de la sociedad,
donde ese bienestar equivale a la suma del bienestar de los dos grupos (BS = BPA
+ BTC). La expresión matemática es:
MAX BS = α BPA + λ BTC
donde α 1 y λ<1; es decir, una unidad de bienestar de TC no contribuye lo mismo al BS
que una unidad de bienestar de PA. En este modelo es permisible la violación de los
derechos individuales o grupales. De hecho, la transferencia de una unidad de bienestar
(UB) de TC a PA incrementa el bienestar total. Por ejemplo, si α = 1,5 y λ = 0,7, cada UB
transferida de TC a PA incrementa el BS en 0,8 unidades.
¿Es compatible el proteccionismo con este modelo; es decir, se puede maximizar
BS con base en una política comercial proteccionista? Sólo si los parámetros α y λ se
alejan lo suficiente de 1. En el caso de λ, el extremo es cero, donde TC no vale
absolutamente nada y, por tanto, el aporte de su bienestar al BS es nulo. Este es el caso
del siguiente modelo. Asumimos que los parámetros α y λ se mantienen dentro de los
márgenes (no extremos) donde el proteccionismo no procede porque se podría lograr
mayor bienestar de la sociedad (BS) con una política comercial diferente.
Para ilustrar con un ejemplo, usemos el arroz y postulemos, para simplificar, que el
subsidio en países desarrollados es tal que se podría obtener una cantidad equivalente al
consumo “normal” de un año en Costa Rica totalmente gratis. Obviamente, rechazar el
regalo (prohibir la importación o imponer un arancel lo suficientemente alto para que el
costo de importación supere los costos de producción locales más utilidad) sería una
estrategia menos rentable en términos de bienestar total que aceptarlo. Sigamos con
cifras plausibles, pero no del todo reales. El consumo nacional (Costa Rica) es de 200 000
tm por año, y el costo de producción es de $350/tm (incluye utilidad, por lo que equivale al
precio de venta). El regalo de 200 000 tm de arroz a ese precio equivale a $70 millones.
Una cantidad que podría contribuir mucho a la producción de bienestar.
¿Cómo lograr un mayor BS que el que se lograría rechazando el regalo? Hay
muchas maneras de hacerlo. Una de ellas consiste en aceptar las 200 000 tm de arroz,
84
venderlas en el mercado a un precio que permita recuperar el dinero (la utilidad) que
hubiesen logrado los agricultores al producir y vender bajo un esquema proteccionista.
Supongamos que la utilidad normal es de $50/tm producida y que normalmente producen
y venden 200 000 tm. Habría que entregarles $10 millones. Esto implica que se podría
vender cada tonelada a $50 y entregar los $10 millones a los productores. Este esquema
es obviamente superior porque los consumidores se ahorrarían $60 millones (podrían usar
ese monto para adquirir otros bienes y producir más bienestar) y los productores recibirían
sus utilidades; no pierden.
Algunas observaciones:
·
La ganancia en términos de BS es mayor que los $70 millones ya que no se ha
tomado en cuenta todo lo que se podría producir con los recursos no dedicados a
la producción de arroz.
·
Algunos señalarían que todo parece bien, pero ¿qué hacer con la mano de obra
que hubiese producido arroz? La respuesta sale del punto anterior: se utilizaría
para producir otro bien donde se cuenta con ventaja comparativa. En esta otra
actividad, la remuneración de la mano de obra podría ser mayor, en vista de que
sería más productiva. En el caso muy improbable de que la mano de obra se
quedase desempleada, se podría remunerar con parte de las ganancias de los
consumidores. Aún así quedaría mucho para repartir.
·
La repartición de los $70 millones entre PA y TC que maximiza el BS dependerá de
los valores de α y λ.
·
En los casos menos extremos (más reales) donde se dan subsidios externos que
hacen descender el precio internacional (pero no hasta cero), se puede lograr
mayor BS usando una metodología similar a la señalada.
85
·
Al utilizar el proteccionismo —que beneficia a sólo un pequeño grupo— en vez de
aprovechar los subsidios externos para enriquecer a la ciudadanía en general, los
países despilfarran recursos y desdeñan al ser humano más allá de lo tolerable en
una sociedad moderadamente colectivista. El proteccionismo no es compatible con
este modelo de sociedad.
86
Modelo de colectivismo extremado
Este modelo de sociedad es el caso extremo del MCM, donde el parámetro λ es igual a
cero, es decir, sólo los productos agrícolas (el grupo PA) tienen valor. Todos los demás
ciudadanos (el grupo TC) no valen absolutamente nada y su bienestar no contribuye nada
al bienestar de la sociedad (BS). En este modelo, el objetivo de la política económica es
maximizar el bienestar de la sociedad (BS), sólo que ahora BS es equivalente al bienestar
de PA únicamente. La expresión matemática es:
MAX BS = α BPA + λ BTC = BPA
dado que α = 1 y λ=0.
¿Es compatible el proteccionismo con este modelo; es decir, se puede maximizar
BS con base en una política comercial proteccionista? Claro que sí. Aquí la transferencia
de una unidad de bienestar de TC a PA incrementa el BS en una unidad, y el objetivo del
proteccionismo es precisamente transferir bienestar (riqueza) de TC a PA. Es más, existe
para cada caso un arancel (óptimo) que maximiza la transferencia de TC a PA; o sea,
maximiza el BS.
Otra acción que contribuye a incrementar BPA, y por ende BS, consiste en quitar
recursos a TC –mediante impuestos– y trasladarlos a PA por medio de mecanismos como
los CAT, programas de reconversión, crédito subsidiado o regalado, formación de
corporaciones (ej. la Corporación Hortícola). La entrega de $ 1 000 millones a
exportadores por medio de los CAT en Costa Rica, durante 1984-1999, es un acto
perfectamente compatible con este modelo.
Una observación. El esquema en el cual se aceptan las 200 000 tm de arroz del
ejemplo anterior, se vende el grano al precio de protección y se entrega todo el dinero a
los productores (una especie de pago por no producir), generaría más BS que el
proteccionismo puro. Sin embargo, tal esquema no sería viable políticamente: como TC no
recibiría ningún beneficio, no lo aceptaría. Es por ello que, además del proteccionismo, a
87
las “autoridades” les resulta mejor recurrir a mecanismos como los CAT para trasladar
más bienestar de TC a PA.
Codicia de los productores
Durante los últimos tiempos, el inmoral proteccionismo se ha transformado en un
mercantilismo feudal donde los productores no sólo mantienen hermético el mercado
nacional, sino que se lanzan en pos de mercados externos y, cuando los conquistan,
también reciben subsidios de exportación. Lo obtienen todo. Esto es doblemente inmoral.
A continuación, algunos ejemplos de este deleznable comportamiento.
Avicultores costarricenses. El comportamiento de los avicultores costarricenses
es típico de lo que se acaba de señalar. Según el tratado de libre comercio entre
Centroamérica y la República Dominicana (RD), firmado en 1998, los avicultores
costarricenses exportarían una cuota de pechugas de pollo de 1 170 tm en 1999, la cual
se incrementaría paulatinamente hasta llegar a 2 070 tm en el 2004. Estas exportaciones
ingresarían como parte del contingente arancelario que ese país abrió para las pechugas
de pollo, pagando sólo la mitad del arancel que pagaban otros países. En términos
económicos, se estima que lo negociado en el TLC significa como mínimo $3 millones en
pechugas enteras y un poco más para las deshuesadas.
Estos hechos debieron haber suavizado la posición de los avicultores con respecto
al mercado local, pero no fue así. A pesar de que no podían satisfacer la demanda para la
exportación y a veces se les dificultaba cumplir con la local (durante algunos días del mes
de junio de 1998, se agotó la existencia de huevos en las tiendas), los avicultores
reaccionaron airados porque un decreto ejecutivo imponía aranceles (sólo para el
equivalente a un 3 por ciento de la producción) de entre 15 y 40 por ciento (por debajo del
consolidado). En 1999 pusieron como condición la apertura del mercado estadounidense
a la producción avícola nacional, a cambio de permitir la reducción gradual de los
aranceles que protegen a los industriales del pollo en Costa Rica. Según el acuerdo
logrado con el gobierno, el arancel de las partes de pollo y muslo pasaría de 200 a 150
88
por ciento en cinco semestres; el de las pechugas y el pollo entero de 50 a 40 por ciento
en forma inmediata, y el de las partes de pollo deshuesadas, de 258 a 60 por ciento en
dos años y medio. La permanencia de estos aranceles sólo es compatible con el principio
colectivista ya mencionado y con el modelo colectivismo extremado.
Lecheros costarricenses. La política lechera del gobierno costarricense y la
actitud de los lecheros, que varía según el mercado en que operen, constituyen
testimonios de la moral comercial prevaleciente. Como parte de la política lechera, el
gobierno les niega a los consumidores su derecho humano a adquirir en el exterior,
libremente, leche barata y sus derivados; fija un precio para la leche fluida (2 por ciento de
grasa) muy por encima del costo de importación; deja libres los precios de derivados
lácteos, y estimula la exportación de leche y todos los demás productos lácteos. Una de
las consecuencias lógicas de esta política es que cada vez que pueden obtener mejores
precios vendiendo productos elaborados en el mercado nacional o exportando leche
fluida, en polvo y otros productos, los industriales utilizan la leche fluida de “consumo
nacional” para hacerlo (en abril de 1997 la exportación aumentó un 95 por ciento en
relación con el mismo mes del año anterior). Este hecho hace que periódicamente haya
escasez del producto.
Por otra parte, la postura de la empresa industrial que agrupa a los lecheros varía
según el mercado en que opera. En Costa Rica, donde es productora, se opuso
radicalmente al TLC con Chile y luchó por mantener el arancel de los lácteos cercano al
100 por ciento. En Panamá, donde es importadora neta, lucha para que los aranceles no
se incrementen por encima del 40 por ciento. Los lecheros quieren abarcar todos los
mercados posibles, pero impiden que los costarricenses tengan acceso a lácteos más
baratos. Y para ello cuentan con el apoyo del gobierno.
Omisión de los subsidios beneficiosos
89
Cuando, para justificar el proteccionismo, los productores argumentan que son
perjudicados por subsidios otorgados en países desarrollados, se refieren a los subsidios
a productos finales o semifinales como arroz, maíz, leche, quesos, etcétera. Pero éstos no
son los únicos bienes que reciben subsidios. En los países desarrollados existen
subsidios a las investigaciones que abaratan la maquinaria agrícola, las medicinas
veterinarias, los fertilizantes, las semillas y muchos insumos más. Contrario a los otros
subsidios, éstos les producen enormes beneficios a los productores/industriales de los
países subdesarrollados. Ahora, si se utilizan los subsidios a los productos (arroz, papa,
etc) para justificar la imposición de aranceles, se debería emplear los subsidios a los
insumos para bajar o quitar esos aranceles. Los dos tipos de subsidio se compensan entre
sí. A todas luces resulta inmoral solicitar una compensación cuando se cree haber sido
perjudicado, pero callar cuando se es beneficiado.
Equidad. En vista de que existen muchos programas de subsidio en los países
desarrollados cuyos efectos sobre los productores latinoamericanos (a través de precios
de productos e insumos) son muy variados, en lugar del proteccionismo puro, una política
más equitativa y justa (en un modelo de sociedad no colectivista) haría lo siguiente: (1)
estimar el impacto neto de todas las distorsiones, no sólo el impacto de ciertos subsidios;
(2) compensar a los productores con un arancel equivalente cuando el neto de las
distorsiones es negativo para ellos y castigarlos con un impuesto proporcional cuando es
positivo; (3) subsidiar a los consumidores cuando el neto de las distorsiones es negativo
para ellos, y castigarlos con un impuesto (arancel) cuando es positivo. ¿Se puede realizar
esta tarea? Claro que sí, pero sería en extremo onerosa y complicada. Además, el
resultado no sería mejor que el libre comercio.
Perjuicio al pequeño productor agrícola
Con mucha frecuencia, por no decir siempre, el proteccionismo agropecuario se presenta
como la salvación del pequeño productor, pero resulta que él es quien menos se
90
beneficia, inclusive, resulta perjudicado. Tomemos el caso de un pequeño agricultor que
produce 100 unidades de frijol a un costo de S/.100/unidad. Sin protección, el precio en el
mercado es de S/.80/unidad. Con un arancel de protección del 50 por ciento, el precio de
venta sube a S/.120/unidad. ¿Cuánto se beneficia de la protección? Todo depende de su
nivel de consumo (incluyendo lo que adquiere en el mercado). Si su consumo es de 150
unidades, el costo neto por unidad consumida es de S/.106,7. Pierde S/.20,7 por cada
unidad consumida (Cuadro 6). Si su consumo es de 100 unidades, con la protección
habría 100 por ciento autoconsumo y el costo por unidad consumida sería S/.100.
91
Cuadro 6. Efecto del proteccionismo sobre el pequeño agricultor
Datos básicos: Producción =100 unidades
Costo por unidad = S/100
Precio sin protección = S/80
Precio con protección = S /120
Sin protección
Con protección
Consumo = 150 unidades
Costo de 100 u
8 000
10 000
Costo de 50 u
4 000
6 000
12 000
16 000
Costo total
Costo por unidad
80
106,7
Consumo = 100 unidades
Costo de 100 u
Costo por unidad
8 000
10 000
80
100
Consumo = 50 unidades
Costo de producción
0
Ingreso por venta de 50 u
0
6 000
4 000
4 000
Costo de consumo de 50 u
Costo por unidad consumida
80
10 000 (100 u)
80
Consumo = 0 unidades
Costo de producir 100
Ingreso por venta
Costo de consumo
Ingreso neto
10 000
10 000
8 000
12 000
0
-2 000
0
2 000
92
Sin la protección, él compraría todo y el costo por unidad consumida sería de sólo S/.80.
Estaría mejor sin la protección. Si su consumo es de sólo 50 unidades, los números
demuestran que su costo por unidad consumida sería igual, tanto con la protección como
sin ella. Este es una especie de punto de equilibrio del consumo. Cualquier consumo por
debajo de 50 unidades hace que la protección le sea favorable. El extremo sería un
consumo de cero (100 por ciento comercial) donde la protección haría que pasara de
perder S/.20 por unidad producida a ganar S/.20. Obviamente, estos números son sólo
ilustrativos. La condición real de cada productor puede variar mucho, pero sin cambiar el
hecho de que los pequeños agricultores —aquellos que tienden a consumir una
proporción importante de la producción— son perjudicados por el proteccionismo. Los que
más se benefician —a veces, los únicos— son los empresarios agrícolas, entre los cuales
se encuentra la clase político/empresarial.
Iniquidad entre productores
Los defensores del proteccionismo lo justifican aduciendo que en el exterior existen
numerosas distorsiones perjudiciales para los productores nacionales y que en el interior
del país hay otra serie de distorsiones que causan un sesgo anti-exportador: mala
infraestructura, altas tasas de interés, exageradas cargas sociales y altas tasas por
servicios como electricidad y telecomunicaciones. Pero debemos notar que los
consumidores de alimentos (o productores de bienestar) son igualmente afectados por las
mismas distorsiones. En el exterior resultan perjudicados por distorsiones que abarcan
desde los carteles que hacen subir el precio de los combustibles y los manejos financieros
que revalúan el yen y el dólar, hasta los programas agrícolas e instrumentos que elevan
los precios internacionales del arroz, el trigo y muchos otros alimentos. En el ámbito
interno, estos productores también sufren los embates de las altas tasas de interés, mala
infraestructura, elevado costo de los seguros, de la electricidad y de los servicios
telefónicos. La lista es larga.
93
Para compensar los efectos de las distorsiones, los productores agrícolas obtienen
“protección” arancelaria, reconversiones, créditos preferenciales y subsidios, pero los
productores de bienestar no reciben ninguna compensación. ¿Es esto igualdad ante la
ley? El tema es más grave aún, porque además de no recibir ninguna indemnización por
las “distorsiones” que les afectan, los productores de bienestar se ven obligados a pagar
la protección de los grandes productores agrícolas y cubrir el costo de subsidios como los
CAT, las reconversiones y los créditos preferenciales. Esto corresponde al más rancio
sistema feudal o colectivista, perfectamente compatible con el Modelo de Colectivismo
Extremado.
94
8
Libre Comercio y Riqueza
Si el proteccionismo genera pobreza a través de las transferencias de consumidores a
empresarios, la reducción del ingreso real de los trabajadores (salarios más bajos y
precios más elevados de los alimentos) y la mala asignación de los recursos productivos,
el libre comercio, lógicamente, crea riqueza al evitar esas transferencias, incrementar el
ingreso de los trabajadores y propiciar un mejor uso de los recursos productivos. Todos
estos efectos se pueden resumir de la siguiente manera: el libre comercio crea riqueza
porque amplía el área de bienestar total (el pastel crece) y, a través del cambio de actitud,
estimula inversiones que aumentan el pastel aún más. Veamos.
Para un modelo de sociedad basado en los derechos individuales, se ha definido el
concepto de bienestar total como la suma de las dos áreas o los dos excedentes: EP+EC
(Gráfico 7). En este modelo de sociedad, el objetivo de la política agroalimentaria no es
maximizar los excedentes del productor (EP) –como sí lo es en el modelo de colectivismo
moderado–, sino maximizar el bienestar (la riqueza) de la sociedad; o sea, la suma de
EP+EC. Este objetivo se logra desplazando una o ambas curvas hacia afuera, lo cual no
hace el esquema proteccionista. De hecho, la diferencia entre un país rico y uno pobre
reside en el tamaño de esa área de bienestar, medida ya no con la curvas de oferta y
demanda de un determinado mercado, sino con las curvas de oferta y demanda
agregadas; o sea, la suma (agregación) de todas las curvas de oferta y demanda de
bienes y servicios que se comercian dentro de la economía (Gráfico 8).
El libre comercio es el motor más efectivo para lograr el desplazamiento de ambas
curvas (partiendo desde un modelo proteccionista), ya que implica disponibilidad
95
inmediata de alimentos más baratos, lo que a su vez entraña un incremento en el ingreso
real de los consumidores o UPB, ya que éstos se tornan relativamente más ricos.
96
97
A raíz de este incremento en ingresos, los consumidores demandarán más bienes y
servicios, lo que desplaza la curva de demanda hacia afuera.
El libre comercio también tiene la virtud de estimular la especialización del país (o
región) en la producción de aquellos rubros para
los cuales cuenta con ventaja
comparativa12. Cuanto más se especializa el país en la producción de estos bienes, más
productivo es y más se desplaza hacia afuera la oferta agregada. Esta oferta agregada se
desplaza aún más cuando se utilizan los recursos generados por la exportación de bienes
(con ventaja comparativa) para importar bienes en los cuales otros son los que tienen esa
ventaja. Cada desplazamiento hacia afuera de la curva de oferta agregada significa una
reducción global de precios. Y cuanto más caen los precios a raíz del desplazamiento de
la oferta hacia afuera, más se incrementa el ingreso real de los consumidores y, como
consecuencia, más se desplaza la demanda hacia afuera.
Pero eso no es todo. Dado que fuerza la competencia y el cambio de actitud de los
actores económicos, el libre comercio estimula inversiones que crean riqueza: en
investigación y extensión, infraestructura y formación de capital humano. Tanto la
inversión en capital humano como la inversión en investigación y extensión son
fundamentales para desarrollar o materializar ventajas comparativas, y para la búsqueda
constante de formas más eficientes de producir, manipular, procesar, transportar e
intercambiar productos agroalimentarios. Todo lo cual provoca el desplazamiento de la
curva de oferta agregada hacia la derecha. La inversión en infraestructura también es
fundamental por las mismas razones: facilita la producción y distribución de los productos
agroalimentarios, y de esa forma también desplaza la curva de oferta agregada.
Fortaleza moral del libre comercio
En el capítulo anterior, quedó establecido que el proteccionismo es una política
óptima en un modelo de sociedad colectivista donde sólo los productores (en este caso
12
Esto es así porque los consumidores adquieren en el exterior todo aquello cuyo precio sea
inferior a los costos de producción locales.
98
los productores agropecuarios) tienen valor y sólo su bienestar cuenta. Todos los
miembros de la sociedad no cuentan, tampoco su bienestar. Si nuestra referencia es este
modelo de sociedad, una valoración de la moralidad del libre comercio o del
proteccionismo pierde sentido. Sólo lo tiene en un modelo de sociedad basado en los
derechos individuales. Y esa es nuestra referencia.
Hemos señalado que en lugar del proteccionismo puro, sería más equitativo un
sistema que tomara en cuenta todas las distorsiones, que compensara o castigara a los
productores y consumidores según el neto les sea negativo o positivo. Pero aún desde
esta perspectiva de la equidad, el libre comercio sería mucho mejor. ¿Por qué? Porque
esas acciones para lograr la equidad serían:
·
Demasiado costosas. Para hacerlo bien, se requeriría de un gran esfuerzo por
parte de un contingente de especialistas, nada baratos. Y tal como se hace hoy, los
fondos para cubrir esos gastos saldrían de los bolsillos de las UPB, reduciendo así
su bienestar y creando iniquidad.
·
Difícil de calibrar. Habría mucha dificultad para calibrar bien cuándo el neto de las
“distorsiones” es positivo o negativo para productores y consumidores. Son
demasiadas las variables que se habrían de tomar en cuenta. Además, como ya se
ha señalado, existiría la dificultad para establecer el límite de qué se considera un
subsidio. A fin de cuentas, muchas de estas decisiones serían necesariamente
arbitrarias.
·
Poco productivas. Si el estudio de Fisher y Gorter es indicativo de la realidad,
todo este esfuerzo sería para ajustar precios en menos de un 10 por ciento. Lo que
se agravaría más si tomamos en cuenta que, para cada grupo, algunas veces el
neto de las distorsiones resulta positivo, y otras, negativo, equilibrándose así a
través del tiempo.
99
Por todo lo anterior, el libre comercio es superior a esa alternativa de equidad:
tiene un costo administrativo de cero; no hay que estimar nada ni compensar o castigar a
ningún grupo. Por otra parte, es la única política comercial compatible con un modelo de
sociedad basado en el respeto de los derechos individuales. En síntesis: el libre
comercio crea riqueza y es lo moralmente correcto.
100
101
PARTE IV
HACIA LA ACCIÓN
102
103
9
Soluciones para el Sector Agropecuario
Uno de los efectos de la protección arancelaria y para-arancelaria de los productores
agrícolas es la transferencia de ingentes recursos de los productores de bienestar
(consumidores) a los agricultores. Se ha estimado que en Costa Rica, a raíz del
proteccionismo, los consumidores de lácteos y productos avícolas entregan a los
productores de esos bienes un monto adicional equivalente a ¢30 000 millones (US$100
millones) y ¢18 000 millones (US$60 millones) anuales, respectivamente. Como se
observa, la protección de los agricultores no es inocua: cada vez que se “protege” al
productor se castiga a otro inocente (muchas veces pobre) ser humano. La injusticia que
se comete es equivalente a que, para aliviar su enfermedad cardiaca, un grupo de gente
malvada utilice la fuerza (el gobierno) para extraer corazones de gente sana y
transplantárselos. Es decir, los representantes de los agricultores no son blancas
palomas. Cuando piden “protección”, se comportan como una gavilla de sanguinarios
criminales que cree —herencia maldita de la Colonia— tener derecho sobre los cuerpos,
los bienes y la libertad de otros individuos. El asunto es aún más grave cuando nos
percatamos de que el problema cardiaco de los productores agrícolas se debe a sus
malos hábitos alimentarios y una vida sedentaria. Es decir, su problema tiene otra
solución: comer menos grasas saturadas, ejercitarse más y, en última instancia,
someterse a una operación a corazón abierto. No necesitan recurrir al acto criminal e
inmoral de extirpar el corazón de otros.
Ahora, en el contexto de un modelo de sociedad basado en los derechos
individuales, donde todos son iguales ante la ley y ninguno tiene la potestad de violar los
derechos de otro, ¿cómo puede avanzar el sector agrícola, es decir, cómo pueden los
104
agricultores aliviar su problema cardiaco sin arrebatarle el corazón a otro ser humano?
Cumpliendo con esa condición, los agricultores podrían alcanzar la prosperidad mediante
acertadas acciones tanto gubernamentales como por parte de sus propios gremios.
Acciones gubernamentales
Las acciones gubernamentales en pro de la agricultura se pueden separar en dos grandes
grupos: los subsidios directos y los subsidios indirectos. Entre los primeros encontramos la
protección arancelaria y para-arancelaria, los gastos en reconversión y los subsidios a la
exportación (CAT). Estos subsidios directos violan los derechos de consumidores y
contribuyentes y, por tanto, no constituyen un mecanismo aceptable para promocionar la
agricultura. Quedan descartados.
Subsidios indirectos. En los países desarrollados, el grueso de los subsidios
agrícolas toma la forma de altas tasas de inversión en investigación e infraestructura que,
por incrementar la productividad y la oferta agrícolas y provocar el descenso de los
precios, favorecen grandemente a los consumidores o UPB. Pero los consumidores no
sólo se benefician de los bajos precios; también se benefician de buenas y amplias
carreteras y autopistas, telecomunicaciones de alta calidad, excelentes servicios
portuarios (tanto marítimos como aéreos) y sistemas de información, los cuales favorecen
también a la agricultura y a muchos otros sectores. Estas formas de subsidio fomentan la
creación generalizada de riqueza en la sociedad.
Contrario a los países desarrollados, la inversión en infraestructura en los países
latinoamericanos es muy pobre. Los caminos rurales, cuando existen, dan lástima, lo que
dificulta y encarece el transporte de insumos y productos. Las carreteras entre los
principales puertos y centros de consumo son insuficientes y de mala calidad. La
infraestructura de riego casi no existe. En muchos de estos países el sistema telefónico es
deficiente: cuesta comunicarse y el déficit de líneas es alarmante. Lo mismo sucede con
los puertos marítimos, aeropuertos e infraestructura de almacenamiento. La inversión en
investigación agropecuaria no guarda, ni por asomo, una relación proporcional con la de
los países desarrollados (en los setenta, esta inversión fue de 0,26 a 0,33 por ciento del
105
PIB agrícola en los países de bajos ingresos, comparadas con 1 a 2 por ciento en los
países desarrollados). Además, no es inversión, sino gasto, ya que el presupuesto sirve
mayoritariamente para mantener una frondosa burocracia y una planilla de investigadores
que no han sido entrenados para investigar.
Si aceptamos como válida la situación actual, donde el Estado cobra impuestos y
provee ciertos servicios, entonces, en vez de aranceles y subsidios directos que
empobrecen a la mayoría, el Estado debería optar por dar subsidios indirectos a la
agricultura. Es decir, invertir profusa y eficientemente en infraestructura, salud, educación.
Estas dan muchos réditos a todos, incluyendo a los agricultores.
Tomemos como ejemplo la educación. Chou y Lau (1987) encontraron que un año
adicional de educación incrementó la producción agrícola en 2,5 por ciento. Phillips y
Marble (1986), usando datos de Guatemala, encontraron que cuatro años de educación
incrementaban la productividad agrícola (no especifican en cuánto). Según Lau, Jamison y
Louat (1991), en Asia Oriental, un año adicional de educación contribuye más de 3 por
ciento al PIB real. Según Claudia Goldin (1996), la educación puede lograr la reducción
de la diferencia entre los que más ganan y los que menos. Hay muchas evidencias de
esto en Asia y en los Estados Unidos de principios de siglo. Por su parte, Birdsal (1994)
señala que la política de crecimiento compartido contribuyó a la acumulación rápida de
capital humano, y ésta contribuyó al crecimiento económico y reducción de la
desigualdad, los cuales, a su vez, aseguraron otra ronda de alta acumulación de capital
humano. Un círculo virtuoso
Acciones gremiales
Más allá de lo que haga el Estado, las agrupaciones de productores pueden hacer mucho
para alcanzar su propia prosperidad. En particular, señalamos tres acciones: cambio de
actitud, inversión en la generación y transferencias de tecnología, e inversión en la
investigación de mercados y formulación de una estrategia de comercialización.
106
Cambio de actitud
Hasta ahora la actitud de los agricultores –y nos referimos a los grandes productores, los
comerciales, no los pequeños, cuyo nivel de autosuficiencia los convierte en víctimas del
proteccionismo– ha sido de total dependencia del Estado. De esta entidad esperan todo:
investigación, asistencia técnica, semilla, crédito, controles fitosanitarios, reconversión,
búsqueda de mercados externos, comercialización interna y externa, aranceles
proteccionistas, subsidios directos y mucho más. Los eventos de la primera quincena de
junio de 2000, en Costa Rica, constituyen un buen ejemplo de lo anterior. Al respecto,
Karina Murillo escribió:
(...) El pasado 6 de junio, 50 organizaciones de agricultores amenazaron al Ministro
de Agricultura, Alberto Dent, con bloquear las principales vías nacionales si no se
planteaban soluciones a los principales problemas del sector a más tardar el 15 de
junio. La República, 16/6/00
¿Qué soluciones pedían? Según Mora (2000) sus principales demandas fueron:
·
Detener la pérdida de parcelas por deudas. Por medio de una readecuación o
condonación de deudas, buscar los mecanismos para que los bancos no lleguen a
liquidar sus propiedades.
·
Regular las importaciones de productos agropecuarios.
·
Renegociar aranceles en productos sensibles.
·
Disminuir los costos de producción por medio de la eliminación del impuesto
selectivo de consumo a los combustibles.
·
Financiar proyectos de comercialización y agroindustria.
·
Definir una política forestal clara.
107
La respuesta del flamante ministro fue rápida. El 16 de junio, Edgar Delgado
reportó lo siguiente:
Dent señaló que el Gobierno tiene listo un fondo por ¢1 240 millones (US$4 millones)
para poner al día las operaciones crediticias de los agricultores, luego de hacer un
estudio minucioso de cada caso. Dent reafirmó que ha estado en constante
comunicación con los bancos para encontrar una solución, pero rechazó tajantemente
que consideren la condonación de deudas, pues eso sólo se puede hacer por medio de
una ley. Dijo que sí están en disposición de ayudar para que los bancos devuelvan las
fincas que ya han sido rematadas y de pedir una adecuación de plazos. En cuanto a las
importaciones indicó que en los próximos días emitirán por decreto el Reglamento
sobre la adjudicación de cuotas de importación en casos de desabastecimiento de
bienes agropecuarios, con el cual se pretende ordenar el mercado y “monitorear” el
ingreso de productos del exterior.
Dent agregó que se aumentará por decreto el arancel (todavía no definido)
para la importación de frijoles, con el fin de dar protección especial a los productores
ante la disminución de los precios internacionales. Acerca de los costos de
producción, Dent dijo que el Gobierno presentó al Congreso el proyecto de Ley de
simplificación tributaria, que crea un impuesto único a los combustibles, por lo que
solicitó a los agricultores que pidan su aprobación a los diputados. En materia forestal,
el Ministro dijo que buscan recursos en el exterior para pagar los servicios
ambientales.
¿Cómo lo tomaron los agricultores? El la misma nota, Delgado señala:
El secretario general de la Unión Nacional de Pequeños y Medianos Productores
(Upanacional), Rogelio Fernández, dijo que “aunque la propuesta será analizada hoy,
existen puntos que no tienen solución clara. Hace falta mejorar la respuesta”. Además,
mencionó el problema de los altos costos de producción y el hecho de que no se
108
mencione la posibilidad de condonar las deudas de algunos agricultores. La Nación,
16/6/00
Es imperante que esta actitud cambie. Los agricultores deben organizarse, en
serio, no para pedirle al gobierno que continúe violando los derechos (humanos) de los
productores de bienestar por medio de aranceles, ni para exigir subsidios y otras ventajas,
sino para desarrollar una verdadera gestión empresarial, asumiendo la responsabilidad
por sus propias vidas y actos. El presidente de la Cámara de Porcicultores de los años
noventa, Melchor Rodríguez, comentó una vez que antes de existir la amenaza de la
apertura del mercado porcino, el comportamiento del gremio era de completa
complacencia: protegidos por altísimos aranceles, no se preocupaban por mejorar el
aspecto administrativo de la explotación, ni las técnicas de producción o la parte genética
de hatos, y menos interesarse por lo que pasaba en el resto del mundo. Pero a partir de
dicha amenaza, todo cambió: empezaron a asistir a congresos internacionales, a mejorar
genéticamente sus hatos para producir carne con menos grasa, e incrementar las técnicas
de manejo y, sobre todo, la parte higiénica de la explotación. 13 Actualmente son más
técnicos, higiénicos, eficientes, competitivos y orgullosos. Este es el tipo de cambio de
actitud que se requiere.
Relación con el gobierno. Los agricultores deben cortar toda relación de
dependencia con el aparato estatal y más bien exigir la eliminación de los costos que les
impone el Estado: intereses elevados, seguros caros, impuestos excesivos, infraestructura
pésima. Si quieren crédito barato y abundante, por ejemplo, deben unir fuerzas con otros
sectores de la sociedad –como los productores de bienestar– para demandar la
dolarización de la economía, el cierre del Banco Central y la apertura total del sistema
financiero, o sea, que los bancos internacionales operen libremente en el país. Sin este
cambio de actitud no habrá progreso.
13
Extraído de una conversación personal con Melchor Rodríguez durante la primera mitad de los
años noventa.
109
Generación y transferencia de tecnología
Ya hemos visto que los gobiernos latinoamericanos invierten proporcionalmente menos
recursos en investigación que los países desarrollados. Además, la inversión realizada es
poco productiva porque se gasta sobre todo en salarios y en cultivos equivocados. Estos
hechos contradicen la teoría que justifica el rol del Estado como investigador agrícola.
Según esa teoría, los resultados de la investigación agrícola son un bien público –una vez
que se tenga una nueva variedad, por ejemplo, no se puede excluir a nadie del uso de esa
variedad– y por tanto los costos serán mayores que los beneficios que obtenga un
individuo o empresa que invierta en investigación. Por esta razón, los privados no
invertirían o lo harían escasamente, por lo que nunca se daría la cantidad “socialmente
óptima” de inversión en la investigación. En cambio, el Estado sí lo haría captando los
recursos14 por medio de impuestos e invirtiendo la cantidad socialmente óptima. Esta
teoría falla, porque presume que el Estado sabe cuál es esa cantidad óptima y, además,
que tiene todo el interés o la motivación para optimizar el bienestar de la población. Nada
más alejado de la verdad. Ante esta realidad, los agricultores deben asumir la dirección y
conducción de la investigación agropecuaria. Asumir el control de los institutos de
investigación agrícola, actualmente en manos del Estado, y financiarlos con parte de los
impuestos que ahora le entregan al Gobierno o, si no alcanza, hacerlo con sus propios
aportes. Esto significa asumir responsabilidades, pero requiere del cambio de actitud
antes mencionado.
Muchos aspectos de la generación y transferencia de tecnología deben mejorar.
Los siguientes cambios son fundamentales: realizar estudios para determinar en qué
lugares y cuáles actividades cuentan con ventajas comparativas, tomar la decisión de
investigar sólo en las áreas y rubros donde se tiene o se puede tener esas ventajas y
dedicar más recursos a la investigación agrícola, pero con mejor orientación.
14
La teoría justifica la financiación de la investigación a través de impuestos basándose en el
hecho de que los consumidores también se benefician de los resultados de la investigación por medio de
la reducción de precios que estos ocasionan.
110
En Panamá, en los años noventa, dentro de los planes de investigación del IDIAP
se encontraban rubros como arroz y maíz, definidos como prioritarios (IICA 1992), a pesar
de ser rubros en los cuales no se gozaba de ventajas comparativas. Un grave error, que
fue confirmado por un documento de modernización del sector agrícola. Éste señalaba:
Es importante destacar una experiencia positiva sobre un programa conjunto de
investigación-extensión en granos básicos, patrocinado por la CEE y los países del
Istmo Americano, con el apoyo administrativo y técnico del IICA. Este programa,
llamado PRIAG, tiene como propósito lograr soluciones tecnológicas para los
pequeños y medianos productores panameños, en respuesta a la problemática
tecnológica de la baja producción y productividad de los granos básicos.
Investigación de producción. Es necesario estudiar el comportamiento de los
mercados internacionales para decidir en cada ciclo qué producir, cuándo y de qué forma.
Es preciso que también organicen la investigación para reducir continuamente los costos
de producir lo que el mercado requiere, y procurar mucha flexibilidad para cambiar de
cultivos conforme cambien los mercados.
Investigación de mercados y estrategia de comercialización
Todavía en el año 2000, las agrupaciones de agricultores no realizan
investigaciones de mercado. El modus operandi generalizado consiste en que cada
agricultor siembra lo que se le ocurre y lleva el producto al mercado para ver quién se lo
compra. Si encuentra problemas, entonces recurre al Estado para que éste le compre o
comercialice su producto. Este comportamiento, infantil e indigno de verdaderos
empresarios, se evidenció en junio de 2000 cuando se presentó una crisis de mercado
que afectó al palmito, así como a otros productos no tradicionales. La periodista,
Mercedes Agüero (2000) escribió:
111
Para Salvador Monge, director de la Secretaría Ejecutiva de Planificación
Agropecuaria (SEPSA), una de las razones fundamentales de los problemas radica en
la falta de integración de las instituciones involucradas en el sector. Por un lado, los
funcionarios del Área de Extensión Agrícola del MAG iban al campo y después de
hacer los estudios, incentivaban a los agricultores a la siembra. Pero no se medía y
estudiaba bien el mercado donde se iba a colocar el producto. Hasta hace poco
tiempo, los estudios de mercado estaban en manos del Departamento de Mercadeo del
Consejo Nacional de Producción (CNP), pero sin ninguna coordinación con el MAG.
“En algunos cultivos, tal vez no éramos competitivos”, añadió Monge.
El presidente de la Cámara de Agricultura, Rodolfo Coto, afirmó que estos
problemas reflejan la falta de previsión y de estudios de mercado. El secretario general
de la Unión de Pequeños y Medianos Productores (UPANACIONAL), Rogelio
Fernández, coincide en que los fracasos de los productores obedecen a la falta de
estudios de mercado y planificación. “Se trajeron proyectos políticos con pocos de
plata de otros países, la gente en malas condiciones se embarca y al final pierde hasta
las fincas. Este es un país que improvisa, y ese es el costo”. Al Día, 26/6/00
Queda suficientemente claro que la forma de actuar de los agricultores debe
cambiar. Los gremios de productores, si actuaran como verdaderos empresarios, deberían
analizar los mercados para determinar qué les interesa a los posibles clientes, cuándo lo
quieren y en qué forma. También, es necesario tener proyección y perspectivas del
mercado hacia el futuro, además de darle seguimiento. Sólo entonces podrán planificar la
producción en términos de qué producir, dónde, cuándo y cómo.
Estrategias de comercialización. Lo anterior servirá de muy poco si no va
acompañado de una buena estrategia de comercialización. Esta ha de incluir las ventas a
futuro (mediante contratos), la adaptación constante a los cambios del mercado, una
incesante búsqueda de ventanas y otras oportunidades, la utilización de los mercados a
futuro (futures market) para “amarrar” buenos precios (hedging), y muchas estrategias
más.
112
113
114
Epílogo
Una legión de eruditos se ha quebrado la cabeza tratando de descifrar cómo en países
donde el 50 por ciento o más de la población se encuentra por debajo de la línea de
pobreza y padece de desnutrición y otras enfermedades, los gobernantes rechazan los
alimentos baratos del exterior y exigen que los países exportadores les suban los precios
de los alimentos que importan, y cuando no les hacen caso, ellos mismos suben esos
precios por medio de aranceles. A veces rechazan beneficios (de bienes importados
baratos) equivalentes a $100 millones y un mes después acudin al mercado financiero
internacional a colocar bonos (pedir prestado) por los mismos $100 millones.
Los eruditos, simplemente, no lo entienden. Al revisar sus propias vidas y la de sus
amigos y familiares, concluyen que ninguno de ellos pediría que les suban el precio de los
alimentos que quieren comprar. Califican este acto como una monumental estupidez y se
preguntan: “Si es ridículo para un individuo y una familia, ¿cómo puede ser lo contrario
cuando se trata de un grupo de familias llamado sociedad o país?” La respuesta,
deducen, está en que los gobernantes saben algo que ellos ignoran o son incapaces de
ver, o los jerarcas son tontos y, quizás, muy corruptos. Pues, bien, se acabó el misterio.
Ya sabemos que los gobernantes no saben nada que esos preocupados ciudadanos no
sepan, lo que implica que lo segundo ha de ser lo correcto.
Inteligencia. Es obvio que cualquier gobierno que abrace el proteccionismo,
empobrece a la mayoría de su población. Aun en una sociedad colectivista, donde unos
tienen más derechos que otros, está demostrado que en lugar del proteccionismo,
convendría aprovechar el subsidio externo (el precio barato no necesariamente implica un
subsidio) y repartir las ganancias entre la población. Inclusive, la repartición podría ser de
acuerdo con el valor asignado a cada individuo o grupo. A pesar de que esta estrategia es
superior al proteccionismo, no se requiere de mucha inteligencia para aplicarla. Sin
embargo, no lo hacen.
115
La disminuida inteligencia de los gobernantes, no obstante, no alcanza para
explicar la totalidad del fenómeno. Ningún grupo humano puede ser tan estúpido al azar.
En una reunión de ministros de Comercio Exterior, uno de los latinoamericanos le
preguntó a su homólogo asiático que cómo hacían ellos con el dumping. La respuesta fue:
“¿Cuál dumping?, si no es dumping, nosotros no compramos.” Esto demuestra que no
todos son tan necios, y que hay otros factores, probablemente de orden moral.
Aspecto moral. Tradicionalmente se ha dicho que el proteccionismo se impone
porque los productores están bien organizados en fuertes grupos de presión, mientras que
los consumidores —la gran mayoría de la población— se encuentran dispersos,
desorganizados y sin poder político. Por esta razón, sigue la tesis, los débiles
gobernantes sucumben ante la presión de los productores y abrazan —se supone que a
regañadientes— el proteccionismo. Esta aseveración no es del todo cierta.
En realidad, los gobernantes latinoamericanos se caracterizan por ser los líderes
precisamente de esos gremios de productores e industriales. Ellos forman una parte
importante del engranaje productivo, como empresarios agrícolas, industriales y
comerciantes, tanto en el ámbito interno como el externo. Es decir, los gobernantes,
aquellos que se han asignado la tarea de formular las políticas económicas (en particular,
la política comercial) y los gremios de productores e industriales son los mismos. Si a
estos ingredientes se agrega un poco de cinismo e inmundicia, que sobra en América
Latina, tendremos la explicación completa del proteccionismo. Poseemos ahora los
elementos para entender por qué se aplica una política comercial que sólo es compatible
con la más execrable forma de colectivismo: aquella donde sólo la clase política y sus
allegados (una verdadera satrapía) tienen valor; todos los demás no valen absolutamente
nada y su bienestar no cuenta a la hora de contabilizar el bienestar total de la población.
¿Qué hacer? Ante este panorama, ¿qué se puede hacer? Obviamente, el statu quo
no debe continuar; no puede continuar mucho tiempo más. Ante esta realidad, ¿qué
acciones puede realizar la ciudadanía en general para solucionar el problema?
Proponemos las siguientes tres: organizar una campaña educativa, asociarse para
116
defender sus derechos, y llevar a los violadores de esos derechos ante ciertos tribunales
de justicia.
Educación. Es obvio que mientras la población ignore que tiene el derecho a la
libertad económica y que sin ésta es imposible salir de la pobreza, el proteccionismo
gubernamental continuará entronizado. Esta ignorancia sólo se podrá aliviar mediante una
gran campaña educativa, la cual podría ser liderada por organizaciones privadas de corte
liberal. El Instituto para la Libertad y el Análisis de Políticas (NLAP) es una de ellas, y este
libro es parte de ese esfuerzo. Empero, esta estrategia es a largo plazo, pues tiene que
lidiar con el obstáculo de que el Estado (gobierno) controla el sistema educativo y los
medios de comunicación, de manera que la formación va en la dirección contraria.
Organización y defensa de derechos. Para defender su derecho a la libertad
económica, la población puede formar verdaderas asociaciones de consumidores. Su
objetivo primordial —muy distinto, por cierto, a los de las organizaciones de consumidores
que el gobierno de Costa Rica ha organizado y auspiciado— sería defender a ultranza los
derechos del consumidor frente al Estado y los gremios de productores e industriales, y
luchar por la igualdad de derechos entre productores y consumidores en todos los ámbitos
(subsidios, comercio internacional, etc.). Para ello, auspiciaría y desarrollaría campañas
educativas sobre los verdaderos derechos del consumidor; propiciaría manifestaciones
contra las amenazas de esos derechos, realizaría estudios para demostrar la magnitud de
los efectos que tienen las intervenciones nacionales e
internacionales sobre los
consumidores; enfrentaría a los gremios de productores e industriales cuando sus
demandas lesionen los derechos de los consumidores; exigiría y participaría en las
negociaciones de tratados de libre comercio para proteger los derechos del consumidor; y
si fuese necesario, acudiría a la Sala Constitucional para defender los derechos legítimos
de los consumidores.
Juzgar a los criminales. Una tercera acción sería juzgar a los gobernantes por el
crimen económico. La violación del derecho individual a la libertad económica, la cual
abarca la libertad comercial, es un crimen por cuanto causa pobreza, miseria y la pérdida
de vidas. Ya hay suficientes evidencias al respecto (ver Anexo B), y bases científicas
117
suficientes para llevar a los gobernantes ante cortes de justicia (privadas, obviamente)
para que respondan por sus crímenes. Esta acción se encontrará con la dificultad de
hallar jueces privados que quieran asumir el reto. Sin embargo, no debe ser motivo de
desaliento. Los tiempos y las circunstancias están en constante evolución.
Lo más conveniente y efectivo sería que se llevasen a cabo estos tres tipos de
acciones simultáneamente. Lo que hay en juego es el bienestar de millones de pobres
latinoamericanos. El esfuerzo bien vale la pena.
118
119
ANEXOS
120
121
ANEXO A
Otros Falsos Justificantes del Proteccionismo
Los políticos y jerarcas han rebuscado una serie de justificaciones para apoyar las
medidas proteccionistas. Con base en esos equívocos han podido vender el
proteccionismo al gran público, aun, como ya sabemos, a costa de su propia pobreza y
miseria. En el texto analizamos tres de esos argumentos. En este anexo se discuten otros
dos: la falta de opciones de producción para los agricultores y la necesidad de darle un
respiro o ventaja a la industria naciente.
Nulas opciones de producción
Otro argumento frecuentemente usado para justificar el proteccionismo agropecuario es la
falta de opciones de producción. Se dice que en sus tierras los agricultores sólo pueden
producir lo que están produciendo en ese momento, y que sin protección irían a la quiebra
segura, lo cual provocaría desempleo y otros males. Casi siempre se añade como variante
de esa justificación la excusa de que el país (entiéndase, los productores) no tiene ventaja
en la producción de nada y, por tanto, todo lo que produce debe ser protegido o todos los
productores necesitan protección. Este aspecto requiere una explicación.
Ventaja comparativa. En cuanto a procesos productivos se refiere, hay dos tipos
de ventajas: la absoluta y la comparativa. Una región o país puede tener desventaja
absoluta en todo lo que produce, pero siempre tendrá ventaja comparativa en la
producción de uno o más bienes. Tomemos como ejemplo el caso de dos países que
122
producen arroz y vino. Para simplificar, asumamos que el único costo es la mano de obra,
y que en el país A cada tonelada métrica (tm) de arroz requiere 1 000 unidades (o
jornales) de mano de obra, y cada barril de vino requiere también 1 000 unidades de mano
de obra. En el país B la tm de arroz necesita 2 000 unidades de mano de obra y cada
barril de vino, 1 500 jornales. Queda claro que el país A tiene una ventaja absoluta en la
producción tanto de arroz como de vino, y el B una desventaja absoluta en la producción
de ambos bienes. Pero en términos relativos debemos observar que es comparativamente
más barato producir arroz en A que en B, y producir vino en B que en A. ¿Por qué?
Porque en el país A el costo de producción de una tm de arroz es equivalente a un barril
de vino (1 000 jornales/1 000 jornales), en tanto que en el país B ese costo es equivalente
a 1,33 barriles de vino (2 000 jornales/1 500 jornales). Por eso decimos que el país A tiene
una ventaja comparativa en la producción de arroz, pero no en la producción de vino, a
pesar de tener una ventaja absoluta en la producción de ambos bienes.
Vino. Cada barril de vino producido en el país A representa un costo equivalente a
1 tm de arroz (1 000 jornales/1 000 jornales), mientras que el costo del barril de vino
producido en B es equivalente a 0,75 tm de arroz (1 500 jornales/2 000 jornales). El país B
tiene una ventaja comparativa en la producción de vino, a pesar de no tener ventaja
absoluta en la producción de ninguno de los dos bienes. Ahora, ¿de qué le sirve a un país
poseer una ventaja comparativa si en términos absolutos tiene total desventaja? Esto se
demuestra muy fácilmente. Para una determinada dotación de mano de obra, si el país A
se especializa en la producción de arroz, el B en vino, y luego realizan un intercambio, los
dos países tendrán más arroz o más vino y al menos igual cantidad del otro producto
disponible para el consumo, comparado con la situación de autosuficiencia en los dos
productos (Cuadro A).
Opciones de producción. No es cierto que los productores no tengan otras
opciones de producción. Siempre las hay. Lo que ha faltado es imaginación por parte de
quienes se han auto-asignado la tarea de determinar qué producir. En 1976, en
Guatemala, se decía que los indígenas del altiplano no tenían otra opción que producir
maíz, porque lo habían hecho durante miles de años y el maíz estaba íntimamente ligado
123
a sus tradiciones religiosas. Ocho años después, se observó que una gran cantidad de
productores habían dedicado la mitad de su pequeña parcela (una cuerda) a la
producción de habas chinas, un cultivo de exportación que unos extranjeros habían
introducido en la región.
124
Cuadro A. Ilustración de la ventaja com
----------------------------------------------------Detalle
País A
País B
----------------------------------------------------Jornales
30.000
60.000
Máximo arroz
30 tm
30 tm
Máximo vino
30 b
40 b
......... Bajo autosuficiencia y 50% a cada
Arroz
Vino
15 tm
15 b
15 tm
20 b
.......... Bajo especialización e intercambio
Arroz
Vino
30 tm
0b
0 tm
40 b
-----------------------------------------------------
125
En la provincia costarricense de Guanacaste, existió por muchos años una especie de
monocultivo del arroz, producido al amparo de altos niveles de protección. Después de
mucho tiempo, los agricultores se percataron de que el clima guanacasteco era excelente
para la producción de melón de exportación. En los años noventa, miles de hectáreas
pasaron a producir melón en vez de arroz, generando mayores ingresos tanto a
productores como a trabajadores. Sí había opción.
Para muchos países latinoamericanos, la producción de flores y plantas
ornamentales es, igual que el melón en Costa Rica y en otros países, una opción que ha
incrementado sustancialmente el bienestar de los productores. Otra opción de uso de los
suelos es la producción forestal, o sea, de madera. Sin embargo, sólo Chile ha sabido
aprovechar en toda su dimensión esta opción de producción o de uso del suelo,
especialmente los más pobres o degradados. El hecho de que en algunos lugares no se le
haya dado una consideración seria a esta opción de producción, se debe, en parte, a
políticas gubernamentales que reducen la confianza necesaria para realizar inversiones
de largo plazo. Los gobiernos han sido los mayores culpables de que las mejores
opciones no sean viables.
Inclusive si los productores no tuvieran opciones, cabría preguntarse si el
proteccionismo es la mejor solución para el problema. La respuesta sería un rotundo no.
¿Por qué? Para responder, imaginemos que un grupo de productores agrícolas, en una
región determinada de un país, produce el alimento Y, y se aduce que no existe
alternativa de producción. ¿Cómo se les podría ayudar? Primero, debemos hacer notar
que siempre cabe la posibilidad de que en un momento dado todos los consumidores
decidan dejar de consumir Y. (Esto pasó con el abacá en muchos países latinoamericanos
después de la Segunda Guerra Mundial). En este caso, el proteccionismo no serviría de
nada, lo cual indica que debe haber una mejor salida. Una sería un subsidio directo: es
muy probable que a la sociedad le resulte más barato darle a ese grupo un cheque por el
equivalente de las utilidades que obtendría produciendo, que utilizar el proteccionismo
para continuar con la producción de algo que nadie quiere.
126
Un ejemplo. Panamá ha desarrollado una ventaja comparativa en la producción de
diferentes salsas de tomate, producto que exporta a Costa Rica y otros países
centroamericanos. Ahora, a los industriales panameños les sale más barato importar
desde Costa Rica la materia prima –el tomate fresco– que adquirirlo de los productores
panameños. Sin embargo, el Gobierno de Panamá ha erigido fuertes barreras a la
importación de tomate fresco de Costa Rica sólo para que un grupo de productores siga
sembrando tomate. Eso no es todo. Para compensar a los industriales por el sobre-precio
que pagan por el tomate, el Gobierno ha erigido barreras a la importación de salsas, pasta
de tomate y ketchup, con lo que son los consumidores finales quienes terminan
sacrificados. A través de toda la maraña de medidas, en 1996, los productores recibieron
una transferencia anual de $0,67 millones, mientras que los consumidores perdieron unos
$11,7 millones. A todas luces, les hubiera resultado más barato a los consumidores
panameños dar a los productores, a través del Gobierno, los $0,67 millones, y que los
industriales importen tomate barato de Costa Rica. De esta forma, los consumidores –el
50 por ciento de los cuales se encontraban bajo la línea de pobreza– hubiesen perdido
$0,67 millones y no los $11,7 millones; es decir, se habrían ahorrado anualmente unos
$11 millones (Stewart, 1996).
No debemos concluir esta sección sin señalar que incluso si los productores no
tuvieran alternativa de producción, el proteccionismo seguiría siendo inmoral, porque
limita las opciones de los consumidores.
La industria naciente
A menudo se justifica el proteccionismo agropecuario con base en el argumento de la
industria naciente. Este se plantea así: el país tiene una ventaja comparativa (competitiva)
potencial en la producción de Z que sería materializada si se les da tiempo a los
productores para que adquieran los conocimientos y la experiencia requeridos para ser
competitivos. Luego de ese período de ajuste, podrán competir con cualquiera, pero en
127
ese lapso, necesitan barreras protectoras. Este argumento en favor del proteccionismo ha
sido muy empleado en el sector industrial, y constituyó la base para la política de
sustitución de las importaciones.
Este planteamiento, que parece válido, ha sido utilizado en Latinoamérica como
excusa para enriquecer a los productores de ciertos rubros en perjuicio de una
significativa proporción de los consumidores. Muchas industrias y grupos de productores
han gozado de protecciones fuertes durante 50 años o más, pero aún no pueden
competir. Son dos las razones que prevalecen para que esto ocurra: (1) no se ha tenido
ventaja comparativa en la producción de ese alimento, y (2) contando con esa posibilidad,
ésta no ha sido desarrollada debido al amparo de la protección. No se preocupan en
invertir para desarrollarla.
Evaluación económica. Desde el punto de vista estrictamente económico
(ignorando el aspecto moral), la protección de la industria naciente sólo podría ser
justificada cuando los beneficios esperados sean mayores que los costos para toda la
sociedad1. Pero, ¿cómo se calculan esos beneficios y costos? Los costos. Para calcular
los costos, habría que estimar la diferencia entre el precio que pagan los consumidores
bajo el proteccionismo y el que hubiesen pagado sin la protección, multiplicar ésta por las
cantidades que se hubiesen consumido sin la protección, y sumar ese resultado a través
de todos los años que prevalezca dicha protección, utilizando el concepto de valor
presente neto (VPN); es decir, trayendo el costo de cada año en el futuro a su valor de
hoy, a través de un “deflatador” basado en las tasas de interés. Los beneficios.
Debemos notar que habría beneficios sólo si después de quitar la protección –una vez
que los productores hubiesen alcanzado la eficiencia y la ventaja comparativa– el precio
del bien se situara por debajo del precio internacional, es decir, el nivel que tendría de allí
en adelante si no existiera una “industria” local, ya crecida. El problema radica en la
dificultad para que esos beneficios se den, ya que después de levantar la protección, el
precio prevaleciente sería el internacional. Nótese, sin embargo, que sí se obtendrían
1
Necesariamente nos referimos a un sistema colectivista donde los individuos no cuentan como
tales, no tienen sentimientos propios. Sólo el colectivo siente o sufre.
128
beneficios si por culpa de esa industria nacional, el precio internacional se redujera, algo
casi imposible de ocurrir con productos agroalimentarios que han necesitado de
protección –arroz, maíz, frijol, carne, leche– o en países pequeños cuya producción no
representa una parte importante del comercio mundial.
Algunos podrían aducir que si bien es cierto no hay ganancias sociales a través de
precios, se obtiene un beneficio al contar con una industria que, vendiendo al mismo
precio internacional, genera empleo, lo cual no se daría importando todo ese producto.
Aunque no se hará en este documento, es demostrable que esa misma cantidad de
empleo puede generarse a menor costo, inclusive con beneficio.
Además de una reducción futura de precios, existe otra dimensión de beneficios.
Los que utilizan el argumento de la industria naciente para justificar el proteccionismo
temporal arguyen que una forma de obtener un flujo de beneficios, una vez que la
industria se desarrolle, es mediante los impuestos que cobra el Estado sobre la renta de
las empresas que habían sido protegidas. Durante el período de protección, y a raíz de
ésta, las empresas pueden generar utilidades, las cuales son gravables, pero es muy
común que el Estado decida, como parte de la protección, no gravarlas. Los beneficios
sociales, entonces, serían los impuestos sobre la renta que cobre el Estado a partir del
momento en que la industria esté desarrollada y se quite la protección. Para efectos del
análisis, habría que descontar cada ingreso anual futuro para obtener su valor presente.
En principio, se compararía este valor presente con el de los costos para determinar si,
desde el punto de vista puramente económico (y colectivista) es justificable la protección
de dicha industria.
Fuera del ambiente colectivista, los flujos de costos y beneficios presentan un
pequeño problema. Los costos del esquema son asumidos por todos los que consumen el
producto agroalimentario; incluso, si se le protege mediante un arancel, parte del costo
incurrido por los consumidores engruesa las arcas del Estado. Los beneficios futuros
también son absorbidos por el Estado. Esto significa que los que pagan los costos y los
que reciben los beneficios no son los mismos. Por más que el Estado gaste el dinero en
obras que beneficien a la mayoría de la población, siempre habrá una elevada falta de
129
correspondencia entre quienes pagan los costos y quienes reciben los beneficios. Si
consideramos que en Latinoamérica se tiende a transferir recursos a los grupos de
presión políticamente poderosos y a gastar en una frondosa burocracia, se debe concluir
que el esquema es inadecuado o inapropiado.
Evaluación moral. Si el planteamiento no tiene una buena justificación económica,
está más lejos de tener una moral, porque viola el derecho de los individuos a producir,
comprar, vender ... según lo que les convenga. Debido a este inconveniente es necesario
adoptar otra estrategia. Si verdaderamente existe una ventaja comparativa potencial, los
interesados deberían elaborar una campaña para convencer a posibles inversionistas
sobre lo lucrativo del negocio, con la advertencia de que durante los primeros años habría
pérdidas. La inversión sería semejante a los proyectos forestales que toman de 15 a 20
años (en algunos países) antes de que haya ganancia. Esto sí sería moralmente
aceptable y, muy probablemente, menos costoso. Además, tiene la ventaja de incentivar
un mejor manejo de la empresa productiva.
130
ANEXO B
El Proteccionismo como Crimen Económico
Del Informe Anual 2000: Libertad Económica en el Mundo, publicado por el Instituto
Fraser de Canadá y el Instituto Cato de los Estados Unidos, además de think tanks
independientes de otros 52 países (incluyendo al INLAP), y que clasifica a 123 países
según su Índice de Libertad Económica (ILE), podemos extraer dos conclusiones muy
importantes: (1) actualmente vivimos en un planeta más libre económicamente y (2) la
violación del derecho humano a la libertad económica es un crimen por el cual los
gobernantes deben ser juzgados y condenados como cualquier otro criminal.
¿Qué es y cómo se mide la libertad económica? En esencia, la libertad
económica es el grado de libertad que tienen los individuos para producir, distribuir y
consumir bienes y servicios. Para medirla, los autores del informe (Gwartney y Lawson
2000) utilizaron siete grandes categorías de variables: tamaño del gobierno, estructura de
la economía y el predominio de los mercados, política monetaria y estabilidad de precios,
libertad para utilizar otras monedas, estructura legal y seguridad de la propiedad privada,
libertad para comerciar con extranjeros y libertad de intercambio en mercados de capitales
y financieros. El ILE es un promedio ponderado de las 23 variables contenidas en esas
categorías, y tiene una escala de 0 a 10, donde 10 representa la máxima libertad.
Un mundo más libre
El informe revela que a pesar de que muchas personas continúan viviendo bajo gobiernos
hostiles a la propiedad privada, la elección individual y la libertad de intercambio, el
131
mundo avanza en cuanto a la libertad económica. El promedio del ILE para los 123 países
incluidos en el estudio fue de 6,6 en 1997, significativamente superior al 5,3 de 1980. Esto
se debe a mejoras globales en varios componentes del índice, como la inflación, el
comercio internacional, los impuestos y el consumo del gobierno. El promedio de la tasa
de inflación descendió de 14,5 por ciento en 1980 a 5,8 porciento en 1997 y el número de
países con una tasa de inflación anual inferior al 5 por ciento pasó de 10 a 55. El
promedio de los aranceles pasó de 27 por ciento en 1980 a menos de 12 por ciento en
1997. Aunque las transferencias y los subsidios continúan en crecimiento –con un
promedio de 11,3 por ciento del PIB en 1997–, la parte de bienes y servicios consumida
por el gobierno se ha estabilizado y las tasas marginales máximas de los impuestos han
descendido drásticamente.
Estos resultados indican que muchos gobiernos han ido liberando a su gente. En
Latinoamérica se han logrado avances significativos en países como Perú, Nicaragua,
Argentina, El Salvador y la República Dominicana. Entre los que más avanzaron en la
liberación de los ciudadanos durante la década pasada, se encuentran Irlanda y Nueva
Zelanda, países que ocuparon los puestos 28 y 10, respectivamente, en 1990.
Irlanda. A principios de los años 90, los gobernantes de este país se embarcaron
en un impresionante programa de liberalización que tuvo los siguientes componentes: una
reducción drástica del tamaño del gobierno (ahora consume 14,8 por ciento del PIB) y la
deuda pública, un arancel promedio de sólo 3,6 por ciento, una tasa máxima de impuestos
de 10 por ciento para muchas compañías, libre participación del sector privado en
cualquier área de la economía, una inflación promedio anual de 3 por ciento durante
1990-96 y de 1,6 en 1997, un sistema bancario libre, abierto y competitivo, y un sistema
judicial que protege adecuadamente la propiedad privada. La consecuencia de esta
liberalización fue un crecimiento del PIB de 6,6 por ciento anual durante 1990-96 y de
10,5 por ciento en 1997.
Nueva Zelanda. Después de mucho aislacionismo económico, en 1984, el primer
ministro David Lange inició un programa de liberalización económica extremadamente
ambicioso (prácticamente eliminaron todos los subsidios agrícolas), el cual fue expandido
132
por el gobierno siguiente a través de una regulación nula del mercado laboral, el equilibrio
del presupuesto y mayor reducción de impuestos. En consecuencia, el arancel promedio
bajó a 3 por ciento (llegaría a cero en el 2000). El gobierno consume sólo el 15 por ciento
del PIB, la inflación promedió en 1986-96 fue de sólo 6,1 por ciento (1,2 por ciento en
1997), el sistema bancario no tiene regulación (ni siquiera existe el encaje legal) y se
encuentra internacionalizado, los sistemas legal y judicial son eficientes y protegen
celosamente la propiedad privada. Además, es fácil establecer una empresa en ese país.
El crimen económico
Mientras que los políticos irlandeses y neozelandeses, con un despliegue de sabiduría,
valentía y decencia, propician altos niveles de bienestar mediante el respeto del derecho
a la libertad económica, con igual ostentación de cobardía, estulticia y deshonestidad,
muchos políticos latinoamericanos violan el derecho de sus ciudadanos a la libertad
económica, condenándolos a la miseria y a otros males.
Los gobernantes costarricenses no han sido la excepción. En 1970, Costa Rica
tuvo un ILE de 8,3. Sin embargo, la creciente intervención estatal hizo que este índice
cayera a 5,6 durante 1980-1985. Desde entonces, se ha recuperado hasta alcanzar un
índice de 7,3 en 1990 y 8,1 en 1997. En 1970, Costa Rica ocupó el puesto número 6, cayó
al 47 en 1985 y mejoró subsecuentemente hasta ubicarse en el puesto 22 en 1997.
Aunque no aparece en este informe, otros estudios indican que el país descendió entre
1997 y 1999.
La libertad económica en este país se ve disminuida porque el consumo del
gobierno, que alcanzó 17,2 por ciento del PIB en 1997, no es compensado por los
servicios que se obtienen. Aún persiste una alta tasa de crecimiento del dinero y de la
inflación, las restricciones y regulaciones impiden el libre funcionamiento de bancos
internacionales en el país, el arancel promedio de 11 por ciento es muy alto y varios
aranceles superan el 100 por ciento, los procedimientos aduanales son engorrosos y
133
costosos, en muchos mercados importantes los consumidores no pueden ejercer su
derecho a la elección (el gobierno los tiene monopolizados) y los sistemas legal y judicial
no son eficientes ni protegen adecuadamente la propiedad privada.
Libertad económica, prosperidad y calidad de vida. El estudio demuestra,
inequívocamente, que hay una relación directa y causal entre libertad económica y
prosperidad. Los países que conforman el 20 por ciento de los más libres
económicamente tuvieron un ingreso per cápita promedio de US$18 108 y una tasa de
crecimiento promedio anual de 1,6 por ciento (durante 1970-97), en tanto que los países
ubicados entre el último 20 por ciento de la clasificación tuvieron un ingreso per cápita de
sólo US$1 669 y una tasa de crecimiento promedio anual de B1,3 por ciento (negativo).
Además, la esperanza de vida promedio en los 24 países más libres económicamente es
de unos 20 años más que en los 24 países menos libres.
El crimen. Un criminal no es sólo aquel que atenta contra la vida humana utilizando
un arma. Las evidencias son claras: los gobernantes que violan el derecho de los
ciudadanos a la libertad económica generan pobreza y hasta la muerte. Reducen la
calidad y la “cantidad” de vida –años hombre– de la población. Esto es adecuadamente
cuantificable. Por ejemplo, durante 1970-82, el índice de libertad económica de Costa
Rica descendió de 8,1 a 5,6. Los datos del estudio permiten hacer una proyección sobre
las muertes generadas (la cantidad de años de vida perdidos en el tiempo) por ese grado
de violación de la libertad económica. Por ejemplo, los doctores Guido Miranda y Luis del
Valle concluyeron que durante la década de los noventa se perdieron 240 000 años de
vida a causa de la violencia en Costa Rica (Gómez 2000). De la misma manera podemos
estimar el número de años de vida perdidos por causa de la violación de la libertad
económica.
En cuanto a la pérdida de calidad de vida, uno puede preguntarse: ¿cuántos niños
han debido dejar de estudiar y prostituirse por causa de ese atropello que genera
pobreza?¿Cuántos niños han visto truncado su desarrollo físico y mental debido, digamos,
a un arancel de 100 por ciento que pesa sobre los lácteos? La lista es larga.
134
El caso Pinochet sienta un buen precedente: los crímenes de los gobernantes no
deben quedar impunes. Se debe juzgar a todas las autoridades que sacrifican a los
ciudadanos por medio de la violación de su derecho humano a la libertad económica. El
proteccionismo agropecuario constituye una de estas violaciones que causan muertes, y,
por este crimen, los gobernantes deben ser juzgados.
135
Referencias
Agüero, M. “Agricultores “embarcados””. Al Día, 26/6/00, p.3.
Becker, G. S. Economic Theory. New York: Alfred A. Knopf, Inc., 1971.
Birdsal, N. Inequality, exports and human capital in Asia: Lessons for Latin America. Documento presentado
en el Instituto de Las Américas, 1994 Hemispheric Policy Forum, Washington, D.C., marzo 2-4,
1994.
Browne, W. P., K. Allen y D. B. Schweikhardt. “Never Say Never Again: Why the Road to Agricultural
Policy Reform Has a Long Way to Go ”. Choices, Fourth Quarter 1997, pp. 4-9.
Chou E. C. y Lau, L. J. “Farmer ability and farm productivity: A study of farm households in the Chiangmai
Valley, Thailand, 1972-1978.” Discussion paper 62. Education and Training Department, The World
Bank, Washington, D.C.,February 1987.
Cordeiro, J.L. El Desafío Latinoamericano ... y sus cinco grandes retos. Caracas: McGraw Hill, 1995.
Cramer, G. L., J. M. Hansen y E. J. Wailes. “Impact of Rice Tariffication on Japan and the World Rice
Market”. Amer. J. of Agr. Econ. 81(1999):1154].
Delgado, E. “Gobierno responde al agro.” La Nación, 16/6/00.
Doering, O. y P. Paarlberg. “Critical Questions about the Farm Crisis: Causes and Remedies ”. Choices,
Fourth Quarter 1998, pp. 34-37.
FAO. La Política Agrícola en el Nuevo Estilo de Desarrollo Latinoamericano. Santiago, Chile: La
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, 1994.
Fisher, O´N. E y H. de Gorter. “The International Effects of U.S. Farm Subsidies”. Amer. J. of Agr. Econ.
74 (1992):258-267.
García, Javier. “Arroz amargo”. La Nación, 23/12/99, p. 14 A
Glauber, J. W. “If aTree Falls in the forest: The Effects of Liberalization if Tariffs are Nonbinding ”. Amer.
J. of Agr. Econ. 82(August 2000): 727-728.
Goldin, C. “La importancia de la educación en épocas de cambio ”. Costa Rica: La Nación, 20/2/96, p.29A.
Gómez, M. “Costa Rica violenta”. Al Día, 15/6/2000.
Gwartney, J. y R. Lawson. Informe Anual 2000: Libertad Económica en el Mundo. Vancouver, B. C.: The
Fraser Institute, 2000.
Harwood, J. y C. Jagger. “Agriculture´s Safety Net: Looking Back to Look Ahead ”. Choices, Fourth
Quarter 1999, pp. 54-60.
136
Hazlitt, Henry. Economics in One Lesson. San Francisco, California: Laissez Faire Books, 1996.
IICA. “Panamá: Sector Agropecuario: Diagnóstico y Propuestas ”. Documento del Centro de Programas
y Proyectos de Inversión (CEPPI) y Oficina del IICA en Panamá, Ciudad de Panamá, junio de 1992.
INLAP. “¿Cómo Justificar los Aranceles Agrícolas? ”. Liberalis, No.8, 8/9/1999.
Lau, L. J., D. T. Jamison & F. F. Louat.. “Education and productivity in developing countries: An aggregate
production function approach.” Working Paper No. 612. Policy, Research and External Affairs, The
World Bank, Washington, D. C., March 1991.
Leitón, P. “CAT Fuerte Carga para el Fisco”. La Nación, 27/9/99, p. 4-5A
Leetma, S. and J. Burnstein. “An Analysis of Agenda 2000”. The European Union´s Common Agricultural
Policy: Pressures of Change. WRS-99-2, pp.14-19. Washington, DC: USDA/ERS, October 1999.
Lodwick, S. G. “Reviewing the World Trade Organization ”. Choices, Third Quarter 1996, p. 39.
Miller, V. y J. Elwood. “Free trade or proteccionism: The Case Against Trade Restrictions ”. ISIL Eduational
Pamphlet Series, Benicia, California, 1998.
Mora, C. “Agro espera respuesta hoy.” La República, 15/6/00.
Murillo, K. “Agricultores rechazan propuesta.” La República, 16/6/00.
Morehart, M. y R. McElroy. “Government Farm Payment for 1998 to Be Decade´s Second Highest ”.
Agricultural Outlook, AGO-258, January/February 1999.
Naranjo, F. “¿Otro TLC?”. La República, 5/6/00.
Offut, S. “Subsidizing Agriculture: The Road Ahead”. Choices, Second Quarter 1996, pp. 30-33.
Orden, D., R. Paarlberg y T. Roe. “A Farm Bill for Booming Commodity Markets”. Choices, Second
Quarter 1996, pp. 13-16.
Paarlberg, D. Farm and Food Policy: Issues of the 1980s. Lincoln NE: University of Nebraska Press, 1980.
Paarlberg, D. “Obituary for a Farm Program ”. Choices, First Quarter 1999, pp. 33-36.
Pasour, E.C. Agriculture and The State. Oakland, California: The Independent Institute, 1990.
Pass, C., B. Lowes, L. Davis y S.J. Kronish. The Harper Collins Dictionary of Economics. New York: Harper
Perennial, 1991.
Phillips, J. M. y Marble, R. P. “Farmer education and efficiency: A frontier production function approach. ”
Economics of Education Review 5, No.3: 257-264, 1986.
Sheehy, S. “Toward Free Trade: A European Union Perspective ”. Choices, First Quarter 1997, pp. 29-31.
Siebert, J., M. Stephenson y D. Anderson. “Milk Marketing Without Federal Orders”. Choices, Third
137
Quarter 1997, pp. 37-41.
Stewart, R. La comercialización de Granos Básicos en Costa Rica: Efectos de la Intervención Estatal. San
José: Stewart Associates, 1991.
Stewart, R. Especialización e Intercambio. La Nación, 5/2/97, p.15A.
Stewart, R. “Libertad Económica”. La Nación. 17/5/00, p. 15.
Stewart, R. y D. Gibson. “El Efecto de las Políticas Agrícolas y Forestales Sobre el Ambiente y el
Desarrollo Económico de América Latina ”. Documento inédito. Washington, D. C., 1993.
Stewart, R. “Políticas, Pobreza y el uso de los Recursos Naturales en Panamá. ” Documento preparado para
el Proyecto RUTA por Stewart Associates, Heredia, Costa Rica, 1996.
Stewart, R. “Basic Grains Pricing Policies and Their Effects in Costa Rica ”. Tesis de doctorado, inédita.
North Carolina State University, Raleigh, North Carolina, 1984.
The Economist. “Those free-trading Mongolians”. The Economist. Abril 26, 1997, p. 32.
138
139
EL AUTOR
Rigoberto Stewart es el Director Ejecutivo del Instituto para la Libertad y el Análisis de
Políticas (INLAP). Obtuvo su título de Agrónomo de la Escuela Agrícola Panamericana (EL
Zamorano), su B.Sc en Economía de los Alimentos y Recursos Naturales, de la University
of Florida; su Maestría en Economía Agrícola de Louisiana State University, y su
doctorado en Economía de la North Carolina State University. Hizo, además, un postdoctorado en el Programa de Economía del Centro Internacional para el Mejoramiento de
Maíz y Trigo (CIMMYT).
Además dictar cursos en la Universidad de Costa Rica y la Universidad
Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (ULACIT), ha fungido como consultor
internacional, realizando estudios para el Banco Mundial, BID, USAID y otras
organizaciones, en países como Ecuador, Ghana, Costa Rica, Perú, Bolivia, México,
Honduras, El Salvador, Guatemala, Panamá y Jamaica.
140
Otras Publicaciones
Stewart, R. Limón REAL: Región Autónoma y Libre. San José: INLAP, 1999.
Stewart, R. y V. Miller, eds. Libertad en nuestro tiempo: una colección de ensayos
libertarios. Alajuela, Costa Rica: INLAP, 1997.
Stewart, R. La Comercialización de Granos Básicos en Costa Rica: Efectos de la
Intervención Estatal. Heredia, Costa Rica: Stewart Associates., 1991.
Stewart, R. “Efecto de las políticas agrícolas y forestales sobre el ambiente y el desarrollo
económico de América Latina” en Libro de lecturas del taller sobre reforma de las
políticas del gobierno relacionadas con la conservación y el desarrollo forestal en
América Latina (Hernán Cortés, et al., eds.). San José, Costa Rica: IICA, 1994
Stewart, R. “Políticas Agrícolas y Desarrollo: El caso de Costa Rica” en Estado o
Mercado: Perspectivas para el Desarrollo Agrícola Centroamericano hacia el año
2000 (H. N. Pino, P. Jiménez, y A. Thorpe, eds.). Tegucigalpa, Honduras:
POSCAE-UNAM, 1994.
Stewart, R. “La Búsqueda de rentas en el sector agropecuario costarricense” en Raíces
Institucionales de la Política Económica Costarricense (Jorge Corrales, ed.). San
José, costa Rica: CIAPA, IRIS, Asamblea Legislativa, 1993.
Stewart, R. Costa Rica and the CGIAR System: A Study of their Collaboration in
Agricultural Research. Washington, D.C., The World Bank, 1985.
Stewart, R. Guatemala and the CGIAR System: A Study of their Collaboration in
Agricultural Research; Washington, D.C.: World Bank, 1985.
141
Libre Comercio
“La máxima de toda cabeza de familia prudente es nunca intentar hacer en casa lo
que le costará más hacer que comprar. El sastre no intenta hacer sus propios
zapatos; se los compra al zapatero. El zapatero no intenta fabricar su propia ropa;
emplea un sastre. El agricultor no intenta hacer ni lo uno ni lo otro; emplea a esos
diferentes artífices. Todos ellos encuentran que es de su interés emplear toda su
industria de manera que les dé una ventaja sobre sus vecinos, y comprar con parte
de sus productos, o lo que es lo mismo, con el precio de una parte de ello, cualquier
cosa que necesiten. Lo que es prudencia en la conducta de toda familia privada,
jamás podrá ser un error cuando se trata de un gran reino. ”
—Adam Smith
Mercantilismo
“(...) no se justifica, en los momentos actuales, un tratado de libre comercio con esa
nación (...) Nuestras exportaciones a Colombia han sido ínfimas durante los últimos
años: US$16 millones en 1995 y US$14 millones en 1999. No creo que un TLC
aumente mucho nuestras ventas a ese país. Colombia (...) es un país que no tendrá
capacidad de importar montos significativos de productos costarricenses en los
próximos años. Por el contrario, sería de suponer que más bien los empresarios
colombianos desearían exportar a Costa Rica bienes a precios bajos, factor que iría
en detrimento de los productores locales.”
— Fernándo Naranjo
ex ministro de Hacienda de Costa Rica, 1986-1990
“A quien más le conviene un tratado de intercambio comercial es a los Estados
Unidos, debido a que sus productos tienen que pagar impuestos al entrar en
nuestros mercados, mientras que las exportaciones de esta área gozan de un
ingreso más libre a la economía estadounidense. ”
—José M. Figueres
142
Presidente de Costa Rica, 1994-1998
143
Descargar