08 | COMPORTAMIENTO TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 25 de octubre de 2014 ANDRÉS CASTILLO: “Hay un momento en que hay que dejar ir” JEFE DE LA UNIDAD ACADÉMICA DE CUIDADOS INTENSIVOS PEDIÁTRICOS UNIVERSIDAD CATÓLICA M e dedico al cuidado de los pacientes pediátricos más graves. Relacionarse con el dolor de un niño es muy difícil y verlo morir es algo a lo que no me he acostumbrado y espero nunca acostumbrarme. ¿Voy a pelear hasta el final por la vida de un paciente? Definitivamente. Pero todo tiene límites. Pelear hasta el final no significa ensañarse terapéuticamente, es decir, tomar medidas fútiles en enfermedades cuya evolución, pronóstico o características no van a devolverle la vida a una persona. Hablo de enfermedades cuyo resultado final es indefectiblemente la muerte y de cuando uno está prolongando una vida que no es vida, lo que no tiene nada que ver con eutanasia o eutanasia por omisión, sino con saber reconocer nuestros límites. Hay un momento en que hay que dejar ir, donde se mezclan la ciencia, la conciencia -que en mi caso es cristiana- y lo que los papás quieren. Es una decisión tremendamente dolorosa, pero cuando se toma junto con los padres, queda una sensación de tranquilidad porque uno sabe que está haciendo lo correcto. Hace poco falleció un paciente. Ocupamos todas las opciones de la medicina moderna, pero finalmente decidimos con los papás que ya habíamos hecho todo. Después del fallecimiento ellos nos dieron las gracias. No es común. Y es tremendamente conmovedor. ¿Mi muerte? Ojalá muera en uso de mi razón y mis facultades, sin dolor y sin angustia, pero aún en el dolor y la angustia las personas pueden seguir con su vida. En ningún caso he pensado la eutanasia para mí, ni para mi familia ni para mis padres. No estoy de acuerdo con dejar morir o apurar la muerte porque crea que la persona va a estar mejor. Respeto lo que opinan otros, pero no es mi opción moral y cristiana. Muchas veces les das terapia a pacientes terminales para aliviar su dolor y eso en algunos casos puede provocar como un efecto secundario el fallecimiento del paciente, pero tú no estás buscando su muerte, sino que mejorar su calidad de vida. Es así. La línea roja es muy delgada. VIENE DE PÁG. 6 MIGUEL KOTTOW: “Conservar la vida a toda costa nos mete en líos” OFTALMÓLOGO Y DIRECTOR DE LA UNIDAD DE BIOÉTICA DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE L o que están haciendo los médicos hoy es malo, es pésimo. Nos enseñan una medicina hipocrática y hacemos un juramento a dioses que no existen, un juramento simbólico cuyo contenido no es válido. Hipócrates no era un intervencionista, él decía que no había que meterse con la naturaleza, lo que es distinto a tratar de ayudar. En cambio, ahora nos metemos cuando debemos y cuando no debemos. Nuestro encargo no es salvar vidas, estamos para limitar el sufrimiento. Conservar la vida a toda costa nos mete en líos. Esto nos remite a definir la muerte. No todos tenemos el mismo concepto de muerte y, por lo tanto, el suicidio, la solicitud de internación o cualquier tratamiento difiere según tu concepto. El concepto de “muerte digna” se puede entender de dos formas completamente distintas. Una es dejar que te vayas muriendo tranquilamente y con el menor dolor posible. La otra significa que yo decida si determinada condición, que continuará y me parece indignante, debe llegar a su fin y, por lo tanto, lo digno es que me muera ya. Se habla de los cuidados paliativos. Hay gente que no tiene paliación posible, porque no puede acceder a ella o simplemente porque la paliación tiene límites. Si soy cuadrapléjico ¿qué me van a paliar? Que yo pueda vivir con ello o no, ese es otro cuento, pero no hay paliación para aquello si es que me hace sufrir. El cuerpo lo hace sufrir y la medicina no lo puede sacar de ese sufrimiento. Y él no puede suicidarse. Entonces, si quiere morir, necesita que alguien lo ayude. “Usted no se puede morir, el dolor tiene un significado, vívalo”, dicen algunos doctores. ¡No nos corresponde meternos en eso! A los médicos hay que enseñarles a caminar por donde les corresponde, y como primera cosa tienen que ser veraces. Un alumno de tercer año me dijo: “No es siempre posible que los médicos le tiren encima la verdad a la gente, que se van a morir”, y yo le respondí “ni tú, ni yo, ni nadie está autorizado para negar una verdad”. Tenemos que empezar un debate sobre la muerte libre de prejuicios. Que no se hable de consentimiento informado, sino de decisión informada. Porque hoy se trata de firmar un cheque en blanco y dejar que el médico haga lo que quiera; lo mismo con un testamento vital, que se puede ignorar sin ningún problema. Lo importante es que el paciente tenga todas las opciones en la mano, haya decidido hoy o hace 20 años, y esa decisión se respete. Hay que terminar con esta idea de que tenemos el “encargo” de que la gente siga viviendo y suponer, sin ninguna evidencia, que todos quieren seguir viviendo. Ese es el famoso “derecho a vivir”, y es una frase absolutamente vacía.