PERIODICO: EL TIEMPO FECHA: ABRIL 25 DE 2000 TEMA: DERECHOS HUMANOS Predicas para la acción De la interpretación de las Siete Palabras fluyeron consideraciones y admoniciones que invitan a rectificar conductas y a servir sin trastiendas el bien público. En uno de los templos de la ciudad escuchamos la interpretación moderna de las siete palabras de Jesucristo por jóvenes frailes agustinos. Fueron como chorros de agua limpia, tomados de manantial generoso y cristalino para despertar las conciencias aletargadas y verterlos sin embozos sobre las llagas supuradas de la patria. Catequistas en zonas de violencia anárquica traen clara visión de los padecimientos contemporáneos y los denuncian con audacia, elegancia y claridad de conceptos. Nada se les escapa. Ni los desmanes de la violencia ni los rigores e iniquidades de la economía. Llevan la compasión en las almas, pero no la transigencia con el crimen ni la tolerancia cómplice con los desplazamientos, los marginamientos, los empobrecimientos, los latrocinios y el desempleo. Critican sin tapujos los estragos de las políticas neoliberales, se atreven hasta con el Fondo Monetario Internacional y se aventuran con algo de intrepidez en el terreno minado de la deuda. Con sensibilidad cristiana exploran la selva de los problemas colombianos, procuran entenderlos y los explican a los feligreses en lenguaje llano y accesible. La suya es una prédica para la acción. Así, en la parábola de los tres mosquitos frente al pobre hombre adormilado a quien amenaza una venenosa culebra, se alejan de los dos egoístas e indiferentes y toman partido por el que le pica la nariz y le abre los ojos al grave e inminente peligro, aunque el liberado lo aplaste luego y le corte súbitamente los tres días de vida. A proceder en defensa de la comunidad invitan, corriendo cuantos riesgos sean precisos, en lugar de exponerse a perecer en medio de la insolidaridad, la pasividad y el desdén. Oyéndolos, el auditorio debió de preguntarse por qué le ha tocado en suerte a Colombia sufrir las siete plagas de Egipto y algo más. Si es cuestión de leyes para ponerles fin o es de cumplir las que existen y de voluntad a la vez conciliadora y enérgica para hallar remedio a las adversidades. Aquí parece prevalecer la fórmula colonial de obedecer las leyes pero no cumplirlas. Ante sus aberrantes violaciones, se prefiere la constitucionalitis a la aplicación de las normas en teórica vigencia. Por ejemplo, la constitucional que consagra la inviolabilidad del derecho a la vida o la de que nadie será sometido a desaparición forzada ni a tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes. O la que preceptúa el derecho al trabajo en condiciones dignas y justas. O las que declaran inherentes a la finalidad social del Estado los servicios públicos y garantizan a todos los habitantes el derecho a la seguridad social. Desde luego, hay una o varias situaciones de conflicto y, hace rato, agrupaciones alzadas en armas. Por la vía negociada se está buscándoles solución. Pero, de resto, nada excusa volverle la espalda a la ley, ni en lo penal ni en otros órdenes. Ni en comportamientos individuales ni en políticas de Estado. La obsesión de resolver todas PERIODICO: EL TIEMPO FECHA: ABRIL 25 DE 2000 TEMA: DERECHOS HUMANOS las dificultades optando por nuevos textos nos lleva frecuentemente a olvidar las causas de penas y quebrantos. Cómo es posible que desde el mismo seno del Estado se haya promovido el desempleo y la pauperización en abierto antagonismo con los preceptos constitucionales? Cómo es explicable que la función del desarrollo se haya neutralizado y frustrado? Probablemente se erró en la estructura de la administración fiscal y de esta suerte se facilitaron las defraudaciones, pero en general la falta no es tanto de la legislación como de las omisiones y flaquezas en su aplicación. Si hasta el derecho internacional humanitario no se ha logrado aclimatar aquí. El relajo da trazas de ser el común denominador. Partiditis Todo el mundo sabe que la circunscripción nacional para la elección de senadores estimuló los movimientos unipersonales y menguó la unidad y la fuerza de los partidos históricos, tanto más al complementarse con la segunda vuelta en los comicios presidenciales. Debilitados y clientelizados, dejados de ser pilares fundamentales del establecimiento democrático, su función fue limitándose a las corporaciones representativas y, en lo demás, siendo reemplazada por los voceros oficiosos del difuso artificio distinguido con el nombre de sociedad civil. En la última época se ha ido más allá. A su diatriba sistemática, cargándoles todas las culpas, especialmente al partido liberal de profunda raíz democrática por haber sido el de las mayorías populares en los últimos setenta años, con singular arraigo en los centros urbanos. Poca importancia se concede a su capacidad de depurarse y de excluir de sus cuadros a cuantos incurren en delitos o en escandalosas indelicadezas. Que no son de la exclusividad liberal lo demuestra el hecho de venir siendo enjuiciadas figuras prestantes del partido conservador y de otras colectividades o movimientos por la sospecha de haber incurrido en graves procederes delictuosos. Sobre los supuestos escombros del partido liberal o sobre su carroña acuden numerosos personajes de pacotilla a ver qué pueden aprovechar de sus restos para constituir su propio partido. Su partidito, destinado a satisfacer sus vanidades, las de su círculo estrecho o sus propios apetitos. En Estados Unidos, valga el ejemplo, se obró previsoramente de otra manera. En lugar de declarar difuntos a sus grandes partidos cuandoquiera fallaron o sufrieron accesos de corrupción, se hizo el esfuerzo de purificarlos y rehabilitarlos, sin abjurar de sus ideales. Tal la obra de Franklin D. Roosevelt con el demócrata. Ha llegado la hora de definir si la gobernabilidad de Colombia la referimos a partidos fuertes, doctrinarios y modernos o la condicionamos al vaivén de la multiplicidad y la congregación pragmática e insegura de movimientos minoritarios, personalistas, elitistas, populistas o gremiales, reunidos en torno de sutiles intereses compartidos. Toca al liberal, si quiere sobrevivir, recoger y librar de toda mancha sus banderas, inspirándose en su vocación de servir a las masas populares y haciendo valer su idiosincrasia democrática. PERIODICO: EL TIEMPO FECHA: ABRIL 25 DE 2000 TEMA: DERECHOS HUMANOS Recuerdo de Hernando Al cabo de un año de su fallecimiento, no podría callar el recuerdo afectuoso de quien fuera nuestro compañero y amigo de muchos años, periodista integral y también liberal y demócrata de clarísimos títulos. El día de su boda con Helena, de militante y noble corazón, ingresé yo a EL TIEMPO y, desde entonces hasta su muerte inesperada, compartimos innumerables vicisitudes, riesgos, sobresaltos y complacencias. Con el transcurso de los años se fue le fue moderando el brío combativo y apareciendo la voluntad del conciliador si no el disgusto por las desavenencias mas nunca a trueque de sus convicciones y responsabilidades. De ser fiel a la consigna ancestral de fe y dignidad se preciaba con verdad y justicia. Lo demostró, con entera firmeza, en circunstancias terriblemente azarosas. Por lo demás, se le ocurrían soluciones y las planteaba, aunque a veces, por evitar conflictos, prescindiera de sacarlas adelante. Loor a su memoria y paz a su tumba