u Homenaje REPENSAR A BOBBIO DESDE SUDAMERICA En el centenario del filósofo italiano (1909-2009) ALBERTO FILIPPI La reiterada presencia del pensamiento de Bobbio en América impone algunas reflexiones. La primera razón de su importancia viene del comienzo de las transiciones democráticas en la política y las instituciones. Porque ése fue también el origen y el sesgo de la peculiar experiencia de Bobbio. Cuando el nazi-fascismo se desmoronaba en Europa, el filósofo italiano, que tenía 35 años, se encontraba entre los protagonistas intelectuales de la Resistencia y de la lucha de liberación. ¿Qué le había enseñado a él y a su generación la experiencia de las dictaduras en Italia y Alemania? Al menos, dos grandes lecciones que deseo evocar para entender cómo esas experiencias marcaron sus elaboraciones de teoría del derecho y de teoría de la política. La primera fue que detrás de las formas del “estado de derecho” se ocultaron y crecieron prácticas aberrantes y antidemocráticas, que transformaron sustancialmente el Reichstag 1 en lo que el gran jurista Gustav Radbruch, refiriéndose a la Alemania de Hitler, designó con la paradigmática fórmula de “estado de delito”. Como muy pocos dieron cuenta de las discusiones sobre esos “estados de derecho” en Europa, Bobbio desde un comienzo asoció la concepción del estado de derecho a la Teoría de la Justicia y defendió la 7 HOMENAJE necesidad de una “democracia integral” fundada en la defensa de la “persona” como sujeto jurídico-político. Por otra parte, en términos de teoría política, Bobbio había aprendido de la dictadura de Mussolini que “el fascismo había sido un monstruo con dos caras, la antiliberal y la antisocialista, por lo mismo fue necesario combatirlo a su vez en ambos frentes con igual energía, si se quería que el nuevo Estado no fuera una restauración del viejo y tampoco un régimen de dictadura del proletariado, que en realidad era la dictadura de un partido único”. Así escribía Bobbio 50 años después de la Carta constitucional de 1948, síntesis de los valores de justicia y libertad en un “estado democrático de derecho”. Estas perdurables raíces del reformismo progresista del pensamiento político de Bobbio renuevan su vigencia en Sudamérica –especialmente, en Chile, Brasil y Uruguay– pero también en los Estados Unidos de Barak Obama. Para Bobbio, desde siempre, la valoración positiva del “socialismo liberal” se imponía como indispensable para superar un régimen jurídico-político que había sido antiliberal. De manera simétrica y no menos necesaria, el “liberalsocialismo” debía constituir la respuesta para evitar que se retrocediera de manera reaccionaria a las viejas prácticas del liberalismo antisocial o se cayera en formas solapadas de socialismo antiliberal, típico de los socialismos reales. Debe reconocerse que en la encrucijada entre teoría del derecho y teoría política su contribución fue tan notable que explica que esté destinada a mantenerse como una obra de cabecera, indispensable para comprender la interdependencia que se ha ido configurando entre teorías y prácticas del derecho y de la política. Es decir, de la política expresada (regulada o impuesta) por el derecho y del derecho como realización (regulación o imposición) del poder político, ya que sólo el poder genera el derecho y sólo el derecho puede limitar el poder. Quiero resaltar que la precariedad endémica en la tradición política italiana en la aplicación tanto de las instancias liberales como de la socialistas ha sido observada con especial agudeza por Juan Carlos Portantiero, quien observaba como argentino la profunda 8 umbrales n° 8 REPENSAR A BOBBIO DESDE SUDAMÉRICA analogía con la historia nacional. En su última intervención pública sobre “Bobbio y el liberalsocialismo”, Portantiero remarcaba que “si hay un lugar en donde la expresión socialismo liberal parece presentarse como un oxímoron, ése es el de nuestra cultura política”. Desde 1930, y reforzada con la aparición del peronismo, las dos palabras “socialismo” y “liberalismo” marcan una antinomia imposible de conciliar: más aún, indican los términos mismos del conflicto histórico nacional. Es obvio que esta pugna se ha acentuado a partir de la década del 90, pero su linaje viene de tiempo ha y no le falta siquiera el condimento de una tradición nacional católica que siempre rechazó al liberalismo político y cultural. Este discurso –explicaba Portantiero– penetró también en la izquierda local que, a partir de entonces, tuvo dos etapas. En sus orígenes y muy claramente hasta los años de apogeo del primer peronismo, nuestra izquierda no dudó en reivindicar sus raíces como continuidad. A esa visión se le contrapuso otra, muy claramente luego de la caída del peronismo en 1955, cuando se advirtió que la clase trabajadora no abandonaba la identidad que había constituido diez años antes a espaldas de la izquierda tradicional. Si esta ultima se había forjado sobre la base de la herencia liberal, la nueva alma nacional-popular de la izquierda se erigiría sobre la confrontación con esa imagen, al punto de que la palabra liberalismo, que en las primeras décadas del siglo XX era recuperada con orgullo por los socialismos frente al clericalismo y al conservadurismo, iba a transformarse, hasta hoy, en el lenguaje político, en una suerte de epíteto. Con distintos matices y variantes, Bobbio fue un coherente sostenedor del reformismo progresista. Con meditada razón en la distinción (esencial desde el punto de vista jurídico-político) entre “ser de derecha” o “ser de izquierda” respecto a los “valores sumos de la igualdad y la libertad”, Bobbio, sin vacilación alguna, se incluía entre los sostenedores de la izquierda reformista y democrática, “para la cual el ideal de la igualdad siempre ha sido la estrella polar a la que he mirado o sigo mirando. Basta con desplazar la mirada –nos exortaba Bobbio– desde la cuestión social observada desde el interior de cada Estado (de la que nació la izquierda en el siglo XIX) Homenaje 9 HOMENAJE hacia la cuestión social internacional para darse cuenta de que la izquierda no sólo no ha concluido su propio camino sino que apenas lo ha comenzado”. En este sentido, Bobbio, bien consciente de la necesidad de contrastar y gobernar los procesos de globalización, sostenía la urgencia de encontrar soluciones posibles para que se ejerciera un “rol universal de la izquierda desde el punto de vista del contraste y el combate respecto a la inclusión o a la exclusión”, convencido como estaba de que en distintos países de Europa y América, y partiendo de sus peculiaridades históricas determinadas, iba a ser todavía possible la conjugación teórico-política de las instancias de la democracia liberal y del socialismo reformista. En estos días de mediáticas celebraciones al demócrata Alfonsín, casi todos los laudadores olvidadizos y póstumos han deliberadamente ignorado que en su última aparición en público, en su discurso en la Casa Rosada (el 1º de octubre de 2008 cuando la Presidenta Cristina Fernández lo homenajeó descubriendo su busto entre los de otros ex presidentes de la Nación), había citado precisamente a Bobbio, recordándolo como “un pensador al que hemos seguido”. “Democracia es vigencia de la libertad y los derechos, pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza, los beneficios y las cargas sociales: tenemos libertad pero nos falta la igualdad”, amonestaba Alfonsín. “La nuestra es una democracia que no ha cumplido aún con algunos de sus principios fundamentales, que no ha construido aún un piso sólido que incluya a los excluidos”. En definitiva, en este centenario del insigne pensador italiano, nos encontramos entre la política y el derecho, frente a los retos de las promesas (incumplidas) de la democracia posible, con lo cual todo hace suponer que tendremos la necesidad de seguir repensando a Bobbio en los años por venir. u 1. Nombre del parlamento y del antiguo edificio en el que funcionaba, sospechosamente incendiado en 1933. 10 umbrales n° 8