Cuando ya no hay nada que perder

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Cuando ya no hay nada que perder
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid. Director del
CCS (Centro de Colaboraciones Solidarias)
Se vuelve a hablar de la decadencia de Occidente. Creo que tal
decadencia no existe, lo que ha dejado de existir es el occidente como
realidad, y aún como concepto. No es nuevo el imperialismo económico
que Estados Unidos trata de convertir en político con su retirada de los
Tratados Internacionales y su violación de los derechos fundamentales
para todos como sistema, despreciando la soberanía de los estados.
El arbitrio del Príncipe como fuente de Ley fue constante en la historia de la
humanidad. Fue la conducta de los sátrapas orientales, de los emperadores
romanos y de todos aquellos que no consideraron al pueblo como auténtica base
de la soberanía que delegaba en personas para actuar en beneficio de la sociedad.
La política nace en Atenas cuando Pericles era el alma de Grecia. La participación
era la clave del sistema para los ciudadanos. Roma decayó cuando abandonó las
instituciones republicanas para reforzar el poder del Imperator y ser más eficaces en
la conquista del orbe.
Dividieron al mundo en Orbe Romano y Orbe de las demás tierras (Orbis romanus
et Orbis terrarum). Nada extraño que la concepción teocrática del poder en que
sucumbió el admirable mensaje cristiano, no sólo después del Edicto de
Constantino en el año 313, sino después de la coronación de Carlomagno en la
Nochebuena de 800, degradase las conquistas de la mente reflejadas en el derecho
para equipararse a la política teocrática de los Califas. Concebía el mundo dividido
en dhar al Islam y dhar al Harb. Esto es, “mundo sometido” y “mundo para
conquistar”.
El concepto de mundialización es tan antiguo como la razón de la fuerza que
intenta domeñar a la fuerza de la razón. Si pobre es el que codicia demasiado,
bárbaro es el que no tiene noción de la mesura, desde los bárbaros mongoles o las
acometidas tártaras hasta los imperios que siguieron a la teoría del derecho divino
de los reyes, propalada por teólogos sin conciencia que hicieron bueno el realismo
del Príncipe de la Ciencia Política, Nicolás Maquiavelo: el fin justifica los medios.
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El concepto de mundialización en cada época se corresponde con su concepción
del mundo y el alcance de su fuerza apoyada en las tecnologías del momento para
acaparar más materias primas, más recursos y más locura en su carrera hacia la
desintegración del sistema, por des-agonía de los ciudadanos.
En el antiguo Hospital de los Reyes Católicos, en Santiago de Compostela,
descubrieron una sala en cuyo dintel se leía “Sala de los des-agoniados”. Es decir, de
los que ya no tuvieron fuerzas para luchar.
Los sabios de las más grandes tradiciones coinciden en lo fundamental: el sentido
del vivir es la plenitud de saberse universo en una gota de rocío. De ser nosotros
mismos, de no dejar escapar el instante, estar a lo que estamos, la consciencia de
saber que no sabemos, hasta la sabiduría de poder expresar con nuestra palabra o
con nuestro silencio: “No te apures, Sancho amigo, yo sé quién soy”.
La enajenación por el poder del tener sobre la consciencia de ser se anuncia como
un estallido porque ha alcanzado la linde del no-retorno: cuando se ha perdido el
sentido de vivir y ya se entiende que no hay nada que perder, muchas personas se
hacen bomba que camina y se arrojan en el devastador efecto del terror como
explosiva expresión de su protesta.
No es, pues, el imperialismo de los actuales sátrapas que acogotan a millones de
seres humanos con hambre, enfermedad, guerra, marginación, soledad y
desarraigo lo que constituye la clave de esta bóveda visualizada por el nuevo
Sansón que encarna al pueblo sometido. Es el nuevo concepto de Imperio como un
magma de poder difuso cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia no
se atisba en ninguna.
Los sátrapas que se benefician como “aliados” deberían de tener presente que no
habrá poder militar capaz de detener a los rebeldes al grito de “¡Muera Sansón con
los filisteos!”
Para quienes apostamos por otra mundialización alternativa y solidaria, comienza a
vislumbrarse la luz generadora de un nuevo amanecer, más humano, más justo y
armonioso con la riqueza de convertir el tiempo en espacio que definimos con
nuestra presencia.
PD. La S.S. de CC.OO. en GM no comparte necesariamente ni se hace responsable de las
opiniones de este artículo
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