PARTICIPACIÓN DE LA SEÑORA MINISTRA OLGA SÁNCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO “LA LIBRE COMPETENCIA” DE JAVIER B. AGUILAR ÁLVAREZ DE ALBA, EL 5 DE SEPTIEMBRE DE 2001, EN LA COMISIÓN FEDERAL DE COMPETENCIA, EN LA CIUDAD DE MÉXICO. LA LIBERTAD COMPETENCIAL COMO GARANTÍA. Algunos apuntes sobre la libertad económica, el Estado y el bienestar social. ˜™ “Lo importante no es ganar, sino competir.” Barón Pierre De Coubertin. En la teoría económica no se ha encontrado, todavía, un modelo de régimen de mercado mejor –en relación con otros modelos como el oligopolio y el monopolio– que el régimen de libre competencia. Este es, desde un punto de vista económico, el más perfecto y benéfico para la sociedad, porque trata de evitar todo costo social y promueve la eficiencia en la asignación de los recursos. Sin embargo, como suele suceder generalmente, existe un divorcio entre la teoría y la práctica que ocasiona que, en la traslación del modelo al mundo imperfecto, exista siempre un elemento muy predecible y que, por ende, se debe necesariamente tomar en cuenta al momento de aplicar el modelo: la falibilidad del ser humano. De ahí que la Legislación en casos como el de la libre competencia deba prever mecanismos adecuados para garantizarla, como el de imposición de precios máximos; pero siempre mediante criterios que eviten la insuficiencia en el abasto y tomando en cuenta que tenga mínimos efectos sobre la competencia y libre concurrencia. La regulación de las relaciones humanas, a nivel personal y social, se ha convulsionado en un oleaje que en el siglo XX arrastró al naufragio a muchas instituciones sociales, pero que conservó, con inusitada vitalidad, una llama que ojalá se encienda con mayor fuerza: el discurso de los derechos. Desde el hecho mismo de su connotación, pasando por el de su fundamento y el de su aplicación, el debate de los derechos ha sido una constante en el siglo que ha terminado. Los derechos han sido el instrumento que la modernidad se ha dado para expresar los intereses y necesidades de tantas personas, especialmente de las más débiles. En ello, principalmente, radica la importancia del libro que hoy, atendiendo a la amable invitación que me hiciera el Sr. licenciado Javier Aguilar Álvarez de Alba, tengo el honor de comentar con Ustedes y con los honorables miembros del presidium que nos acompañan. Nuestro autor propone, en concordancia con algunos criterios adoptados por la Suprema Corte de Justicia de la Nación que la libre competencia es una garantía constitucional. Particularmente, según una de las más recientes resoluciones de nuestro más alto Tribunal –que por cierto es comentada exhaustivamente por el autor del libro que hoy presentamos– se trata de una garantía que tiene una doble dimensión: individual y social. Esta doble dimensión se explicó, en la ejecutoria que menciono, de la manera siguiente: "Mientras el Constituyente de mil ochocientos "cincuenta y siete concibió a los monopolios como "una práctica atentatoria fundamentalmente de la "libertad individual en la materia económica, el "Constituyente de mil novecientos diecisiete los "prohibió no sólo por ser contrarios a las libertades "clásicas de comercio, industria y contratación que "habían sido objeto de tutela en la normatividad "constitucional desde la consagración del Estado "de Derecho, sino también en cuanto constituían "un ataque a bienes de la colectividad que debía "ser reprimido. "La doble dimensión individual-social de la "prohibición de los monopolios y figuras afines se "halla reflejada tanto en los textos legales "producidos en la materia …como en la "interpretación jurisprudencial elaborada por este "alto tribunal a propósito del artículo 28.” Esta interpretación, fortalece la premisa, muy difundida en nuestros días, de que los derechos fundamentales son uno de los pilares que sostienen todo Estado de Derecho; pero son sobretodo el pilar en el que descansa la democracia moderna. Es imposible concebir un estado democrático de derecho que no se ocupe de proteger los derechos fundamentales de manera eficiente, digna y amplia. Es imposible pensarnos como un Estado moderno sin un sistema de protección de esos derechos fundamentales que permita a todos un margen mínimo de seguridad jurídica, pues la valía de los derechos fundamentales radica en su aporte a la paz, a la igualdad, a la democracia, pero sobretodo, a la protección de los más débiles. En ese entendido, el libro que hoy tengo el gusto de comentar con Ustedes es una contribución importante para comenzar a difundir esa cultura de respeto a los derechos fundamentales consagrados en nuestra Constitución, que tanta falta nos viene haciendo desde hace tiempo. Y digo que el libro de Javier contribuye en ese sentido, porque hablar sobre la libre competencia implica, necesariamente, hablar sobre la protección de los mercados, la libre concurrencia, la intervención estatal y el bien común. Términos que –como también se estableció en la ejecutoria que podrán conocer mejor en el libro que hoy pone el Licenciado Aguilar en nuestras manos– no escapan de la indeterminación que es propia de ciertos vocablos. Hoy tengo el honor de presentar, junto con los Doctores Levy y Sánchez Ugarte, este magnífico libro, en cuyas páginas el autor, gran conocedor de la materia del Derecho de la Competencia Económica, nos muestra una vez más su calidad como investigador. El libro titulado “La Libre Competencia”, es el reflejo de un análisis profundo, concienzudo y amplio, que cubre a fondo diversos tópicos, que transcurren desde los preceptos constitucionales que fundamentan la libre concurrencia y sus antecedentes en la constitución de 1857, hasta las leyes reglamentarias del artículo 28 constitucional; llegando incluso hasta un estudio de derecho comparado y cómo ha sido la inserción de la materia de libre concurrencia en diversos tratados de libre comercio que México ha signado, como son los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, Chile, la Unión Europea o Israel; así como las relaciones que guardan con la competencia económica. El libro, entre sus tantos méritos, estudia también temas que muy pocas veces son abordados con el profesionalismo y el conocimiento de causa que Javier, dada su posición privilegiada en esta Comisión Federal de Competencia, ha tenido. Temas como la creación de la propia Comisión, su naturaleza, funciones, el cambio estructural sufrido a lo largo del tiempo y los diversos precedentes resueltos por la misma, son temas que seguramente no podrán ser tratados posteriormente –con la claridad que nuestro autor lo hace– por algún autor que los haya conocido desde fuera. En ello radica uno más de los méritos del libro que presentamos. Es una visión desde las entrañas mismas de la autoridad, de un estudioso del derecho de toda la vida. Javier hace especial énfasis en algunos sectores de la economía que se han visto involucrados en el tema de la libre competencia. Así, el sector transporte, el energético y de telecomunicaciones son tratados en el libro de manera puntual y específica. Áreas estratégicas de la economía que, entre muchas otras, debieron adecuarse al nuevo proceso de economía abierta y libre competencia que se vive en el país desde 1986, a raíz de la entrada de México al entonces GATT, hoy OMC (ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE COMERCIO). Nuestro autor realiza un análisis de diversos casos resueltos por la Comisión y sus consecuencias en el mercado. Cada uno de ellos merecería, por lo interesante que resulta, tener una referencia particular para incentivar a su lectura; sin embargo, en repeto de su tiempo, sólo quiero resaltar los siguientes: El de la distribución de gas licuado por parte Petróleos Mexicanos, dados los beneficios en términos de calidad y atención en el servicio que han tenido los consumidores. Este beneficio se derivó tanto de la desregulación de dicho sector, como de los acuerdos a los que se llegó con la Comisión Federal de Competencia para que la distribución de gas licuado se adaptara al régimen de libre competencia, para el efecto de que a los particulares se les otorgaran mas y mejores servicios; sin que ello significara, como se hace patente en el libro, que el gas licuado dejara de ser un recurso respecto del cual el Estado Mexicano, conforme a la legislación actual, tiene el derecho exclusivo para explotar, refinar, transportar, almacenar, distribuir y realizar ventas de primera mano. De otros asuntos se ocupa el autor con singular interés: son los casos de transporte, y telecomunicaciones (tema que trata, me atrevería a decir incluso, apasionadamente); pero, como he señalado, excedería los límites de cualquier presentador si sólo se concretara a sintetizar los puntos interesantes del libro que presenta, sin motivar a su lectura. Espero que ese sea el efecto que mi presentación provoque y que el hecho de solamente esbozar los temas tratados por Javier Aguilar orille a todos a acercarnos a esos temas y a otros, como el de las privatizaciones, que el libro ayuda a comprender. Es más, sin afán de quedar ante ustedes como mera difusora de la obra, me atrevería a afirmar que el libro es una síntesis del proceso económico que ha vivido México en la última década y que aquellos que quieran comprender nuestra realidad en su conjunto tienen que acercarse a él para conocer no sólo el punto de vista de la autoridad, sino el punto de vista del jurista. Un punto de vista que ha sido, en los últimos años, bastante desdeñado. También llama la atención el autor sobre otros aspectos que son de mucho interés: la exclusión del control de precios a las mercancías, (asunto respecto del cual, dicho sea de paso, resulta muy significativo resaltar lo curioso que es observar que las últimas mercancías en liberalizarse hayan sido la harina y la tortilla de maíz en mil novecientos noventa y ocho) y el hecho de que el Reglamento de la Ley Federal de Competencia Económica haya sido publicado en el Diario Oficial de la Federación, cuatro años después de la creación de la Comisión. El razonamiento del autor justifica ese hecho en que si bien se pudo haber llegado a estimar que ello traía graves consecuencias de inseguridad jurídica, ello no era así en virtud de que el publicar el reglamento sin premura obedeció a que era necesario contar con alguna experiencia en el tema del manejo de los términos vertidos en la ley. Nuevamente, los tan polémicos términos. Y es en ello que radica una más de las aportaciones del libro. Tratar con definiciones tan técnicas como las que la ley utiliza fue para los Ministros que integramos el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación un asunto que nos llevó a discusiones muy enriquecedoras. De ello da cuenta el libro de Javier Aguilar, pues se ocupa de poner especial atención en el análisis que han realizado los Tribunales Federales de la constitucionalidad de determinados preceptos de la Ley Federal de Competencia Económica y su Reglamento. El autor se suma, en términos generales, al criterio adoptado por la mayoría de los Ministros que integramos el Pleno en el Amparo en Revisión, 2617/96, y da contestación a los argumentos vertidos en el voto particular generado en la tan acalorada discusión que sostuvo el Pleno en ese asunto, en el que se analizó la constitucionalidad de varios de los preceptos de los ordenamientos jurídicos ya referidos y cuyo voto minoritario estimó, razonadamente y por que no decirlo, en cierta medida justificado, que la Ley Federal de Competencia Económica contenía criterios legales indeterminados y laxos, tales como el concepto de agente económico, poder sustancial, mercado relevante y concentración, de los que se podría inferir e inducir una actuación casi discrecional de las autoridades administrativas. Ante dicho voto minoritario y cada uno de sus argumentos, el autor tiene también un razonamiento sólido como respuesta, como el hecho de estimar, como hizo la mayoría de los Ministros, que independientemente de la novedad, de la falta de definiciones formales y por ende, la posible indeterminación de los términos empleados en la ley; corresponden a conceptos que cada vez más serán accesibles a los sujetos obligados por la Ley Federal de Competencia Económica y que finalmente, habrán de analizarse dentro del contexto en el que se está viviendo en la actualidad, en donde se fomenta la competencia interna, misma que está relacionada con la apertura de la competencia externa. Además, considera el autor que no puede existir discrecionalidad en el actuar de la autoridad, pues no hay gobernante que escape a la obligación de fundar y motivar debidamente sus actos, tal como lo ordena el artículo 16 constitucional, por lo que con ello, en cierta medida, se puede evitar la inseguridad jurídica para con los gobernados. Ciertamente aún el lapso de tiempo que ha transcurrido a raíz de la publicación y entrada en vigor de la Ley Federal de Competencia Económica y la consecuente creación de la Comisión, institución cuya vida es menor a una década, es muy breve y por ende, el camino aún se está construyendo, caso por caso, precedente por precedente. De ahí, que los términos que contempla la ley, así como los diversos procedimientos que se ventilan ante la Comisión y en última instancia ante los órganos jurisdiccionales del fuero federal, sigan siendo sumamente novedosos y por ende sujetos a interesantes discusiones. Por tanto, como bien se desprende del libro, la evaluación de los cambios que se han dado en la sociedad derivado de esta legislación se realizará a través de los años que, en el corto tiempo su vigencia, están empezando a tener consecuencias en la economía, mismos que es aún difícil valorar. En relación con la libre concurrencia, vuelvo al punto de destacar su carácter de garantía. Este régimen económico está tutelado por los artículos 5º y 28 de nuestra Carta Magna y, por ende, es una garantía constitucional con la que cuenta cualquier gobernado, su finalidad es el bienestar social, ante cuya ausencia, los consumidores resentirían el abuso en precios, las restricciones en las cantidades ofrecidas de bienes o servicios, o una efímera calidad en los mismos, pues los monopolistas y, oligopolistas se apoderan de los mercados imponiendo las condiciones de venta, como precio y cantidad ofrecida de sus productos o servicios, en perjuicio del consumidor. Tal como enuncia el autor, y me permito citar textualmente: “... el fomento de la competencia es un componente importante de la política industrial, ya que para un mejor funcionamiento de los mercados promueve la utilización eficiente de los recursos productivos de la sociedad y, por tanto, del ahorro y de su adecuada inversión. Todo esto constituye una de las condiciones necesarias para alcanzar la máxima tasa de crecimiento económico posible sobre bases sólidas y duraderas ...” (pag. 87) Otro ejemplo que me llamó la atención por la aportación del autor, y que en principio podría causar alarma, es la justificación de las cláusulas de no competir, pues es cierto que las mismas, como se menciona en el libro: “... son sumamente dañinas para la competencia cuando alguno de los agentes involucrados tiene un poder sustancial en el mercado relevante...” (pag. 103), sin embargo, “... se consideran válidas aquellas cláusulas de no competir en las que se establezca la obligación de un vendedor de un comercio de no concurrir con el comprador de forma que resulte dañosa para el valor de la propiedad vendida. Esta obligación se considera no solo lícita, sino también implícita en las operaciones de venta de negocios o de activos que lleven vinculados el acceso a la clientela anterior del vendedor ...” (pag. 99). Ello significa que hay casos en los que los activos tienen el problema de que contractualmente no hay forma de precisar el derecho exclusivo de propiedad, como sucede con la venta de bienes intangibles, dentro de los que se incluye todo tipo de “know-how”, o conocimiento específico con que cuenta el vendedor sobre el mercado, como la venta de tecnología; los métodos de producción; los canales de distribución, así como las relaciones que el vendedor haya establecido con clientes o con preveedores, de modo tal que cuando hay venta de bienes intangibles, es eficiente una cláusula de no competir. Es de precisar que, para que no se vea afectada la libre concurrencia, la cláusula de no competir debe ser temporal, esto es, que no debe ser más larga que el tiempo requerido para proteger al comprador de un uso indebido de los activos intangibles por parte del vendedor. Ello, se ha de determinar caso por caso. Al margen del análisis particularizado de cada asunto, es sumamente interesante la propuesta del autor de tomar en cuenta en México, al momento de emitir una opinión en relación con las cláusulas de no competencia ciertas reglas de cajón, mismas que son las que toma la Unión Europea para determinar este aspecto, y que son: 1. Las cláusulas de no competir con una duración de entre cero y cinco años podrían ser válidas cuando: • La empresa compradora dispone de mayor poder, prestigio, reputación, experiencia y conocimiento del mercado del vendedor, por lo que sería muy poco probable que éste actuara de modo oportunista. • La transacción implica activos intangibles de conocimiento de investigación y desarrollo, pero el mercado es tal que hay cambios tecnológicos muy acelerados, que dejarían muy rápido en obsolescencia a otros bienes y servicios. • La transacción implica activos intangibles tales como el conocimiento de mercado, la reputación de la empresa o la lealtad de los consumidores. 2. Las cláusulas de no competir con una duración mayor a cinco años sólo pueden ser válidas si: • Los activos objeto de la transacción están relacionados con actividades de investigación y desarrollo o en sectores que requieran grandes inversiones y cuyo período de recuperación es largo. En respeto a su tiempo y al de mis compañeros de presentación, solo me resta agradecer a Javier Aguilar doblemente. En primer lugar por la aportación que su libro hace al mundo de lo jurídico con un tema tan poco explorado, quizá por el grado de dificultad que el mismo reviste, pues en él se entrelazan el derecho y el análisis microeconómico, específicamente el de la organización industrial, que son temas que para nosotros los abogados difícilmente se nos dan. En segundo lugar le agradezco el honor de haberme invitado a presentar esta obra y deseo, de todo corazón, que sea sólo una más de las muchas obras que publique y que nos permitan acrecentar el acervo legal en nuestra tan querida Nación. Pero no quisiera terminar estas disertaciones sin antes otro reconocimiento a la Comisión Federal de Competencia por brindarnos este foro para la expresión de esa cultura jurídica que tiene que permear a todos los ámbitos de la vida y hacerse presente a través de eventos como éste en todos los foros. Por todo lo anterior, quiero, nuevamente, hacer patente mi agradecimiento a Javier Aguilar, pues gracias a su pluma y dedicación, hoy estamos en este foro, dialogando, como debe ser siempre en democracia. Les agradezco a todos el favor de su atención.