2. Presencia y memorial de su Muerte y Resurrección (CEC nn. 1341-1381). «El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras «hasta que venga» (1 Co 11,26), no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración litúrgica por los Apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre». (CEC n. 1341) *En la Eucaristía se hace presente y actual el sacrificio de Cristo, ofrecido de una vez y para siempre en la Cruz. «Haced esto en memoria mía» es el mandato del Señor de celebrar litúrgicamente su vida, su muerte, su resurrección y su eterna intercesión junto al Padre, «hasta que venga». *Desde el siglo II, y según el testimonio del mártir San Justino, sabemos cómo celebraban la Eucaristía los primeros cristianos. Desde entonces, su estructura esencial ha permanecido invariable: 1. Una primera parte, con lecturas, salmos, exhortaciones, homilías y oraciones por los fieles, llamada liturgia de la Palabra 2. Y una segunda parte, con la presentación del pan y el vino, la acción de gracias y consecratoria, y la comunión, llamada liturgia eucarística. El desarrollo de la liturgia de la Eucaristía nos recuerda el pasaje evangélico de los discípulos de Emaús que San Lucas nos cuenta en su Evangelio: (Lc 24,13-35) *La Eucaristía, memorial del sacrificio de Jesucristo, es: -Acción de gracias y alabanza al Padre -Memorial del sacrificio de Cristo, de su Cuerpo y de su Sangre -Presencia del Señor por el poder de su Palabra y de su Espíritu *Acción de gracias: por la creación que alaba al Padre expresando su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios. La Iglesia canta y alaba la gloria de Dios en nombre de toda la creación, uniéndose al sacrificio de Cristo: por él, con él y en él. *Memorial: En la Sagrada Escritura, el memorial no es solamente un recuerdo de acontecimientos pasados, sino que éstos se hacen presentes y actuales por la celebración litúrgica. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía hace el memorial de la Pascua de Cristo, haciendo que su sacrificio permanezca siempre actual; así es actual su acción de gracias al Padre, su sacrificio y el sacrificio de la Iglesia, Cuerpo de Cristo. *Presencia: Cristo, el Señor, permanece siempre en medio de su Iglesia, «en los pobres, los enfermos, los presos, en los sacramentos de los que Él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, sobre todo está presente, bajo las especies eucarísticas» (cfr. CEC n. 1373). «En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. «La Iglesia católica ha dado y continua dando este culto de adoración que se debe al sacramento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión en medio de la alegría del pueblo» (MF 56). El sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la Eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa. Por la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarísticas. Por eso, el sagrario debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la Iglesia; debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santísimo sacramento» (CEC nn. 1378-1379) «Al sacramento de la Eucaristía se le debe rendir el culto de latría, es decir la adoración reservada a Dios, tanto durante la celebración eucarística, como fuera de ella. La Iglesia, en efecto, conserva con la máxima diligencia las Hostias consagradas, las lleva a los enfermos y a otras personas imposibilitadas de participar en la Santa Misa, las presenta a la solemne adoración de los fieles, las lleva en procesión e invita a la frecuente visita y adoración del Santísimo Sacramento, reservado en el Sagrario.» (Compendio, n. 286). 3. Signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual (CEC nn. 1382-1401) La Eucaristía es «el banquete sagrado de la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor. Pero la celebración del sacrificio eucarístico está totalmente orientada hacia la unión íntima de los fieles con Cristo por medio de la comunión. Comulgar es recibir a Cristo mismo que se entregó por nosotros» *Comunión: «Tomad y comed todos de él». El Señor nos invita a recibirle en la Eucaristía, para lo que debemos prepararnos para responder adecuadamente a la invitación mediante el examen de conciencia y así, después de confesar nuestros pecados y de ser perdonados, poder repetir con humildad y fe las palabras del Centurión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme» (Ritual de la Comunión, 133). La comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor acrecienta nuestra unión con Jesucristo y nos separa del pecado (cfr. CEC nn. 1391-1393), restaurando nuestras fuerzas, nos borra los pecados, fortalece nuestra caridad y nos une más a la Iglesia. *Signo de unidad: «nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan» (1 Co 10,17) El Catecismo nos dice: «Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (cf 1 Co 12,13). La Eucaristía realiza esta llamada: «El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Co 10,16-17)» *Vínculo de caridad: La Eucaristía nos compromete con los pobres, donde reconocemos el rostro de Cristo: «Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. [...] Deshonras esta mesa no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno [...] de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te has hecho más misericordioso» (S. Juan Crisóstomo, hom. in 1 Co 27,4). «La comunión de vida divina y la unidad del Pueblo de Dios, sobre los que la propia Iglesia subsiste, se significan adecuadamente y se realizan de manera admirable en la Eucaristía. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre» (Instr. Eucharisticum mysterium, 6). 4. La Eucaristía es «prenda de la gloria futura» «En la Eucaristía, nosotros partimos «un mismo pan que es remedio de inmortalidad, antídoto no para morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre»» (San Ignacio de Antioquía). Preguntas: *Cuando asisto a la Santa Misa ¿Lo hago de manera pasiva, sin sentirme involucrado, ó participo con la escucha atenta y meditativa de la Palabra de Dios y en las demás oraciones de la liturgia eucarística? *Como cristiano coherente con mi bautismo ¿Puedo prescindir de la Eucaristía dominical? LA EUCARISTÍA Cuarta Catequesis. Hermandades y Cofradías (guión del catequista) «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20) El Compendio del Catecismo nos dice en una frase sencilla qué es la Eucaristía (n. 271): «La Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna». 1. Sacrificio del Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús (CEC nn. 1324-1340) *El Señor Jesús, próxima la hora de su pasión, y «sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos», adelantando en la cena pascual el momento culminante de su entrega, instituyó la Eucaristía, «fuente y culmen de toda la vida cristiana».Es el momento culminante de Jesús y el de sus discípulos, los de entonces y los de todos los tiempos. *En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra. Jesús, al instituir la Eucaristía, dio un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz, haciéndolo sacramento de su Sacrificio en la Cruz. Así, la Eucaristía y la Cruz serán piedras de escándalo: es un único y mismo misterio que nos interpela en lo más profundo del corazón. «En la Antigua Alianza, la Eucaristía fue anunciada sobre todo en la cena pascual, celebrada cada año por los judíos con panes ázimos, como recuerdo de la salida apresurada y liberadora de Egipto. Jesús la anunció en sus enseñanzas y la instituyó celebrando con los Apóstoles la Última Cena durante un banquete pascual. La Iglesia, fiel al mandato del Señor: «Haced esto en memoria mía» (1 Co 11, 24), ha celebrado siempre la Eucaristía, especialmente el domingo, día de la resurrección de Jesús». (Compendio n. 276). 5. Oración Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida.... *Jesús nos deja una prenda de su amor hasta el extremo y, mediante la Eucaristía, nunca se alejará de nosotros, como Él prometió, haciéndonos partícipes de su Pascua hasta el final de los tiempos.