¿Quién aventó a Juan Escutia?* Héctor Cuauhtémoc Hernández 5ilva** ¡Banderita mexicana! ¡Banderita tricolor! Me recuerdas al soldado que hizo libre a mi nación. 1 histórica está conformada por una serie de mitos y leyendas. En la llamada "historia de bronce" o historia oftcial, el objetivo de cada uno de ellos ha sido afianzar sentimientos nacionalistas de orgullo hacia nuestro país y para con aquellos individuos que la forjaron con entusiasmo, entrega y hasta heroicidad, sin importarles nada, incluso la vida, con tal de servir, defender o beneficiar a su patria. En efecto, aquellos mismos liberales que pugnaron por una historiografía racional, objetiva y científica, no se amilanaron para utilizar tergiversaciones y cuentos con el fin de consolidar nuestra identidad mexicana, todo esto, por supuesto, en aras de la nación. Para ilustrar lo anterior, en este texto se abordarán algunos asNUESTRA M::E1-;IORlA * Este art{culo, en form.a resumida, fue publicado en La Jamada, en el suplemento Masiosare, el 13 de septiembre de 1998. ** Investigador del Ciesas. 1 Recitación escolar clásica cuando el alifar de este trabajo cursaba la escuela pril1Ulria allá por los años sesenta. 303 ¿QUI~N AVENTó A JUAN Es<vrJA? HÉCTOR CUAlJ}fftMOC HERNÁNDEZ S'LVA pectos que permiten conocer el proceso de mitificación por el que surgieron los Niños Héroes de Chapultepec, una de las grandes leyendas patrias de nuestro imaginario nacionaP Bajo la imagen de estos soldados rememoramos los desgraciados sucesos y resultados del enfrentamiento bélico que tuvimos hace 150 años con los Estados Unidos. Hoy se recuerda esa derrota con la celebración de la muerte de los cadetes del Colegio Militar frente al invasor en la Batalla de Chapultepec de113 de septiembre de 1847, victoria norteamericana que dejó a su merced las puertas de la capital del país y su consecuente ocupación, con la que se iniciaron las negociaciones finales entre las dos naciones, las cuales culminarían con la cesión mexicana de territorios que representaban, más o menos, la mitad de 10 que habíamos heredado de los tiempos coloniales. El resultado de la guerra contra los Estados Unidos no sólo significó esta pérdida, sino el inicio de la hegemonía de este país sobre nuestro destino histórico. Un acontecimiento de tal trascendencia no podía faltar en nuestro calendario cívico-histórico. Sin embargo, con el correr de los años, tan importante derrota fue eclipsada por la conmemoración festiva de la hazaña realizada por los Niños Héroes de Chapultepec. ¿Cómo uno de los acontecimientos fundamentales de nuestra historia llegó a convertirse únicamente en la celebración de los cadetes muertos del Colegio Militar? Este proceso historiográfico sólo se puede revelar con un estudio amplio acerca de la historia de la historia de la invasión norteamericana. En las siguientes líneas, tan tesis de licenciatura de Mana Elena Carda Muiíoz y Ernesto Frtische Aceves, lTNAM-FFY/,! 1989, es un buen trabajo sobre este tema; Enrique Plasencia de la Parra, para su art(nllo "Conmemoración de 111 hazaña épica de los niños héroes: su origen, desarrollo y simbolismos", Historia Mexicana, vol. XLV, núm. 2 (178), octllbre-diciernbre de 1995, pp. 241-279, retoma gran parte de su información de este trabajo reeepdonal. 2 La Los niños héroes, de la realidad al mito (México, 304 sólo se muestran algunas pistas al respecto tomando como eje de estudio a estos seis paladines. DE LOS USOS DE LA HISTORJA La investigación histórica no sólo se ocupa de explicar los procesos, acontecimientos y personajes del pasado, también puede esclarecer el cómo estos elementos se convierten en símbolos ideológicos, explicativos y I o identitarios, contribuyendo a dilucidar las razones que aclaran la creación de estos emblemas. Así pues, el trabajo es un estudio en el que, como lo ha señalado Lawrence Stone,3 "el acontecimiento, el individuo, incluso la captación de algún estado anímico o forma de pensar del pasado, no son fines en sí mismos, sino el medio de esclarecer alguna cuestión más amplia que va mucho más allá de la narración de que se trate y sus personajes" .4 Hasta donde sabemos, todas las sociedades humanas de las que tenemos noticia.necesitan,de lJn.pas.(.\Q.Q .<::Offi@, p~~ j.u~@.;:a~se e identificarse. Este fue el caso de las naciones que surgieron en mundo occidental, las cuales, entre arras cosas, tuvieron que imaginarse e inventar una historia común que enlazara a las diversas colectividades y grupos sociales que las conforroaban.~ El naciona- el Este autor la define e01l1O la ordenación básicamente cronológica del material eH "un solo relato coherente, aunque con argumentos secundarios" y concentrándose "en el hombre y no en las circunstancias". Lawrence Slone, "The Revíval 01 Narrative: Reflections 0/1 a New O/d Histonf, Past and Present, núm. 85 (noviembre de 1979), pp. 3-24, citndo en Eric Hobsbawm, Sobre la Historia, Barcelona, Cdl icn-Crija/bo, 1998, p. 191. 3 ~ frie Hobsbawm, "Sobre el renacer de la narrativa", Sobre la Historia, op. cit., p. 191. 5 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas, México, FCE, 1993, pp. 63-227. 305 '1 H~<."IOR CUAUHTI\MOC HERNÁNDEZ SILVA lismo -es el "ejemplo clásico de una cultura de la identidad qüe está anclada en el pasado por medio de mitos disfrazados de historia[...] Inevitablemente, la versión nacionalista de su historia consiste en anacronismos, omisiones, descontextualizaciones y, en casos extre1" 1,. mos, mentiras".6 En 1992, en los nuevos libros de texto gratuito de historia para ", las escuelas primarias, no aparecieron escritos los nombres de los seis cadetes del Colegio Militar muertos en la batalla de Chapultepec 11 1 de 1847. Esta omisión la aprovecharon tanto marxistas y progresis", tas como reaccionarios y priistas para atacar a miembros del grupo " I ", cultural Nexos, que habían sido los encargados de coordinar la re" dacción del libro. El nacionalismo recalcitrante fue utilizado como arma en esta lucha de intereses y diversos sectores de la sociedad participaron en la polémica mostrando su posición al respecto. El mismo presidente Salinas de Cortad tuvo que intervenir y declarar ,1' que estos cadetes eran "parte esencial de nuestra historia" y que el " Estado siempre estará dispuesto "a promover el recuerdo de los he;chos históricos y a honrar la memoria de los Niños Héroes de .............. Chapultepec~~¡.porque .."el-paso-del.tiemp().nos es sinónimo del olvido de las épicas hazañas de los paladines" I y una sociedad 11 que tiene conciencia de sus héroes es un pueblo maduro que valora el presente y piensa con lucidez". Otro grupo que intervino en aquel zafarrancho fue el magisterio nacional, principal difusor de la visión histórica liberal, romántica y heroica. Desde los "ultras" hasta los "charros" expresaron su descontento por medio de foros, artículos e infinidad de declaraciones. En la ceremonia conmemorativa de la independencia en el Ángel hubo movilización de personas armadas de enormes carteles en que se leía: "Los héroes, parte esencíal de nuestra historia".7 Lo que nunca se hizo fue analizar el pro1" j' • . 1111 . ~l l 111' 1'1 .. 6 Eric l-lobsbmvm, "La historia de la identidad no es suficiente", Sobre la Histo- ria, op. cit., p. 270. 7 La Jornada, núm. 2879, lunes 14 de septiembre de 1992, p.l. Lo referente a su 306 ¿ QUltN AVENTO A JUAN EscunA? ceso historiográfico que había elevado a estos "jóvenes maravilla" (sin ser predsamente los acompañantes de Batman) a la calidad de héroes imprescindibles de nuestra memoria histórica nacionalista. La "historia de bronce" ha sido uno de los vehículos más importantes en la forja del sentimiento nacional: nos proporciona un pasado genérico con el que nos identificamos y nos hace partícipes de un destino común. La imagen que promueve del devenir histórico tiene objetivos políticos e ideológicos muy concretos, que gravitan en la lucha por el poder que desarrollan los grupos humanos de una sociedad determinada en un tiempo definido. En la conformación de México como nación, la historiografía también tuvo un pape~ de primera importancia en la implantación del imaginario sodal y de la memoria histórica que compartimos. Tal ha sido su éxito que ahora todos nos sentimos e identificamos como mexicanos. Se ha definido a la memoria como un conjunto complejo de funciones que dan al hombre la capacidad de conservar deterrninadas informaciones por medio de las cuales se pueden actualizar impre.siones e informaciones del pasado. Es por ello que los fenómenos de la memoria "no son más que los resultados de sistemas dinámicos de organización y existen sólo en cuanto la organización los conserva o los reconstí tuye" .8 La memoria histórica nacional se encarga de guardar esta información por medio de dos elementos: el conocimiento de las cosas como un saber mnemotécnico (memo- inclusión en los vrtores de la ceremonia del grito por parte del presidente véase en el mismo periódico núm. 2881, íueves 17 de septiembre de 1992, p. 25; en la p. 14 de este mismo número se ve la fotograj(a de las personas que llevaron los carteles alusivos, muy bien pintados, repitíel1do la frase de Salinas respecto a los cadetes, como también lo hizo Ernesto Zedilla, en ese entonces secretario de la SEr, en su discurso ·de/16 de septiembre ante la Columna de la Independencia (p. 15). Il Jacques Le Goff, El orden de la memoria, Barcelona, Paidós, 1991, p. 132. 307 HÉCTOR CUAUHTÉMOC HERNÁNDEZ SILVA ¿QuIéN AVENTO A JUAN EscunA? rístico, pues) y la comnemoración periódica de los hechos para sostener su recuerdo. El primero de ellos lo proporciona por el sistema educativo y el segundo el calendario cívico-nacional establecido. La escuela, los profesores y las ceremonias cívicas han sido, por excelencia, los baluartes de este discurso nacionalista. Ya en la vida independiente se le fueron sumando alTas fechas a septiembre, de las cuales sobresalen el nacimiento de José María Morelos el 3D, o el triunfo de Antonío López de Santa Anna en Tampico frente a la expedición española de reconquista el 11 de septiembre de 1829, día que se celebraba con gran boato en aquellos años cuando el militar jalapeño era el hombre indispensable de la política mexicana.9 SEPTIEMBRE, MES DE LA PATRIA I' EL RECORDATORIO DE LA GUERRA DEL 47 El calendario no sólo es la medición del tiempo cósrrúco, sino también un objeto social que rige la vida pública y cotidiana, y un elemento esencial de quienes detentan el poder. Se manipula y se controla. Una de sus aplicaciones es la regulación del festejo de aquellos hechos que recuerden la conformación del orden de cosas vigente por medio de actos que consoliden el statu qua. . Se le ha llamado a septiembre mes de la Patria, por la serie de acontecimientos cardinales para el proceso histórico mexicano que se verificaron, en diferentes años, durante sus dfas, pero más que nada por aquellos relacionados con la guerra de Independencia, suceso primigenio de nuestra identidad nacional. En las primeras décadas de existencia como país soberano hubo polémica por determinar la fecha con la cual celebrar nuestra emancipación política (16, inicio de la revolución insurgente iniciada por Hidalgo, o 27, fecha de entrada del ejército trigarante a la capital y de conclusión del movimiento iturbidista), lo que traía el peliagudo problema de resolver la paternidad de nuestra bella nación: ¿Hidalgo o lturbide? De lo que no había duda, como suele suceder en estos casos, era de la identidad de nuestra madre, nada menos que la virgencita morena de Guadalupe, por lo cual, el 12 de diciembre quedó establecida en la Constitución de 1824 como fiesta nadonal obligatoria. Total, que las dos posibles soluciones, por haberse realizado en septiembre, para nada afectaron la importancia histórica adquirida por este mes. En la segunda mitad del siglo XIX se vinieron a sumar otras fechas importantes a septiembre, como la muerte de Ignacio Zaragoza en 1863, o el cumpleaños de Porfirio Díaz el d{a 15. 308 309 La guerra contra los Estados Unidos, cuyo triunfo cumplió su 150 aniversario el año pasado, sumó nuevas fechas a septiembre. Todas ellas desagradables. Después de una serie de campañas victo~ riosas iniciadas desde mayo de 1846, las tropas invasoras llegaron a las orillas de la ciudad de México para dar el golpe final. El 8 de septiembre de 1847 se enfrentaron en Molino del Rey a las fuerzas mexicanas en una batalla sangrienta, la cual fue festejada como victoria por las do~.p<l.r.~~.~r.~~g!.~g..~.g\.l.~.cl<:sdelos años cincuenta de la centuria pasada fue considerada por nu~;t;~'~'g¿bi'em~~' generalé; como la fecha emblemática que recordaba este conflicto internacional. La celebración en ese día duró hasta más o menos los años veinte de este siglo que fenece. Posteriormente, el13 de septiembre vino a sustituir dicha comnemoración. En esta fecha se había verificado la última batalla formal entre los dos ejércitos beligerantes y con su resultado la capital quedó a merced del invasor. Militares egresados del Colegio Militar fueron quienes iniciaron la tradición de recordar, en las fechas conmemorativas del 47, 9 1 ¿QUIÉN AVENfÓ A JUAN EscU11A? ", r. O', ", ",". ", los nombres de loS" cadetes muertos en Chapultepec, así como de prestigiar el valor, patriotismo y una y mil virtudes más de los cadetes de dicha institución. Miguel Miramón, uno de los antihéroes favoritos de la historia liberal, fue de los primeros en mencionar como presidente Jos nombres de sus compañeros caídos. lO Sin embargo, no fue sino hasta principios de los años ochenta d~l XlX en que las figuras heroicas de los cadetes del Colegio Militar muertos ante el invasor, empezaron a ser promovidas de manera permanente. Dos factores fueron fundamentales para ello: la profesionalización del ejército porfirista iníciada por el general Sóstenes Rocha, así como la aparición de una historiografía que permitió apuntalar este proceso de institucionalización. El Colegio Militar y su prestigio fueron la punta de lanza para el logro de los objetivos. El primero se logró con una reforma profunda a su organización administrativa y académica. Lo segundo con el recuerdo de páginas gloriosas en que hubieran actuado miembros de dicha escuela castrense. La mesa estaba puesta para aquellos jóvenes muertos en ,.f~t47,."" _ . LA GLOR1FlCACIÓN DE LOS NIÑOS HÉROES Lo épico era uno de los elementos principales de la visión individualista y romántica que se tenía en el siglo pasado respecto a la marcha histórica de las naciones. Y este valor titánico se reflejaba Hay que recordar que Miguel Miramóll fue lino de los prisioneros de Ilquel13 de septiembre de 1847, por lo que estuvo ti punlo de convertirse en héroe pero, para $U desgracia, 710 murió, tan sólo fue hecho prisionero. Por sus andanzas poster;o~ res y su filiaci6n conservadora pasó a la historia oficial como todo lo contrario, es decir, como un traidor, lodo por haberle dado Ifmta lata a Juárez y por haber apoyado a MaximíliarlO. en la animosidad de los individuos. La bravura cobraba cuerpo en las figuras de Lucas Balderas, Gelati, Xicoténcatl, Cano} Antonio de León, o en el inmortal acto del general Anaya. Las muertes y los gestos no eran más que una confirmación de todo este he~ roísmo derramado en aras de la patria. Pero faltaba algo, un símbolo que significara todo ello y que cobrara arraigo en el jmagina~ l rio social. Para ello se reeuperóla participación de los cadetes del Colegia Militar en la batalla de Chapultepec} enalteciendo sus acciones y cantando las muertes de los seis miembros que sucumbieron ante la metralla enemiga. La Asociación de ex-alumnos del Colegio Militar, fundada en 1871, fue un promotor incansable de ello. Por fin, en septiembre de 1882 se inauguró el monumento conmemorativo de tan loable sacrificio a las faldas del Cerro de Chapultepec, mediante una ceremonia a la que asistió el presidente-general Manuel González. En el monumento conmemorativo se inscribieron los nombres de los muertos, heridos y participantes de dicha institu~ ción en esa batalla. La historiografía también contribuyó a este encumbramiento: Roa Bárcena, Manuel Balbontfn, el mismo Sóstenes Rocha y la obra México a través de los siglos, perpetuaron esta nueva memoria sobre la guerra de-147. Las celebraciones anuales} las lecciones de historia en las escuelas y los cantos de los poetas también pusieron su grano de arena para que este nuevo símbolo prevaleciera. Un momento apoteótico fue el poema declamado por Amado Nervo el 8 de septiembre de 1908, por el cual los cadetes no sólo confirmaron su paso al salón de la fama del panteón histórico nacional sino que fueron canonizados como niños: 10 310 Como renuevos cuyos aliños un viento helado marchita en flor, así cayeron los héroes niños ante las balas del invasor. 311 ¿QUJtN AVENTÓ A JUAN EscunA? Htc:roR CUAlil-rrtMOC HERNÁNDU SILVA Es que debió tener conciencia de haber cumplido con su deber con la Patria hasta el último momento de su vida ejemplar. u LA APOTEOSIS DEL EVENTO .' ,,' ,,' ,,1 .' " 1" ,,' " ,,1 .' y después vino el delirio. Surgieron las narraciones en las que se presentaría la vida de los Niños Héroes y las descripciones de su participación, palabras, gestos y acciones en el suceso cumbre de su vida, el asalto a Chapultepec, las cuales provocarían en la actualidad la envidia a las comisiones que investigan las muertes de Colosio, Ruiz Massieu, el obispo Posadas o Paco Stanley. Casi paso a paso, palabra por palabra, estos autores lograron plasmar las acciones de los cadetes, sus ubicaciones y el momento cumbre de su muerte. Como por arte de magia, surgieron testimonios sobre sus acciones durante el asalto al fuerte de Chapultepec. Después de décadas de inexistencia, ingratitud y olvido fueron recobrados sus actos: La tragedia era hórrida. Ya en los patios del alcázar un pelotón yan- qui se dirigió hacia la Torre del Mirador. Allí le recibió a tiros el alurono centinela Vicente Suárez, que cayó acribillado. En la otra Torre del CabaUero Alto, el pequeño Francisco Márquez abatió a varios asaltantes [por desgracia no llegó hasta nosotros el número de caídos. La E. monsivaniana], con los que peleó hasta no poder más y caer sobre el m~nto rojo de su generosa y patriótica sangre. Fernando Montes de Oca, que aún estaba en el alba de la vida, fue a socorrerle [y] luchó desventajosamente con las tropas enemigas, que se echaron sobre él acribillándole' a tiros y bayonetazos. Agustín Melgar, muy jovencito también, un niño como sus compañeros, peleó como un titán contra el grupo que le quería hacer nñicos, pues le díeron balazos en una pierna, otro en el brazo izquierdo y un bayonetazo en el costado derecho. Aún estaba vivo cuando le llevaron al improvisado puesto de socorros, donde murió después de que le fue amputada la pierna acribillada a tiros. Se dice que expiró sonriente. 312 Tan sólo faltaba la escena delirante. y ésta fue mejor y más allá que un simple giro de 180 grados. Uno de ellos, Juan Escutia (al que no se le ha podido comprobar su inscripción como cadete del Colegio, su actuación en el evento del 13 de septiembre y mucho se teme de si en realidad existió), ya herido y conocedor del inevitable triunio enemigo, corrió a donde estaba la bandera mexicana con el fin de protegerla; para impedir que se convirtiera en trofeo del invasor se envolvió en ella y se lanzó al vacío estrellándose en las rocas del promontorio. íQué momento tan excelso! ¡El propio Nervo lo hubiera deseado para su poema a "Los niños mártires de Chapultepec"! ¡El conocimiento de tal suceso lo hubieran añorado los hístoria~res románticos de mediados del XIX! Pero ni en ese entonces ni aún en 1908, fecha en que el vate de Tepic pronunció aquel inolvidable poema, que todavía los niños sesenteros de primaria oíamos en las ceremonias civicas escolares de septiembre, les había· llegado la noticia de .taninigualablehazaña..... Morir por la patria. Tan noble honor y desprendimiento provo~ có, en un principio, una disputa acerca del personaje que realizó la acción: Heriberto Frías, por ejemplo, señaló al coronel Xicoténcatl como el actor del suceso; en los expedientes de la Defensa Nacional, para los años veinte del presente siglo, fueron señalados otros de los cadetes (Agustín Melgar y Francisco Montes de Oca), como los inmolados en tal hazaña. En la imagen popular que se conserva hoy de la batalla de Chapultepec ha quedado Juan Escutia como el ejecutante de la proeza. Lo cierto es que en la cruda realidad los norteamericanos tomaron el castillo y sus banderas, llevándoselas como trofeos de guerra a Su pais. La épica tragedia de ChapuHepec, México, Ediciones de Campaña ProCivismo e historia, MCMLXV, p. 17. II 313 HBCTOR CUAUHTI:MOC HERNÁNDE.Z SILVA 1" '" ." ::u Tal parece que esta leyenda se fraguó en la segunda o tercera década del presente siglo. Su éxito ha sido memorable. Es de las pocas escenas, si no es que la única, que recuerdan la mayoría de los mexicanos sobre este acontecimiento y ha permanecido como representativa de aquel suceso. El significado traducido de esta imagen, que ha perdurado a través de varias generaciones, eS el del sacrificio que reclama la patria de todos los mexicanos. Morir por la patria es tan excelso como vivir con los sueldos ahora existentes. Estas acciones patrióticas están a la altura de la contestación valerosa que el general Pedro María Anaya dio al comandante norteamericano cuando le exigió, en la toma de Churubusco, la entrega de sus pertrechos militares: "Si hubiera parque no estaría usted aquí", frase que algunos mexicanos de ahora gustosos le lanzaríamos al autor de la política económica y salarial del régimen actual. Hasta este momento de la investigación no tenemos el nombre del primer autor material que en un texto aventó a Juan Escutia de manera inmisericorde hacia las laderas del cerro. A quien sí conocemos es al autor intelechtal del homicidio. Estamos seguros que la muerte de.Juan.Esrutia.. fue.. un..crirnen.de.. Estado..para.perpetrar nuestro nacionalismo. Como los otros magnicidios políticos recientes, la muerte del cadete se realizó con premeditación, alevosía y ventaja en aras del bien nacional ¡Qué la Patria les premie su sacrificio! 314