DE LA TEORÍA DE LA GUERRA A LA TEORÍA DE LA PAZ PRAXIS PARA UNA SOLUCIÓN1 Francisco Galán El ambiente permanente de guerra que vive el país, desde que se constituyó la república, en la guerra de los mil días, en las batallas por la independencia, en la violencia bipartidista de los años cincuenta que se transformó en lucha revolucionaria hasta nuestros días, y en la moderna guerra del narcotráfico, ha hecho que la paz se reduzca a limitados periodos de tregua, a transitorios escenarios de distensión que luego dan origen a nuevas confrontaciones, cada vez más degradas. Aunque nuestra sociedad se ha fundado en medio de esta violenta convulsión no hemos tomado la guerra como costumbre. Tenemos cierta tolerancia repulsiva a la violencia, y cada vez más conciencia de la necesidad de la paz; la guerra no es la aspiración de los pueblos, la paz es el destino de la humanidad. Sinembargo históricamente los trabajadores por la paz hemos concebido y desarrollado nuestra acción en oposición a las políticas del Estado, hemos pretendido sustituir sus falencias buscando construir alternativas desde la sociedad, más en contraposición al gobierno que como conciliación entre partes y entre estado y ciudadanos. La sociedad se está replanteando los viejos esquemas de participación política, surgen nuevas formas de acción y organización de la sociedad. El viejo esquema de separación estado y sociedad afecto la democracia, alejó a los ciudadanos de la participación y los lanzó a la negación del estado. No hay ciudadano sin democracia. Ser ciudadano significa participar en la construcción de las políticas públicas del Estado. Es deber del ciudadano participar en las instituciones estatales para transformarlas y fortalecerlas en el tránsito de un estado inestable a un régimen más democrático. Las 1 Texto continuado de la ponencia presentada en el “PRIMER SEMINARIO NACIONAL –Perspectivas de paz y reconciliación”-. 1 instituciones nacionales vienen sufriendo un proceso de desgaste continuo, en contravía en la región se fortalece la gobernabilidad y comienza a surgir un nuevo sujeto político regional. Nuestro objetivo es construir un estado integro que acabe con la separación sociedad y estado y construya un verdadero estado social de derecho. Hacemos parte de un conflicto continuo. Mi generación nació y creció en la guerra. En la escuela jugábamos a la guerra, armábamos batallas campales en el patio de recreo, no había vencedores ni vencidos porque el combate terminaba por el toque de la campana que llamaba de nuevo a clase. Nos hicimos viejos y se nos juntó la guerra con la paz, la vida con la muerte, el odio con el perdón, el pasado con el futuro y no nos queda otro camino que acabar con la guerra, detener la muerte y construir el presente. A lo largo de muchos años extensos sectores de la sociedad fincamos nuestras esperanzas en el triunfo de una revolución social y política planteada y dirigida por la insurgencia. Hoy el proyecto insurgente de la toma del poder por las armas y la construcción de un nuevo estado, después de 44 años, ya no es posible. Ante tal situación la sociedad mantiene la esperanza de lograr la paz y algunas transformaciones estructurales por la vía de la negociación política. La insurgencia puede tener capacidad de resistir y reestructurarse en un nuevo proyecto armado, pero no será posible, durante mucho tiempo, reestructurar su mismo proyecto político revolucionario. Cuando se globalizó la economía se globalizaron los grandes intereses de los poderosos del mundo y con ellos la necesidad de seguridad para sus inversiones; por eso la guerra es en sí un próspero negocio de patrimonio único de las multinacionales y una maniobra de los principales poderes del mundo para conservar sus privilegios. Las economías de los pueblos del tercer mundo no producen excedentes para el gasto militar y tampoco han podido unificar sus alternativas en la defensa de sus intereses; por eso la guerra de los pobres está perdida; solo es posible la huida, la resistencia, la solidaridad internacional o la solución política negociada. No hay manera de triunfar en esta guerra desigual e inganable. 2 El narcotráfico ha permeado todas las instituciones de la vida nacional. La democratización del narcotráfico produjo el desmoronamiento de los grandes carteles (Medellín, Cali, Norte del Valle, la era Castaño de los paramilitares y otros), produjo también el surgimiento y la visualización de lo que se conoce como para-política. Cientos de pequeños y medianos carteles extendieron el mercado de la droga y reciben el gran flujo de dineros con que están levantando una mala alternativa económica y financiera a la crisis social. Más allá de las guerrillas puede llegar a surgir un nuevo proyecto armado con una nueva dinámica social y política que se plantee la disputa por el poder. A lo largo de la historia de la humanidad se ha desarrollado más la teoría de la guerra que la teoría de la paz. Existen principios, modelos económicos, manuales y tecnologías de punta para la guerra, en tanto que no hemos logrado originar una corriente de pensamiento, ni una pedagogía que sirvan para construir la base social y estructural de la paz. Para construir una teoría de la paz es necesario contar con elementos de reflexión, entre otros, los siguientes: Este conflicto es de carácter político, social y armado y sólo se resuelve mediante una salida política. Es necesario contar con una política permanente de Estado que aborde estructuralmente la erradicación de las causas del conflicto, que concentre sus principales esfuerzos en construir una paz negociada, global y progresiva; con una Conciencia Nacional de que solo es posible una solución política negociada, con una oferta de buen gobierno democrático, de desarrollo equitativo y sostenible. Los sucesivos gobiernos no han logrado construir una Estrategia de Paz que articule todos los poderes del Estado en torno a ella y que sea liderada por el propio gobierno. Elementos de esa estrategia se encuentran dispersos en el ejecutivo nacional, en los poderes regionales, en la sociedad civil y en la misma Insurgencia. El Estado y las instituciones no están adecuados para la paz, sino para la guerra. El estado siempre fundamentó su estructura para administrar el 3 conflicto, no para resolverlo. Es urgente abrir el país y adecuar las instituciones a la posibilidad real de la paz. Un buen gobierno construye la paz y previene la guerra. La paz no puede ser concebida como una mesa sino como un proceso; no admite exclusiones. La paz es política pero la guerra no lo es necesariamente; por tanto aquella debe ser convenida. La paz es seguridad humana, entendida como la plena garantía para el ejercicio de los derechos. La guerra es inseguridad, la paz es seguridad integral. La paz encuentra uno de sus mayores obstáculos en la falta de seguridad. La seguridad es humana, la seguridad es un bien público. La seguridad no es una imposición, es la construcción de las sociedades de la convivencia y la paz. La seguridad pública se traduce en confianza ciudadana y empresarial. La seguridad garantiza la vida, los derechos del hombre y el pleno desarrollo de la persona humana. La seguridad asegura la propiedad, el desarrollo, el emprendimiento y la libre inversión. La seguridad política y jurídica es condición necesaria para sostener la seguridad pública. La desactivación del conflicto pasa entonces por la adopción de entornos de confianza para la negociación y la existencia digna, de ambientes democráticos y garantistas en los que los ciudadanos tengan la confianza de no ser violentados y la certeza de que en caso de violación del derecho será eficiente y oportuna la acción de la justicia. La paz es un bien común y dada la complejidad del conflicto sólo es posible su materialización a través de la Justicia Social y la democracia. El verdadero Pacto Social y Político ha de ser producto de un Gran Acuerdo Nacional convenido entre todos los sectores sociales, económicos y políticos de la nación. Este es el contenido y verdadero sentido del proceso de Convención Nacional. 4 La mesa de negociación ha de ser bilateral y multilateral, de acuerdo al estado del proceso y a la trascendencia de los acuerdos. Colombia es parte del Continente Latinoamericano y como tal estamos destinados a la Unidad Regional, hacemos parte del movimiento social y la corriente de pensamiento mundial que lucha y trabaja por la paz, por eso nuestro conflicto requiere del concierto internacional. Colombia construirá una relación fraternal y segura con sus vecinos solo a partir de construir su convivencia interna en paz. Padecemos el conflicto más complejo y crónico en la puerta de entrada al continente Suramericano, lo que requiere un esfuerzo inmenso de la comunidad latinoamericana para ayudar a resolverlo. La humanización del conflicto expresada en la atención y solución de la crisis humanitaria, en la protección de la población y atención a las víctimas, y en la regulación de armas es un camino intermedio hacia la construcción de la Paz. En el camino hacia la reconciliación, las negociaciones de paz se deben regir por los principios internacionales de justicia y no repetición. Para que en Colombia sea posible una verdadera reconciliación, es necesario que cada cual reconozca la responsabilidad que ha tenido en el conflicto. La verdad es de crucial importancia, no sólo por sus efectos reparadores, sino también por los efectos democratizadores. Al final de este conflicto la verdad, la justicia y la reparación han de cobijar absolutamente a todos los actores de la guerra, solo así será posible una ley de punto final. La guerra es una industria pero la paz carece de empresas y empresarios; requiere también de un programa económico concreto, de la inversión nacional e internacional; no bajo una concepción de caridad sino incluso como proyecto estratégico para el crecimiento económico y el desarrollo. Para formular una teoría de la paz es necesario conocer los actores de la guerra. Ya no se trata de diagnosticar el conflicto, sino de concretar una ruta de paz. La guerra en Colombia tiene muchos actores: la insurgencia, la fuerza pública, las bandas urbanas, los escuadrones de la muerte que operan en el 5 traspatio de los cuarteles, el narcotráfico con sus antiguas y nuevas formaciones militares, los asesores y los cuerpos de inteligencia gringa, miles de pequeñas unidades de sicarios a disposición de las tareas sucias en todo el país. Toda esta máquina de guerra es la que tenemos que comenzar a desactivar. Hay muchos de estos actores que necesita también una propuesta concreta y que están esperando que alguien tome la iniciativa y los convoque a una posibilidad real de paz. Este es un desafío grande que tenemos que atender. Es más fácil hacer la guerra que la paz. La guerra tiene que destruir con la pretensión de construir algo mejor, la paz es solo construcción, la guerra es vertical, la paz democrática, la guerra atenta contra la vida y la libertad, la paz es la defensa de la vida y el bienestar. La dirección de la guerra se hace de arriba para abajo, la paz es acción democrática que crece y se construye de abajo para arriba y de arriba hacia abajo. La paz cuenta con la opinión y la participación de todos, en la guerra unos pocos deciden sobre la vida y la muerte de muchos. Uno de los grandes problemas de algunos de los que trabajan por la paz es que conciben la paz en pequeño, una paz reducida a una interlocución de su grupo con un enemigo grande y de mil cabezas difusas, dentro del que empacan a cuanto opositor ideológico encuentran en el camino; así como en la guerra, en la paz vemos enemigos por todas partes. La paz es política. En Colombia la guerra ha sido un instrumento para la exclusión política. En Colombia no hay dirigentes políticos de paz, al contrario, muchos son reconocidos por su política guerrerista. La ausencia de partidos ampliamente democráticos propicia la negación de la divergencia y el pluralismo, la falta de identidad ideológica y programática promueve el caudillismo que obstruye la formación de nuevos líderes y castiga la participación de la gente en el ejercicio de la democracia. Esto explica en parte la recurrente violencia en las elecciones. Hay que construir un nuevo lenguaje y un nuevo pensamiento alrededor de la paz política. Cada vez que hablamos de paz la referimos únicamente a la suspensión de la confrontación violenta, la paz no es solo ausencia militar dejando de lado la posibilidad real de gobernar con la gente. 6 Miles de ciudadanos y organizaciones trabajamos por la paz y también cientos están vinculados a la guerra, la seguridad privada y la violencia; la diferencia entre unos y otros es que mientras quienes trabajan en la guerra están orgánicamente bien estructurados, mientras que quienes actuamos en la paz estamos dispersos en el país y en el mundo. Nuestra apuesta hoy debe ser articular nuestra dinámica en un acuerdo básico de trabajo que recoja la “Agenda Mínima de Paz” de Planeta Paz y los “Objetivos del milenio de Naciones Unidas” Es necesario que el país defina categóricamente la ruta de la paz, que se decida de una vez por todas a desactivar los factores de violencia. Es tarea de todos buscar un Consenso Nacional por la paz y trabajar hacia un Gobierno para un Estado de transición de la guerra a la paz. Se trata de la búsqueda de un consenso sin exclusión, de una agenda de conciliación y de un gobierno que propicie el tránsito a un Estado Paz. Esta transición será posible, no solo cuando se tenga un claro diagnostico del conflicto, sino, y principalmente, cuando se tenga definida la etapa del Postconflicto, diseñada no solo desde una mesa de diálogo, sino desde una política permanente de Estado con una abierta participación de la sociedad. Una política de paz no tiene sentido si en ella no se define el papel de la región. Es urgente seguir avanzando en la construcción de una teoría de la paz que le de origen a una corriente de pensamiento que mediante una pedagogía para la paz construya el final de la guerra, el principio de la conciliación y la nueva vida de la República. Medellín, mayo – julio de 2008. 7