No sé si el cargo importa. Tal vez, llamar a alguien lehendakari o presidente no tuviese realmente importancia si fuésemos ciudadanos de una sociedad menos pazguata, una sociedad en la que la ideología hegemónica durante tantas décadas: el nacionalismo, no hubiese pervertido y manipulado a su conveniencia esas palabras. No solo el nacionalismo se permite el lujo de definir las palabras con tonos, cadencias y significados más allá de los que el uso y el diccionario dictan; eso es cierto. Sin embargo, en el terruño su omnipresencia en la sociedad y en el poder político, económico, social y cultural le ha otorgado una increíble capacidad para hacernos creer a todos que las palabras significan lo que la santa madre iglesia nacionalista ha decidido que signifiquen. Así, lehendakari, palabra que no significa más que presidente, que máximo representante democrático de los ciudadanos vascos, parece ser que significa presidente de Euskadi y por mandato divino, presidente nacionalista. En su pequeña versión inventada de lo que es -y ha sido- Euskadi parecía imposible que un político que no sea del PNV pudiese ser el presidente de todos los vascos y, por eso, la palabra lehendakari parece tener un label nacionalista que no puede ser usurpado por nadie que no sea un "buen vasco", es decir, un nacionalista vasco. Todas estas patologías nos hacen una sociedad llena de complejos y difícil de interpretar por las personas que no entienden las responsabilidades y cargos políticos como patrimonios de una determinada ideología, sino como resultado del juego democrático y, por lo tanto, abiertos a todos los partidos políticos. Ramón Rubial es un referente político de lucha por las libertades en Euskadi y en España. Tuvo una vida comprometida con unas ideas, las socialistas, a pesar de lo cual se ganó el respeto y el afecto de muchos ciudadanos que no eran socialistas. Esa autoritas que tan pocas personas tienen, y menos aún si son políticos, permanece aún presente incluso entre los nacionalistas vascos que miden con tiento cada palabra que pronuncian en relación con Rubial; y más aún, que se refieren a él con un respeto y un aprecio que pocas personas fuera de su ámbito ideológico se han ganado. Porque Rubial se lo ganó a pulso. Ello no es óbice para que nunca le hayan reconocido el título de lehendakari al político y es que, aunque era un gran hombre, Ramón tenía el gran problema era socialista... La transición en el País Vasco fue un periodo duro pero que también demostró la capacidad de los partidos políticos vascos de arrimar el hombro. Muchas de nuestras instituciones actuales, de nuestra forma de organizarnos, de nuestro entramado político, fue obra del acuerdo y el pacto que se fraguó en aquellos momentos, y que fue bastante más digerible desde un punto de vista democrático que el que se fraguó en España. Seguramente porque aquí los que habían sostenido el régimen dictatorial no tuvieron un papel determinante en la construcción de la nueva legitimidad democrática. A cambio tuvimos que sufrir el problema terrorista, el de ETA (en sus diferentes versiones) y el de extrema derecha. Rubial fue el presidente del Consejo General del País Vasco, el órgano preautonómico, y el represente de una manera de entender la política, que por desgracia no ha tenido un relevo. Seguramente porque como dice la zarzuela, los tiempos cambian que es una barbaridad... no siempre para mejor. Los políticos como Rubial eran personas forjadas en el sindicalismo y en la política, trabajadores pero también personas cultivadas que veían en al formación personal y política una obligación de las personas que querían representar a sus conciudadanos, que debían de servir de ejemplo para que otros también practicasen el socialismo. A un político se le exigía una conducta coherente, en la medida de lo posible, con sus ideas, ahora eso no se le exige a ningún político porque seguramente ninguno soportaría la prueba. Rubial es un referente del socialismo pero la exposición "Ramón Rubial, lehendakari. La memoria rescatada de Euskadi" intenta devolverle a un territorio más amplio que el de su ideología, al territorio de todos los ciudadanos vascos. Porque Ramon Rubial es una de las figuras más importantes de la historia el País Vasco en el siglo XX, y el hecho de ser socialista no puede negarle esa presencia. Pocas vidas explican también el recorrido histórico de una ideología como la suya pero también pocas nos acercan a los valores que deberían forman parte de la educación cívica de todos los vascos como los que él representó en su paso por la presidencia del Consejo General del País Vasco. Por eso, es un deber como historiadora y un honor como ciudadana consciente poder devolver a la ciudadanía vasca el relato de la vida de Rubial y especialmente su empeño en su papel como lehendakari de todos los vascos. Porque aún creo en la función social de la historia, porque creo que la historia debe ser, sobre todo, rigurosa y también políticamente incorrecta. Y en este caso, no solo para los nacionalistas vascos que nunca han querido reconocer a Rubial sino también para aquellos socialistas que han dejado sus enseñanzas en un cajón para dedicarse a la política de los focos, de las moquetas y de la imagen... Ese no era el socialismo de Rubial, seguramente porque las personas como Ramón se sentían solo ciudadanos conscientes de su responsabilidad, es lo que tiene haber participado en una guerra civil. Porque creían que los políticos debían dar ejemplo de austeridad, de explicación, de educación, de buen hacer, de trabajo, de esfuerzo y de pedagogía. Por todo eso, y por muchas otras razones, ha sido un honor ser la comisaria de una exposición que habla de la vida de Ramón Rubial y le coloca en e lugar de la historia vasca en el que se merece estar. Y es una satisfacción saber que muchos ciudadanos vascos de los que cada día vas a su trabajo en tren y pasan por la Estación de AbandoIndalecio Prieto van a poder deterner su paso y dedicar unos minutos de su tiempo a conocer una parte de su historia, de la historia de todos, y porque no a debatir sobre si hay que llamar a Ramón o no lehendakari. El objetivo de esta exposición es ese, es una exposición para los ciudadanos, aunque reconozco que a alguno de nuestros próceres de la patria no le vendría mal pararse a ver y a leer los textos de la exposición, simplemente por curiosidad, por humildad y por cumplir con el deber moral que debería asistir a todos los representantes de un partido político, que es el de conocer la histroia de su propio partido. La denominación de lehendakari o de presidente puede tener un debate histórico y diferentes interpretaciones desde la historiografía que aportan sus razones, lo malo es que este debate ha estado siempre en el territorio de la politización de la historia y que en eso los nacionalistas vascos han sido maestros. No solo por su capacidad para apropiarse y definir lo que es y lo que no es vasco, sino también por la incompetencia, desinterés y poco respeto por su historia que ha tenido el socialismo vasco. La política actual vive del momento, del impacto mediático, sin entender que hay un sustrato que lo impregna todo y que parte de él está en eso que llamamos la memoria colectiva. Cuando la memoria colectiva vive de inventos interesados, de "patrias oprimidas" y Estados opresores, de vascos que lo son y de vascos que no lo serán nunca, de la exclusión de los otros, del clasismo y de la negación del otro, el problema es serio porque hay chicos de veinte años que creen tener razones para matar a otros vascos, siguiendo una interpretación absurda y falsa de nuestra historia. También hay otros que sin matar a los que piensan diferente los han condenado a negarles su vasquidad, porque son ellos quienes han establecido qué características son necesarias para ser vascosm, y es curioso que no sea suficiente con haber nacido o vivir en Euskadi. Señores políticos, la responsabilidad no es solo de quien genera esa visión y la hace de todos, sino de aquellos que ocupados en sus pequeños conflictos, en sus asuntos internos o en el reparto de cotas de poder no son capaces de hacer frente a esa interpretación. El socialismo vasco sigue teniendo un problema, que no sabe hasta qué punto afecta no solo a la historia o al pasado, que no le importa a nadie salvo a los pobres historiadores, sino que se proyecta en el presente y en el futuro y que ha hecho posible por ejemplo que muchos vascos de hoy sigan viendo normal que un señor que se apellida López y que no sabe euskera y que no es nacionalista no puede representar a los vascos en condiciones. En estos casos, siempre es un honor pertenecer a ese gremio tan poco apreciado y tan ninguneado de historiadores, a esas personas que buscan en el pasado una explicación de las cosas que en el presente no logramos entender. Los que pensamos que de dónde venimos es importante para saber adónde vamos... Somos gente con fama de seria pero también una especie de Quijotes, de esos que se empeñan en explicar que lo importante de una exposición es que la gente la vea, la lea y la discuta y no que el atril del político de turno tenga la luz adecuada el día de la inauguración o que haya canapés para los próceres de la patria. Es una cuestión de perspectiva y me alegro de que la que me ha tocado en suerte esté tan cerca del deber, del trabajo y de la responsabilidad y tan alejada del boato, la fotografía y la osada ignorancia...