María ¿La mujer perfecta, la mujer ideal o la compañera de vida?

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ARTÍCULO 29-2012
“En todo amar y servir”
María
¿La mujer perfecta, la mujer ideal o la compañera de vida?
P. Fabricio Alaña S.J.
Al pensar en María, la madre de Dios, modelo de fe, no siempre pensamos en la mujer real y
concreta, humilde y sencilla que fue, sino que la adornamos de oro y esplendor para ver en
ella lo que no vemos en nuestro alrededor. En esta navidad debemos recuperar la imagen
real de María: mujer, virgen, campesina, compañera, amiga, madre, esposa y creyente. La
amiga de Dios y nuestra, como cuando visitó a Isabel, para amar y servir (Lc 1:39-45).
Por todo lo anterior, al pensar en María, pienso en mujer amiga y compañera de camino, “la
que sabe ponerse en camino”, al lado no detrás ni delante, no sería compañera, la que sabe
cuándo y cómo decir las cosas y en especial comunicar alegría y vida con su ser de mujer, de
madre, de esposa, de amiga y amante: “Por los ojos que saben decir lo que llevan dentro/
por los pies que se acercan a los que están solos/ por el cuerpo que expresa nuestros
sentimientos/ por los corazones que laten al unísono/ por quien con su amor nos comunica
vida/ TE DAMOS GRACIAS CON FUERZA Y TERNURA”.
¿Qué puedo decir de María que no se haya dicho? No se trata ni de idealizarla ni aterrizarla,
sino de recuperarla. Recuperar la imagen de María, la real y auténtica, me ayudará a
entender la vida, la mujer y la alegría y compartir con los jóvenes el modelo a seguir. Muchas
cosas se dicen y dirán de la mujer, pero en el proyecto creador es ante todo hija e imagen
del mismo Dios y compañera del varón para juntos, libre e inteligentemente construir un
proyecto creador y colaborar en la construcción de una civilización, sociedad del amor, en
fomentar una cultura de vida y no de muerte ni desunión. Eso es María, como mujer y
creyente.
Al visitar a su prima y amiga Isabel, María me enseña lo esencial de la vida: saber acompañar
a vivir. En este gesto está la fuente de la vida, lo que hace el ser mujer, dar, entregarse para
en todo amar y servir. Su gesto produce alegría, “saltaron los niños en su vientre”, es el fruto
de la vida, y con ello me dice que lo esencial del creer es saber vivir y compartir. Esto es se ser
feliz, por ello, Isabel exclama: “Dichosa tú, porque has creído”. Como bien dijo Pascal: “Nadie
es tan feliz como un cristiano auténtico”. Este es el reto del cristianismo actual comunicar un
proyecto de felicidad en el caos y desorden que hoy se vive. Algo nuevo se está gestando y
en eso somos expertos los cristianos en saber producir novedad, contagiar la alegría del creer,
ya que lo que nos define en esencia no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir confiando
en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones.
María, mujer, al comunicar vida, me enseña que la vida es una oportunidad, hay que
aprovecharla. La vida es un sueño, hay que hacerlo realidad. La vida es un reto, hay que
enfrentarlo. La vida es un misterio, hay que descífralo. La vida es un don, hay que acogerlo y
cuidarlo. Gracias, mujer, amiga y compañera por enseñarnos a vivir y compartir la paz y la
alegría.
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