Curso-Taller Cooperativismo, Asociativismo y Economía Solidaria 2015 Segundo control de Lectura Taller: “Procesos colectivos en contexto de encierro” Docente: Gerardo Sarachu Tamara Lajtman Bereicoa Algunos aportes teóricos para pensar la tensión Tutela X Autonomía 1. Consideraciones sobre “el sujeto” Desde un primer momento nos interesa esclarecer que al referirnos a sujeto, nos estamos alejando de la noción de individuo promovida por la epistemología moderna y la ideología (neo)liberal. Se entiende el sujeto como potencia, es decir, como forma colectiva donde las individualidades interactúan en la manera de habitar, significar, defender el mundo. Su núcleo duro de significación está en la capacidad de producir valores de uso como formas socio-simbólicas de vivir y concebir la vida. Hablamos pues, de la capacidad de articular proyectos de existencia. Alain Badiou argumenta que la noción de sujeto es la dimensión local del proceso de una verdad y que su esencia está en la capacidad de interrupción y recomposición: “El sujeto es aquél término que, sometido a la regla que determina un lugar, le puntualiza, sin embargo, la interrupción de su efecto (…) Del mismo modo, un sujeto es lo que hace proceso de recomponer, del punto de la interrupción, otro lugar y otras reglas” (Badiou, 2008:280). Asumiendo que “todo lo que se repite es invariablemente injusto e inexacto” (Ibid: 62), la interrupción de lo pre-establecido implica que algo nuevo ocurrió. A ese “algo nuevo” imprevisible e incalculable, Badiou lo llama acontecimiento. El sujeto “fija un evento indecidible porque asume el riesgo de decidirlo” (Badiou, 2002: 45). De ahí que lo que está en juego es la apuesta por un axioma de verdad, es decir, el sujeto es aquél que asume una decisión arriesgada de decir que un evento tuvo lugar constituyéndose, por tanto, como acto finito de la verdad infinita. Tal concepción admite la praxis del sujeto político que “no adviene sino anudando a la rebelión una consistencia de revolución, a la destrucción una recomposición, haciendo el proceso real de que todo orden, todo principio de mando legal, por estable que parezca, tiene por devenir dividirse” (Badiou, 2008: 185). Retomando la crítica radical a la idea de progreso de Walter Benjamin (2005), lo que vemos es un llamado a la recuperación del presente como el tiempo del ahora y la sustitución del futuro vacío del tiempo del progreso por un futuro de posibilidades plurales. La praxis en el presente se configura como factor de ampliación del mismo que no es un mero tiempo transitorio, sino que es el tiempo de acción del sujeto que se articula frente a las múltiples posibilidades de conducir la vida, mucho más allá de la “enajenación del sujeto humano” que suspende la capacidad del sujeto de “autoreproducirse, de generar formas para sí mismo, y de la cesión de esta capacidad política fundamental al mundo de las cosas, que no es otra cosa que el mundo de la acumulación del capital, el mundo virtual donde el valor de las mercancías se valoriza” (Echeverría, 2011: 416). Esta forma de pensar las relaciones sociales se aleja del tiempo simplista del progreso y de la ciencia moderna que mutila la realidad, poniendo en juego la posibilidad de decisiones concretas aquí y ahora. Frente a ello, presenciamos el esfuerzo constante (nunca logrado totalmente, siempre hay brechas) de desujetizar como necesidad misma de mantener y profundizar el orden (capitalista, moderno, colonial) establecido. “En el fondo, los poderosos de este mundo tienen siempre interés en que se tome la historia sobre la política, es decir, lo objetivo por lo subjetivo” (Badiou, 2008: 67). 2. Fragmentación del sujeto, quiebre de lo político La modernidad capitalista y su forma neoliberal promueven la no comunidad, el miedo del otro y la dilución de solidaridades. El Neoliberalismo como ejercicio biopolítico (Osorio, 2009) trasborda la esfera económica y actúa como continuación de la política contrainsurgente del capital que a partir del despojo (hambre, inseguridad laboral) y disciplinamento, destruye la potencia del sujeto en la disputa por la dirección de la vida política y de las formas colectivas de existencia. La separación entre lo político y todas las demás esferas de la vida aparece como necesidad estructural para la dominación hegemónica que se sostiene en una supresión fetichista de lo político por operaciones exclusivas de la política. Es lo que comúnmente se suele llamar democracia. Sin embargo, de lo que se trata es de una democracia liberal burguesa - tipo muy específico de democracia generada bajo el despotismo del capital. Este tipo de democracia aparece en el Estado capitalista como resultado de un pacto ciudadano entre individuos libres e iguales en el campo político –un individuo, un voto– mientras es aceptada y naturalizada la brutal desigualdad en lo económico. Los individuos actúan libremente en el mercado, donde el éxito o fracaso es derivado del esfuerzo y capacidad propia. Se entiende, de esta manera, que la noción misma de ciudadanía legitima la extracción de la política de la vida cotidiana. Tal situación de simplificación de las relaciones sociales hace con que los sujetos aparezcan bajo una forma objetivada. Dicho imaginario de igualdad es inconcebible sin la fragmentación de la existencia que desliga la política de la economía y de toda la compleja trama de la vida social estableciendo, de este modo, lógicas de producción de noexistencias y vaciamiento de sentidos que corresponden a la negación de la comunidad, o a la comunidad ilusoria. Lo que se promueve es la parcialización y unidimensionalización del ser colectivo que resulta en una parálisis política des-sujetizadora (Ceceña, 2006). La ciudadanía liberal y todo el sistema político ahí involucrado, tanto en términos prácticos como teóricos, supone la exclusión de una participación activa de las masas. No obstante, como condición para que el capital opere, además de la expropiación de los medios de producción que generan conglomerados humanos cuya única forma de reproducirse es por la venta de la fuerza de trabajo, también es necesidad de este sistema la expropiación de lo político de los conflictos de la vida. Así, son convertidos por la lógica del capital en conflictos exclusivamente económicos. La modalidad actual del capitalismo, su versión neoliberal, alcanza tal sofisticación política que logra la introyección del control contrainsurgente. Es decir, bajo la situación de libertad que sostiene la ciudadanía liberal, los hombres libres deciden a partir de su voluntad someterse al dominio. El poder se introduce de tal modo en la sociedad, que los sujetos asumen la idea de que quien domina tiene el derecho –casi natural– de dominar. Esta sería la situación óptima del dominio del capital. No obstante, tamaña ofensiva no se consolida sin resistencias. Al contrario, lo que presenciamos es la emergencia creciente de expresiones reales que contradicen, y hasta subvierten el orden simbólico-ideológico de (des)construcción de realidades sociales impuestas por el capitalismo. Frente a un proceso de despojo de lo político, actualmente presenciamos la articulación de fuerzas sociales en dirección a la retomada del control de la vida, otrora en manos del capital, y su versión institucionalizada, el Estado. Se trata, por lo tanto, de situar la potencia del sujeto en la disputa por la dirección de la vida y de las formas colectivas de existencia en contra de las comunidades ilusorias fomentadas por el capital. Así pues, nos parece fundamental pensar el acto de re-apropiación de la politicidad del sujeto como creador de comunidades. 3. “Economía moral de la multitud” y “la insurrección en curso” A partir de la idea de re-apropiación de lo político y del sujeto como potencia, nos interesa rescatar los aportes de Thompson y Gustavo Esteva que, pese a sus profundas diferencias, nos invitan a pensar en el potencial transformador de las prácticas cotidianas de los débiles, de la multitud, que van en dirección a una retomada del control de la vida desde afuera y en contra de las instituciones liberales-burguesas, del Estado y del mercado. Gustavo Esteva llama dispersión cotidiana de lo rebelde a la construcción de caminos autónomos desde abajo, donde “la gente sustituye sustantivos como educación, salud o vivienda, que serían “necesidades” cuya satisfacción depende de entidades públicas o privadas, por verbos como aprender, sanar o habitar, los cuales expresarían el intento de recuperar agencia personal y colectiva y habilitar caminos autónomos de transformación social” (Esteva: 2010:3). En las más diversas esferas de la vida cotidiana se vienen gestando nuevas formas de sociabilidad ancladas en “nuevos horizontes sociopolíticos” que se visibilizan en contextos de crisis en la medida “que ofrecen creativas opciones de supervivencia y resisten con eficacia las políticas y proyectos dominantes” (Esteva: 2010: 9). Los motines campesinos en la Inglaterra del siglo XVIII tan brillantemente analizados por Thompson, enmarcados en lo que conceptúa “economía moral de la multitud” adquieren trascendencia en la medida que son entendidos como mecanismos de regulación de las formas de reproducción social, activados en momentos históricos de rompimiento del pacto social y profundización de los antagonismos de clase. Es interesante notar que si en momento anterior el mercado era controlado pelos propios campesinos como espacio de socialización e intercambio de productos, con la consolidación de la figura del intermediario, principalmente en tiempos de escasez, “cualquier persona que tuviera algo que ver con el comercio de granos, harina o pan, resultaba sospecha de todo tipo de extorsiones” (88). Los motines, como formas espontaneas de protesta desencadenadas por el aumento de los precios de la comida en contexto de crises (hambre, epidemias…), pueden ser entendidos como esfuerzo por colectivo de re-apropiación del control del intercambio de los productos básicos de subsistencia. En efecto, yendo mucho más allá del proceso análisis de las acciones directas de los campesinos ingleses del siglo XVIII, las teorizaciones thompsianas siguen estando vigentes y nos ayudan a pensar, a partir de un espectro más amplio, lo que Esteva llama de “dispersión cotidiana de lo rebelde”. Vislumbrando la posibilidad real de rupturas desde abajo nos parece coherente afirmar que la diversidad de prácticas marginales (unas más silenciosas, otras bastante ruidosas) se articulan alrededor del predominio del valor de uso en las interacciones sociales (y en las relaciones con la naturaleza). La creatividad y el aspecto lúdico de los significados creados desde las maneras de hacer de los débiles ponen en relieve la dimensión esencialmente humana del acto de producir que se aleja de la razón utilitaria. Podemos, por tanto, entenderlas como potencial de cancelación del orden establecido a partir de la anti-disciplina, de la libertad desde el sujeto colectivo que vislumbra desmontar y cuestionar las formas hegemónicas de dominación y control de la existencia social. La noción de tácticas teorizada por Michel De Certeau en la Invención de lo Cotidiano (1996), consiste en la actuación a partir y como contrapartida, de una fuerza exterior. Por no contar con un lugar propio, parte de un no-lugar (o del lugar del otro) y depende del tiempo, actuando en el momento preciso de forma audaz frente al poder dominante. Desde ahí es interesante ubicar las prácticas tanto de los motines de subsistencia relatados por Thompson, como en las alternativas populares de retomada del control de la vida que nos muestra Esteva. Vemos pues, como estas se articulan de manera arraigada con los contextos culturales y físicos, conformando maneras de hacer que huyen de los patrones formales resinificando estructuras pre-establecidas. Lo planteado nos permite las siguientes consideraciones: 1) la “economía moral de la multitud” entendida como una articulación de estructuras que subyacen las acciones de los débiles y la “dispersión cotidiana de lo rebelde” tienen como trasfondo el restablecimiento de los sentidos de comunidad contra los intentos totalizantes del capital. 2) En este marco, pensamos en el dislocamiento del eje de la producción formal capitalista, es decir, de valores de cambio desde la razón instrumental; para el eje del consumo lúdico y astuto en términos de valores de uso. 3) Desde ahí, situamos la potencia del sujeto a partir de una praxis re-apropiativa que adquiere rol central en la disputa por la dirección de la vida política y de las formas colectivas de existencia. Referencias bibliográficas Badiou, Alain (2002) Para uma nova teoria do sujeito. Rio de Janeiro: Relume Dumará Badiou, Alain (2008) Teoría del Sujeto. Buenos Aires: Prometeo Benjamin, Walter (2005) Tesis sobre la historia y otros fragmentos. México: Contrahistorias Ceceña, Ana Esther (2006) “Sujetizando el objeto de estudio, o de la subversión epistemológica como emancipación”, en Ceceña, Ana Esther (coord.) Los desafíos de las emancipaciones en un contexto militarizado. Buenos Aires: CLACSO De Certeau, Michel,“Introducción general”, En La invención de lo cotidiano, UIA, México, 1996. Echeverría, Bolívar (2011) “Cultura y barbárie” en Crítica de la modernidad capitalista. Antología de Bolívar Echeverría. La Paz: Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia (segunda parte) Esteva, Gustavo. La insurrección en curso (2010). Disponible en: http://unitierradeoaxaca.files.wordpress.com/2011/07/la-insurreccion-en-curso.pdf Osorio, Jaime. Explotación redoblada y actualidad de la revolución (México: Itaca-UAM, 2009) Thompson, Edward P. (1984) “La economía moral de la multitud” en Tradición, revuelta y conciencia de clase. Barcelona: Editorial Crítica