LAS RUPTURAS DEL ORDEN CONSTITUCIONAL Prof. Raúl Borello Cátedra de Derecho Constitucional Facultad de Ciencia Política y RR.II. 1.- Breve reseña de los golpes de Estado en Argentina Durante gran parte del siglo XX, la política argentina estuvo signada por golpes de Estado, llevados a cabo por las Fuerzas Armadas y con el beneplácito (y en ocasiones la colaboración activa) de civiles, partidos políticos y otras instituciones. En total hubo seis golpes. Ellos son: - El golpe de 1930: En el mismo, el radical Hipólito Yirigoyen, primer presidente elegido con la ley electoral denominada “Sanez Peña” (sufragio universal, obligatorio y secreto ), es derrocado por el General fascista José Félix Uriburu, quien se dirigió con sus tropas desde Campo de Mayo hacia el centro de la ciudad, y “…desde los balcones de la Avenida Callao le arrojaron flores…”1. - El golpe de 1943: El mismo tuvo en miras derrocar al régimen fraudulento, oligárquico y conservador de los gobiernos de Justo, Ortiz y Castillo (este último fué el derrocado). Pero fue un golpe de Estado que quebrantó el sistema institucional (aún con sus debilidades). Fue instado por el GOU (Grupo de Oficiales Unidos, entre ellos el Coronel Perón), cuyos miembros no ocultaban su admiración por el nazifascismo y se declaraban partidarios de la neutralidad (corría la Segunda Guerra mundial) anticomunistas, pero contrarios al fraude electoral.2 Pedro P. Ramírez (1943-1944) asume tras el golpe y luego lo reemplaza Edelmiro J. Farrell, hasta 1946, en las elecciones en las cuales Perón asume su primera presidencia. - El golpe de 1955: En el mismo los militares, con la complicidad de varios partidos políticos (radicales, socialistas, comunistas, demócrata progresistas) derrocan al electo presidente por segunda vez, General Juan Domingo Perón. Lidera el golpe contra Perón Eduardo Lonardi (en la autodenominada “Revolución Libertadora”), quien luego es destituido por Eugenio Aramburu (1955-1958), que anula la Constitución de 1949 y restablece la de 1853. En esta Dictadura, el Almirante Isaac Rojas se 1 Lanata, Jorge: “Argentinos”- Tomo II. Ed. Ediciones B- Bs. As- 2003, pag. 46. En la pag. 47 puede leerse la nómina de todos los adherentes al golpe que “…recuerdan a varias calles de Buenos Aires…”( según el autor) 2 Pigna,Felipe “Historia de la Argentina” – AZ Editora- Bs. As. 2007- pag. 154. 1 desempeñó como Vicepresidente. Se ganó su lugar. Había perpetrado el ataque genocida y cobarde (una especie de “ensayo” de golpe de Estado)3 contra civiles inocentes en Plaza de Mayo, en la mañana del 16 de junio de 1955, con un saldo de más de 500 muertos, entre ellos niños y mujeres. - El golpe de 1962: Aquí los golpistas contra Arturo Frondizi, fueron adelantados a su tiempo. El golpe se disimula con el trámite expedito de detener al Presidente constitucional, e -invocando una falsa acefalía- declaran presidente a su Vice cómplice. Algo que años más tarde ensayaran los gobiernos de Paraguay (en 2012 tras un juicio político “expres” el Presidente constitucional Fernando Lugo fue destituido, acusado de mal desempeño en sus funciones y asumió el Vicepresidente Federico Franco) y Honduras (en 2009 el ejército destituyó al Presidente constitucional Manuel Zelaya y el Congreso eligió para sustituirle al también liberal Roberto Micheletti). Es por ello que el golpe de 1962 no puede pasarnos desapercibido: aun cuando para algunos libros de historia hubo una “renuncia” del Dr. Arturo Frondizi (en realidad lo destituyeron y luego lo trasladaron a la Isla Martín García) y la posterior asunción del Dr. José María Guido se debieron a la continuidad institucional por supuesta aplicación de la Ley de Acefalía (N° 252), lo cierto es que tales hechos no fueron más que el triunfo de otro golpe militar al orden democrático4. - El golpe de 1966: En esta ocasión el militar ultracatólico Juan Carlos Onganía derroca al presidente constitucional Arturo Illia (Unión Cívica Radical). Los diarios y revistas opositoras colaboraron decididamente en este golpe: lo mostraron como una tortuga, es decir lento e inoperante. Sin embargo, los intereses eran otros: Illia era partidario de la nacionalización del petróleo y había enviado al parlamento un novedoso proyecto de Ley de Medicamentos que limitaba el accionar de los poderosos laboratorios multinacionales. Illia – además- se negaba a seguir proscribiendo al peronismo, a pesar de las presiones de las Fuerzas Armadas5. Demasiado: había que sacarlo del medio. Lamentablemente muchos dirigentes sindicales “peronistas” ayudaron en la faena destituyente, queriéndose quedar con los votos peronistas, al estar exiliado el General Perón. Obviamente no lo consiguieron y hoy nadie los recuerda. Pigna, F. op. cit. Pag. 184 Domenech, E. y otros: “Las normas penales en la Constitución Nacional” (Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Nacional de la Plata). 5 Pigna, F. op. cit. Pag. 234 3 4 2 - El golpe de 1976: fue encabezado por los genocidas Jorge Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti (todos ellos condenados en juicio por delitos de lesa humanidad) Derrocaron a Isabel Martínez de Perón, quien – al ser Vicepresidenta- asumió la presidencia de la Nación en 1974, al fallecer el General Perón. Los dictadores instauraron el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, con un terror nunca visto (el “terrorismo de Estado”). Se propusieron eliminar una generación de seres pensantes y destruir todo lo que se relacionara con la industria nacional (y sus obreros). Lo consiguieron. Inventaron una palabra jamás antes escuchada: desparecido (“no están ni vivos ni muertos” diría el asesino Videla). Una palabra nueva para el diccionario del siglo XX: el “Desaparecido”. Junto con las palabras “Holocausato” (el mayor genocidio de la historia, llevado a cabo contra judíos por los nazis) o “Apartheid” (la segregación racial contra los negros, aplicada por los “blancos” de Sudáfrica) muestran la peor cara del siglo XX. Los argentinos estamos en esa lista: inventar palabras que remontan al infierno. 2.- La doctrina de facto La denominada “doctrina de facto” fue utilizada por primera vez, en ocasión del golpe de Estado en el cual el General Uriburu derrocó al presidente constitucional Hipolito Yrigoyen, en setiembre de 1930. En dicha ocasión, la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la célebre y vergonzosa “Acordada” del 10-IX-30 (y repetida en la Acordada del 7-VI -43), sin dictar sentencia en caso alguno (sino mediante el ardid de una “acordada”) manifestó que “el gobierno provisional era un gobierno de facto cuyo título no podía ser discutido judicialmente con éxito, en cuanto ejercitaba la función administrativa y política derivada de su posesión de la fuerza como resorte del orden y seguridad social” y “Le son aplicables a los funcionarios que componían el gobierno la doctrina de los funcionarios “de facto” (Constantineau) respecto de la posibilidad de que ellos realizaran válidamente los actos necesarios para el cumplimiento de los fines perseguidos por el Gobierno. Según Nicolás Diana 6“Desde la óptica del derecho constitucional, la diferencia entre el gobierno de derecho o de jure y el gobierno de hecho o de facto radica en el distinto título originario. El primero es el que ha llegado al poder por derecho, de acuerdo con el procedimiento reglado por la Constitución. El segundo, en cambio, es el que ejerce 6 En: Gordilo, Agustin: “Tratado de Derecho Administrativo”, Tomo 6- Anexo I, pag. 26. 3 pacíficamente la función pública, no por derecho, sino como consecuencia de un hecho al margen del cauce señalado en la Constitución, con el asentimiento —al menos tácito— del pueblo”. Para este autor, “El gobierno de facto no debe confundirse con el gobierno usurpador, que es el que se ha apoderado del poder por la violencia”. En efecto, las dictaduras que se instalan en Argentina, luego de los golpes de Estado de 1955 o 1976, por ejemplo, son gobiernos usurpadores. En cambio, un Presidente que sigue gobernando luego del día que debió haber cesado su mandato, es un gobernante de facto, aun cuando no haya “usurpado” el poder. Para Diana, ni la cita de Constantineau, cuya doctrina fue antes desarrollada, ni la de la sentencia que aparece en los fallos de la Corte, son fundamento para justificar jurídicamente al gobierno militar7. 3.- La Ley 23.077 de protección del orden constitucional Reinstaurada la democracia, en agosto de 1984 –durante el mandato del Dr. Raúl Alfonsínel Congreso Nacional sanciona la Ley 23.077, incorporando los denominados “Delitos contra los poderes públicos y el orden constitucional”. En el artículo 226 se tipifica el delito de Rebelión: “Serán reprimidos con prisión de cinco a quince años los que se alzaren en armas para cambiar la Constitución, deponer alguno de los poderes públicos del gobierno nacional, arrancarle alguna medida o concesión o impedir, aunque sea temporariamente, el libre ejercicio de sus facultades constitucionales o su formación o renovación en los términos y formas legales. Si el hecho descripto en el párrafo anterior fuese perpetrado con el fin de cambiar de modo permanente el sistema democrático de gobierno, suprimir la organización federal, eliminar la división de poderes, abrogar los derechos fundamentales de la persona humana o suprimir o menoscabar, aunque sea temporariamente, la independencia económica de la Nación, la pena será de ocho a veinticinco años de prisión. Cuando 7 Según Diana, Constantineau había recopilado y publicado en 1910 la jurisprudencia de Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos sobre los funcionarios de facto, y la Corte lo había citado unas pocas veces, pero se refería a funcionarios con título viciado u observable, pero no a usurpadores del poder nacional. Y esa doctrina fue pensada – originariamente- para los fines específicos de los particulares que reclamaban sobre la legalidad de sus derechos que solo tenían amparo en normas emitidas por gobiernos de facto. 4 el hecho fuere perpetrado por personas que tuvieren estado, empleo o asimilación militar, el mínimo de las penas se incrementará en un tercio”. El artículo 227 bis, por su lado, castiga a los colaboradores que ocupan cargos públicos: En efecto, se penaliza a los miembros de alguno de los tres poderes del Estado nacional o de las provincias que consintieran la consumación de los hechos descriptos en el artículo 226, continuando en sus funciones o asumiéndolas luego de modificada por la fuerza la Constitución o depuesto alguno de los poderes públicos,…” El artículo señala claramente los “cargos” que caen bajo este delito, en una larga lista que incluye a ministros, secretarios de Estado, subsecretarios, embajadores, rectores o decanos de universidades nacionales o provinciales, miembros de las fuerzas armadas o de policía o de organismos de seguridad en grados de jefes o equivalentes, intendentes municipales, o miembros del ministerio público fiscal, etc…. En el artículo 229 se tipifica el delito de Sedición: “Serán reprimidos con prisión de uno a seis años, los que, sin rebelarse contra el gobierno nacional, armaren una provincia contra otra, se alzaren en armas para cambiar la Constitución local, deponer alguno de los poderes públicos de una provincia o territorio federal, arrancarle alguna medida o concesión o impedir, aunque sea temporalmente, el libre ejercicio de sus facultades legales o su formación o renovación en los términos y formas establecidas en la ley. La Sedición- entonces- persigue los mismos objetivos que la rebelión (deponer las autoridades) y utiliza iguales medios (armas), pero va dirigida contra autoridades provinciales. 4.- La reforma constitucional de 1994 Esta reforma incorpora – por primera vez- una norma relacionada con la interrupción del orden constitucional. En efecto, el Artículo 36 señala: “Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos. Sus autores serán pasibles de la sanción prevista en el artículo 29, inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos públicos y excluidos de los beneficios del indulto y la conmutación de penas. Tendrán las mismas sanciones quienes, como consecuencia de estos actos, usurparen funciones previstas para las autoridades de esta Constitución o las de las provincias, los que responderán civil y penalmente de sus actos. Las acciones respectivas serán imprescriptibles. 5 Todos los ciudadanos tienen el derecho de resistencia contra quienes ejecutaren los actos de fuerza enunciados en este artículo. Atentará asimismo contra el sistema democrático quien incurriere en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las leyes determinen para ocupar cargos o empleos públicos. El Congreso sancionará una ley sobre ética pública para el ejercicio de la función”. 3.1.- Análisis del primer párrafo del artículo: “Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos”. El párrafo «Estos actos serán insanablemente nulos», genera cierta controversia sobre la finalidad del texto escogido: una posición sostiene que, en caso de producirse un golpe de estado, todas las normas que dictara serían "insanablemente nulas", y no podrían por lo tanto ser convalidadas, ni siquiera por el Congreso Nacional, una vez restablecido en sus funciones. Otra posición sostiene que los únicos actos que serían insanablemente nulos son "los actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático". Por lo tanto no serían inválidos todos los actos de la dictadura, y se precisaría que el Congreso Nacional (y eventualmente el Poder Judicial), una vez restablecido en funciones, tomara la decisión sobre qué actos concretos de la dictadura deben considerarse como actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. 3.2.- Análisis del segundo párrafo del artículo: “Sus autores serán pasibles de la sanción prevista en el artículo 29, inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos públicos y excluidos de los beneficios del indulto y la conmutación de penas. Este párrafo nos habla de las “penas” a aplicar a quienes lleven a cabo esos actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Nos indica tres sanciones: - la primera nos remite al artículo 29 de la Constitución, que tiene un origen histórico preciso. En efecto, en 1835 la Legislatura de Buenos Aires concedió al gobernador Juan Manuel de Rosas la suma del poder público. Esto significó la concentración de todas las funciones de gobierno en la figura de Rosas. La Sala de representantes pasó a ser una ficción y la justicia quedó librada a la voluntad del gobernador. Como consecuencia de ello se aniquiló el sistema republicano y se desconocieron derechos y garantías esenciales. Esa experiencia se reflejó en la redacción del artículo 29 que prohíbe expresamente la concesión de facultades extraordinarias 6 y suma del poder público. Ahora bien, lo que interesa aquí es ver que sanción prevé el art. 29 de la Constitución: el mismo nos indica que sus autores (es decir los parlamentos o legislaturas que conceden esas facultades) tendrán la pena de “los infames traidores a la patria”. Por su lado, el delito de “traición a la patria” se encuentra previsto en el art. 214 del Código Penal, y se refiere a aquellos que tomaren las armas contra la Nación, se uniere a sus enemigos o les prestare cualquier ayuda o socorro. Se agrava tal conducta si se ejecutare un hecho dirigido a someter total o parcialmente la Nación al dominio extranjero o a menoscabar su independencia o integridad; si indujere o decidiere a una potencia extranjera a hacer la guerra contra la República, o si los autores pertenecieren a las fuerzas armadas. Las penas van de reclusión o prisión de diez a veinticinco año a reclusión o prisión perpetua, la pena máxima que contiene el Código. - La segunda sanción que prevé la norma es la inhabilitación a perpetuidad para ocupar cargos públicos. - La tercera sanción que se ha previsto es la exclusión de los autores del delito, de los beneficios del indulto y la conmutación de penas. El indulto y la conmutación de penas es una atribución que la Constitución le concede al Presidente de la Nación en su art. 99 inc. 5. Indultar es “perdonar”, es decir se exime al autor del delito de cumplir una pena impuesta por un juez. Conmutar es cambiar la pena recibida, por otra menor o más leve8. 3.3.- Análisis del tercer párrafo del artículo: “Tendrán las mismas sanciones quienes, como consecuencia de estos actos, usurparen funciones previstas para las autoridades de esta Constitución o las de las provincias, los que responderán civil y penalmente de sus actos. Las acciones respectivas serán imprescriptibles”. Aquí, el artículo constitucional nos remite al delito de “usurpación de funciones”, que consiste en asumir o ejercer funciones públicas, sin título o nombramiento expedido por autoridad competente9. Se incluyen entonces a todos los que ocupan cargos públicos durante los gobiernos de facto. Obviamente no a los agentes o empleados de menor jerarquía, sino a aquellos Lamentablemente, los constituyentes no excluyeron también a la “amnistía”, facultad de “borrar” delitos (como si n o hubiesen existido) que la Constitución le otorga al Congreso Nacional en el art. 77 inc. 20. 9 Goldstein, Raúl: “Diccionario de derecho penal y criminología”- Ed. Astrea, Bs. As. 1978. 8 7 funcionarios de rango que enumera el ya visto art. 227 bis del C. Penal: ministros, secretarios, subsecretarios, embajadores, etc.. 3.4.- Análisis del cuarto párrafo del artículo: “Todos los ciudadanos tienen el derecho de resistencia contra quienes ejecutaren los actos de fuerza enunciados en este artículo”. Se refiere este párrafo a la denominada “resistencia a la opresión”, que fuera defendido por pensadores como Santo Tomas de Aquino o Locke, e incorporado en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. La Constitución ha querido dejar sentado que quienes resisten a los golpes de Estado no incurren en delito alguno (Ej: no pueden ser penados por el delito de “resistencia a la autoridad”). 3.5.- Análisis del quinto párrafo del artículo: “Atentará asimismo contra el sistema democrático quien incurriere en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las leyes determinen para ocupar cargos o empleos públicos. El Congreso sancionará una ley sobre ética pública para el ejercicio de la función” La Constitución equipara al enriquecimiento ilícito de los funcionarios, con el delito de atentado contra el sistema democrático. Dicho delito de enriquecimiento ilícito, se encuentra contemplado en el art. 268 del Código Penal: “Será reprimido con la pena del artículo 256, el funcionario público que con fines de lucro utilizare para sí o para un tercero informaciones o datos de carácter reservado de los que haya tomado conocimiento en razón de su cargo. Será reprimido con reclusión o prisión de dos a seis años, multa del cincuenta por ciento al ciento por ciento del valor del enriquecimiento e inhabilitación absoluta perpetua, el que al ser debidamente requerido, no justificare la procedencia de un enriquecimiento patrimonial apreciable suyo o de persona interpuesta para disimularlo, ocurrido con posterioridad a la asunción de un cargo o empleo público y hasta dos años después de haber cesado en su desempeño. Se entenderá que hubo enriquecimiento no sólo cuando el patrimonio se hubiese incrementado con dinero, cosas o bienes, sino también cuando se hubiesen cancelado deudas o extinguido obligaciones que lo afectaban. La persona interpuesta para disimular el enriquecimiento será reprimida con la misma pena que el autor del hecho. Será reprimido con prisión de quince días a dos años e inhabilitación especial perpetua el que, en razón de su cargo, 8 estuviere obligado por ley a presentar una declaración jurada patrimonial y omitiere maliciosamente hacerlo. En la misma pena incurrirá el que maliciosamente, falseare u omitiere insertar los datos que las referidas declaraciones juradas deban contener de conformidad con las leyes y reglamentos aplicables”. Con relación a la Ley de Ética de la Función Pública mencionada en la norma constitucional, se trata de la Ley 25.188, sancionada el 29 de Septiembre de 1999, a cuyo contenido nos remitimos. Rosario, abril de 2013.**** 9